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martes, 10 de enero de 2023

El deterioro de la atención

A lo largo de mis años como profesor de lengua y literatura, tiempo que va desde finales de los setenta hasta la mitad de la década pasada, he observado con sumo interés a mis alumnos que han evolucionado vertiginosamente desde una era pretecnológica a una totalmente tecnológica ya en la era de los teléfonos inteligentes. Lo que se me evidencia en esta evolución ha sido la decadencia de la capacidad de atención y de la concentración. La mente de un adolescente de hace treinta años o más no es la misma que la de un adolescente ahora. Ha mutado profundamente y podría afirmar que se ha hecho más anecdótica y superficial e incapaz de mantener la atención más de sesenta y cinco segundos en una tarea sin poder evitar distraerse esperando mensajes, whatsapps, stories, estados, emoticonos, noticias, vídeos, o cualquier tipo de estímulo que le van llegando para apoderarse de su atención. Cualquier profesor sabe que en la actualidad es un conflicto imponer que en clase no se utilicen los móviles o la medida extrema de requisarlos a la entrada del aula. Es un mundo hiperconectado en que la dispersión cognitiva es la regla lo que provoca una seria degradación de la atención. 

 

Pero no son los únicos los adolescentes los que sufren este síndrome de dispersión. Es toda la sociedad que ha perdido dramáticamente su capacidad de atención y concentración reclamados continuamente por apremios que van llegando en forma de noticias, memes, tuits, whatsapps... Es muy difícil desconectarse de esta dinámica. Y el resultado es un empobrecimiento radical del autoconocimiento, de la observación, de la capacidad de escuchar a los demás, coincidiendo con una crisis de la democracia en que nadie escucha con atención ideas diferentes a las propias y que se ven caricaturizadas en la prensa o en las redes sociales en forma de zascas, simplificaciones, banalidades, eslóganes, etc... 

 

No es casual. Se lucha por nuestra atención de modo de que esta se convierta en dinero. Gigantescos poderes tecnológicos, comerciales y políticos están pugnando por nuestra atención que es oro para podernos modificar cognitivamente y hacernos plásticos y moldeables y así ser excelentes consumidores o deglutidores de ideologías cada vez más extremas... 

 

Johann Hari acaba de publicar un libro titulado El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla. En su libro sostiene que cada vez es más difícil leer un libro o ver una película o mantener una conversación larga.  Probablemente, las personas que pasan por los blogs son de generaciones antiguas y no han sentido tanto como los jóvenes este síndrome pero cada vez es más difícil leer manteniendo la atención porque es como si se estuviera vertiendo ácido sobre ella para que seamos incapaces de estar más allá de unos minutos sin distraernos con una colección de resortes que nos atrapan sean vídeos o noticias cuyos titulares absurdos y estúpidos nos reclaman. Es el gran colapso de la atención que afecta a toda la sociedad que se convierte en esencialmente superficial y anecdótica, que surfea por lo más irrelevante sin buscar en la profundidad unas claves más complejas que las que se nos ofrecen. 

 

La tecnología ha aprendido a hackear nuestra química cerebral y saben que un “ding” o un “me gusta” provoca un golpe de dopamina que es muy parecido al del sexo o una pizza o la cocaína, aunque en cantidades más pequeñas. Nos volvemos adictos así a la dopamina y queremos más. Nuestro teléfono es la nueva extensión de nuestro ser, no podemos separarnos de él, nos proporciona seguridad y la sensación de que estamos conectados permanentemente. 

 

Es muy triste que bebés manejen pantallas de los móviles de sus padres para que no los molesten, o que el regalo de primera comunión sea un móvil. Es raro cada vez más ver a unos padres en un bar o restaurante que han llevado una libreta y pinturas para su hijo y que este se entretiene dibujando o pintando. Lo normal es ver a los padres que les han pasado el móvil a sus hijos. 

 

Todo esto es adictivo, los reclamos para capturar nuestra atención son adictivos como son los vídeos en cadena de Tik Tok o las fotos de Instagram donde se inserta publicidad radicalmente efectiva. Nuestra atención es dinero. Y nosotros cada vez somos menos dueños de nuestro mayor poder como especie que es la concentración. ¿Cómo podemos enfrentarnos a los mayores desafíos de nuestro tiempo como son la crisis de la democracia, la eclosión de la Inteligencia Artificial o el cambio climático si no somos capaces de mantener la atención en algo más allá de un minuto?

