Este título lo he tomado de una fotografía de un amigo
-Osselin- fotógrafo, docente y bloguero, en su último post. Formaba parte de
una imagen de un edificio de Lorca amenazado de ruina por los efectos del
terremoto reciente. En la fachada figuraba escrito en letras rojas: Peligro interior. Me ha parecido
enormemente sugestivo como título y he deseado construir un post que tuviera
como eje este peligro interior que
nos acecha desde lo más hondo de nuestra intimidad como docentes.
Profesor en la
secundaria es un blog que escenifica una crisis existencial y profesional.
El profesor que está detrás busca caminos entre la niebla sin saber con
exactitud si lo que está haciendo es lo adecuado, porque no sabe qué es lo
adecuado ni qué es lo que nos demanda la
sociedad como profesionales. Si es que la sociedad nos demanda algo de forma
clara aparte de entretener a los muchachos que tenemos a nuestro cargo. No sé
si se nos pide que los eduquemos fundamentalmente en valores (igualdad, ,
solidaridad, tolerancia, espíritu democrático y cívico, convivencia con otras
culturas, honradez personal...), valores que la propia sociedad no tiene en
alta estima, y es como si la escuela fuera un foro ético, un lugar de
excepción, cuyo valor sería fundamentalmente moral desde un punto de vista
democrático.
¿O debemos prepararlos para la vida donde priman la
competencia, la ley del más fuerte, la falta de honradez política y personal,
los enchufes, las triquiñuelas, el amiguismo, la corrupción a todos los
niveles?
¿Debemos hacerlos competentes en las distintas materias
mostrándoles un camino de exigencia y rigor? ¿O debemos hacerles agradable el
camino para que no se aburran, no se desmotiven, no deserten del aula? ¿Debemos
hacerles placentera esta estancia en el centro escolar para que piensen que el
conocimiento es fácil y que está cómodamente a su alcance, hurtándoles que el
camino puede ser más árido y difícil que lo que puedan imaginarse?
¿Debemos traer al aula un "nuevo paradigma educativo" en consonancia con la
educación del siglo XXI en que la tecnología será esencial y componente nuclear?
¿O debemos utilizar la tecnología como una estrategia más sin olvidar la raíz
tradicional de toda formación intelectual, que debe hundir sus raíces en los
valores sólidos de siempre?
¿Hemos de ser radicalmente revolucionarios queriendo cambiar
la escuela pública como núcleo moral de la sociedad? ¿O esto es una fantasía que nos
forjamos en largas noches de éxtasis pedagógico y lo que debemos hacer es preparar
intelectualmente a estos muchachos para que puedan adaptarse a una sociedad
fundamentalmente conservadora en su fondo último?
No hay nadie que no se atreva a enjuiciar la figura del
profesor, no hay nadie que no sepa exactamente qué hacer y cómo hacerlo. Al
profesor se le pide una entrega absoluta, personal y existencial, así que se da
por supuesto que no trabaja por dinero sino por satisfacción personal. Y el
profesor se obsesiona con su misión salvadora, que está por encima de sus
posibilidades, y piensa en cambiar el mundo desde el aula... pero otros le
reclaman menos ardor revolucionario y le piden que trabaje once meses al año y
que atienda adecuadamente a la infinita diversidad de muchachos que pueblan las
aulas...
Unos proclaman en la lengua la enseñanza por competencias y
el valor pragmático de la educación, que debe buscar los niveles
fundamentalmente comunicativos y expresivos, mientras que otros quieren más
análisis sintáctico como ordenador de la mente.
¿Qué debemos hacer? ¿Qué debemos ser? ¿Salvadores, héroes, burócratas,
asistentes sociales, técnicos en entretenimiento, profesionales de unas
materias, eficaces en tecnología como
nueva corriente casi religiosa, educadores para la vida, núcleo moral de la
sociedad?
Pero ¿cómo compaginar nuestra vocación complejísima con la opinión
mayoritaria de la sociedad que está descontenta con nosotros a tenor de cien
mil comentarios oídos por doquier? Porque el profesor puede tener vocación de
héroe pero muchos lo consideran un vividor y un oportunista?
Para ser profesor en estos tiempos hay que tener la
autoestima muy alta, y es difícil, sin una dosis de delirio suficiente cuando
somos conscientes de lo que somos, de lo que hacen con nosotros, de lo que
piensan de nosotros.
Este es el peligro
interior, nuestro yo fragmentado (como el de todos tal vez) y una tarea
hercúlea por delante que debe contar con todo nuestro entusiasmo y energía para
ser ¿qué exactamente?
Uno no puede obligarse a ser, simplemente es. Habrá cambios, claro, pero en lo esencial no cambiamos. Así que el profesor lo será de la forma que la persona que lo encarna lo es.
