Páginas vistas desde Diciembre de 2005




domingo, 25 de octubre de 2020

El juego de la literatura

 


Estoy leyendo El cuarto de Giovanni de James Baldwin. No voy a hablar de esta excelente novela escrita por un negro norteamericano en 1956 donde desarrolla, mucho antes que nadie, las contradicciones del amor homosexual en una sociedad que lo persigue. La acción sucede en París, el de la posguerra. Cuando la estoy leyendo vivo intensamente las escenas que suceden en los bares de gays de la capital francesa, en sus calles, en su ambiente y comprendo las contradicciones de David, el personaje central. Siento que hay unas vivencias mías que se proyectan sobre la novela y la llenan de densidad y pienso que el lector cuando lee lo que hace es eso precisamente: conectar su mundo emocional y existencial sobre lo que está leyendo, algo así como nos enseñaba el método Stanislavski para construir dramáticamente los personajes en un escenario. Utilizar tu mundo emocional para llenar de verosimilitud el personaje que interpretas, y, de ese modo, resultaba creíble y auténtico.  

Recuerdo mis paseos por París junto al Sena, los cafés, alguna experiencia de mi juventud, el deseo en estado puro, mis conflictos agudos sobre la vida, la traición, la amistad, el alcohol en noches interminables, recorrer la ciudad en coche,  por la noche, estando borracho…

Esto es lógico, me refiero a utilizar el mundo emocional para dar cuerpo a una novela. Pero ¿qué pasa cuando no tienes referencias personales para hacerlo, como una narración que no tenga relación con tu vida y tus experiencias? Entonces acudes inconscientemente a tus lecturas previas y a tu imaginación; cuanto más potente y rica sea esta, más colorida y poderosa será la  lectura porque la literatura es un arte exigente como decía Harold Bloom. Siento cierto escepticismo sobre esas novelas que se publicitan y que se leen como el agua, que enredan al lector que se siente atrapado por la trama llena de emociones y aventuras fascinantes. Mi experiencia con la buena literatura es que esta no es sencilla y exige un gran esfuerzo adaptativo al mundo del escritor que nos propone un juego en que hay que descubrir las reglas, a veces, endiabladamente complejas.

Para ser escritor, a su vez, puede darse una doble tipología: el escritor aventurero, que utiliza su experiencia vital, llena de avatares emocionantes, de vivencias de todo tipo, fruto de una vida en movimiento de la que nutre sus relatos al estilo de Jack London o en nuestras letras, al estilo de Pérez Reverte que fue corresponsal de guerra en diferentes escenarios bélicos, lo que aparece en cierta medida en la concepción de sus trepidantes aventuras en la España del siglo de Oro o en su último libro La línea de fuego. Son escritores en esencia externos y sus personajes se nutren de su existencia accidentada y aventurera. Otro tipo de escritor es el  que fondea en su mundo interior explorándolo y descubriendo las galerías de su alma para conocerse a sí mismo y luego llenar de profundidad a sus personajes o a su poesía. No es necesario vivir una vida llena de grandes y accidentadas vivencias para crear un potente mundo literario. Pienso en Emily Dickinson, poeta norteamericana que apenas salió de las cuatro paredes de su casa pero que creo un sugerente y profundo universo poético lleno de complejidad y sutileza, producto de su exploración de lo circundante por mínimo que sea -¿aunque hay algo que sea mínimo?-, el canto de un pájaro, una flor, el sol que llega a su jardín, el susurro del viento, y todo ello captado por su espíritu atento que queda deslumbrado por la experiencia de lo real.

Claro que hay escritores que combinan ambas estrategias: la exploración exterior y la interior. Son maestros en el desarrollo de mundos interiores y exteriores. Pienso en Tolstoi, pienso en Vasili Grossman, el autor de Vida y destino, en Galdós, en Balzac… Dostoievski está más atento a la vida interior de sus personajes, aunque también lo está  al paisaje social de su tiempo y los sueños.

