Dentro de la terrible crisis desatada en Japón como consecuencia del terremoto y el posterior tsunami que arrasó sus costas y que ha costado más de quince mil muertos, y la situación crítica de su central nuclear de Fukushima, emerge lo más sorprendente de todo y que a mí me ha dejado maravillado. Me refiero a la ética del pueblo japonés, a la ética y a la estética. A pesar de la desoladora tragedia que ha llevado muerte y amenazas todavía no resueltas, los japoneses han mostrado una faz serena y una actitud destacada de contención y estoicismo. La vida japonesa sigue casi como si nada hubiera pasado y todos contribuyen a que la cotidianidad siga su curso, a pesar del dolor que sin duda tienen que sentir.
Nada de escenas de pánico, nada de efusiones sentimentales que se las reservan para su mundo interior: rectitud, integridad, civismo han sido las notas que han marcado estos días en que todos han guardado las colas pacientemente y han sufrido las desdichas de más de medio millón de desplazados que en ningún momento se han quejado de su suerte.
Hay una palabra japonesa “gambarimasu” que significa algo así como una llamada a sacar lo mejor de uno mismo pero se puede aplicar a los demás para que lo hagan también. Esto es lo que da la impresión estos días, que todos estuvieran sacando lo mejor. La vida japonesa se rige por estrictos códigos de conducta que serían herencia de la ética y el código de honor de los samuráis: el bushido. Alguna interpretación también lo relaciona con el código de los arrozales basado en la perseverancia, la contención, la responsabilidad y el sentimiento de que el individuo se debe fundamentalmente a la colectividad. Todo ello conecta con la ética confuciana que está en la raíz de este pueblo.
Sin ostentación del dolor o del miedo, el japonés no quiere molestar a los demás con la expresión de sus sentimientos. Son ciento cuarenta millones de habitantes viviendo en una isla de extensión la mitad de España. Los niños aprenden desde muy pequeños a no exteriorizar sus sentimientos. Esto contrasta con nuestra cultura mediterránea que magnifica la efusión del sentimiento en todos los sentidos. Pero allí el individuo sabe que se debe a la colectividad, no exalta su individualismo que tenemos nosotros tan a gala. Y además uno debe considerar siempre los sentimientos no expresados de los demás. Es el tatemae que es algo así como los pensamientos que se dicen en público y que nunca deben ofender a los otros. Para dentro se reserva el honne que es lo que se piensa en realidad. Parecería que es algo común con nosotros pero en la cultura japonesa se lleva al extremo el cuidado de no ofender a los demás y para ello se utilizan numerosos ritos de conducta y de relación que deben ser cuidadosamente respetados.
Recuerdo un día una fiesta que llevé a cabo en mi casa a la que estaban invitados una veintena de amigos. La fiesta era totalmente informal y caracterizada por la espontaneidad, lo que es natural entre nosotros. Uno de los amigos, inglés, llegó con una muchacha japonesa. Los recibí, charlé con mi amigo inglés, y me dirigí a organizar la cena. Para mi sorpresa la muchacha japonesa se mantenía en la puerta más de media hora después de haber llegado. Yo no lo había advertido. La razón era que yo no la había invitado formalmente a entrar en mi casa. Mi amigo me lo reveló y me dirigí a ella para invitarle a pasar. Me explicó luego que en Japón es esencial respetar el espacio personal de los demás que no debe ser invadido. Para ello, aprenden a controlar los sentimientos desde niños para que estos no ofendan ni avasallen la intimidad ajena. Son demasiados y el espacio es pequeño en las casas. Debe tenerse un respeto extremo por el derecho a la soledad e intimidad de los otros.
