En primer lugar quiero compartir el
inmenso dolor por todas las víctimas del avión siniestrado en los Alpes
franceses. Dolor por las víctimas y sus familiares que para ellos son unas
horas de horror y desolación por la pérdida de sus seres queridos. En mi familia
todos estamos conmocionados por todos los que han fallecido, por los españoles,
por los escolares que iban allí. Mi respeto y mi dolor.
Por otra parte quería reflexionar sobre
este hecho que a la altura de esta tarde del jueves parece haber arrojado algo de
luz sobre lo que ha pasado, al saberse por la caja negra encontrada que fue el
copiloto quien deliberadamente cerró la puerta de la cabina y estrelló el
aparato contra las cumbres de los Alpes en un acto que no se sabe calificar.
El copiloto se llamaba Andreas Lubitz,
tenía 28 años, seiscientas horas de vuelo, hijo de una familia normal y
considerado impecable en su formación por parte de Lufhtansa, la compañía para
la que trabajaba realizando su ilusión, fruto de la formación continuada en ese
terreno de la navegación aérea.
¿Explicaciones? Ninguna todavía. La
policía está registrando su casa para buscar algo que lo aclare. No parece
haber una intención terrorista planificada. Pero no se sabe nada. Nos hemos
quedado helados y sin palabras. Creo que habríamos aceptado cualquier otra
explicación aunque hubiera sido causada por el fallo del avión, un atentado
terrorista, un desmayo del piloto (si esto fuera posible). No sé, algo lógico.
Pero de momento no hay nada lógico. Un joven común, exitoso, con exámenes
psicológicos superados y considerado impecable por sus vecinos y por la
compañía a la que servía. ¿Qué ha pasado? No hay respuesta. O no la queremos
ver. Rápidamente esperamos que haya un atisbo de acto de locura que lo
explique. Nos quedaríamos más tranquilos. Pero ¿y si no lo hay? ¿Y si el copiloto
tranquila y deliberadamente planificó el acto y, aprovechando la ausencia del
piloto cuando se fue al baño, realizó lo que había soñado o fantaseado en su
imaginación? Puede que no fuera un arrebato de locura sino la realización de
una fantasía maligna, que, en definitiva, “eso” sea la realización de una
voluntad consciente y lúcida de causar un daño indecible, de dimensiones
apocalípticas. Es decir, un acto malvado sin más explicación. Esto nos cuesta aceptarlo.
Entendemos que el que hace algo siempre
tiene una motivación y si no la tiene, buscamos perfiles que llamamos
psicópatas para quedarnos tranquilos y pensar que es una excepción. En tal
caso, si no hubiera explicación de insania mental tendríamos que enfrentarnos
directamente con la dimensión del mal eso que la mente moderna prefiere tener
oculto y alejado. ¿Existe el Mal? ¿El Mal con mayúsculas? Nos incomoda esta
reflexión porque entonces nos lleva a una disquisición moral y eso no entra
dentro de nuestros parámetros de hombres del siglo XXI. Sin embargo, veo que no
es algo excepcional. Se sabe que hay personas que se dedican a deslumbrar con
punteros láser a los pilotos en las pistas de aterrizaje en el momento más
delicado de la maniobra de aproximación. ¿Qué pretenden? Evidentemente realizar
una fantasía maligna: que ese avión se estrelle y haya centenas de muertos.
Otros, esta vez muchachos, se dedican a tirar grandes piedras a trenes cuando
pasan. El otro día salió la noticia de que una persona había muerto por causa
de ello y se celebraba el juicio. El menor no podía ser demasiado condenado por
su edad. ¿Están locos? ¿Y el tuitero que ha escrito algo abominable sobre los
muertos catalanes que ha causado un daño casi irreparable? ¿Qué pretendía? Sin
duda, causar daño, causar dolor, producir una espiral de odio que,
desgraciadamente, ha sido reproducida y ha llegado hasta medios internacionales
como muestra del odio que se tiene contra los catalanes. ¿Qué diferencia hay
entre el tuitero y Andreas Lubitz? De dimensión, de nivel, de realización a
mayor escala de una plasmación del mal.
Hay personas malas. Hay personas que no
pueden o no quieren controlar esas fantasías malignas que se producen en la
mente de muchas más personas de las que creemos. El lado oscuro existe, claro
que existe. No me cabe duda de que los militantes de Estado Islámico que queman
vivo a un prisionero disfrutan con esa fantasía maligna. Las guerras en todo el
mundo se establecen a nivel de estados mayores pero hay gente común que realiza
a nivel de campo el mal en estado puro: violaciones, torturas, asesinatos
bestiales, matanzas de niños frente a los padres, muertes lentas.
El cerebro tiene un lado para estas
fantasías malignas, el hemisferio derecho, y nuestra pulsión nos lleva a realizarlas de alguna manera. El escritor las
lleva a cabo en su escritura, en su literatura. El actor en su actuación. Hoy
he participado en un rodaje de una película por parte de profesores de mi
instituto con alumnos. Era una escena breve, un cameo. Yo tenía que agarrar por
el brazo a una muchacha marroquí y acusarla de estar robando en el puesto del
mercado. La llamaba mora ladrona y le preguntaba que por qué no se iba a su
país. Un muchacho, Martín, venía a defenderla. El impacto de mi actuación ha
sido tan potente en medio del mercado que Zakia, la niña, se ha quedado
atemorizada y las visitantes del mercado se han espeluznado de la violencia
latente de la escena. “Es cine”, “estamos rodando una película”... Yo estudié teatro según el método Stanislavski y sé que en la actuación utilizamos nuestro
repertorio de emociones para proyectarlas sobre nuestras palabras. Está claro
que he utilizado una violencia extrema para darle verosimilitud a mi actuación.
El actor puede hacerlo artísticamente. El arte es la sublimación de nuestros
más oscuros impulsos sacados de forma pacífica. Pero Andreas Lubitz tenía otra
fantasía, una fantasía que pronosticaron los surrealistas cuando expresaron que
arte es sacar un rifle y empezar a disparar contra la multitud. ¿Por qué no
estrellar un avión con ciento cincuenta personas a bordo? Es el mal o el Mal en
estado puro que se apodera del ser. Y no es locura. No. Eso sucede
continuamente pero ponemos diques para que no salga de una forma tan bestial.
Recuerdo la confidencia de un profesor de mi instituto al que dejé de hablar.
Era una fantasía tan espeluznante que sentí una aversión profunda hacia él. Hay
personas malas, que gozan con sus fantasías y que quieren llevarlas a cabo,
pero la moral, las buenas costumbres, los diques mentales, el límite que impone
la propia vida, hacen que se reserven en un lugar escondido. O salen en el
ámbito doméstico, o con los animales, o con los niños. Muchas con las mujeres.
Y es que Andreas Lubitz llevaba mucho tiempo incubando la suya bajo la
apariencia de un joven amable y encantador. No estaba loco. Solo se dedicaba,
como Raskolnikov, a pensar en su cama e imaginar. Cuando el capitán de la nave
salió de la cabina, él se levantó, puso el seguro de la puerta para que no se pudiera abrir desde fuera, se sentó a los mandos y llevó la nave a estrellarse contra
las cumbres heladas de los Alpes franceses. Su respiración no estaba agitada
mientras oía las patadas y puñetazos frenéticos del piloto contra la puerta
intentando entrar. Estaba cumpliendo su misión, por fin sabía para qué había
venido al mundo.
