Lo mejor de este blog son los comentarios que recibe, a veces largos y expositivos, y otras veces, escuetos y esenciales. Me relamo cuando recibo vuestros comentarios. Los veo primero como aviso en Outlook Express y luego voy inmediatamente a abrir mi blog para leerlos con fruición. No quiero destacar a nadie. Cada uno añade matices que ayudan a completar mi propuesta de reflexión que más que nada son dudas de un profesor en ejercicio y que cada día ha de enfrentarse a la tarea insólita de educar adolescentes. Digo “insólita” porque si la adolescencia es un periodo tipificado por los tratados de psicología, he de reconocer que me he enfrentado en mis veinte años de profesión a adolescentes muy diferentes. Cada cinco años cambian las características del alumnado al que te diriges. Cada año observas diferencias cualitativas entre esos muchachos inquietos que constituyen una tribu diferenciada del mundo de los adultos, esos adultos que han de acercarse a su mundo como si fueran espías de otro universo.
Hubo un tiempo en que la adolescencia y el mundo de los adultos eran compatibles. Nos unían inquietudes y una cierta percepción de época. Latíamos de forma no muy diferente. Casi nos gustaban las mismas canciones y compartíamos una dimensión existencial del humor y de la literatura.
Hoy, los que enseñamos de mi generación, nos hemos alejado de la adolescencia por razones obvias, tempus fugit, y en su contrapartida, carpe diem, se ha adueñado de todo.
Hubo un tiempo en que la adolescencia y el mundo de los adultos eran compatibles. Nos unían inquietudes y una cierta percepción de época. Latíamos de forma no muy diferente. Casi nos gustaban las mismas canciones y compartíamos una dimensión existencial del humor y de la literatura.
Hoy, los que enseñamos de mi generación, nos hemos alejado de la adolescencia por razones obvias, tempus fugit, y en su contrapartida, carpe diem, se ha adueñado de todo.
Hay que quemar el presente en cada instante, no hay que guardar nada para el futuro. La vida es eterna en cinco minutos que cantaba Víctor Jara. Mis adolescentes no pueden estarse quietos. Les quema el presente que avanza demasiado lentamente. Nuestras enseñanzas son tediosas, las clases son jaulas en donde se atenaza la vida. Si pudieran harían estallar la vida en forma de videojuegos frenéticos. Marinetti cantó al futuro, a la velocidad, al dinamismo. ¡Cómo le ha dado la razón la historia! Nada es firme sino es en movimiento, en una pantalla plana de millones de colores, en un click en el que se enlaza el cosmos entero. Cambio, mutación constante. Irreversibilidad. Juego vertiginoso. No hay que tomarse la vida demasiado en serio como decían las vanguardias. La historia ha condenado a la hormiga y ha erigido en héroe a la cigarra cantora durante el verano. La vida es cambio. Nada es permanente. El profesor es un héroe patético. Es difícil ser un buen profesor. Hay que saber conectar con ese mundo tan evanescente, tan frágil, tan fugaz, que es la adolescencia de nuestros días.
Una profesora aquejada de cáncer volvíó el otro día de visita a nuestro centro. Estaba en fase de superación de la enfermedad pero no sabía si podría volver a enfrentarse a la docencia. Lo malo no son los chavales –decía-. Lo malo es todo el sistema que va asociado a la educación que se ha vuelto espantosamente burocrático. Por cada movimiento que uno hace, ha de rellenar docenas de papeles. No basta con intentar hacer las cosas bien. No, hay que mantener un mundo de informes, de programaciones, de permisos, de seguros, de parrillas, de papeleo oficial. Hay que enfrentarse a inspecciones y a control directivo. Lo menos importantes en este conglomerado son las clases.
Otra profesora me hablaba del engaño que es la educación, de cómo en el fondo estamos entreteniendo a esos adolescentes inquietos con contenidos de bajo nivel porque el sistema se ha centrado en otros aspectos como son los procedimientos y las actitudes a las que siempre se les había dado su valor pero respetando la importancia de los conocimientos. Estos hoy día son secundarios y los chavales los ven así. La educación es una pantalla plana en el que cuenta más que otra cosa el entretenimiento y se valora muy poco los valores de superación, de esfuerzo, de conocimiento… Nos hemos visto obligados a cambiar nuestra forma de evaluar tantas veces y de tantos modos, que muchas veces se nos olvida qué estamos juzgando.