Soy un admirador de la cultura japonesa, de su literatura y de su sentido de la vida. La ética del samurái se muestra estos días en la actitud de esos cincuenta ingenieros y trabajadores que se han quedado en el reactor accidentado de Fukushima. Las posibilidades de que sobrevivan son muy escasas por los altísimos niveles de radiación que están recibiendo. Han sido voluntarios. Recuerdan, como se ha dicho, la gesta de los 47 ronin, samuráis sin señor, que en el siglo XVIII, al final de la era Genroku, vengaron a su señor muerto por seppuku a consecuencia de las provocaciones de otro señor que le había ofendido. Los 47 samuráis, deshonrados por la muerte de su señor, mataron, tras un largo proceso, al ofensor para ser luego condenados a muerte por suicidio (seppuku). Son reverenciados y recordados todavía en el Japón moderno como uno de sus grandes mitos nacionales. Ha habido varias versiones cinematográficas sobre ello e incluso Borges le dedicó uno de sus relatos en la Historia Universal de la infamia.
A un pueblo se le conoce en la adversidad. Japón ha tenido páginas oscuras en su historia, es cierto, pero la ética y la rectitud que brillan en estos momentos me hacen realmente admirarles y hacerme sentir próximo a ellos.
Joselu, hoy precisamente hemos comentado esto en la comida. A todos nos admira el comportamiento de los japoneses tras la tremenda tragedia: no hay saqueos ni disturbios, ahorran energía, colaboran en lo que pueden, siguen acudiendo a sus trabajos en lo posible... Todo ello es inimaginable en otros lugares. Recordemos las batallas campales tras otras catástrofes en otros países. La debacle saca de cada uno lo mejor y lo peor. Supongo que ante la propia supervivencia todo lo demás es secundario y se recurre al robo o a lo que sea con tal de encontrar agua, alimentos o cobijo. ¿Es la pobreza lo que agudiza la maldad? ¿Es la cultura estoica de siglos lo que ayuda salvaguardar lo que queda y salir adelante? Parece que sí. Japón es un país modélico en muchos aspectos. A pesar de los destrozos, seguro que en poco tiempo volverá a la normalidad. Su filosofía de vida les ayuda a sobrellevar las desgracias de un modo inimaginable en otras latitudes. A los latinos nos cuesta entender esa forma de actuar. Todos los que han estado allí alaban y admiran sus costumbres, su educación, su espíritu de sacrificio. Tienen mucho que enseñarnos, sin duda.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, colega.
Leo esto, y algo no me calza cómo es que con esta cultura, Azolen los mares matando a las ballena?. Cómo teniendo tecnología automotriz, eléctrica, no masifique su fabrica ion?.Hay autos.que funcionan con aire comprimido porque noos fabrican en maza? Algo no cuadra con éstos ciudadanos de la nave tierra.
Eliminarcuando chernobil ya hubo algunos superhéroes que dejaron su vida para salvar la de muchos, incluso Europa entera. Ahora están saliendo todas estas historias olvidadas. Hubieron 600mil voluntarios que estuvieron trabajando a destajo. De estos a penas 100mil continuan con vida.
ResponderEliminarY visto lo que sus gobiernos hicieron con ellos, dejar a sus hijos mal formados pudriendose en vida, dejar a familias enteras en la miseria y quitar al poco tiempo las subvenciones a los pobres que consiguieron convencer de vivir en zonas contaminadas. Para esto mejor hubieramos reventado todos.
En Japón pasa y pasará lo mismo. Ahora hay héroes, superhéroes y los ricos que ya están escondidos o yéndose del lugar. Luego serán los pobres subvencionados quienes irán a vivir en zonas contaminadas mientras banqueros y empresarios viviran lo más lejos posible (si es posible vivir en Japón después de esto). Por cierto, no es la juventud japonesa la que está la más enganchada a mil drogas sin saber a donde van?
Siento no poder ser optimista frente a esta catástrofe, creo que no se puede ser ni siquiera usando el sacrificio de la gente humilde frente a los ricos de sus países.
