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domingo, 6 de diciembre de 2020

La vida del artista sí que importa

 

Hace unos días he leído con gran interés en un blog amigo un texto en que se expresa un fuerte rechazo hacia la personalidad de muchos artistas del pasado o del presente, como histriónica, exhibicionista o marcada por el envanecimiento egocéntrico en sus alardes emocionales en que exhiben sus infancias dolorosas, sus histerias personales o sus subjetividades radicales. El autor concluía que no le interesaba nada la vida de los supuestos artistas y que solo tenía interés en su obra, considerando que la carga biográfica que hay detrás es negativa o que distrae de la contemplación de la obra.


No puedo estar en mayor disensión con esta perspectiva –totalmente respetable por otro lado-. No pienso que la dimensión biográfica de tantos y tantos artistas sea algo molesto e insignificante. Los artistas lo son precisamente porque hay en ellos una determinada sensibilidad, en muchos sentidos más aguda, que en muchas otras profesiones. No se hace uno artista, se nace.  Y una sensibilidad exacerbada es marca de muchas vidas y, unido a ella, y a factores vitales, hacen que el artista sea un ser especial. Y, a diferencia, de las ideas expresadas en el blog amigo, yo siento un creciente interés por el factor personal de la vida de algunos artistas que me han interesado. Así he leído las biografías de Thomas Mann, de Proust, de Kafka, de Rilke, de Tolstoi, de Machado, de Lorca, de Shostakovich, de Bach, de Salinger, y ahora estoy leyendo una de Clarice Lispector. No vale cualquier biografía, no. Una buena biografía es una obra de toda una vida de investigación, no un producto de encargo estacional como son algunas de carácter oportunista. A través de estas biografías, uno puede entender cómo y por qué surgieron obras singulares y el conocimiento de las circunstancias históricas, personales y vitales del artista ilumina la obra porque así entendemos de dónde surge, de qué magma existencial y de época brota una determinada creación. Puedo decir que cada vez me atrae más conocer el factor humano de la obra artística. ¿Cómo aquilatar el valor de El guardián en el centeno de Salinger sin ser conscientes de su amor fracasado con Oona O’neill y su intervención en la segunda Guerra Mundial donde participó en terribles combates y batallas en que murieron la mayoría de sus compañeros de armas, su llegada a campos de exterminio nazis en los que vio miles de cuerpos hacinados, cómo no ser conscientes de que esa angustia ante el dolor nutre el texto que estaba escribiendo durante la guerra y que se hace patente a la lectura de cualquier adolescente que todavía lea esta novela. El guardián ante el centeno está preñado de los sentimientos que vivió el autor de forma oscura y misteriosa. Este es un ejemplo cualquiera, pero también acabo de leer los diarios de Lev Tolstoi de su última época y que me alumbran sus contradicciones y su confusión vital, su rabia, su impotencia, así como su deseo de integridad, de honestidad y esencialidad. Leer los diarios de Tolstoi o los de Alejandra Pizarnik me seduce. Pienso que conocer los entresijos de la vida de un autor, de un gran autor, es algo que contribuye a comprender su obra que no surge de la nada o del vacío sino de un componente biográfico que la explica y la sitúa.


En cuanto a la mirada desdeñosa hacia el arte contemporáneo como profusión de vacío o de engaño superlativo, he de decir que en mis viajes a lo largo de Europa, lo primero que visito, sea en Estocolmo, Amsterdam, Praga, Berlín, Viena, Reykiavic o San Petersburgo, son los museos de arte contemporáneo. Además de estar maravillosamente poco concurridos, me interesan mucho porque suponen indagaciones en la realidad de modo poco común. Es posible que mucho de lo que se exhiba sea de poco valor –es cierto- pero uno descubre algunas intuiciones potentes y valiosas que merece la pena tener en cuenta y que ayudan a comprender el siglo XX. En dichos museos me divierto mucho y algunas obras me hacen reflexionar sobre la textura intelectual o irreal de la realidad.


En conclusión, me atrae el temperamento artístico, aunque sea complejo, convulso y exhibicionista; me interesa la vida de los autores que amo y me gustan los museos de arte contemporáneo. El elemento de envanecimiento y exhibición que se criticaba es solo parte de algo mayor. Y además la vanidad no solo es signo de los artistas. Está repartida entre todas las profesiones y no es escasa en el mundo de los blogs. 