La educación es un mundo gaseoso en el que, a veces, surgen, por azar, verdaderas maravillas en dirección contraria a la época inestable y conservadora que estamos viviendo. El profesor, un profesor anónimo, se quema y se expone a ese conglomerado contradictorio que es el acto de enseñar. ¿Enseñar? ¿qué? ¿para qué? Son dudas, son incertezas, de un tiempo revuelto y crecientemente efímero.
Una profesora aquejada de cáncer volvíó el otro día de visita a nuestro centro. Estaba en fase de superación de la enfermedad pero no sabía si podría volver a enfrentarse a la docencia. Lo malo no son los chavales –decía-. Lo malo es todo el sistema que va asociado a la educación que se ha vuelto espantosamente burocrático. Por cada movimiento que uno hace, ha de rellenar docenas de papeles. No basta con intentar hacer las cosas bien. No, hay que mantener un mundo de informes, de programaciones, de permisos, de seguros, de parrillas, de papeleo oficial. Hay que enfrentarse a inspecciones y a control directivo. Lo menos importantes en este conglomerado son las clases.
Otra profesora me hablaba del engaño que es la educación, de cómo en el fondo estamos entreteniendo a esos adolescentes inquietos con contenidos de bajo nivel porque el sistema se ha centrado en otros aspectos como son los procedimientos y las actitudes a las que siempre se les había dado su valor pero respetando la importancia de los conocimientos. Estos hoy día son secundarios y los chavales los ven así. La educación es una pantalla plana en el que cuenta más que otra cosa el entretenimiento y se valora muy poco los valores de superación, de esfuerzo, de conocimiento… Nos hemos visto obligados a cambiar nuestra forma de evaluar tantas veces y de tantos modos, que muchas veces se nos olvida qué estamos juzgando.
La educación es un mundo gaseoso en el que, a veces, surgen, por azar, verdaderas maravillas en dirección contraria a la época inestable y conservadora que estamos viviendo. El profesor, un profesor anónimo, se quema y se expone a ese conglomerado contradictorio que es el acto de enseñar. ¿Enseñar? ¿qué? ¿para qué? Son dudas, son incertezas, de un tiempo revuelto y crecientemente efímero.
Permítanme los lectores de Joselu que hable de mí y de las reflexiones que al hilo de mi sentir y vivir tengo al dar clases:
ResponderEliminarMi periplo de enseñanza no puede ser más irregular. De hecho el paro, el trabajo precario y sueldos bajos han pululado entre cole y cole que me fichaba. Ante esa propia realidad cuando contemplo a mis alumnos estudiando el Feudalismo que no entienden, la Grecia clásica que no aprecian y las actividades del sector primario que les suena a chino, me digo: ¿para qué enseñar? ¿por qué dar estos conociemintos que no les servirá de nada?.
y un apunte más: aunque hay alumnos lindos y en condiciones como yo digo, ¿ por qué no me identifico en ninguno de ellos como la adolescente/estudiante que forjo a ser hoy día?: lectora, cinéfila, inquieta, con ganas de participar en el mundo, ... ¿Tan rara era/soy? :)
amén Joselu
ResponderEliminarPor otra parte te veo... muy cansado, no sé ¿Nunca has pensado en intentar otro tipo de educación fuera del sistema establecido? Sinceramente, ya te he hablado mucho de esto y espero no cansarte, pero te veo como un profesor ideal capaz de transmitir sus conocimientos y creo que en la educación de hoy, tal como tu has dicho, estos no importan.
No estoy de acuerdo zinquirilla. Todos esos conocimientos les servirán para entender la complejidad del mundo. Para humanizar su vida y comprender como evoluciona la sociedad a lo largo de la historia. Son conocimientos indispensables para formar una mente humanista, algo que demanda mucho la sociedad actual aquejada del pensamiento débil.
ResponderEliminarJoselu: me ha gustado tu reflexión.
¡Qué malos son los otoños!