ResponderEliminarY en todo caso... lo que el profesor debería ser, a mi juicio, es alguien que perdure en la memoria del alumno, preferiblemente por haber producido en este algún cambio en su visión de la vida. Yo tuve un profesor que me encantaba, me hizo enamorarme de su asignatura y eso a pesar de que al tiempo descubrí que no había sido muy bueno en lo suyo, como "profesional que imparte unos contenidos". También tuve buenos profesionales, con los que aprendí contenidos que al tiempo olvidaría. Así que poco queda de esos profesores en mí.
GGM, hay a veces en que algunos profesores marcan profundamente como bien dices, pero no en todos los alumnos producen el mismo efecto. Un profesor puede marcar pero ese sentimiento no tiene por qué ser compartido por el resto de compañeros. Sé de exalumnos que me guardan un profundo reconocimiento y otros de las mismas generaciones que me recuerdan con displacer. No todos tenemos las mismas necesidades. Es posible que en un momento dado sirvamos de referencia a alguien porque lo necesitaba y nuestras palabras le sirven de orientación o iluminación personal.
EliminarMuchas gracias por la referencia, amigo.
ResponderEliminarUn post realmente fuerte para mí, que llevo 30 años en el tajo de la escuela.
Si tuvieramos la colaboración de los padres y de las instituciones yo creo que deberíamos pepararlos para la vida con el matiz importantísimo de la igualdad de oportunidades.
A mi me prepararon así y dio buen resultado: mis padres eran muy pobres y analfabetos sin embargo con su gran esfuerzo , el mío y el de una sociedad mucho más de izquierdas salí preparado a la vida.
Preparar para la vida es fomentar una educación rigurosa (científicamente hablando) y basada en valores de ciudadanía y autoexigencia.
Hoy en día ,con los padres, instituciones y muchos compañeros" en stand by" les estamos preparando para la sociedad actual: improductiva, bananera y basada en la insolidaridad, la dejadez, eldeseuilibrio familiar y el abandono institucional. Una sociedad totalmente sudamericana de los 70, ricos muy ricos, pobres muy pobres, clasemedia machacada y una gran masa indolente.
Muchas preguntas, y el problema es que lo que me faltan son, justamente, respuestas. En su mayoría, son dudas compartidas, cosas que me he planteado varias veces en mi breve trayectoria docente. Otras son preguntas nuevas, y las agradezco, pues siempre es bueno sumar nuevos interrogantes, aunque me pueden costar una que otra noche sin dormir y entonces no me acordaré tan alegremente de tu post...
ResponderEliminarEn todo caso, creo que es difícil generalizar, que cada contexto nos demanda cosas diferentes, y aunque creo que hay valores irrenunciables (Quizás por esta "misión salvadora" que planteas que parece estar atada al quehacer docente), en general creo que debemos ser pragmáticos. Hay un objetivo o una misión que cumplir, sí, pero el lugar en donde centramos los recursos, las prioridades, las urgencias, serán definidos en gran parte por el contexto. Generalizar no sirve (vivo en un país en donde la revolución educativa consiste en repartir netbooks a los estudiantes cuando algunas escuelas no tienen electricidad). Hay lugares que requieren revoluciones, hay otros que requieren reformas, hay sitios que necesitan modernidad y otros que se refuercen un poco más algunos valores que no por viejos dejan de ser buenos.
Pero más allá de esto, mi opinión es que, seamos pragmáticos o no, estemos en el contexto en que estemos, dudo que los docentes podamos dejar de estar atravesados por el cuestionamiento permanente, el que viene de nosotros mismos y el que viene de los demás. No estoy seguro de que se pueda ejercer la profesión de otra forma. Ese peligro interior lo es para nuestra integridad, para nuestra tranquilidad, para nosotros como individuos o como seres humanos; pero no para nuestro yo docente, que creo se alimenta de tal peligro, de esa fragmentación, de esa incertidumbre. No sé si sería capaz de enseñar si algún día pudiera tener más respuestas que preguntas... ¡Pero adhiero a tu idea de que necesitamos una autoestima muy alta y una buena dosis de delirio!
Pablo Demarchi
Argentina
Yo lo tengo muy claro, y tal vez me equivoque por completo.
ResponderEliminarA LA ESCUELA SE VA A APRENDER
Yo, como profesor, voy a aprender. Aprender con mis alumnos, con mis compañeros, con mis libros, con mis herramientas... Todo lo demás es "secundario". A mí me pagan para que los que tengo a mi alrededor aprendan conmigo. Así lo interpreto yo.