21 comentarios :

  1. ¿Desde "dónde" piensa esa persona que se escriben la obras? ¿Desde el vacío? Es cierto, porque lo he experimentado, que, sumergido en la redacción de cualquier capítulo, he perdido infinidad de veces la conciencia no solo de mi yo, sino también de mi misma corporeidad, como si la pluma se deslizase sola sobre el papel y fuera guiada por esas musas misteriosas que, al parecer, tan favorables suelen ser a la mayoría de los escritores. Reconozco que, frente a la ficción, los libros de memorias, autobiografías, correspondencias, ensayos biográficos, etc., me interesaban menos, a pesar de haber leído biografías, como las de Stefan Zweig, que me gustaron mucho. Es obvio que la vivido aflora en lo escrito de los modos más misteriosos que imaginarse puedan. Aún recuerdo, en la serie televisiva sobre la vida de Verdi, el descubrimiento de que la presentaviçon negativa de la figura del padre en sus óperas dependía de lanefasta experiencia familiar que habçia "sufrido", y más aún su madre. ¿Cómo va a entenderse Demian, de Hesse, sin saber que el autor había huido del seminario donde le obligaron a cursar estudios con apenas quince años? Y así todo. La biografía no lo explica todo, y muchas veces las obras parecen incomprensibles en según qué biografías, como "La colmena" en la de CJC; pero de ahí a separar tajantemente vida y obra media un abismo. A medida que uno envejece suele prestar más atención a los periplos biográficos de los autores, de los que conoce en parte su obra, y tendemos a buscar conexiones significativos entre ambos mundos, lo que suele llenarnos de satisfacción, como si hubiéramos descubierto un auténtico tesoro. En fin, es un tema para dar y tomar durante horas, pero las vidas, como la que tú señalas, Joselu, de Pizarnik, o la de Storni o la del mismísimo Wilde, son vidas que en sí mismas merecen todos los honores de la ficción o del documental.

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    1. Es cierto que cuando era más joven no tenía tanto interés en la dimensión biográfica. Comenzó mi pasión hacia los cuarenta años con las biografías de Mann, Antonio Machado y Lorca. Y, desde entonces, aprovecho cuando encuentro un trabajo biográfico excepcional para empaparme del mundo del creador. Hay un plumilla catalán llamado Jordi Gracia que escribe biografías como churros según que eventos vayan a celebrarse. Intenté leer las de Ortega y de Cervantes y comprobé que eran malos trabajos de TR de bachillerato. Para hacer una biografía en condiciones hacen falta más de veinte años de trabajo. Así leí una maravillosa de Rilke de Mauricio Wiesenthal que era trabajo de toda una vida. Un buen biógrafo es algo excepcional y su lectura es un auténtico deleite. Hace falta amar y mucho lo que se biografía. Pienso que es un dislate separar vida y obra, coincido contigo, surgen de modo conjunto, la obra brota de la vida y del arte, es esencialmente artística, pero también biográfica. Cuando se ama tanto a un autor, surge naturalmente el deseo de conocer su vida. A mí por lo menos me lleva a ello.

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  2. A esto también me lleva a una buena serie de reflexiones. Entiendo el deseo de que la obra se sostenga por si misma sin mayor conocimiento de las circunstancias vitales del autor, la hace más resistente, e incluso que se sostenga sin soportes de contextualización de la circusntancia histórica en que fuese compuesta. Leer a Faulkner sin saber nada de la guerra civil americana y poder decir: no importa, porque esta novela me está dando las claves todas para entender un contexto que ignoro. Eso es idealmente. Pero lo que decís es cierto también: yo no podría leer a Nietzsche igual si no sé que tenía unas jaquecas terribles, sin conocer la anécdota del caballo al que abraza en Turín o que finalmente pierde la cabeza. Creo que en el artista hay vanidad, sí, pero también heridas. Solo con vanidad no se podría ir muy lejos.

