Páginas vistas desde Diciembre de 2005




Mostrando entradas con la etiqueta LITERATURA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LITERATURA. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de septiembre de 2022

Javier Marías in memoriam


Justamente a las 17.15 de ayer, once de septiembre, me llegó un guasap escueto de un amigo que decía: Ha muerto Javier Marías. Lo leí varias veces, pero no podía creer lo que expresaba la oración simple que había recibido. Rápidamente busqué en la prensa digital y, efectivamente, la noticia era cierta. Mi amigo del alma, Javier Marías, se había ido sin ningún aviso previo. Desconocía que estuviera enfermo, de modo que su muerte fue una total conmoción. 

 

He disfrutado mucho leyendo a Javier Marías. Su inteligencia británica, su ironía suave, su profundo conocimiento de la literatura se proyectaban en novelas sinuosas, con largas frases subordinadas que seguían el ritmo de un pensamiento que partía del presente para adentrarse en el pasado para alumbrar algún dilema moral en el que el lector participaba porque se hacía uno con la voz narrativa y asistía encandilado a los sesgos que tomaba el lenguaje en una fiesta contenida que nunca alzaba la voz de modo estridente. Era la elegancia en persona como narrador, aunque como articulista siempre tuvo fama de impertinente por decir claro lo que pensaba de todo. Tuvo fama de altivo y elitista, pero todos los que lo conocieron han dado la vuelta a esta creencia. Era el mejor de los amigos, comprensivo y generoso. Muchos de ellos han dado testimonio hoy en la prensa de la entrañable relación que tuvieron con nuestro novelista más internacional, cuyas obras están traducidas a cuarenta y seis lenguas y se han vendido más de ocho millones de ejemplares en todo el mundo. 

 

Tuve ocasión de leerlo hace tiempo pero no con toda la extensión que hubiera debido. Leí Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, obras que lo llevaron a la fama internacional, a partir de la recomendación entusiasta en 1996 del crítico alemán Marcel Reich-Ranicki que hizo que su obra sedujera a los alemanes y que, según el crítico, Marías era uno de los mejores escritores vivos en el mundo. Pero no fue solo a los alemanes. Ingleses, holandeses, italianos y franceses cayeron bajo su embrujo narrativo. Leí más adelante Los enamoramientos, Berta Isla y Tomás Nevinson que me llevó de nuevo al corazón de su literatura. Nada más saber la noticia, encargué un nuevo libro que no he leído -me quedan afortunadamente bastantes por leer-. Ya tengo en mis manos Todas las almas, creo que la primera de las novelas que se ambienta en Oxford donde Marías fue profesor un tiempo. 

 

Hijo de un destacado filósofo español represaliado por el franquismo, Julián Marías, tuvo a su alcance una formación humanística e intelectual excepcional por su propio padre y por todas las relaciones que ello le proporcionó. Editor, bibliófilo, traductor extraordinario, profesor, novelista y articulista que vivía a caballo entre Madrid donde residía en la plaza Villa de Madrid y Sant Cugat donde vive su esposa -su viuda ya-.

 

Inteligente, culto, refinado, cosmopolita, anglófilo, gran creador de mundos novelísticos en donde el estilo es esencial. Ha muerto, probablemente el mejor novelista español en la cima de su creatividad. 

 

Afortunadamente nos queda su obra y eso permite seguir manteniendo el diálogo con él. Pienso que su figura seguirá viva. No se ha encumbrado como representante político de ningún sectarismo. Fue profundamente personal y no necesitó coturnos para crear una obra narrativa de las mejores del mundo. Sin duda, hubiera merecido el Nobel. Sin embargo, él rechazó los premios españoles oficiales, aunque recibió varios premios en varios países. 

 

He leído que algunos le tenían ganas por su supuesto elitismo y por su libertad extrema a la hora de expresarse con contundencia cayera quien cayera. Gruñón y cascarrabias fueron adjetivos que se adjudicaron al tono de sus artículos dominicales. No obstante, tenía que decirse en voz baja, que él se lo podía permitir, algo que muchos no pueden hacer. 

 

Sí, ayer fue la noticia. He necesitado leer mucho y escribir para acostumbrarme a su ausencia. Te seguiremos leyendo, amigo, me gusta sentirme amigo tuyo. ¡Ojalá sigas en Redonda, en el reino de la literatura!

lunes, 5 de septiembre de 2022

Mi descubrimiento de Francisco Umbral


Me he reencontrado con un escritor al que he tenido siempre cierta manía desde que leía en los años setenta sus provocadores artículos periodísticos, estilo que me repelía. Me refiero a Francisco Umbral (1932-2007), escritor cuya pose de dandy o esnob creó reacciones encontradas y polémicas no siempre felices. Sin embargo, tras la lectura de ese libro magnífico que es Mortal y rosa (1975) me he encontrado con un hombre de una profunda sensibilidad, totalmente devastado por la enfermedad -leucemia- y muerte de su hijo Francisco, “Pincho”, de seis años. El libro es una suerte de diario lírico en que va expresando una sinfonía de estados de ánimo a lo largo del tiempo de la enfermedad, la muerte y el luto posterior. No obstante, en Mortal y rosa -imagen poética tomada de Pedro Salinas- hay asimismo un retrato poético de él como artista y escritor, de las relaciones con su público, de estética literaria, de sus relaciones con las mujeres entre las que hay un gusto rayando lo obsesivo por las ninfas, de su pose como escritor ajeno al escaparate literario que no busca la fama porque sabe que la fama es una forma de engullir al escritor para luego asesinarle, de su rechazo de la solemnidad porque él se reivindica como golfo y gamberro frente a otros escritores solemnes -me he dado cuenta de que hay escritores solemnes como Antonio Muñoz Molina cuyos artículos parecen sermones, y escritores como Fernando Savater que, expresando cuestiones muy profundas, huye del estilo envarado y falsamente moral-, observaciones sobre la niñez -los niños son pequeños soles que no dudan un momento-, sus pensamientos eróticos… Es un flujo de conciencia constante en que el lector ha de leer lentamente para aquilatar la calidad de la prosa poética. Mi libro está totalmente subrayado porque buena parte de este es un verdadero prodigio literario. 

