Grupo escultórico de Juan Muñoz
Este es el título de una película espléndida de Adolfo
Aristaráin de 2001, pero es también la expresión de una frase hecha que se
refiere a algo desgastado por el uso, carente de originalidad, fruto de la
copia o de la simplificación... Cuando escribo temo regirme por los lugares
comunes, y temo encontrarme con ellos cuando leo lo que otros escriben. No es
difícil reconocer un lugar común, toda idea que sea digna de esa denominación
supone un riesgo, un ponerse ante el abismo del equilibrista que anda por la
cuerda floja... Los lugares comunes se ponen a salvo por la aquiescencia
popular, son lo que la mayoría demoscópica quiere o piensa. Son populares y
tienen enorme audiencia. No hay nada tan poderoso que un lugar común. Están
avalados por la necesidad de seguridad que tienen los niveles más profundos de
nuestra psique, que ansía conocer dónde se está y estar cómoda allí donde se esté.
Nos ofrecen seguridad. Si son compartidos por una amplia mayoría, es casi seguro
que no nos equivocamos, y además uno a partir de determinada edad (la
adolescencia es proclive ya a esta práctica del no pensamiento, no digamos ya
otras edades más avanzadas) no tiene ganas ya de aventuras que nos dejen a la
intemperie, que nos expongan al vacío, que nos lleven al riesgo.
Los lugares
comunes son cálidos, son como un sillón de orejas bien mullido, y, si los
revestimos de los ornamentos adecuados, parecen originales, fruto de la propia
elaboración. Una vez, un bloguero amigo habló sobre nuestra colocación física
en los lugares que frecuentamos. Siempre nos solemos sentar en sitios
parecidos, nos gusta ver las cosas desde una perspectiva conocida, que no nos
suponga riesgo. Nos hemos habituado a ella. Estos son los lugares comunes: nos
ofrecen comodidad, calor, seguridad... Fuera de ellos está el riesgo, el frío,
el miedo, la intemperie... Nos acogemos a ellos con verdadera vocación. En el
mundo de los blogs es evidente esta tendencia. Hay quienes escriben para
sentirse cómodos, no por el placer del riesgo, y hay quienes escriben
poniéndose en la cuerda floja y es evidente su deseo de bordear los límites.
Hay quienes saben que no podrán equivocarse porque lo que dicen es mayoritario,
es fruto del consenso social y de los buenos sentimientos, de las ideas
preestablecidas, de los espacios compartidos...
Cuando leo aportaciones de mis alumnos en sus composiciones,
en los debates, en los foros más íntimos, me doy cuenta de la presencia de los
lugares comunes, de la falta de originalidad profunda, de la copia, y también
de las aportaciones genuinas que llevan a posiciones arriesgadas. Esto no
quiere decir que yo esté de acuerdo con ellas. Mi simpatía por la originalidad
no depende de mi conformidad con sus opiniones o ideas, no, mi pasión por la
personalidad nítida deviene porque la amo por encima de todas las cosas aunque
se revele en las antípodas de mi modo de ver la realidad. La impresión general
que tengo es que para tener una posición personal es necesario haberse
habituado a la soledad, exenta de toda autocomplacencia, que es necesario haber
conocido el dolor en toda su dimensión, la inseguridad, la exposición a la
marginalidad, y practicar la disidencia con todos sus peligros.
Una variedad del pensamiento común es el dominado por la
prepotencia. Lo vemos en las cadenas televisivas. En ellas se afirma lo más
manido con una contundencia que es violenta. Y recibe, en consonancia,
adhesiones masivas de la audiencia.
En contrapartida, existe la posiblidad del pensamiento en el
filo, cuando se reviste de la apariencia de un lugar común, y poco a poco va
revelando su vocación abismática. Es una forma de engañar, pero muchos se
quedarán en la apariencia tranquilizadora, y no seguirán el viaje hasta el
desierto. Porque salirse de los lugares comunes nos lleva a la soledad, al enajenamiento,
al vacío. Y no hay red de seguridad. Se siente miedo.
Sentimos miedo, mucho miedo, cuando nos aventuramos en lo
incierto, y nos arriesgamos a proponer una posición en la multiplicidad de
senderos del bosque que pueden llevar a la cabaña de la bruja. El bosque es la
expresión más compleja de nuestra psique, nos desconcierta, y no hay nadie que
no tema perderse en él y más en la noche. Avanzar por el bosque en la noche,
nos lleva a cagarnos en los pantalones.
Lo malo es que tus alumnos practican lo que ven cada día a sus mayores: lugares comunes.
ResponderEliminarPensar en el filo es arriesgado, como vivir sin red. Pero necesario. Este año más que nunca.
He leído que antiguamente existía la costumbre de llevar 'libros de lugares comunes' que consistían en cuadernos donde los lectores iban copiando los pasajes que les llamaban la atención de los libros que leían y añadían comentarios. La idea era conservar ideas y datos considerados enriquecedores para futura referencia e imagino que también para reflexionar sobre ellos. Por lo visto la tradición se remonta a Aristóteles y el mismo Erasmo la aconsejaba vehementemente. Francis Bacon, John Milton y John Locke llevaban cuadernos de lugares comunes. Es una idea que me encanta y que curiosamente vuelve a tener vigencia con internet, cuando escribimos comentarios a una entrada de un blog que nos gusta y la metemos en un bookmark. Los pensamientos ajenos estimulan los propios. Lo malo es cuando se vacían de contenido, o peor, cuando se repiten sin haberles si quiera otorgado significado. Y, desgraciadamente, para el sistema educativo la creatividad y el pensamiento crítico son como la caridad cristiana: es de buen tono moral encarecerla a todas horas, pero practicarla está mal visto.
ResponderEliminarEvitar los tòpoi es fundamental para escribir bien y no aburrir. Ya desde la Edad Media , ya se sabe, Nihil novum sub sole,por ejemplo es un lugar común o tópico con más de 2000 años.
ResponderEliminarMis comentarios suelen ser bastante atòpicos hasta el punto que ,quien no me conoce, parece que me salgo por peteneras de los temas. Pero no...yo sigo mi propio camino evitando los tópoi como la peste.
Saludos.
Estoy de acuerdo con Cristina en que todo nuestro sistema educativo y nuestra vida social adulta en general tienden a desviarnos de la manifestación auténtica de lo diferente a la norma en nosotros: se tiende a premiar, salvo en casos especiales que involucran lo artístico, el estar dentro de lo esperable, el complacer las expectativas de la cómoda mediocridad imperante. Sobre esto echa luz Michel Foucault.