 

Como profesor empecé con clases en que no era difícil mantener la concentración de mis alumnos durante casi una hora, para llegar a un tiempo en que había que cambiar de actividad cada diez minutos o menos para evitar el nerviosismo o la dispersión creciente que veía en sus ojos inquietos pensando en su móvil. 

miércoles, 20 de enero de 2021

El libertinaje sexual tras la pandemia


Pronto llevaremos un año bajo el impacto del Sars-CoV-2 que ha cambiado nuestras vidas en todo el mundo. Todos los países han tomado medidas de contención para frenar la expansión del virus: distanciamiento social, confinamientos, restricciones en los viajes y los desplazamientos, cierre de bares y restaurantes, higiene de manos, toques de queda, uso masivo de mascarillas… Estamos en eso y la sociedad se contrae en un hondo pesimismo y se critica a los gobiernos por su ineficacia. Estamos ante una pandemia, es la primera vez para nosotros, pero no es la primera vez en la historia que ha ido unida a ellas. Las pandemias han acompañado a la humanidad durante milenios… Y cuando estas dominan, la sociedad se atemoriza, vuelve la religiosidad, disminuye el gasto y las inversiones, nos encerramos, se practica menos sexo y todos nos volvemos prudentes, cautos y miedosos. Todo se contrae y se congela la alegría de vivir porque es peligrosa. Pero las pandemias igual que empiezan, acaban. Esta vez no será de forma solo natural sino que vacunas van a intentar frenar los contagios de un modo que no ha habido parangón en la historia. Estos próximos años serán los de vacunación masiva de los ciudadanos para alcanzar el 75% necesario de inmunes para poder dar por superada la pandemia. Hasta ahora ha habido millón y medio de muertes en todo el mundo. Estamos en una fase álgida que nos lleva a encerrarnos y asumir medidas restrictivas que nunca habríamos aceptado en otras circunstancias. Nos hemos hecho obedientes por nuestro bien. 

 

Nicholas Christakis, epidemiólogo de prestigio, ha publicado su libro Apollo’s Arrow: The profound and Enduring Impact of Coronavirus on the Way We live, en el que predice que estos van a ser años duros por las dificultades de extensión de la vacuna para llegar a una inmunización colectiva, que habría llegado de todas formas, aun sin vacunas. Habrá graves dificultades y rebrotes en los años siguientes, es lo que estamos viviendo, pero augura que en 2024 habrá acabado todo y viviremos una época pospandémica en que la sociedad se desatará eufórica de las restricciones de cuatro o cinco terribles años y se expandirá socialmente. Volverán las multitudes a juntarse como si fuera la primera vez, estallará la economía, se desatará un libertinaje sexual inaudito, gastaremos más y abandonaremos la religiosidad. Serán de nuevo unos felices años veinte como los del siglo pasado tras la Gran Guerra y la espantosa epidemia de gripe de 1918-1919. Todos liberaremos nuestra alegría y ganas de vivir tras las restricciones y miedos pasados. Esta reacción no es anómala y sí muy lógica, lo vemos en cuanto hay ocasión de que la gente se junte y vemos las ganas que tienen de estar otra vez próximos. 

 

Todo se acaba, el Sars-CoV-2 también se superará y entonces, ah, entonces, será como si nos soltaran enloquecidos de alegría y beberemos, cantaremos, nos tocaremos, besaremos, volverán las multitudes y follaremos como locos y gastaremos e invertiremos como si fuera la primera vez en nuestra vida. 

 

jueves, 9 de abril de 2020

Los límites de nuestro mundo (fragmentos de mi diario)


Un sindicato de actores y música arremete contra el ministro de cultura por manifestar este que no habría medidas concretas en el sector para apoyarlo. Le dicen que no merece ser ministro de cultura. Esta sarta de imbéciles del gremio de la cultura no quiere enterarse de la recesión terrorífica que se nos viene encima y que arrojará a siete millones de españoles por lo menos al paro. Me parece muy bien la cultura pero por lo que entiendo no puede priorizarse en estos momentos.

