Esta madrugada me he despertado a las tres muy inquieto, y en seguida me ha venido a la mente el motivo de mi despertar alterado. Pensaba en la clase que tendría que dar ese día a un grupo de tercero de ESO a las doce y media de la mañana. No he podido dormir más y dando vueltas en la cama hacia un lado u otro, intentaba pensar qué podría hacer para reconducir esa clase que sueleser desastrosa, por la hora o por la materia o por las circunstancias que acompañan a uno mismo.No he podido dormir más dominado por la ansiedad que me producía la llegada del nuevo día.
Todo ha ido aceptablemente bien hasta que ha llegado el momento de enfrentarme a ese curso de tercero de ESO ante el cual cualquier sistema está condenado al fracaso. Antes ha venido a vernos una excompañera que ha conseguido la jubilación anticipada por padecer cáncer, felizmente superado. Recuerda la dureza de los cursos a que tuvo que enfrentarse en los últimos años, la dureza y la estructura burocrática del centro que implica reuniones continuamente, actas, valoraciones, programaciones y una política que favorece continuamente a los alumnos más conflictivos que saben que no pueden temer nada del sistema disciplinario.
He llegado y, a pesar de mi buena voluntad, lo más magnánimo que puedo decir es que no ha funcionada nada de lo que había ideado a lo largo de la noche y de los últimos días. ¿Qué actividad hacer a una hora en que están agotados y extenuados? ¿Conseguir un clima de silencio? No sé si se darán cuenta pero esto es una broma porque el silencio es una excepción que les molesta a mis alumnos. Están acostumbrados al rumrum, a las intervenciones de los descarados y graciosos de la clase que provocan una reacción en cadena continuamente. Cualquier actividad fracasa porque a esa hora no están ya para más esfuerzos. Las clases magistrales no funcionan, los ejercicios individuales tampoco porque no están para más trabajos. Hay, por el contrario, magníficos alumnos que necesitarían de un clima de atención y trabajo para poder rendir. Dentro del desorden general adviertes que hay cinco o seis alumnos que siguen la clase, que preguntan incluso, que quieren saber, que merecerían otro ambiente. Los considero heroicos en poder seguir el desarrollo del profesor en medio del caos general. Alguno de estos alumnos es inmigrante marroquí, una muchacha con deficiencias físicas que necesita de asistencia para poderse desplazar, pero, para mi sorpresa, esta muchacha me plantea muchas preguntas interesantes a las que me esfuerzo en contestar. Es la única que pregunta con clara intención y de forma muy certera. El ambiente de la clase no le afecta.
Alguien dijo una vez que los alumnos son como animalicos, que se mueven por ciclos biológicos, o temporales. Y algo de esto he de admitir. Estos alumnos tomados a otra hora son totalmente inofensivos e incluso se pueden hacer cosas con ellos. A la hora en que yo los recojo, por decirlo de alguna manera, es una odisea mantener el ánimo y la moral. ¿Qué puedo pensar después de una clase como esta? Les pregunto. Ellos sin perder la compostura, aunque gritando, me responden que me tome un cortadito, y que cómo están ellos. Cuando quiero hablarles de corazón a corazón, me espetan que si soy afeminado por mi extrema sensibilidad, que lo único que pasa es que es una mala hora.
Nadie de los que teorizan sobre la enseñanza podría dejar de observar una clase de estas características, y yo me pregunto si es lógico tener a unos muchachos de quince años encerrados a contre coeur tantas horas recibiendo información sobre figuras retóricas, la estructura de la oración compuesta, o lo que constituye la esencia de lo literario. Me veo ridículo explicando estas cuestiones que sólo llegan a unos pocos, muy pocos, pero el resto a determinadas horas no están para nada salvo para hundirle la moral, la poca que le queda, al profesor de turno. Cuando comenta esto en la sala de profesores se encuentra rápidamente a otros compañeros que reconocen padecer insomnio muchas noches esperando la jornada laboral del día siguiente. Eso sí tomándoselo con mucho humor. ¿Dar clase? ¿Avanzar materia? ¿Promover la comprensión lectora? Es prácticamente inútil. Lo poco que se puede hacer es minúsculo. No me extrañan los resultados del informe PISA sobre comprensión lectora. Mis alumnos no son capaces de entender la mayor parte de los enunciados de las preguntas que se les hacen, y el clima para ayudarles a resolverlos, les aseguro que no son los más adecuados.