ResponderEliminarHay montones de ejemplos de genialidades incomprendidas por sus maestros, consideradas fracasos escolares rotundos y rechazadas de plano por sus contemporáneos, quienes hasta perdieron sus vidas por sostener sus convicciones o sus ideales. Y muchísimos artistas extra-ordinarios etiquetados de locos.
Y hay también una gran industria detrás de quienes se ocupan de explorar las desviaciones de grandes personajes de la historia y del pensamiento, y se empeña en ponerlos bajo el microscopio para dar con el diagnóstico de alguna patología mental. Es sumamente lucrativo el morbo por descubrir el talón de Aquiles de los que escapan a la media.
Yo quisiera más de esos en el mundo de hoy: más depresivos como Gandhi, Luther King, más locos como Van Gogh, más alcoholistas suicidas como Hemingway... Y no hago apología de la patología: simplemente no me asustan las miserias humanas, las entiendo perfectamente desde las propias.
A mí me fascinan los que caminan por el filo, pero hace falta mucha fortaleza para soportar lo que conlleva socialmente: aislamiento, sospecha, discriminación y rechazo. Y muchos de nosotros no somos después de todo tan geniales ni tan fuertes como para soportar el ostracismo de andar en soledad por el filo, siempre a punto de ser empujados hacia el abismo de ser ignorados o denostados.
Comprendo la necesidad humana del confort que brindan los lugares comunes, son como la rutina: te das cuenta de cuanta seguridad le aporta a tu vida cuando te falta. Pero concuerdo en que me parece siempre más enriquecedor aquel que se ha revolcado por el fango de su propio abismo para emerger más iluminado, y desde esa luz, que se ha empapado de oscuridad, se hace difícil ver brillo en lo que reconforta a muchos que no se han permitido caer nunca, convencidos de ese pseudoequilibrio. Creo que en verdad no se otorgan el permiso de sentir y expresarse desde todo el arco de emociones negativas que también nos hacen quienes somos a todos, mal que nos pese. No está bien visto: se nos exhorta a controlar nuestras emociones negativas, a autosuperarnos, a convertirnos en mejores personas, y eso implica matar al ser que habita a la sombra de ese que creamos para variarlo en sociedad, pero que indefectiblemente se cuela, se filtra y se cobra nuestro empeño inconsciente por ocultarlo. Es eso, no lo hacemos a drede: desde pequeños nos desvivimos por ser aceptados, por gustar y complacer, primero a nuestros padres, y luego a todos los demás, y desde esa aceptación construímos nuestra autoestima y nuestra identidad.
Interesante reflexión la de hoy, Joselu. Tú sí te animas a caminar por el filo en tus escritos. La verdad es que al escribir me enfrento muy seguido a este dilema: ¿intentar gustar o no gustar diciendo lo que pienso exactamente como lo siento y enfrentar las consecuencias? Y a veces termino velando la crítica mordaz que me sale "a boca de jarro", intentando no ser tan agresiva o destructiva, porque hasta me han llegado a tildar de resentida, y es muy probable que tengan razón...Y ¿sabes qué? Me dolió un poco que lo descubrieran...
Te dejo un video muy cortito que puede transmitir mucho más que todo lo que yo he escrito en menos de dos minutos:
Etiquetas inventadas a trastornos psiquiátricos:
http://youtu.be/P_X500l2rhQ
(Lamentablemente no sé cómo hacer el enlace en los comentarios...)
Un beso!
Lo de sentarse siempre en el mismo sitio nos lo advirtió un profe que tuve una vez. Decía que somos conservadores porque tendemos siempre a esto y ni nos damos cuenta. Desde entonces cambio de sitio siempre, jajaja solo por no pensarme tal cual, porque la idea no me gusta nada. Pero claro, hasta entonces no lo hacía porque ni me había dado cuenta y desde entonces lo hago por evitar algo. En cualquier caso la elección es condicionada, ya ves.
ResponderEliminarSinceramente, yo no sé si los frecuento mucho o no, a esos lugares. Ni idea. Tendré que fijarme más a ver. Supongo que sí lo hago ¿?
Lo que sí sé, es lo que comentaba con un amigo no hace mucho. Y es, que uno quiere ir por su propio lado, y la sociedad te agobia para que vayas por otro, ¿tal vez para que visites esos otros lugares porque allí el control sobre tu propia vida y por parte de otros, existe? Pienso que no participar de esto en ningún caso, es cansado, realmente agotador -hacerlo siempre es un auténtico coñazo y mola menos aún-. Pero a fin de cuentas somos animales sociales, y cuando no frecuentas esos lugares te sientes solo y si siempre es así, también es duro. Y posiblemente insoportable. No está en nuestra naturaleza. Eso sin contar que cuando es en gran parte tu modus vivendi todo el tiempo queda flotando en el aire un: -te estás equivocando-. O así es como yo lo siento. Muchas veces lo siento. Por esa duda, no por otra cosa. Así que ahí que sigo a tantos ratos, chico. Terca que soy. Pero ya te digo, no sé, no lo sé, sigo sin saber si piso esos lugares, la verdad es que en realidad no es algo que me haya parado a pensar nunca. Y tal vez el no hacerlo debiera preocuparme, precisamente para que dejasen de preocuparme otras cosas.
Un beso desde no sé muy bien dónde. Desde... ¿mí?
La vida está llena de lugares comunes. Incluso ser librepensador es un lugar común, frecuentado por la inmensa minoría. De ahí surge la lógica pregunta sobre si existe la originalidad pura... pero claro, esa pregunta es otro manido lugar común.
ResponderEliminarUn abrazo.
La confirmación de la telepatía entre personas que se tienen un gran afecto está más que sobradamente demostrada. Leo este post sobre los lugares comunes y ayer por la noche, que es, quizás, cuando se escribió el post, estaba yo extractando un cita de Curtius, de su monumental y apasionante "Literatura Europea y Edad Media Latina": "En la Antigüedad se hicieron colecciones de tópicos, y el arte de los topoi, llamado tópica, fue objeto de tratados especiales. Así pues, los tópicos son originalmente medios eempleados en la elaboración de los discursos; son, como dice Quintiliano (V,X,20) 'asientos del argumento' (argumentorrum sedes), y responden por lo tanto a un fin práctico".
ResponderEliminarMe he quedado de piedra pómez al sentir la coincidencia, ligero como los vilanos y encantado como las cobras, atravesado por neutrinos llenos de cordialidad.
