Hasta donde sabemos, todo lo existente tiene un comienzo y tiene un final. Así es la vida en los seres orgánicos e inorgánicos. Nosotros como seres humanos hemos tenido un comienzo que no recordamos y tendremos un final que no podremos contemplar y seremos simplemente pacientes que se extinguirán tal vez en una paz profunda sedados en un hospital o en un accidente violento. Ese final puede que sea precedido de sufrimiento o no. Hay algo que me sirve para comprender ese instante de desconexión y es cuando me voy a hacer una endoscopia o colonoscopia y me sedan superficialmente pero lo suficiente para que mi conciencia desaparezca totalmente. Me dijeron una vez que pensara algo agradable, algo que me hiciera feliz, y pensé en una escena maravillosa de un viaje que hice a los mares del sur. Me situé en una playa paradisiaca que recuerdo. Iba desnudo y me tumbé con mis pies en la orilla. El sol era potente y tropical. Mi cuerpo era sostenido por la arena y la brisa me daba suavemente en la piel. Pensé en aquel entonces que estaban los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. No me dio tiempo para pensar tanto cuando me iban a sedar, pero la imagen ya la tenía comprimida en mi conciencia y simplemente me deje acariciar por ese cuerpo mío bajo el sol. Y ya no recuerdo más. Me apagué, mi conciencia dejó de funcionar y todo desapareció en una paz formidable. Algo así debe de ser morir. Una desconexión del sistema en la nada. Hay una pequeña gran diferencia. En mi sedación yo sabía que me iba a despertar y no sufría angustia por la desconexión. En la muerte, sencillamente no sabemos si hay un otro lado de la conciencia, nadie ha vuelto para contárnoslo. Sin duda es un viaje de ida, pero no de vuelta. Es un momento misterioso, tal vez sea el instante liminar de nuestra existencia. Es un instante de umbral, de entrada, tal como fue nuestro nacimiento. A partir de este momento, las filosofías y las religiones elucubran en el vacío. Toda suposición es un acto de fe sea uno ateo materialista o espiritualista que piensa que hay otro lado en que no sabremos qué seremos, despojados de nuestro cuerpo físico. No hay ninguna evidencia de nada. No se ha demostrado para nada la existencia del alma ni de que una supuesta dimensión espiritual tenga existencia de alguna manera. Aunque el hecho de que no tengamos pruebas no significa que el misterio deje de existir. La vida humana -y la animal- es tan potente y significativa que el pensador o el intuitivo no deja de sentir que puede que haya otra forma de existencia sea en forma de energía o de conciencia pura. En todo caso, es un momento grande, poético, sinérgico. Es el instante en que los seres se enfrentan a su finitud y uno piensa que dicho instante tendría que ser respetado profundamente dada su dimensión profunda. El momento de morir, sin embargo, es temido por los que lo van a vivir, por los que lo rodean y se llena de angustia cuando no se quiere hablar de ello. No hay una cultura de la muerte, se la tiene como el gran escándalo, no se quiere hablar de ella ni siquiera a los que están a punto de experimentarla. Los pueblos primitivos vivían la muerte mediante los rituales de umbral o de paso, y en algunos casos se celebraba una gran fiesta tras producirse la transición. Hemos conquistado la tecnología. Llevamos en nuestros bolsillos aparatos prodigiosos que nos conectan con todo lo existente, pero no estamos preparados para comprender el momento cenital de nuestra existencia sobre el que hemos proyectado la idea de horror y de absurdo, de vacío, de ausencia de sentido. Los filósofos materialistas han despojado de toda trascendencia a ese momento único en que para ellos lo único que pasa es que se desconecta el cerebro y el cuerpo se apaga sin mayor dimensión. Tendría que celebrarse, por el contrario, un rito y una fiesta porque el misterio sigue subsistiendo. La muerte se ha convertido simplemente en burocracia, en estadística, y los que asisten a ella como testigos o como partícipes no son conscientes del gran salto que supone, sea hacia el cero o hacia el infinito.
Estuve una vez en un viaje a Sumatra en una aldea batak por la noche en que el muerto estaba colocado sobre una mesa, y el resto de la aldea se pasó la noche cantando y bailando, con instrumentos de metal sonando, y tomando licor de rosas que producía una intenso estado visionario con las hogueras que ardían acompañando al muerto en su viaje. Yo había tomado una tortilla de hongos mágicos, lisérgicos y vi toda aquella noche como en un estado onírico, bailé, canté, bebí y mi conciencia se diluyó hasta el amanecer en que todavía continuaba la fiesta con la luna todavía en el cielo y los primeros rayos del sol llegando al túmulo.