Que me ha encantado tu razonamiento, con tu permiso te enlazo en una entrada especial de mi blog. ¿o.k.?
ResponderEliminarPuedes utilizarlo como desees. Me encanta que tenga posibilidad de difusión. Muchas gracias.
EliminarHas dicho las palabras justas, ni más ni menos. Yo me he quedado sin ellas,con un nudo en la garganta y con el lagrimal como un pantano a punto de aliviarse. Hace una semana hicimos ese mismo trayecto, hasta Münich, para estar unos días con nuestro hijo. El horror de esa fantasía macabra nacida en lo más profundo de nuestra humanidad... Gracias por ser portavoz, el mío y seguro que el de cuantos te lean. Un abrazo de solidaridad contigo y con cuantos a esta hora sufren, y no se lo explican, y sufren. Y lloran. Y lloramos.
ResponderEliminarCreo que lo has descrito muy bien: fantasía macabra nacida en lo más profundo de nuestra humanidad, porque es eso: de nuestra humanidad oscura, luminosa, retorcida, extraña...
EliminarAhora parece que estamos ante un desengaño amoroso y la depresión subsiguiente... Como explicación es tan numinosa como el delirio del horror, sin duda.
EliminarVengo desde el blog de Emejota. Ciertamente bajo la apariencia bajo, puede encontrase trastornos psiquiátricos que no sabemos (o no queremos ver).
ResponderEliminarCon tu permiso lo publico en facebook. En mi blog es escrito sobre esquizofrenia, que puede ser una explicación a esto...
Saludos.
docmanuel.blogspot.com.es
Puedes utilizarlo sin problemas. Me interesa que se hable de la situación y los temas que implica.
EliminarLas personas nos pasamos la vida sospechando de lo que nos rodea. Es nuestro instinto de supervivencia. Solemos temer las fuerzas de la naturaleza: las inundaciones, los tornados, los rayos... nos pueden causar pavor. Los animales antropófagos, más aun. ¿Cuántas películas se han hecho sobre tiburones asesinos? Pero lo más perverso y demoledor de este mundo no está en lo que nos rodea. Está en cada uno de nosotros. El mal es un acto de inteligencia y no hay especie más inteligente que nosotros en este mundo. Hemos desarrollado nuestro intelecto hasta tal punto que podemos crear todo un parauniverso abstracto, que contiene un espectro total de creación. Desde lo que nos maravilla hasta lo que nos aterra. Claramente, no todo en nuestro interior es amor, solidaridad, arte burgués o agradable: creo que todos sentimos en algún momento la emergencia de la otro lado del espectro. Para algunos, es una forma de vida: da un paseo por el arte decadentista, las parafilias masoquistas y de dominación... El quedarse sólo con el lado positivo de nuestra naturaleza es algo tan ingenuo como irreal.
ResponderEliminarEn cuanto a los tuiteros que escribieron sobre las víctimas catalanas... No sé si te refieres a eso de «Han muerto catalanes, no personas...» Me atrevería a decir que los autores de esos tuits no son conscientes de la evergadura del accidente, ni del dolor de los conocidos de las víctimas. Dudo que ni siquiera el lado más oscuro de nuestro espectro mental pueda recrear el miedo que pasaron esas personas cayendo, o viendo cómo el comandante intentaba tirar la puerta abajo desesperadamente. Qué va. Esos tuiteros sólo son gallitos, mostrar los chulos que son delante de todos (pero, eso sí, tras el anonimato de una cuenta de twitter). No llegan a malvados, porque sólo persiguen una vanagloria barata.
Aunque te leo a menudo, me he animado a comentar porque ayer mismo, acosado por noticias de la consecuencia del accidente en todos los medios, tuve una pequeña crisis de fe en todo lo humano. Vi que una determinada empresa estaba aprovechando la noticia del desastre para publicitarse. Vi también a decenas de gente quejándose del retraso de un programa de televisión, argumentando "a mi qué me importa lo del avión, quiero ver el programa, quitad ese espacio informativo" (puesto en otro registro, claro). Que el lado oscuro del espectro no quite presencia al «bueno». Ambos estarán siempre ahí. Un poco de empatía nunca viene mal, tuiteros. Es lo que nos hace, también, humanos.
Un saludo.
Muchas gracias por tu lúcido comentario con el que estoy en buena parte de acuerdo, especialmente en que el mal es un acto de inteligencia y que nuestro universo abstracto es inmenso. Ya lo decía Dostoievski. El corazón humano es demasiado vasto. Y esa propensión de alumbrar el pensamiento positivo, destacando, como se hace en los centros de enseñanza solo reflexiones acerca del lado luminoso, me parece que peca, como dices de simplista. Los seres humanos somo muy complejos y si dijéramos en realidad todo lo que pasa por nuestra mente, nos aterraríamos o aterraríamos a los demás. Nadie lo confiesa. Se queda en nuestros monólogos de soledad, porque nos han dicho que eso no se puede sacar con nuestro nombre y apellido. Pero en los medios en que se puede ser anónimo es nauseabundo lo que se puede leer allí. El otro lado de los seres humanos surge con desparpajo y desenvoltura. Lo tenemos entre nosotros aunque los yoes con nombre y apellidos lo ocultan. Cuando leo los comentarios de la prensa digital, la confianza en la humanidad se me viene abajo. Como tú y la crisis de fe que tuviste ayer al saber el aprovechamiento de una empresa de la tragedia o las protestas de personas que se quejaban del retraso de un programa por las noticias del avión siniestrado. Es tan sucio lo que emerge ahí, José Antonio, que uno no se siente extrañado del estallido de odio que se desencadenó en la guerra civil. Tendrían que educarnos en conocer también nuestro lado oscuro, no ocultarlo como si no debiera existir. El arte es una forma de sacarlo. El arte se nutre de la violencia. Eso de la solidaridad, la generosidad, la paz, la benevolencia ... es parte de la realidad, la que es mostrable, pero está el otro lado.
EliminarNo obstante, hoy oía a un viajero que ha dado la vuelta al mundo a lo largo y ancho y comentaba que hay más gente buena que mala, gente que no quiere problemas y que son pacíficos... pero el otro lado también existe. A mí me viene ahora el caso de Ruanda cuando en pocas semanas se eliminó a un millón de tutsis. El tema es complejo, pero muchas buenas personas esos días tomaron machetes y se dedicaron a matar, matar, matar salvajemente.
En cuanto a esos miserables tuiteros, puede que solo sean gallitos chulos pero esas pequeñas maldades pueden tener consecuencias terribles como por aquí se sienten en Cataluña. Alguien relacionó el mal con la ignorancia. Pero no lo tengo claro.
Un saludo.
Todo un placer comentar con usted. Buenas noches.