Hablo veinte minutos con un amigo. Las expresiones más repetidas en él son “poco a poco”, “un poco” referidos a lo que va a venir, poco a poco recuperaremos el ritmo, las empresas empezarán a trabajar, los bares a tener clientes… Santa inocencia, me digo. Le explico que la OIT vaticina 230 millones de parados nuevos en el orden mundial, pero él, como es pensionista, se cree al margen y en territorio seguro… Me asombro de la inconsciencia de la gente, de que no perciban los signos de lo que va a venir en breve cuando salgamos del shock. El crack del 29 arrasó el mundo llevando a millones y millones de trabajadores a la desesperación y el hambre. Creemos que estamos muy seguros porque el estado ahora es firme y seguro. Pero ¿y si no lo fuera y solo fuera una impresión de seguridad la que tenemos? Lo que va a venir va a ser devastador, peor que una crisis de guerra mundial, porque entonces teníamos una potencia que era capaz de arrastrarnos en nuestra recuperación tras la destrucción. Eran los Estados Unidos, pero ahora es un gigante muy frágil y tembloroso. Todo son signos que nos llevan al temor. La crisis de los años treinta nos llevaron a los fascismos y ahora no es descartable que vuelva a suceder lo mismo aunque con formas nuevas y distintas. No habrá Hitler o Mussolini, pero surgirán nuevas formas adaptadas al mundo de ahora.

No estamos acostumbrados a sufrir. Creemos que la ciencia y el estado nos protegen de cualquier inclemencia de la historia. Vivimos enojados, iracundos, rabiosos contra los poderes reales o imaginarios y ello se expresa en centenares de millones de perfiles en las redes sociales que permiten que individuos irrelevantes tengan protagonismo y puedan expresar “sus ideas, sus fobias, sus estados de ánimo” de modo destructivo. La psicología del ser humano manifestada en las redes sociales es banal. Todos somos clones y en nosotros abundan esencialmente emociones de seres saciados que quieren todavía más y no entienden por qué el destino les va a “recortar” su legítimo bienestar incontrovertible y necesario.

La hipocresía abunda. Querríamos un mundo mejor pero en el que nuestro nivel de vida no sufriera un ápice. Querríamos que no hubiera recortes en sanidad ni en educación, que los refugiados llegaran a nuestros países sin problema para mejorar su nivel de vida, querríamos que la sociedad fuera justa, que se revirtiera el cambio climático cuyo origen son poderes ajenos a nosotros, querríamos que todo fuera multicolor y justo sin pagar apenas nada.

Ja.

martes, 7 de abril de 2020

Miedo y confusión



He eliminado mi post de ayer. Lo que me parecía impecable y radical –clarividente- hoy lo he visto encuadrado en las teorías negacionistas de la derecha, incluso de pastores americanos que siguen celebrando oficios con bastantes asistentes puesto que niegan la realidad de la pandemia.

Lo he borrado en 62 visitas, poca cosa. Me siento abochornado, a pesar de haberme inspirado en medios de izquierda alternativa en la idea de que el confinamiento es la excusa para instaurar la tiranía. Y de que ha habido otras pandemias que pasaron desapercibidas y no se reaccionó ante ellas con histerismo como en este caso, pues estamos siendo condicionados por los medios y las redes sociales.

La verdad es que no sé qué opinar, no sé bien dónde estoy, cada día viro a un sitio o a otro. Me sentí poseedor de una visión más clara sobre lo que está pasando en cuyo meollo se intuía la tiranía, la manipulación social, en el contexto de un hundimiento de la economía peor que el de la peor crisis del siglo XX. Uno intenta dotarse de una visión congruente y llega a callejones sin salida. El virus nos desborda intelectualmente y da pábulo a cualquier tipo de interpretación y temor. Puede que reaccionar frente a la crisis sanitaria mediante bloqueos, confinamientos, cierre de fronteras nos lleve a la ruina económica, parece que será así. 

