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miércoles, 21 de diciembre de 2022

Convicciones

Me encanta conversar con otras personas, sean hombres o mujeres, sobre lo divino y lo humano. Son sesiones de conversación largas sea por escrito o en persona. Me agrada observarme a mí y observar a los demás. No soy novelista pero tengo algo que tienen los novelistas que es la capacidad de observación...

 

Los seres humanos tienen necesidad de explicarse, de dar cuenta de su modo de ver el mundo, de justificar su modo de vida o de ser lo que se traduce en monólogos sucesivos en que se expresan razones, juicios, opiniones, recuerdos que construyen una personalidad y explican cómo es uno (o una). Es como un armazón dialéctico fruto de la elaboración de muchos años para dar consistencia a una personalidad. Para cada uno, es vital esta estructura de ideas o de pensamientos o creencias. Son suyas y hay una tendencia a considerarlas universales aplicables al resto de seres humanos. Es una especie de lógica a modo de mecano que sirve para interpretar el mundo. Uno intenta explicar por qué es ateo, por ejemplo; otro por qué es creyente; otro por qué adopta determinadas posiciones políticas a un lado u otro del espectro posible; otro por qué ama esto o lo otro; otro muestra su desesperanza y su desapego a base de cinismo; otro da razones para expresar su concepción de la vida; otro basa su vida en buena parte en los colores de un equipo y eso le confirma existencialmente; otro muestra su impotencia y su tristeza basándose en su concepción de la existencia; otro cuenta su historia repetidamente para mostrar las razones de su lógica implacable; otro cuenta por qué es feliz, y otro por qué es desdichado, otro por qué es amante del dinero -que da la felicidad-, mientras que otro basa su vida en la moralidad alejada del dinero... Todos somos diferentes pero todos anhelamos comprender la vida y expresar un modo de hacerlo que sirva universalmente. 

 

Yo lo observo y me doy cuenta de que todo eso son creencias de una forma u otra. Es como si se necesitaran creencias para mantenerse en pie. Y esas creencias se reiteran indefinidamente. Los blogs son eso precisamente. Manifestaciones de unas determinadas formas de entender el mundo. A fuerza de leer a los blogueros uno sabe con bastante fidelidad cuáles son los ejes de ese armazón dialéctico que no deja de repetirse. Todos nos repetimos hasta la saciedad. A los blogueros nos gustan los monólogos en que manifestamos nuestra posición en la vida y en el mundo. Cada blog es una ventana al interior del autor que nos explica reiteradamente su percepción y sus razones. Los hay más obsesivos, los hay más generosos, los hay más sectarios, los hay escorados a la izquierda -como única posición lógica en la realidad-, los hay escorados hacia posiciones conservadoras que cuestionan el supuesto absolutismo progresista... No sé, hay una gama de posiciones que resulta interesante observar para contemplar el paisaje íntimo de alguien que se está abriendo en canal. Algunos son estetas y exquisitos, otros son audaces y provocadores, otros cínicos, otros son como campanas de navidad sonando para convencer del colorido alegre de la vida, otros son egoicos y narcisistas, otros son escépticos e irónicos, otros son idealistas, muchos pesimistas -en esto la edad influye poderosamente-... pero todos en general anhelan que su cosmovisión sea compartida por otros, convencer de alguna manera de algo a cualquier nivel. Aspiran a que su percepción sea comprendida y asumida, en cierta manera se ejerce un claro proselitismo ideológico casi inevitable. Se escribe para expresar pero también para convencer de que nuestras razones son valiosas e inobjetables. 