Este fascinante juego es la literatura en que se combinan un escritor con sus mundos y el lector, a su vez con sus mundos. Hay a veces lectores con una vida rica en circunstancias o, por el contrario, pobre en ellas, pero ambos mundos se alimentan mutuamente y se enriquecen. Cada lector es único porque parte de su propio mundo para comprender el mundo que se le propone desde las páginas de un libro, y, no solo eso: cada lectura es única y evoluciona si se enfrenta a ella en momentos diferentes de su vida. Acabo de leer una novela extraordinaria, Bajo el volcán de Malcolm Lowry. La había leído hace unos cuarenta años en una noche alucinante bajo el efecto de las anfetaminas cuando yo era comunista, y la he vuelto a leer ahora cuando mis circunstancias lectoras son totalmente diferentes y antitéticas de aquel joven que se despertaba a la literatura. Mi universo íntimo ha cambiado, se ha transformado totalmente, no soy el que era y la novela es otra, radicalmente otra por efecto de que la vida avanza y nosotros cambiamos, la historia cambia, todo se transforma. He ahí el juego doloroso y potente de la literatura.


viernes, 25 de septiembre de 2020

La mirada blanca hacia el hombre negro


¿Cómo miran los blancos a los negros? Tal vez no sea algo relevante en nuestra sociedad porque no hay muchos salvo en los invernaderos del sur o en otros tipos de recogida de cosechas, así que no es muy concluyente lo que se puede opinar desde la distancia. Sí que es significativo el momento en que se encuentran en el siglo XVIII y XIX el mundo del hombre negro y el hombre blanco en África, cuando el mundo racionalista y colonialista se encuentra un universo que funciona de modo diferente y al que considera atávico, primitivo y salvaje desde una posición de superioridad absoluta. 

 

Hay un libro maravilloso que habla de esto y que recomiendo vivamente. Es uno de los libros mejores que he leído en mi vida, y habla de la mirada del hombre blanco hacia el negro. Se trata de El ojo oscuro de África del escritor Laurens Van der Post. Sin duda es un tema de actualidad reciente en el movimiento Black Lives Matter a consecuencia de la violencia de la policía contra la población negra en Estados Unidos. 

 

Nuestro mundo racionalista basado en lo objetivo desdeña el mundo de lo invisible y lo espiritual que es esencial para el hombre negro cuya peor tragedia es la de perder su alma. Su concepción del tiempo, en el momento del encuentro trágico, es profundamente diferente. Para nosotros, desde el cristianismo, es lineal y no tiene contenido ni naturaleza propios. Para los negros tiene un qué y un cómo, y es una vía hacia la eternidad. Para ellos hay un mundo invisible que se revela a través del tiempo, pero nosotros lo vemos con desprecio como una mera ilusión. 

 

La destrucción del mundo espiritual e invisible en el colonialismo blanco en África o en Estados Unidos lleva aparejado un profundo malestar que despoja a los negros de su alma. El hombre negro ha vivido en armonía con la naturaleza que desarrolla un grandioso plan para el desarrollo del ser. Estaban colmados de espíritu y de alma y fueron aplastados y desarraigados con la destrucción de ese orden que se expresaba a través de ritos, estrictos códigos de comportamiento, ceremoniales de vida y de muerte. Eran infinitamente más ricos, pero la mirada despectiva del hombre blanco los quiso destruir, y lo hizo, ávidos de ganancias materiales ya que para eso habían ido a África, no a conocer otras culturas. Despreció al hombre negro, su organización social, sus bienes, su modo de agricultura, el modo de cuidar su ganado, y los jefes y curanderos, así como los antiguos rituales fueron abolidos y proscritos por decreto. Los misioneros llegaron para abolir la espiritualidad de los indígenas negros para inculcarles la noción de pecado y considerar sus prácticas religiosas como viles supersticiones para convertirlos a un dios blanco, nuevo y superior a todos los suyos. 

 

Esta destrucción de las culturas africanas abocó a la desesperación y a la violencia, despojados los africanos de su alma. Creció el nomadismo de muchos africanos que se desplazaron a las ciudades completamente desarraigados, creció el paro, y aparecieron los disturbios y las revueltas. Esa violencia que asola tantos barrios en Estados Unidos mezclado con las bandas y el mundo de la droga. 

