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sábado, 14 de enero de 2023

Los poetas del futuro todavía no están aquí

No vislumbramos el futuro considerando un presente tan problemático como el actual en que las sociedades liberales y democráticas están en una profunda crisis y se teme por su supervivencia frente a modelos autocráticos pero que proporcionen seguridad. Nadie está seguro. Todo el mundo sabe que nadie puede garantizar que nuestros hijos vivan mejor que nosotros en veinte años. El mundo europeo y occidental en general se enfrenta a un terrible problema demográfico. No nacen niños, muere más gente que la que nace y eso genera sociedades que abordan con miedo la renovación. Las ideas nuevas provienen en buena parte de la juventud pero la escasa juventud actual parece elegir los restaurantes de moda, la gastronomía, la moda, los viajes, el consumo, más que imaginar un mundo diferente para el que faltan ideas y palabras nuevas en medio de un momento en que todas nuestras ideas ilustradas parecen haberse oscurecido empezando por la rectora razón que impuso un mundo basado en la superioridad del  hombre sobre el resto de la naturaleza a la que estamos devastando. Por otra parte, la tecnología nos ha devorado y los últimos avances en Inteligencia Artificial, que son solo el preámbulo, pueden acabar con la soberbia del ser humano que puede pasar a ser una especie dominada por las máquinas. 

 

No entendemos el mundo presente. Europa vuelve a estar en guerra y la crisis económica se cierne sobre nosotros que lo notamos día a día. Nuestro continente no tiene autonomía política ni militar para ser un actor en el mundo contemporáneo. Somos una potencia en aguda decadencia, sin ideas ni poder ni demografía, frente a poderes crecientemente poderosos como China. Estados Unidos, por otro lado, está también en una profunda sima política en plena transformación más allá del poder blanco en busca de un nuevo equilibrio que no deja de ser problemático. 

 

Crecen el populismo de derechas y de izquierda retroalimentándose mutuamente. La izquierda ha dejado de representar a los trabajadores y las ideas de solidaridad y defiende políticas sectoriales que generan conflictos en la sociedad. La política está desprestigiada. Nada hay que concite tanta desconfianza en los ciudadanos como la política y los políticos a los que se siente como parásitos que crean más problemas que los que resuelven viviendo en su pecera de privilegios. 

 

Faltan mentes imaginativas que generen las ideas para un nuevo mundo, faltan poetas y pensadores que creen conceptos todavía inexistentes. El viejo orden crea malestar y es muy peligroso. ¿Lograremos idear un nuevo orden de cosas con esta combinación letal de factores sin pasar por nuevas explosiones de violencia ni por sociedades autoritarias o, peor aún, totalitarias. ¿Aprenderemos a vivir en un mundo no heredero de la Razón que impuso al ser humano blanco por encima de la naturaleza con el único propósito de conquistar y depredar? ¿El futuro de la humanidad es convertirse en hombres-máquina a manera de ciborgs?

 

Todavía no han nacido los novelistas y poetas que den cuenta de lo que está por venir. Todavía nos hablan del mundo pasado. 


sábado, 26 de noviembre de 2022

El Gran Filtro evolutivo

Reconozco que soy radicalmente pesimista sobre el futuro de la humanidad y pienso que nuestra especie no está suficientemente madura para evitar la extinción planetaria. 

 

Estos días veo las noticias que abordan múltiples temas: Irene Montero, Vox, Bolsonaro, Lula, Putin, migraciones masivas, la guerra de Ucrania, los LGTB, Trump... Pienso que la humanidad no ha estado nunca tan desunida y confrontada. Nada contribuye a pensar a que nuestra especie esté madura para superar el Gran Filtro evolutivo por el que pueden haber pasado otras civilizaciones planetarias en el universo y han acabado en su extinción masiva, que en nuestro caso puede proceder de una guerra nuclear, una pandemia, la Inteligencia artificial, un meteorito, el cambio climático... Hay muchos números para pensar que la humanidad puede no poder atravesar el Gran Filtro. 