Aprender qué... bueno, eso depende de cada uno. El otro día un alumno mío me dijo que él iba a aprender una mierda. Según los redactores de leyes de la Junta de Andalucía, debemos aprender cómo funciona el Cantar de mío Cid a nivel lingüístico, literario, social... y por competencias claro... Pero el "qué" (el objeto directo de esa acción de la que cada cual es sujeto) es interpretable.
Yo aprendo cómo es el ser humano, cómo son los niños, cómo son los adultos, cómo es su lenguaje, en sus renovados matices.
Yo aprendo cómo sobrevivir en este cruce de imposiciones, demandas, afiliaciones y violencias que es el mundo humano.
Y si alguien aprende conmigo, bienvenido sea.
Pero si supiera de un profesor que no tiene nada que aprender... ¡peligro!
Así que a los profesores les digo lo mismo que a mis alumnos: "¡estudia!"
Dentro de algo nuevo, la pregunta que te machaca es la de siempre: ¿que será mejor para ellos? y es verdad que es posible que lo mejor para ellos no es lo mejor para la sociedad. A mi me gustaria que salieran de tus cursos personas que pensaran por ellos mismos, que tuvieran conocimientos, que escribieran con soltura y que entendieran lo que leen. Personas de mente amplia y no borregos, que sepan ir por la vida y que sepan de verdad lo que la vida les ofrece aunque ahora sea muy poco.
ResponderEliminar¿Como se hace esto? a esa pregunta no tengo respuesta. Lola
Excelente post.
ResponderEliminarSomos un manojo de dudas existenciales como individuos pensantes protagonistas y espectadores de la realidad del siglo XXI. Creo que la realidad ha cambiado tan veloz y radicalmente desde el momento en que nos hicimos docentes hasta ahora que nos ha llenado de interrogantes sin respuestas, de dudas sobre quiénes somos, qué rol cumplimos y a quién tenemos enfrente en el aula (hoy debe decirse al lado), para qué estamos donde estamos, y dónde estamos, porque la escuela que envisionamos habitar como profesores al decidir tomar este rumbo no era la que es hoy, pero tampoco sabemos a ciencia cierta en qué se ha convertido, y tampoco sabemos qué rol ocupan otros agentes fundamentales del engranaje, como el Estado, las autoridades educativas, los directivos docentes, nuestros colegas, los padres...
En fin, es tiempo de preguntas. En cuanto a las respuestas, es bien complejo elaborarlas, y será una tarea multidisciplinaria y plural, o no: tampoco estoy segura de cómo se arribará a las respuestas de todas estos interrogantes, o si se logrará dar con ellas de manera fehaciente, pero es al menos importante y parece un buen principio cuestionarse todo esto en voz alta. Y creo que es sano que nuestros alumnos perciban nuestra profunda desorientación, porque es lo que caracteriza nuestros tiempos: tal vez sean ellos quien finalmente den alguna respuesta o encaucen ese hondo sentir de desconcierto y descolocación en tantos flancos que nosotros encarnamos como generación, y allí quedará resignificado nuestro paso por las aulas y cobrará algún sentido.
En el periódico Le Monde diplomatique salió este mes un artículo acerca de los límites de la escuela, un poco a modo de cuestionamiento a la creencia de Obama de la escuela como vehículo de progreso. Se analiza el mundo del trabajo en cambio, y se demuestra como hoy por hoy la educación más allá de la escuela no garantiza ascenso social ni acceso a mejores empleos, que es lo que nosotros como generación esperábamos de nuestra propia educación. Según esta visión, estamos en una encrucijada similar al tiempo en el que Luther King declaraba que tenía un sueño frente a una multitud que enarbolaba pancartas que pedían "Libertad" y "Empleo".
Te dejo el link para que lo leas en el original en inglés si te interesa:
School limits- Le Monde diplomatique -English version
Un saludo desde Buenos Aires.
«A mi me gustaria que salieran de tus cursos personas que pensaran por ellos mismos, que tuvieran conocimientos, que escribieran con soltura y que entendieran lo que leen. Personas de mente amplia y no borregos, que sepan ir por la vida y que sepan de verdad lo que la vida les ofrece aunque ahora sea muy poco.» ¿Dónde hay que firmar, Lola?