EliminarAparte de tus juicios que comparto, creo que hay cantidad de juegos de ordenador muy reales basados en la violencia. Posiblemente el paticipar en "primera persona" en esas matanzas de los juegos altere la percepción y el juicio que los chavales -y no tan chavales- tienen sobre la violencia y la brutalidad considerándolos algo normal y factible para la vida "normal"
ResponderEliminarCreo que el ambiente que nos rodea influye mucho en la percepción que tenomos del mundo y cómo valoramos las cosas y las acciones. Dicen que los guardianes alemanes de los campos de concentración nazis eran personas normale sy corrientes, padres de familia, a los que imagino entrañables y que cometían lo que ahora vemos como hechos abominables, con la mayor naturalidad del mundo.
Un abrazo y buen finde
j
He leído recientemente la biografía del comandante de Auschwitz, Rudolf Hoëss. Era un hombre amante de la naturaleza que tenía una familia encantadora. Tenían una casita aledaña al campo donde vivía con su mujer y sus hijas rubias a las que adoraba. Cuando se estresaba salía a cabalgar por los alrededores pues era amante de los caballos. Escribió sus memorias en el tiempo que esperaba para ser juzgado y posteriormente ejecutado en Polonia. Fue responsable de la muerte de más de un millón de personas, tal vez dos o tres como supremo comandante del campo. Él no tenía conciencia de ser un monstruo y reivindicó su actuación como cumplimiento del deber.
EliminarNo es que pueda establecerse un paralelismo con Höess pero es interesante traerlo a colación.
Se buscará todo (depresión, enfermedades psiquiátricas...) para explicarse el acto de ocho minutos de Andreas Lubitz. No se puede aceptar un acto gratuito y se necesita hacerlo patológico para consolarnos. Si estaba loco, entonces todo es más explicable.
Un abrazo.
Comparto tu opinión sobre la existencia del mal, de quienes desean y disfrutan haciendo sufrir. Hay quien se siente realizado cometiendo actos salvajes contra sus semejantes y la historia está llena de estos casos (asesinos en serie, por ejemplo). Pero lo que no me cuadra es que en este caso, el ejecutor se ejecutaba también a sí mismo. Normalmente, quien comete una masacre, rifle en mano, en un instituto, en una restaurante, y luego se suicida, suele tener un propósito vengador, reivindicativo.
ResponderEliminarEn fin, creo que nunca llegaremos a saber la verdad.
Un abrazo.
La segunda ola del asunto, Josep Mª, viene ahora, cuando se busquen explicaciones esotéricas, militares o políticas a la tragedia que nos ocupa. Las mentes conspiratorias ahora empiezan a decir que ha sido derribado por unas maniobras de la OTAN. Mis alumnos de bachillerato creían más en estas explicaciones conspiratorias y esotéricas que en las ofrecidas en la rueda de prensa. Todo menos aceptar que es posible que un hombre normal -aunque padeciera una depresión pero esto no es explicación- pudiera sentirse seducido por la malignidad, por el lado oscuro. Muchos preferirán explicarlo, ante todas las evidencias de lo que ha pasado, que ha sido un rayo láser de la OTAN. Y el copiloto es un falso culpable al que se está machacando. Este es el otro lado de la mente contemporánea, algo que encanta a muchos: encontrar teorías oscuras del Poder.
EliminarUn abrazo.
Este personaje estaba obsesionado con volar y ser el Piloto. Se había preparado a conciencia para ello y sin eso la vida para él no tenia sentido porqué no había nada más, porqué todo giraba en torno a ese sueño. Sin embargo, todo parecía estar en su contra desde sus problemas psiquiatricos a los problemas de visión; no iba a poder cumplir su sueño jamás para el que tanto tiempo, dinero y esfuerzos había invertido y eso posiblemente lo desquicio hasta tal punto que prefirio acabar con su vida dentro de su obsesión de volar; quizás como una forma de ganar y sobreponerse a esos impedimentos. Prefierio morir 'en combate' antes que rendirse a la evidencia de sus incapacidades y buscar nuevas metas en la vida. Jamás le preocupo el pasaje, lo único que quería era volar y ser alguién importante en el avión, el piloto, y sino podía ser eso no quería ser nada en esta vida.
EliminarCuando ocurre una tragedia así se disparan las alarmas y las hipótesis, plausibles o no. Lo que llamamos "opinión publica", o sea, todos nosotros, exigimos, no pedimos, una explicación. Los responsables de buscar culpables y causas se apresuran a dar razones para tranquilizarnos, pero no para decirnos la verdad. Ya nos han engañado demasiadas veces como para confiar en ellos. Yo, desde luego, no tengo ninguna confianza en lo que me cuentan, ni en éste ni en otros muchos casos. Es posible que el copiloto mantuviera oculta una enfermedad mental, o que pasara por un momento difícil, o que en un momento de locura decidiera matarse y llevarse con él a todos los pasajeros. Posiblemente nunca lo sabremos. Entre la verdad de las investigaciones y lo que nos cuenten hay un abismo. Acudiendo a eso tan peliculero de "seguridad nacional" nos ocultan datos importantes.¿Cuántos accidentes quedan sin explicación? Los datos médicos son confidenciales, así que difícilmente sabremos qué le ocurría a ese copiloto. Supongamos que estaba realmente enfermo, o que era simplemente malo, sin más. La maldad no es una enfermedad y no tiene cura. La mente humana es inescrutable, aunque creamos saber mucho sobre ella. Es llamativo que cuando prestan declaración los vecinos o amigos de un asesino, del tipo que sea, siempre lo describen como alguien normal, incluso simpático, atento, educado, buen padre, buen profesional... ¿Tanta capacidad de fingimiento tenemos? ¿Tan fácilmente podemos engañar a los demás? Parece ser que sí. Todos conocemos personas que en un momento dado nos han sorprendido, decepcionado o escandalizado, como bien apuntas tú. ¿Quién nos asegura que esa vecina que cuida amorosamente sus plantas no esconde varios cadáveres en el jardín? Recuerda a las tías de Cary Grant en "Arsénico por compasión": encantadoras viejecitas que envenenaban a personas solitarias para aliviar su sufrimiento. Y no faltan casos de fríos asesinos que aseguraban cumplir una misión divina al llevarse por delante a unos cuantos inocentes, o esos zumbados que disparan a discreción sobre estudiantes de cualquier edad. ¿Qué explicación hay para todas esas barbaridades? Se habla de venganza, de locura, de enfermedades, de frustraciones insuperables. No sé si alguna vez nos han dado las explicaciones pertinentes. Lo más fácil es buscar una cabeza de turco, a ser posible muerto, para ofrecer respuestas tranquilizadoras (?). Lo de menos es la verdad, porque seguramente es incómoda y cruel, mucho más dura de lo que pensamos. Si nos mienten sobre hechos cotidianos intrascendentes, ¿podemos confiar en otras explicaciones de mayor calado? Los familiares de las víctimas se merecen saber la verdad, otra cosa es que lo consigan. Es una falsa ilusión creer que estamos en buenas manos. Tú conoces tan bien como yo casos de enfermos que seguían trabajando con grave riesgo no sólo para ellos sino sobe todo para sus alumnos. ¿En cuántas ocasiones se han tomado las medidas oportunas? Que yo sepa, en ninguna. Soy escéptica y desconfiada, qué le vamos a hacer...
ResponderEliminarAprovecha bien las vacaciones, son muy cortitas. Un fuerte abrazo, colega.