Yolanda, ahora vemos la realidad de un tipo de mentalidad como la oriental. Está más preparada para afrontar la adversidad y el sacrificio. Como decía, para ellos es más importante la colectividad que el individuo. Pero, fuera de estas circunstancias, que nos llevan a admirar su fuerza interior, no creo que creamos que son un ejemplo para nosotros. Siempre he escuchado comentarios negativos acerca de la psique japonesa a la que se considera gregaria y poco imaginativa; he sido consciente de nuestro desprecio por su adhesión al trabajo, a la propia empresa y a su renuencia a hacer vacaciones, burlas a que van todos en grupo siendo clones unos de otros. Sin embargo, ahora vemos que no es tan sencillo enjuiciar y que su actitud puede significar valores muy profundos, más que los que nosotros apreciamos como nuestros, y que les llevan a asumir la adversidad serenamente y con admirable entereza. Un abrazo, colega.
ResponderEliminarEloi, has sugerido un tema que me es desconocido que es el de la juventud japonesa que, según tú, está enganchada a mil drogas y que no sabe adónde va. No tengo mucha idea de esto. He oído hablar de los hikikomoris, muchachos que se encierran y se aíslan socialmente en su habitación, porque no pueden soportar la competitividad a que les somete la sociedad japonesa. He oído y he visto la fuerza y vigencia del manga, de algunas modas y estéticas juveniles. Sin embargo, desconozco la realidad juvenil. En esta situación que están viviendo sobresalen unos valores de fondo que trascienden lo generacional. No sé si los que lo padecerán serán sólo los pobres, los que están abajo. Pienso que cuando cayó la bomba nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki, afectó igualmente a ricos y pobres. La radiactividad no hace distingos de clases. Quiero y espero que se pueda controlar la situación. Las últimas noticias hacen albergar esperanzas. El Japón profundo, el de los samuráis, sigue existiendo. Quiero pensarlo, aunque puedo equivocarme.
ResponderEliminarQuizá la circunstancia trágica por la que están pasando los japoneses nos condiciona para ser más indulgentes y ver más sus innumerables virtudes que sus miserias, que también las tienen. Pero es cierto que son muy respetuosos, cívicos y que tienen el sentido de comunidad muy arraigado. El espacio urbano está impecable porque lo consideran como propio. La mascarilla que acostumbran a llevar no sólo es para protegerse de la contaminación, sino también para no contagiar virus a los demás si están resfriados y tal...
ResponderEliminarTodavía no se conocen los límites de la tragedia que están viviendo, pero si algún pueblo es capaz de afrontarla con solvencia es el japonés. No quiero ni imaginar lo que habría supuesto un episodio de esa guisa en España...
Me ha gustado tu entrada, Joselu.
Un abrazo
Me cuesta digerir los presupuestos culturales distintos de los míos, pues siempre pienso que me equivocaré cayendo en tópicos o en prejuicios. No atino a colocarme en la piel de los italianos, tan cercanos a nosotros según dicen, de modo que lo japonés se me antoja casi marciano. He leído poca literatura japonesa y conozco muy por encima su arte e historia. Analizar su comportamiento desde esa distancia me parece imposible; quizá tengas razón en tus percepciones, pero no sé si habrá algún factor que se nos escape para justificar esa serenidad. Lo que sí me ha impactado es esa lección que nos ha dado la naturaleza, ese aviso ante nuestra insolente soberbia de hombres civilizados. Imagino al hombre medieval interpretando todo esto como un castigo por nuestra arrogancia y por una vez no me siento tan lejano de ello.
ResponderEliminarTe he leído JOSELU y si tú te manifiestas admirado por la compostura e idiosincrasia del pueblo japonés, mi admiración por ellos en ese aspecto es tan enorme, como mi reconocimiento de serme absolutamente imposible de comprender. A mi no me alcanza la mente a entender cómo puede alcanzar un ser humano tal grado de autocontrol, casi diría que genéticamente transmitido. Parece que incluso, desde la cuna...¿los niños japoneses lloran? no lo pregunto con ironía, es que me da la sensación que a lo mejor, hasta eso son capaces de controlar desde que nacen.