No sé dónde trabajarán otros de mis compañeros que leen el blog. Mi centro está en una barriada muy compleja socialmente, en que la mayor parte del alumnado es inmigrante en difíciles condiciones de subsistencia. El acceso a la cultura es pura ciencia ficción.
¿Qué se puede hacer? Intentar no sufrir, supongo y saber que lo que es imposible es imposible. Pero les aseguro que en estos contextos tan difíciles hay alumnos que luchan por hacerse un hueco, por progresar, por aprender. Supongo que por ellos sobre todo seguimos en la brecha a pesar del insomnio nocturno.
Claro que sí ellos valen tu gran esfuerzo. No te desanimes y piensa con que sólo uno de estos alumnos aproveche tus enseñanzas todo habrá valido la pena. Es triste pensar que la mayoría puede salirse con la suya. Hay que seguir en la lucha y cambiar el insomnio por buenos sueños. Tú ya has recogido muchos frutos como sabemos de tu experiencia pedagógica y entrega profesional a través de esta bitácora. Que tengas un feliz y merecido descanso.
ResponderEliminar¡Hola compañero!, ante todo ¡ole tus cojones!, así de claro de lo digo. Quédate con el último párrafo; quédate con esos a los que sí le haces bien, y sigue luchando por recuperar a los que puedas. Ten en cuenta que esto es coyuntural. Todos hemos tenidos cursos más o menos malos o conflictivos alguna vez y las hemos pasado canutas, pero siempre amanece un nuevo día, y suele ser mejor. A luchar y a quedarte con lo positivo; la sonrisa de algunos,los avances de otros... ¡ánimo compañero!
ResponderEliminarEntiendo a la perfección lo que cuentas. Alguna vez he comentado cómo doy clases en sueños. Mi pareja siempre que lo hago, me dice que trabajo día y noche. A ti te ha ocurrido lo mismo. En sueños, sigues unido a tus alumnos por una especie de cordón umbilical difícil de separar.
ResponderEliminarHay algo que me turba, Joselu. Con los años, he visto cómo muchachos como los que describes, que boicotean cualquier iniciativa, que se muestran reacios a aprender, se vuelven personas responsables cuando abandonan el instituto. Incluso, retoman sus estudios en la escuela de adultos en horario nocturno.
¿Qué estamos haciendo mal?
He visto grupos de diversidad, a los que se les ha montado una programación por talleres de pintura, electricidad, jardinería y otras tareas similares, a los que nadie les habla de adjetivos, ni oraciones compuestas y que, ni así. Ni con ese enfoque profesional, modifican su actitud insolente y descarada.
¿Qué estamos haciendo mal?
Mi hija vio las clases de palabras en el segundo ciclo de Primaria y volvió a verlas en el tercero; ahora comenzará su periplo por el instituto y volverán a desfilar delante de ella sustantivos, adjetivos, sinónimos, sujetos y predicados; para más inri, también verá algo muy parecido en valenciano (aunque ella no lo relacionará porque se lo da un profesor distinto y, por tanto, "no va a ser lo mismo"). También ahora comenzará con el messenger; sin embargo, nadie le ha explicado todavía cómo se manda un correo electrónico o qué formato se utiliza para guardar un texto.