No quiero ni imaginar si Lubitz hubiera sido español, el avión de Vueling (hoy he volado en un Airbus A320 como el del desastre) y el fiscal, el nombrado por el gobierno del PP. Espero que en Europa haya más seriedad en todos los sentido que la que se estila por aquí. Hoy se ha revelado que la compañía para la que trabajaba el copiloto conocía sus antecedentes psiquiátricos de depresión severa. Yo en algún caso la he sufrido y hube de coger la baja. Me era imposible realizar mi función de forma adecuada. No era justo ni para mí ni para mis alumnos.
EliminarIntentaré aprovechar al maximo las vacaciones, claro que sí. Un abrazo. Yolanda.
A ver, yo no voy a negar que las personas malvadas existan. Claro que existen, y algunas ocupan puestos de poder muy altos. Pero este fulano Lubitz tenía antecedentes de tener algún plomo fundido en la cabeza. Aparentemente por depresión, pero la depresión puede camuflar, o ser co-mórbida con otros trastornos mentales. Adicionalmente, ahora parece ser que tenía problemas de visión con un posible origen psicosomático. Y el tipo había "apostado su vida" a ser piloto, todos dicen que estaba bastante obsesionado con el tema. Tanto un historial recurrente de problemas mentales como otro adicional de visión podían terminar con su carrera en cualquier momento, lo que posiblemente añadió mucho estrés y angustia adicional a un sujeto que ya era claramente inestable de por sí.
ResponderEliminarYo evidentemente no sé qué nubarrón le pasó por la cabeza a este señor, por llamarle de algún modo. Pero claramente "no estaba bien." Habrá que preguntarle a Lufthansa cómo se les coló por las grietas que puedan tener en su sistema de selección de personal. Es cierto que hay personas con fantasías muy inquietantes que "sí están bien"; yo también he conocido a algunas. Pero éstas se caracterizan precisamente por no llevar a cabo estas fantasías, o esperar a una oportunidad en que puedan hacerlo saliendo bien libradas. Evidentemente, no parece ser el caso de este Lubitz. Este tipo andaba "tocado del ala" (con perdón de la expresión, dadas las circunstancias) y el lunes "se le acabó de fundir el fusible del todo." A partir de ahí, vete a saber lo que le pasaba por la cabeza mientras pilotaba hacia la muerte con 149 detrás, de los que quizá ni se acordase porque estaba totalmente en su propia realidad. Así lo veo yo, vamos.
Un saludo.
Anónimo, dicen que la locura es la desconexión total con la realidad o su transformación en una realidad paralela. No tengo ninguna formación en el campo de la psiquiatría pero pienso que Lubitz realizó su sueño de ser piloto sobre las montañas que adoraba y se estrelló en ellas como acto diabólico y sexual. Por supuesto esto no tiene ningún sostén científico: es solo una recreación paraliteraria. Podemos pensar que Lubitz era muchas cosas: un psicótico, un narcisista, que padeció un delirio, que era simplemente un niño malcriado con síntomas de ser simplemente un idiota pero lo cierto es que ha conseguido que hablemos de él. En alguna manera ha logrado sus sueños: ser piloto, volar sobre los Alpes, vengarse de Lufhtansa y que hablemos de él. Lo terrible es que ha sido a costa de llevarse por delante a ciento cincuenta personas con él. Esto lo hacen día sí y día también suicidas islámicos y nadie habla por aquí de ellos. Lo de Lubitz se enraíza en nuestra psique, en nuestros mitos, en nuestro modo de vivir la realidad reflejando nuestros miedos y fantasías.
EliminarNi estoy ni capacitado, ni me apetece justificar o explicar con desequilibrios psíquicos la actuación de este idiota. Básicamente este payaso quería dejar su nombre para la posteridad, el modo en que quede le daba igual, y por eso hizo eso; estoy seguro que de vivir ahora jamas volvería a hacerlo, es un comportamiento un tanto infantil de niño malcriado estúpido con ansias de fama. Las victimas estaban en el lugar equivocado en ese momento, unos pueden creer en el destino y otros creer que se puede vivir a salvo de todo, esta segunda postura no la veo solida.
ResponderEliminarQuizás los medios de comunicación estén contribuyendo en cierta forma a la formación de esta nueva clase de idiotas y quizás gente que nunca se hubiese planteado posturas como estas, con la repercusión exagerada y mórbida que dan algunos medios a estas noticias se le calienten los cables.
Al fin y al cabo 6.400 niños mueren cada día de hambre y a nadie le conmociona esto, quizás es que sobran psiquiatras y faltan agricultores, no se...
Los idiotas con mando son muy peligrosos.
Un saludo
Has añadido algo muy importante. Una tragedia como esta para conseguir la fama postmortem solo es posible en un circo mediático como el que vivimos en el que no es noticia efectivamente la muerte de miles de niños cada día. Lubitz lo sabía y sabía que sería la estrella, aunque él no pudiera vivirlo. Tu interpretación es elocuente: ni narcisista, ni depresivo, ni psicópata, simplemente idiota. Tal vez esto que sostienes tenga mucho de verdad y que él no pudiera existir sin nuestra tontería cómplice. Un saludo.
EliminarPor lo que leí, la caja negra que registra los parámetros de vuelo no ha sido hallada aún. Hay quienes dicen que es demasiado temprano para aseverar una cosa o la otra y que se han apresurado las conclusiones.
EliminarHe sabido, trabajando en un neuropsiquiátrico, de actos sorprendentes, pero me resulta realmente muy complejo pensar que los que tomaron los tests, o los que guiaron los simuladores de vuelo en donde se enfrenta a los pilotos a una presión máxima, o los pilotos que volaron con él, o algún auxiliar de vuelo, o alguien de su familia, no hayan tenido las pistas suficientes como para evitar una consecuencia tan grotesca.
Me parece que en este caso, como en tantos otros, hay un medio ambiente de idiotez que hará que esta tragedia, se invisivilice como están invisivilizados los niños, adultos y ancianos que menciona Temujin.
Por otro lado estamos a bordo de un mundo piloteado por personajes no mucho mejor dotados que este desafortunado copiloto.
Un abrazo
Aportas cuestiones relevantes: comparar el mundo con una aeronave pilotada por pilotos incapaces de reconocer la realidad, es decir, afectados de delirios que eluden totalmente la dimensión del desastre a que se encamina la nave con seis mil millones de pasajeros. En este caso el vuelo no es de ocho minutos sino de veinte o treinta años para encaminarnos al impacto brutal de la aeronave con la realidad del planeta. Los mandatarios y el pasaje de la nave miran a otro lado mientras caemos en picado directos a nuestra destrucción. Es una idea que creo muy apropiada y oportuna. Andreas Lubitz lo único que ha construido es una metáfora del mundo. Para el que quiera entender.
EliminarNo estoy de acuerdo ni con la tesis general que sostiene Joselu, ni evidentemente con los que la apoyan en mayor o menor medida en los comentarios.