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    1. Leí recientemente una biografía de Nietzsche, Yo soy dinamita, que me lo acercó humanamente. No he logrado entrar en su filosofía ni comprender bien el eterno retorno aunque lo he intentado. Conocer su inicial pasión por Wagner, las relaciones con su hermana y su madre, su relación con Lou Von Salomé, que lo despreciaba como hombre, su desarraigo, sus dolores de cabeza terribles, su progresiva locura que se va proyectando sobre sus obras, me le dan otra dimensión que la propia de la lectura de Así habló Zaratustra que, por cierto, llevaban muchos soldados alemanes a las trincheras de la Gran Guerra por indicación de los altos mandos militares. Es cierto que no ves una obra del mismo modo si conoces la biografía del autor. Cambia profundamente, a veces para bien y a veces para mal. Enfrentarse a la obra sin apoyos es más misterioso, más salvaje. Uno es libre de interpretarla sin ataduras biográficas, pero, por lo que sea, me brota el interés por conocer su vida, en especial de algunos creadores. Y estoy de acuerdo en que el artista solo con vanidad no llegaría muy lejos. Leí en los diarios de Elias Canetti que en Viena hablaba con frecuencia con Robert Musil que tenía una inquina terrible contra James Joyce y Hermann Broch a los que desdeñaba. Conocer la biografía abre otros laberintos que pueden agrandar la obra o reducirla.

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  3. He leído con suma atención el texto que nos dejas.

    Encuentro que el problema es de otra índole. Los seres humanos somos dados sin excepción a pre-juzgar, y la obra, guste o no, queda tocada por la biografía del individuo.

    Una obra Caravaggio no se ve igual que una de Zurbarán (salvando estilos). En el primero veremos a través del lienzo, guste o no, el tremendismo de una vida (que ya suponemos atormentada por su biografía); sin embargo, miraremos con más tranquilidad la obra del monástico sevillano, porque intuimos, haciendo pre-juicios de valor, de como fue su vida sosegada y pacífica.

    Así, nos perece Hergé, que mientras no nos hemos enterado de su condición filo-nazi colaboracionista (trabajó para Le Soir), sus dibujos de Tin Tin nos han llenado de admiración, pero una vez sabemos de sus ideas ya vemos con menos colorido las andanzas de Hernandez y Fernandez, e incluso decimos que el libro de Tin Tin en el Congo hoy no sería publicable.

    Si nos introducimos en filosofía, las ideas de Ortega, de Heidegger, de Schopenhauer o de Julián Marías, nos perecerán más o menos buenas dependiendo de la condición de las nuestras (esto si que es paradoja), y así me iría deslizando en conjeturas, porque so es lo que son, especulaciones que intuyo tenemos todos al leer la biografía de un autor y trasladarla sin querer (porque intentamos no hacerlo...pero siempre penetra), a su obra.

    Es por ello que yo no soy partidario de leer para no contaminarme, (y se entienda esta palabra en este contexto), nada de la vida de un autor antes de de ver y digerir su trabajo, su obra, su "arte", al fin y al cabo.

    Todos son puntos de vista, el mío puede ser el más equivocado.

    salut

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    1. Reconozco que en al menos un caso, conocer la biografía me hundió a un autor y paso a contarlo. En la universidad, un profesor especialista nos dijo que era imposible hacer la biografía de Valle Inclán por la confusión entre realidad y ficción que él practicó en vida, era imposible averiguar qué era cierto y qué no. Yo idolatraba a Valle, había leído prácticamente todo y me fascinaba. Sin embargo, me atreví con La espada y la palabra, biografía suya escrita por Manuel Alberca, y se me hundió mi adoración por Valle, desde entonces vi que Valle que creía mítico tuvo también mucho de oportunista, veleta político, y un hombre confuso ideológicamente que osciló entre el carlismo más reaccionario, el fascismo y el comunismo. No debí leer esa biografía, perdí a Valle. Sin embargo, en otros casos, la biografía ha acrecentado la estima por un autor y me ha motivado a seguirlo leyendo en el caso de la literatura. Es cierto que conocer las circunstancias vitales de un autor puede contaminar el juicio acerca de un creador. Yo suelo leer biografías tras conocer todo o parte de la obra de un artista, es raro que el proceso sea a la inversa, salvo la biografía que leí de Rainer Maria Rilke que me pareció apasionante pero no me hizo comprensibles los Sonetos a Orfeo o la Elegia a Duino que me siguen pareciendo inabordables. Me gustaría hacer en la universidad un curso para entrar en ellos. Leí una biografía de Jordi Gracia, un oportunista, sobre Ortega y casi me lo hace odiar convirtiéndolo en el filósofo de las marquesas, como si Rilke no hubiera frecuentado también las mansiones y castillos de los principales aristócratas de su tiempo.

      Salut

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  4. Se puede ignorar la historia personal y dejar que la obra hable por si sola pero antes o después, si esa obra te impacta, acabas buscando la explicación de algunos interrogantes en la propia vida del artista, creo yo.

