Blog poliédrico que no cree que haya una versión canónica de la realidad y que asume la contradicción flagrante como sistema de interpretación del mundo.
Soy del los que creen que esta fue su mejor época. Creo que a su otra época, la posterior, no valora tanto lo de "guardar silencio cuando no se puede hablar de una cosa". Cuando no podemos hablar de una cosa es que la desconocemos, pero no porque no tengamos palabras para referirnos a ellas (segunda época), sino porque nos falta la sapiencia definida. Uno no puede hablar del comportamiento de la juventud en un aula, sino ha vivido la situación.
Los hechos no se pueden cambiar, ciertamente, pero si aceptas los que te desagradan eres partícipe, aún a sabiendas de que no cambies nada. Las cosas no cambian de golpe, lo hacen lenta y paulatinamente, pero para que cambien hemos de poner el grano de arena. Esta manera de pensar corresponde a una época que es, a mi modo de ver, de lo menos convincente. "Acepto los hechos, si, no tengo más remedio, pero no comulgo con ellos", sería mi frase. Un abrazo y un placer
La idea de Wittgenstein necesita de contextos para ser comprendida y aquilatada. Ciertamente las cosas se están transformando permanentemente. Nos guste o no. Yo era profesor de literatura en los ochenta y noventa con un notable éxito entre mis alumnos que apreciaban la literatura como un arma de combate en su adolescencia. Yo les daba dinamita para crecieran autónomamente. Sin embargo, llegó la LOGSE y el nuevo siglo y la literatura prácticamente desapareció del panorama educativo, unido a que a los jóvenes les dejó de gustar leer. Todo lo que había vivido, todos los estímulos que había experimentado dejaron de servir. Era profesor de lengua y no de literatura. Mi sentido vital se vino abajo. Los libros habían dejado de ser significativos y nos devoró la tecnología poco a poco. Este proceso para mí fue una enfermedad bastante grave y caí en depresión varios años. Es difícil de entender para alguien de fuera. Yo había sido un profesor experimentador y me convertí en un profesor clásico aburrido. No podía soportarlo. Sin embargo, al final de mi carrera como profesor logré darle la vuelta precisamente mediante la tecnología y volví a ser un profesor puntero y creativo. Antes no tenía los medios. Aceptar los hechos, la nueva realidad de la literatura, me supuso un proceso muy doloroso. Hubo muchos profesores que se readaptaron fácilmente. A mí el proceso de aceptar la realidad me supuso crisis de las que prefiero no acordarme demasiado. Terminé aceptando la realidad y aproveché las nuevas armas que me daba la tecnología. Mi final de trayecto fue muy positivo y estimulante. A veces la aceptación de la realidad no es fácil, esos hechos nos desmontan y perdemos totalmente el norte. Todo cambio implica adaptación inevitable. Y en los últimos años hemos vivido cambios muy profundos en todos los sentidos. A veces en los blogs se proyectan voces valiosas de generaciones que miran con nostalgia un mundo ya ido y no encuentran el modo de encajar con el presente. El lenguaje delata nuestras contradicciones y nuestro modo de ver el mundo. Un abrazo muy sentido, Miquel.
Está claro que no podemos cambiar muchos grandes hechos de la vida, y eso hay que asumirlo. Lo que sí se podría cambiar (en algunas circunstancias) es la actitud para afrontarlos. Por eso me he acordado de un acontecimiento, creo que mañana se estrena el documental que rodó Jordi Evolé con su amigo Pau Donés, (“Eso que tú me das”) como testimonio de sus últimas horas de vida.
Aceptar la muerte, no existe mayor aceptación que esa… hay culturas que parecen haberse preparado bien para el momento. Los occidentales nos enfrentamos a ese hecho de una manera incómoda, puede que angustiosa, pero siempre hay ejemplos a nivel individual, que lo aceptan sin dramatismo, caso de Pau… es difícil. Un abrazo, Joselu.