 

Los lectores de blogs se adaptan así a la cosmovisión del autor -o no, y entonces surgen los debates que si se mantienen desencadenan conflictos-. Todo consiste en un cruce de cosmovisiones que necesitan acercarse para comprenderse mutuamente en un diálogo generalmente afable, aunque a veces hay quienes tiran la piedra y esconden la mano. Todo es posible en un mundo que es la expresión de egos muy potentes y narcisistas. A la vez es muy peligroso y el carácter de cada uno influye poderosamente en las relaciones a distancia. Hay blogueros bondadosos y blogueros taimados aunque siempre a través de las palabras se intenta dar la imagen más favorable de uno mismo y así aparecemos siempre como mejores de lo que somos en realidad. Es una imagen la que se vende de uno mismo, una imagen elaborada y diseñada para convencer para transmitir convicciones aunque Cioran escribió que quien posee convicciones es que no ha profundizado en nada.

viernes, 28 de octubre de 2022

Elogio de la finitud


Hasta donde sabemos, todo lo existente tiene un comienzo y tiene un final. Así es la vida en los seres orgánicos e inorgánicos. Nosotros como seres humanos hemos tenido un comienzo que no recordamos y tendremos un final que no podremos contemplar y seremos simplemente pacientes que se extinguirán tal vez en una paz profunda sedados en un hospital o en un accidente violento. Ese final puede que sea precedido de sufrimiento o no. Hay algo que me sirve para comprender ese instante de desconexión y es cuando me voy a hacer una endoscopia o colonoscopia y me sedan superficialmente pero lo suficiente para que mi conciencia desaparezca totalmente. Me dijeron una vez que pensara algo agradable, algo que me hiciera feliz, y pensé en una escena maravillosa de un viaje que hice a los mares del sur. Me situé en una playa paradisiaca que recuerdo. Iba desnudo y me tumbé con mis pies en la orilla. El sol era potente y tropical. Mi cuerpo era sostenido por la arena y la brisa me daba suavemente en la piel. Pensé en aquel entonces que estaban los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. No me dio tiempo para pensar tanto cuando me iban a sedar, pero la imagen ya la tenía comprimida en mi conciencia y simplemente me deje acariciar por ese cuerpo mío bajo el sol. Y ya no recuerdo más. Me apagué, mi conciencia dejó de funcionar y todo desapareció en una paz formidable. Algo así debe de ser morir. Una desconexión del sistema en la nada. Hay una pequeña gran diferencia. En mi sedación yo sabía que me iba a despertar y no sufría angustia por la desconexión. En la muerte, sencillamente no sabemos si hay un otro lado de la conciencia, nadie ha vuelto para contárnoslo. Sin duda es un viaje de ida, pero no de vuelta. Es un momento misterioso, tal vez sea el instante liminar de nuestra existencia. Es un instante de umbral, de entrada, tal como fue nuestro nacimiento. A partir de este momento, las filosofías y las religiones elucubran en el vacío. Toda suposición es un acto de fe sea uno ateo materialista o espiritualista que piensa que hay otro lado en que no sabremos qué seremos, despojados de nuestro cuerpo físico. No hay ninguna evidencia de nada. No se ha demostrado para nada la existencia del alma ni de que una supuesta dimensión espiritual tenga existencia de alguna manera. Aunque el hecho de que no tengamos pruebas no significa que el misterio deje de existir. La vida humana -y la animal- es tan potente y significativa que el pensador o el intuitivo no deja de sentir que puede que haya otra forma de existencia sea en forma de energía o de conciencia pura. En todo caso, es un momento grande, poético, sinérgico. Es el instante en que los seres se enfrentan a su finitud y uno piensa que dicho instante tendría que ser respetado profundamente dada su dimensión profunda. El momento de morir, sin embargo, es temido por los que lo van a vivir, por los que lo rodean y se llena de angustia cuando no se quiere hablar de ello. No hay una cultura de la muerte, se la tiene como el gran escándalo, no se quiere hablar de ella ni siquiera a los que están a punto de experimentarla. Los pueblos primitivos vivían la muerte mediante los rituales de umbral o de paso, y en algunos casos se celebraba una gran fiesta tras producirse la transición. Hemos conquistado la tecnología. Llevamos en nuestros bolsillos aparatos prodigiosos que nos conectan con todo lo existente, pero no estamos preparados para comprender el momento cenital de nuestra existencia sobre el que hemos proyectado la idea de horror y de absurdo, de vacío, de ausencia de sentido. Los filósofos materialistas han despojado de toda trascendencia a ese momento único en que para ellos lo único que pasa es que se desconecta el cerebro y el cuerpo se apaga sin mayor dimensión. Tendría que celebrarse, por el contrario, un rito y una fiesta porque el misterio sigue subsistiendo. La muerte se ha convertido simplemente en burocracia, en estadística, y los que asisten a ella como testigos o como partícipes no son conscientes del gran salto que supone, sea hacia el cero o hacia el infinito.

