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jueves, 9 de abril de 2020

Los límites de nuestro mundo (fragmentos de mi diario)


Un sindicato de actores y música arremete contra el ministro de cultura por manifestar este que no habría medidas concretas en el sector para apoyarlo. Le dicen que no merece ser ministro de cultura. Esta sarta de imbéciles del gremio de la cultura no quiere enterarse de la recesión terrorífica que se nos viene encima y que arrojará a siete millones de españoles por lo menos al paro. Me parece muy bien la cultura pero por lo que entiendo no puede priorizarse en estos momentos.

Hablo veinte minutos con un amigo. Las expresiones más repetidas en él son “poco a poco”, “un poco” referidos a lo que va a venir, poco a poco recuperaremos el ritmo, las empresas empezarán a trabajar, los bares a tener clientes… Santa inocencia, me digo. Le explico que la OIT vaticina 230 millones de parados nuevos en el orden mundial, pero él, como es pensionista, se cree al margen y en territorio seguro… Me asombro de la inconsciencia de la gente, de que no perciban los signos de lo que va a venir en breve cuando salgamos del shock. El crack del 29 arrasó el mundo llevando a millones y millones de trabajadores a la desesperación y el hambre. Creemos que estamos muy seguros porque el estado ahora es firme y seguro. Pero ¿y si no lo fuera y solo fuera una impresión de seguridad la que tenemos? Lo que va a venir va a ser devastador, peor que una crisis de guerra mundial, porque entonces teníamos una potencia que era capaz de arrastrarnos en nuestra recuperación tras la destrucción. Eran los Estados Unidos, pero ahora es un gigante muy frágil y tembloroso. Todo son signos que nos llevan al temor. La crisis de los años treinta nos llevaron a los fascismos y ahora no es descartable que vuelva a suceder lo mismo aunque con formas nuevas y distintas. No habrá Hitler o Mussolini, pero surgirán nuevas formas adaptadas al mundo de ahora.

No estamos acostumbrados a sufrir. Creemos que la ciencia y el estado nos protegen de cualquier inclemencia de la historia. Vivimos enojados, iracundos, rabiosos contra los poderes reales o imaginarios y ello se expresa en centenares de millones de perfiles en las redes sociales que permiten que individuos irrelevantes tengan protagonismo y puedan expresar “sus ideas, sus fobias, sus estados de ánimo” de modo destructivo. La psicología del ser humano manifestada en las redes sociales es banal. Todos somos clones y en nosotros abundan esencialmente emociones de seres saciados que quieren todavía más y no entienden por qué el destino les va a “recortar” su legítimo bienestar incontrovertible y necesario.

La hipocresía abunda. Querríamos un mundo mejor pero en el que nuestro nivel de vida no sufriera un ápice. Querríamos que no hubiera recortes en sanidad ni en educación, que los refugiados llegaran a nuestros países sin problema para mejorar su nivel de vida, querríamos que la sociedad fuera justa, que se revirtiera el cambio climático cuyo origen son poderes ajenos a nosotros, querríamos que todo fuera multicolor y justo sin pagar apenas nada.

Ja.

martes, 31 de marzo de 2020

La bolsa o la vida


Una entrevista que me ha hecho pensar es la realizada a Philip Thomas, profesor de gestión de riesgos en la universidad de Bristol. En ella advierte del grave riesgo de paralizar drásticamente la economía mediante la asunción de políticas radicales de confinamiento que pueden terminar llevando a los países a una caída del Producto Interior Bruto de más de 15 puntos como se prevé ahora. La detención de la economía para fomentar el confinamiento puede ser no plan para quince días, o un mes, sino que puede ser de varios meses. De hecho, hasta que exista la vacuna eficaz y pueda ser comercializada no habrá una solución. El encierro puede ser de seis meses por lo menos. El desarrollo de una pandemia es errático e imprevisible. La de 1918-1919 tuvo no una sino tres fases a lo largo de dos años. A un brote, el de primavera de 1918, siguieron meses de contención y de aparente remisión, para volver en el otoño con un brote mucho más peligroso y mortífero. Se fue y volvió de nuevo en 1919. Por cierto, dicha pandemia afectaba a personas de entre veinte y cuarenta años en plena capacidad productiva, además de mujeres embarazadas o puerperales. Más a hombres que a mujeres pero esto varió según los sitios. El efecto sobre la economía fue en tal caso más medular porque afectaba a la fuerza de trabajo.


Nos enfrentamos a una clara incertidumbre. El gobierno decreta diez o quince días de confinamiento total para intentar aplanar la curva. Para ello, paralizamos la economía salvo sectores imprescindibles. ¿Se está seguro de que en diez días podremos salir del confinamiento o este se prolongará un tiempo indefinido sin visos de finalización con toda la economía detenida? Philip Thomas en su entrevista que he enlazado arriba vaticina que el coste social en términos de PIB será más letal que la propia epidemia puesto que significará un descenso generalizado en las prestaciones sociales y sanitarias por falta de presupuesto. Para España, el coste de detener toda la maquinaria industrial y de servicios será gravísimamente peligrosa. En realidad, hacemos lo que hace todo el mundo, lo que en China ha dado resultado por lo que parece, siempre que no se reintroduzca el virus en otra fase o, por reinfección externa, de ahí la xenofobia que se ha desarrollado frente a los extranjeros que podrían reintroducir el virus.

Philip Thomas sostiene que él no puede dar una solución sobre qué hacer, que comprende lo que se está haciendo pero también piensa que puede ser peor el remedio que la enfermedad. En todo caso, opina que no es bueno paralizar completamente un país porque traerá costes inasumibles e igualmente letales. 

Tras los tres brotes pandémicos de 1918-1919, la economía se resintió gravemente por la muerte de millones de jóvenes en la guerra y en la posterior pandemia, pero Estados Unidos reaccionó como motor de la economía mundial arrastrando a Europa, no así a España, a los llamados felices años veinte, hasta que el calentamiento de la bolsa llevó al crash del 29.

¿Puede ser Estados Unidos ahora motor de la reacción tras el virus? ¿O lo será China?

Al terrible dilema de si conviene paralizar la economía para detener el virus, alguien ha calificado como el viejo juego de la bolsa o la vida.

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