La idea de Wittgenstein es tan conformista aparentemente como revolucionaria. Tú recoges el guante y lo proyectas sobre algo tan simple como nuestra realidad humana de seres finitos y la aceptación de ese hecho tan luminoso como desconsolador. Todo lo que vive, muere. Todo lo que hemos edificado desaparece, salvo que seas Shakespeare o Valle Inclán. Somos seres en tránsito. Pero parece que toda nuestra cultura se obsesiona con hacer desaparecer esa realidad amontonando basura banal que nos distrae, y cuando la muerte llega, no se la celebra sino que se la contempla como un absurdo latoso del que queremos pasar rápidamente para volver a la banalidad cotidiana. Eso, claro, cuando la muerte es de otro. La nuestra ya la viviremos y será, si hay condiciones, una experiencia cenital. Somos seres para la muerte, pero lo ocultamos cuidadosamente para que no nos oscurezca la idea de placer sin final. Toda la ideología positiva que nos abruma elude vergonzosamente la muerte que aparece como hueco oscuro. Y sí, ciertamente, hay culturas que viven la muerte de un modo muy diferente al nuestro occidental. O personas que como Pau Donés crecen espiritualmente y afrontan esas horas últimas con íntima sabiduría. Un abrazo. Paco.
Si la vida te da la espalda, tócala el culo.." Decía el afamado filósofo japonés "Niquito Nipongo". En mi dilata existencia de más de medio siglo, donde he tenido muchísimos problemas y muy gordos, pero mucho… he llegado a la conclusión que casi todo es solucionable y que la mayoría de la veces es más el miedo a las cosas que el mal intrínseco de las mismas. Cuando los cursos de ventas se llamaban cursos de ventas y no coaching y esas tonterías que les denominan ahora para subir la tarifa, hice uno muy bueno tenía diez postulados, el primero, antes de nada, antes de conocer el producto y de todo lo demás, decía:
"Adopte una actitud mental de triunfo"
No decía que la tuvieses, sino que la adoptases, importante matiz ya que la voluntad es muy importante para todo. A nadie nos soluciona nadie nada, por lo menos a mí. Por eso es importante cuando vas a intentar solucionar algo acometerlo con actitud positiva, es la mitad de la solución, creo yo.
Para lo demás, pues si hace sol y nos quema nos ponemos a la sombra; si hace frio, pues tomamos el sol, digo yo. Hay pocas cosas sin solución si adoptamos la disposición adecuada para resolverla o para soportarla sin sufrimiento.
Leer biografías de triunfadores, de gente que ha superado los obstáculos con raciocinio y decisión ayuda, a mí por lo menos.
A mí en cambio me gustan las biografías de pesimistas, suicidas y fracasados, eso sí, yendo unida su visión desolada del mundo a un cierto humor e ironía. O, en todo caso, a cierta ternura. Está claro que no serviría para vender camiones ni estufas a los esquimales jajaja. Un saludo.
De los fracasos las personas inteligentes adquieren experiencias. Eso decía un japonés, tal Toyoda, (está bien escrito), que hizo una pequeña empresa de la nada, una empresa de coches que se llama Toyota. Su visión era que no había nunca fracasos, decía: "Hemos ganado experiencia" y parece ser que el tio este era listo y no le fue mal, casi seguro que tenía antecedentes de Burgos, de Gamonal en concreto. Un salido, digo un saludo.
Coincido con la frase, si no puedes hacer nada para cambiar las cosas mejor dejarlo que darte golpes contra una pared. Y entiendo lo que comentas Joselu, cuando pusieron patas arriba lo que era tu trabajo, y sólo te quedo aceptarlo y finalmente acomodar esa imposición a lo que tú querías hacer, porque el desgaste de luchar esas batallas, cuando realmente eres consciente de que están perdidas, no merece la pena creo yo. Un abrazo.
Pienso que has sintetizado bien la cuestión. Negar los hechos, no adaptarse a los cambios produce angustia, y, aunque no nos guste lo que cambia porque niega los fundamentos de tu mundo anterior, no queda otro remedio porque la alternativa es la enfermedad. Hay, eso sí, algunas personas que puede protagonizar cambios profundos con su acción -sean buenos o malos-, son capaces de transformar la historia, pero no es ese mi caso. En el mejor de los casos, podrás inspirar a algunas personas, es lo que me sucedió con mis alumnos: alguno me ha reconocido que le fui inspirador. Es ese el mejor elogio que me han hecho. Adaptarse o morir. Un abrazo, Ana.
Esa rebelión interior está en lo más íntimo de nosotros pero en cierta manera es inútil si queda en el ámbito individual. Pocos hombres pueden transformar la historia, la historia la transforman las masas sociales -esa era la teoría clásica hasta que las masas fueron domesticadas creyendo a la vez que son libres-. Pero yo soy profundamente individualista y tendente a la soledad. Me rebelo pero eso significa pesar. Ni siquiera leo las noticias porque me afligen. La rebelión íntima es problemática, pero lo has interpretado muy bien. En cuanto a mi final de etapa, he de reconocer que fue brillante tras más de doce años de postración. Ese es el recuerdo que me ha quedado, y no es malo. Saludos, JLO.