 

Lo que más aterroriza al hombre negro no es el peligro físico sino el miedo a perder su alma. Nadie los tomó en consideración y se los sometió a la esclavitud y a la servidumbre que fue explotada tanto en África como en los países a los que fueron arrastrados para ser esclavos. 

 

¿Por qué el europeo se comporta así? El ojo europeo está tan oscurecido que ya no puede ver ni a sí mismo ni a las cosas que le circundan. La luz interior se ha ido apagando progresivamente y las tinieblas se hinchan como un mar interior. 

 

El hombre primitivo que llevamos dentro ha sido expulsado de los tribunales de la razón. Dentro de cada hombre hay dos mitades: hay algo que se puede describir como “un hijo de las tinieblas” que resulta complementario e igual en estatura al “hijo de la luz”. Todos llevamos un hombre natural e instintivo, un hermano oscuro al que estamos irrevocablemente unidos como si fuera nuestra propia sombra. Por más que nuestra razón lo rechace, ahí está para bien o para mal, exigiendo su reconocimiento. 

 

Si el hombre occidental considera dicha faceta como enemiga, esto podría explicar nuestros prejuicios respecto al color de la piel. El prejuicio contra la piel de color negro se ahonda y se erige en símbolo peligroso, pues el hombre blanco en África –o en América- ve hoy reflejarse en el hombre negro y natural, ese aspecto oscuro de sí mismo que ha rechazado por completo. En consecuencia, confunde el reflejo exterior con la oscura realidad interior y, sin dudar, se empeña en campañas contra él. 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

lunes, 14 de septiembre de 2020

Un curita de aldea y sus pensamientos


Voy a contar la historia de un curita párroco francés durante el reinado de Luis XIV en Francia. Su fama se debe a su testamento cuyo título exacto fue Memoria de los pensamientos y sentimientos de Jean Meslier, cura párroco de Etrepigny y de Balaives. Y los lectores pensarán que qué aburrido tema los pensamientos de un cura anodino entre el servicio a sus feligreses. ¿Qué pensamientos tendría este curita? Se dedicó a pensar sobre el poder, sobre Dios y las religiones y llegó a conclusiones dignas de ser tenidas en cuenta. En su biblioteca tenía la obra entera de Etienne de La Boétie autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria que era su libro de cabecera junto al de otros autores clásicos entre los que no faltarían Lucrecio y Epicuro, además de Montaigne que es el autor más citado en su Testamento. 

 

Jean Meslier (1664-1729) fue el detonador de un discurso radicalmente ateo y en las lindes del comunismo. Celebra los servicios gratuitamente y vive entre los pobres. Convive con dos falsas sobrinas que son sus amantes. Meslier ataca a Dios, a Cristo, a los sacerdotes, a los monjes, a los obispos, a la Iglesia, las Sagradas Escrituras, a los príncipes, a los reyes, a los emperadores, a los tiranos, a los nobles, a los magistrados, a los notarios, a los procuradores, a los abogados, a los jueces, a los agentes de policía, a los recaudadores, a los ricos propietarios y salva a los campesinos, los trabajadores, los explotados, los miserables, las mujeres, los niños, los animales. Promueve la filosofía y el ateísmo y anuncia la equidad, la libertad, la solidaridad y la fraternidad. 

 