En otras épocas se temía menos a la muerte porque era un espectáculo habitual y cotidiano. Esto es cierto. Hay una gran distancia en cómo reaccionamos ante una pandemia ahora a cómo se hizo en 1957-58 ante la gripe asiática, o la de Hong Kong de 1968. El mundo no es el mismo. Ahora estamos hiperconectados, miles de millones de usuarios trasiegan por las redes y buscan información e interpretaciones, y estas las hay para todos los gustos. La información es instantánea y global. Los gobiernos han reaccionado con los mismos criterios, aunque haya habido dudas como en el Reino Unido o USA. 

¿Sería mejor dejar la evolución de la pandemia a su aire, protegiendo a los sectores más frágiles como la tercera edad, sin parar las economías? Pero la angustia universal nos lleva a querernos proteger, a encerrarnos –el confinamiento ha sido asumido universalmente sin apenas reacciones contrarias-. El miedo es ubicuo, puede que esté sobredimensionado –no lo sabemos-. Tampoco sabemos si estamos pasándonos en las medidas de protección, puede que sí o puede que no. No sabemos de la evolución de esta pandemia. Otras han tenido varias fases, empezando por una benigna para llegar a una mucho más letal como la de la gripe de 1918-1919… 

Todo son incógnitas, nadie sabe demasiado acerca del comportamiento de la pandemia. Al parecer todos hemos reaccionado del mismo modo de un lado a otro del mundo, con el confinamiento generalizado del que será difícil salir y volver a la normalidad, siempre que no haya otras fases críticas más dañinas.

Este es mi último post sobre la pandemia. Ayer leí a Julio Llamazares que decía que cada español tenía una teoría al respecto. He de reconocer que, tras seguir múltiples medios de todo el mundo, los oficiales y los off, no puedo ofrecer más que lo que ofrece cualquiera, confusión. A partir de ahora me callaré o hablaré de otros temas.  

martes, 31 de marzo de 2020

La bolsa o la vida


Una entrevista que me ha hecho pensar es la realizada a Philip Thomas, profesor de gestión de riesgos en la universidad de Bristol. En ella advierte del grave riesgo de paralizar drásticamente la economía mediante la asunción de políticas radicales de confinamiento que pueden terminar llevando a los países a una caída del Producto Interior Bruto de más de 15 puntos como se prevé ahora. La detención de la economía para fomentar el confinamiento puede ser no plan para quince días, o un mes, sino que puede ser de varios meses. De hecho, hasta que exista la vacuna eficaz y pueda ser comercializada no habrá una solución. El encierro puede ser de seis meses por lo menos. El desarrollo de una pandemia es errático e imprevisible. La de 1918-1919 tuvo no una sino tres fases a lo largo de dos años. A un brote, el de primavera de 1918, siguieron meses de contención y de aparente remisión, para volver en el otoño con un brote mucho más peligroso y mortífero. Se fue y volvió de nuevo en 1919. Por cierto, dicha pandemia afectaba a personas de entre veinte y cuarenta años en plena capacidad productiva, además de mujeres embarazadas o puerperales. Más a hombres que a mujeres pero esto varió según los sitios. El efecto sobre la economía fue en tal caso más medular porque afectaba a la fuerza de trabajo.


Nos enfrentamos a una clara incertidumbre. El gobierno decreta diez o quince días de confinamiento total para intentar aplanar la curva. Para ello, paralizamos la economía salvo sectores imprescindibles. ¿Se está seguro de que en diez días podremos salir del confinamiento o este se prolongará un tiempo indefinido sin visos de finalización con toda la economía detenida? Philip Thomas en su entrevista que he enlazado arriba vaticina que el coste social en términos de PIB será más letal que la propia epidemia puesto que significará un descenso generalizado en las prestaciones sociales y sanitarias por falta de presupuesto. Para España, el coste de detener toda la maquinaria industrial y de servicios será gravísimamente peligrosa. En realidad, hacemos lo que hace todo el mundo, lo que en China ha dado resultado por lo que parece, siempre que no se reintroduzca el virus en otra fase o, por reinfección externa, de ahí la xenofobia que se ha desarrollado frente a los extranjeros que podrían reintroducir el virus.