ResponderEliminarDicho eso, quiero insistir en un punto quizá impopular: es imposible aprender a escribir *correctamente* con soltura sin un estudio suficiente de la sintaxis. Por ejemplo, creo que bastante elocuente, un hablante que se ha criado en un ámbito laísta no tendrá la opción de elegir ser laísta o no (o serlo según y cómo) si no interioriza qué es un Complemento Directo, qué un Indirecto y en qué circunstancias se plantea la separación entre la norma y el habla. Tampoco comprenderá por qué sobra el 'que' en oraciones como 'Le preguntó que dónde vivía' si no aprende a analizar este tipo de enunciados y constata que ese 'que' tiene como función introducir oraciones de CD completivas, y no interrogativas indirectas. Etc. Saco el tema porque hace poco parecía haber unanimidad en que el estudio de la sintaxis era una inutilidad que se mantenía por inercia en el currículum. Al contrario: es algo extremadamente útil que va perdiendo importancia a medida que se priman los resultados inmediatos (correctos o no) sobre los procesos pacientes de formación. Lo que vulgar, pero acertadamente, llamamos chapuza.
http://www.clave21.es/files/articulos/D05_LecturaInfancia.pdf
ResponderEliminarEsta fue mi manera de estudiar. Es muy largo, lee lo que te interese, a mi me ha gustado porque he visto reflejada mi infancia y adolescencia. En mi casa no me dejaron hacer el bachillerato. Habla de los docentes de la época.
Dime algo porque quiero saber tu opinión. Yo aprendí a leer y a escribir así, a pasar a limpio, a hacer dictados, a escribir con tinta.... Yo no tengo queja porque nada se me ha olvidado.
Otro ejemplo de contenido que pasa en muchos casos por inútil es el estudio de las figuras retóricas. ¿Para qué esforzarse en distinguir una sinéresis, una preterición, un pleonasmo? Pues al menos para dos cosas: para que los Estopa, que fueron alumnos de Joselu, nos hagan en cada disco un repaso de casi todas las figuras existentes (se ve que el maestro se las enseñó a conciencia...) y para que la primera vez que un demagogo o un letrista pop les cuelen una frase brillante no se queden con la boca abierta, como si les acabaran de revelar el tercer secreto de Fátima, sino que sean conscientes del truco (lo mismo que cuando ves actuar a un ilusionista) y lo disfruten en cuanto tal.
ResponderEliminarIntento contestar en la función de "Responder" que ha habilitado blogger y no está activo, pero vuestras intervenciones, las de todos, merecen una respuesta. Pero algo he de reconocer, Al59, yo poca retórica le enseñé a David Muñoz. Me enseñaba sus textos y yo le hacía sugerencias. Él utilizó más bien su intuición poética -muy desarrollada- para llegar a esa versatilidad retórica que muestran en sus canciones. Hablábamos largamente de literatura, desde la medieval hasta el siglo XX. David Muñóz no aprobó nunca un examen de literatura, y yo, hasta hace poco, conservaba algún trabajo hecho por él sobre Dostoievski que le reprobé duramente en los comentarios que le hice. Tenía una enorme capacidad lingüística que aprendió en los cursos primero y segundo de BUP, en lo que se refiere a la retórica. En tercero donde fui su profesor dos años porque repitió, nuestro campo de análisis eran las estructuras literarias, los contextos poéticos, y en algún crédito variable, el lenguaje alternativo. No era un buen alumno oficialmente hablando. Pero sacó espléndido partido de todo lo que se le enseñó pues el lenguaje le fascina. Seguimos debatiendo sobre figuras del lenguaje cuando nos vemos. Tengo la impresión de que es una cualidad con que se nace, que se educa ciertamente, pero que es una predisposición como la que se tiene por la música y de la que yo carezco.
ResponderEliminarGracias por la información extra, Joselu. Su dominio de la paleta retórica es notable, desde luego. Alguna vez me he planteado hacer una tabla de las figuras ilustrada exclusivamente con ejemplos estópicos. Los hay magníficos. De alegoría (y antítesis), por ejemplo: 'Tu mente es un poblado y la mía un imperio'. De paronomasia (y aliteración): 'tanta tinta tonta'. De dilogía: 'Ahoga en tu Laguna el pedal de freno'.
ResponderEliminarAi59 : quiero decirte que en mi época la sintaxis sólo se estudiaba a base de análisis gramaticales de frases como: "esta mañana estuve en casa de mi amiga Luisa". Te diré que nunca pude aprender y sigo sin saber cual es el objeto directo e indirecto, solamente siempre he sabido lo que era el pronombre el nombre , el artículo y el verbo. Aun así, el sonido de una frase me hace saber como escribirla bien.