Si nos atenemos a la Antigüedad, pues, el uso de los tópicos es un recurso utilitario que no está mal visto. Claro que el prurito de originalidad tarda mucho en aparecer en la cultura europea, pero, bien usados, o releídos, los tópicos dan ucho juego argumental. Recordemos el aforismo de Machado: "No todas las canas son venerables", por ejemplo.
Considero los tópicos como un eslabón por el que se ha de pasar en la búsqueda de la expresión personal, y no nos hemos de avergonzar por ello. Curiosamente hoy he tenido que aclarar con mi hija en qué consiste la acción del pensamiento, cuando se ha quedado bloqueada al analizar la sociedad de Gatacca y la nuestra: estaba ciega, sorda y muda. Enseguida le he recordado el inicio del error XXVII de Juan de Zabaleta: "Quien quisiera trabajar, descanse. El trabajo que no halla sosiego, no dura (...) Querer hacer más de lo que se puede es querer no poder hacer lo que se quiere".
Y a partir de ahí, a trompicones de tópicos parece que hemos sacado el agua clara del pozo de la sabiduría...
Para mí, un lugar común es tu blog, cálido y acogedor como el sillón de lectura junto a la lumbre.
ResponderEliminarSaludos.
Lo cierto es que la falta de ideas propias es tan abrumadora en el alumnado que a veces he planteado en los comentarios de texto una pequeña sesión de puesta en común de todas las ideas que se les ocurriesen y, cuando ya hemos recopilado todos los tópicos sobre el tema (porque generalmente sólo surgen lugares comunes), sugiero amablemente que las valoraciones personales se hagan sin utilizar ninguno de ellos.
ResponderEliminarPara mí es especialmente lamentable que sea el propio sistema el que fomenta los lugares comunes y el pensamiento acrítico a través de la omnipresente corrección política, de la que la escuela es, por desgracia, uno de sus principales difusores.
Es paradójico porque el mismo sistema educativo que se propone como objetivo fomentar el pensamiento crítico e independiente es el primero en adoctrinar y señalar con el dedo al que se sale del camino. Para resolver esa contradicción se llega al delirio de proponer como actitudes críticas aquellas que simplemente son más extremistas en la defensa de los tópicos institucionalizados (feminismo, multiculturalismo, ecologismo, etc.).
Veo en bastantes alumnos de bachillerato que internamente se rebalan contra esa censura autoimpuesta, pero que se cuidan mucho de manifestarlo públicamente o incluso por escrito en sus trabajos, a pesar de los ruegos/exigencias de su profesor para que se expresen con libertad, sinceridad y originalidad.
Hasta ese punto han aprendido que más vale callar en según qué contextos. Y uno de ellos es el instituto. Qué triste.
Pedro Ojeda, es más difícil encontrar un pensamiento fruto de la elaboración personal en contra de los estereotipos entre los adolescentes que hallar un joya extraña y valiosa en un supermercado de Tous. Tal vez toda nuestra cultura se nutre del estereotipo, a veces bienintencionado. Es muy difícil ir contra ellos, tienen una fuerza formidable. No es un tema fácil.
ResponderEliminarCristina, en el sistema educativo es de buen tono enaltecer la creatividad y el espíritu crítico. Foma parte de todas las programaciones curriculares, pero la erosión dramática de dicho espíritu tiene que ver con la esencia del propio sistema educativo que forma para la homogeneidad y el ciudadano tipo abocado al consumismo. Dicho así, podría parecer esto un lugar común, pero creo que no. Todo el que se opone al sistema es considerado excéntrico, rebelde, atípico o simplemente estrambótico, cuando no, subversivo o terrorista. El sistema nos va modelando y nos va convirtiendo en seres inofensivos, para los que el pensamiento común es esencial. Es el único que no produce angustia. El pensamiento original está expuesto a la desolación.
Las imitatio de los clásicos desarrollaban la originalidad pues partiendo de lo común llegaban a lo específico, a lo original. Por ejemplo el tópico latino del collige virgo rosas era enfocado de múltiples maneras y muchas de ellas -obra de grandes poetas- eran extraordinariamente originales. Nadie reprochará a Garcilaso su imitatio de Ausonio y de Bernardo Tasso. Partir de lo común es potencialmente creativo para llegar a lo individual. Otra cosa, pienso yo, es partir de lo presuntamente individual para caer inevitablemente en lo común y estereotipado. Pero ¿cómo educar para lo contrario? No es fácil, el sistema educativo trabaja para la homogeneidad y el pensamiento de época es gregario aunque simule ser infinito y múltiple. No sé, Cristina.
Osselin, soy consciente de tu antitopoi. Es difícil encontrar un pensamiento personal. Creo que en mi blogrroll hay algunos ejemplos. Tu fotografía parte de lo común (puertas, ventanas, grietas en la pared) para convertirlo en prodigiosamente original. No hay problema en partir del elemento convencional (una puerta) si se es capaz de transformarlo en algo especial. Y esa es la impresión que me producen tus ángulos de visión de los asuntos. Quizás como fotógrafo eres consciente de la importancia de la perspectiva, del encuadre, de la construcción que se sale de la postal. Esta es el estereotipo, el pensamiento común. No hay peor elogio que alguien te diga que una foto tuya parece una postal. Supongo que coincidirás conmigo. Las postales gustan precisamente por ello, porque son topoi. Es el fotógrafo -cuando lo es y tiene algo que decir- el original, es el que crea una perspectiva nueva dentro de la retórica de la imagen. Piensas cada fotografía, así como cada comentario. Se nota.
ResponderEliminarFer, tu comentario es rico y honesto. El lugar común parte de esa necesidad humana y social de ser aceptado. A todos nos gusta ser aceptados e incluso tener éxito. Para tener éxito hay que pagar un peaje paradójico. Se triunfa por ser radicalmente original aunque la contemporaneidad no sepa reconocerlo. Cervantes murió con la sensación de fracaso. Aun antes de morir intentaba dar forma a una novela secundaria que era el Persiles como si no hubiera entendido lo que había logrado con El Quijote. Esto siempre me ha asombrado. Ser original, ser revolucionario, es una carga muy dolorosa y pesada. Como dices, se entiende que el común de los ciudadanos se oriente a la necesidad de la aceptación social. Si además carecemos del genio para serlo encontramos la clave del asunto.