Fijate JOSELU lo que decía Wuittgenstein: "hay guardar silencio cuando no se puede hablar de una cosa", esta es la raíz de la frase que nos insertas. Tu nos indicas que: "...Yo era profesor de literatura..." , y a lo que voy, es evidente que yo podré hablar de El Quijote, lo he leído, si, pero eso no garantiza que si he de dar una explicación sobre él lo haga como tu, porque tu tienes los conocimientos necesarios, tu SI que puedes hablar de Alonso Quijano, de los simbolismos, de Cervantes, su época, de las comparanzas de Sancho; yo no, yo sólo puedo dar mi opinión personal, poco más.
Y permíteme que vaya más allá y te ponga de ejemplo. "No puedo cambiar el mundo", tal como suena, y esa circunstancia es que por una cosa o por otra no estoy autorizado a hablar de El Quijote a nivel intelectual (si a opinar, por supuesto), por más palabras que haya para poder hacerlo sin temor a errar en su significado.
Tengo claro que uno puede opinar de todo con mesura, si, pero sólo debe de hablar de lo que sabe, y habremos de aceptar el hecho de que no estamos capacitados para hablar de todo (otra cosa, insisto es la opinión personal), porque no lo sabemos todo.
Lo cierto es que si habláramos solo de lo que conocemos en profundidad, estaríamos callados todo el tiempo y no sería mala situación porque en la actualidad, todo el mundo opina sobre cualquier cosa creyéndose experto. Cada vez valoro más el silencio, dicen que es el mejor regalo que se puede hacer a una persona a la que se quiere.
En cuanto a El Quijote no soy Francisco Rico pero me he dedicado intensamente a su estudio a nivel de bachillerato, no universitario. Es una obra inabarcable por su densidad vital. Con Shakespeare y Dante forma Cervantes una triada inalcanzable. Y pensar que no sabemos apenas casi nada dé él...
Pero los blogueros hablamos como descosidos, nos gusta darle a la lengua, jajaja. Un saludo afectuoso, Miquel.
Tuve un profesor, muy bueno por cierto, en Teología, que daba Geografía del Antiguo testamento. Una asignatura realmente guapa; y a lo que voy, siempre hablaba de la conversación entre los dos jamelgos, Babieca (Cid) y Rocinante (Alonso Quijano).
Es un poema satírico que lo recitaba con devoción:
Diálogo entre Babieca y Rocinante -¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
Como no nos queda otra que aceptarlos, no podemos cambiar los hechos del mundo. Agotador. Quizás sólo podamos proyectarnos sobre ellos y ahí cada uno corra con su suerte, su aptitud, su inteligencia.
Sí, no queda más, los hechos son los que son, nos gusten o no. Un ejemplo tonto, todo mi barrio está levantado para hacer carriles bici eliminando muchísimos puestos de aparcamiento. El coche es el enemigo. Y aparcar es terriblemente complicado, pero todo se ha de adaptar para los jóvenes con patines que, de paso, van por donde quieren. Rebelarse es inútil y habremos de adaptarnos a los carriles bici. Es una tontería el ejemplo pero es indicativo de lo que es la adaptación y la rebeldía íntima.