    Por otra parte, la vanidad es un concepto difuso, hay quien ve en la seguridad una forma de vanidad, o quien atribuye falsa modestia a quien no da mucha importancia a las alabanzas por ejemplo. Es fácil calificar a los artistas de exhibicionistas, vanidosos... lo que sea, pero la forma de conocer de verdad su personalidad si así lo deseas, es como dices, hacerte con una buena biografía y sacar tus propias conclusiones.

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    1. Hay escritores que me han conmocionado y he necesitado saber más sobre ellos pero para ello debe haber una buena biografía lo que no siempre es posible. Cuando se publica una en condiciones, me lanzo sobre ella y la leo con enorme curiosidad. La biografía te da cuenta de muchas cosas pero esencialmente me interesa la relación con otros artistas y el contexto de su tiempo, cómo se formó su ideario, sus temas e ideas artísticas. Lo ubica en el tiempo de modo que puedes aquilatar su valor históricamente. No me atrae leer biografías de todos los escritores, solo de algunos. Por ejemplo me atraería mucho leer una de Fernando Pessoa y otra de Julio Cortázar, y una de Onetti ¿por qué no? No he tenido conocimiento de que estén publicadas y que sean si existen de calidad. Pienso que no se conoce bien a un autor si no tienes información sobre él y su época. La vanidad es una constante humana, sea en los artistas o en el conjunto de la sociedad. Hay gente encantada de haberse conocido, pero la vanidad es un globo que fácilmente se deshincha. Me sorprende que escritores geniales necesitaran de la adulación para sentirse seguros. Pienso que el terreno de la creación es tan inseguro que la fragilidad del artista es una nota presente en su biografía. Un abrazo, Ana.

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  5. Como ciudadano muy comprometido con el medio ambiente no puedo por menos que reprochar esa cantidad de viajes, presumiblemente en avión la mayoría, sabiendo como contaminan el medio ambiente, como perjudican al planeta, bueno, quiero decir a los habitantes del planeta. Dios quiera que no lo lean muchos de aquellos comprometidos con la ecología o los animalistas o los veganos.
    En otro orden de cosas, leo también el comentario de Ana; nadie mejor que Joselu, el autor, para hablarle de la vanidad.
    Si uno lo mira bien tienes uno de los blogs más divertidos, si entendemos por diversión el reirse con ellos. Yo también pretendo provocar ese ánimo en mis lectores, cada uno a su manera.

    Qué grande Joselu, saludos.

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    1. ¡Qué interesante sería el diálogo contigo si no mediara siempre el sarcasmo de por medio! Saludos.

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    2. Todos interpretamos las cosas de manera diferente, nos gustaría que los demás apreciasen nuestro punto de vista, pero es imposible. Cada uno hace sus descubrimientos en el campo que más le apasiona y puede saber mucho de unas cosas y casi nada de otras. Tienes un buen ojo crítico Pitt, es tu don, pero no puedes implantárselo a los demás, cada uno hace su camino a su manera y aunque no lleguemos al mismo sitio, cada uno disfruta de su propio paseo.
      Me encanta lo que escribes y lo que escribe Joselu, sois como blanco/negro pero en vuestros distintos puntos de vista hay mucho que apreciar.

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  6. Pues en este caso coincido con el autor del otro pensamiento, lo que importa son las obras, no es que el otro autor (creo que es F.C.) desprecie la vida o que no la de importancia. Lo que critica, según le he entendido yo, son las personas que desprecian una obra antes de verla o estudiarla porque la personalidad del autor no les gusta. No lo que tu dices que comparto, somos nosotros y nuestras circunstancias, y nuestra biografia marca nuestros actos y nuestras obras.
    Pero si es criticable que hay un sector de los "enteraos del Arte y la Literatura" que desprecian una obra por la ideología del autor. Es como si un prodigio de la tecnología por su sencillez como es el Talgo se desprecie porque el ingeniero que lo diseño tan eficazmente (elevo el plano de suspensión por encima del centro de gravedad) Alejandro Goicoechea entregó el cinturón de Hierro a los militares golpistas.
    El Talgo será una gran obra independientemente del autor, creo que por ahí iba el autor del otro blog.
    Un saludo.

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    1. Otra vez hablamos de si la ingeniería es una obra de arte, que es otro tema, para mi, interesante.

      Un saludo.