ResponderEliminarOtra cosa es el resentimiento, es muy distinto. Existe en todos nosotros si no nos sentimos suficientemente seguros. Por eso la distinción es muy difícil y sutil. Todos nadamos en la extrañeza, Fer, nadie tiene seguro nada. En todo caso, es perceptible siempre la huella del resentimiento. Hace daño, pretende herir. Cuando alguien me hace daño, he de distinguir si lo que ha dicho es fruto de la crítica o del resentimiento. El primero siempre matizará sus afirmaciones con la compasión necesaria que le permite su seguridad. Solo los débiles hacen daño, y lo hacen a los fuertes. Esta es la paradoja.
Tu comentario es extraordinariamente productivo y lleno de matices que hablan de ti, y de cómo te ves. El tema es complejo, como ves, Fer, nos conduce a honduras tremendas. Gracias.
Gracias, amigo.
ResponderEliminarComo veo que animas a ello, voy a ir por peteneras. Tu primera reflexión, sobre la tendencia a sentarse (o situarse) en el mismo sitio me recuerda las aportaciones de la Escuela de Kansas en ese sentido; hay una serie de reglas tácitas, como evitar el centro de una estancia en una reunión numerosa.
ResponderEliminarPor otra parte, el post me evoca, por oposición, los no-lugares de Marc Augé: espacios de tránsito, como los aeropuertos, las estaciones, los pasillos de los centros públicos... en los que el anonimato se adueña de la interacción mínima entre personas.
Por último, coincido contigo en que la independencia de criterio es fruto de la libertad personal, y el ejercicio de la misma conlleva riesgos: ser incómodo, quedarse solo defendiendo una postura... Te lo dice un docente que en su claustro es visto como un teórico, y ya sabes, a la teoría pedagógica, ni agua.
Sé que me alargaré JOSELU, perdón por adelantado, dicho por mi, es peligrosísimo, ya lo sabes ;-)
ResponderEliminarPor un lado hablas de la vida, de lo que instintivamente te pide el cuerpo y tienes razón, lo conocido siempre inspira seguridad y tranquilidad, sin duda alguna. Ahora bien, lo conocido, cómodo y cotidiano para uno, no tiene por qué ser visto así por el resto o sí, pero no es la coincidencia espacial con los demás lo que lo hace cómodo, lo que lo hace confortable es que tú lo reconozcas como algo cálido para ti, tu afinidad con él. Personalmente aborrezco los lugares excesivamente concurridos por ser lugares de moda, es más, huyo de ellos. Da igual si es una playa, un restaurante o un bar de copas. Me gustan esos lugares perdidos, que descubres y guardas como un secreto. Me encanta la música, pero entre un macroconcierto y una jam session, sin duda disfruto mil veces más en estas reuniones de músicos pequeñitas, que en un conciertazo a lo bestia.
Por otro lado hablas de los blogs, de la manera de expresarse. Creo que hay dos planteamientos, hacerlo para gustar, bien sea formalmente o por el contenido del mensaje o decir lo que te sale de dentro de forma natural. Cuando nos expresamos desde la verdad de cada uno, por la necesidad de transmitir en sí misma, sin aspiraciones literarias, ni intelectuales de ningún tipo ( si es así, ya es otra historia) el lenguaje formal puede coincidir con el gusto mayoritario, simple, manido, lleno de tópicos y estereotipos, pero si de verdad sale así, me parece mucho más sincero y valioso eso, que camuflarlo bajo apariencias originales, rebuscadas, pseudointelectuales o snobistas que no suponen en mi opinión, más que un engaño a tu propia realidad, usada en ocasiones sólo para epatar. A veces, un mero alarde de pedantería, desde luego, nada arriesgado, más bien, cargante.
Con el contenido del mensaje que transmites ocurre lo mismo, una cosa es decir lo que sabes que los demás quieren escuchar, por agradar, por ganar adeptos o simpatías, otra cosa, es que lo que tú sientas de verdad sintonice con más o menos personas. Ser o no políticamente correcto en los sentires de cada uno, creo que no es un tema de asumir o no riesgos, es un tema de coherencia personal. En ocasiones tendrás pensamientos que estén de acuerdo con el sentir mayoritario y en ocasiones no. Asumes el riesgo no por el mensaje en sí, lo asumes por el ambiente en el que lo expresas. Defender postulados abortistas en un ambiente opusiano, es mucho más arriesgado, que defender la legalización de las drogas o la promiscuidad en una comuna hippie por ejemplo:-)
En fin, para mi ni lo mayoritario, ni lo minoritario no tiene en si mismo un valor especial, ni una especial asunción de riesgo, lo importante es la coherencia en la forma y contenido que cada uno tenga con como sienta y quiera expresarse de verdad, olvidándose del público.
Muchos besos JOSELU, sin asumir riesgo alguno...jajaja espero;-)
Vero, yo tiendo a sentarme en mis queridos claustros de profesores, en unas posiciones similares desde hace años, y observo que la mayoría de compañeros hacen lo mismo. Tal vez ello plantea un instinto de autoprotección ante la presencia de lo colectivo que observa. Todos tendemos a pasar desapercibidos, raramente se contradice esta regla. Yo callo, cuando antes era locuaz en estos claustros. Se trata de pasar el trámite y huir de esa concentración de ojos que nos escrutinan si uno se atreve a llamar la atención. Sí, así es, Vero, somos animales sociales, y los blogs tienen mucho de reunión social en que nosotros escribimos y otros nos observan. Me doy cuenta de que mis escritos se rigen por un control ideológico muy fuerte. Es difícil salirte de los lugares comunes porque se asientan en un conjunto de creencias de la colectividad, en este caso, progresista que es la que frecuenta el blog. Afortunadamente no me siguen nacionalistas, ni culés o madridistas forofos, ni opusianos o Mensajeros de Cristo, ni fanáticos islámicos. Hay un conjunto de creencias o puntos de vista de este sector ideológico que es muy difícil o casi imposible intentar subvertir sin que te conviertas en un miembro de otro colectivo y te abandonen tus seguidores. O sea, Vero, que este blog también participa de los lugares comunes a los que, por otra parte, critica sin demasiada contundencia porque también se sabe pasto de ellos. Intento, dentro de mis limitaciones ideológicas y presupuestarias (ja, ja, ja) salirme un poquito del carril, pero dentro de unos parámetros asumibles por mi público lector. Este post es un intento de meter el dedo en el ojo ajeno, pero también en el mío. Al fin y al cabo, salirse de los carriles es peligroso, supone un descarrilamiento cierto. Está bien que podamos pensar en ello, pero asumiendo nuestra realidad mixta como la de esos vampiros de pega que proliferan en las películas de adolescentes o en esas muñecas que arrasan que son las Monster High (creo que se llaman así). Besos.
