Me he dado cuenta de que la explicación de cualquier tema
por parte del profesor es ineficiente. No consigo que mis alumnos estén atentos
a lo que explico. Advierto que por más que me esfuerce en desmenuzar cualquier
cuestión teórica o práctica del área de lengua, la inmensa mayoría de mis
alumnos se desconecta directamente. No están allí desde el momento que mi voz
adquiere tono explicativo. Y es igual que module, que intente ser dramático o
ameno. El noventa por ciento están en otro lado que no es la clase. Luego, es
evidente que la mayoría no estudia. Puede ser que yo no sea un buen profesor,
que sea claro que soy aburrido, que soy un plasta, que no sea convincente.
Me lo he preguntado muchas veces pero no puedo hacer nada al respecto. Tal vez
con otros profesores estos muchachos estén más atentos y presten atención a lo
que se explica. No sé.
He decidido, por tanto, no volver a explicar en clase ningún
tema de lengua. Es una posición que me atrae porque lo cierto es que no me
gusta explicar a un grupo humano que sé desconectado, y además me aburro yo
mismo también. Así que invertiremos el asunto. Mis alumnos tienen un libro
digital –Marea verde- libre de derechos de autor. Les doy un fin de semana para resolver un cuestionario sobre el
archisabido Elementos de la comunicación y funciones del lenguaje del que estoy
tan harto como ellos, no porque no sea interesante, sino que por el nivel
básico con que se estudia no ofrece ningún interés. Tienen cinco días para
resolver un cuestionario que les obligará a repasar y leer la información que
les da el libro de texto. Algunas preguntas son solo de copiar la respuesta y
otras deben efectuar un ejercicio de inferencia. Utilizo la plataforma Edmodo
para la clase de lengua. Les gusta bastante por su similitud con Facebook, y
utilizada con habilidad es un recurso valiosísimo. Les he mandado un mensaje
advirtiéndoles que el próximo martes habrá un examen de ochenta preguntas tipo
test sobre Elementos de la comunicación y Funciones del lenguaje. Los exámenes
tipo test en Edmodo son muy ágiles y les encantan. He elaborado un total de
ochenta ítems con preguntas con formatos de múltiples respuestas,
verdadero/falso, y unir casillas. El nivel del test es bastante complejo. Les
dejaré que utilicen todo el material que deseen, pero para resolver el test
tendrá cuarenta minutos tal vez menos. He de aclarar que cada uno tiene un portátil. La resolución de las preguntas les
obliga a pensar y les desafía. El orden de las preguntas es aleatorio, lo que
quiere decir que cada uno resolverá los ítems en orden diferente al de sus
compañeros. Será difícil pasarse información por dicho desorden y porque el
tiempo les abruma. El reloj va descontando segundos y se dan cuenta de que el
tiempo pasa. Las preguntas tienen un formato en muchos casos humorístico pero
les obliga a pensar. Ese tiempo en que están metidos en el test es altamente
denso. Ahí los veo concentrados porque están motivados. Les desafía, y el hecho
de que puedan buscar información –en algunos casos- añade un mordiente al test.
Hacer el test es una clase entera de estudio y reflexión algo que no
conseguiría con ningún otro medio. Suelen obtener resultados muy altos en los
exámenes tipo test incluso chavales desmotivados y repetidores. El tiempo es un
factor de estrés conocido. El ambiente de concentración es evidente. En ese
momento estamos hablando el mismo lenguaje. El ejercicio les desafía y es como
un juego. Cuando lo acaban, envían los resultados e inmediatamente reciben la
puntuación obtenida que se me añade a mi cuaderno de notas. Para aprobar un
examen de ochenta ítems les pongo un mínimo de sesenta y cinco puntos. Hay
alguna pregunta de respuesta escrita que he de evaluar yo posteriormente.
Normalmente estos exámenes tipo test interactivo suelen mostrar resultados
mucho mejores de lo esperado. En este caso, reconozco que el nivel es alto y
no es fácil obtener los 65 puntos. A los que los alcancen se les entregará una
insignia de reconocimiento (una función de Edmodo). Si los resultados fueran
bajos, lo que es posible (o no) me plantearía una repetición de la prueba, de
modo que si hubieran obtenido cincuenta puntos habrían de alcanzar una
calificación sensiblemente mayor. Hay que decir que cuando acaban la prueba
ellos pueden ver cuáles eran las respuestas correctas y dónde han fallado, lo
que les hace pensar de nuevo.