Así me gustaría que fuera el rito de mi muerte.
Precioso escrito, Joselu. Completamente de acuerdo contigo: nuestra civilización es como las avestruces, cree que cerrando los ojos o escondiendo la cabeza lo que no queremos ver deja de existir, no es, no se produce. Y sí, la muerte existe, y, como esa cultura batak, no debería asustarnos, deberíamos celebrarla como una parte más -la última- de este viaje que es la vida.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Soy Juan Carlos de El blog de Juan Carlos. A veces la tableta me gasta estas bromas, se olvida de mí y me llama Anónimo.
EliminarJuan Carlos, has sido veloz. La muerte me atrae poderosamente, no porque quiera vivirla antes de tiempo, sino porque pienso que merece la pena que nos preparemos para ella. Algunos funerales a los que asisto son tan protocolarios que asusta la dimensión escasa que ocupa la muerte en nuestras vidas. Es un cuarto de hora si acaso de palabras que ni siquiera el oficiante cree y nada, sin emoción, sin sentimiento del misterio que hay implicado allí. El ser occidental tiene posesiones, tiene bienestar, tiene muchas cosas pero creo que le falta algo esencial. Un fuerte abrazo.
EliminarPrimera sensación al leerte: emoción. Segunda: admiración por la lucidez para escribir una profunda y -según mi personal criterio-, acertada reflexión.
ResponderEliminarNo podría estar más de acuerdo. Y si bien he pasado por diferentes pérdidas, sólo una me golpeó de forma brutal que hasta el día d hoy me cuesta encuadrarla en esta forma tan particular que (me permito decir) tenemos de pensar. Por el resto, coincido en que tendríamos que quitarle el tabú a la muerte, hablar de ello, de lo que te gustaría llegado el momento, sin que el tema generase chillidos o exclamaciones, o gestos de algún tipo... En lo personal, no temo a la muerte, si pasara dentro otros 40 años, está bien, y si pasara mañana, también está bien... lo que sí temo es al dolor, a una agonía...
Con tus entradas me quedaría horas reflexionando, sería como para hacer una buena taza de té y conversar mucho... gracias por estas entradas, un beso.
Me gusta eso de que si pasara dentro de cuarenta años estaría bien y si pasara mañana también estaría bien. La idea es estar siempre dispuestos al viaje, aunque no lo deseemos. Siento que tras la muerte, que no deja de ser una ilusión, hay algo que no podemos intuir siquiera. No puede ser tanta pasión en una vida que desaparezca en la nada. Algún existencialista escribió que la vida era una pasión inútil. Hoy no pienso así. El taoísmo y el zen, sin ser teístas, me han hecho despertar a otro modo de ver las cosas que contrasta con el modo vacío occidental de contemplar la muerte. Es un momento grande. Gracias por tu presencia, Alma Baires.
EliminarLos creyentes, en este sentido no tenemos problemas, si eres bueno, nos espera el Cielo. Nunca he visto un ser inorgánico, es imposible, por su propia definición.
ResponderEliminarSaludos
Mi hija Clara que es científica se ha reído ante mi afirmación de que los seres inorgánicos sean seres, coincidiendo contigo porque la base de la vida es el carbono. Así que científicamente tienes razón, pero pienso que el agua es un compuesto inorgánico y es la base de la vida. Pienso que los pueblos primitivos dotaban al agua de las características de la vida. Metafórica, filosóficamente hablando podríamos admitirlo.
EliminarEn cuanto a ser creyente, imagino que te refieres a la iglesia católica. Yo he formado parte de ella pero he de reconocer que en la ceremonia que viví entre los batak había infinitamente más espiritualidad que la que he visto en las misas y funerales católicos en que el espectador siente que el oficiante no se cree nada de lo que dice. ¡Qué religión más sombría y patética! Ello no impide que algunos creyentes sean personas maravillosas y comprometidas. Saludos.
Las reflexiones ante la muerte siempre son hipotéticas, tenemos claro que nos va a tocar pero es algo a lo que le puedes dar un cierto distanciamiento emocional, no lo ves como algo inmediato. Hasta que tienes que asumir un castañazo cercano para el que no estás para nada preparado, Ahora sé que puedo irme en cualquier momento de una forma más o menos rápida y que pueden sedarme para que ni siquiera sea consciente del tránsito.