ResponderEliminarNos tiendes una trampa porque ni tú mismo eres capaz de explicarte por qué sigues en la docencia con ese ambiente que casi todos conocemos. Hay una obra de teatro de Rodolf Sirera que se llama 'El verí del teatre', el veneno del teatro. A nosotros nos picó el veneno de la docencia y ya somos enfermos crónicos. Sabes que yo me dedicaba a otros menesteres antes de ser profesor; ahora creo que no podría vivir sin enseñar. Sé que un noventa por cien de lo que digo en las aulas al cabo del día no sirve para nada, se pierde con el viento del otoño; pero ese otro diez por ciento, esa única frase que llega a un único alumno, da sentido a mi trabajo. Y sé que les llega porque luego lo digieren y lo hacen suyo.
¿Por qué seguimos dando clase? Quizá por encontrar a ese alumno que fuimos nosotros, por la búsqueda de nuestra propia adolescencia en las caras de nuestros alumnos, por la infructuosa indagación en nuestro pasado, infructuosa pues ninguno de nosotros será como ellos. Lo que no quita que sigamos buscando día a día, hora a hora...
Al subsuelo, exactamente; ahí es a donde hemos de dirigir nuestros esfuerzos: a las raíces. Tu desorientación es la de todos nosotros; pero nuestra orientación también es la misma: ayudar a los alumnos a valerse por sí mismos. Nuestro trabajo no sólo es duro, sino, en según qué condiciones, ingrato; pero no es menos cierto que sus compensaciones difícilmente se encuentran en otras profesiones. Y a profesores como tú, Joselu, no le son extrañas, ni raras... Comparémonos, por ejemplo, con un autor novel cuyas obras jamás han llegado ni siquiera al público lector... A nosotros nos llegan, a diario, decenas de reconocimientos y de agradecimientos sinceros. Y no explícitamente, eso es cierto, pero sólo hay que ver y sentir el afecto que a algunos alumnos les brilla en los ojos cuando te saludan con una sonrisa de gato de Cheshire para sentirse más que confortado. Reconocimiento social o institucional quizás no lo tengamos, pero el humano de esas criaturas es un tesoro que vale un potosí, ¿o no?
ResponderEliminarPues eso. Ánimos. ¡Y a seguir escarbando!
¡Estás inaugurando toda una sección sobre filosofía de la educación en tu blog! Pero te veo pesimista. Yo no llevo demasiado tiempo dando clase (7 años), pero por ahora me ilusiona lo que hago y todos los años encuentro algunos alumnos parecidos a la alumna que yo fui. Transmitir conocimientos ya no es la base de la educación, en eso estamos de acuerdo, y la burocratización llega a niveles absurdos, de acuerdo también. Pero estamos ganando en cercanía con los chavales (que no colegueo, no es lo mismo), y en contacto humano. Yo aprendo muchísimo escuchándoles y viendo qué les interesa, de qué tienen miedo y con qué sueñan en un futuro. Intento ser una profesora "cercana", en la que puedan confiar si alguna vez lo necesitan. Recuerdo que tuve grandes profesores en el instituto, pero ninguno que me diera ese calor humano que a veces necesitamos, esa mano amiga a la que aferrarnos. Era un planteamiento muy distinto de la educación. Ante todo somos profesores, pero ver que nuestros adolescentes nos buscan también para abrirnos parte de su mundo es muy gratificante. Estamos tendiendo puentes con ellos, y cruzándolos en ambos sentidos.
ResponderEliminarY sí que les estamos enseñando. Además de los conocimientos -que pueden interesarles más o menos- yo quiero creer que les estoy ayudando a ser mejores personas. O al menos eso es lo que intento.
Un abrazo
Leo tus pensamientos con mucho interés. ¿Por qué? Después de todo no estoy en la docencia. Pero creo que estos problemas filosóficos de fondo aplican a muchas áreas en que nos desempeñamos. Son problemas de la época: el sistema, la burocracia, la conformidad, el desinterés en el conocimiento sin fines prácticos. Estos tipos de cuestionamientos pueden ser fructíferos.
ResponderEliminarEmpiezas por señalar que los comentarios te deleitan y acabas preguntándote y preguntándonos para qué enseñar. Y en mitad vas de la adolescencia a la educación al ritmo de la vida, del paso del tiempo al cáncer burocrático de las administraciones sin dejar pasar el ritmo en el que nos movemos. Difícil comentar tan variado temario. Nos ha echamos un buen peso encima.