 

Estuve una vez en un viaje a Sumatra en una aldea batak por la noche en que el muerto estaba colocado sobre una mesa, y el resto de la aldea se pasó la noche cantando y bailando, con instrumentos de metal sonando, y tomando licor de rosas que producía una intenso estado visionario con las hogueras que ardían acompañando al muerto en su viaje. Yo había tomado una tortilla de hongos mágicos, lisérgicos y vi toda aquella noche como en un estado onírico, bailé, canté, bebí y mi conciencia se diluyó hasta el amanecer en que todavía continuaba la fiesta con la luna todavía en el cielo y los primeros rayos del sol llegando al túmulo. 

 

Así me gustaría que fuera el rito de mi muerte. 

sábado, 15 de octubre de 2022

El dolor de vivir


Suelo hojear la prensa en busca de noticias o entrevistas que me seduzcan. Ayer en El Mundo vi un titular que me llamó poderosamente la atención: 

 

La vida es una mierda y cuanto antes te des cuenta, mejor vida tendrás. 

 

El autor del libro La vida es dura es Kieran Setiya, profesor del Mit, que parte de su sufrimiento personal -padece dolor crónico- para animarnos a convivir con el dolor de cada uno, en un mundo en crisis. 

 

Las redes sociales ofrecen imágenes de vidas aparentemente felices o dichosas. Vemos a la gente bailando, comiendo en restaurantes guays, viajando por ciudades llenas de luz y de sugerencia, celebrando cumpleaños, riendo, saltando… pero sabemos que eso no es todo. A cada vida, a todas sin excepción, les toca su dosis considerable de dolor antes o después. El dolor es una constante en todas las vidas. Kieran Setiya, como profesor de filosofía en su materia Moral Problems and Good Life, plantea centrarnos en cómo convivir con el dolor más que una hipotética e insegura búsqueda de la felicidad y el placer. Ciertamente, todos conocemos y hemos vivido algunos de estas situaciones: la desilusión, el dolor, el desamor, los conflictos sin fin, el deseo que hace sufrir, la soledad, la depresión, el desempleo, la tristeza por seres queridos, el miedo a lo que puede venir, el duelo, la injusticia ,el fracaso, la enfermedad… En todas las vidas se termina conociendo la injusticia o el absurdo. 

 

La idea me interesó y leí la entrevista en El Mundo. Setiya cuestiona que la vida deba vivirse mediante proyectos, retos o desafíos, él habla más de “procesos”. Proceso mejor que proyecto. Los proyectos cuando se cumplen son muy estimulantes pero no es fácil que muchos de los proyectos en nuestra vida se cumplan. Por eso, él habla más de procesos, en una vida que encaje con las exigencias de la justicia y la moral. En los procesos podemos proponernos algo sencillo y accesible: intentar ser amable con la gente que te rodea o que te encuentras, disfrutar de las relaciones humanas, en la familia… El objetivo no es ser santos o exitosos, sino personas que encaran la vida con esperanza, a pesar del dolor de existir, sin intentar soslayarlo o mostrando una imagen de felicidad que muchas veces es irreal. 

 

En general la gente es más buena que mala, y los malos no son más interesantes que los buenos, aunque la literatura y el cine así lo proyecten. 

