Pronto llevaremos un año bajo el impacto del Sars-CoV-2 que ha cambiado nuestras vidas en todo el mundo. Todos los países han tomado medidas de contención para frenar la expansión del virus: distanciamiento social, confinamientos, restricciones en los viajes y los desplazamientos, cierre de bares y restaurantes, higiene de manos, toques de queda, uso masivo de mascarillas… Estamos en eso y la sociedad se contrae en un hondo pesimismo y se critica a los gobiernos por su ineficacia. Estamos ante una pandemia, es la primera vez para nosotros, pero no es la primera vez en la historia que ha ido unida a ellas. Las pandemias han acompañado a la humanidad durante milenios… Y cuando estas dominan, la sociedad se atemoriza, vuelve la religiosidad, disminuye el gasto y las inversiones, nos encerramos, se practica menos sexo y todos nos volvemos prudentes, cautos y miedosos. Todo se contrae y se congela la alegría de vivir porque es peligrosa. Pero las pandemias igual que empiezan, acaban. Esta vez no será de forma solo natural sino que vacunas van a intentar frenar los contagios de un modo que no ha habido parangón en la historia. Estos próximos años serán los de vacunación masiva de los ciudadanos para alcanzar el 75% necesario de inmunes para poder dar por superada la pandemia. Hasta ahora ha habido millón y medio de muertes en todo el mundo. Estamos en una fase álgida que nos lleva a encerrarnos y asumir medidas restrictivas que nunca habríamos aceptado en otras circunstancias. Nos hemos hecho obedientes por nuestro bien.
Nicholas Christakis, epidemiólogo de prestigio, ha publicado su libro Apollo’s Arrow: The profound and Enduring Impact of Coronavirus on the Way We live, en el que predice que estos van a ser años duros por las dificultades de extensión de la vacuna para llegar a una inmunización colectiva, que habría llegado de todas formas, aun sin vacunas. Habrá graves dificultades y rebrotes en los años siguientes, es lo que estamos viviendo, pero augura que en 2024 habrá acabado todo y viviremos una época pospandémica en que la sociedad se desatará eufórica de las restricciones de cuatro o cinco terribles años y se expandirá socialmente. Volverán las multitudes a juntarse como si fuera la primera vez, estallará la economía, se desatará un libertinaje sexual inaudito, gastaremos más y abandonaremos la religiosidad. Serán de nuevo unos felices años veinte como los del siglo pasado tras la Gran Guerra y la espantosa epidemia de gripe de 1918-1919. Todos liberaremos nuestra alegría y ganas de vivir tras las restricciones y miedos pasados. Esta reacción no es anómala y sí muy lógica, lo vemos en cuanto hay ocasión de que la gente se junte y vemos las ganas que tienen de estar otra vez próximos.
Todo se acaba, el Sars-CoV-2 también se superará y entonces, ah, entonces, será como si nos soltaran enloquecidos de alegría y beberemos, cantaremos, nos tocaremos, besaremos, volverán las multitudes y follaremos como locos y gastaremos e invertiremos como si fuera la primera vez en nuestra vida.