ResponderEliminarEl manido problema filosófico de "la lucha del Bien contra el Mal" creo que es en estos tiempos que corren, ya algo bastante trasnochado, cualquiera con un mínimo de cultura científica, concretamente en los campos de la Psicología Evolucionista o la Neurociencia puede darse cuenta de que esos "Bien" y "Mal" en abstracto, no son más que la consecuencia del instinto de supervivencia puro y duro que el ser humano ha tenido que desarrollar en la naturaleza para sobrevivir a un entorno absolutamente hostil. Los comportamientos que servían para reproducirse más y mejor se perpetuaron pasando a las generaciones posteriores, fueran estos los que fueran, ya fueran violentos, de colaboración, o de cualquier otro tipo. Desde luego después vino la moral, fundamentalmente para permitir la convivencia dentro de los grupos, y de ahí los conflictos que se producen: lo que a veces es bueno para el individuo, es malo para el grupo y viceversa. Por tanto la violencia y los "malos" comportamientos es obvio que tienen su origen en el instinto a veces violento de supervivencia, y de ahí también que en los primeros momentos de la evolución no tenía sentido pensar que estos eran "buenos" o "malos", simplemente servían para sacar del aprieto a nuestro ancestro que pugnaba por sobrevivir rodeado de peligros. Por tanto la violencia acaba siendo un arma de doble filo, nunca mejor dicho: un insensato puede pegar a una persona en la calle para grabarlo en vídeo, pero un alma caritativa que pase por allí y tenga el suficiente valor puede defender a la víctima, ejerciendo violencia contra la misma.
Por tanto ese "conflicto filosófico" del Bien y el Mal, en mi opinión no es "más" que la expresión del instinto evolutivo humano, en el que la violencia ha sido una herramienta de supervivencia. Y también, muchas veces (como la que nos ocupa) no es más que la salida a la superficie de una patología, de una enfermedad, un transtorno o como lo queramos llamar. Porque estoy convencido de que por la mente de una persona normal (entendida como la persona que está en la mitad de la "campana de Gauss") no pasan todos los días ese tipo de "fantasías malignas". No puedo afirmarlo con rotundidad aunque lo sospecho profundamente (por mi cabeza no pasan desde luego ni todos los días ni ninguno) pero lo que si puedo afirmar es que afortunadamente no es normal que una persona llegue a ejecutar este tipo de "fantasías" como tú las llamas. No es normal, porque en la mayoría de los casos detrás de esas personas hay una patología mental grave, tal vez no diagnosticada o disimulada, pero que estaba allí sin duda. Por eso, estoy también en desacuerdo con Yolanda: que los vecinos de los autores de estas tragedias declaren que "era una persona normal", no nos dice nada de esa persona, pero sí de sus vecinos: decían "conocerlo" pero...¿cual era realmente el trato que tenían con él? ¿Le saludaban por las mañanas cuando sacaban al perro? ¿Le daban los buenos días cuando se lo encontraban en las escaleras del bloque? ¿Cuántas veces estuvieron en su casa? ¿Cuántas tuvieron con él una conversación mínimamente larga? Seguramente, sumando todas sus interacciones no llegarían ni a diez minutos en muchos años de convivencia ¿Es eso conocer a alguien? (sigo)
Como decía más arriba, tengo la fuerte intuición de que por la mente de las personas normales y sin patología alguna no pasa la fantasía de matar a cientos de personas de un plumazo, ni seguramente nada que se le parezca, pero también tengo la prueba de que las personas normales no ejecutan esa clase de actos, como está a la vista de todos. Luego puede haber además de patologías adoctrinamiento, presiones o manipulaciones para conseguir que las personas normales ejecuten o dejen ejecutar a otros todo tipo de barbaridades, pero eso ya sería otro tema.
ResponderEliminarEste sujeto está claro que tenía una patología de un tipo u otro, de hecho la investigación avanza en ese sentido: tenía antecedentes de depresión y de otras enfermedades mentales e incluso físicas, y aunque una persona nos parezca "normal" por fuera, no quiere decir que esté totalmente sana, o que esté libre de anomalías mentales incluso graves.
Pero sobre esto, os dejo la opinión de un profesional que me ha parecido muy interesante y altamente recomendable, seguro que alguno ya conocerá a este psiquiatra que publica regularmente en dos blogs:
https://pacotraver.wordpress.com/2015/03/28/lo-inalcanzable-el-caso-lubitz/
Un saludo.
"Lubitz quería ser piloto, pero su depresión le impidió llevar a cabo su proyecto de vida y su narcisismo le impidió renunciar a ese proyecto. La fusión de su concepto de inalcanzabilidad y de irrenuncialidad le llevó a romperse mentalmente al ponerse de parte de su grandiosidad narcisista. Así estalló una psicosis minor (en forma probablemente de trema) sin deliirio y fue construyendo un plan que en principio aparece como incomprensible (como siempre sucede en los episodios de trema). Y en este plan no cabe duda de que existe una venganza contra Lufthansa, la empresa que acabaría con toda seguridad oponiéndose a su proyecto".
EliminarEste espléndido análisis está hecho por el psiquiatra Paco Traver que Antonio nos enlaza en su comentario. Lo he leído un par de veces así como la mayoría de comentarios que hay en su blog.
Tras la lectura, no puedo aportar nada en el terreno de la neurociencia que invalide este análisis pues no es mi campo. No soy especialista en salud mental ni nada parecido, así que no puedo contravenir este lúcido análisis ni la aportación de Antonio.
Sin embargo, yo he hablado desde el terreno de una cierta literatura que, sin duda, sí que se ha sentido atraida por el terreno muy creativo del Mal. Ahí está la literatura fantástica y de terror para recrear este campo de juego. Son ámbitos distintos: el psiquiátrico y el literario. Sin embargo, Paco Traver nos viene a decir que el campo real de la psiquiatría es posdictivo y no predictivo de modo tal que no es imposible realizar un análisis de la personalidad de Lubitz y su acto tras haber sucedido pero era casi imposible realizarlo antes de que sucediera. Y a las pruebas nos remitimos: no fue detectada su gravedad ni su locura psicótica y paranoide antes de que estrellara el Airbus contra los Alpes franceses. Y yo me pregunto desde el campo de la literatura y la ficción si una personalidad como la de Lubitz es literaria y que campos de batalla se dirimen en su personaje. ¿Cuál es su motivación esencial? Paco Traver nos viene a decir que es la venganza contra Lufhtansa por su inexorable apartamiento del pilotaje dada su patología mental depresiva. Puede ser. Y que esto sea un suicidio ampliado vengativo, unido a una personalidad narcisista extrema ya que quería que todo el mundo lo conociera, como lo hemos conocido. Traver niega que tuviera rasgos psicópatas. Todo me parecer muy lógico de modo posdictivo pero siento inevitablemente una sensación de que en toda esta cadena argumental del análisis de la mente y la personalidad de Lubitz hay mucha literatura psiquiátrica que no llega a penetrar el alma del personaje. Se me dirá: no existe el alma, claro, ni la moral, y el Mal es un concepto trasnochado. Y cualquier fantasía que surja en torno a moral, alma y el Mal es una patología. Y el ejercicio de un acto malvado encubre sin duda una patología puesto que se sale de la normalidad en la campana de Gauss. Y yo me pregunto cuántos enfermos de un modo u otro existen en la realidad, que alimenten pensamientos presuntamente enfermizos en que se debaten en su imaginación entre el polo del bien y el polo del mal, conceptos que desde el punto de vista de las neurociencias son equivocados pues todo es signo de la lucha por la vida y la existencia.