ResponderEliminarIntento estar tranquilo ante ello y acepto igual algo inmediato pero 40 años más no, por qué a parte de ser una pasa, dudo que pudiera hacer algo por mí mismo.
Un post súper interesante el tuyo.
Saludos.
Pienso que hay que mirar la muerte como algo luminoso y no negro y fatal. Ese es nuestro error. La muerte es una metamorfosis. Y hay que estar preparado para ella en todo momento. En el zen nos hablaban de que nuestro cuerpo era pellejos y huesos y que pensáramos toda nuestra vida como si estuviéramos ya dentro del ataúd. Ello no era sombrío sino todo lo contrario. No hay nada que estimule más el deseo de vivir como la muerte. Saludos, Alfred.
EliminarLa pregunta es: Si no hay nada más después de la muerte. ¿Qué sentido tiene la vida?. A veces pienso que no somos más que un experimento de algun creador aburrido, que nos creó y se olvidó de nosotros.
ResponderEliminarVindrà la mort i els ulls m’arrencarà:
veuré llavors un altre firmament.
La finitud és un vaixell varat,
l’hortalissa que menjo no té cucs,
el silenci m’impregna de clarors.
La mort és purament un canvi més.
Joan Vinyoli.
Hermoso poema de Joan Vinyoli. La mort és purament un canvi més. Concuerdo con ello.
EliminarEs un tema que no me quita el sueño.
ResponderEliminarDe siempre he pensado que al igual que estoy debo de No estar. Lo único que me preocupa es la dignidad. Morir con dignidad.
En ocasiones noto que lo que tenía que hacer ya está hecho, y como tal que me puedo ir despidiendo.
Eso si, que sea rápido.
salut
Muchas gracias por tu comentario que no voy a responder porque, como he dicho en otros, es suficientemente explícito para que yo lo apunte con ninguna idea que no vendría al caso. Es un tema tan íntimo que no valen propuestas alternativas. Salut.
Eliminar¿Es que hubo alguna clase de conciencia antes de haber nacido? ¿No? No, por supuesto. Así deduzco la situación posterior al último suspiro, que diría Buñuel. Creo que vivimos con una sublimación excesiva y pretenciosa de nuestra conciencia, con su proyección colectiva incluso. ¿No sería mejor repensarnos, cuando nos situemos ante la muerte, como si perteneciéramos a cualquier otro reino, animal o vegetal? No digo renunciar a la conciencia y todas sus secuelas, no se trata de eso, sino de autoconvencernos de que nuestro destino no difiere del de cualquier otro que puebla el planeta, sea mineral, animal, acuoso o vegetal. Somos movimiento, por lo tanto cambio, en roce y fricción dentro y fuera de nuestro cuerpo. ¿Qué otra cosa es cumplir años sino irnos transformándonos, y siempre con el destino implícito del desgaste, hata que dejamos de estar, de ser, y desaparecer para siempre? Para siempre. Tanto nos obliga nuestra conciencia en esto llamado vida que nos aferramos, con un sentido de la propiedad bestial, a cuanto hemos objetivizado: cosas, casas, coches, trabajo, afectos, emociones, personas que son justificación de nuestra propia conciencia y por las que hacemos para obtener a su vez de ellas nosotros un beneficio. Y el desgarro que supone saber del deterioro, saber de la desaparición que nos espera, genera más o menos angustia, lo cierto es que nos desconcierta. Es como si al final nos dijéramos: haber vivido para esto. Pues sí. Hemos vivido, vivimos, para movernos en las aguas oceánicas del día a día, persiguiendo goces y recibiendo en tantos casos dolor, pero al final hemos vivido para dejar de ser. Como una vez no fuimos. Pues repensemos que la Nada es acogedora, aunque no lo es con arreglo a nuestra conciencia, y hay que hacer un ejercicio de imaginación profundo. La conciencia se resistirá hasta el final. Solo el dolor, la angustia, el pesar, el cansancio, el hastío, la urgencia de abandonar para no padecer, etc. parecen ser guías de lo ineluctable. Ah, que lo que digo de la conciencia no se entienda como crítica de ella, al contrario, la valoro hasta extremos fieramente humanos (otra vez Vallejo) pero ojo con ella, siempre tiene dos caras, dos sentidos, dos caballos, a veces ambos desbocados.