ResponderEliminarGracias Joselu por dejarme usar tu espacio. Lola
Lola, es un diálogo desde perspectivas muy distintas. Entiendo a Alejandro, más cuando las últimas tendencias en la didáctica de lengua restan valor a la sintaxis como un instrumento útil en aras de desarrollar la competencia comunicativa (comprensión escrita y expresión verbal). Yo tengo mis dudas. Nunca la sintaxis fue una de mis pasiones preferidas ni en la escuela ni en la universidad, y ahora como profesor me es tan antipática como lo ha sido siempre. Pienso que escribes bien, Lola, te expresas con suma corrección y con una ortografía espléndida, tú que no pudiste cursar bachillerato. Eso demuestra que había una preocupación mayor por la lengua a nivel social, y aunque no se tuvieran estudios superiores, se aspiraba a hablar y escribir correctamente. Yo tenía una tía de noventa años que me deleitaba con su castellano y solo había tenido los estudios elementales, y se había pasado la vida cuidando a sus hermanos varones. La realidad actualmente, Lola, es un descuido total de lo lingüístico, de los niveles de corrección y propiedad expresiva. Los jóvenes no valoran la lengua y los profesores hemos de urdir mil y una estrategia para intentar mejorar el desastre. Unos, como Alejandro, dan un papel fundamental a la sintaxis; otros, entre los que me incluyo yo, lo relativizo en función de mi propio pasado. Creo que la lengua es una dedicación personal, y no importa saber qué es un complemento directo o indirecto para escribir bien, ni saber con precisión una de las sesenta funciones del se que señala alguna gramática. El caso, y es por ello el post, que damos palos de ciego para intentar paliar el naufragio, y algunos, como yo, no sabemos hacia dónde ir. Cuando creo tener alguna idea clara, la realidad me la arrumba y todo comienza de nuevo. Depende tanto del grupo humano en que des clase. Un solo alumno puede cambiarte todo el panorama del curso.
ResponderEliminarY una cosa, ten clara, me encanta tu presencia y tu vitalidad, atemperada por la experiencia y el sentido común. Mi espacio es el tuyo.
Joselu, tengo que reconocerte que me maravillan tus posts. De hecho, muchas veces, me vienen a la cabeza cuando estamos tratando algún tema en clase.
ResponderEliminarJusto hoy, en la asignatura de "Identidad personal y profesional", estaban hablando de la necesidad de crear libros escritos desde las vivencias/experiencias de lxs educadorxs sociales...y a pesar de que sea un ámbito distinto,a mí siempre me vienes a la cabeza tú y todos los aprendizajes que probablemente, sin ser consciente, transmites.
Por lo demás, y haciendo referencia al post. Sin dudarlo, la tecnologia es un recurso más. No creo que deban olvidarse el resto de formatos, ni facilitar el camino, aunque sí amoldarlo al momento actual. Olvidémonos de ser un dique, de formar clones anestesiados. Que no se nos pasen por alto los valores, que al fin y al cabo, es lo más importante que pueden tomar de nuestro legado...
¡Un abrazo!
Yo prácticamente no tengo experiencia docente así que tengo una visión idealizada de la escuela... pero en esto me igualo a los pedagogos oficiales así que me voy a lanzar a contestar tus preguntas :-)
ResponderEliminarPienso que una escuela poco exigente perjudica sobre todo a las clases menos favorecidas porque sin educación no hay movilidad social posible (a menos que uno participe en un concurso de la tele o algo así). La escuela debe garantizar la igualdad de oportunidades, un objetivo que no por repetido deja de ser importante. Y bueno, no soy muy amiga de las teorías conspirativas, pero creo los continuos descensos de los estándares educativos han sido perfectamente planificados por una élite para no perder sus privilegios. Las facultades de educación, con sus pedagogos oficiales dentro, son el instrumento del que se valen, aunque estos no actúan con maldad: simplemente son incompetentes. Cuando desde las instancias oficiales se habla de formar ciudadanos del siglo XXI, saben perfectamente a qué se refieren: se trata básicamente de formar consumidores que no piensen demasiado, no se vayan a dar cuenta de que el sistema no funciona. Y lo de introducir las tecnologías digitales a tontas y a locas tiene que ver con el afán de negocio y de 'entontecimiento' de unos (las élites) y la fascinación infantil por lo nuevo de otros (los pedagogos oficiales). Llaman innovación a una simple expresión de rebeldía pueril por puro afán de diferenciarse de los modelos tradicionales (que también tienen idealizados pero respecto a lo malo). Como los movimientos contraculturales, las modernas corrientes pedagógicas se han convertido en modas al servicio de los intereses de la élite social y económica. Se dicen progresistas pero su discurso es rancio y conservador porque en el fondo lo único que pretende es perpetuar el sistema. En definitiva, la escuela no debe renunciar a la excelencia (ya sé que esta palabra está muy choteada pero no sabría como decirlo mejor) porque solo así se puede avanzar como sociedad.
¿Lugares comunes? Quizás.