 

El tono de este es sobrio y contenido pero en algunos momentos se desata la terrible devastación que le produce la enfermedad y la muerte de Pincho: “Estamos todos en el fondo de un infierno cada uno de cuyos instantes es un milagro”. Pero un milagro sórdido, añadiría yo. El universo no tiene otro argumento que la crueldad ni otra lógica que la estupidez. El artista se ve devorado por el frío terrible de la muerte: “Estoy viviendo muerte, porque la muerte hay que vivirla en la vida. Luego, en la muerte ya no hay muerte. Desvelado, dolorido, cansado, cobarde, solo, enfermo, herido, estoy entre tus cosas, hijo, ni vivo ni muerto, sin decidirme por ninguna de las soledades que me esperan, dudoso entre tantas ausencias, horrorizado del sol que hoy ha salido en el cielo, y que nada significa y solo es como un inmenso estorbo entre tú y yo”.

 

El libro, que no es un ensayo ni una novela, es una especie de diario lírico sui generis que nos abre en canal al escritor en una parte de su vida en que no hay pose literaria ni equilibrismo esnob. El dandy que fue Umbral aquí está herido de muerte y el final de ese diario que queda abierto nos ha permitido entrar en su alma más honda, en su rechazo de lo trascendente, de Dios, de la metafísica, y a la vez la consideración, en aquel momento, del fracaso y amargura de la vida, ciertamente una realidad que va mucho más allá del articulista provocador que creó una imagen de sí mismo algo conflictiva. Recibió todos los premios literarios más importantes, incluido el Cervantes en el año 2000. 


Quince años tras su muerte se reaviva el interés por su figura y su literatura en la estela de Larra, Ramón Gómez de la Serna y Valle Inclán. 

martes, 13 de abril de 2021

Un día da para muchas cosas


Cada día es un misterio. No creo en la mediocridad de los destinos humanos. Pienso que en cada uno de nosotros hay elementos que hacen que nuestros días sean especiales. Sea en situaciones, en lecturas, en pensamientos, en sentimientos, en contradicciones… No pienso que haya una vida de planicies mediocres. Si uno cualquiera fuera capaz de reflejar el discurrir de un día en un relato, probablemente habría escrito algo próximo al Ulises de James Joyce que recrea una vida común y corriente en el Dublín de 1904, un día de junio de dicho año. Toda vida es significativa por trivial que pueda parecer. Hay unas vidas más llamativas que otras, que parecen haber realizado con más profundidad la idea de destino, pero es un trampantojo. Una vida es una vida y cada día está lleno de densidad primigenia aunque resida en las profundidades y no ofrezca especiales señas de identidad. 

 

En mi día de hoy, me he levantado y he sido consciente, a través de un correo de ACNUR, de la terrible crisis de los refugiados no solo por conflictos bélicos sino por causas del cambio climático –motivo de befa y mofa para algunos- que hace que decenas de millones de personas hayan de emigrar por causa de sequías, inundaciones, huracanes y quedarse sin nada. Hay más de cien millones de personas en el mundo que son considerados refugiados en condiciones extremas… Nosotros estamos acostumbrados a la política de la queja recurrente, al pesimismo constitucional de nuestra psique que observa el mundo desde una situación de privilegio. Me doy cuenta. Nos deprimimos por unas cosas que si las tuvieran otros, serían inmensamente felices. 

 

Durante el desayuno viene un gorrioncillo cerca de nosotros. Le arrojo unas miguitas de pan que él se apresura a recoger con el pico y llevárselas. Es un detalle milagroso porque cada vez hay menos gorriones en el mundo. Los insecticidas y herbicidas cambian radicalmente la cadena trófica y hace que estos pajarillos sean cada vez más escasos. Igual que las mariposas, más raras que nunca. Nuestro bienestar inconsciente promueve el cambio de los ciclos ecológicos.

 

Nos acostumbramos a sentir víctimas, es un papel que nos atrae y está crecientemente extendido. Uno no es nada si no es víctima de algo, aunque sea de un gobierno, o de una situación. El victimismo es como una infección que se extiende junto con el pesimismo indolente. El pesimismo de los viejos es especialmente significativo. Los que creen que el mundo no seguirá para los jóvenes que, paradójicamente, no son pesimistas. 

 

Termino la lectura de un relato muy bien trazado, Atravesé las Bardenas de Eduardo Gil Bera. El título hace referencia a una jota aragonesa y recrea una historia de los años cincuenta cuando las autoridades propiciaron que presos trabajaran en la construcción de pueblos de colonización en las Bardenas Reales entre Aragón y Navarra. Me gusta. Eduardo Gil Bera escribe muy bien, y cuando acabo la narración me dan ganas de volverla a empezar. Un libro es bueno si sientes esa tentación. En realidad, podríamos leer indefinidamente un mismo libro. Hay gente que lee setecientos libros al año, pero imagino a uno que leyera setecientas veces el mismo libro. ¿Quién sería más profundo? 

 

Ayer acabé un libro apasionante sobre el cáncer de Sidhartta Mukherjee, El cáncer, el emperador de todos los males. Me di cuenta de la terrible belleza del cáncer y la profesión médica de oncólogo. Es la enfermedad que mejor revela nuestra naturaleza humana, la más imprevisible, la más misteriosa, la más cruel...