El testamento en mil páginas desvela el engaño de las religiones que se contradicen; la fe, que es “credibilidad ciega” que va en contra de las luces de la razón; las visiones de los profetas son cosas de locos y sus profecías nunca se cumplen; la religión católica que se hace cómplice de los tiranos políticos; sostiene que el alma es mortal. Evidencia que todo lo relativo a Dios es contradictorio y absurdo: puede todo pero deja hacer el mal; ama a los hombres pero a algunos los destina a la miseria y la pobreza, mientras que a otros les corresponden las riquezas, la abundancia, la salud. Ese Dios quiere la felicidad de la humanidad, pero tolera la complicidad de la Iglesia con los poderes que explotan a los seres humanos; es magnánimo pero manda al purgatorio y al infierno por toda la eternidad a los seres humanos de los que de antemano sabe su destino. El Viejo y el Nuevo Testamento están llenos de contradicciones y contrasentidos y son puras fabulaciones. Son claramente de raíz humana y no dictados por el Espíritu Santo. Jesús es un archifanático, loco, insensato, desgraciado, delincuente, una nulidad vil y despreciable. Toda la religión cristiana es una fábula y pura superchería creada por san Pablo que ideó el cristianismo enemigo del cuerpo y de la mujer. Rechaza el dolorismo cristiano y celebra el hedonismo, el contrato libre del hombre y la mujer unidos por el deseo. Defiende el derecho a la sexualidad libre, el divorcio, que los sacerdotes tengan derecho a la sexualidad, a los humildes, a los animales. Critica la crueldad humana y la injusticia. El mal, según Meslier, no procede del pecado original, sino de un estado de hecho etológico. Para erradicar el mal habría que distribuir las riquezas de otra manera. Cuando todos tengan lo necesario para vivir ya nadie atacará al prójimo.

 

Plantea ya en raíz la lucha de clases de los desposeídos frente a los que tienen todo. Apela al bien común, quiere que el estado desarrolle la justicia, defiende el hedonismo, denuncia la unión del poder católico y la monarquía que se entienden como dos carteristas. No hay que dar nada a los ricos, no hay que pagar impuestos, pretende abolir la propiedad privada, practicar la comunidad de bienes, defiende los derechos básicos para todos como la escuela gratuita y la medicina.

 

Jean Meslier murió solo a finales de junio de 1729 sin llegar a ser conocido en su país. Dejó cuatro copias del testamento con el propósito de que al menos un ejemplar no desapareciera en la hoguera. Lo enterraron en el jardín del presbiterio sin tumba ni señal alguna. Cinco años después de su muerte circulan 150 copias manuscritas de su Testamento. 

 

Fue el fundador del ateísmo en occidente, del ateísmo y el comunismo lo que puso los pelos de punta a Voltaire que tan bien se entendía con los poderosos. 

 

Esta es la historia del curita de aldea y sus reflexiones. He seguido el desarrollo del libro Decadencia de Michel Onfray. 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

La base antisemita del cristianismo y de la cultura europea



Estoy leyendo Decadencia. Vida y muerte de occidente de Michel Onfray. Su lectura es sumamente interesante a pesar del perfil controvertido y polémico de su autor, metido en todas las disputas ideológicas y políticas en Francia. En principio es una historia del surgimiento, desarrollo y apogeo del judeocristianismo en occidente a partir de la figura, para Onfray inexistente, de Jesús de Nazaret. Pero no es de esto de lo que quería hablar sino del nacimiento de una secta en torno a un profeta que se decía dios cuyos seguidores fueron perseguidos tras la muerte –real o simbólica- de su fundador al que arrojaron a la muerte los judíos cuando gritaron ante la indecisión de Pilatos que su sangre recayera sobre ellos y sobre sus hijos. 

 

Pablo de Tarso es el gran difusor del cristianismo, judío él como Jesús, pero que se enfrentó a la ortodoxia judía rechazando ritos esenciales para los judíos como la circuncisión. El protocristianismo surge en conflicto con el judaísmo que rechazó  la figura de Jesucristo como el Mesías. Y así los judíos fueron de los principales obstáculos que encontró Pablo en su difusión del cristianismo. Esta controversia fue desarrollada a lo largo de un milenio por los padres de la iglesia que acusaron a los judíos de pueblo deicida depravado y miserable. El cristianismo se constituye como teórica religión del amor pero expresa un irrefrenable antisemitismo, de hecho es su fuerza constitutiva que pasa a ser religión de estado cuando el emperador Constantino se convierte al cristianismo y con él a todo el imperio romano. Y un concilio de este tiempo, el de Elvira, en España, separa definitivamente a los judíos de modo que ya no se pueden casar con un cristiano, y les prohíbe gestionar los bienes de los cristianos, ni estos pueden invitar a judíos a su mesa. Posteriormente se les impondrán pesadas cargas sociales, les quitarán sus tribunales especiales, les prohibirán ejercer la función pública, recitar sus plegarias, tendrán vedado enseñar bajo pena de muerte, se burlarán del Sabbat ridiculizándolo. Bajo el reinado de Teodosio se queman sinagogas. 