El peligro sobreviene cuando ponemos frente a frente la vivencia del profesor y sus alumnos en el aula con la visión de quienes están fuera. Un texto que puede ejemplificar lo que quiero decir es la noticia que aparecía hoy en El País: El profesor a examen: premio o despido. Por lo visto, esos pequeños detalles emocionales, devocionales o filosóficos que nos mantienen al pie de cañón día a día no tienen ningún valor para una economía de mercado que se rige por estadísticas y escalas numéricas. Quieren que seamos educadores para tratar con sus hijos, pero, en lo laboral, consideran necesario tratarnos como operarios de una cadena de montaje. Tal vez, cuando esto se empiece a regir al modo taylorista, sea conveniente desechar las piezas rotas o descompuestas, y no me refiero solo al docente, sino también a los alumnos, familias o gestores; porque cuando una pieza de la cadena de montaje falla, no siempre habrá de pagar el operario, ¿no?
ResponderEliminarGGM, hay a veces en que algunos profesores marcan profundamente como bien dices, pero no en todos los alumnos producen el mismo efecto. Un profesor puede marcar pero ese sentimiento no tiene por qué ser compartido por el resto de compañeros. Sé de exalumnos que me guardan un profundo reconocimiento y otros de las mismas generaciones que me recuerdan con displacer. No todos tenemos las mismas necesidades. Es posible que en un momento dado sirvamos de referencia a alguien porque lo necesitaba y nuestras palabras le sirven de orientación o iluminación personal.
ResponderEliminarOsselin, tengo la misma impresión. El ambiente de desidia que reina en la escuela está en consonancia con lo que es la sociedad actual, con lo que somos a nivel económico y social.
Pablo Demarchi, me alegro de que nuestras reflexiones no estén demasiado alejadas. Llevo más de treinta años en esto de la enseñanza y cada vez tengo más dudas. No sé si las soluciones pasen por repartir netbooks (también lo hemos hecho aquí). Tengo la impresión de que no sabemos muy bien para qué debe servir una educación pública en los albores del siglo XXI, o hay tantas interpretaciones que hacen que sea sumamente incierto actuar. Temo a esta dispersión y falta de eficacia del sistema que tiende a la entropía. Gracia por tu presencia y opinión.
Tantas preguntas exigen tantas respuestas y no me veo capaz de dar ninguna demasiado reveladora o diferente de lo expuesto. Me limito a dos citas.
ResponderEliminarUna es de Luis Eduardo Aute sobre la cultura y el pensamiento, para que recordemos siempre que educar/enseñar también es estar "siempre de paso" y a veces eso parece incompatible con enseñar verdades inamovibles y con la vida cotidiana de la escuela tradicional, conservadora por naturaleza. Pongo el enlace en vídeo:
De paso: http://www.youtube.com/watch?v=TQKB8bZN5NU
Y la otra es de la película de Adolfo Aristarain "Lugares comunes". No por archiconocida deja de tener validez esta escena. A pesar de cierto dogmatismo en la argumentación de Luppi, su apuesta por "la lucidez" es lo único que nos mantendrá vivos en la trinchera. La luz, siempre la luz... Enlace:
Lugares comunes: http://www.youtube.com/watch?v=oKBGfpHCbYc
Salud.
supongo que, dado el desierto de valores, habrá que educar de acuerdo a la conciencia y con mucha mano izquierda. de todos modos, esos valores creo que no deberían de centrar la educación, sino integrarla en cada enseñanza, implícitamente. No dar clases sobre la igualdad, sino integrar el concepto en las lecciones.
ResponderEliminarLa educación, no hay más que verlo, cada día se devalúa más; los contenidos son más escasos, el fracaso escolar mayor y en las universidades, el nivel ha caído en picado.
Spain is different. Sobre todo para lo negativo.
Te mando mucha fuerza.