ResponderEliminarNo estoy diciendo que incrementen las horas de competencia digital a costa de las de competencia comunicativa, sino que nuestros currículos están anclados en una sociedad que no existe, la del supuesto almacenaje de información. Ahora los alumnos se aburren por el dejà vu, esa eterna sensación de que cualquier cosa que les contamos en clase o bien la han oído ya, o bien la volveremos a repetir en algún otro curso.
No tengo la solución y reconozco que me pasa como a ti. Sé que hay parches que alivian, como la lectura en el aula, pero en ocasiones no hay nada que hacer, más allá de conseguir que pasen a limpio los análisis sintácticos de oraciones que se repiten año tras año: "Me gusta el jamón", "El profesor entregó la libreta al alumno", etc.
Joselu, todos los docentes sabemos lo que es perder horas de sueño pensando en cualquier problema relacionado con los alumnos, los padres, las clases... todo lo que nos preocupa y ocupa tanto tiempo. A veces la vigilia es fructífera y das con una solución acertada, otras sólo consigues arrastrar el cansancio durante todo el siguiente día, lo que significa una complicación añadida porque para dar clase hay que tener buena salud y la cabeza despejada. Sin embargo, todos hemos ido a trabajar más de una vez afrontando el malestar de una gripe, afonía o resfriado, por no citar casos más graves. Y ahí estamos, al pie del cañón, haciendo de tripas corazón, soportando estoicamente las malas caras, la desgana y los inconvenientes de un horario nada pedagógico. Dar clase a ciertas horas es casi una misión imposible, los alumnos ya están cansados y nada les motiva. Con los pequeños es más fácil, si están cansados tras una clase de EF, por ejemplo,y tenemos Matemáticas, como me ocurre con dos grupos dos tardes a la semana, les dejo tiempo para hacer los deberes, o hacemos cálculo mental, o alguna actividad más ligera, pero no siempre es posible. El tiempo es un serio inconveniente, vamos contrarreloj para cumplir los programas, así que en lugar de estar relajados nos estresamos aún más. Nos bombardean con teorías y papeles absurdos, pero sólo nosotros conocemos la realidad de las aulas. Y la realidad es tan dura como tú la describes, o peor aún. Hoy día prima la situación sociocultural de los alumnos sobre el aprendizaje tal como está establecido. Cada uno es un caso, a veces con serios problemas. ¿Qué se puede hacer teniendo tanto en contra? Ojalá tuviera la respuesta para poder ayudarte. Los métodos son muy personales y suponen un gran esfuerzo de adaptación, pero nada ni nadie te garantiza el éxito. Y acumulamos cansancio, frustraciones, rabia... sabiendo que en otras circunstancias lograríamos mejores resultados. Lo malo es eso, que sabemos cuál es la solución pero nadie nos escucha. No sé qué decirte, la verdad. Te entiendo y te digo lo mismo que Francisco: los alumnos siempre valoran y recuerdan el esfuerzo de acercamiento de los profesores, aunque no quede en su memoria rastro del análisis sintáctico o las obras de Lope de Vega. Si intentaste ayudarles, entenderles, responder a sus preguntas, ya cumpliste con creces tu misión.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, colega. Y adelante siempre, a pesar de todo. Por fortuna, nunca falta un hombro amigo que ayuda a sobrellevar la carga.
No sé que decir. Es una situación que conocemos todos los que nos dedicamos a esto. Quizá lo que hemos hecho mal es que nos hemos vuelto muy vocacionales. En mi último post hablo de eso. Desde luego el buen humor es la mejor de las armas, junto a la naturalidad y la sinceridad... ¡pero es difícil mantener el buen humor y la naturalidad en esas batallas!. Pero vamos por si te sirve de algo: no estás sólo.
ResponderEliminarBueno contaré una experiencia personal..
