¿Los seres humanos son de una sola pieza, monolíticos, con nítidas convicciones, que no cambian a través del tiempo o los seres humanos son complejos y contradictorios, y evolucionan profundamente con el discurrir de los años? Me refiero a posiciones sociales, políticas, humanas…, además de las sagradas del club de fútbol al que uno venera. Hay quien las fija de una vez para siempre y se queda tan pancho. He conocido a algunos entre mis alumnos que me afirmaron mirándome sin pestañear a mis ojos parpadeantes que desde los dieciséis años hasta los cuarenta y pico, no había variado un milímetro en sus parámetros políticos, que era esencialmente igual al joven radical, comunista y antifascista que había sido y lo seguía siendo como abogado. Un día hablando con este abnegado creyente, poseedor de una fe a prueba de bombas, le miré a los ojos y le vi un brillo que me desconcertó y a la vez me intimidó. Me dieron ganas de salir corriendo para ver una película de anime japonés.
Fernando Savater, uno de mis mitos en mi juventud por libros como La infancia recuperada y otros, sostiene, con sentido del humor, en cambio que la vida transforma profundamente en todos los terrenos, como si pasara un bulldozer sobre nuestras vértebras mentales ¿Cómo va a ser igual uno a los sesenta años a como fue en sus años anarquistas iniciales? ¿Adónde habrían ido si no, todas las lecturas que han extendido el mundo mental de cada uno y que han puesto en cuestión todo el entramado que con tanta voluntad erguimos? ¿Quién sería Guillermo, el líder de los Proscritos, peinando canas?
La vida y las lecturas, la experiencia, los contactos humanos, la historia, la evolución del mundo... para Savater nos van erosionando y transformando sutilmente. Cuando uno es joven -añado- todo se ve de perfil, se aman ciertas utopías -pienso- que parecen salidas de un mundo lineal donde los hombres fueran reconocibles y esquemáticos. La vida va ofreciendo nuevas perspectivas que muestran a los hombres -y mujeres- como seres en tránsito, que van cambiando permanentemente, a la vez que se nos evidencian como turbios, contradictorios y confusos en los que entran en conflicto los supuestos ideales con la realidad personal. La vida como terremoto existencial.
Quiero hacer hincapié asimismo en el nivel de lecturas. Uno a los veinte años, si uno es lector -se supone-, ha leído equis libros, y a los cuarenta muchos más, tal vez cuatro veces más, y ya no digo en etapas posteriores. Su percepción del mundo a través de las palabras de la literatura, de la historia, de la filosofía, de la poesía, han dinamitado todo lo que uno creía saber sin lugar a duda, salvo que uno se haya blindado y solo lea libros que refuerzan lo que uno cree y haya eludido totalmente todo lo que lo cuestione. Es posible leer solo cosas unidireccionales, estética, política y socialmente homogéneas. Personalmente, cuando era marxista leninista a mis veintipocos años, militaba en un partido de férreas convicciones, pero yo en la sombra, clandestinamente, sin que se enteraran mis ásperos responsables políticos, leía libros de historia troskista y cristianos, los que eran nuestros enemigos más encarnizados a batir. Leer fuera de mis lindes ha sido una de mis vocaciones. Pero eso no es universal.
Y por otra parte, no sé si esto es muy conocido, uno puede sentir como plausibles tesis aparentemente contradictorias. Uno puede estar con el corazón en un lado y con la cabeza en el otro. Como el “corazón loco” de la canción. Uno puede amparar dentro de su arco mental posiciones divergentes que para otros serían motivo de una guerra civil a garrotazos goyescos. Uno puede estar simultáneamente en los dos lados de las barricadas, y esto ha dejado de ser un problema para mí. A veces me dan ganas de bailar un tango con mis fantasmas enemigos. Políticamente se puede estar con A, pero también con B, y a la vez con C, en parte, y a la vez no estar con ninguno. Y eso bloquea el voto que lo convierte en blanco. Por otro lado, los núcleos inflexibles que se exponen a través de la palabra me llevan a desconfiar profundamente. Creo que me gustan las personas que pueden estar en varios sitios a la vez, se los siente más divertidos, como gatos, animal que nunca aburre. Se pueden comprender los motivos de A y simultáneamente, entender que B es lo mejor aunque no sea popular. Pero ser incapaz de decidir, como la princesa del cuento.
No puedo hablar más claro y a la vez creo que he oscurecido el debate.