Creo que aceptar no es resignarse. resignarse implica el sometimiento paciente y pasivo. Aceptar es reconocer lo que hay y su fuerza y en función de eso intentar transformarlo. Yo no pudo luchar contra un aguacero pero entre quedarme expuesto al chaparrón y abrir un paraguas o ponerse un impermeable hay diferencias. El que los hechos nos superen y esté fuera de nuestro control a aceptarlos pasivamente sin luchar con nuestras limitadas armas hay una diferencia Un abrazo
Entiendo bien tu punto de vista, pero me doy cuenta de que el ejemplo del chaparrón no es exportable como ejemplo por lo evidente que resulta protegerse con un paraguas o un impermeable. Sin embargo, hay fuerzas tan potentes que se imponen ante las que no es posible la lucha ni siquiera con nuestras limitadas armas porque no las hay. Si has leído mi historia como profesor de literatura, hay un momento en que me quedo sin armas y me convierto en un monigote a merced de las circunstancias que me aplastan y no puedo hacer nada. No hay paraguas ni impermeable, solo convertirse en un profesor adocenado que detesto. Tuvo que venir la revolución digital para que doce años después yo pudiera reaccionar y pasar al contrataque con éxito, pero hubo una larga década en que yo estuve desarbolado, sin paraguas y sin impermeable. Hay ocasiones en que la realidad es tan fuerte y tan desoladora que no queda sino la resignación, lo que no quiere decir que lo aceptes en tu fuero íntimo, pero no hay armas disponibles. Pienso en tantas cosas que no pueden cambiarse. Los campos de refugiados por ejemplo. La sequía del Sahel fruto del cambio climático. El declive de la libertad, la destrucción de la Amazonia, la eliminación de la intimidad... Puede haber elementos de resistencia pero a uno fundamentalmente le queda la resignación. Ya viste a Greta Thunberg y el odio mundial que desató su lucha. Es terrible enfrentarte a tu tiempo si no eres un héroe y yo no lo soy. Pero en este reconocimiento de que no se es un héroe, está la derrota, la resignación. En Alemania cuando subió Hitler al poder había un treinta por ciento de la población que votaba a la izquierda y que fueron aplastados sin que pudieran hacer nada. Nada. Un abrazo.
A otros nos interesa interpretar los hechos mundanos aún a sabiendas que cada interpretación revelará el juego del interpretador. Ahí precisamente radica la gracieta, en su diversidad....como ocurre con los guisos.
Soy del los que creen que esta fue su mejor época. Creo que a su otra época, la posterior, no valora tanto lo de "guardar silencio cuando no se puede hablar de una cosa". Cuando no podemos hablar de una cosa es que la desconocemos, pero no porque no tengamos palabras para referirnos a ellas (segunda época), sino porque nos falta la sapiencia definida.
ResponderEliminarUno no puede hablar del comportamiento de la juventud en un aula, sino ha vivido la situación.
Los hechos no se pueden cambiar, ciertamente, pero si aceptas los que te desagradan eres partícipe, aún a sabiendas de que no cambies nada.
Las cosas no cambian de golpe, lo hacen lenta y paulatinamente, pero para que cambien hemos de poner el grano de arena. Esta manera de pensar corresponde a una época que es, a mi modo de ver, de lo menos convincente.
"Acepto los hechos, si, no tengo más remedio, pero no comulgo con ellos", sería mi frase.
Un abrazo y un placer
La idea de Wittgenstein necesita de contextos para ser comprendida y aquilatada. Ciertamente las cosas se están transformando permanentemente. Nos guste o no. Yo era profesor de literatura en los ochenta y noventa con un notable éxito entre mis alumnos que apreciaban la literatura como un arma de combate en su adolescencia. Yo les daba dinamita para crecieran autónomamente. Sin embargo, llegó la LOGSE y el nuevo siglo y la literatura prácticamente desapareció del panorama educativo, unido a que a los jóvenes les dejó de gustar leer. Todo lo que había vivido, todos los estímulos que había experimentado dejaron de servir. Era profesor de lengua y no de literatura. Mi sentido vital se vino abajo. Los libros habían dejado de ser significativos y nos devoró la tecnología poco a poco. Este proceso para mí fue una enfermedad bastante grave y caí en depresión varios años. Es difícil de entender para alguien de fuera. Yo había sido un profesor experimentador y me convertí en un profesor clásico aburrido. No podía soportarlo. Sin embargo, al final de mi carrera como profesor logré darle la vuelta precisamente mediante la tecnología y volví a ser un profesor puntero y creativo. Antes no tenía los medios. Aceptar los hechos, la nueva realidad de la literatura, me supuso un proceso muy doloroso. Hubo muchos profesores que se readaptaron fácilmente. A mí el proceso de aceptar la realidad me supuso crisis de las que prefiero no acordarme demasiado. Terminé aceptando la realidad y aproveché las nuevas armas que me daba la tecnología. Mi final de trayecto fue muy positivo y estimulante. A veces la aceptación de la realidad no es fácil, esos hechos nos desmontan y perdemos totalmente el norte. Todo cambio implica adaptación inevitable. Y en los últimos años hemos vivido cambios muy profundos en todos los sentidos. A veces en los blogs se proyectan voces valiosas de generaciones que miran con nostalgia un mundo ya ido y no encuentran el modo de encajar con el presente. El lenguaje delata nuestras contradicciones y nuestro modo de ver el mundo. Un abrazo muy sentido, Miquel.