Otras veces utilizo el sistema tipo test interactivo para
textos que les leo, textos de tres folios de información prolija y detallada
sobre algún tema interesante. Para mi sorpresa la inmensa mayoría los encuentra
fáciles y obtienen buenos resultados pasando la inmensa mayoría la cota mínima.
La diferencia es que el sistema les resulta interesante y escuchan con atención y hacer el test supone
el accionamiento del conocido mecanismo de recompensa que no por simple es
menos efectivo. Lo bueno es que alumnos desastrosos sacan buenos resultados,
porque su problema no es de inteligencia sino de falta de actitud hacia los
estudios.
En cuanto a pruebas de comprensión lectora son continuas
pero con textos muy largos y complejos, con una característica: son
motivadores. Me paso muchas horas rastreando relatos cortos -para adultos- que puedan ser muy
interesantes para ellos. Los hay. Mi recompensa es leer algunas veces la
emoción que les ha embargado cuando han descubierto la llave oculta del relato
y me escriben que ha sido un relato muy bonito. Había que sumergirse en el
texto con atención y suma concentración. Pero hay una satisfacción espiritual
para el que lo hace.
El que viene a clase de lengua con Joselu, sabe que cada
clase es una aventura, y que el profesor no está dispuesto a ponérselo fácil ni quiere aburrirse él mismo. Lo extraordinario es que el problema no es que sean limitados (no lo son). Es
que se aburren. Su sistema de mantenimiento de la atención es radicalmente
distinto. Todo hay que plantearlo como si fuera un juego y un desafío. Lo que no le resta un ápice a su nivel intelectual,
más bien lo acrecienta, pero es que estos muchachos pueden dar mucho más de lo
que parece. Yo, desde luego, no estoy dispuesto a aburrirlos con voz monótona y
monocorde explicándoles cosas que ya pueden descubrir por ellos mismos si les
ponemos en el sendero adecuado.
Estoy hablando de hombres y mujeres de trece años en segundo de la ESO.
eres mi héroe
ResponderEliminarHe ido a tu perfil, pero es misteriosamente enigmático por lo que no está. No sé si me sigues o es la primera vez que entras, pero la secuencia de publicaciones a lo largo de nueve años han ido de sentimientos de euforia, esperanza, frustración, desolación, tristeza, depresión, vuelta a la esperanza, recuperación de mi vertiente experimental. Creo que es una montaña rusa de emociones las que supone esta profesión que en mi caso no es objeto de burocratización ni de asentamiento. Quiero vivirla como una aventura cada día. Pero héroe, bah. Un currante como otro cualquiera. Un abrazo.
EliminarBuena estrategia... la pondremos em práctica... A grandes males, grandes remedios y la formación de nuestros chicos lo merece.
ResponderEliminarPara mí es un método absolutamente experimental. Quiero que vivan cada clase como única y diferente. Veremos cómo evoluciona. Ya iré contando.
EliminarMe gusta mucho tu enfoque. Si el profe se aburre ....malo.
ResponderEliminarEso es lo que pienso yo. Y no quiero aburrirme. Me he pasado varios años aburriéndome y no querría volverlo a hacer. Hacen falta didácticas revolucionarias ante lo que pasa en las aulas.
EliminarMe parece que estás diciendo que siguen siendo muy niños y que la ESO intenta darles un trato de como si fueran mucho mayores. ¿Es así?
ResponderEliminarNo, todo lo contrario. Pienso que la ESO y el sistema los trata como si fueran niños incapaces y yo pretendo tratarlos como presuntos adultos con motivaciones de adultos, con textos de adultos. En África ya tendrían casi edad de convertirse en guerreros y cazadores, pero en la sociedad occidental se alarga la adolescencia hasta los cuarenta años. Yo no puedo evitarlo pero si puedo, les llevaré al pensamiento complejo.
EliminarYo creo, querido Joselu, que la profesión del enseñante conlleva una tácita condición. Un requisito obviado por la gran mayoría de los pedagogos. Un requisito que no consta oficialmente entre las habilidades de un buen profesor. Esta condición no es otra que la de disfrutar en el acto docente. Si un profesor no se divierte al enseñar (si se aburre), las clases serán aburridas. No es lo mismo gestionar en un banco una hipoteca (al banquero no se le exige alegría y buen humor; no se le exige que esté divertido, ni si quiera que esté disfrutando de llevar a cabo dicho trámite burocrático) que estar delante de un grupo de alumnos y alumnas. Cuando se está delante de una clase, el alumnado ha de advertir en el docente un cierto disfrute en su acción. Si esto es así, los alumnos reaccionarán positivamente; al contrario, el alumnado se mostrará más reacio. Porque si aquello que transmite el profesor es aburrido y triste... el alumnado lo tiene difícil, la verdad.