Me tomo un vino turbio con la persona amada… Hablo con mis hijas, me tomo un café a media tarde, hablo con un amigo para hacer una caminata el jueves… 

 

Me doy cuenta de nuestra inconsistencia, de nuestro heraclitiano pasar por la vida, mezcla de permanencia y transitoriedad, pienso en una duda sistemática no ejercida a través de mantras políticos y existenciales, de soflamas jacobinas… Quien duda, lo hace a fondo, y a veces cree en el Dios de Spinoza…

 

Un día da para muchas cosas. 

martes, 17 de noviembre de 2020

La grandeza de Lev Tolstoi

A veces siente uno una llamada y es lo que me pasó hace unas semanas en un comentario algo impertinente que dejé en Instagram en una página de citas literarias, en este caso de Lev Tolstoi, el gran escritor, del que había leído sus principales obras y alguna otra sobre sus últimos días. Como contestación, recibí una coz bastante agresiva en que se me calificaba de ignorante, de “artista” –por mis fotos en mi perfil de Instagram- y me instaba perentoriamente y de modo desagradable a leer los Diarios de Tolstoi, Me sentí tocado, pero luego pensé que ciertamente no los había leído, y en pocos minutos los pedí y me los trajeron al día siguiente en un volumen que abordaba sus últimos años, los que van de 1895 a 1910. El había nacido en 1828. Este post es un resumen –demasiado sintético- de mis impresiones tras la lectura por parte de este realmente “ignorante”. 

 

Los diarios abordan simultáneamente cuestiones filosóficas, literarias, políticas y de ideas, por un lado, y situaciones familiares y domésticas –de su relación con su mujer Sofía Andreievna, sus hijos y visitantes a su finca de Yásnaia Poliana, por otro. Para él el diario era algo fundamental y un instrumento que permite la autorreflexión al que no se puede mentir. Las mentiras en un diario son claramente llamativas. Esto me interesó mucho, pues desde hace muchos años yo mantengo el hábito de escribir un diario lo que constituye un motivo de felicidad diaria cuando anoto mis impresiones acerca de cada día. 

 

Lev Tolstoi era conde y muy rico; poseía grandes extensiones de tierra y bosques con campesinos que los cultivaban y cuidaban. Esto progresivamente le fue causando un hondo malestar, pues su pensamiento se fue haciendo cada vez más partidario de la justicia social y el reparto de los propios bienes siguiendo las palabras de Cristo. Además, quiso renunciar –y renunció- a los derechos de autor de algunas de sus obras. La faceta generosa de Tolstoi no agradaba a su mujer ni a sus hijos. Sofía había sido su fiel secretaria durante muchos años y había copiado, por ejemplo, siete veces Guerra y paz para la edición de la novela. Sofía se veía totalmente desplazada por los proyectos de renuncia de su marido que era dieciséis años mayor que ella. El matrimonio no había sido por amor y las disensiones entre ellos son cada vez más agudas y llegan al límite en los últimos años, especialmente por cuestiones económicas. Sofía temía verse en la pobreza, tras la muerte de Tolstoi, si este realizaba sus idas filantrópicas de ceder todos sus derechos de autor y repartir sus tierras.  

 

Tolstoi se había convertido en una figura de rango mundial y sus artículos se publicaban en Londres y otras ciudades europeas y americanas antes que en Rusia donde eran frecuentemente censurados o prohibidos por su crítica a la autocracia, al militarismo, a la pena de muerte o a la violencia en cualquiera de sus formas. Tolstoi fue un ferviente cristiano –fue excomulgado por un sínodo ortodoxo- que criticaba duramente a la iglesia y su pompa, así como al poder en todos los sentidos. Se lo ha relacionado con una especie de anarquismo místico que toma como inspiración directamente los evangelios y no la estructura institucional de las iglesias. Fue un apóstol del pacifismo y defensor de la no violencia, ideas que compartía con Gandhi con el que se escribió en los últimos años. Varios tolstoístas fueron encarcelados en la Rusia zarista por seguir las ideas del escritor. Tolstoi escribía directamente al zar Nicolás II exponiéndole sus críticas al sistema. Nunca se atrevieron con él, aunque sí con sus seguidores. 

 

Tolstoi era un hombre que en su vejez defendía la castidad –el sexo era para él una especie de inmoralidad que alejaba al hombre de Dios-; era tremendamente misógino y son numerosos los pasajes en que critica la condición femenina con los peores comentarios; abominaba de la ciencia moderna y de la tecnología porque confundían al hombre de su verdadero motivo en la tierra que era el amor y descubrir a Dios; era contrario a la música moderna que se alejaba de la melodía, así como de los nuevos escritores –estamos en la época del Modernismo y primeras vanguardias-, y criticaba duramente todo arte no definido por la moralidad y el espíritu cristiano. 

 

Política y socialmente fue un hombre avanzado, pero eso no le llevó a coincidir con los revolucionarios de 1905 porque practicaban la violencia y esta era incompatible con su ideal de la resistencia pasiva y el pacifismo. También criticó abiertamente al zar cuando muchos revolucionarios fueron condenados a muerte. Había muchos que admiraban a Tolstoi, y también muchos que lo odiaban por su censura de la grandeza de Rusia y la autocracia zarista. Lo veían como un traidor. Otros criticaban la incongruencia de defender la justicia y la repartición de bienes entre los pobres cuando él era conde y un rico terrateniente. 

 

El conflicto con su mujer se hizo insostenible. Ella le leía el diario por más que él lo escondiera, odiaba a su mejor amigo, Chertkov,  y aducía, devorada por los celos, que era una amistad antinatural. Montaba frecuentes discusiones en casa que agotaban a Tolstoi, y alguna vez ella se arrojó a una balsa como queriéndose suicidar. Él quería sentir compasión hacia ella, pero las escenas tan frecuentes le llevaron a idear la fantasía de huir de casa tras redactar un testamento secreto que fue descubierto por su mujer. 

 

Al final huyó de Yásnaia Poliana, a los ochenta y dos años, con su hija Masha en tren, pero un par de días después, enfermó y murió en una habitación de una estación ferroviaria. Allí fueron su mujer, amigos y familiares, y Tolstoi entregó su alma –había deseado tanto la muerte- al infinito. 