 

No hay duda de que la filosofía de Setiya en La vida es dura no es pesimista. Para él, una buena vida es tratarte bien y tratar bien a los demás, a pesar del dolor de vivir que es inevitable y en muchos casos, iluminador. Cuando leía esto, me venía a la mente las fotos de una mujer, familiar de un familiar, que padece cáncer de páncreas, de muy oscuro pronóstico. Ha perdido dieciocho kilos pero su rostro, con un turbante para ocultar su calvicie, a sus setenta años, parece sereno y feliz. Me han impresionado estas fotografías con sus hijos en un momento tan doloroso para ellos y para ella, que tal vez esté viviendo en la quimio, momentos de terror y sufrimiento, pero también está conociendo la solidaridad y el amor. 

 

No podemos hacer mucho en la vida, no somos la mayoría grandes hombres, y hacemos en realidad lo que podemos. Pero en esa humildad que implica el vivir, podemos prestar atención a lo que nos rodea, a todo lo que pasa a nuestro alrededor, e intentar ser amables con las personas que están cerca de nosotros. 

 

La vida no es fácil para nadie pero podemos convivir con el dolor, nuestro amado compañero. El príncipe Gautama nació en un palacio lleno de riquezas y gente joven a su servicio. Tenía todo pero quiso saber qué había más allá de los muros de su palacio en que parecía estar todo al servicio de su felicidad y su placer. Salió disfrazado del palacio y conoció pronto el dolor de vivir, la enfermedad, la vejez, la muerte, el infortunio… Reflexionó sobre ello, reflexionó sobre las causas del dolor, y en ello se basa su filosofía porque el dolor es nuestro amante más fiel. Kieran Setiya vuelve a ello en un libro que tiene como subtítulo: Para encontrar nuestro camino. 

viernes, 23 de septiembre de 2022

Ainhoa II

He recibido carta de Ainhoa, una exalumna de hace quince años que me refiere cómo ha ido su vida tras un paso dramático y doloroso por el instituto donde era ella alumna y yo profesor. Era extremadamente inteligente en un contexto que no era el marco que ella hubiera necesitado y lo pasó mal porque ella era sensible y exigente, y la realidad del instituto del barrio le resultaba esencialmente mediocre y desmoralizadora. En el instituto sufrió acoso feroz por parte de compañeras que le dejaron unas heridas que quince años después no han cicatrizado todavía. El instituto las sancionó, pero eso no sirvió de demasiado porque el daño ya estaba hecho. Ahora vive feliz con su pareja en un pueblecito catalán de la montaña, tras huir -sí huir- de la población del extrarradio de Barcelona en que nació. Me escribe y me da cuenta de su vida, a un antiguo profesor con el que mantuvo una relación yo diría que más fecunda de lo habitual. 

 

Recupero un blog de la clase de aquel tiempo en el que los alumnos exponían sus opiniones sobre temas que les planteaba o sobre libros que eran de lectura en el trimestre. Vuelvo a aquel tiempo de la primavera de 2007 y leo las opiniones de aquellos adolescentes de cuarto de ESO sobre El guardián entre el centeno. Es un documento histórico y estremecedor, leído quince años y pico después. Dos de los alumnos que participaron en el debate sobre la novela sobre Holden Caulfield -vamos a llamarlos Cárol y Abdel- se hicieron novios y mantuvieron su relación unos doce años. Abdel era el prototipo de alumno de origen marroquí, nacido en España, extremadamente correcto y educado. Ella, Cárol, era una de las alumnas que acosaban a Ainhoa con más crueldad. Era guapa y aparentemente pacífica, pero a través de internet, ella y otras muchachas lastimaron gravemente la vida de Ainhoa. 