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    2. Es muy difícil, si no imposible, separar la obra de la vida de un creador. Borges fue genial aunque se le achaque haber apoyado de alguna manera a la Junta Argentina -por eso no le dieron el Nobel-. Knutt Hamsum fue grande a pesar de sus vitriólicos panfletos antijudíos y su apoyo al nazismo-. Noruega lo ha eliminado de su historia. Louis Ferdinand Celine apoyó también el nazismo, pero nadie discute la grandeza de su obra aunque se le tiene en un lugar apartado de la literatura francesa. Separar la ética y la estética es complicado. Entiendo por dónde vas pero es un terreno complejo. Neruda y Rafael Alberti fueron comunistas a la gran Dumond y caviar en todas sus facetas. Miguel Hernández murió en la prisión por sus ideas. Lorca por muchos motivos también fue asesinado. La tendencia al sesgo político de la humanidad hace que normalmente no puedan separarse las facetas creativas y éticas, hace falta una gran objetividad y altura de miras para apreciar objetivamente una obra de un asesino en serie o de alguien que ha colaborado ideológicamente con asesinos en serie. No es un problema fácil, Daniel. Un poeta rumano en lengua alemana, Paul Celan, que perdió a sus padres en campos nazis, quiso tener un encuentro con Heidegger, el probablemente mayor filósofo del siglo XX y al que admiraba a pesar de su apoyo a los nazis. Tras la guerra, esperaba una disculpa o una explicación, pero Heidegger se mantuvo en silencio y no las dio. Algunos especulan si su filosofía no está contaminada por ese hecho. Intento pensar, no dar por supuesto algo. ¿Admirarías a quien hubiera asesinado a tus hijos si sus obras creativas fueran excelentes? No tiene una respuesta fácil. No es un problema fácil. Tal vez conocer a fondo la vida de alguien puede ayudar a comprender ciertas cosas, ciertos posicionamientos.

      Un saludo.

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  7. Esplendidas reflexiones, Joselu. A mí sí que me interesa quiénes encarnan la vanguardia que representa el arte y la cultura en cualquier sociedad. Tampoco desdeño el arte moderno, que es la conclusión a un camino que cabe comprender dentro de una evolución. Los hubo de todo tipo, hasta de los más prosaicos como el genial Matisse, un profesor que descubre su pasión tardíamente como Kandinsky o el narcisismo de Picasso, que logró creerse y crearse una galaxia a su alrededor. Son sin duda tipos de una sensibilidad más aguda, pero que puede distorsionarse por el veneno de la ideologia y de los prejuicios. El caso más paradójico sea Celine, con incenduarios opusculos antisemitas, un cabrón con todas las letras, y el otro paradigma de las letras francesas, opuesto a Proust. Musicalidad frente a grosería que roza el esperpento. El Sena como un largo moco, solamente se le ocurre a Celine, un transgresor. Yo comparto tu opinión, Joselu, acercarte y traspasar el mito en su dimensión humana supone poder interpretar muchas de las claves de la obra de un artista. Quizá el bloguero se refiera a que mucho público quiere clasificar al artista en unas coordemadas ideológicas para identificarse con su obra. Pese a que no me gusten las peripecias vitales de Alberti o porque abandonara a Miguel Hernández en un Madrid republicano, según el diplomático chileno Morla Lynch así fue, no disminuye un ápice la admiración que siento por su poesía inigualable. Em ese sentido, que la vida, hechos y pensamientos, no nos nublen la razón. Con las Armas y las letras de Trapiello, por ejemplo, descubrí esa larga nómina de escritores que apoyaron al bamdo alzado. Su brillantez no tendria que haberse visto opacada por su obra humana. Por más que no suscribamos todo lo que hayan hecho. Quiero conocer, que es distinto a juzgar. Otro caso palmario es quien desde el desconocimiento de nuestros días, califica de escritor protofascista por una columna laudatoria a la División Azul, y solicita la retirada de su nombre del callejero de nuestro país . Se come toda una trayectoria y a uno de nuestros prosistas, con el inmenso agujero negro de su ignorancia. Un placer departir contigo, Joselu, un pozo de sabiduría y reflexiones. Y la de los partícipes en tu blog, que aumentan el número de perspectivas para abordar la cuestión que nos planteas. Un saludo y cuídate.

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  8. Me refería a Azorin en el último lugar de mi reflexión, perdón.