ResponderEliminarDicho esto, viene la hora de los matices. La clase no es, ni debe ser, una sesión de teatro, o una payasada. Pero esto no quita que el profesor imparta sus enseñanzas con un aire ameno, que se note que lo que dice está produciendo buenas sensaciones al que lo dice. Y si esto se consigue, Joselu, te puede asegurar que cualquier explicación, repito, cualquier explicación, puede transformarse en algo motivador.
Conseguir esto último es mi caballo de batalla. Y en esto estamos...
Un fuerte abrazo y muchos ánimos.
Tú porque reúnes la cualidad de ser un excelente narrador y de ser alguien cercano a ellos. No todos somos así. Es una cualidad que se lleva dentro. Yo les aburro. Entre otras cosas efectivamente porque el enfoque tradicional me aburre. Yo crezco en la relación personal, de cercanía y me pierdo en la explicación de temas que en el fondo me aburren. Deseo una experimentación continua, el ver que no me repito, que estoy abriendo nuevos caminos de indagación. Ya digo que puede que no sea un buen profesor que reúna cualidades de amenidad y simpatía. Pero no puedo ser de otra manera. Ya me gustaría ser tan divertido como tú, pero la gracia cuando la distribuyó el Hacedor Supremo no me dejó demasiada.
EliminarUn fuerte abrazo. Y sin ánimos. De esos tenemos los suficientes.
La situación que describes se va generalizando a todas las edades. La capacidad de atención general se ha reducido, el interés por comprender las cosas es menor que el de hacerlas. Pienso que nada sustituye a la explicación de un buen profesor: una buena lección magistral siempre es necesaria. Siempre que sea buena, claro, y se ajuste al público. De lo contrario nos puede ocurrir como a don Quijote con el cabrero. Sin embargo, comienzo a preocuparme por la necesidad de tener que divertir al alumno para que aprenda, de entretenerlo. Comienzo a preocuparme también porque todo tenga que ser muy intuitivo y práctico en el proceso de aprendizaje. Pero luego hay que bajar a la arena de la clase y lidiar con los estudiantes. Cada día, una aventura, ¿verdad?
ResponderEliminarCuando llego a segundo de bachillerato hay una situación distinta, y allí hay capacidad de escuchar al menos aparente. Supongo que en la universidad, donde estás, tus alumnos deben tener otra predisposición hacia la materia. Pero en la ESO efectivamente todo ha de ser intuitivo y ágil, como un juego. Sin embargo, sé de profesores cuya personalidad inspira miedo y consiguen ese silencio que a otros nos es tan caro y anhelado. Pero, sí cada día es una aventura, al menos para mí. A veces me lo paso mejor con mis alumnos pequeños que con los de bachillerato, clases que me implican mucho menor esfuerzo de preparación. Es mucho más difícil dar una clase en la ESO que en un nivel superior, de eso no me cabe duda. Gracias por tu presencia.
EliminarMuchachos, capitanes de trece años, que fuimos, que son ahora. Nuevas caras otra vez. Sólo se repite la del profesor que sabe que envejece ante esos jóvenes que siempre tienen la misma edad. Cada año lo mismo. Y para sobrevivirles no basta la originalidad. Tanto esfuerzo para tan poca contrapartida. Mejor darse cuenta de que la frustración hace mella en uno y que es mejor dejarse llevar. Que te vean como eres no como quieres que te vean. No sufrir demasiado esa profesión que te va minando…
ResponderEliminarPero si tú no eres profesor que yo sepa. Eso es cierto. No sufrir demasiado ha sido durante tiempo mi principal anhelo. Sin embargo, llevo un tiempo que me encuentro mejor y me sale (no busco) una vertiente experimental que no ha dejado de estar viva en mí. No hay frustración en mí. Dolor puede que lo haya habido en grandes cantidades, pero frustración no. Sé que hay cosas que implican un desafío intelectual y estoy dispuesto a ello. Me encanta, más bien. Que pocos lo entiendan es posible, pero algunos hay que entienden que Joselu les abre caminos que están ya en ellos y solo esperan a que haya alguien que los comprenda para estallar. No olvides que tratas con un narcisista incorregible aunque tímido en el fondo.