ResponderEliminarHace algún tiempo tenía problemas con una clase que impartía en la última hora –de 2 a 2.50- , realmente solía enfadarme en aquella clase y llevarme el problema a casa. Era una situación desagradable, pero afortunadamente di con la solución: la hora anterior la tenía libre y decidí salir del instituto y aprovechar esa hora para comer: un quinto de cerveza, un pepito de ternera, una olivas, un café solo.. lo cierto es que volvía a clase satisfecho con la panza llena, en cambio ellos estaban con el estómago vacío, cansados, nerviosos.. yo era consciente de la situación, la de ellos y la mía –saberme en mi posición de ventaja, me dio un ánimo más magnánimo. Lo cierto es que no volví a enfadarme ni soltar reproches en aquella clase. Tuve suerte de tener la hora anterior libre y la suficiente sensatez para no pasarme la hora en la sala de profesores esperando la última hora.
A veces hay soluciones sencillas..
PD. Descarta la idea del cortadito y los dulces, pues empeoraría la situación. Lo suyo es tomar algo sólido: un pepito de ternera, un generoso bocadillo de jamón a la catalana, generosos nada de medio bocadillo... con un cervecita pequeñita o una coca-cola. El café después.
ResponderEliminarPD. Descarta la idea del cortadito y los dulces, pues empeoraría la situación. Lo suyo es tomar algo sólido: un pepito de ternera, un generoso bocadillo de jamón a la catalana, generosos nada de medio bocadillo... con un cervecita pequeñita o una coca-cola. El café después.
ResponderEliminarSi no tomas un poco de distancia creo que te vas a poner enfermo. Relájate que tu no puedes arreglar eso. Explica para la chica esa y los otros cuatro y prescinde de los otros. Un profesor mío de mates, el mejor que he tenido, tenía que aguantar una cosa parecida o peor (un día lo contaré en el blog), y sin embargo para mi fue crucial.
ResponderEliminarQue tendrán los terceros a última hora que tantos quebraderos de cabeza traen?
ResponderEliminarQue nos lo diga Maragall!
Mientras tanto, intenta protegerte, si, protegerte contra el desánimo, la ignorancia y la indiferencia. Como?
Trabajando para los que siguen. Es una cuestión de recursos (los tuyos) que son limitados. Intenta repartirlos de manera que consigas el máximo beneficio en el máximo número de alumnos, porque está claro que a todos, en esas condiciones, no se llega.
Algún día te encontrarás con alguno de éstos alumnos por la calle, y te explicará sus logros, y entonces pensarás que ha valido la pena.
A ver si podemos coincidir en la exposición del Dr. Frikosal.
Saludos solidarios.
El horario, el biorritmo del grupo y la actitud de algunos alumnos a veces son obstáculos insalvables. Es frustrante comprobar que nada de lo ideado funciona, aunque sólo el idearlo e intentarlo te dignifica y ya es en sí una maravillosa práctica educativa. Tendrás que seguir probando (ensayo-error) hasta dar con la fórmula adecuada. Puede que sea el momento de leerles algún relato –aunque agotados como están, se duerman mientras les lees-, de escuchar alguna canción, de leer el periódico, de algún juego lingüístico... Buff, el que encuentre la fórmula, en mí tiene un comprador. Saludos y ánimo, Joselu.
ResponderEliminarY, aunque cueste, aprender a desconectar al menos por las noches: nuestra salud y la de los que nos rodean nos lo agradecerán. A ver si me aplico este último consejo, ja.
Tampoco yo tengo la fórmula magistral, Joselu, pero no me cabe ninguna duda de que hay algo que se está haciendo rematadamente mal. No hay -seguro- una única respuesta; es múltiple. Tengo la certeza. Pero siempre digo que los antiguos BUP y COU -metodológica, pedagógica y presuntamente peores- no producían tanto fracaso, tanta indiferencia y tanto desánimo en alumnos y profesores. Ni aquellos alumnos eran mejores ni estos profesores peores. No. Sin embargo, algo se está haciendo rematadamente mal y, por lo que parece, no acertamos a encontrar soluciones.