 

Mi impresión de las relaciones entre Sofía y Lev Tolstoi es que ella lo amaba, pero no él a ella. Ella siempre se vio subyugada por las ideas de su marido –por generosas que fueran-, siendo admirado mundialmente, y ella, que era la que había entregado la vida por él y le había dado trece hijos –varios murieron-, se vio orillada y desdeñada. Al final, a pesar de sus ataques de histerismo, he sentido una profunda conmoción por su amor hacia Lev. La foto que publicó es la última foto de Tolstoi vivo. Es pocas semanas antes de la muerte del artista. Vean la actitud de ambos. Me da que pensar. 

 

Esta ha sido la respuesta de un real ignorante. A veces una coz es necesaria para aprender. La lectura de los Diarios de Tolstoi me ha abierto caminos nuevos por la intensidad de sus relaciones de gran valor con intelectuales y artistas de todo el mundo. Él leía con frecuencia libros hinduistas y taoístas, fascinado por su concepción de Dios y la vida. 

viernes, 6 de noviembre de 2020

Mi única salvación es que lo sé


 21 de septiembre de 1905. YÁSNAIA POLIANA

"Después, durante la noche, pensé mucho en mí mismo. Soy un hombre excepcionalmente malo, lleno de defectos. 

En mí hay todos los defectos, y en un grado muy alto: envidia, codicia, avaricia, vanidad, ambición, orgullo y maldad. No, maldad no, pero sí malevolencia, falsedad e hipocresía. Los tengo todos, todos, y en un grado mucho mayor que la mayor parte de la gente. Mi única salvación es que lo sé y lucho, toda la vida lucho, Por eso me llaman psicólogo... "

LEV TOLSTOI, Diarios (1895-1910)

domingo, 25 de octubre de 2020

El juego de la literatura

 


Estoy leyendo El cuarto de Giovanni de James Baldwin. No voy a hablar de esta excelente novela escrita por un negro norteamericano en 1956 donde desarrolla, mucho antes que nadie, las contradicciones del amor homosexual en una sociedad que lo persigue. La acción sucede en París, el de la posguerra. Cuando la estoy leyendo vivo intensamente las escenas que suceden en los bares de gays de la capital francesa, en sus calles, en su ambiente y comprendo las contradicciones de David, el personaje central. Siento que hay unas vivencias mías que se proyectan sobre la novela y la llenan de densidad y pienso que el lector cuando lee lo que hace es eso precisamente: conectar su mundo emocional y existencial sobre lo que está leyendo, algo así como nos enseñaba el método Stanislavski para construir dramáticamente los personajes en un escenario. Utilizar tu mundo emocional para llenar de verosimilitud el personaje que interpretas, y, de ese modo, resultaba creíble y auténtico.  

Recuerdo mis paseos por París junto al Sena, los cafés, alguna experiencia de mi juventud, el deseo en estado puro, mis conflictos agudos sobre la vida, la traición, la amistad, el alcohol en noches interminables, recorrer la ciudad en coche,  por la noche, estando borracho…

Esto es lógico, me refiero a utilizar el mundo emocional para dar cuerpo a una novela. Pero ¿qué pasa cuando no tienes referencias personales para hacerlo, como una narración que no tenga relación con tu vida y tus experiencias? Entonces acudes inconscientemente a tus lecturas previas y a tu imaginación; cuanto más potente y rica sea esta, más colorida y poderosa será la  lectura porque la literatura es un arte exigente como decía Harold Bloom. Siento cierto escepticismo sobre esas novelas que se publicitan y que se leen como el agua, que enredan al lector que se siente atrapado por la trama llena de emociones y aventuras fascinantes. Mi experiencia con la buena literatura es que esta no es sencilla y exige un gran esfuerzo adaptativo al mundo del escritor que nos propone un juego en que hay que descubrir las reglas, a veces, endiabladamente complejas.

Para ser escritor, a su vez, puede darse una doble tipología: el escritor aventurero, que utiliza su experiencia vital, llena de avatares emocionantes, de vivencias de todo tipo, fruto de una vida en movimiento de la que nutre sus relatos al estilo de Jack London o en nuestras letras, al estilo de Pérez Reverte que fue corresponsal de guerra en diferentes escenarios bélicos, lo que aparece en cierta medida en la concepción de sus trepidantes aventuras en la España del siglo de Oro o en su último libro La línea de fuego. Son escritores en esencia externos y sus personajes se nutren de su existencia accidentada y aventurera. Otro tipo de escritor es el  que fondea en su mundo interior explorándolo y descubriendo las galerías de su alma para conocerse a sí mismo y luego llenar de profundidad a sus personajes o a su poesía. No es necesario vivir una vida llena de grandes y accidentadas vivencias para crear un potente mundo literario. Pienso en Emily Dickinson, poeta norteamericana que apenas salió de las cuatro paredes de su casa pero que creo un sugerente y profundo universo poético lleno de complejidad y sutileza, producto de su exploración de lo circundante por mínimo que sea -¿aunque hay algo que sea mínimo?-, el canto de un pájaro, una flor, el sol que llega a su jardín, el susurro del viento, y todo ello captado por su espíritu atento que queda deslumbrado por la experiencia de lo real.

Claro que hay escritores que combinan ambas estrategias: la exploración exterior y la interior. Son maestros en el desarrollo de mundos interiores y exteriores. Pienso en Tolstoi, pienso en Vasili Grossman, el autor de Vida y destino, en Galdós, en Balzac… Dostoievski está más atento a la vida interior de sus personajes, aunque también lo está  al paisaje social de su tiempo y los sueños.