ResponderEliminarVerás, su sentido del honor, al extremo que lo llevan, su respeto escrupuloso por las formas, su introversión emocional, su estética minimalista, sin estridencias y medida, sin dejar de reconocer el valor superlativo que implican, a mi me resultarían de manera constante y permanente, absolutamente asfixiantes. De hecho, la sumisión y el nivel de sufrimiento que son capaces de soportar, no sólo el pueblo japonés, sino las sociedades orientales en general, suponen un grado de represión tal, que a veces me resulta hasta doloroso. Y lo siento JOSELU, yo no sé si es sano eso, te lo digo sinceramente. Recuerdo aquel documental que comentamos de la sociedad coreana, en el que sólo tenías que ver las miradas tan terriblemente tristes de aquella gente , para notar el tipo de sufrimiento que les suponía aquel tipo de vida. Y sé por estadísticas, que efectivamente cada vez es mayor la drogadicción y los trastornos disociativos de sus jóvenes, quizá para ellos empieza a serles difícil de soportar tanta presión contenida. Económicamente y cívicamente tan beneficiosas y envidiables, pero no sé si de verdad tan saludables.
Sé que es otra mentalidad totalmente distinta a la nuestra, otro tipo de educación, otro tipo de concepciones morales y espirituales, pero aun así, no me parece natural tantísima contención sin que suponga aun que sea en menor grado del que yo exageradamente expongo, algo difícil de soportar.
Hoy por primera vez veía, como la gente corría aterrorizada, intentando salir de Tokio y con la infinita pena de ver todo lo que les está sucediendo, por primera vez me parecieron humanos. Es natural que la gente muestre gestos de pánico, angustia y desesperación cuando la siente.
A mi me encanta la elegancia, suavidad y refinamiento de la estética japonesa, admiro sus jardines zen, el ikebana, sus rituales y ceremonias, pero esa armonía de lo mínimo y autocontrol interno, soportando además la tensión constante y el nivel de exigencia tan terriblemente competitivo que les impone su sociedad, en el fondo me asustan y me apena por ellos.
Es horrible imaginar inmenso sufrimiento que les espera, del que sin duda se recuperarán tal cual han hecho en otras ocasiones, la pregunta es ¿a qué coste y quienes lo soportarán? Si por mi fuera, cerraba ahora mismo todas las centrales nucleares del planeta, costara lo que costara económicamente, cientos de miles de vida no lo compensarán jamás.
Y conste que mi opinión sobre la energía nuclear, a partir de esta tragedia y el bombardeo informativo que estamos teniendo, ha girado 360º.
Así que, les deseo toda la fuerza, coraje y suerte a ese pueblo japonés, que ahora mismo, seguramente sea el pueblo que más está sufriendo y el que más peligro está corriendo del planeta. Les deseo de corazón, todo lo mejor dentro de la tragedia.
Un beso grande JOSELU y a pasar de todo lo que ocurre, feliz finde.
Luis Antonio, un aspecto formidable de las catástrofes es que muestran a los pueblos ante la adversidad e incitan a los que contemplamos la desgracia ajena a conocer más a fondo la cultura afectada. Japón es una cultura milenaria, con unas raíces propias extraordinariamente originales. Por supuesto que tienen sus sombras. ¿Qué cultura no las tiene? ¿Acaso los españoles no tienen sobre si la colonización y destrucción de las culturas indígenas en el nuevo continente. Ello no quita para reconocer lo hispano como una presencia importante en el panorama mundial. Japón, en ese sentido, es un pueblo fértil y original, que, para nuestros parámetros, es difícil de entender. Quizás ahora volvamos nuestros ojos hacia ellos. Es un aspecto inesperado que sucede con las grandes desgracias. Un saludo.