ResponderEliminarPues no es lo mismo ver los toros desde una barrera como la mía, de hormigón armado, ya que ni siquiera soy profesor. No obstante, como soy atrevido, ya me conoces, te diré lo que pienso desde esa cómoda barrera.
ResponderEliminarYo pensaría que vale la pena tener insomnio si tengo que cuestionar mi conducta, pero que no puedo tenerlo con la intención de arreglar lo que no está en mi mano arreglar porque no depende de mí. Entre las muchas recetas para vivir que a lo largo de mi vida he tratado de recopilar hay una que me ha servido muchas veces y que me pasó el cocinero Epicteto: Podemos transformar todos los materiales en Oro. Si sales de tu clase un poco mejor de lo que entraste, porque has aprovechado la ocasión para ejercitar tu paciencia, tu mansedumbre, tu compasión y tu bondad, habrás transformado la circunstancia de la clase en oro. Si te permites -ya sé que no lo haces- que la experiencia de la difícil clase te haga salir de ella peor de lo que entraste, porque has consentido que te saquen de tus casillas, te has alterado, has estado impaciente, etc, habrás transformado la clase en barro para ti. La segunda parte de la receta es que una cosa es ser sensible a la situación de los demás para intentar ayudarlos y otra permitir que algo te altere el ánimo, que sería ser esclavo de ese algo. En mi experiencia, la receta funciona y proporciona una inmensa paz. Si uno se porta lo mejor que sabe y puede, nadie puede pedirnos nada más.
Me dirás que eso no resolverá tal vez el problema de tus alumnos, pero transformar la realidad a nuestro gusto no está en nuestras manos. Transformarnos a nosotros mismos siendo nobles y buenos, sí, y esto debería bastarnos para vivir en paz.
Un fuerte abrazo, querido Joselu.
A mí me parece que los horarios son inhumanos para el aprendizaje, que en estos niveles en los que cada profesor y materia requieren atención completa no es normal estar dando y recibiendo clases seis horas, por mucho recreo que se tenga, pienso también que hay una sobrecarga de asignaturas por curso; creo que no hay una correcta atención a la diversidad de alumnos y demasiados alumnos por aula en las circunstancias actuales... O sea, muy mala organización y escasez de recursos.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Animal de Fondo en que todo esto no puede alterar el equilibrio de las personas que realizan un trabajo lo mejor que pueden, y que el insomnio derivado es, a mi parecer, de un exceso de responsabilidad asumida. Un profesor no puede ser el responsable de todos los males de este mundo. La salud física y mental de cada uno es lo primero, siempre.
El centro donde trabajo es un centro normal, e incluso poco conflictivo, pero a veces siento la misma desmoralización.
ResponderEliminarTengo clases en que los alumnos entran bailando, o peleándose, y que durante la clase tienen conversaciones a viva voz que no tienen nada que ver con la clase.
Tardamos 10 minutos o más a empezar, algunos interumpen continuamente, y el grupo aprovecha cualquier excusa para no dar clase.
Yo no paro de apelar a su responsabilidad, a que los conocimientos son necesarios, a que no molesten a los que quieren aprender. Pongo puntos negativos, tengo charlas con ellos, doy amonestaciones... Pero a ellos les da igual.
@Lu: Creo que nosotros no hacemos nada mal. Hacemos lo que podemos con los recursos que nos permiten las leyes. El problema es la ausencia de disciplina. Los chavales tiran hasta donde ven que pueden y ellos saben que no les va a pasar nada... Ellos hacen bien su papel, somos nosotros los que no estamos en nuestro sitio. Pero la solución a esto tendría que venir desde arriba, y los de arriba nos han dejado solos.
En fin, yo siempre recomiendo fortaleza, ánimo y un poco de cinismo, para no tomárselo mal y dormir bien.