Este fascinante juego es la literatura en que se combinan un escritor con sus mundos y el lector, a su vez con sus mundos. Hay a veces lectores con una vida rica en circunstancias o, por el contrario, pobre en ellas, pero ambos mundos se alimentan mutuamente y se enriquecen. Cada lector es único porque parte de su propio mundo para comprender el mundo que se le propone desde las páginas de un libro, y, no solo eso: cada lectura es única y evoluciona si se enfrenta a ella en momentos diferentes de su vida. Acabo de leer una novela extraordinaria, Bajo el volcán de Malcolm Lowry. La había leído hace unos cuarenta años en una noche alucinante bajo el efecto de las anfetaminas cuando yo era comunista, y la he vuelto a leer ahora cuando mis circunstancias lectoras son totalmente diferentes y antitéticas de aquel joven que se despertaba a la literatura. Mi universo íntimo ha cambiado, se ha transformado totalmente, no soy el que era y la novela es otra, radicalmente otra por efecto de que la vida avanza y nosotros cambiamos, la historia cambia, todo se transforma. He ahí el juego doloroso y potente de la literatura.


domingo, 30 de agosto de 2020

Viaje al sur de Juan Marsé

 


Viaje al sur es un libro recién publicado –hace unos días- de Juan Marsé. Responde a un encargo de la editorial antifranquista Ruedo Ibérico, ubicada en París, al autor catalán y al fotógrafo Albert Ripoll Guspi, para contrarrestar la propaganda franquista sobre la realidad de España hacia 1962. Por el encargo recibieron quince mil pesetas para subvencionar un viaje por el sur de España –provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga- que se llevó a cabo en el mes de octubre del citado 1962. Juan Marsé hacia mediados de 1963 ya tenía el texto definitivo y lo envió a París, pero el libro jamás fue publicado por Ruedo Ibérico, se perdió totalmente en la sombra y no se supo qué había pasado con él. Las razones para no publicarlo son solo suposiciones pero puede que Viaje al sur no responda al modelo de literatura tendenciosa antifranquista que esperaba la editorial dominada por el PCE, igual que la inmensa mayoría de escritores e intelectuales de aquella época que se movían en la línea antifranquista. Juan Marsé se había acercado al PCE pero nunca llegó a recibir el carné del partido; sus posiciones eran muy diferentes a las oficiales, especialmente en el sentido de que no estaba nada convencido de que estuviera a punto de producirse una insurrección obrera frente al Régimen como así se creía desde el exilio por algunas huelgas en el norte de España y Cataluña. Marsé había trabajado en un taller de joyería durante quince años y sabía mejor que los intelectuales la situación real de la clase obrera española que solo aspiraba a mejorar económicamente y a ser posible comprarse un seiscientos. Es la España de la apertura económica al exterior por obra de los gobiernos en manos del Opus Dei. No había en ciernes una revolución obrera.

Viaje al sur es un libro de viajes de tres compañeros, el citado Marsé, el fotógrafo Albert Ripoll y Antonio Pérez, a lo largo de casi un mes por la geografía andaluza. El texto definitivo se perdió en los fondos de Ruedo ibérico que pasaron al Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, y así ha sido durante más de cincuenta y cinco años. Recientemente, por una idea de Marsé que recordó el título que le dio originalmente y el pseudónimo que utilizó –Manolo Reyes, como el del protagonista de Últimas tarde con Teresa que ya tenía en mente y había empezado a escribir- el texto pudo por fin ser hallado. El caso es que ahora tenemos el texto original y algunas de las fotografías de Albert Ripoll y es lo que acaba de ser publicado.

El libro es un prodigio que nos devuelve por el túnel del tiempo a la España de octubre de 1962, en plena crisis de los misiles de Cuba que estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial, el comienzo del Concilio Vaticano II y las inundaciones en Cataluña de los ríos Besós y Llobregat que causaron más de mil muertos entre los habitantes de pobres casuchas construidas cerca de los cauces.  Nuestros tres amigos recorren en autobús o tren ciudades como Sevilla, Jerez, Sanlúcar, Rota, El Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Vejer, Barbate de Franco, Tarifa, Algeciras, Ronda, Marbella, Fuengirola, Torremolinos y Málaga. Es un recorrido que desvela la situación penosa de la economía y la sociedad española, especialmente andaluza, en que el trabajo escasea, los jornales son míseros, la explotación es terrible, los niños a miles deambulan por las ciudades a veces semidesnudos ganándose la vida desde los doce años porque no pueden ser alimentados por sus padres, la pobreza domina, se extienden los barrios en que se amontonan casuchas pobrísimas o directamente poblados de chabolas sin agua y sin luz como El Zapal en Barbate de Franco; se imponen la separación de sexos entre hombres y mujeres, el dominio absoluto de la iglesia en su versión más reaccionaria, las procesiones, las manifestaciones falangistas en contra de los ataques contra el Régimen, la indigencia cultural más radical, el folklorismo esclerotizado, el conformismo de los andaluces que solo tienen como lugar de esparcimiento la taberna, el alcoholismo, el cante, los toros…  A la vez miles y miles de españoles se van a la emigración, sea Alemania, Suiza, Francia, Australia o se van hacia Cataluña en riadas imparables porque el caciquismo y el subdesarrollo no da lugar a ningún tipo de esperanza en un país detenido en el tiempo. El turismo empieza a llegar masivamente a lugares como Torremolinos o Fuengirola y empiezan las construcciones de hoteles o apartamentos para alemanes -que en quince años han pasado de ser un país destruido por la guerra a necesitar a millones de trabajadores y a expandirse como turistas por países pobres como España- o nórdicos. 