EliminarEstá claro que no podemos cambiar muchos grandes hechos de la vida, y eso hay que asumirlo. Lo que sí se podría cambiar (en algunas circunstancias) es la actitud para afrontarlos. Por eso me he acordado de un acontecimiento, creo que mañana se estrena el documental que rodó Jordi Evolé con su amigo Pau Donés, (“Eso que tú me das”) como testimonio de sus últimas horas de vida.
ResponderEliminarAceptar la muerte, no existe mayor aceptación que esa… hay culturas que parecen haberse preparado bien para el momento. Los occidentales nos enfrentamos a ese hecho de una manera incómoda, puede que angustiosa, pero siempre hay ejemplos a nivel individual, que lo aceptan sin dramatismo, caso de Pau… es difícil.
Un abrazo, Joselu.
La idea de Wittgenstein es tan conformista aparentemente como revolucionaria. Tú recoges el guante y lo proyectas sobre algo tan simple como nuestra realidad humana de seres finitos y la aceptación de ese hecho tan luminoso como desconsolador. Todo lo que vive, muere. Todo lo que hemos edificado desaparece, salvo que seas Shakespeare o Valle Inclán. Somos seres en tránsito. Pero parece que toda nuestra cultura se obsesiona con hacer desaparecer esa realidad amontonando basura banal que nos distrae, y cuando la muerte llega, no se la celebra sino que se la contempla como un absurdo latoso del que queremos pasar rápidamente para volver a la banalidad cotidiana. Eso, claro, cuando la muerte es de otro. La nuestra ya la viviremos y será, si hay condiciones, una experiencia cenital. Somos seres para la muerte, pero lo ocultamos cuidadosamente para que no nos oscurezca la idea de placer sin final. Toda la ideología positiva que nos abruma elude vergonzosamente la muerte que aparece como hueco oscuro. Y sí, ciertamente, hay culturas que viven la muerte de un modo muy diferente al nuestro occidental. O personas que como Pau Donés crecen espiritualmente y afrontan esas horas últimas con íntima sabiduría. Un abrazo. Paco.
EliminarSi la vida te da la espalda, tócala el culo.." Decía el afamado filósofo japonés "Niquito Nipongo".
ResponderEliminarEn mi dilata existencia de más de medio siglo, donde he tenido muchísimos problemas y muy gordos, pero mucho… he llegado a la conclusión que casi todo es solucionable y que la mayoría de la veces es más el miedo a las cosas que el mal intrínseco de las mismas.
Cuando los cursos de ventas se llamaban cursos de ventas y no coaching y esas tonterías que les denominan ahora para subir la tarifa, hice uno muy bueno tenía diez postulados, el primero, antes de nada, antes de conocer el producto y de todo lo demás, decía:
"Adopte una actitud mental de triunfo"
No decía que la tuvieses, sino que la adoptases, importante matiz ya que la voluntad es muy importante para todo. A nadie nos soluciona nadie nada, por lo menos a mí. Por eso es importante cuando vas a intentar solucionar algo acometerlo con actitud positiva, es la mitad de la solución, creo yo.
Para lo demás, pues si hace sol y nos quema nos ponemos a la sombra; si hace frio, pues tomamos el sol, digo yo. Hay pocas cosas sin solución si adoptamos la disposición adecuada para resolverla o para soportarla sin sufrimiento.
Leer biografías de triunfadores, de gente que ha superado los obstáculos con raciocinio y decisión ayuda, a mí por lo menos.
Un saludo.
A mí en cambio me gustan las biografías de pesimistas, suicidas y fracasados, eso sí, yendo unida su visión desolada del mundo a un cierto humor e ironía. O, en todo caso, a cierta ternura. Está claro que no serviría para vender camiones ni estufas a los esquimales jajaja. Un saludo.
EliminarDe los fracasos las personas inteligentes adquieren experiencias. Eso decía un japonés, tal Toyoda, (está bien escrito), que hizo una pequeña empresa de la nada, una empresa de coches que se llama Toyota. Su visión era que no había nunca fracasos, decía: "Hemos ganado experiencia" y parece ser que el tio este era listo y no le fue mal, casi seguro que tenía antecedentes de Burgos, de Gamonal en concreto.
EliminarUn salido, digo un saludo.
Indudablemente cierto lo dicho.