Quiero que se entienda que a la vez que estoy escribiendo estoy pensando. Cuando escribo un post me gusta que me contradigan y que me hagan pensar para dialogar. Así que no hay manifestación de contrariedad en mi respuesta. Me ha parecido muy interesante este debate.
Eliminar"El mal es una ficción que encubre una patología". Sin embargo, hay un momento en que los seres humanos escogen entre un lado y otro. Supongo. ¿o es inevitable y nos relevan de nuestra capacidad de elección? Paco Traver dice también que la locura viene a ser nuestra pérdida de noción de la realidad. El arte está lleno de individuos narcisistas que han imaginado otras dimensiones de la realidad que no es la cotidiana. ¿La poesía mística es una patología? ¿La religiosidad es una patología? ¿Qué pasa si el mal ocupa un lugar en nuestro universo mental y se escoge conscientemente? ¿o se deja arrastrar uno a su pendiente? ¿Qué es uno que con un rayo láser intenta deslumbrar a los pilotos en el momento de aterrizar? ¿Elige? ¿Entre qué elige? ¿Entre una percepción luminosa y otra oscura? No sé que hubiera pensado Karl Jung al respecto que creo que tenía otra visión de los arquetipos. No sé si el bien y el mal son solamente producto de la imaginación o son arquetipos o polos hacia los que nos sentimos atraídos o imantados. Creo que Lubitz tenía una mente literaria que la teoría neurológica intenta iluminar pero en su análisis -unicamente posdictivo: así cualquiera- científico olvida que en nuestras fantasías toman cuerpo no conceptos psiquiátricos sino morales, literarios y poéticos. Lubitz estrelló en las montañas que amaba la aeronave que el pilotaba, de modo que finalmente realizó su fantasía mayor: ser piloto, y realizó un sacrificio en que ofreció como víctimas inocentes (como todas las víctimas) a todo el pasaje. Una expiación definitiva y apocalíptica. Posiblemente todo sea una fantasía narcisista y su elección moral solo sea sintoma de una patología, pero no me acaba de convencer la explicación racional neuropsiquiátrica, me parece que es tan literaria como la más decidida apuesta por la ficción. En el fondo la psiquiatría tiene medicamentos muy eficaces para tratar las dolencias mentales, pero dista mucho de comprender la mente humana que se resiste a las racionalizaciones. ¿Por qué no entrar en ella también desde el campo de la literatura?
"el diablo probablemente" era una película de Bresson. El título alude a lo que tú apuntas. Quizás hay una realidad del mal.
ResponderEliminarLo que yo conozco es que la tradición griega cree que el mal nace de una mala educación. Nadie hace el mal a sabiendas. Es el intelectualismo socrático. Parece que con el cristianismo aparece un nuevo modo de pensar que tiene más en cuenta la voluntad. No se trata de saber. El ser humano libremente puede querer el mal.
Sin embargo la frase de Cristo en la cruz parece intelectualismo. Perdonalos porque no saben lo que hacen.
Hoy todo el mundo habla de para hacer algo así hay q estar enfermo. ¿Podemos elegir, estando cuerdos, un mal tan grande?
"¿Podemos elegir, estando cuerdos, un mal tan grande?" Las noticias están llenas de tragedias más o menos apocalípticas. Una bomba que estalla en una mezquita y mata a cien personas, treinta escolares degollados en Mexico y enterrados, maridos que queman vivas a sus mujeres, religiosos que entendían que en su lucha del bien contra el mal podían torturar, y quemar a los herejes ... En estos casos podemos distinguir motivaciones que nos tranquilizan: religiosas, políticas, machistas... pero en el caso de lubitz lo que nos sorprende es que él no tuviera nada que ver con sus víctimas a las cuales no odiaba en concreto ni como grupo social.
EliminarYo no quiero aludir al diablo cristiano con rabo y cuernos pero sí que hay un polo arquetípico que nos atrae que es el mal. Cada religión se ha enfrentado a ello de un modo distinto. No soy especialista en religiones ni en neuropsiquiatría. Solo sé un poco de literatura y no mucho. La dimensión oscura es atractiva. La literatura no deja de recrearla. No sé si una educación equilibrada y afectuosa puede definitivamente evitar los riesgos de esa atracción por el lado oscuro. Es sintomático que Cristo (y por tanto el cristianismo) que fundó una religion de amor haya podido derivar en una secuencia histórica basada en la violencia y la tortura así como en la antirracionalidad. La pugna entre el bien y el mal, entre el Yin y el yang, entre los arquetipos, está en el fundamento de cada individuo que es santo y verdugo. El corazón del hombre es demasiado vasto como dijo Dostoievski.
Es el primer texto-reflexión que leo sobre este hecho que escapa del cliché común, aunque Rosa Montero en El País escribió algo parecido pero sin desarrollarlo de la manera en que lo haces.
ResponderEliminarTerminé sobrecogida tu lectura por muchas razones, y una de ellas es el espejo de tus palabras. Hay un poema que escribí y están en mi segundo libro que es, pensándolo, parte de esa mundo oscuro de fantasía malévola.
Pero ya de manera más amplia, pienso en hechos concretos, cosas terribles de las que como periodista me entero y que siempre uno achaca a una situación de locura temporal...y puede ser que no, que sea lo que dices.
Gracias, Argénida, por tu comentario que me llena de gozo. Te leo siempre y soy consciente de tu intensidad como comentarista y poeta.
EliminarHay algo significativo en lo poco que sabemos de Lubitz, esto algo realmente sorprendente porque acerca de él solo surge el silencio: no llevaba un diario, ni escribía sus reflexiones, o no sabemos si publicaba en FB... Parece que careciera de mundo explícito personal salvo su pasión por pilotar. Lo significativo es que dijo a su ex novia que algún día todo el mundo conocería su nombre o algo semejante. Esto me da que pensar y creo que llevaba ya tiempo en su cabeza la idea de lo que ha pasado. Era una fantasía maligna: estrellar el avión. Lo sorprendente es que se aliara la ausencia del capitán de la cabina y su sobrevuelo de los Alpes. Una coincidencia terrible que le dejó solo para ejecutar lo que tanto tiempo había acariciado. Es lo que he llamado una fantasía maligna, pero también malévola es oportuno. Creo que lo que sucedió allí formaba parte de un plan urdido en su cabeza. No fue locura transitoria ni un brote psicótico. Algún psiquiatra ha expuesto que no era un psicópata y que primaba en él la intención de vengarse de la compañía Lufhtansa que pronto le impediría pilotar. Esto es posible, pero entiendo que hay algo más, una especie de autoinmolación simbólica con ribetes poéticos en que el pasaje del avión y él mismo eran las víctimas en un sacrificio diabólico.
EL COPILOTO ERA UN NARCISISTA MALIGNO Un entrevista al psiquiatra Francisco Toledo está en la misma línea que la que mantengo en este post. Es muy interesante.
