Reconozco que soy radicalmente pesimista sobre el futuro de la humanidad y pienso que nuestra especie no está suficientemente madura para evitar la extinción planetaria.
Estos días veo las noticias que abordan múltiples temas: Irene Montero, Vox, Bolsonaro, Lula, Putin, migraciones masivas, la guerra de Ucrania, los LGTB, Trump... Pienso que la humanidad no ha estado nunca tan desunida y confrontada. Nada contribuye a pensar a que nuestra especie esté madura para superar el Gran Filtro evolutivo por el que pueden haber pasado otras civilizaciones planetarias en el universo y han acabado en su extinción masiva, que en nuestro caso puede proceder de una guerra nuclear, una pandemia, la Inteligencia artificial, un meteorito, el cambio climático... Hay muchos números para pensar que la humanidad puede no poder atravesar el Gran Filtro.
Nos podemos preguntar por el vacío del universo. ¿Por qué otras civilizaciones estelares no nos son evidentes en el cosmos? Es la paradoja de Fermi: si desde el punto de vista estadístico debería haber innumerables civilizaciones en el universo, ¿dónde está todo el mundo? Las respuestas son esperables: esas civilizaciones paralelas están demasiado lejos para encontrarlas, hemos sido los primeros en la evolución cósmica, nos están observando sin que nos demos cuenta, y, por último sería la hipótesis más desconcertante: estamos solos en el universo.
Otra hipótesis significativa es la que han recuperado los científicos de la NASA, formulada en 1988 por Robin Dale Hanson, investigador del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford que plantea que hay una serie de barreras que impiden o dificultan el surgimiento de una civilización cósmica sostenible en el tiempo. Es a lo que llamó Hanson, El Gran Filtro. Esta teoría expresa que en un pasado hayan existido otras civilizaciones inteligentes en el universo, pero que se destruyeron por sus propias contradicciones tecnológicas antes incluso de que hubiera existido nuestra humanidad.
Ese futuro puede estar esperándonos a nosotros. El hecho de que el universo parezca vacío es un mal presagio para la continuidad a largo plazo de nuestra especie.
Hemos sido capaces de llegar a la luna y estamos preparando el regreso, se prevén expediciones a Marte, hemos situado un telescopio, James Webb, a 1.5 millones de kilómetros de la tierra para observar los primeros tiempos del universo pero nuestra propia dinámica interna como humanidad puede conducirnos a la extinción como especie.
Cuando leí este artículo sobre el grupo de científicos del Laboratorio de propulsión a chorro de la Nasa (JPL) me quedé conmocionado porque muchas veces me había preguntado si estábamos solos en el universo y la existencia de otras civilizaciones planetarias. Nuestra especie se adentra en confrontaciones políticas, sociales e ideológicas que puede que nos lleven a la extinción masiva. No es nada tranquilizador el panorama actual. Nunca he visto, en el espacio de mi vida, más veneno acumulado de unos contra otros en un mundo en una peligrosa estela de ira de enfrentamientos de todo tipo. No nos soportamos. La guerra de Ucrania ha dividido al mundo cuando más necesaria era su unión ante tantos y tantos problemas que nos afligen. ¿Adónde nos conduce todo esto? Si hemos de superar el Gran Filtro que ha podido condenar a otras civilizaciones por sus propias contradicciones habríamos de ser capaces de dialogar introspectivamente como especie para revisar nuestras cosmovisiones colectivas y las estrategias para el futuro, pero seguimos profundamente divididos y lejos de la cooperación global que sería necesaria.
Otra derivación de la paradoja de Fermi es que vista desde fuera nuestra civilización no parece nada recomendable. Podría darse el caso de que nos estuvieran observando y huyeran de nosotros.