 

Uno de los padres de la Iglesia, Juan Crisóstomo, escribe en sus Homilías “la sinagoga es un mal lugar donde afluye todo lo más depravado; es un lugar de cita para las prostitutas y para los afeminados. Los demonios habitan allí, y las almas mismas de los judíos y los lugares en los que ellos se reúnen”. Juan Crisóstomo fue popular predicador, santo para las religiones católica, copta y ortodoxa. En otro momento escribe que los judíos solo sirven “para ser masacrados”; afirma que el deber de todo cristiano consiste en odiar a los judíos. Pero esto no es una postura casual ni anecdótica porque el antisemitismo permea toda la historia de la iglesia en cientos de voces que llaman al odio contra los judíos. Solo en el Concilio Vaticano II se retiró la definición del pueblo judío como deicida. A lo largo de la historia de Europa los judíos han sido los chivos expiatorios y se los ha perseguido y masacrado en continuos pogromos a lo largo y ancho de nuestro continente. En España fueron expulsados en 1492 y los que se quedaron convertidos eran insultados, vejados y espiados por si conservaban ritos de raíz judaica. Y muchos en España fueron llevados a la hoguera. Esta corriente antisemita del cristianismo fertiliza el triunfo de la Iglesia sobre la sinagoga y llega hasta el Tercer Reich que aprovecha textos de los padres de la Iglesia para condenar a los judíos, y en Mi lucha de Hitler aparecen acusaciones que recuerdan poderosamente a textos cristianos. El mismo papa Pío XII evidenció cierta simpatía por el nazismo y no movió un dedo por los judíos que estaban siendo llevados a las cámaras de gas en Polonia. A esto sus defensores lo han llamado prudencia, pero puede que merezca otro nombre no alejado de la complicidad. 


Recuerdo en mi niñez en las procesiones de semana santa que había una que era la de los judíos y era costumbre escupir a su paso. Fiestas tradicionales de España como las fiestas de Pero Palo en Extremadura queman en efigie un muñeco cuyo origen es fácil de rastrear en la figura de los judíos. 


El cristianismo es la principal fuente de antisemitismo en el mundo y ha permeado toda la concepción sobre los judíos en cientos y cientos de escritos que expresan su odio hacia ellos en forma de sátiras y ataques terribles. Recientemente estuve en Vienna y en pleno barrio judío vi una estatua de un ilustrado alemán, Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Es uno de los poquísimos intelectuales de nuestro continente que escribe con interés y afecto hacia un amigo judío al que respeta profundamente. Es algo raro. Lo normal era hacer como el ilustrado Voltaire que escribió abyectos panfletos contra los judíos. 


La izquierda europea es profundamente antisemita aunque lo enmascara con el concepto de antisionismo. Los judíos en la Europa del siglo XXI no están a salvo, sus barrios están protegidos por la policía y en muchos países, incluida España, el nivel de antisemitismo es muy alto. Se les acusa de todo, porque ya se sabe, los judíos gobiernan el mundo… 