 

Nos podemos preguntar por el vacío del universo. ¿Por qué otras civilizaciones estelares no nos son evidentes en el cosmos? Es la paradoja de Fermi: si desde el punto de vista estadístico debería haber innumerables civilizaciones en el universo, ¿dónde está todo el mundo? Las respuestas son esperables: esas civilizaciones paralelas están demasiado lejos para encontrarlas, hemos sido los primeros en la evolución cósmica, nos están observando sin que nos demos cuenta, y, por último sería la hipótesis más desconcertante: estamos solos en el universo. 

 

Otra hipótesis significativa es la que han recuperado los científicos de la NASA, formulada en 1988 por Robin Dale Hanson, investigador del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford que plantea que hay una serie de barreras que impiden o dificultan el surgimiento de una civilización cósmica sostenible en el tiempo. Es a lo que llamó Hanson, El Gran Filtro. Esta teoría expresa que en un pasado hayan existido otras civilizaciones inteligentes en el universo, pero que se destruyeron por sus propias contradicciones tecnológicas antes incluso de que hubiera existido nuestra humanidad. 

 

Ese futuro puede estar esperándonos a nosotros. El hecho de que el universo parezca vacío es un mal presagio para la continuidad a largo plazo de nuestra especie. 

 

Hemos sido capaces de llegar a la luna y estamos preparando el regreso, se prevén expediciones a Marte, hemos situado un telescopio, James Webb, a 1.5 millones de kilómetros de la tierra para observar los primeros tiempos del universo pero nuestra propia dinámica interna como humanidad puede conducirnos a la extinción como especie. 

 

Cuando leí este artículo sobre el grupo de científicos del Laboratorio de propulsión a chorro de la Nasa (JPL) me quedé conmocionado porque muchas veces me había preguntado si estábamos solos en el universo y la existencia de otras civilizaciones planetarias. Nuestra especie se adentra en confrontaciones políticas, sociales e ideológicas que puede que nos lleven a la extinción masiva. No es nada tranquilizador el panorama actual. Nunca he visto, en el espacio de mi vida, más veneno acumulado de unos contra otros en un mundo en una peligrosa estela de ira de enfrentamientos de todo tipo. No nos soportamos. La guerra de Ucrania ha dividido al mundo cuando más necesaria era su unión ante tantos y tantos problemas que nos afligen. ¿Adónde nos conduce todo esto? Si hemos de superar el Gran Filtro que ha podido condenar a otras civilizaciones por sus propias contradicciones habríamos de ser capaces de dialogar introspectivamente como especie para revisar nuestras cosmovisiones colectivas y las estrategias para el futuro, pero seguimos profundamente divididos y lejos de la cooperación global que sería necesaria. 

 

Otra derivación de la paradoja de Fermi es que vista desde fuera nuestra civilización no parece nada recomendable. Podría darse el caso de que nos estuvieran observando y huyeran de nosotros. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

La calidad del esperma

En días pasados una noticia estalló, no por menos esperada, en la prensa: la población mundial había alcanzado los ocho mil millones de habitantes, cuando en el año 2000 era de seis mil millones. El dato es alarmante, hacia 2050 se espera que sea de casi diez mil millones. 

 

Paralelamente a esto, leo en El País una noticia también alarmante en dirección contraria. El titular es: La calidad del esperma de los humanos ha bajado a la mitad en el último medio siglo. “El descenso se está acelerando, y de continuar el ritmo, en una década los hombres tendrán problemas para ser fértiles”. El artículo va firmado por Miguel Ángel Criado con fecha 15 de noviembre de 2022, y hace referencia a un macroestudio realizado en cincuenta y tres países que señala que la calidad del esperma no solo ha disminuido en países occidentales sino que también en países asiáticos, africanos y en América Latina. 