Si el grupo es muy conflictivo los expertos recomiendan cambiar de chip, y no intentar lo mismo que exigiríamos a un grupo estándard. Se llega hasta donde se puede con los recursos que nos dan.
Saludos
@frikosal: me gustaría conocer ese relato
ResponderEliminarPues no puedo añadir mucho más a lo que tan acertadamente ya te han dicho. Sólo desearte ánimo, fuerza y suerte para superar la situación, y desde luego reconocer que el mismo hecho de que te estés sintiendo así ya es bastante indicativo de la seriedad y responsabilidad que le 'echas' a tu labor. Quien hace lo que puede no está obligado a más.
ResponderEliminarQuerido JOSELU,
ResponderEliminarCantidad de veces, cuando os leo he pensado, que me hubiera encantado haber sido una profe como vosotros. Eso sí, mi poco raciocinio llega para desear, dar calse a niños de entre los 5 y los 9 años.:))
Cada vez que tengo un juicio al día siguiente y te diré que como mínimo a la semana suelo tener entre dos y cuatro, me paso la noche en blanco. Exactamente igual que la noche que tú describes.
El miedo a lo que puede ocurrir y a la responsabilidad de no hecrlo bien, en mi caso, es lo que me deja en imsomne.
Nunca imaginé que os supusiera tanta angustia dar una clase,
la verdad.
Lo cierto, es que es verdad que tú no puedes hacer más de lo que haces.
En tu caso, lo que te vas a encontrar es previsible y por tanto puedes mentalizarte por delante y como dice Serenus, que ha estado súper divertido en sus comentarios, siempre te puedes tomar un pepito de ternera que te de fuerzas para aguantar.
Centrar tu mirada en esos cuatro o cinco que les interesa lo que les vas a decir y como la niña con deficiencias de la que hablas, abstraerte del resto.
Ya, ya sé que es muy fácil decirlo..
Hay gente, que sabe tomar distancia, a mi en general también me cuesta horrores y casi siempre muero en el intento. Quizá por eso me encantan los blogs, es mi manera de desconectar y trasladarme a ratitos a otro mundo, en el que uno dice lo que le apatece, con pocas consecuencias, caso de equivocarte.
Así que ánimo, tómate una menta con valeriana antes de meterte en la cama y sueña que al día siguiente en tu clase de 20 cafres y 5 cielos, sólo vas a ver a esos 5 y ellos a ti.
Muchos besos
P.D. Que sepas, que mi sangre tiene un 75% de valeriana y menta: :))
Hola, Joselu.
ResponderEliminarYo no me despierto aún a las 3 de la mañana, pero sí a las seis, y sueño con el colegio cada día o cada dos.
Siento afirmar lo contrario que Frikosal, al margen de su maravillosa foto de Rapa Nui con el cielo nocturno azulado, y es que somos profesores o maestros para todos. Para los que escuchan y también para los que no. Cada uno parte desde un nivel de conocimiento, disciplina, etc, y ese es el principio del camino. Hasta dónde se llega?. En educación especial he aprendido a observar aprendizajes y avances microscópicos. Y te aseguro que el esfuerzo invertido para lograr ese pequeño avance no es precisamente escaso. Quizá no serán apasionados de la literatura, pero seguro que les aportas algo que tiene repercusión, mayor o menor, en su vida.
Y por supuesto que son como animalicos. Tanto como tú y como yo. Animalicos como un escarabajo o un sapo. Apenas diferentes, antropocentrismos aparte.
Un fuerte abrazo y mucho ánimo.