Philip Thomas sostiene que él no puede dar una solución sobre qué hacer, que comprende lo que se está haciendo pero también piensa que puede ser peor el remedio que la enfermedad. En todo caso, opina que no es bueno paralizar completamente un país porque traerá costes inasumibles e igualmente letales. 

Tras los tres brotes pandémicos de 1918-1919, la economía se resintió gravemente por la muerte de millones de jóvenes en la guerra y en la posterior pandemia, pero Estados Unidos reaccionó como motor de la economía mundial arrastrando a Europa, no así a España, a los llamados felices años veinte, hasta que el calentamiento de la bolsa llevó al crash del 29.

¿Puede ser Estados Unidos ahora motor de la reacción tras el virus? ¿O lo será China?

Al terrible dilema de si conviene paralizar la economía para detener el virus, alguien ha calificado como el viejo juego de la bolsa o la vida.

lunes, 30 de marzo de 2020

Los efectos del coronavirus serán equivalentes a los de una guerra mundial


No alcanzo a atisbar cómo será el mundo cuando dentro de un tiempo indeterminado, se pueda dar por superada la crisis del Coronavirus. Ni yo ni nadie, pero todos los analistas que he leído estiman que el mundo no volverá a ser igual. El modo de vida que manteníamos y que la crisis de 2009 pareció alterar, pero no modificar esencialmente, se transformará por completo en base a una devastadora crisis económica y a unos gastos extraordinarios que no sabremos cómo pagar o no podremos pagar. Pienso en España especialmente. Se modificarán nuestra forma de trabajar, incrementándose sustancialmente el teletrabajo; disminuirán los eventos masivos y las convocatorias multitudinarias: es posible que las plataformas digitales sustituyan al placer de ir al cine o a los conciertos de antes; cerrarán infinidad de negocios cara al público que no podrán superar la crisis: bares, restaurantes, librerías,  multitud de pequeños negocios y empresas socializadoras…; habremos de acostumbrarnos a un mundo más pequeño porque los viajes tan extendidos por Europa y el mundo por parte de los españoles se vuelvan cosa del pasado lo que hará que muchas compañías aéreas de bajo coste tengan que reducir sus ofertas; habremos de habituarnos a vivir con mucho menos presupuesto que actualmente porque nuestra economía será durísimamente afectada: es muy posible que los pensionistas vean reducidos sus ingresos, y los funcionarios rebajados sus sueldos; es posible que tengamos que volver a formas de ocio mucho más sencillas y asequibles de modo que recuerden épocas pasadas… La austeridad a todos los niveles se impondrá, viviremos con mucho menos… Desafortunadamente, en la política internacional, Europa es muy probable que no pueda sobrellevar unida esta crisis y que cada país se vaya por su lado cuando el sentido común llevaría a que lo afrontáramos juntos –triunfarán los nacionalismos sociales y económicos-, lo que significará que Europa pase a ser todavía más irrelevante en el conjunto del mundo; es muy posible que China y los países asiáticos sean los grandes vencedores de esta crisis y que Estados Unidos sea sobrepasado por el gigante comunista-capitalista… La emergencia climática se verá en parte aliviada por la reducción de gases de efecto invernadero y la lógica sería que el nuevo mundo resultante -más inestable- abordara la situación, espero que sea así, pero pienso que habremos de madurar mucho como especie para que aprendamos. En España, muy probablemente, la corona entre en crisis definitiva y sea sustituida por una república muy frágil que implicaría la disolución de la unidad de modo que los nacionalismos catalán y vasco alcancen la ansiada independencia. España, la idea de España, se volverá un anacronismo: ¿qué es lo que surgirá? Nadie lo puede saber.

Las ondas sísmicas de esta deflagración mundial durarán muchos años y harán, como, en las dos guerras mundiales, que el mundo mute profundamente tras unos años de depresión que arrumbará lo que quedara del viejo mundo. La tecnología será el lenguaje definitivo del futuro, y los que hayan invertido en Inteligencia Artificial –China y Estados Unidos- serán los que se lleven el gato al agua.