ResponderEliminarEs muy difícil encontrar noticias donde traten el tema de los problemas entre la juventud japonesa, a causa de su hermetismo informativo.
ResponderEliminarA María también le han llegado ecos de los problemas que tienen. Hay dos películas que tratan de una forma u otra el problema con las drogas en la juventud japonesa. Babel y Enter the void.
He encontrado en la hemeroteca de El Pais digital esta noticia
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Japon/logra/contener/suicidio/elpepusoc/20080619elpepusoc_2/Tes
donde se trata más el tema del suicidio, del cual sé que es un honor en la sociedad Japonesa, pero es gracioso ver las estadísticas por las causas que se producen y en que tramos de edad se producen.
Los samurais ya no existen porque fueron los mismos japoneses quines los mataron.
Antonio, lo japonés me ha reclamado desde los años ochenta en que tuve una amiga enamorada de la cultura del país del sol naciente. No soy un conocedor profundo pero sí que en momentos de mi vida he rastreado la obra de Mishima, de Kawabata, de Kezanburo Oe, Isako Matsubara y he visto su cine desde Yasujiro Ozu, Kenzo Mizoguchi, Nagisa Oshima, Kurosawa... No dejes de considerarlo a pesar de la distancia enorme con nuestros presupuestos vitales y culturalese.
ResponderEliminarHay una obra de Amèlie Nothomb que no sé si conoces que plantea el trabajo de una joven occidental en una empresa japonesa durante año y medio. Se llama Estupor y temblores. Es sumamente interesante. La autora había sido criada en Japón y guardó siempre un recuerdo imborrable de sus primeros días. Su padre, diplomático, la llevó luego a otros lugares pero ella no pudo olvidar su formación japonesa. Su vuelta a Japón no deja de ofrecer aspectos que oscilan entre lo humorístico a lo dramático. Es una buena obra incluso para bachillerato. Sé de insitutos que la ponen como lectura en el original en francés.
María, cuando voy a clase de mis alumnos de la ESO, tras el patio, me encuentro un panorama estresante. Llegan alterados, llenos de glucosa de los zumos que han tomado, y el aula es un desorden tremendo. Mesas desordenadas, papeles por el suelo, alumnos levantados dando vueltas o empujándose y, sobre todo, gritos, insultos, enfrentamientos. Cuesta diez minutos refrenar este desorden en que los alaridos es parte fundamental. Al profesor le cuesta, si no es dando alaridos para que se vayan callando, con lo que se une al coro, un buen rato restablecer un clima medianamente aceptable (sólo medianamente) para intentar enseñar algo.
ResponderEliminarNo cabe duda de que esta es la otra cara de la moneda: el desembarazo emocional. la invasión de los propios sentimientos (rabia, enfado, ira, inquietud) del espacio colectivo. Esa es nuestra cultura. La del grito (se nota en los bares, en las tertulias en la televisión...). Expresamos desordenadamente nuestro fluir emocional y nos cuesta controlarlo. De hecho no pretendemos controlarlo. Entendemos que hacemos eso porque somos así y lo consideramos como una legítima expresión de la personalidad que no cabe ser moderada.
Pienso que en Japón hay una cultura de la contención emocional. Ojo: eso no quiere decir que no existan las emociones, sino que son refrenadas en su proyección exterior para que no molesten o invadan el espacio de los demás. Mira, yo vivo en una vivienda de noventa metros cuadrados y la compartimos cuatro personas. Entre mis hijas hay frecuentes conflictos porque son muy distintas. Tienen habitaciones distintas pero eso no impide que surjan chispas a todas horas que no reprimen, ante lo que surgen las llamadas de atención de la madre que también se desahoga. Japón sería lo mismo pero en un piso de cuarenta metros cuadrados y viviendo doce personas. Esa es la extensión y población de Japón. Saben que han de controlarse emocionalmente para que la coexistencia sea posible.