ResponderEliminarSegún he leído, este muchacho estaba terriblemente deprimido y bajo mucha presión. Es un hecho lamentable y paradójico, pero profundamente humano que, en mi humilde parecer, merece compasión y reflexión en lugar de condena,
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Fer
Que estuviera terriblemente deprimido y bajo mucha presión, no es excusa para que coja y deliberadamente estrelle un avión matando a 149 personas. A ver si va a resultar que se va a tener que entender la depresión y presión de Andreas Lubitz y no el dolor de los familiares de los fallecidos. O sin ir más lejos la de su propio padre, que ¡a saber! si no intentó remediar (conociendo los problemas psicológicos de su hijo), el que éste se olvidara del hecho de ser piloto, y al no poder evitarlo sea ahora quien padezca de tales problemas al saber que su hijo ha provocado en las familias de las 149 personas fallecidas tanto dolor injusto.
EliminarHay personas malas, hay personas enfermas... pero también hay sistemas que fallan.
ResponderEliminarEl que falla muchas veces, es el sistema cerebral. Como en este caso.
EliminarGracias, Marta, por volver por aquí. Claro que me acuerdo de ti aunque este blog ya lleva diez años en el intento de plantear reflexiones, hay personas que dejan un poso y tú eres una de ellas.
ResponderEliminarLa cuestión que parece esquivar el hombre moderno es la "maldad". Que las personas cometan actos que son simplemente malvados. Preferimos invocar la locura como explicación y, en el más extremo de los casos, aludir a un comportamiento psicopático que no es sino una derivación de un estado permanente de locura que goza con el mal. Porque para el hombre moderno, la maldad implica un juicio moral y una distinción del bien y el mal. Un comentarista me expresaba su idea de que el bien y el mal no es sino consecuencia de la lucha por la supervivencia y que no tiene cabida con una mirada desde la psicología evolutiva o la neurociencia. Efectivamente, la consideración del mal en la conducta humana parece en seguida apuntar a un principio del Mal y casi alude al Diablo como inspirador de algunas conductas.
He seguido este debate sobre Andreas Lubitz en distintos blogs y prensa digital y para mi sorpresa, he encontrado en algunos casos una comprensión y juicio generoso sobre la personalidad de Lubitz al que se califica de enfermo, e incluso he leído que lo calificaban de "pobre". En algún caso se ha hecho hincapié en que fue a psiquiatras y se intentó curar y que en todo caso fue víctima por su enfermedad. He leído también que Lubitz ha sido víctima de la Alemania de Mérkel por su carácter competivo y el latroz capitalismo.
Yo creo por contra de que el mal anida como arquetipo en nuestra psique. No digo que no haya predisposiciones psíquicas que lo acentúen, claro que sí. Pero no pienso que las personas que actúen con maldad sean simplemente enfermos. Ha habido asesinos en masa que planificaron fríamente su violencia. La historia está llena.
Recuerdo que cuando pequeño yo me dedicaba a quemar moscas con una lupa, me gustaba sentirlas abrasarse y crepitar achicharradas por el calor concentrado. Eso era maldad en estado puro. No estaba enfermo. Yo jugaba inocentemente con el dolor de un ser que no me había hecho nada y lo torturaba. Nadie me condenaría por ello porque una mosca es algo mínimo pero yo sé que era maldad infantil. El placer en causar un dolor es algo real. La vida está llena de ejemplos en que esto aparece. Entonces eso es el mal. Si es una mosca no tiene importancia aparentemente, pero si es un perro o un gato, se juzga peor. Todos los años se abandonan a miles y miles de animales en un ejercicio tan caprichoso como malvado. Hay quienes ahorcan a galgos. Quien goza con el dolor ajeno es malvado. Es un leve detalle pero existe. Los nazis decía no odiar a los judíos, pero es que antes les habían retirado el carácter de humanos, de modo que si los gaseaban y asesinaban en masa no era un asesinado porque no eran seres humanos. Hay mecanismos para encubrir la maldad, claro que sí. Lubitz era un ser abyecto con una mente pueril. Llevó a cabo simplemente un juego en que él se sentía como omnipotente. Demostraba su poder sacrificando a centenar y medio de personas. Ante ello él se sentía frío, indiferente o gozaba con ello. Puedes elegir. Lo cierto es que no empatizaba con sus víctimas. En los sueños a veces aparecemos como todopoderosos y volamos. La realidad no está limitada por la gravedad o las leyes físicas.
¿Acaso Lubitz carecía de voluntad por su depresión? ¿Qué podía pasar por su mente, piénsalo? ¿Amor?
Me sorprende cuando tantos comentaristas en tantos sitios rechazan la maldad como fundamento de la existencia. Creo que los animales no son malvados. Cuando el león se come a una cebra tras cazarla, no goza con la muerte. Solo la aprovecha para vivir él, pero el hombre, un cerebro más refinado y complejo sí que mata por placer. A eso lo llamo maldad. Causar un dolor a otro ser que no puede defenderse, eso es maldad. Creo.
Un abrazo.
Olahjl@gmail.com
ResponderEliminarEscribo en esta entrada de nuevo, no sé Joselu si te agrada que se "revivan" discusiones que ya tienen unos días en el blog, si no es así, te pido disculpas.
ResponderEliminarVuelvo a escribir sobre el tema, aunque no lo tenía pensado, porque las nuevas aportaciones me hacen matizar lo que ya expresaba más arriba sobre ello.
Tal vez estoy un poco influido por mis lecturas actuales o recientes, creo que seguramente por los libros de Pinker como "La Tábula Rasa", o de los blogs sobre evolución y neurociencia. Por ejemplo, dices que en la mente humana existe el estereotipo de "la maldad", y yo no lo niego. Pero intenta pensar por qué ese estereotipo está ahí. Creo que convendríamos en admitir, que está ahí no porque haya aparecido espontáneamente, o haya surgido de la nada, está ahí porque en la evolución de nuestro cerebro, hay un circuito que la evolución ha premiado por útil, porque servía para sobrevivir mejor y reproducirse más. Es muy posible que en circunstancias adversas, la violencia tuviera su premio evolutivo. No es difícil adivinar por qué: el que mejor se defendía, el que más agresivo se mostraba, incluso de una manera cruel, era el más respetado por los demás, el que a nadie se le ocurría ni rechistar, en definitiva el más poderoso, el que menos competencia tenía, el "macho alfa", el que más cazaba y el que más se reproducía. No es difícil incluso seguir con este razonamiento y adivinar que incluso la exhibición sádica de la violencia podía ser útil por el mismo motivo: era una manera de asustar a los otros, de marcar el status y el poder que se poseía. No veo que esa concepción arquetípica de la violencia tenga que estar en conflicto con lo que planteo, a menos que tú la concibas como algo más "poético", en cuyo caso ya entramos en algo que se encuentra en otro plano de discusión en el que no voy a entrar. (sigue)
Por otro lado te sorprendes de la "patologización" del mal. No creo que sea algo sorprendente ni mucho menos. Antes a los epilépticos se les llamaba "endemoniados" y a quien hacía cosas inexplicables se le tachaba de loco sin mayor contemplación. A medida que la Ciencia es capaz de explicar lo que pasa en el cerebro, es lógico que lo que antes se consideraba un "volunto" ahora se explique mediante una patología. Y claro que la Ciencia y la Psiquiatría explican en gran parte comportamientos malvados. Dices que hay personas capaces de planificar fríamente asesinatos en masa. Desafortunadamente las hay, y las personas con ese tipo de comportamientos suelen ser psicópatas en su mayoría. Personas cuyo funcionamiento del cerebro es anómalo. Personas cuya empatía es nula, personas que no pueden interiorizar el sufrimiento de los demás. Personas que cuando son sometidas a pruebas se descubre que su cerebro no reacciona de la manera que lo hace el de una persona normal. No se activan en él los circuitos que permiten empatizar con sus semejantes, no reacciona ante el sufrimiento de una persona, o de un animal. Las personas normales reaccionamos (con parámetros fisiológicos y neorológicos medibles) incluso cuando se nos muestran escenas violentas en una película. El psicópata, como seguramente muchos sabréis, no muestra reacción alguna, y de ahí su comportamiento.