Entiendo perfectamente lo que dices: yo también he pasado la noche en blanco pensando en esas clases-muros impenetrables que no hay forma de traspasar. Recuerdo, entre otros, unos Procesos de comunicación de
ResponderEliminar2º ESO: sólo me aliviaba que eran clases de dos horas semanales y a
2ª hora. Un tercio de rumanos y búlgaros sin castellanizar, otro tercio de latinos a su vez subdivididos en bandas rivales y, el tercio restante, españolitos con pocas ganas de trabajar. En total, 27 joyas.La mayoría, además, con ganas de reventarle la clase a la nueva. Me salvaba la clase una niña rumana encantadora y amable y un latin king antisistema pero lector ingatigable que dejaba a los demás con la boca abierta por haber sido capaza de haber leído tantos libros. Como la asignatura daba para hacer el sayo de mi capa que yo quisiera, me pasé el curso alternando la lectura con ejercicios que tenían como referencia los medios de comunicación. Algunos se fueron dando de baja a lo largo del curso; otros cedieron un poco en el afán reventador...El caso es que, aunque ahora lo veo con distancia, tuve una sensación de angustia e impotencia mjuy parecida a la que tú describes. Esto va por hornadas: quizá te sorprendan a lo largo del curso o tú seas capaz de aceptarlo de otra forma que no te dañe tanto. A veces pienso cómo es posible que aguanten tanto enganchados al pupitre: un profesor detrás de otro, una hora detrás de otra, un año tras otro (y, como dice Antonio: otra vez el sustantivo, otra vez el sintagma nominal, otra vez los elementos de la comunicación..¡Qué perversidad de programa!)
Absoluta y totalmente de acuerdo contigo, Joselu. Comparto contigo, pues, alguna que otra noche de insomnio y de horas pensando cómo tirar con un grupo o al menos con un puñadito de chavales. Como otros compañeros y como algunos de los comentaristas.
ResponderEliminarPoca solución veo, teniendo que enfrentarnos a lo administrativo y las cabezas pensantes de las inspecciones (que mi padre, que lleva casi 40 años de servicio, llamó toda la vida "desertores de la tiza").
Sólo mantener a salvo nuestra salud mental, recordarnos que hay que dejar espacio para nuestra vida, aficiones o lo que se nos eche por delante. Que nos nos venzan ni nos coman el terreno. Podemos y por algunos -pocos- merece la pena.
Y el tiempo dirá. Esta situación, a mis ojos, es insostenible.
Saludos.
Sorpréndelos, pon gregoriano o similar, amenaza con no quitarlo hasta que permanezcan en silencio y estén preparados para dar la clase.
ResponderEliminarExige silencio, es tu lugar de trabajo y tienes derecho a trabajar en condiciones óptimas.
Si ellos te fastidian, fastídialos tú más.
¡Tienes el poder de mando, ERES EL PROFE, pero mejor que eso, eres más viejo! ("Más sabe el diablo por...")
No pierdas el sueño, el resto de tus alumnos te necesitan.
Y no olvides sonreir.
Ya casi no tengo nada diferente que decirte, así es que me sumo con más fuerza a la reflexión de Animal, y a ti te mando un abrazo más fuerte incluso...
ResponderEliminarHe comenzado, Joselu, a comprender... No lo he conseguido hasta que he tenido la "oportunidad" de experimentar que era incapaz de marcar ninguna dirección en una clase de Recuperación de 1º de ESO que me tocó el curso pasado. Ha sido mi peor experiencia como profesora... Me planteé abandonar, buscar otro camino... Llegué a contar con la posibilidad de que se me hubiera acabado la energía (y no sé si la vocación, Serenus...). Afortunadamente, llegó junio. Pero ya no soy la misma, y cada vez comprendo más situaciones como la que describes, profesores cansaaaaaaados, "desafectados", desmotivados... ¡igual que los adolescentes! Como también te dicen en algún comentario, me pregunto qué hemos hecho...
Sugiero que nos jubilen a los cincuenta y cinco, como los bomberos, que nadie sabe cuánto amianto hace falta para no salir ardiendo todas las mañanas.
¡El abrazo fuerte!