La competencia en Japón es ciertamente abrumadora, pero no deja de maravillarme que un pueblo que fue derrotado con dos explosiones nucleares en 1945, asumiera su derrota, entendiendo que si los habían vencido es que los americanos eran mejores. El general McCarthur se dedicó a organizar el Japón de la postguerra, les elaboró la constitución y estableció las bases del pais moderno. Fue un general extraordinariamente respetado y apreciado por los japoneses que se dedicaron a aprender inglés y a imitar el modo de producción occidental y en treinta años se convirtieron en la segunda potencia económica del planeta, imitando a sus vencedores.
En un gesto expresivo desinhibido puede haber mucha potencia pero también mucha hojarasca y de la misma manera en un gesto contenido puede haber mucha tensión en un tremendo equilibrio interno. Pero esto nos cuesta verlo desde nuestra perspectiva que está más cerca del shirtaki de Zorba el griego que de los koan zen. Aun así nos fascinan los haikus japoneses.
Un beso.
Eloi, no he podido acceder a tu enlace de El País, pero he buscado datos sobre la situación de la juventud japonesa y he encontrado algunas páginas que muestran una situación que en muchos sentidos es comparable a los problemas que tenemos en occidente, salvo por la persistencia de organización muy rígida de la educación japonesa que contrasta con la liberalidad de la nuestra. Vi Babel y es cierto que en una de las cuatro historias aparecía la situación de una muchacha japonesa que me llamó la atención pero que no recuerdo con mucho detalle.
ResponderEliminarTienes razón, y es muy cierto que en le queilibrio está la virtud...¡¡ese tan difícil de alcanzar!!
ResponderEliminarDesde luego a mi me encanta este hombre ( como la peli:-) con todo lo explosivo y exagerado que tiene, aquí te lo dejo...además...
¡¡¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES,HOY ES TU SANTO!!!
Un beso grandote, que en tu casa haya ramonía y que tengas un día muuuy feliz.
PD
A ver si por la noche veo los enlaces de Eloi, ahora no puedo, gracias.
jajaja perdón por lo malísimamente mal que he escrito el comentario es que lo he hecho a toda velocidad, sorry:-)
ResponderEliminarCon permiso.
ResponderEliminarNo puedo más que compartir tu opinión, la elegancia, el orgullo y las ganas de salir adelante con dignidad se ven en todas las escenas que salen en los medios de comunicación.
Aquí somos más dados a llorar a voces para el día siguiente saquear o robar. Se puede comprobar que los saqueos y demás desmanes que normalmente suceden después de hechos de este calibre en muchos países, aquí no se han dado.
Se mueven por un sentimiento colectivo digno que los hace tremendamente efectivos, capaces de recuperarse después de un ataque nuclear.
Aunque no es lo mismo, estuve en China hace unos años, los ancianos jubilados cuidaban gratis de muchos jardines, solo por el mero hecho de estar rodeados de belleza, que se lo propongan a los de aquí... Ahi esta la diferencia...
Un saludo
Temujin, gracias por tu visita y tu comentario más que atinado. Todo lo que leo sobre Japón en la prensa pone de relieve lo que hemos comentado. De hecho, esta situación ha logrado que el país se sienta solidario y comparta lo que tiene. El consumo energético se está reduciendo al mínimo y en general se siente una sensación, paradójicamente, de haber recuperado la esperanza en Japón expresándose en ese sentimiento de dignidad colectiva. Desde luego, no somos -en conjunto- como son allí. Hay, desde luego, minorías que sí, pero no es una forma de ser de toda la sociedad. No es que sean generosos, eso es una forma nuestra de ver las cosas, no es que sientan compasión... es que ponen lo colectivo por encima de lo individual, por encima de esa sacrosanta entidad que nosotros ciframos en la satisfacción del ego. Un cordial saludo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu entrada, Joselu.
ResponderEliminarGracias por guiarme hasta ella.
Saludos cordiales.