ResponderEliminarMer, tienes razón, Nihil sub sole novum, esa es la realidad, este cuestionamiento de los lugares comunes es también un lugar común, es algo así como un intento de metalenguaje en que se intenta hablar de los lugares comunes desde los lugares comunes. Una paradoja, pero no deja de ser un juego interesante e incisivo.
ResponderEliminarJuan Poz, sé que en ocasiones has empezado tus clases con la reflexión sobre aforismos, y algún profesor que frecuenta el blog utiliza tópicos latinos para propiciar la capacidad interpretativa de los alumnos. No hay nada negativo en los tópicos que revelan ideas universales y de larga trayectoria cultural. No obstante, estos tópicos son de una gran riqueza en comparación con las ideas (?) que se asientan en la mente de nuestros adolescentes y adultos, que rara vez, se salen de lo estereotipado en el sentido más pobre del término. La retórica puede ser una ayuda inestimable ante el adocenamiento generalizado de nuestras sociedades y que tú cuestionas eficazmente desde tu crítica mordaz sobre la vulgaridad hispana. El maléfico vicio de pensar no suele ser frecuentado por la colectividad que viven más bien a base de estos lugares comunes, afirmaciones simplonas, creencias vagas, y que los medios de comunicación machacan inmisericordes. Y lo cierto es que es muy difícil salirse de una cultura de época, a la que se ha de pertenecer como si fuera una secta. No sé si me explico, pero en algún post posterior, quizás por Reyes escriba sobre ello antes de volver al registro pedagógico.
ResponderEliminarEn algún momento te dije que visitaría tu blog en cuanto tuviera tiempo (tempus fugit) y hoy, al encontrarme con tu invitación, por fin me decidido por lo sugestivo que me parece el tema que tratas. No quiero extenderme con mis reflexiones porque caeré –como todos- en otros muchos “tópicos”, por mucho que me empeñe en esquivarlos, y porque para escribir sobre esos lugares comunes antes creo que tendríamos que definir lo que cada uno entiende por originalidad, que no siempre coincide con “lo distinto”. Simplemente quiero hacerte partícipe de una convicción personal a la que llegué hace tiempo, tanto en materia literaria como en el quehacer cotidiano que compartimos. En el primer caso, como todos los que amamos el arte de la palabra, busqué (busco) contar de forma nueva lo que irremediablemente ya han contado otros (el ser humano es casi por definición un “lugar común”) pero siempre encuentro algún nombre (no demasiados) cuyas creaciones suscribiría plenamente por su profundidad y forma. Ante ellos mi pretendida originalidad se desvanece como un castillo de naipes o como los molinos de viento de D. Quijote (el eterno lugar común), motivo por el cual desistí del empeño vanidoso de creerme que poseo parte de ese don que parece reservado a unos pocos. Por lo que respecta a nuestra profesión (vocación, creo que en nuestro caso), también mis comienzos estuvieron marcados por la ansiada búsqueda de ser distinta a la mayoría de los colegas: dejaría que mis alumnos fueran espontáneos, ellos mismos; mis clases se saldrían de “lo común” invitándolos a la participación y al entusiasmo. En definitiva, como yo sería distinta, necesariamente mis muchachos serían diferentes y genuinos. No obstante muy pronto advertí que no bastaban mis propósitos para conseguir los objetivos y no sólo porque las circunstancias fueran o no fueran favorables sino porque eran los propios alumnos los que me pedían una y otra vez la seguridad de “esos lugares comunes”, ya que cualquier modificación los confundía o, en el mejor de los casos, no llegaban a comprenderla del todo. Dos revelaciones vinieron a salvarme de mis inquietudes: en materia literaria la reflexión de las palabras de Juan Ramón Jiménez (¡No le toques ya más/que así es la rosa!) y en mi labor como docente la advertencia de otra colega a punto de jubilarse cuya admiración de los alumnos era envidiable y de la que procuro no olvidar su consejo al preguntarle cómo había conseguido esa admiración: “no hay ningún secreto. Muéstrate tal como eres”. Desde que mantengo vivas ambas máximas (la de Juan Ramón y la de mi compañera) llevo con más sosiego mis dos pasiones. Es decir, procuro no olvidar esos “lugares comunes” que me recuerdan lo que comparto con mis congéneres y dejo que la parte genuina que a cada ser humano lo hace único aflore sin forzarla. En definitiva, creo que los lugares comunes son necesarios siempre que sirvan de lanzadera para alejarse cuando es conveniente: mitad Quijote, mitad Sancho. Concebir al uno sin el otro me es imposible. A fin de cuentas, lo ideal –dicen- sería conciliar contrarios, por difícil que a veces resulte.
ResponderEliminarUn abrazo
Maite_mV
Antonio, has tomado la idea de lugar común en su acepción más cálida y generosa, y no en su sentido más tópico y estereotipado. Has convertido un lugar común en algo original. Gracias.
ResponderEliminarJorge Muruais, el año pasado mis alumnos de bachillerato me pidieron que les pusiera la canción Cara al sol a propósito de mi retrospectiva musical sobre canciones de los años sesenta y setenta críticas como L'estaca, A galopar y Al vent de cantautores míticos. Yo les quería ofrecer una reflexión sobre la cultura revolucionaria de aquellos años y ellos me pedían una canción fascista. Igualmente se sintieron fascinados por la proyección de la película La ola, y me dijeron que si tuvieran un profesor como aquél, ellos también lo seguirían. ¿Es a esto a lo que te referías en cuanto a salirse de los mitos del feminismo, el multiculturalismo, el ecologista? ¿Podríamos añadir también el progresismo? Tema complicado, Jorge. A veces me he encontrado con algunos comentaristas que cuestionan el lugar común del calentamiento global y el cambio climático, en base a teorías o estudios que ponen en duda los que han servido para diagnosticar estos aciagos pronósticos climáticos que difundía Una verdad incómoda de Al Gore. Otras interpretaciones sitúan estas dudas en gigantescas corporaciones y empresas interesadas en sus pingües negocios energéticos. Es el llamado negacionismo. De igual manera, existen tendencias negacionistas del holocausto nazi, que pondrían la propaganda de éste en las campañas interesadas de los sionistas cara a la creación del estado de Israel y su justificación. Incluso he leído argumentos de que fueron los propios sionistas quienes colaboraron con los nazis en el genocidio para conseguir que algunos salieran en dirección a Palestina y así tener argumentos morales y políticos para justificar la creación del estado hebreo por el sentimiento de culpa que provocaría en la conciencia mundial. ¿Me explico? Probablemente hay tendencias "políticamente correctas" cuyo cuestionamiento nos lleva asimismo a difíciles y conflictivos planteamientos de difícil digestión. Tema complicado.