ResponderEliminarQue bueno DANIEL verte por aquí.
ResponderEliminarAbrígate que en tu tierra ya hace fro, seco, pero frío al fin y al cabo.
Cuidate ¡¡¡
Coincido con la frase, si no puedes hacer nada para cambiar las cosas mejor dejarlo que darte golpes contra una pared. Y entiendo lo que comentas Joselu, cuando pusieron patas arriba lo que era tu trabajo, y sólo te quedo aceptarlo y finalmente acomodar esa imposición a lo que tú querías hacer, porque el desgaste de luchar esas batallas, cuando realmente eres consciente de que están perdidas, no merece la pena creo yo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pienso que has sintetizado bien la cuestión. Negar los hechos, no adaptarse a los cambios produce angustia, y, aunque no nos guste lo que cambia porque niega los fundamentos de tu mundo anterior, no queda otro remedio porque la alternativa es la enfermedad. Hay, eso sí, algunas personas que puede protagonizar cambios profundos con su acción -sean buenos o malos-, son capaces de transformar la historia, pero no es ese mi caso. En el mejor de los casos, podrás inspirar a algunas personas, es lo que me sucedió con mis alumnos: alguno me ha reconocido que le fui inspirador. Es ese el mejor elogio que me han hecho. Adaptarse o morir. Un abrazo, Ana.
EliminarQue difícil esa frase. Uno lo acepta porque no se puede cambiar pero se rebela íntimamente. Sirve eso? Ni idea.
ResponderEliminarY también leí lo de tu trabajo, es difícil el rehacerse de cero cuando ya hiciste un camino largo. No sé como lo lograste, te felicito. Saludos!
Esa rebelión interior está en lo más íntimo de nosotros pero en cierta manera es inútil si queda en el ámbito individual. Pocos hombres pueden transformar la historia, la historia la transforman las masas sociales -esa era la teoría clásica hasta que las masas fueron domesticadas creyendo a la vez que son libres-. Pero yo soy profundamente individualista y tendente a la soledad. Me rebelo pero eso significa pesar. Ni siquiera leo las noticias porque me afligen. La rebelión íntima es problemática, pero lo has interpretado muy bien. En cuanto a mi final de etapa, he de reconocer que fue brillante tras más de doce años de postración. Ese es el recuerdo que me ha quedado, y no es malo. Saludos, JLO.
EliminarFijate JOSELU lo que decía Wuittgenstein: "hay guardar silencio cuando no se puede hablar de una cosa", esta es la raíz de la frase que nos insertas.
ResponderEliminarTu nos indicas que: "...Yo era profesor de literatura..." , y a lo que voy, es evidente que yo podré hablar de El Quijote, lo he leído, si, pero eso no garantiza que si he de dar una explicación sobre él lo haga como tu, porque tu tienes los conocimientos necesarios, tu SI que puedes hablar de Alonso Quijano, de los simbolismos, de Cervantes, su época, de las comparanzas de Sancho; yo no, yo sólo puedo dar mi opinión personal, poco más.
Y permíteme que vaya más allá y te ponga de ejemplo. "No puedo cambiar el mundo", tal como suena, y esa circunstancia es que por una cosa o por otra no estoy autorizado a hablar de El Quijote a nivel intelectual (si a opinar, por supuesto), por más palabras que haya para poder hacerlo sin temor a errar en su significado.
Tengo claro que uno puede opinar de todo con mesura, si, pero sólo debe de hablar de lo que sabe, y habremos de aceptar el hecho de que no estamos capacitados para hablar de todo (otra cosa, insisto es la opinión personal), porque no lo sabemos todo.
Un abrazo
salut
Lo cierto es que si habláramos solo de lo que conocemos en profundidad, estaríamos callados todo el tiempo y no sería mala situación porque en la actualidad, todo el mundo opina sobre cualquier cosa creyéndose experto. Cada vez valoro más el silencio, dicen que es el mejor regalo que se puede hacer a una persona a la que se quiere.
EliminarEn cuanto a El Quijote no soy Francisco Rico pero me he dedicado intensamente a su estudio a nivel de bachillerato, no universitario. Es una obra inabarcable por su densidad vital. Con Shakespeare y Dante forma Cervantes una triada inalcanzable. Y pensar que no sabemos apenas casi nada dé él...
Pero los blogueros hablamos como descosidos, nos gusta darle a la lengua, jajaja. Un saludo afectuoso, Miquel.