 

Hace tres años, la prensa española se hizo eco de un hecho terrible sucedido en el Reino Unido: Cárol había sido asesinada por Abdel en un ataque de celos porque aquella le había dejado y había concertado, tras doce años de relación, una cita con otro joven a través de Tinder. Abdel, que había ido a trabajar también a Londres para estar cerca de ella, no lo pudo soportar y, tal vez ebrio, como solía, entró en casa de Cárol y le asestó veintinueve puñaladas, varias de ellas mortales. La prensa española dio la noticia. Algunos lo relataron como "el moro" que asesina por una cuestión de honor a su exnovia. El juicio se celebró y condenaron a Abdel a cadena perpetua por asesinato con máxima responsabilidad a pesar de que él se declaró inocente y adujo que no la había seguido -las cámaras demostraron lo contrario- y que ella le había invitado a entrar en casa y que había sido ella quien primero le había acuchillado. Cárol murió. La cita de Tinder entró en casa y la vio en medio de un charco de sangre. Abdel, tras intentarse suicidar, fue detenido, juzgado y encarcelado de por vida. Todas las pruebas y evidencias demostraban su culpabilidad. 

 

Estos son los hechos que me ha traído de nuevo la afectuosa carta que me remitió Ainhoa que había sido torturada psicológicamente por Cárol y algunas otras compañeras. 

 

Es difícil establecer juicios y conclusiones en la vida, más en un caso terrible de violencia de género como este que parece de libro. Hombre abandonado y desesperado se venga asesinando a su exnovia. 

 

Pienso en la perspectiva de Ainhoa e intento comprender. Ha rehecho su vida pero no quiere recordar aquello, lo que vivió trágicamente cuando tenía quince años. 

 

Pienso que todos merecen su dosis de piedad. Cada uno ha vivido el drama de un modo u otro. Cárol ya no está, Abdel cumple condena, tal vez para siempre, en el Reino Unido. Ainhoa busca alejarse de los recuerdos -aunque estén vivos- y considera con cierta oscuridad lo que ha pasado y que no le evoca una ansiada justicia trágica ni poética, aunque ella en su momento anhelara suicidarse, pero solo pensar en lo que habrán sufrido su padre y su madre, le horroriza dicho dolor como cuando ella perdió a su padre. 

 

He pensado, he imaginado, un viaje al Reino Unido para hablar con Abdel en la prisión en que esté. Fui profesor suyo, quiero saber más. Detrás de la violencia de género siempre hay preguntas que no son fáciles de responder si no acudimos al catecismo de ideas y conclusiones preestablecidas y tranquilizadoras, pero no es sencillo adentrarse en las razones del asesino, sobre todo si lo consideramos con piedad. 

domingo, 6 de diciembre de 2020

La vida del artista sí que importa

 

Hace unos días he leído con gran interés en un blog amigo un texto en que se expresa un fuerte rechazo hacia la personalidad de muchos artistas del pasado o del presente, como histriónica, exhibicionista o marcada por el envanecimiento egocéntrico en sus alardes emocionales en que exhiben sus infancias dolorosas, sus histerias personales o sus subjetividades radicales. El autor concluía que no le interesaba nada la vida de los supuestos artistas y que solo tenía interés en su obra, considerando que la carga biográfica que hay detrás es negativa o que distrae de la contemplación de la obra.