Joselu, veo que no dejas de hacerte (y hacernos) preguntas sobre nuestra labor como docentes. Estamos siempre en el punto de mira, ahora más que nunca, pero nadie define claramente nuestra labor. Se nos exige una competencia casi exhaustiva de los contenidos que debemos impartir, pero a la vez nos exigen cada vez más que hagamos de padres, guías, asesores, animadores, psicólogos, formadores en valores, transmisores del conocimiento y al mismo tiempo ser capaces de preparar a nuestros alumnos para un futuro incierto y desconocido. Antes, hace años, era mucho más fácil: nos enseñaban matemáticas, gramática, geografía, a ser obedientes y respetuosos, trabajadores y poco más. Se daba por supuesto que el resto lo aprendíamos en casa: a sentarnos correctamente en la mesa, a manejar los cubiertos, a respetar a los mayores, a saludar, a cumplir las normas de tráfico... y así hasta el infinito. Hoy TODO eso está en las aulas, y cada vez tenemos menos tiempo y menos medios para llegar a todo. En mi colegio ahora tenemos que reflexionar y actuar para mejorar los resultados de las pruebas CDI, aunque eso suponga dejar de lado otras actividades más interesantes, pero los resultados mandan, y las órdenes son las que son. ¿Que no llegamos a todo? Ah, es nuestro problema, nos dicen. "Ellos" quieren buenas notas y que nos dejemos de tontadas. ¿Es importante el conocimiento? Por supuesto, pero sin dejar de lado el aspecto personal. Y aquí viene la contradicción: vienen los padres separados, nos cuentan la situación de sus hijos y nos piden comprensión y ayuda. Es que cuando van con su padre no hacen los deberes, es que me dejé el libro en casa de mi madre y vive en Toledo, es que lo está pasando muy mal, tenlo en cuenta y no le exijas tanto, es que no pudo estudiar para el control... Y así hasta el infinito. ¿Y qué hacemos nosotros? Escuchar y poco más, no somos dioses. Frecuentemente se echan a llorar cuando me cuentan cosas así, menuda situación...
ResponderEliminarO me viene el listo de turno (psicólogo, por más señas) y me pide la programación, vaya usted a saber para qué. La mía personal no se la voy a dar, por supuesto, hasta ahí podríamos llegar, con la oficial que haga lo que le plazca. ¿Que quiere sobresaliente para su niño (ahora lleva notable)? Pues se lo doy, allá películas, estoy cansada de dar coces contra el aguijón. Sé que estoy perjudicando al pobre chaval, que bastante tiene con esa desgracia de padre, pero no es asunto mío.
Disculpa por el desahogo. Me fascinan tus palabras y tu claridad expositiva. Un fuerte abrazo, colega.
Realmente no sabemos cómo hemos de ser ni actuar, la confusión en la sociedad respecto a nuestro rol es total. Vivimos una crisis fuerte desde dentro.
ResponderEliminarNo se puede expresar mejor.
Saludos
Buena cuestión la que planteas en el post: parafraseando a V. Frankl, el profesor en busca de sentido. Llevo unos veinte años en la enseñanza, en primaria sobre todo. He estudiado pedagogía y me ha servido para no acomodarme, para ampliar mi visión de lo educativo. Por cierto, me topé con "pedagogos oficiales" que tenían muy claro cómo mejorar la educación y hacerla más justa.
ResponderEliminarCreo que tenemos que ser maestros. Esa palabra engloba el significado de la enseñanza. Da lo mismo la etapa, aunque reconozco que en ESO las cosas se complican. Ser maestro es conocer a cada alumno, y reconocer su valor. Es intentar dar a cada uno lo que necesita, y no lo mismo para todos; eso no es la igualdad de oportunidades. ¿Y qué necesitan hoy los alumnos? Muchas veces, que les escuchemos. También que les enseñemos, que les exijamos, pero acompañándoles, sin dejarles solos con la exigencia.
Sobre qué enseñar, las competencias básicas abren un espacio de actuación más amplio para los docentes: el problema es que no se ha comprendido el enfoque o, peor todavía, se ha asimilado como una moda pedagógica más, que será sustituida por otra sin que cambie la realidad escolar. Sé que tu planteamiento va más allá, es más radical; pero también entiendo que, en la indefinición y movilidad actual, pueden ser un asidero metodológico y una referencia para la práctica.
Por último, las preguntas que te haces -que nos hacemos- son un requisito para seguir mejorando. Por desgracia, no todos los docentes se las plantean; algunos repiten la misma clase toda su vida, sin tener en cuenta los alumnos ante los que se halla. Otros se instalan en la cultura de la queja, desresponsabilizándose de lo que ocurre en sus aulas.
Hace un tiempo, publicaste un post sobre un hombre que murió en Perú después de una peripecia vital notable. Alababas su valentía personal. En la complejidad de un aula, de un centro escolar, podemos encontrar desafíos que nos exijan una actitud de superación (y de compasión)que van más allá de un horario y un sueldo. Y es que estos chavales -los que nos han tocado- valen la pena. A veces, incluso, nos premian con algún detalle. Uno de este año: Aitor, 4º primaria, con ACIS y serios problemas de comprensión y expresión escrita, me dice un día: Me encanta el cole. Y se va. Ahí está mi viaje a Perú.