Te sigo leyendo y tus razonamientos me gustan siempre. Sigue así porque el que siembra, recoge. Un abrazo Lola
ResponderEliminarTienes todo la razón del mundo. En este post me he visto reflejado. A mí me pasa igual. No se parece en nada una clase a primera hora, con otra y con los mismos alumno, a las últimas horas. Esto por una parte. Pero luego está la segunda cuestión. ¿Qué hacen ahí ciertos alumnos, objetores del sistema de educación, dispuestos a reventar sistemáticmanete las clases? ¿Y qué hacemos con aquellos alumnos y alumnas que sí desean una enseñanza? Creo que ambos son incompatibles, pero la Admisnistración y nuestros legisladores miran hacia otro lado. Sólo nos queda la sensación de que vale la pena sufrir ciertas clases aunque sólo sea por un par de alumnos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para animar más el cotarro: "La educación obligatoria hasta los 18 años irrumpe en el debate educativo".
ResponderEliminarLa educación obligatoria hasta los 18 va muy bien para aligerar las listas de paro. Ya lo dijo Zapatero: "contra la crisis, pedagogía"
ResponderEliminarpues ale..
Todos coincidimos, no hay soluciones mágicas.
ResponderEliminar¿Y qué les parece el globo sonda del ministro? los chicos hasta los dieciocho en el instituto.
Saludos y ánimos que los necesitamos todos.
Debo de darle las gracias por el mantenimiento y la existencia de su blog. Lo descubrí el año pasado, por casualidad, tras aprobar las oposiciones e intentar saber que es lo que ocurría dentro de las aulas actuales, puesto que de las antiguas sólo conservo el recuerdo de mi infancia y adolescencia.
ResponderEliminarTuve un profesor de filosofía que marco el ideal de lo que debería de ser un docente. Ahora descubro que probablemente ese profesor era tan majo y tan maravilloso con nosostros porque nosotros, los alumnos, éramos corteses, amables y cariñosos con él. Digo esto porque este mes ha sido mi trabajo en un aula de Secundaria y tenía el recuerdo de ese profesor cuando intentaba impartir las clases.
Hay días que los alumnos me han defraudado mucho. He llegado a pensar que resulta imposible poder tener una relación cordial con éllos, e incluso lo he llegado a pasar mal.
Ahora entiendo porqué muchos profesores entran con caras avinagradas en las aulas. Yo no soy de tener la cara avinagrada en mi vida corriente y normal, pero, al parecer, se ve que hay alumnos que sólo se aplacan con los gritos, las amonestaciones... Es muy triste... He llegado a la conclusión que hay tres tipos de alumnos: los que quieren estudiar y son brillantes, los que no son muy inteligentes, pero son correctos y amables, por los que el profesor se puede desvivir en su tarea docente..., y luego están los casos imposibles.
Hubo momentos en que yo sólo he dado clase a aquellos alumnos que querían escucharme ignorando al resto de sus compañeros, marginándolos. Sé que suena duro, pero se me pasaba por la cabeza que era totlamente injusto que unos pocos alumnos se echaran a perder porque unos cuantos no querían ni estudiar ni atender.
Un saludo y gracias por el blog.
Con los alumnos dificiles lo que a mi me funciona muy bien es quitarles puntos cada vez que cometen alguna indisciplina pero también permitiendoles que los recuperen exponiendo temas ante el grupo.
ResponderEliminarEs verdad que muchos de ellos son héroes y tienen un gran mérito por sobrevivir y trabajar en esos ambientes.
ResponderEliminarPero estos insomnios que pasamos nos pasan una factura personal y de salud que puede destrozarnos la vida si abundan y se prolongan en el tiempo.
Suerte compañero y desconecta todo lo que puedas.
Qué montón de buenazos te escriben Joselu!!
ResponderEliminarA mí también me parecen héroes esos chavales que sobreviven y atienden en esas clases tan conflictivas sin desmoronarse.
El que merezca la pena bregar con insomnios e impactos negativos en nuestra salud física y social: eso es otro cantar.
Suerte compañero.