Lo fascinante es que probablemente todo empezó porque un chino comió carne de pangolín dando lugar a un proceso que derrotaría a un mundo que creíamos firme y sólido. La famosa metáfora de que cuando una mariposa bate las alas en China, termina produciendo un huracán en la otra parte del mundo, se ha hecho dolorosamente real.

sábado, 28 de marzo de 2020

Muchas librerías tendrán que cerrar


El mundo del libro está en estado de shock, no es el único en el terreno de la cultura porque los teatros, el cine y la música, comparten este sentimiento de desolación ante una sociedad encerrada que no compra libros, que no va al teatro, que no va al cine y no va a conciertos. No puede.

El mundo editorial espera con ansia el mes de abril en el que hay importantes fiestas que mueven un 7% de las ventas de todo el año, es la fiesta de San Jorge o Sant Jordi. La primavera es la mejor época del año para los libros, para que los clientes se acerquen a las novedades y a ciertos autores de éxito. Pero las librerías están cerradas, la gente cuando se cruza con alguien se aparta con temor, hay ya miles de muertos en España por la expansión del coronavirus. Para el mundo editorial, los distribuidores y las librerías es la muerte en un sector que vive día a día. Se pierden las inversiones en propaganda y novedades que amarillearán en los almacenes. La industria del libro vive de algunos autores y libros para subsistir y lograr que luego otros títulos minoritarios logren salir a la luz. En España hay unas tres mil librerías pero muchas tendrán que cerrar porque no podrán superar este momento. Y entonces Amazon se quedará con todo. Para Amazon no hay crisis ni relación con los lectores, es un mundo cibernético y distante, extraordinariamente eficaz y rápido. Encargas un libro a las diez de la noche y normalmente al día siguiente por la mañana ya lo tienes en casa. No hay entramado sentimental, todo es frío, exacto, no existe la conversación con el librero.

He visto cerrar muchas librerías en Barcelona, la mayoría empeños maravillosos de libreros que luchaban por la cultura. Fueron arrinconadas y arruinadas por la actualización de los alquileres en los centros de las ciudades, por la jubilación de los propietarios sin posible sucesión… He visto esto con tremenda tristeza. Antes un librero era una persona de referencia que ha ido desapareciendo salvo en empeños voluntaristas, hermosos, llenos de romanticismo.

Las perspectivas son sombrías para los que quedan. La cultura sufrirá mucho con esta crisis mundial. No será el único sector pero a mí me duele especialmente.

El Coronavirus amenaza con romper Europa


La crisis del COVID-19 está afectando de forma diversa a los distintos países de Europa en cuanto a afectados y a su nivel de letalidad. Los países del norte tienen menos contagios y víctimas, así como sus sistemas sanitarios parecen más eficaces que los del sur de Europa. Pero no solo es el nivel de afección lo que aquí está en juego sino cómo dar respuesta conjunta a esta crisis, la más grave de la historia de la Unión Europea, aún más que la de 2009. Hasta ahora ha habido solo enfoques nacionales al margen de las instituciones de la Unión. Cada país se ha enfrentado como ha podido a la crisis, lo que ha hecho emerger más las diferencias entre los distintos países. Puede que esto genere enfrentamientos –ya los está generando- entre países como Alemania, Holanda o Austria que rechazan solidarizarse y pagar el hundimiento de los países del sur y otros como España, Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo que piden una acción conjunta y comunitaria frente a la crisis emitiendo Eurobonos –coronabonos- para compartir los costes.

Es la misma idea de Europa, ya gravemente resquebrajada en los últimos años, la que está en juego. Los estados del norte son los tradicionalmente partidarios de la austeridad frente a los del sur cuyas cuentas están menos saneadas. Puede que la pandemia sea el detonante final para la disolución de alguna manera de la Europa compartida.

Las recientes palabras de un ministro holandés, Wopke Hoekstra, sosteniendo que se debía investigar a España por no tener margen presupuestario para luchar contra el coronavirus, no fueron replicadas por representantes españoles sino por el ministro portugués Costa que las calificó de “repugnantes”, de absoluta inconsciencia y que “minan completamente el espíritu de la UE, siendo una amenaza para el futuro de la Unión”. Apeló a respetarnos unos a otros ante un desafío que debería ser común. Añadió que los miembros de la Unión deberían “comprender que no fue España la que creó o importó el virus”.

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