Yo, cada vez, según me hago viejo (porque es que me estoy haciendo viejo)me doy más cuenta de cuál es mi labor en el instituto. ¿Enseñar...? ¿Educar...? Esto era antes, cuando era joven, y tenía unos ideales que ahora me parecen utópicos. Pero ahora, ahora lo tengo claro. Tú lo has apuntado en tu post. Mi misión es entretener a mis alumnos, que no se aburran, y que salgan de la clase como aquel sale de una función de teatro y que puedan comentar: "...pues hoy ha estado bien... nos ha divertido" o al revés: "¡qué bodrio de clase...!" Y en esas estoy. No doy la culpa a nadie. Ni siquiera a la sociedad. Pero me he convertido en un cómico pedagógico y como tal ejerzo. Y, fíjate, soy feliz. No sé si tengo que estar triste o alegre de esa felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ufff querido Joselu en mi estado, tengo un trancazo de mocos y fiebres varias de los buenos, esas dudas que me planteas son o resultan como demasiados, me siento superado. Lo único que alcanzo a entender es que debemos intentar ser razonablemente felices...sin pasarse, para que el siguiente palo nos resulte más llevadero.
ResponderEliminarSin importar qué opción escojas, toda la vida es un peligro.
ResponderEliminarPara salvarme del peligro, procuro perdonarme la zozobra y la incertidumbre cada viernes. Hay ocasiones en las que no lo consigo y el fin de semana se transforma en naufragio lingüístico y literario... Lo intento: que el ebecedario y las tablas de multiplicar vayan de la mano del optimismo...
ResponderEliminarNo sé qué me estoy diciendo, pero me sigues resultando fundamental.
Un abrazo, hoy más triste...
Por esta vez, JOSELU,
ResponderEliminarme he sentido fuera de vuestra intimidad como docentes, no lo soy y no sé lo que podéis sentir en realidad, puedo intuir, pero sólo eso... y hasta ahí.
Yo sólo sé algo y me da igual referida a la educación o a cualquier otra profesión, hay dos tipos de profesionales, los que hacen su trabajo por dinero o reconocimiento social o cualquier otro tipo de recompensa y los que hacen lo que pueden pensando que a quien tiene delante es a ellos mismos, a mi me gusta trabajar así, haciendo lo que sea que haga pensando que me tengo a mi misma delante y lo que me gustaría que hicieran por mi, nada más... hasta donde llego, llegué.
Un beso grande, a veces es peor el peligro interior que el exterior, yo creo que casi siempre... ¡¡ojala no tengas nunca derrumbes por ruina!! seguro que no... tu edificio lleva en pie demasiados años:-)
Todas esas preguntas que te haces podrías hacérselas a tus alumnos. En la sociedad en la que vivimos están espabilados en todo. Y la mayoría de ellos tienen respuesta para esas preguntas sobre su futuro. desde esas respuestas hay que modelar al buen camino que los docentes creemos.
ResponderEliminarLA PIZARRA AL REVÉS
Empecé a impartir clases de manera exageradamente empírica y dejándome llevar por lo que la lógica y la intuición a veces me decían. Era feliz entonces y creo que muchos de mis alumnos también lo eran. Después, se me ocurrió estudiar las teorías pedagógicas, analizar mi práctica educativa e intervenirla para hacerla mejor. Por supuesto, aprendí mucho de constructivismo y de las herramientas necesarias para que mis alumnos lograran un aprendizaje significativo. Sin embargo, hoy soy menos feliz en el salón de clases.
ResponderEliminarTal vez la empiria me facilitaba antes el acercamiento humano a esos alumnos llenos de problemas con sus padres, con sus aspiraciones y la sociedad. Muchos de mis alumnos no saben qué quieren o, por lo menos, no saben cómo expresar lo que quieren para su futuro, como tampoco lo pueden decir sus padres. Me alegro cuando aprenden algo nuevo, lo mínimo, aunque el programa les exija mucho más. ¿Cómo hablarles de TIC cuando en la escuela la señal no llega al salón de computación? ¿Cómo lograr que quieran a sus compañeros si sus padres no los quieren? ¿Cómo obligarlos a leer si no se concentran porque están pensando en sus estómagos todavía vacíos a las 10 de la mañana? Y no exagero.
Así van surgiendo decenas de preguntas que podrían responder los que idean las reformas educativas cuando ya no están frente a las aulas. Por suerte, en este espacio de reflexiones he visto que las dificultades que tenemos los maestros son comunes a la mayoría de los maestros de este mundo, independientemente del nivel económico de sus respectivos países. Mañana regresaré a mi salón de clases un poco más tranquilo.
Acabo de descubrir este blog y solo se que se me quita un peso de encima al darme cuenta que no estoy solo en todas las dudas que planteas.
ResponderEliminarNo tengo ninguna respuesta, y a medida que sigo impartiendo clases en diferentes contextos me doy cuenta que no las voy a tener nunca y que lo importante es seguir haciendonos preguntas para seguir creciendo como profesores o maestros.