ResponderEliminarHas expresado tu cosmovisión de un modo congruente y claro, sería innecesario y enojoso que yo la contrapunteara con comentarios o respuestas que no vienen al caso. Quede, pues, para lectura de todo paseante por este blog.
EliminarCoincidimos en las reflexiones alrededor de la experiencia de la sedación, (en mi caso en varias experiencias colonoscópicas y de quirófano para otras "reparaciones"). Es una experiencia que invita a pensar en el "apagón" de la consciencia.
ResponderEliminarDespués de muchos años intentando la "experiencia religiosa" (nada que ver con la canción), y no de forma superficial, sino bastante comprometida, llegué a la conclusión de que ese no era mi camino. Hoy, con 73 años y dolencias que no son menores, pienso en la muerte con una serenidad que a veces me asombra. He dejado a un lado los "consolatorum" de posibles trascendencias, paraísos, reencarnaciones, etc. que lógicamente respeto, pero que no me sirven. Prefiero afrontar la crudeza de que vivimos y desaparecemos. Y no pasa nada. ¿Sentido de la vida? ¿Por qué tendría que tener sentido? A lo sumo el que uno quiera darle. ¿Cuál es el sentido del Universo?
Pero a todo esto hay que aplicarle mucha humildad. Se puede pensar y tener opinión, pero no hacer de ello fundamentalismo alguno. En realidad hay que reconocer que no sabemos nada.
Por cierto, espero contar con el permiso debido, porque te he incluido en mi lista pública de blogs preferidos. Lista que llamo "bona gent" La verás al pie (no tengo barra lateral) de mi blog. Si ves algún inconveniente, por favor dímelo. Gracias Joselu; un post magnífico para estos días.
Te digo lo mismo que a Fackel, tu respuesta se sostiene perfectamente sin necesidad de que yo la apostille o haga comentario hermenéutico sobre ella. Es tu visión, fruto de profunda reflexión. En cuanto a la presencia en tu blogroll, me parece bien y me enorgullece que hayas decidido incluirme en él. Nada que objetar. Por otra parte, he escrito este post sin pensar qué días eran. Lo cierto es que puede pensarse que lo he tenido en cuenta pero no es así. Empecé con un título, Elogio de la finitud, y el post fue saliendo fluidamente. Gracias a ti, Noxeus.
EliminarNo se, para hablar y entender la muerte, quizas antes hubiera que entender la Vida, me parece a mi. Creo que la muerte es un paso de la Vida, una parte de ella y que la Vida no es más que Energía que anda "desparramada" por el Universo, ¿que nos mueve? ¿Cual es el mecanismo que nos "arranca"? eso nadie lo sabe y cuando este se para tampoco sabe nadie porque, solo las consecuencias.
ResponderEliminarCuando morimos nuestra composición se transforma en otra, sin más, ya la Energía que nos ha movido ahora mueve otros resortes. Eso de tener otra vida parecida a la que vivimos, los Cielos los Infiernos y esas cosas no me preocupan en absoluto, creo que es fruto de varias cosas: Primero del egocentrismo que nos ha permitido triunfar como especie y que será lo que nos hunda hasta nuestra extinción. Segundo, algunos vivillos ante el misterio de nuestra desaparición individual nos venden un mundo "para lelos" con la intención de gobernar y manejar aqui. Respeto a las personas que tienen Fe, pero desconfió de los "creyentes".
Nunca me gustaron los "socerdotes", ni las "socerdotas".
Cuando me muera quiero hacerlo de forma digna, quizas solo, como bebiendo el último trago de una botella al final de una fiesta, una botella que he acabado y disfrutado, sin más, me voy, el último que apague la luz y mañana todo el mundo a recoger.
Un saludo
Gracias, Daniel, por tu aportación que concuerda en su sentido con otros comentarios que aquí se han expuesto. No voy a comentarlo, como he escrito en otros comentarios porque no tiene sentido. Es tu punto de vista, congruente contigo mismo. Un saludo.
EliminarHay un viejo adagio que dice : "El día que naciste tu, todos reían y tu llorabas, vive tu vida de tal manera, que el día en que mueras, tu rias, y los demás lloren".
ResponderEliminarNo sé en qué pensaré cuando llegue ese momento, pero me gustaría que sucediese eso.