Pero sí, es cierto que el pensamiento de nuestros alumnos solo se dirige a expresar lo que supuestamente queremos de ellos, y ello fomenta los tópicos a mansalva. Pero ¿qué hacer si alumnos se atreven a pedir la pena de muerte para los asesinos de adolescentes o para terroristas? ¿Qué debemos argumentar?
Joselu, fíjate que sólo por citar los tópicos institucionalizados por el sistema como ideas discutibles ha salido a la palestra casi de inmediato el fascismo y todo su mundo referencial (nazi, Franco, etc), como si el cuestionamiento de los actuales valores oficiales, los que marca el poder, sólo pudiese hacerse desde el extremismo político o desde la reacción.
ResponderEliminarYo sé que tu intención es honesta y surge de la buena fe de compartir lo que has vivido al respecto, pero lo cierto es que en el debate público cuando los tópicos son cuestionados se agitan este tipo de espantajos (fascismo, Franco, nazis) para acallar al que disiente pretendiendo vincularlos a cualquier crítica que se haga.
Esa realidad es la que han entendido muy claramente los alumnos y su autocensura es fruto de la necesidad de ser aceptados por el grupo y, en algún caso, de no ser censurados por su profesor.
¿Hay que huir de los lugares comunes? Parece que la respuesta es que solamente si se llega a reflexiones que no nos incomoden. Y eso lo entienden tan bien los adolescentes como los adultos.
Me acabas planteando cómo reaccionar cuando nos cuestionan nuestros topoi, como la pena de muerte. Realmente sólo me planteo transmitirles la honestidad intelectual de que las posiciones bienpensantes de hoy lo son aquí y ahora, pero no lo son en otros lugares y otros tiempos en sociedades escrupulosamente democráticas y civilizadas. Me conformo con que los planteamientos salgan de una auténtica reflexión, se expresen con inteligencia y educación y no se considere en ningún caso una ofensa personal que se cuestionen nuestros lugares comunes siempre que se haga en esos términos de corrección.
Es necesario cagarse en los pantalones sin pañal, mostrándonos nuestras miseras,degustando nuestra podredumbre, solo así sabemos lo que somos cuando estamos aseados y limpitos.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con la funcionalidad de la soledad, que nos traslada a otros lugares no tan comunes. Lo importante es tener el vehículo para salir de ella.
Mi proposito de 2012 escribir, postear más en lugares comunes o inciertos.
Feliz año nuevo.
Estoy acostumbrándome a leerte mientras duermo a la niña, ahora está relajada, cerrando poco a poco los ojos, deslizándose a la siesta. Es tan guapa... Deberías verla.
Un abrazo:
@gorkafm
Salvaoret, he buscado infructuosamente información sobre la escuela de Kansas o, al menos, la que he obtenido no iba en la dirección que planteabas.
ResponderEliminarQuedarse solo en la defensa de unas ideas en un claustro. En un tiempo no me importaba, me gustaba la disidencia y no me importaba -y hasta me atraía- ir contracorriente. Sin embargo, paralelo a la pérdida de mi capacidad expresiva o argumentativa, lo he ido dejando y busco pasar desapercibido en unos claustros formalistas y burocráticos que son los que se han impuesto y en los que reconozco que el lenguaje pedagógico me produce una íntima zozobra que me desequilibra. El otro día oía en la radio aun psicopedagogo hablar simplemente de "equipos docentes" a propósito de una propuesta de un dietista, un tal Pierre Duncan, que defendía que el peso justo fuera un mérito académico para entrar en la universidad. Esto no me sublevó, pero sí oír hablar de "equipos docentes", cuando yo sé qué son dichos "equipos docentes". No lo puedo superar, viví durante mucho tiempo sin una determinada terminología y en otras concepciones académicas. En todo caso, mi mujer es pedagoga y sé de la incomprensión de vuestro trabajo en los centros educativos (esta denominación ya me inquieta) ¿Centros educativos? Yo estudié y enseñé durante muchos años en un instituto, y es como si aquello tuviera seriedad y densidad, frente a la ideología que se impuso posteriormente. Saludos.
María, te había escrito un largo y extenso comentario que, para mi desesperación, ha desaparecido. Voy a intentar recomponerlo, aunque mi sistema nervioso creo que ahora cogería un hacha y rompería el Mac que tengo delante. Te decía que acababa de venir a casa del cine. He visto La dama de hierro, una magistral interpretación de Meryl Streep sobre la controvertida Margaret Thatcher, personaje al que detesté en su momento. Sin embargo, la versión que he visto casi me la ha convertido el alguien a quien admirar. Representa todo lo contrario de la versión amable y tranquilizadora que plantean los lugares comunes o la cultura imperante de la negociación o la mediación que decimos en el lenguaje escolar. Se enfrentó a los sindicatos, a la oposición y a su propio partido llevando a cabo privatizaciones y recortes, cierres de minas y siderurgias, etc, a la vez que mantuvo una guerra con Argentina que ganó debido a su voluntad de hierro.
ResponderEliminarTu comentario -bien trabado- plantea que la cuestión radica en un equilibrio entre forma y fondo en base a la coherencia personal que se define fundamentalmente por eso que no citas explícitamente pero que está en el fondo de tu discurso: la autenticidad. Un discurso es bueno si es esencialmente coherente y auténtico, teniendo en cuenta que no consideras aquellos discursos que tienen una formulación más filosófica o literaria que pueden no ser sino esnobismos y pruritos seudointelectuales.
En este sentido, los llamados lugares comunes, que dejas de lado, adquieren sentido si responden a ese núcleo íntimo que es la autenticidad. Supongo que todos hablamos de nosotros mismos, y tú en tu modo de argumentar lo haces. Relacionaba en mi anterior comentario tu conclusión con el final de la película de Capra, ¡Qué bello es vivir!, cuando Clarence, el ángel de segunda, recupera las alas, y suenas campanitas en el árbol de navidad. Lo digo sin ironía porque es una película que me encanta. Es como la apoteosis del hombre vulgar que, lleno de tópicos y lugares comunes, guarda en su corazón un tesoro de autenticidad, de coraje, de fuerza íntima. En este sentido, orillas el tema central del post que es la fuerza, valor o no de los lugares comunes, y te centras en la citada autenticidad y coherencia. Un beso es el topoi más manido que existe. No hay lugar común más estereotipado que un beso. Todos los damos sin implicar nada profundo en ellos. Es la ceremonia en mi instituto cada comienzo de curso. Todos nos damos besos en ese acto común en que buscamos la aceptación y la conciliación aunque nos repatee o lo hagamos por cumplir. En tu caso, el beso se convierte en una varita mágica, un mantra, que se llena de sentido abriéndose camino desde tu gran capacidad de sentir y la dama de hierro que ocultas en tu interior.