EliminarQuerido Joselu, por una vez (jeje) estoy completamente de acuerdo contigo. Hace cuarenta años las clases magistrales eran necesarias, porque fuera de ellas no había casi nada. Bibliotecas. Hoy detectamos inmediatamente las contradicciones y las lagunas del conocimiento del profesor, porque tenemos accesible una inmensidad de información. Hoy, más que nunca, nos aburrimos todos frente a quien no concibe la vida mas que como la repetición casi infinita de un mismo día. Queremos vivir un día distinto cada día. Es lo normal, lo sano, lo que haríamos nosotros en su lugar. También nos aburriríamos. Yo también me aburría extraordinariamente hace cuarenta años cuando el catedrático de H. del Arte nos ponía una diapositiva de un templo griego y decía: "tiene ocho columnas en el frente y diecisiete por los laterales. No se daba cuenta (o sí) de que no éramos ciegos.
ResponderEliminarEste verano he vivido una experiencia muy gratificante, dedicar mis vacaciones a aprender junto a uno de mis hijos, que había suspendido ¡siete! asignaturas. Después de un esfuerzo tremendo hemos conseguido pasar (con alegaciones a las notas incluidas) precisamente a segundo de la ESO, así que seguiré con interés esta clase tuya. Después del esfuerzo, me siento como si hubiera vivido un capítulo de la Odisea.
Y como nos llamó mucho la atención lo poquito que de Grecia y Roma se ve en Sociales de primero, estamos leyendo a Suetonio (he elegido a Nerón para empezar con impacto) al tiempo que vamos a ver aquella serie vieja, Yo Claudio.
Ya nos contaremos.
Un abrazo.
Con los chavales no hay métodos infalibles. Siempre, depende... y además lo que con unos funciona, con otros es un fracaso. Procuro que mis clases sean eminentemente prácticas y que sean ellos los que tengan que trabajar. Su tentación, sin embargo, es que tienden al trabajo mecánico, rehuyendo en general cualquier ejercicio que les imponga alguna reflexión personal y elaboración propia. El automatismo de internet ha alejado el gusto por la creatividad personal. Pero el profesor se mueve en un terreno incierto y todo son palos de ciego. Lo intentamos, otra cosa son los resultados a corto o a largo plazo.
EliminarYa iré contando.
Un abrazo.
El mundo de la enseñanza es como un plataforma espacial donde se encuentran seres de dos o más planetas en busca de un acuerdo mutuo. Es necesario que los interlocutores sean conscientes de que proceden de mundo diferentes y que para entenderse hay que hacer concesiones a la otra. El jupiterino no va a dejar de ser jupiterino y el venusiano tampoco va a dejar de ser venusiano pero debe encontrar un lenguaje común que trascienda su propia identidad. Tengo la impresión de que los planes de enseñanza y muchos de su ejecutores, pretenden imponer la cultura jupiterina a seres venidos de Venus. Al hacerlo consiguen el efecto contrario y los venusianos en vez de aceptar lo que se les impone, que poco tiene que ver con sus vidas, refuerzan su condición primera.
ResponderEliminarSuerte en la plataforma y feliz encuentro.
Un abrazo
Un abrazo
Sí, probablemente sea cierto que seamos de planeta (o aun galaxias distintas). Sin embargo, hubo un tiempo -en que lógicamente era más joven- en que el mundo de los profesores y el mundo de los alumnos era enormemente próximo. Ahora pienso que incluso entre profesores jóvenes y alumnos hay una distancia insalvable, pero no deja de ser una impresión pues no tento acceso ya a mundos que me son ajenos. Lo intentaremos, aunque no deja de ser todo incierto. Un profesor intenta acercarse al mundo distinto pero nunca sabe si lo hace bien o ni siquiera es bueno hacerlo. Hay profes magníficos que raramente se acercan al otro mundo.
EliminarUn abrazo.