Saludos.
Curioso planteamiento, Rodericus, que no sé si llego a entender, pero ahí está expresado con claridad. Saludos.
EliminarNo es difícil encontrar el significado, es el trayecto entre el lloro del recién nacido y la alegria de los suyos por su llegada, y el momento en que alguien muere sin sentir nostalgia ni ansiedad, rodeado de los suyos que sienten una pena infinita por perder a alguien que les ha prodigado cariño y bienestar.
EliminarSin duda, ser bien recordado es algo que anhelamos la mayoría, pero tengo en la retina la imagen de los policías de la ciudad de Baltimore en The Wire con el muerto encima de la mesa del pub y todos cogiendo la tajada en honor suyo. Creo que es una costumbre irlandesa. Prefiero que, en lugar de llorar, los que me recuerden cojan una enorme. Pero eso no será así. Cuando nació mi primera hija (1997) yo tenía presente la misma situación en una clínica de Zaragoza con protagonistas gitanos. Los hombres del clan con el padre fueron a ver al recién nacido y luego se iban juntos a cogerla. Las mujeres no, por supuesto. Yo imaginé algo parecido, pero esperé en vano, todo el mundo era muy serio y no había ninguna posibilidad de celebrarlo. Para algunas cosas es mejor ser irlandés, gitano o batak jajajaja.
EliminarEsa idea que apuntas de pensar en algo hermoso antes de la desconexión la practico a diario al irme a dormir, en algún sitio leí que nuestro ultimo pensamiento del día influye bastante en la calidad del sueño. Igual a la hora de morirse, si somos conscientes de que nos ha llegado la hora, se pueda aplicar también. Otra cosa que leí, y practico algunas veces al acostarme, es imaginar que podría no despertar y no tendría la oportunidad de dejar mis cosas arregladas, pensar en ello me ayuda mucho a sopesar mis prioridades. Igual ya lo he comentado antes, no estoy segura, pero es una práctica que te hace ver la muerte de forma mas serena y creo que viene al caso.
ResponderEliminarTenemos metida en la cabeza una idea muy traumática de la muerte, nos da tanto miedo que tristemente acaba por condicionarnos la vida. Yo intento verla como algo inherente al proceso de vivir, para quitarle dramatismo, y como tengo el convencimiento de que podría reencarnar si así lo desease, lo llevo relativamente bien. En estos días la muerte está muy presente y hay muchas formas de apreciarla, cada uno tiene una noción diferente, muy personal.
Para mi celebrar la muerte tendría más sentido que lo que normalmente hacemos, estaría bien homenajear al que se va, detenerse en lo que hemos podido disfrutar de esa persona en lugar de instalarnos en el dolor de su partida. Lo que cuentas de Sumatra tuvo que ser algo muy especial, eres afortunado de haber vivido una experiencia tan singular. Probablemente no necesitemos hongos mágicos que nos eleven, ni pastillas que nos atonten para afrontar ese momento, simplemente podríamos intentar despedir al ser querido con amor, a mi también me gustaría que conmigo lo hiciesen así.
Me ha llamado mucho la atención la imagen que pones, parece una pintura rupestre pero las figuras están muy bien perfiladas lo que no cuadra ¿sabes quien es el autor?
Lo único que pude ver en su origen es que busqué "danzas primitivas y fuego" y me salió esta con el título de "ancient dance". No tengo ni idea de quién es el autor, pero no es una pintura rupestre, eso está claro.
EliminarNo he comentado en casos anteriores la intervención porque me parece que es un tema tan personal que no puedo entrar a dar mi punto de vista al respecto. En todo caso, veo que consideras la reencarnación como posibilidad y eso es muy diferente de los anteriores comentarios. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Es una pintura curiosa. Gracias a ti por sacar temas que dan lugar a todo tipo de opiniones.
EliminarUn abrazo
Manuela, no he dado mi opinión al respecto, solo he manifestado el salto en el vacío que supone la muerte, un momento de misterio, es el Gran misterio. No obstante, he leído La rueda de la vida de Elizabeth Kübler Ross, a la que, sin duda, conocerás y sé de su punto de vista que en líneas generales por lo que has manifestado coincide con el tuyo. Admiro su trabajo con moribundos que, al parecer, tiene relación con el tuyo propio. No he querido manifestar mi punto de vista que no puede ser sino una gran duda a la que no niego ninguna posibilidad. Y, como bien dices, tu vivencia cerca de la muerte, genera tantas preguntas como respuestas. Lo cierto es que es un viaje sin posibilidad de vuelta. Saludos, Manuela, muchas gracias por tus palabras cargadas de sentido.