ResponderEliminarPor tanto no creo que podamos considerar ciertos comportamientos como "normales". Por esa regla de tres cuando un esquizofrénico escucha voces que le hablan, o cuando alguien delira y tiene alucinaciones, también podríamos consideralo normal, pero no creo que sea una manera acertada de calificarlo.
Necesito pensar la respuesta. No quiero escribir a bote pronto.
EliminarGracias, Antonio, por mantener abierto el debate y dar dimensión crítica a mis entradas.
EliminarHe leído recientemente la biografía de Rudolf Höess, el comandante de Auschwitz durante la mayor parte del proceso de la Solución final. Creo que se calcula que pasaron por ese campo y desaparecieron dos o tres millones de personas. Él era el responsable del afinado funcionamiento del campo. Rudolf tenía una linda casita con arriates de flores aledaños al campo. Vivía con su encantadora mujer y sus hijas a las que adoraba. Cuando la presión del trabajo era excesiva salía con su caballo a cabalgar por los alrededores de Auschwitz a descargar tensiones. Era apasionado de los caballlos. En su trabajo, que todos podemos imaginar cuál era, no se escondía y siempre estuvo en primera línea por duro que pudiera ser. Él no odiaba especialmente a los judíos pero había recibido órdenes. Cuando, tras la guerra y su huida fue detenido y posteriormetne ahorcado en Polonia, tuvo tiempo de escribir sus memorias en las que se reivindicaba y afirmaba que nunca había sido un monstruo. No las he leído y no sé si están publicadas.
¿Cómo encaja este perfil en la patologización del mal? ¿Era un enfermo, era un psicópata? ¿Era alguien que carecía de empatía? No, porque amaba a sus hijas y su mujer, e incluso tenía una fuerte relación con los animales. Hannah Arendt creo el concepto del "banalidad del mal" lo que viene a querer decir que muchos actos malvados no son fruto de mentes malignas sino que su explicación es mucho más prosaica y simple. Esto me desconcierta porque no apoya mi tesis de la virtualidad del mal como elección pero tampoco apoya la tuya que lo patologiza.
Creo que el cerebro es capaz de crear defensas muy fuertes frente a la empatía. Todos las ejercemos. Vemos noticias terribles en el mundo y nos sentimos bastante poco conmovidos. Más bien nada. Lo que sucede fuera del alcance de nuestro país raramente nos conmociona. Ayer murieron cuarenta adolescentes en Marruecos abrasados en un autobús. Seguramente vimos la noticia y no ocupó demasiado tiempo de preocupación durante la cena. Hemos aprendido que el dolor está reservado solo para lo próximo y es indiferente que en la guerra de Siria hayan muerto más de doscientas mil personas y haya más de tres millones de refugiados por lo bajo. ¿Cómo es nuestro cerebro? ¿Normal? Seguramente me dirás que sí, que es normal. Joder con lo normal.
La normalidad de un cerebro normal es sospechosa. Todos hemos aprendido que las cosas nos pueden influir pero hasta cierto punto. Un médico no puede llevarse como drama personal los fallecimientos que tiene en su trabajo. No puede ni debe identificarse demasiado con ello, así que aprende a distanciarse. Siente pero profesionalmente, y luego puede salir a tomarse unos pinchos con los amigos tras haber visto morir a alguno de sus pacientes en condiciones de extrema crueldad. Así es la vida. Aprendemos a distanciarnos del dolor, a inmunizarnos y eso es sano. No se podría vivir de otra manera.
EliminarEn nuestros pequeños actos malvados (aunque sean solo de pensamiento, pero qué terrible pensamiento) hay mucha crueldad, menos mal que no se transcriben y nadie puede verlos.
El cerebro puede también abrazar fantasías eróticas, de poder, y también de destrucción. La guerra da salida a muchas de ellas. Personas que en su vida normal no habían roto un plato se convierten en asesinos que son justificados por la guerra, por el miedo, o por un cúmulo de emociones complejas que llevan a matanzas, violaciones, humillaciones, torturas, porque ante el enemigo todo vale. Son constructos mentales en que despojamos de humanidad a nuestros potenciales enemigos. Se desea la muerte lo más cruel posible de ellos. Pero esto es normal. No son cerebros enfermos ¿o sí? Y yo me pregunto si existen los cerebros normales y si estos pueden ser condicionados por la propaganda, las circunstancias, la guerra para convertirse parcialmente en asesinos.
No creo que Lubitz fuera un enfermo mental, incapaz de controlar sus actos, y no creo que su cerebro fuera especialmente patológico. Despojó a los viajeros y a la tripulación de humanidad, solo hace falta un resorte mental para ello, ya vemos que todos lo hacemos continuamente, y los puso al servicio de su fantasía, de su pulsión de muerte. De ella habló ampliamente Freud. Realizó su fantasía llevando al límite poético o apocalíptico lo que había soñado. Sería un final sonado. Todos lo recordarían, como así ha sido. Todos los días se suicidan muchos europeos pero suelen escoger fantasías más reducidas. Estaba claro que su narcisismo extremo compuso un poema final con música de Wagner en su cerebro. Tal vez se puso los cascos y la estaba escuchando durante aquellos ocho minutos.
Pero no soy especialista en nada. Me resisto, sin embargo, a despojar a nuestra psique de la capacidad de dirigir nuestros actos.
DESDE MI DEPRESIÓN: El legado de Andreas Lubitz al mundo
ResponderEliminarFuente: https://oscuroytriste.wordpress.com/
Quiero iniciar este mensaje describiendo lo mejor que pueda lo que significa vivir la depresión.
Es una tristeza profunda dicen los textos. Pero una cosa es leerlo en un texto y otra muy diferente sentirlo. Lo primero en lo que piensas es en abandonar esta vida, alejarte de todo y de todos, no quieres vivir más, no hay nada que motive seguir viviendo, qué sentido tiene vivir si la vida no tiene ningún sentido, no se ve un futuro claro, no se ve ningún futuro, molesta pensar lo que será el día de mañana. Luego todo molesta, las personas, las cosas y quizás lo peor son los recuerdos, los recuerdos que te hacen sentir mal son los peores, pero aun los recuerdos agradables se sienten mal, muy mal.
Miras a las otras personas y te molesta que existan, y si ves a alguien que parece estar bien, lo odias profundamente ya que él no siente lo mismo que tú. Te molesta el sol, te molesta la lluvia, te molesta el ruido, te molesta la vida. Quieres acabar con todo y con todos pero dejando muy claro que lo hiciste por qué alguien ... https://oscuroytriste.wordpress.com/