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martes, 13 de abril de 2021

Un día da para muchas cosas


Cada día es un misterio. No creo en la mediocridad de los destinos humanos. Pienso que en cada uno de nosotros hay elementos que hacen que nuestros días sean especiales. Sea en situaciones, en lecturas, en pensamientos, en sentimientos, en contradicciones… No pienso que haya una vida de planicies mediocres. Si uno cualquiera fuera capaz de reflejar el discurrir de un día en un relato, probablemente habría escrito algo próximo al Ulises de James Joyce que recrea una vida común y corriente en el Dublín de 1904, un día de junio de dicho año. Toda vida es significativa por trivial que pueda parecer. Hay unas vidas más llamativas que otras, que parecen haber realizado con más profundidad la idea de destino, pero es un trampantojo. Una vida es una vida y cada día está lleno de densidad primigenia aunque resida en las profundidades y no ofrezca especiales señas de identidad. 

 

En mi día de hoy, me he levantado y he sido consciente, a través de un correo de ACNUR, de la terrible crisis de los refugiados no solo por conflictos bélicos sino por causas del cambio climático –motivo de befa y mofa para algunos- que hace que decenas de millones de personas hayan de emigrar por causa de sequías, inundaciones, huracanes y quedarse sin nada. Hay más de cien millones de personas en el mundo que son considerados refugiados en condiciones extremas… Nosotros estamos acostumbrados a la política de la queja recurrente, al pesimismo constitucional de nuestra psique que observa el mundo desde una situación de privilegio. Me doy cuenta. Nos deprimimos por unas cosas que si las tuvieran otros, serían inmensamente felices. 

 

Durante el desayuno viene un gorrioncillo cerca de nosotros. Le arrojo unas miguitas de pan que él se apresura a recoger con el pico y llevárselas. Es un detalle milagroso porque cada vez hay menos gorriones en el mundo. Los insecticidas y herbicidas cambian radicalmente la cadena trófica y hace que estos pajarillos sean cada vez más escasos. Igual que las mariposas, más raras que nunca. Nuestro bienestar inconsciente promueve el cambio de los ciclos ecológicos.

 

Nos acostumbramos a sentir víctimas, es un papel que nos atrae y está crecientemente extendido. Uno no es nada si no es víctima de algo, aunque sea de un gobierno, o de una situación. El victimismo es como una infección que se extiende junto con el pesimismo indolente. El pesimismo de los viejos es especialmente significativo. Los que creen que el mundo no seguirá para los jóvenes que, paradójicamente, no son pesimistas. 

 

Termino la lectura de un relato muy bien trazado, Atravesé las Bardenas de Eduardo Gil Bera. El título hace referencia a una jota aragonesa y recrea una historia de los años cincuenta cuando las autoridades propiciaron que presos trabajaran en la construcción de pueblos de colonización en las Bardenas Reales entre Aragón y Navarra. Me gusta. Eduardo Gil Bera escribe muy bien, y cuando acabo la narración me dan ganas de volverla a empezar. Un libro es bueno si sientes esa tentación. En realidad, podríamos leer indefinidamente un mismo libro. Hay gente que lee setecientos libros al año, pero imagino a uno que leyera setecientas veces el mismo libro. ¿Quién sería más profundo? 

 

Ayer acabé un libro apasionante sobre el cáncer de Sidhartta Mukherjee, El cáncer, el emperador de todos los males. Me di cuenta de la terrible belleza del cáncer y la profesión médica de oncólogo. Es la enfermedad que mejor revela nuestra naturaleza humana, la más imprevisible, la más misteriosa, la más cruel...


Me tomo un vino turbio con la persona amada… Hablo con mis hijas, me tomo un café a media tarde, hablo con un amigo para hacer una caminata el jueves… 

 

Me doy cuenta de nuestra inconsistencia, de nuestro heraclitiano pasar por la vida, mezcla de permanencia y transitoriedad, pienso en una duda sistemática no ejercida a través de mantras políticos y existenciales, de soflamas jacobinas… Quien duda, lo hace a fondo, y a veces cree en el Dios de Spinoza…

 

Un día da para muchas cosas. 

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