No puedo estar en mayor disensión con esta perspectiva –totalmente respetable por otro lado-. No pienso que la dimensión biográfica de tantos y tantos artistas sea algo molesto e insignificante. Los artistas lo son precisamente porque hay en ellos una determinada sensibilidad, en muchos sentidos más aguda, que en muchas otras profesiones. No se hace uno artista, se nace.  Y una sensibilidad exacerbada es marca de muchas vidas y, unido a ella, y a factores vitales, hacen que el artista sea un ser especial. Y, a diferencia, de las ideas expresadas en el blog amigo, yo siento un creciente interés por el factor personal de la vida de algunos artistas que me han interesado. Así he leído las biografías de Thomas Mann, de Proust, de Kafka, de Rilke, de Tolstoi, de Machado, de Lorca, de Shostakovich, de Bach, de Salinger, y ahora estoy leyendo una de Clarice Lispector. No vale cualquier biografía, no. Una buena biografía es una obra de toda una vida de investigación, no un producto de encargo estacional como son algunas de carácter oportunista. A través de estas biografías, uno puede entender cómo y por qué surgieron obras singulares y el conocimiento de las circunstancias históricas, personales y vitales del artista ilumina la obra porque así entendemos de dónde surge, de qué magma existencial y de época brota una determinada creación. Puedo decir que cada vez me atrae más conocer el factor humano de la obra artística. ¿Cómo aquilatar el valor de El guardián en el centeno de Salinger sin ser conscientes de su amor fracasado con Oona O’neill y su intervención en la segunda Guerra Mundial donde participó en terribles combates y batallas en que murieron la mayoría de sus compañeros de armas, su llegada a campos de exterminio nazis en los que vio miles de cuerpos hacinados, cómo no ser conscientes de que esa angustia ante el dolor nutre el texto que estaba escribiendo durante la guerra y que se hace patente a la lectura de cualquier adolescente que todavía lea esta novela. El guardián ante el centeno está preñado de los sentimientos que vivió el autor de forma oscura y misteriosa. Este es un ejemplo cualquiera, pero también acabo de leer los diarios de Lev Tolstoi de su última época y que me alumbran sus contradicciones y su confusión vital, su rabia, su impotencia, así como su deseo de integridad, de honestidad y esencialidad. Leer los diarios de Tolstoi o los de Alejandra Pizarnik me seduce. Pienso que conocer los entresijos de la vida de un autor, de un gran autor, es algo que contribuye a comprender su obra que no surge de la nada o del vacío sino de un componente biográfico que la explica y la sitúa.


En cuanto a la mirada desdeñosa hacia el arte contemporáneo como profusión de vacío o de engaño superlativo, he de decir que en mis viajes a lo largo de Europa, lo primero que visito, sea en Estocolmo, Amsterdam, Praga, Berlín, Viena, Reykiavic o San Petersburgo, son los museos de arte contemporáneo. Además de estar maravillosamente poco concurridos, me interesan mucho porque suponen indagaciones en la realidad de modo poco común. Es posible que mucho de lo que se exhiba sea de poco valor –es cierto- pero uno descubre algunas intuiciones potentes y valiosas que merece la pena tener en cuenta y que ayudan a comprender el siglo XX. En dichos museos me divierto mucho y algunas obras me hacen reflexionar sobre la textura intelectual o irreal de la realidad.


En conclusión, me atrae el temperamento artístico, aunque sea complejo, convulso y exhibicionista; me interesa la vida de los autores que amo y me gustan los museos de arte contemporáneo. El elemento de envanecimiento y exhibición que se criticaba es solo parte de algo mayor. Y además la vanidad no solo es signo de los artistas. Está repartida entre todas las profesiones y no es escasa en el mundo de los blogs. 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Viaje a lo desconocido









Caminata en buena compañía por primera vez en mucho tiempo a Sant Cugat atravesando la sierra de Collserola. Conversaciones intensas, conciencia del húmedo bosque otoñal, realidad vista con la cámara de modo oblicuo, no sentimental, pasos que se van sucediendo sin conciencia del cansancio. Llegar al corazón del bosque y sentir la sensación de plenitud. Bebo agua en la fuente de Sant Medir. Seguimos la senda hasta la masía de Can Borrell que hoy está cerrada, y luego hasta el pi d'en Xandri en el parque de la Torre Negra. Estructura geométrica como un poema. Es la cuarta vez que hago esta caminata en poco más de un mes, es como un mantra inconsciente. Me niego a sumergirme en la realidad política que veo como de soslayo, he logrado que  no me interese. Conciencia de la propia realidad, de la respiración, de los acontecimientos y no tanto de las ideas. Leo y releo a Chantal Maillard. Me alimenta. También a Sri Nisargadatta que dice "Cuando se comprende que la persona es una mera sombra de la realidad, pero no la realidad misma, uno deja de preocuparse, acepta ser guiado desde el interior y entonces la vida se convierte en un viaje hacia lo desconocido". Todo esto está conectado con un cierto erotismo patibulario. Me gusta. 

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