ResponderEliminarPero por centrarme en lo que señalas de los adolescentes, pienso que en esencia no han cambiado tanto. “Nuestras enseñanzas son tediosas, las clases son jaulas en donde se atenaza la vida. Si pudieran harían estallar la vida en forma de videojuegos frenéticos”, dices. Y no olvido que con esa edad a la mayoría de los jóvenes nos quemaba estar encerrados en clase y no jugando en la calle. Otra cuestión es el provecho o no que pudiéramos sacar de ello.
Lo amenazante no está ahí. Es lógico que la sangre bulla en ese tiempo donde la vida parece eterna y no hay experiencia sobre la que reflexionar. Me parece más pernicioso el ritmo de consumo al que están sometidos. Nada retiene su interés más allá de un momento porque hay que buscar nuevas sensaciones que se compran, claro está. A menores edades, forzados a ello y sin ninguna alternativa ni opciones críticas que los hagan distinguir unas cosas de otras.
Y es cierto que la enseñanza es un engaño, pero no mucho más que otros que pueblan el mundo. El sistema descansa sobre el adoctrinamiento aunque lo enseñe más fuera que dentro de la escuela.
La docencia, es a mi modestísimo entender, la mas noble de las profesiones.
ResponderEliminarPor lo menos, en Argentina, el Docente es profesional, operario,correo, tutor, consejero, y tantas cosas mas.
Es el enlace de la famlia en la comunidad educativa y el salvavidas en cuestiones de violencia, abandono etc...
Además es la persona que esta bien cerca del alma de esos jovenes, a quienes le transmite parte de sí...
En fin, tengo un profundo amor y respeto por la docencia y fundamentalmente por los docentes,
y si de tan lejos yo te sigo con tanta admiración, entiendo que aunque no lo percibas, tu sello marca a fuego esos corazones indóciles.
Un abrazo, amigo
Entiendo lo que dices sobre los comentarios, en verdad tienes suerte de poder amén de inspirarnos con tus reflexiones, leer después respuestas como :
ResponderEliminar'ese otro diez por ciento, esa única frase que llega a un único alumno, da sentido a mi trabajo'(Antonio)
O bien :
'sólo hay que ver y sentir el afecto que a algunos alumnos les brilla en los ojos cuando te saludan con una sonrisa de gato de Cheshire para sentirse más que confortado' (Juan Poz)
Desde mi corta experiencia coincido con ellos.
Saludos.
Amigos, no sin razón comenzaba mi post diciendo que lo mejor del blog son los comentarios que recibe. Cada uno de los que habéis escrito habéis añadido un punto de vista. Zinquirilla participaba de esa sensación de absurdo que uno siente a veces en la enseñanza. Añade que no se siente identificada con los adolescentes a los que da clase. Entiendo su posición y la comparto en gran medida.
ResponderEliminarEloi hacía hincapié en mi cansancio y la posibilidad de dedicarme a otro tipo de educación. Lo primero es cierto. He vivido tan intensamente la ensañanza, con tanta pasión, que no siempre se logra mantener el mismo espíritu. Se puede decir que también los docentes, que no son superhéroes, tienen sus horas bajas. Este blog es un reflejo de ese vaivén emocional que detecto en muchos profesores que no acaban de ver siempre clara su motivación profesional. En cuanto a dedicarme a otro tipo de enseñanza es utópico. Soy funcionario y se puede decir que estoy en el mejor sitio en que se puede ejercer la docencia, al margen del interés que puedan tener mis alumnos en lo que les enseño.
Antonio, entrañable también Antonio, reflexionaba sobre si lo que yo proponía era una trampa dialéctica. ¿Por qué un profesor quemado -añado yo- habría de mantener un blog que tiene como eje el hecho mismo de ser profesor? Eso tiene que esconder un mensaje oculto que Antonio cifra en el veneno de la educación, a semejanza del veneno del teatro. Su reflexión me llegó muy hondo y me he interrogado acerca de ello, y es cierto, no entiendo mi vida si no es dedicada a la educación aunque me pase tiempo pensando en qué podría hacer que no fuera enseñar. Ayer leí un cartel de Mercadona en que solicitaban repartidores. Pensé en Juan Poz, que vendrá poco después, y pensé en dedicarme a repartir con mi camión los víveres del supermercado. Me imaginé estudiando el género humano desde esa atalaya en que no tendría que solicitar atención diaria para que me escucharan ni adoptar un tono de voz comunicativo con esas personitas que frecuento cada día. Pero no llegué a ninguna conclusión. Gracias por tu intenso comentario.