El retrato de aquella España es inmisericorde pero no tendencioso, no es un panfleto, y eso le da un valor formidable. Vemos pero no se nos conduce a un juicio predeterminado. El autor de Últimas tardes con Teresa no quiere manipularnos, quiere hacer literatura, buena literatura, tal vez por eso su libro no fue publicado en su momento y eso es lo que ahora le da un valor añadido. Sin duda, es un testimonio social y moral de un tiempo que hoy podemos visitar de nuevo. 

martes, 25 de agosto de 2020

El descubrimiento de José Ángel Barrueco

 

Esta mañana al despertarme, entre brumas espesas como las telarañas de mi cuarto, he cobrado conciencia del día. Eran las nueve de la mañana. Tendido, he pensado en los sueños de la noche que se me han escapado como briznas de hierba en el viento de la llanura. Mi iPad, mi mágico amigo cargándose, es el primer contacto que tengo con la realidad virtual. He revisado blogs amigos y sus publicaciones. Sin embargo, he pasado por un blog titulado Escrito en el viento y algo me ha retenido en él: la imagen del autor, José Ángel Barrueco (1972), escritor zamorano afincado en Madrid. El post no daba demasiadas pistas pero me he ido a su perfil y he descubierto otro blog de José Ángel, un blog algo desatendido pero que me ha abierto todo un mundo en el que he tenido que reprimir el ataque de llanto que me ha acongojado. José Ángel ha publicado unos doce libros. Uno de ellos era sobre su madre muerta en 2010 a los 56 años de un maligno cáncer de mamá. El libro sobre su proceso y muerte se llama Angustia y comienza en un cementerio, probablemente de Vienna en la tumba de Thomas Bernhard, autor al que los dos apreciamos apasionadamente. Esto me ha conmovido, igual que sus referencias a otros autores como Beckett y Coetzee, ambos autores tristes. Me ha cautivado la tristeza de José Ángel que recuerda cada día a su madre, bella, amorosa, artista, viajera, mujer esencialmente libre que lo tuvo a los dieciocho años. El amor por su madre es tan hermoso, triste y revelador que no he podido sino emocionarme leyéndole en su estilo fresco, directo, sugestivo y sin florituras, como me gusta el lenguaje. He ido retrocediendo en el tiempo y el tema era siempre su madre de la que publica fotos que confirman que era bellísima y transmite impresiones que enamoran al lector y espectador como si estuviera asistiendo a un diálogo íntimo y secreto. Me he ido enterando de circunstancias de  su muerte temprana y terrible como un punzón que se hunde en el corazón; del dolor de José Ángel que, a pesar de haber pasado diez años, es indeleble como una profunda cicatriz. Mi madre también murió en aquel tiempo (2011), pero era tan diferente y me dejó un recuerdo tan oscuro, como de jungla devastada, que el contraste me estremece y pienso en las vidas tan diferentes a que dan lugar las madres. Sin embargo, José Ángel y yo, con madres tan antagónicas, compartimos la plenitud de la tristeza en nuestras vidas, como garfios ahincados en la carne. Tristeza y esperanza. Para ambos nuestras  madres han sido como el alfa y el omega. Quiero leer algo suyo, pero no el libro sobre su madre porque me hundiría en la congoja. Tal vez Vivir y morir en Lavapiés, el barrio que más estimo de Madrid.

miércoles, 19 de agosto de 2020

José María Hinojosa, el poeta olvidado


Hablar de la poesía de José María Hinojosa (1904-1936), el poeta precursor del surrealismo en España, antes que Rafael Alberti, Lorca, Cernuda y Aleixandre,  es algo proceloso por la tremenda losa de olvido que cayó sobre su obra por parte de todos los protagonistas de su tiempo y lo lento de su recuperación posterior, ya lejos de su época en que fue denostado, burlado y ridiculizado incluso por sus amigos a los que ayudó con frecuencia. Más difícil es todavía hablar de su muerte: José María Hinojosa fue asesinado el 22 de agosto de 1936, junto a 55 prisioneros políticos más, en el paredón del cementerio de San Rafael en Málaga, por milicias revolucionarias de la república. Lo asesinaron los "buenos", los que escribieron la historia cultural de la república. Su asesinato vergonzoso, tres días después que a Lorca, no lo llevó a la fama mundial como al poeta granadino, sino al total y rotundo olvido. ¿Por qué? 
Una buena pregunta.

José María Hinojosa nunca fue tomado en serio a pesar de la innegable calidad de su poesía. Se lo consideraba un "señorito", un snob que se dedicaba a la literatura como afición. Era de una familia rica, terrateniente, en Campillos (Málaga). Estudió en los jesuitas, como tantos otros, y posteriormente Derecho en Málaga y Madrid. Conoció a Lorca y formó parte de su tertulia poética El parnasillo. Trabó relación con los miembros de la generación del 27 y se acercó a la Residencia de Estudiantes pero no fue residente en ella por la oposición de su familia dado el carácter laico de ésta. Se lo considera un miembro menor de la generación del 27, pero su obra todavía no ha sido estudiada en profundidad. Hacia 1925 vivió en París donde conoció en directo el surrealismo de Breton al que se adhirió en cuerpo y alma. Publicó excelentes libros entre 1926 a 1931 que  van marcando su evolución que culmina en un surrealismo erótico e iconoclasta: Poema del campo, Poesía de perfil, La rosa de los vientos, Orillas de la luz, La flor de la Californía y Sangre en libertad. Tras este libro pareció dejar la literatura y sumirse en el silencio poético. 

Su poesía se inicia con influencias de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, los haikus, el cubismo y la poesía popular alejada de la anécdota como muchos de los poetas de su tiempo. Culmina en un libro onírico como es La flor de la Californía (con tilde en la í), a través del cual pudo influir tempranamente en poetas surrealistas como Vicente Aleixandre antes de publicar sus primeros libros. Fue amigo personal de Buñuel y Dalí, y coeditor de la revista Litoral con Manuel Altolaguirre y Emilio Prados en la Málaga de 1929. 

Sin embargo, su obra y su figura es objeto de desprecio y burla. Era rico y generoso, pecado este último que abre todas las envidias imaginables. Su evolución ideológica estuvo marcada por su origen terrateniente y un viaje a la URSS en 1928 junto a José Bergamín (que luego negó toda relación con él) que le produjo una profunda decepción, al revés de muchos otros que volvían fascinados del experimento estalinista. Su voz es profundamente personal pero su poesía levanta chanzas en las que participan casi todos incluidos Gerardo Diego y Federico García Lorca que parodia versos de La flor de la Californía. Se lo califica de "señorito andaluz" y de "bohemio con cuenta corriente" a pesar de que muchos que lo critican son también mantenidos por sus padres. 