 

El autor principal del estudio es Hagai Levine, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem. El estudio señala que el número de espermatozoides ha pasado de 101 millones por cada mililitro a 49 millones/ml desde 1973, fecha de los primeros estudios disponibles. La cantidad también ha descendido pasando de 335.7 millones por eyaculación a 126,6 millones en 2018, último año disponible. 

 

Desde 1973 la concentración espermática ha bajado a un ritmo anual del 1,16%, mientras que desde 2000 lo ha hecho a una velocidad de 2,64%. De seguir esta tendencia, en apenas una década, la cantidad de espermatozoides podría bajar del umbral mínimo en el que se pueden tener más hijos. Podríamos pasar los hombres de subfértiles a infértiles. 

 

Se desconocen las causas de este descenso dramático: todo son hipótesis como la exposición a químicos y contaminantes ambientales que pueden provocar una disrupción hormonal del eje hipotálamo-hipófisis-gonadas que interfiere en la producción espermática. Así los malos hábitos de vida, e incluso la exposición prenatal, época crítica para el desarrollo testicular. 

 

Que las parejas tienen problemas para reproducirse es evidente. En España hay más de cuatrocientos centros de reproducción asistida, de los que entre el 10 y el 20 por ciento son centros públicos. En el año 2021 el número de centros de repro en España aumentó en 40, la cantidad más elevada registrada en el país en los últimos siete años. 

 

Recuerdo una película que me impresionó. Se titula Hijos de los hombres (2006), dirigida por Alfonso Cuarón. En ella, se presenta a la humanidad al borde de la extinción pues por razones que se desconocen las mujeres han dejado de ser fértiles. Y la noticia es la muerte de un joven de dieciocho años, el ser humano más joven del mundo. La película se ambienta en 2027 en el Reino Unido donde oleadas de inmigrantes ilegales buscan refugio en el país cuyo gobierno impone severas leyes de inmigración sobre los refugiados. 

 

Este futuro distópico puede que no esté tan alejado de la realidad: una humanidad, especialmente occidental, cuya calidad espermática es cada vez menor y sus tasas de natalidad son singularmente bajas frente a una inmigración creciente con tasas de natalidad mayores, aunque también a la baja según el estudio a que he hecho mención al principio. 

 

¿Nos acabaremos extinguiendo como humanidad por una infertilidad creciente sobre todo en Occidente? ¿Acaso vamos a empezar a ver cómo desciende la tasa de natalidad mundial y no se cumplirán los pronósticos para el año 2050? La idea puede parecer interesante para controlar la población mundial, pero las perspectivas pueden ser a la vez sumamente inquietantes pues apuntaría a una población severamente envejecida sin capacidad de renovación. Un dato escalofriante es el que apunta que en el año 2050 en España habrá dieciséis millones de mayores de sesenta y cinco años, casi un cuarenta por ciento de la población. Apenas habrá niños y muy pocos jóvenes. ¿Quién pagará las pensiones? ¿Se podrán pagar? ¿Hasta cuándo habrá que trabajar si es que la robótica no ha cubierto la mayoría de los empleos disponibles? 

jueves, 10 de diciembre de 2020

La complejidad humana


Es tan difícil conocer a los seres humanos que siento una íntima zozobra cuando me relaciono con ellos. Somos todos conciencias cambiantes que nos vamos transformando continuamente como la llama de una vela. No somos iguales en dos momentos diferentes. Las relaciones humanas son complicadas, sometidas a los sentimientos y emociones conscientes e inconscientes que nos devoran. Así surgen afinidades pero también animadversiones y rechazos que, probablemente, no tienen explicación lógica. Hay personas que son incompatibles con otras personas, se suscitan mutuamente necesidad de distancia o se producen conflictos de raíz inconsciente. He observado que mis sentimientos en relación a los demás van evolucionando. Puedo sentir una profunda simpatía que luego se troca por una aguda ira y animadversión que termina en una indiferencia sorda que no es indiferencia sino irritación. Hay personas a quienes deseo pese a que no me gusten sus ideas. Hay personas cuyas ideas son tan cercanas a las mías que entran  en conflicto conmigo. 