Juan Poz, tan escéptico habitualmente con el acto de enseñar y la situación de la enseñanza, habla de esas miradas complices de alumnos, que alguno hay, que nos escucha, y que suponen un reconocimiento de nuestra tarea, muchas veces ingrata. Sin duda, su punto de vista añade pasión al sentimiento del acto de enseñar. Hemos de seguir escarbando y dirigiéndonos a las raíces para que ellos puedan valerse por sí mismos. Sin duda, son palabras sabias, con alguien que lleva a las espaldas veinticinco años de profesión, y es amigo personal del que esto suscribe.
Elena habla con calor de esa cercanía, que no colegueo, humana que nos permite ser profesores, teniendo en cuenta que los conocimientos no son lo más importante. A Elena que es joven y risueña -imagino por lo que escribe- he de decir que viví otra forma de enseñar que permitía las dos cosas: el transmitir conocimientos y la cercanía humana. Echo mucho a faltar, a modo de síndrome de Ulises, que sean las ganas de saber lo que nos una humanamente a nuestros alumnos. Lo echo mucho en falta y mi decepción tiene que ver con ello.
Álvar Cienfuegos es un amigo que está fuera del círculo de enseñantes al que le interesan estas reflexiones como muestra de cuestionamiento oportuno de las bases de nuestra sociedad. Su punto de vista siempre suele ser muy equilibrado, y quizás ha visto en mis palabras una marca que va más allá de una decepción profesional. Es curioso que sin ser profesor le interesen estas divagaciones de un enseñante que se cuestiona su utilidad. Es sano hacerlo, y es sano reflexionar sobre ello. No es inútil plantearse alguna vez por qué hacemos lo que hacemos. Sería necesario pensarlo más veces en voz alta. En vuestros comentarios a propósito de un post trampa, como decía Antonio, hay una profunda reflexión sobre ello.
Francisco Ortega hacía referencia a lo variado -e inconexo añado yo- de mi post. Se abordaban varios temas distintos. Ello es debido a que transcribía un estado de ánimo y recogía dos conversaciones que ese mismo día había escuchado por parte de profesoras "diez" en su grado de implicación y profesionalidad. El post era una colección de apuntes sobre la adolescencia y la educación. En cuanto a la inquietud y dinamismo de la adolescencia, puedo decir a Francisco Ortega, que añoro los años en que este profesor podía utilizar la fuerza de esa etapa de la vida para que pudieran investigar y crear. Hacía crear a mis alumnos. Bueno, creaban ellos. Yo sólo les ofrecía el marco de desarrollo. Y varios de ellos han decantado su vida en el camino que abrieron aquellas reflexiones. ¿Por qué tiene que esta separado el acto de aprender de la inquietud de la adolescencia? Lo que me quema es que ahora no haya temas serios que interesen a mis alumnos banalizados por la cultura de masas alienante y frívola. ¿Por qué un alumno no puede estar interesado en el surrealismo y hacer él mismo una performance surrealista? ¿Aquello no es aprender y vivir a la vez? Pues eso echo a faltar, la unión entre cultura y vida en el modo que está enfocada la educación hoy día.
Wrailito escoge reflexiones que le han interesado sobre lo dicho hasta ahora. Sin duda, tienes razón, pero lo que yo reivindico es la unión entre el acto de enseñar y la vida
Gracias por vuestra presencia y vuestros comentarios imprescindibles para que este blog disparatado funcione o tenga consistencia.
Amigo Rodolfo, gracias por tu comentario. No había hecho mención al mismo en el anterior mensaje. Sé de la alta consideración que tienes a los docentes. Hacemos lo que podemos aunque esto a veces no es mucho. Lo que queda por hacer es inmenso. Recibe un cordial saludo.
ResponderEliminarMe tomo la licencia de completar, adaptar, cambiar uno de tus parrafos. Soy un licencioso, lo sé.