Su relación con una mujer lo marcó también. Se enamoró de Ana Freüller, que no lo correspondió y que rechazaba su poesía, incluidos los poemas que éste le enviaba. Su relación fue muy compleja y no se sabe hasta que punto se consolidó como proyecto común. Planeaba casarse con ella en 1937.

El advenimiento de la segunda república llevó a Hinojosa hacia posiciones conservadoras en la proximidad a la CEDA, desde el Partido Agrario Español. Abandonó la poesía y escribió numerosos artículos conservadores, así como participó en mitines políticos en favor de la derecha lo que confirmó el despreció que le dedicaban sus antiguos amigos poetas y críticos. 

En julio de 1936  fue  detenido y encarcelado, tras el golpe del ejército en África, considerado como fascista. El 22 de agosto, como hemos dicho, fue  asesinado junto a su padre y su hermano, como represalia por un bombardeo de los depósitos de combustible, en una saca de las milicias republicanas. 

Cayó en el olvido total. El bando  vencedor no lo reclamó por el carácter irreverente e iconoclasta de su poesía, totalmente llena de ácido hacia  las instituciones como la iglesia, la propiedad  privada, la familia e incluso Cristo. Y el bando perdedor lo consideró un "traidor" y lo despreció y lo borró totalmente de la historia, siendo ellos los que hicieron dicha crónica literaria. Fue un muerto incómodo para todos. Solo hacia los años setenta el poeta Ángel González lo incluyó en una antología  poética,  a pesar de la lejanía ideológica. Por fin los profesores Alfonso  Sánchez y Julio Neira  publicaron sus  obras completas y su epistolario, se reeditó ese libro onírico y alucinado que es La flor de la Californía y en 2004 se celebró el centenario de su nacimiento con algunos homenajes en su Málaga natal y algunos artículos  en la prensa. 

Hoy por hoy sigue siendo un poeta olvidado, maldito para unos y para otros  y totalmente desconocido por los lectores a pesar de la innegable calidad de su poesía que abrió caminos nuevos en su tiempo. 

sábado, 15 de agosto de 2020

El amor cortés explicado a los jóvenes



Las filosofías sobre el amor en el Renacimiento se basan fundamentalmente en dos corrientes anteriores: el amor cortés y el neoplatonismo. Sobre el amor cortés se ha escrito muchísimo. Se trata de la primera teorización sobre la naturaleza del amor refinado frente a la tosquedad de la realidad cotidiana. El amor cortés es un amor de naturaleza irrealizable. Un trovador corteja a una dama casada. Debía ser casada porque solo una mujer casada podía tener vasallos, porque esto es lo que es el enamorado, un vasallo, un servidor, un esclavo amoroso que dedica su vida a un amor imposible. Escribe sus poemas encubriendo a la dama con un seudónimo y se recitan en una corte en donde la mayoría no saben leer. La dama sabe de ese amor oculto, una mujer siempre termina sabiéndolo, y ello le halaga, pero el juego amoroso implica que ella debe distanciar al amante, debe tener mucho cuidado para que su marido y los celosos no descubran la situación. Ella se siente atraída por el amante, pero sabe que debe rechazarlo, por prudencia y por honestidad. Sin embargo, su vida es tan radicalmente árida y aburrida que ese amor absoluto que la pone a ella en un nivel elevadísimo le atrae y ha de buscar medios para hacer llegar sus mensajes al trovador, mensajes y prendas de amor...

¿Pero, entonces, es un amor imposible? –me preguntan mis alumnos-. Sí, todo nos lleva a pensar que el amor es irrealizable físicamente, pero eso no le quita intensidad. Un amor de naturaleza fantástica y que no puede cumplirse es de una intensidad todavía más alta que uno que se realiza. Porque la pulsión sexual entre los dos sujetos del amor cortés es muy elevada. Se desean pero es imposible. El trovador sufre intensamente, pero este sufrimiento lo ennoblece. Amar hace al hombre más refinado, más noble, más luminoso, lo perfecciona. Aunque sea imposible el objeto de su amor. El amor cortés no tiene que ver con la naturaleza sino con la cultura. Uno de los primeros en teorizarlo fue Andreas Capellanus, clérigo en una de las cortes del sur de Francia. Esa ansia de lo imposible hacía incrementar el deseo. Los dos amantes sueñan el uno con el otro. Están juntos en la imaginación, probablemente se masturban imaginando desnudo el cuerpo del otro. Es posible que el trovador tenga relaciones sexuales y en ellas sustituya el cuerpo de la mujer permitida por la otra, la oculta, y cuando introduzca el pene dentro de ella, sueñe que lo hace dentro de la mujer soñada. Ella, la mujer casada a través de alguna dama que la ayuda y que sabe el secreto, le hace llegar alguna prenda íntima que esté en contacto con su cuerpo, que huela a ella, que tenga algo de sus flujos más recónditos. Ella, tal vez, le hace llegar en un camafeo un vellón de pelos de su pubis.

¡Qué asco! –dicen mis alumnos. Eso es una relación... ¿morbosa? –les sugiero yo-. Sí, muy morbosa. Nada hay tan intenso sexualmente como algo que no se puede realizar y que sucede en el terreno de la imaginación. Ellos cada noche están juntos y nadie lo puede impedir porque es un amor soñado, imaginado, y la imaginación es la facultad más potente que existe. Un cuerpo real no es nunca tan intenso como un cuerpo recorrido milímetro a milímetro por las manos de los amantes en su imaginación.

Nada es tan real como un cuerpo real, me dicen mis alumnos que escuchan asombrados. Yo les contesto que en la sociedad que vivimos domina la satisfacción inmediata del deseo y se concibe difícilmente la demora o el retraso en la posesión del cuerpo deseado que deja de interesar si no es accesible, pero en el tiempo en que estamos, los seres humanos debían recurrir a la imaginación para dar rienda suelta a lo que no podía ser posible en el mundo real. La relación entre Lanzarote del Lago, el mejor caballero del rey Arturo, con la reina Ginebra es representativa de este modo de ver las cosas, en el mundo cortés. Ella cuando es penetrada por el rey Arturo imagina que quien lo hace es Lanzarote y su deseo es infinitamente mayor y el rey lo desconoce totalmente. Nadie puede penetrar en el mundo oculto de la imaginación.