ResponderEliminarMirando tu título de refilón, pensé que trataba de un libro que tengo hace años en la mesilla; “Filosofía de la finitud”… pero ya me fijé bien; “Elogio de la finitud”, muy similares, ya ves.
ResponderEliminarA decir verdad, el libro y tú transitáis por el mismo terreno, la idea de la muerte.
Quizás te suene el autor del ensayo que cito; Joan-Carles Mèlich, reconocido filósofo catalán (además este año ha sido el ganador del Premio Nacional de Ensayo).
Mèlich hace una consideración que me parece cierta:
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“La muerte determina toda nuestra existencia”.
Un ejemplo es tu entrada. También buena parte de las mías, puedo escribir de las mariposas de la col, de las hojas que caen del árbol… pero en todo esto subyace la idea cenital de la finitud de la existencia.
Puede que en buena parte de la humanidad exista una resistencia innata a aceptar serenamente la realidad de la muerte. En ese sentido, Juan Carlos pone de ejemplo a nuestra civilización, pero es una actitud que se pierde en el tiempo.
Hay un libro fascinante de Giovanni Papini (el poeta y filósofo italiano, 1881-1956), en este libro (“Jesús de Nazaret. Historia de Cristo”) exponía unas líneas reveladoras sobre ese miedo a la muerte, referentes a la excelsa Egipto faraónica, nada menos.
Afirmaba que en todo el fausto y la magnificencia de Egipto, con sus colosales pirámides que parecen tocar el cielo, esas inmensas necrópolis con sus momias perfumadas, sus embalsamientos, su culto religioso, sus túmulos funerarios, los enterramientos del faraón junto a una numerosa corte de acompañantes, su arte, y su civilización en definitiva, se erigió sobre un único argumento… el pavor que tenían a la muerte, ¿qué son todas esas deslumbrantes manifestaciones, sino el resultado de no aceptar la muerte, del terror e impotencia ante este final?
La existencia del Egipto faraónico durante milenios fue atravesada por único pensamiento dominante… la muerte. Exprimían toda su existencia pensando en como prepararse para una muerte que no aceptaban, imaginando un más allá de vida terrenal, igual a la que experimentaron (ellos no contemplaban paraísos, como en el cristianismo), y sobre esa idea construyeron su civilización.
Veo también en los comentarios las posiciones como creyentes aferrados a una sólida fe, otros que no lo son y sitúan la Nada al término del viaje , u otros como Ana, tienen la convicción de la reencarnación.
Respecto a mí, no soy creyente, pero en los últimos años lo soy menos, entre no serlo de forma categórica como era antes, o ser creyente también sin cuestionamiento… me he ido moviendo de posición (¿la vida no es movimiento, tránsito?) hacia el medio de ambos extremos (tal vez merodeando el panteísmo de Spinoza). Ya no me posiciono en la afirmación categórica, sin atisbo de duda, que tras la muerte solo está la Nada. Ni tampoco en el otro extremo; el creyente que en su fe inquebrantable espera, por la gracia de Dios, el Todo, el Paraíso mismo, y sin asomo de duda igualmente.
Yo me voy moviendo hacia el medio, donde lo ambiguo y las dudas configuran el horizonte.
El Todo o la Nada en la cuestión del ser no me convencen.
¿Qué es eso que llamamos la Nada? Ni siquiera lo sabemos. Dicen los científicos que el Universo se creó de la Nada, luego la Nada, ya es Algo como origen del Universo que nos rodea. La Nada no se deja comprender, que le vamos a hacer.
Mèlich rescata una frase muy famosa de Wittgenstein:
“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”, que redunda en lo dicho arriba.
Concluyo con una frase del propio Joan-Carles Mèlich (en Filosofía de la finitud):
“Un universo en donde solo hubiera una respuesta posible (o la Nada o el Paraíso), donde hubiera una respuesta única y definitiva, una respuesta inmutable, un universo así sería un mundo totalitario.”
Y lo totalitario es opuesto a la esencia del mundo; siempre cambiante, en tránsito…
Cuídate, Joselu.