ResponderEliminarHay que quemar el presente en cada instante para ir cosumiendo el futuro, no hay que guardar nada para el futuro, porque quién sabe lo nos deparará. Lo que veo nunca vi, lo que he sentido y que siento
hará brotar el momento que cantaba Víctor Jara. Nuestros adolescentes no pueden estarse quietos. Les quema el presente que no volverán a vivir que avanza demasiado lentamente. Nuestras enseñanzas son tediosas enseñanzas al fin y al cabo, las clases son jaulas en donde se atenaza la vidadonde encuentran adultos auténticos. Si pudieran harían estallar la vida (en forma de videojuegos frenéticos). Marinetti cantó al futuro, a la velocidad, al dinamismo. ¡Cómo le ha dado la razón la historia! Nada es firme sino es en movimiento, en una pantalla plana de millones de colores, en un click en el que se enlaza el cosmos entero pero avanzan quizás en la dirección equivocada, pero se mueven. Cambio, mutación constante. Irreversibilidad. Juego vertiginoso. No hay que tomarse la vida demasiado en serio sus vidas a veces son demesiado serias. La historia ha condenado a la hormiga y ha erigido en héroe a la cigarra cantora durante el verano. Sin hormigas no hay mundoLa vida es cambio. Nada es permanente. El profesor es un héroe un magnífico héroe aunque seapatético. Es difícil ser un buen profesor porque es difícil ser bueno en este mundo. Hay que saber conectar con ese mundo tan evanescente, tan frágil, tan fugaz, que es la adolescencia de nuestros días.
Salud y creo que sino tuviesemos otoños así no podríamos disfrutar de hermosas primaveras.
Gracias, Máximo, por tus añadidos y puntualizaciones. Tienes razón, sin otoños así no habría primaveras. En el fondo, salvaremos de la quema algo que permanecerá, pero me interesa el vaivén emocional que suponen nuestros días y nuestros otoños. Buen colofón a esta serie de comentarios que no sé si acaban aquí.
ResponderEliminarY se inflan los pulmones cuando un comentario es algo más que eso. Muchos besos, más allá de las circunstancias decirte que me identifico con lo que escribes. Que no decaigas, que si no decaen más cosas de lo que crees. Cuando llegues a darte cuenta de lo buen profesor que eres (muy pocos dedicarían todo un blog a sus ansias de compartir y mejorar sus experiencias docentes) todo te saldrá más fácil (y sonreirás).
ResponderEliminarAy! Joselu. A los que expresaron que las utopías han muerto deberían haberse detenido a pensar en los maestros y profesores que aún no han claudicado.Lo que cuentas no está alejado de lo que nos pasa en Argentina.No estamos en otoño como dice eloi blg, estamos en primavera aquí, pero a veces sentimos que bajamos los brazos. Tengo 20 años de docencia y he recibido muchas satisfacciones, te das cuenta cuando los alumnos crecen y te agradecen, eso me alienta aún y procuro hacer cosas creativas que me alimenten no sólo en mi hacer como docente sino es mi vida, eso me carga de pilas y me modifica en aula. En los momentos en que la docencia no me carga de pasión, busco por otro lado retroalimentarme. Hago de vez en cuando algún recital ( me gusta cantar), alguna vez café concert o escribir. Da resultado.
ResponderEliminar¡Veo que tu blog se ha convertido en un espacio de autoayuda para al docente! Es bueno descubrir que somos muchos los que aún remamos. ¡Un beso Joselu y arriba el ánimo!
Soy Sonia, una de las chicas de Botella al mar.
Joselu: Lo de auto ayuda fue una broma. Está perfectamente entendida la intención del Blog, y refleja lo que te gusta.También es un buen remanso. Besos.
ResponderEliminarQuería escribirte algo, aunque ya tarde...
ResponderEliminar¿Para qué enseñar?... Para aprender, para vivir, para llegar contenta a casa, para disfrutar, para curar alguna heridilla...
¿Qué enseñar?... Pues a lo mejor a aprender, a vivir, a llegar más contento a casa, a disfrutar, a curar alguna heridilla.
Ayer me decían los de 2º de ESO (que me está costando lo mío organizar...): profe, flipamos con que te pueda gustar tanto todo eso de las palabras...
Nos lo pasamos bien... Sé que van a crecer, conmigo y a pesar de mí. Son adolescentes (con dolencias, claro... ¡yo tuve tantas a los trece!).
Gracias por todas tus ideas... ¡Me gustan!