Tuve un profesor, muy bueno por cierto, en Teología, que daba Geografía del Antiguo testamento. Una asignatura realmente guapa; y a lo que voy, siempre hablaba de la conversación entre los dos jamelgos, Babieca (Cid) y Rocinante (Alonso Quijano).
EliminarEs un poema satírico que lo recitaba con devoción:
Diálogo entre Babieca y Rocinante
-¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
-Porque nunca se come y se trabaja.
-Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
-No me deja mi amo ni un bocado.
-Andad, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
-Asno se es de la cuna a la mortaja;
¿queréislo ver? Miradlo enamorado.
-¿Es necedad amar? -No es gran prudencia.
-Metafísico estáis. -Es que no como.
-Quejaos del escudero. - No es bastante:
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
La perspectiva del jumento ofrece interesantes opiniones sobre sus amos.
EliminarComo no nos queda otra que aceptarlos, no podemos cambiar los hechos del mundo. Agotador. Quizás sólo podamos proyectarnos sobre ellos y ahí cada uno corra con su suerte, su aptitud, su inteligencia.
ResponderEliminarSí, no queda más, los hechos son los que son, nos gusten o no. Un ejemplo tonto, todo mi barrio está levantado para hacer carriles bici eliminando muchísimos puestos de aparcamiento. El coche es el enemigo. Y aparcar es terriblemente complicado, pero todo se ha de adaptar para los jóvenes con patines que, de paso, van por donde quieren. Rebelarse es inútil y habremos de adaptarnos a los carriles bici. Es una tontería el ejemplo pero es indicativo de lo que es la adaptación y la rebeldía íntima.
EliminarCreo que aceptar no es resignarse. resignarse implica el sometimiento paciente y pasivo. Aceptar es reconocer lo que hay y su fuerza y en función de eso intentar transformarlo. Yo no pudo luchar contra un aguacero pero entre quedarme expuesto al chaparrón y abrir un paraguas o ponerse un impermeable hay diferencias. El que los hechos nos superen y esté fuera de nuestro control a aceptarlos pasivamente sin luchar con nuestras limitadas armas hay una diferencia
ResponderEliminarUn abrazo
Entiendo bien tu punto de vista, pero me doy cuenta de que el ejemplo del chaparrón no es exportable como ejemplo por lo evidente que resulta protegerse con un paraguas o un impermeable. Sin embargo, hay fuerzas tan potentes que se imponen ante las que no es posible la lucha ni siquiera con nuestras limitadas armas porque no las hay. Si has leído mi historia como profesor de literatura, hay un momento en que me quedo sin armas y me convierto en un monigote a merced de las circunstancias que me aplastan y no puedo hacer nada. No hay paraguas ni impermeable, solo convertirse en un profesor adocenado que detesto. Tuvo que venir la revolución digital para que doce años después yo pudiera reaccionar y pasar al contrataque con éxito, pero hubo una larga década en que yo estuve desarbolado, sin paraguas y sin impermeable. Hay ocasiones en que la realidad es tan fuerte y tan desoladora que no queda sino la resignación, lo que no quiere decir que lo aceptes en tu fuero íntimo, pero no hay armas disponibles. Pienso en tantas cosas que no pueden cambiarse. Los campos de refugiados por ejemplo. La sequía del Sahel fruto del cambio climático. El declive de la libertad, la destrucción de la Amazonia, la eliminación de la intimidad... Puede haber elementos de resistencia pero a uno fundamentalmente le queda la resignación. Ya viste a Greta Thunberg y el odio mundial que desató su lucha. Es terrible enfrentarte a tu tiempo si no eres un héroe y yo no lo soy. Pero en este reconocimiento de que no se es un héroe, está la derrota, la resignación. En Alemania cuando subió Hitler al poder había un treinta por ciento de la población que votaba a la izquierda y que fueron aplastados sin que pudieran hacer nada. Nada. Un abrazo.
EliminarA otros nos interesa interpretar los hechos mundanos aún a sabiendas que cada interpretación revelará el juego del interpretador. Ahí precisamente radica la gracieta, en su diversidad....como ocurre con los guisos.
ResponderEliminarSí, cada uno abrimos el melón de la existencia de un modo diverso. Y todos hacemos una paella diferente, no hay dos iguales. Saludos.
EliminarComo no podemos cambiar los hechos del mundo mejor... cambiamos de conversación.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, hablemos de otra cosa jajajaja.
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