jueves, 3 de septiembre de 2020

Los españoles y el poder



Se afirma con frecuencia que los ciudadanos –en concreto los españoles- son sumisos ante el poder como los peces que nadan a favor de la corriente. “No hay pan para tanto rebaño”, escriben los anarquistas en las paredes calificando a la masa social que es para ellos dócil y manipulable por el poder. Se presupone que hay una minoría concienciada frente a una mayoría amorfa y preocupada solo de tomar birras y pescadito frito. ¿Son así los españoles? Yo no tengo exactamente esta concepción, sobre todo porque frecuento los bares y oigo las conversaciones de la gente tomando cañas, especialmente si son hombres. Creo más bien que no hay español que no tenga su propia concepción crítica acerca del poder, no hay español que no tenga claro que el gobierno, sea cual sea, es inepto y chapucero, que no está a la altura, que no gobierna con visión de futuro. Especialmente en estos últimos meses con la pandemia no hay ciudadano que no posea una gran lista de agravios, fallos o meteduras de pata del gobierno, desde el parroquiano que se jama unos boquerones fritos, al que se come una ración de pulpo presuntamente gallego. No hay sociedad más anarquista y sospechosa del poder que la nuestra. Odiamos a los gobernantes y creemos tener las claves críticas para poder enjuiciar la situación por compleja que sea. Sea la forma de estado o las formas particulares de gobierno ninguna nos satisface, nos definimos por ser anti lo que sea. Criticaremos acremente cualquier gesto del poder político o financiero. 


Durante la república, España tenía el movimiento anarquista más potente del mundo. La CNT y la FAI contaban con tres millones de afiliados. No existía equivalente en occidente de una influencia ácrata parecida. Pienso que este poso anarquista es consustancial al pueblo español en sus posiciones más extremas. Puede que en realidad no hagamos nada, pero nuestras palabras son ácidas y disolventes respecto a las jerarquías. Franco era también un anarquista, pero de derechas que comprendió bien la idiosincrasia del pueblo español al que le sientan bien los palos para ponerlo firme. Fue el mediocre más exitoso de la historia moderna porque entendió bien a los españoles. De ahí en adelante, todos los que nos gobernaron son igualmente mediocres, pensemos en el fullero Suárez, en el socio de los magnates sudamericanos, González, en el sórdido Aznar, en el especialista en política del espectáculo Zapatero, en el Tancredo de Rajoy, en el inepto Sánchez. El poder nos repele, desde A hasta B. Odiamos la política, aunque de vez en cuando algún movimiento nos seduce ocasionalmente y nos hacemos fans de alguien o de algo, pero dura poco tiempo. 


En el siglo XVII, había una figura que representa bien a los españoles, los arbitristas. Todo español era un arbitrista que consideraba el naufragio y fracaso de España y tenía su propia teoría política para resolver en dos plumazos los problemas del estado. Pienso en esto mismo cuando considero la cantidad de perspectivas que hay ante el tema de la pandemia, todas críticas con el poder. No, los españoles no somos dóciles y sumisos. No hay pueblo más insumiso que el español, pueblo más anarquista que el español, pueblo que no cuente en su haber con la mayor cantidad de teóricos y especialistas en todo. De ahí nuestra frescura para los chistes negros y a la vez de nuestra incapacidad para el esfuerzo colectivo, salvo en las representaciones políticas regionales que despiertan tantas adhesiones como las de nuestras vírgenes y nuestra comida, la mejor del mundo, de eso estamos convencidos. Más allá de eso, no creemos en nada. Nadie nos representa y nos sentimos frente al mundo exterior simultáneamente altivos y a la vez terriblemente acomplejados y pesimistas.  

domingo, 30 de agosto de 2020

Viaje al sur de Juan Marsé

 


Viaje al sur es un libro recién publicado –hace unos días- de Juan Marsé. Responde a un encargo de la editorial antifranquista Ruedo Ibérico, ubicada en París, al autor catalán y al fotógrafo Albert Ripoll Guspi, para contrarrestar la propaganda franquista sobre la realidad de España hacia 1962. Por el encargo recibieron quince mil pesetas para subvencionar un viaje por el sur de España –provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga- que se llevó a cabo en el mes de octubre del citado 1962. Juan Marsé hacia mediados de 1963 ya tenía el texto definitivo y lo envió a París, pero el libro jamás fue publicado por Ruedo Ibérico, se perdió totalmente en la sombra y no se supo qué había pasado con él. Las razones para no publicarlo son solo suposiciones pero puede que Viaje al sur no responda al modelo de literatura tendenciosa antifranquista que esperaba la editorial dominada por el PCE, igual que la inmensa mayoría de escritores e intelectuales de aquella época que se movían en la línea antifranquista. Juan Marsé se había acercado al PCE pero nunca llegó a recibir el carné del partido; sus posiciones eran muy diferentes a las oficiales, especialmente en el sentido de que no estaba nada convencido de que estuviera a punto de producirse una insurrección obrera frente al Régimen como así se creía desde el exilio por algunas huelgas en el norte de España y Cataluña. Marsé había trabajado en un taller de joyería durante quince años y sabía mejor que los intelectuales la situación real de la clase obrera española que solo aspiraba a mejorar económicamente y a ser posible comprarse un seiscientos. Es la España de la apertura económica al exterior por obra de los gobiernos en manos del Opus Dei. No había en ciernes una revolución obrera.