 

Los blogs son una fuente intensa de sentimientos que se producen en la lectura de los posts y en la fase de comentarios. No siempre se dice todo lo que se piensa, hay que ser sumamente cuidadoso y prudente porque no hay segundas oportunidades. Hay comentarios que por su naturaleza son ambiguos o contienen emociones ambivalentes. Hay blogueros más sólidos y menos sólidos, más frágiles y menos frágiles. Y en los diálogos que se producen surgen chispas que son orígenes de conflicto porque no podemos mirar a la persona a la cara, solo leer sus palabras. Hay blogueros que suscitan general simpatía por su carácter abierto y tranquilo, y hay blogueros que son inestables e incapaces de admitir una crítica razonada, lo que les hace arder en deseos de venganza movidos por el resentimiento. Los blogs son como la vida misma. Hay blogueros que tienen muchos amigos que forman una comunidad de ideas –aunque con discrepancias posibles- y blogueros solitarios y hostiles que parecen gozar con producir rechazo, viviendo su aislamiento con delectación. Hay blogs multitudinarios, no depende de la calidad de las ideas o de los textos sino de otros factores no tan brillantes. Y hay blogs formidables que se mecen en la soledad. Triunfar en el mundo de los blogs no quiere decir mucho. Hay mucha política en ello. Y las personas somos mutables y nos gustan las ideas congruentes aunque sean de poco calado. Otras veces los blogs tienen dimensión por la faceta humana profunda del bloguero que está presente.  


Cuando leemos un blog nos hacemos a una persona que está detrás que tiene ideas que se van haciendo conocidas y con las que estamos más o menos a gusto. La idea es adaptarse a una visión del mundo lo que se proyectará en nuestros comentarios de afinidad y cercanía. No suele haber muchos comentarios demoledores y contrarios a lo expuesto en el blog, la mayoría suelen ser respetuosos y afines a la filosofía del mismo. La política es que, si no te gusta lo que dice alguien, simplemente dejas de leerlo y ya está. 

 

A veces surgen rencores y resentimientos por la dinámica de las relaciones humanas. Hay blogueros que sufren por esta condición que deviene de su mismo carácter. He conocido a blogueros difíciles, maniáticos o agresivos, inanes, hipercultos, problemáticos u hondamente humanos, sensibles, generosos, inteligentes, dulces, amargados, depresivos, tristes, eufóricos, etílicos, despóticos, necesitados de adulación u orgullosamente solitarios en defensa de su estilo,  tortuosos, tolerantes o intolerantes, místicos, religiosos, materialistas, ateos, ecologistas, antiecologistas, de izquierda, de derecha, nacionalistas, antinacionalistas, audaces, tímidos, veraces o manipuladores, apasionados, sentimentales, eróticos, conciliadores o provocadores... También, buscadores de comentarios a toda costa con tácticas más o menos marrulleras. Hay malos poetas que triunfan inopinadamente y se creen que lo son. Hay, en cambio, poetas brillantes con escasa convocatoria. 

 

En nuestros blogs nos desnudamos y nos exponemos a la mirada ajena que suele ser compasiva, suele, aunque no siempre. Es un mundo potencialmente amable o peligroso porque los seres humanos, como decía, somos mutables y fuente de luz y de oscuridad. 

domingo, 12 de abril de 2020

La tentación de la inocencia


La tentación de la inocencia está muy extendida entre grandes sectores de la opinión pública. Si no fuera por poderes malignos políticos y económicos, el mundo sería justo, equitativo, ecológico, transparente, sensato, igualitario… La bolsa siempre estaría llena por arte de magia y no habría que escoger entre ella y la vida. Los seres humanos serían libres e iguales, nadie estaría sometido a nadie. Las mujeres no sufrirían opresión y todo sería hermoso y multicolor. Soñar con esto es la clave de las utopías del progreso. Enfrente como aguafiestas está la realidad del mundo, sus leyes entrópicas y la condición humana, además de la lógica económica. Pero soñar y señalar a los enemigos del progreso es fácil y gratuito mientras nos mantiene la sociedad infame en que hemos nacido. ¡Maldita sea! ¿Por qué nuestros sueños son los que son?

miércoles, 1 de abril de 2020

¿Volver a la normalidad?