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    1. Gracias por tu certera intervención que me anima a seguir en tu estela de reflexiones. En cuanto a arte contemporáneo no me refiero a Picasso o Kandinsky o Matisse que están fuera de polémicas como artistas ya reconocidos. El arte contemporáneo deviene de Marcel Duchamp y su fontana. Y todo lo que ha venido es problemático. Los museos de arte contemporáneo están llenos de experimentos, poco visitados por el público, que plantean reflexiones sobre el arte o el antiarte, a veces interesantes o a veces no. Yo soy un asiduo visitante de museos que me resultan divertidos aunque las obras colgadas pueden ser un plato lleno de detritus por ejemplo. No tengo idea de si puede ser tomado en serio o es una simple broma sin ninguna trascendencia. Lo cierto es que si un artista del Quatrocento viera un váter convertido en obra de arte, sin duda no lo entendería. Pero así es el arte contemporáneo, para mí banal a veces y en otras ocasiones interesante.

      En cuanto al debate de hoy, tienes razón, el blog aludido quería hacer una distinción entre la obra y el autor, de modo que la biografía no descalificara a una obra que podría ser extraordinaria. Es el antiguo debate de si puede existir la estética sin ética. ¿Puede un filonazi ser reconocido como gran creador y ser objeto de admiración? Knutt Hamsum, Celine, Heidegger, Lenni Riefensthal, están ese territorio conflictivo. También lo estarían Neruda o Alberti por su estalinismo aunque el estalinismo cotiza con menos problemas en la admiración colectiva. No tengo una solución simple a este dilema. ¿Separar la obra de arte de la biografía del autor? Parece plausible pero no me deja tranquilo. El caso de Otto Muehl, artista que fundó la comuna El Cabrito en La Gomera, acusado en su papel de gurú de abusos y agresiones sexuales, es indicativo de lo problemático que es delimitar totalmente los dos campos. ¿Se puede ser un total hijo de puta éticamente por una filosofía de estar más allá del bien y del mal y ser admirado estéticamente? No tengo respuesta. En todo caso. Stalin reposa en la Plaza Roja de Moscú en una tumba siempre llena de flores, aunque él fuera culpable de decenas de millones de muertes. ¿No son acaso Stalin y Hitler los artistas apoteósicos del siglo XX? Una muerte es un asesinato, millones de muertos es estadística. He visto el museo de Arte Ruso en San Petersburgo en el que hay bastantes cuadros exaltando a Stalin fruto del arte llamado socialista. No lo tengo claro, Sergio, no lo tengo claro. El maestro José María Valverde escribió que no hay arte sin ética, otro problema es qué entendemos por ética y eso es complicado. Un fuerte abrazo, intento cuidarme. Cuídate también.

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  9. Pienso que primero está la obra y luego el personaje. Nos interesan quienes crearon esas obras por lo que nos dieron y nos hicieron sentir, pero hablamos de grandes genialidades. Luego está la obra más mediocre donde tantas veces la vanidad y las ganas de notoriedad se anteponen a su calidad literaria.

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    1. Sin embargo, en la obra de algunas genialidades aparece también en grandes dosis la vanidad, las manías, el afán de notoriedad, el exhibicionismo egocentrista. Tú me dirás que en tal caso se les puede condonar la pena porque son genios. Los creadores que no son genios y que están en segundo o tercer plano también a veces caen en estas cosas. Pienso que la creación supone un nivel de sensibilidad y a la vez de fragilidad que hace que incluso los grandes creadores se sientan profundamente inseguros. Y de ahí los excesos que pueden brotar de dicha inseguridad. Son egos muy potentes con todo lo que implica eso. El mismo Kafka en su relación con las mujeres fue bastante problemático y cruel en algún caso como con Felice Bauer. Egos grandes, heridas, sufrimiento...

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  10. Hay a quienes se les perdona todo y en cambio a otros, no se les pasa ni una.
    El arte de la ciencia y la medicina se ha llevado a mucha gente por delante sobre todo de grupos marginales con los que se prueba, pero claro, como nos beneficia a todos nadie se espanta.

    Adriana

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    1. No sé si has leído a Clarice Lispector. En todo caso te la recomiendo, fue una escritora brasileña cuya literatura sigue siendo radicalmente extraña y creadora de conmoción en los lectores. Yo leí La pasión según G.H y me dejó K.O. En todo caso, se añade tu perspectiva a las citadas en la zona de comentarios. Es algo en lo que no había pensado.

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