Joselu, no sabes cómo te entiendo. Es desesperante ver cómo bostezan y se estiran en clase los alumnos de cualquier edad, víctimas del aburrimiento y la falta de sueño. Mantener su atención pasa por motivarles, objetivo cada vez más difícil. No podemos luchar contra la enorme cantidad de estímulos que les atraen y entretienen. Vas y les hablas del sintagma nominal, los verbos o las operaciones combinadas y ya tienes al auditorio en modo desenchufado. Dejando aparte la cuestión de si los contenidos son adecuados o no, puesto que no los decidimos nosotros, de unos años a esta parte nos han convertido en animadores de calle más que en docentes. Cierto que hay que motivar a los alumnos, intentar presentarles las actividades de modo agradable, pero de ahí a que todo sea yupi-yupi para que se lo pasen bien y disfruten aprendiendo hay un abismo. Yo salgo agotada de las clases porque no paro, intento hacerles participar mucho para que no haya tiempos muertos y eso tiene un coste personal tremendo. Intentamos llegar a todos y nos negamos a aceptar que algunos alumnos están fuera del sistema, necesitan algo que no podemos darles. Los docentes sufrimos unas presiones tremendas y encima se permiten el lujo de echarnos en cara nuestra falta de ilusión y cuestionar continuamente nuestra labor. ¿A alguien le preocupa nuestro desgaste, nuestro malestar, nuestras inquietudes? A nadie, pero nos exigen lo indecible. ¿A un trabajador mal pagado y peor considerado se le puede encima pedir que desempeñe su labor con buen humor? Lo malo es que en nuestro caso transmitimos ese malestar, consciente o inconscientemente, a nuestros alumnos. Es imposible ser siempre dinámico, divertido, ocurrente. Nadie puede mantener ese permanente estado de actividad. Nos cansamos, nos dejamos la piel, la voz y las fuerzas en el día a día durísimo y desazonador. Si a nosotros nos cuesta repetir una y otra vez las mismas lecciones, ¿cómo vamos a pretender que nuestros alumnos no se aburran? Hay que tener en cuenta un dato fundamental: no están acostumbrados a obedecer ni a escuchar, ni mucho menos a reprimir sus deseos y apetencias, así que si algo no les interesa (y no les interesa casi nada del currículo) desconectan ipso facto. Y nosotros sentimos que somos unos muermos, que no conectamos con ellos, que no somos buenos maestros. No es cierto, pero luchamos contra un tsunami imparable que se lleva por delante nuestras convicciones y nuestros esfuerzos por intentar transmitir algo válido. Dejémonos de complejos: sencillamente, nuestro reino no es de este mundo, y mira que me gusta poco recurrir a la religión...
ResponderEliminarNo estás solo, si te sirve de algo. Todos tenemos la misma desazón. No es ningún consuelo, pero al menos podemos poner palabras a lo que nos ocurre. Un fuerte abrazo, colega.
El profesor, Yolanda, tiene buenos momentos con sus alumnos muchas veces, pero en frecuentes ocasiones siente también, si es sensible, su soledad y su fragilidad en la clase donde está ante todas las circusntacias adversas combinadas. Es imposible ser ocurrente, divertido, dinámico, entretenido, genial, siempre. Alguna vez podemos hacer algo bien, pero la realidad es más prosaica y las cosas no salen como prevemos. Nada acaba de salir como se prevé. La entropía forma parte de la realidad del aula. Nada hay que proteja de ella. Hay días en que se sale razonablemente bien de clase y otros días se sale arrastrándose y lleno de desazón. Tras más de treinta años de experiencia todavía no he podido blindarme y no sentir el dolor del aula. Alguna vez habría que hablar de ello. Se trata de relativizar pero muchas veces no sabemos o no podemos. O no queremos. No sé. Un fuerte abrazo, Yolanda.
EliminarHacía siglos que, antes de jubilarme, había dejado de explicar. desde que caí en la paradoja siguiente: quienes habían de trabajar, no daban ni golpe: ni escuchaban, ni tomaban apuntes (¿Y cómo, si se les ha de enseñar y dedicar a ello su buen mes...?) y, por tanto, se convertían en seres absolutamente pasivos; y quienes trabajaban sólo creían justificado su trabajo si sabían "repetir la lección" con mayor o menor fortuna o brillantez. Abandonar la explicación y "hacerles trabajar" -yo siempre iba de la oración compuesta y el párrafo a la oración simple y otros hermosos ingredientes de la morfología y el léxico- fue una decisión que me salvó la vida académica, porque me ahorró la penosa contemplación de uno mismo tratando de enseñar a quien no quiere aprender lo que nada le importa. Desde entonces me convertí en maestro de "primeras letras" y reduje todos mis objetivos a dos, aunque ambiciosos: saber leer y escribir. Y a eso le dediqué mi vida profesional, con muy desigual fortuna.