Te mentiría si negara que el ensayo de Joan-Carles Mèlich no me ha influido aunque sea en el título. Lo tomé. Convertí Filosofía de la finitud en Elogio de la finitud y me di rienda suelta. No sé en qué consiste su libro, aunque algo se trasluce en tus palabras. Me agradan los pensamientos que tienen a la muerte como eje. Todo en nuestra vida la tiene, cada instante vivido es un prolegómeno para la muerte, pero yo, como tú, me muevo en un territorio ambiguo, tal vez agnóstico. No puedo afirmar pero tampoco negar totalmente la trascendencia, un más allá de nuestra vida. No he respondido a los comentarios que plasmaban unas convicciones decididas sobre esta cuestión porque yo no soy quien para intentar convencer a nadie sobre nada. Pero sí que puedo entrar en tu comentario que se mueve en terreno incierto de la duda. Ciertamente espero que hay un más allá de nuestra vida terrenal, no tengo ni idea cómo ni de qué manera. Pero espero que nuestra vida material tiene que tener algo que la prolongue de alguna manera. Espero, eso sí, no encontrarme con mis supuestos seres queridos, espero que sea más interesante que ello. No tengo respuesta de ninguna manera, tal vez el ensayo de Joan Carles Mèlich sea clarividente aunque sé que nadie sabe nada, de todo en general y de este tema en particular. Quien afirma categóricamente sí o no, no están en mi terreno. Pienso que hay un orden cósmico y que este no es fruto del azar, ¿qué es más allá de eso? No lo sé pero entiendo que hay muchas cosas que no entendemos y pretender sacar conclusiones científicas o religiosas de lo que desconocemos es arriesgado. Rechazo el mundo totalitario. No me encuentro con unos ni con otros. Hoy he hecho dos arroces para mi familia y visitantes. Estaban buenos. Es lo único que sé. Muchas gracias por tu aportación que sí que he podido comentar porque me daba margen a la duda.
EliminarEs curioso,que suponiendo(por la edad),que partiendo de que estamos bautizados en el catolicismo,excepto dos o tres ,el resto no cree en la trascendencia y mucho menos en el Cielo(creo que sólo,yo).¿Qué ha podido ocurrir?.A ver si tú, tienes una respuesta.
ResponderEliminarNo tengo una respuesta concluyente pero pienso que España está en línea con el descreimiento racionalista europeo en que se siente como absurdas las creencias en un más allá, en la dimensión trascendente o en el alma. No voy a hablar del franquismo y el papel de parte de la iglesia católica porque pienso que si hubiera sido diferente, el resultado sería el mismo. Había, no obstante, un fuerte resentimiento social contra la iglesia católica que estalló con la segunda república como sabemos. Ese odio hacia la institución y sus ministros se ha extendido como una balsa de aceite afectando a la creencia en lo que dice dicha iglesia. Pocos países son tan anticlericales como España.
EliminarMe admira, en cambio, que Estados Unidos sea un país en líneas generales bastante creyente en las distintas iglesias. Ver a afroamericanos cantando gospel en una iglesia es precioso.
Personalmente, te podría explicar mis razones, pero creo que no vienen al caso, pero los cierto es que en mi juventud asistí a eucaristías, participé en cursos bíblicos, estuve en un movimiento pentescostal, etc, entre los jóvenes del club parroquial en que estaba queríamos vivir la fe intensamente, pero...
He releído los comentarios y quiero pedir una disculpa, cuando he puesto en mi comentario "un mundo "para lelos" no creo que haya sido atinado, vamos, que "he metido la pata". Si una persona se encuentra bien profesando unas creencias no soy nadie para insultarla o para cuestionarla. Si esta bien asi, pues mejor para ella y para todos, que de amargados está el mundo lleno. Vive y deja vivir, sin más.
ResponderEliminarUn saludo
No te preocupes, supongo que todo el mundo que lo ha leído, ha entendido la vehemencia con que escribes. También dices que respetas a las personas que tienen fe. Disculpas aceptadas al menos por mi parte. Un saludo.
EliminarNo puedo especular sobre lo que no sé y lo que conozco es que desaparecemos (igual que que quienes nos han precedido) y nada más. Conciencia diluida en la nada. No hubo un antes, no habrá un después o tendrán que demostrarlo). El resto son especulaciones y actos de fe. Ninguna de las dos opciones me convence. Salud.
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