Hace poco que estoy en esto. Cuatro años, concretamente. He aprobado este año las oposiciones y, con ello, un proyecto de vida. Cuando empecé sabía que no iba a enseñar todo lo que mis excelentes profesoras, sobre todo las de literatura, me habían enseñado a mí. Intuía que lo más importante iban a ser los procedimientos. Y eso que todavía no sabía que esa palabra te podía permitir aprobar o suspender las oposiciones. Cuando entré en las aulas, concretamente mi primera suplencia fue en un instituto del Raval de Barcelona (infierno que no recomiendo a nadie aunque por fuera el centro recuerde una de aquellas escuelas republicanas que mi madre de pequeña me señalaba con el dedo como si fueran templos que habían levantado los dioses y todos se llamaban Machado). Cuando empecé en un instituto del Raval, decía, me di cuenta de que la vida de esos niños era, efectivamente, demasiado seria en ocasiones. O demasiado banal en otras. O era simplemente supervivencia y no se planteaba ni deseos ni problemas. Cuando entré allí supe que no iba a enseñar. Iba a comunicar, todavía no sabía muy bien qué, pero no iba a explicar conceptos. Lo acepté. Soy filológa. Me gustan los adolescentes porque me parecen misteriosos y porque quisiera entender qué pasa en sus cabezas y cómo ven el mundo. Filologa+me gustan los adolescentes + trabajo precario en el mundo fuera del funcionariado = Ensenyament. Luego supe que ya no se llamaba Ensenyament. Le han cambiado el nombre: se llama Educació.
ResponderEliminarJoselu, cuando te desanimes, piensa que, como funcionario que eres, te toca (nos toca) funcionar. Educar, si no... no le habrían cambiado el nombre. De enseñar, aunque uno haga lo que pueda, ya poco. Y mucho me temo que cada vez menos. El fruto no viene de los conceptos, aunque a veces tengamos alumnos que nos escuchan con los ojos como platos, y eso nos alegre el día. El fruto viene a veces de ahí, pero sobre todo de la curiosidad que sentimos ante los adolescentes, de que nos ha picado el veneno de la docencia, de que no me pareces un profesor quemado porque todavía sigues luchando y te inventas blogs y propones incentivar la lectura (aunque suspendan, por lo menos han tenido un libro adulto durante cierto tiempo en sus manos), de que te fascina hablar con tu sobrino, de que ellos, aunque engañados, leen las Sonatas (yo también les engaño con esas cosas... funciona), de que te suscitan tantas reflexiones que tienes que crear un blog para darles cauce. Ellos te dan más de lo que te puedas imaginar. Y tú a ellos también. Estoy segurísima. Aunque sólo le llegue a uno. Es suficiente.
Me encontré una vez a mi profesora de octavo de EGB. Me dijo: "No me digas lo que estás estudiando. Lo voy a adivinar: filología". Adivinó (y eso que yo dudé mucho a la hora de ponerme a escoger la carrera... hubiera acabado antes llamándola por teléfono). Supongo que también entonces, en un barrio marginal donde el índice de fracaso escolar era elevadísimo, yo fui su suficiente. Y ella para mí la mejor profesora que he tenido nunca.
Ella ha marcado mi vida. En todos los sentidos. Me estremezco leyendo un poema gracias a ella.
Tus alumnos, algunos de ellos, tendrán que darte también las gracias. Mi profesora no sabe lo agradecida que yo le estoy. Quizá tú tampoco llegues a saber nunca si has marcado el destino de un alumno, o... le has dado una idea, que sería suficiente.
Me ha interesado mucho vuestro debate. Yo soy una joven profesora interina. Llevo tan sólo 4 años dando clase de Lengua y Literatura, me han tocado niveles muy bajos siempre, de 1º a 3º de ESO, donde me he encontrado a numerosos chavales rebotados contra el sistema, y sin ganas de aprender. Y a los que he encontrado con ganas, parece que la Lengua les parece muuy aburrida. Y lo cierto es que con este panorama, y con todo lo que me he esforzado en las clases, creo que simplemente no se me da bien enseñar, al menos a adolescentes. Y poco a poco, todo esto ha acabado con mi ilusión. Me planteo que lo mejor debe ser seguir un nuevo rumbo. En fin, he creído que me podríais comprender mejor que nadie. Un abrazo a todos. Estar al lado de docentes como vosotros me ha enseñado mucho.
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