Viaje al sur es un libro de viajes de tres compañeros, el citado Marsé, el fotógrafo Albert Ripoll y Antonio Pérez, a lo largo de casi un mes por la geografía andaluza. El texto definitivo se perdió en los fondos de Ruedo ibérico que pasaron al Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, y así ha sido durante más de cincuenta y cinco años. Recientemente, por una idea de Marsé que recordó el título que le dio originalmente y el pseudónimo que utilizó –Manolo Reyes, como el del protagonista de Últimas tarde con Teresa que ya tenía en mente y había empezado a escribir- el texto pudo por fin ser hallado. El caso es que ahora tenemos el texto original y algunas de las fotografías de Albert Ripoll y es lo que acaba de ser publicado.

El libro es un prodigio que nos devuelve por el túnel del tiempo a la España de octubre de 1962, en plena crisis de los misiles de Cuba que estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial, el comienzo del Concilio Vaticano II y las inundaciones en Cataluña de los ríos Besós y Llobregat que causaron más de mil muertos entre los habitantes de pobres casuchas construidas cerca de los cauces.  Nuestros tres amigos recorren en autobús o tren ciudades como Sevilla, Jerez, Sanlúcar, Rota, El Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Vejer, Barbate de Franco, Tarifa, Algeciras, Ronda, Marbella, Fuengirola, Torremolinos y Málaga. Es un recorrido que desvela la situación penosa de la economía y la sociedad española, especialmente andaluza, en que el trabajo escasea, los jornales son míseros, la explotación es terrible, los niños a miles deambulan por las ciudades a veces semidesnudos ganándose la vida desde los doce años porque no pueden ser alimentados por sus padres, la pobreza domina, se extienden los barrios en que se amontonan casuchas pobrísimas o directamente poblados de chabolas sin agua y sin luz como El Zapal en Barbate de Franco; se imponen la separación de sexos entre hombres y mujeres, el dominio absoluto de la iglesia en su versión más reaccionaria, las procesiones, las manifestaciones falangistas en contra de los ataques contra el Régimen, la indigencia cultural más radical, el folklorismo esclerotizado, el conformismo de los andaluces que solo tienen como lugar de esparcimiento la taberna, el alcoholismo, el cante, los toros…  A la vez miles y miles de españoles se van a la emigración, sea Alemania, Suiza, Francia, Australia o se van hacia Cataluña en riadas imparables porque el caciquismo y el subdesarrollo no da lugar a ningún tipo de esperanza en un país detenido en el tiempo. El turismo empieza a llegar masivamente a lugares como Torremolinos o Fuengirola y empiezan las construcciones de hoteles o apartamentos para alemanes -que en quince años han pasado de ser un país destruido por la guerra a necesitar a millones de trabajadores y a expandirse como turistas por países pobres como España- o nórdicos. 

El retrato de aquella España es inmisericorde pero no tendencioso, no es un panfleto, y eso le da un valor formidable. Vemos pero no se nos conduce a un juicio predeterminado. El autor de Últimas tardes con Teresa no quiere manipularnos, quiere hacer literatura, buena literatura, tal vez por eso su libro no fue publicado en su momento y eso es lo que ahora le da un valor añadido. Sin duda, es un testimonio social y moral de un tiempo que hoy podemos visitar de nuevo. 

Selección de entradas en el blog