ResponderEliminar¡Qué raro se me hace leerte sabiéndote ya en otro lugar desde el que recuerdas lo que fue hace tan poco y a la vez hace tanto tiempo ya! Y nada es más cierto que ese rancio y antiguo refrán castellano que es tópico hasta la médula y a la vez real como la vida misma: "Cada maestrillo tiene su librillo". Hemos hecho cosas tan distintas... Cada profesor aplica dinámicas tan radicalmente diferentes que cuesta pensar que impartimos la misma materia. Te leo con melancolía ya, la melancolía de saberte ya al otro lado.
EliminarHola Joselu
ResponderEliminarTe leo desde hace tiempo, y esta entrada en particular me ha gustado mucho. Yo, personalmente, prefiero verte así, experimental, y ellos seguro que también. Yo tengo mucha mucha vocación docente, aunque aún no he tenido la oportunidad de dar clase en serio en secundaria. Supongo que será lo que haga en el futuro. Se puede aprender mucho leyendo las cosas que dices y tu experiencia. Me gusta porque es interesante cómo planteas la gestión de las emociones y todos los problemas que conlleva ser profesor. Me gusta porque me sitúa más en la realidad, ya que espontáneamente tiendo a no verlo guiada por la pasión. En fin, que gracias, y que esta entrada me ha encantado. (También eres profesor aquí. También aquí se enseñan cosas. Y siempre habrá alumnos a los que les cambies la vida. Esos son por los que merece especialmente toda la pena. También por los demás, pero entiendaseme). Un saludo.
Tengo preparado para mañana un test con 160 ítems sobre ortografía. Algunos son especialmente fáciles y otros no tanto. Utilizo los tests como mecanismo de estudio. Haciendo el test estudian. No me importa que busquen información. Solo el tiempo les limita. A los que alcancen 130 puntos les daré un chupachups y a los que saquen 120 un caramelo. Es poca cosa, pero estoy seguro de que se esforzarán y una clase con test supone varias horas de estudio que no harán de otra manera.
EliminarMe alegro de saber de ti. Me gusta la pedagogía experimental. Siempre me ha gustado. Una clase es un organismo vivo en que hay que gestionar a unos muchachos que no tienen en general ganas de aprender por medios convencionales. Hay que urdir otros.
Espero que pronto comiences a ser docente. Yo terminaré mi periplo en dos años y un hueco te podré dejar.
Un cordial saludo.
Yo tuve una profesora de Lengua que llegaba a clase, se sentaba y leía el libro de la asignatura (o alguna novela) en voz alta durante 40 minutos. Sin inmutarse, le daba igual que estuviesemos copiando, escuchando, hablando, jugando... Incluso a los que queríamos aprender algo nos era dificil concentrarnos en semejante aburrida clase. No puedes esperar que adolescentes de 14 años se sienten en unas duras sillas durante 1 hora y presten atención a tu monótona voz. Repitiendo día tras día lo mismo. Tras dos años con ella llegamos a 4 de la ESO con un retraso evidente en la asignatura, el profesor de aquel curso, muy alejado de la anterior, nos puso al día en cuestión de dos meses. Consiguió que 28 adolescentes de 16 años recuperan prácticamente dos cursos en a penas un trimestre. Eso sí era un profesor. ¿Lo otro? no lo sé, pero a día de hoy sigue impartiendo clase en el mismo lugar y en los mismos cursos, 14 años después.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu blog, Joselu. Es curioso que lo haya descubierto justo cuando tu te marchas y yo empiezo. Este es mi primer año como profesora en la Education Nationale francesa. Soy profe de catalán e inglés y me encantaría poder aplicar muchos de los recursos que utilizas, pero me pregunto cómo hacerlo con dos obstáculos como 1) mis alumnos no tiene ordenador en clase. Algunos ni siquiera lo tienen en casa; 2) las asignaturas que doy son lengua extranjera y regional, en todo caso no son lenguas maternas de mis alumnos. ¿Cómo hacer?
ResponderEliminarAhora no tengo mucho tiempo, este ha sido un año duro, durísimo para mi. Pero en verano voy a leer con tranquilidad tu blog, a ver si me ayuda a pensar.