En el plano real, la dama casada rechazaba al amante y le ponía obstáculos para comprobar la fuerza de su amor, pero a ella le subyugaban su constancia, sus versos llenos de conceptismo medieval en imágenes enfermizas y retorcidas que revelaban la intensidad de lo sexual, escritos en clave para que solo ella pudiera entenderlas. Las palabras se cargan, en la retórica de versos alambicados, de una fuerte tensión sexual, pues son escritos en noches de intenso deseo cuando él se masturba pensando en ella y acariciando los pelos de su pubis que mete en su boca para recorrerlos con su lengua sabiendo que son de ella. Ella lo imagina y eso la excita hasta límites difícilmente concebibles. Sus damas la bañan y dan ungüentos y ella sueña que es él el que es una de esas damas que la acaricia desnuda y la ve por la mañana cuando se levanta. La vida en la corte, una corte grosera, una corte sin apenas refinamiento, se convierte en un paraíso sensual en la imaginación de los dos enamorados que saben que su amor es imposible, tanto que ni siquiera esperan una oportunidad, pues nada será tan alto como lo que sucede en el terreno de su imaginación. No, no es un amor pueril, el amor cortés, no es un amor masoquista. No, supone el triunfo de los sueños frente al mundo de la realidad de cortos alcances en una corte plana y sin estímulos. Y ella frota su prenda más íntima con su fluido para hacérsela llegar de alguna manera al amante que la olerá y la morderá en un éxtasis de deseo brutal.

El silencio se hace en la clase. Mis alumnas musulmanas son las menos sorprendidas. 


Pues vaya. 

jueves, 5 de marzo de 2020

La buena literatura

                                                 Philip K. Dick

La idea ampliamente difundida –y no carente de fundamento- de que se debe leer por placer, para pasárselo bien y disfrutar, en algún sentido me resulta sospechosa e inexacta a la hora de enfrentarse a muchas obras literarias de cierto nivel. No se lee solo por disfrutar, el libro no es una máquina de producir placer primario –directo y simple-; en muchas ocasiones el placer es secundario y fruto del esfuerzo y la constancia que te lleva a entrar en una historia, o en un mundo, o en un modo de concebir las cosas que no es necesariamente sencillo. Hay libros con los que se trenza una lucha denodada para penetrar en su sentido, y solo, tras perseverar en ellos se logra desentrañar claves que no son accesibles en un nivel elemental. La idea de luchar con un texto es imprescindible y lógica si queremos acercarnos a la buena literatura.

Por eso, todos esos relatos que se venden como apasionantes y fascinantes, que se leen de un tirón por lo absorbentes que son por sus historias llenas de sentimiento y emoción, pienso que son objeto de fórmulas narrativas que pretenden captar al lector de un modo muchas veces tramposo. No digo que no sean hábiles historias, bien dosificadas, y plenas de avatares sorprendentes en los que hay sensacionales giros de guion que terminan por llevar al lector al asombro. Son libros que se leen como el agua y a los que uno se adhiere emocionalmente de principio a final. Están bien diseñados comercialmente para satisfacer el gusto de buenas masas de lectores. Son las novelas que triunfan en el mundo editorial, dentro de un país en que se lee no lo suficiente –soy prudente porque más bien se lee poco, muy poco-. Está bien que existan estos libros, son los que atraen a la mayor parte de los lectores.

En el mundo educativo las editoriales publican libros trepidantes para adolescentes, y así captarlos para la lectura. Son libros que pretenden arrastrar por su dinamismo, su nivel de juego, los temas cercanos a los alumnos y su actualidad. Parece que no hay opción al respecto. Venerados profesores de secundaria recomiendan lecturas sencillas para así atraer a los lectores a otros niveles más complejos, pero esto, a mi juicio, no es así. Vivimos un tiempo de fórmulas esquemáticas, de fast food en todos los sentidos. Las ideas complejas asustan y amedrentan, y de este modo no creo que funcione el sistema de alimentar a los adolescentes de mala literatura, de antiliteratura, para luego, más adelante, que lleguen a Shakespeare. Esto no funciona así. Los libros primarios y sencillos no crean lectores complejos, además en una sociedad que rechaza esa complejidad como la peor de las condenas. No sé cuál es la vía para crear buenos lectores. En cierta manera, pienso que es una guerra perdida. El contexto no ayuda por muchas razones. El buen lector es una rara avis. En el mundo de los blogs hay excelentes que hablan de buena literatura por parte de lectores con gusto y sentido de la profundidad. En mi blogroll hay bastantes de estos, pero es una falsa impresión. La sociedad no es así. Se esgrime como argumento principal para no leer la falta de tiempo. He vivido en el mundo de los profesores varias décadas y advertí que la mayoría, incluso por parte de profesores de lengua y literatura, no eran lectores. No había tiempo. Quizás en verano –decían-. Ser buen lector es una actividad que requiere de disciplina y no dejarse atrapar siempre por el nivel primario de los libros. No significa que el disfrutar surja de modo sencillo porque nos enfrentamos a la plurisignificación y a ideas elaboradas, muy elaboradas. La buena literatura no es sencilla, requiere de tesón y una abierta aceptación del desafío.

Yo viví un tiempo en que a los adolescentes les gustaba leer buena literatura, de gran complejidad. Yo utilizaba la literatura como un arma para fomentar su rebeldía juvenil y ellos entraban en el juego. Pero eso pasó y cuando lo cuento es difícil de creer en un momento como el de nuestra época, líquida y banal, esencialmente epidérmica. Solo los salvajes siguen enamorados de la buena literatura.

Selección de entradas en el blog