Si yo fuera un observador fuera del sistema, no implicado en la situación que vivimos, miraría la emergencia mundial por el coronavirus como un extraordinario observatorio sobre la especie humana. Plagas las ha habido a lo largo de la historia, muchas, y han determinado hechos y la historia de la humanidad. Pero la del coronavirus es la primera a escala global que vivimos en una era tecnológica en que nos creíamos a salvo de todas las historias del pasado que pensábamos que no podían pasarnos a nosotros con toda nuestra ciencia, con todos nuestros sistemas sanitarios, con todos nuestros recursos de sociedades avanzadas, con nuestros extraordinarios laboratorios, con la Inteligencia Artificial que analiza cualquier amenaza que surja en el planeta. Pero ha llegado el batacazo, el Covid-19 nos muestra que estamos tan inermes ante la amenaza vírica como lo estaban hace un siglo ante la pandemia de 1918-1919. No tenemos nada que cure la infección y estamos a año y medio para que surja una vacuna que pudiera inmunizarnos frente al agente patógeno. Y no tenemos en cuenta las muy probables mutaciones del virus..

El mundo ha optado por la solución radical que no pudo realizarse hace un siglo, un confinamiento global de toda la humanidad. Miles de millones de seres humanos viven una situación como la nuestra.

¿Qué ha fallado? ¿Qué ha pasado si esto era inconcebible en un mundo tecnológico con modernísimos laboratorios biomédicos? Lo fascinante es que surgen reflexiones y análisis multifacéticos; ideas filosóficas renovadas; vaticinios económicos sobre la recesión que va a venir; retornamos a las plagas del pasado, a los libros que hablan de ellas; se plantean meditaciones sobre el destino humano; repensamos hipótesis –cada vez más confirmadas- sobre Gaia como organismo vivo que reacciona frente a la acción humana; reconsideramos la ideología liberal  devastadora del entorno natural como causante de la infección zoogénica; nos estremecemos por la destrucción de la biosfera y el cambio climático inexorable…

¿Está todo relacionado –nos preguntamos-? ¿Cuáles son nuestros límites? ¿El crecimiento tiene límites? ¿No es acaso esta pandemia una reacción de la vida frente a la depredación de la especie humana?

Esto sucede en las mentes pensantes que ven en esta situación una oportunidad de pensarnos como especie en relación con el entorno natural.

Pero los políticos y gobernantes improvisan, atienden a lo más urgente, a intentar controlar los picos de la pandemia, a que todo vuelva a como era antes, a retornar a la normalidad, a que de nuevo la economía vuelva a funcionar, a recuperarnos de la crisis, a que los turistas y los viajes sean tan normales como antes, a seguir produciendo y emitiendo gases de efecto invernadero… A buscar soluciones populistas y nacionales frente a las instituciones internacionales sin escuchar a los científicos, a los filósofos, a los que están pensando la estructura profunda de lo que está pasando…

Pero ¿todo ha de seguir siendo igual que antes? La humanidad se enfrenta a un reto singular porque nuestro modo de vida es extremo, devastador, y nos conduce al abismo, esto es un aviso. Pero ¿cómo hacer ver a miles de millones de personas que nuestro modo de vida es insostenible, que hemos de retroceder y pensar, que hemos de perder muchos puntos en nuestro bienestar. ¿Qué político estaría dispuesto a hacerlo habida cuenta de las desigualdades sociales y económicas en el mundo, en nuestras sociedades?

El noventa y muchos por ciento solo anhelan volver a la normalidad, pero un uno por ciento nos avisa de que no es posible… solo hay que leer mucho de lo que se publica en laboratorios de pensamiento internacionales. Hay que pensar la pandemia.

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