Era esto, más o menos, lo que había escrito, pero ahora lo he hecho de forma más apresurada y menos cuidada formalmente.
Maite, gracias por tu comentario y tu presencia. Me ha gustado mucho leerte y sentirte pensando con nosotros. Los lugares comunes son elementos de encuentro, es cierto. Estaba en el Mercadona y una cajera le decía a un compañero un lugar común, ¡A ver qué te traen los reyes! o algo así. El le ha contestado bromeando sobre ello. El lugar común ha servido para establecer una comunicación sobre algo que ninguno de los dos realmente cree como es obvio. Probablemente el noventa por ciento de nuestra comunicación se establece en base a lugares comunes, y es bueno que sea así. Bromear sobre la realidad es un continuo lugar común que sirve de vehículo de comunicación con los demás. Las creencias que compartimos en función de nuestro sexo, origen regional (o nacional, que nadie se enfade), de nuestra condición profesional, religión o carencia de ella, nuestras aficiones deportivas, etc son un baluarte extensísimo de lugares comunes que dan mucho juego pero que sirven de puente en el proceso de comunicación humana. Sobre esto reflexionaron los existencialistas y autores del teatro del llamado absurdo como Beckett, Genet, Ionesco… Plantearon la vaciedad de la comunicación humana y la evidenciaron en sus obras. Saber jugar con lugares comunes es esencial para mantener relaciones fluidas. En las relaciones con los alumnos, es importante mostrarles elementos de anclaje para que sepan en qué lugar nos colocamos o los colocamos a ellos. Por eso una didáctica demasiado rompedora, que cuestione los tópicos, puede estar condenada al fracaso. Entiendo tus reflexiones y el consejo de aquella profesora que se jubiló. Las relaciones humanas se basan en los lugares comunes, el ser humano es un lugar común, la reflexión sobre los lugares comunes se hace desde ellos. Y si alguna vez, logramos esquivarlos, ir más allá, seremos afortunados. En el fondo no somos tan geniales ni tan innovadores para lograrlo, y además los más valiosos creadores de la historia de la literatura y el arte, no hacen sino volver a retomar los lugares comunes (la fugacidad de la vida por ejemplo, la vida como río) y los vuelven a utilizar de forma novedosa, que la hace actual a los contemporáneos.
ResponderEliminarMi problema, si es que se puede considerar así, es que anhelo una comunicación que sea esencial y que se aleje de los lugares comunes, y eso solo es posible en algunas ocasiones y con algunas personas. Por eso me gusta tanto tener un blog y charlar con personas como tú.
Un abrazo, y gracias.
Gorka, tu niña sí que no es un lugar común. Cuando llegan a la preadolescencia tienden a convertirse en lugares comunes. El ejercicio de la vida social es el aprendizaje de los lugares comunes. Hay muchos que ven en esa etapa de los niños un verdadero paraíso -el único que existiría- en que todavía no existen los lugares comunes. Por eso los niños son tan geniales. Luego el sistema educativo los va limando y convirtiéndolos en gregarios y sociales. Se van adaptando a lo que el sistema quiere de ellos, o si no, el futuro mercado laboral. La niñez es una gozosa y breve excepción, vividla juntos siendo conscientes de su extrañeza y su fugacidad.
ResponderEliminarY sí, yo una noche me cagué en un bosque. Creo que hay pocas cosas tan inquietantes como un bosque en el que estás desorientado a altas horas de la noche. Entendí perfectamente el miedo de don Quijote y Sancho en la aventura de los batanes, en que el criado se cagó en los pantalones y el aroma, no precisamente a ámbar, llegó hasta las narices del héroe.
Saludos.
Me parece que he llegado tarde y no quisiera repetir las mismas ideas haciéndole honor a los lugares comunes. Mientras leía los comentarios, anoté las ideas que me iban surgiendo. Pero según avanzaba la lectura, encontré muchas coincidencias entre lo que yo pensaba y los demás habían dicho, tal vez expresado de una manera más elevada. ¿Un lugar común? No lo sé.
ResponderEliminarLo cierto es que la sociedad es un lugar común. Educamos para satisfacer las necesidades sociales que nosotros mismos creamos como género humano. Finalmente, los alumnos se convierten en lugares comunes (con el respeto que merecen), son diferentes pero los vemos iguales, porque con cada curso se repiten las historias, los problemas y las sanciones. Quizá no coincidan mis pensamientos con la realidad de muchos de los que comentan este post. Si así fuera, me daría gusto. Pensaría que logré escapar (¡qué utopía!) al lugar común que es la palabra: Feliz Año Nuevo.
Hace ya un puñado de años Joselu, discutí con un amigo -antiguo alumno tuyo, también, y uno de mis mejores amigos- sobre la necesidad de encajar en la sociedad. Él defendía la postura "del pie que debe encajar en el zapato" y yo la de "hacer que el zapato se amolde al pie". Concluí, con ensoñación post-adolescente, que mi objetivo era buscar "la exclusividad" en mi manera de conducirme en la vida.
ResponderEliminarAhora, pasados unos buenos quince años de aquello, me pregunto a menudo si acerté en tomar esa decisión, si lo conseguí y si aun habiéndolo conseguido he obtenido el resultado deseado. (Lo cierto es que ya no estoy seguro de nada).
Por supuesto, mi camino no concluye en el punto en el que me encuentro -a veces me siento como si estuviera, de hecho, al principio- y sobretodo me doy cuenta, que aun pensando siempre en Terceras Vías e intentando no caer en tópicos o rutinas, el objetivo sigue siendo hacerme un lugar en el mundo y convertirlo en mi propio lugar común.
A menudo me descubro a mí mismo admitiendo que algunos tópicos -algunos- pese a no gustarme, son realmente ciertos porque son, precisamente, comunes y luchar contra ellos es como tirarse de cabeza, sin casco, contra un muro de piedra. Así que no me queda más remedio que reconocer que para la mayoría de personas esos lugares comunes son nada más y nada menos que su hogar y que intentar sacudirlos, no sólo es inútil, sino que ni siquiera tenemos el derecho de hacerlo.
