Un sindicato de actores y música arremete contra el ministro de cultura por manifestar este que no habría medidas concretas en el sector para apoyarlo. Le dicen que no merece ser ministro de cultura. Esta sarta de imbéciles del gremio de la cultura no quiere enterarse de la recesión terrorífica que se nos viene encima y que arrojará a siete millones de españoles por lo menos al paro. Me parece muy bien la cultura pero por lo que entiendo no puede priorizarse en estos momentos.
Hablo veinte minutos con un amigo. Las expresiones más repetidas en él son “poco a poco”, “un poco” referidos a lo que va a venir, poco a poco recuperaremos el ritmo, las empresas empezarán a trabajar, los bares a tener clientes… Santa inocencia, me digo. Le explico que la OIT vaticina 230 millones de parados nuevos en el orden mundial, pero él, como es pensionista, se cree al margen y en territorio seguro… Me asombro de la inconsciencia de la gente, de que no perciban los signos de lo que va a venir en breve cuando salgamos del shock. El crack del 29 arrasó el mundo llevando a millones y millones de trabajadores a la desesperación y el hambre. Creemos que estamos muy seguros porque el estado ahora es firme y seguro. Pero ¿y si no lo fuera y solo fuera una impresión de seguridad la que tenemos? Lo que va a venir va a ser devastador, peor que una crisis de guerra mundial, porque entonces teníamos una potencia que era capaz de arrastrarnos en nuestra recuperación tras la destrucción. Eran los Estados Unidos, pero ahora es un gigante muy frágil y tembloroso. Todo son signos que nos llevan al temor. La crisis de los años treinta nos llevaron a los fascismos y ahora no es descartable que vuelva a suceder lo mismo aunque con formas nuevas y distintas. No habrá Hitler o Mussolini, pero surgirán nuevas formas adaptadas al mundo de ahora.
No estamos acostumbrados a sufrir. Creemos que la ciencia y el estado nos protegen de cualquier inclemencia de la historia. Vivimos enojados, iracundos, rabiosos contra los poderes reales o imaginarios y ello se expresa en centenares de millones de perfiles en las redes sociales que permiten que individuos irrelevantes tengan protagonismo y puedan expresar “sus ideas, sus fobias, sus estados de ánimo” de modo destructivo. La psicología del ser humano manifestada en las redes sociales es banal. Todos somos clones y en nosotros abundan esencialmente emociones de seres saciados que quieren todavía más y no entienden por qué el destino les va a “recortar” su legítimo bienestar incontrovertible y necesario.
La hipocresía abunda. Querríamos un mundo mejor pero en el que nuestro nivel de vida no sufriera un ápice. Querríamos que no hubiera recortes en sanidad ni en educación, que los refugiados llegaran a nuestros países sin problema para mejorar su nivel de vida, querríamos que la sociedad fuera justa, que se revirtiera el cambio climático cuyo origen son poderes ajenos a nosotros, querríamos que todo fuera multicolor y justo sin pagar apenas nada.
Ja.