Lo único que queda es, pues, admitir que cada uno debe encontrar su propio camino y que para algunos, ese camino nos lleva a lo más profundo del bosque.
Esto nos conduce directamente al eterno problema del que siempre camina en la vanguardia del pensamiento: la soledad. Y el dolor, que es el único compañero de esa soledad.
En los últimos años he tenido dosis de ambas, aunque para ser justos mi soledad sólo sea un estado de ánimo pasajero y no una cuestión real y física (pues vivo rodeado de personas que quiero, me quieren y nos preocupamos y ayudamos los unos a los otros). El dolor en cambio... en fin, no quiero convertir mi respuesta en un llanto.
Volviendo al hilo, quizá uno de los mayores momentos de satisfacción personal se dió el día en que mi hermano le reconocía a un tercero que "él (es decir, yo) siempre va un paso por delante". Ironías de la vida: mi hermano tiene trabajo, una casa, pareja, un coche... y yo nada de eso, claro. ¿quién va un paso por delante, pues? Me miro y a veces pienso que sólo soy un vago sin remedio que vive en un mundo de ideas y al que el mundo real se le escapa.
Me ha gustado tu símil del bosque y ¡qué demonios! quizá no soy el Lobo que va a soplar sobre la casa de los tres cerditos y la tirará al suelo, pero veamos si hay cojones y no me cago en los pantalones al ver mi propia sombra...
Me viene al pelo algo que escribí, no sé si lo leíste, pero te lo dejo aquí:
HECHIZOS Y CONTRAHECHIZOS
Un lugar que todos hemos visitado, del que todos conocemos esquinas y recovecos y que pese a estar inmensamente explorado, sigue sembrando en nuestras almas incertidumbre y sí, también el peor de nuestros enemigos: el miedo
Y es que para algunos que nunca acabamos de encontrar nuestro sitio, el único remedio es meternos en lo profundo del bosque, en casa de la bruja... aunque el resultado sea convertirlo en un lugar cómodo más, en el que encontrar descanso. La pregunta es ¿por cuánto tiempo?
Alberto, huir de los lugares comunes ¿cómo hacerlo? ¿cómo hacer una didáctica singular cuando la sucesión de los años nos va planteando situaciones semejantes mientras nosotros somos los mismos? ¿Todo es repetición? Eugeni D'Ors escribió que "Todo lo que no es tradición, es plagio". ¿Qué relación tienen los lugares comunes y la tradición? Pienso que los lugares comunes no se renuevan en absoluto, no implican riesgo, coadyuvan a la convivencia pero son profundamente conservadores y conformistas, imprescindibles pero inmovilistas. La tradición puede ser renovada, aunque vivamos en un tiempo en que las tradiciones solo sirven para las fiestas de los pueblos o el calendario anual de festividades. La tradición sirvió durante mucho tiempo para fertilizar el presente. Ahora, en el ámbito académico, pensamos que cada teoría pedagógica con tintes distintos, cada tendencia renovadora es como un movimiento de vanguardia que echara por tierra todo lo anterior, que estaría poniendo en profunda crisis cualquier concepción preexistente… Y lo cierto, Alberto, es que damos vueltas en círculo, aunque nuestra vanidad nos lleva a pensar que nuestros plagios son la revolución absoluta, hasta que venga alguien y nos diga que lo nuestro está definitivamente caduco.
ResponderEliminarEsteve, leí una novela decepcionante de ese escritor japonés tan sobrevalorado, Haruki Murakami, titulada Kafka en la orilla en que había un episodio sobresaliente en el corazón del bosque en que se perdía el protagonista. He perdido los detalles, pero conservo la impresión de maravilla y laberinto que expresa el bosque a nivel simbólico. Me alegro de que te hayas dado cuenta de mi referencia. Nadie lo había hecho. La vida es como atravesar un bosque. Como la experiencia nos aterra, lo llenamos de cosas, de luces, cortamos sus árboles, nos agrupamos en manada, nos evadimos a paraísos virtuales, nos aferramos a los lugares comunes… para evitar afrontar la soledad del caminante. Podemos hacerlo durante un tiempo, durante toda la vida, pero habrá un momento, más o menos dilatado, en que habremos de quedarnos solos, absolutamente solos, en el corazón del bosque por la noche y ningún lugar común nos podrá ayudar a salir de allí, porque aquel será nuestro punto de llegada y final. Entonces seremos conscientes de que durante toda la vida habíamos estado en el bosque, aunque no lo hubiéramos visto o querido ver, mejor dicho. No sé qué hay en el centro del bosque, supongo que me inspira mucho miedo saberme allí perdido. Huyo de los lugares comunes, aunque a ojos vista mi vida ofrece todos los perfiles de la grisura y la reiteración. Te entiendo.
ResponderEliminarHola Joselu, felicidades. Esto es ot total, pero cuando lo leí, pensé que podría interesarte leerlo, la red tiene tantísimo contenido actualmente y mucho de ese contenido se nos pasa. Y para el caso que no te interese o ya lo hayas visto, la papelera es de las mejores cosas de los navegadores :)
ResponderEliminarAquí está: http://www.slate.com/articles/business/the_dismal_science/2012/01/good_elementary_school_teachers_they_really_can_change_your_life_.2.html
Los yankis tienen unas formas de evaluar un tanto raras, pero en sus investigaciones son inmejorables: una muestra de 2:5 alumnos en 20 años!
Saludos,
Romi, dejo el enlace activo para que quien lo quiera pueda leer EL VALOR AÑADIDO EN LOS PROFESORES
ResponderEliminarUn buen artículo que lleva a cuestionar nuestro valor agregado como profesionales de le educación. Gracias por el enlace.
A mí, como a los perros, me gusta volver allí donde me dan de comer. Eso es un lugar común. Y volveré siempre allí. Y si no, buscaré otros lugares comunes, que los hay.
ResponderEliminarUn abrazo.
Joselu: un comentario corto porque la tendinitis de mi brazo me está matando.
ResponderEliminarNecesito lugares comunes, desde que tuve mi fuerte depresión necesito mis puntos de referencia siempre a mano. Es por eso que no me gusta estar lejos de casa muchos días.
Así y todo, los lugares comunes no siempre son apacibles, a veces hay en ellos aguas turbulentas.
Hay también quien va a lugares pocos comunes, sin darse cuenta. Esa debe ser una forma de felicidad.
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