Vivir en la conurbación de una gran ciudad como Barcelona hace que tengas cerca a la gente que no falta por ningún lado, así como centros comerciales, cines, escuelas, servicios sanitarios, tiendas de barrio, centros administrativos... Hay niños en los parques jugando, ancianos sentados en los bancos... Y en una zona densamente poblada hay de todo, e incluso posibilidades de trabajo... pero si nos trasladamos imaginariamente al polo opuesto, a la llamada Laponia española, territorio de más de 65000 km2, el doble de la extensión de Bélgica, y que comprende a 1311 municipios repartidos entre las provincias de Teruel y Zaragoza, Cuenca y Guadalajara, Burgos, Segovia y Soria, Castellón y Valencia con una densidad de población de 7,98 habitantes por km2, vemos que allí no hay nada apenas. De hecho, hay zonas como los Montes Universales en que la densidad es aún menor y se llega a los 0,98 habitantes por km2.
Sergio del Molino publicó un libro titulado La España vacía en que nos hacía tomar conciencia de la progresiva e irremediable despoblación de buena parte del interior de España. Y este es un fenómeno que hace que la escasa población que todavía reside allí, si tienen medios, emigra dejando los pueblos vacíos, sin gente, sin escuelas, sin tiendas, sin servicios médicos en más de hora y media de distancia... No hay ninguna posibilidad de trabajo, solo agricultura y ganadería. Las empresas ven aquello demasiado lejos logísticamente para que sea rentable. Son pueblitos sin horizontes que comenzaron a despoblarse en los años sesenta cuando sus habitantes decidieron emigrar.
Paco Cerdà ha publicado un libro titulado Los últimos en que recorre la serranía Celtibérica, un agujero negro humanamente, atravesado por los Montes Universales. El texto de Cerdà “una crónica de la desolación y el abandono de lo que fue y ya no es, de pueblos abandonados, de tejados que se hunden y de vigas que se pudren...” O de pueblos en que viven escasas personas mayores, sin niños, donde anida permanentemente el silencio.
La distancia de todo es tal que -relata Paco Cerdà- cuando el 11S del ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York, los escasos parroquianos en un bar de Cuevas del Cañart en la provincia de Zaragoza, siguieron indiferentes con su partida sin prestar la mínima atención a aquello que había conmocionado al mundo entero.
El epicentro de la Laponia española son los Montes Universales, una zona montañosa en la frontera de Cuenca y Teruel. Son 3500 km2 -como la provincia de Guipuzcoa- en que viven solo 5700 personas con una densidad de 1,63 habitantes por km2, menos que en Lappi, la región septentrional de Escandinavia, donde hay 1,87 habitantes por km2.
Una excelente novela de Julio Llamazares, La lluvia amarilla, recreaba la vida fantasmal del último habitante de un pueblo abandonado en una zona remota aragonesa.
Reconozco que es un tema que me estremece desde que recorrí la serranía de Albarracín hace años y vi un territorio sin nadie en kilómetros y kilómetros alrededor, fuera del hermoso y turístico pueblo que es Albarracín. Ver la tierra vacía en pleno invierno y primavera es desolador. Y esto conforma el carácter resignado de las gentes, de los pocos que quedan, lejos de cualquier instancia administrativa o política, sin escuelas, sin farmacias, sin bancos, sin servicios médicos, sin niños... Solo quedan personas mayores que ya no pueden huir de allí y los escasos jóvenes sin posibilidad alguna de ocio o de encontrarse con otros jóvenes como ellos, sin duda seguirán el camino de la emigración para encontrarse con gente y con posibilidades de trabajo...
La despoblación hace que sean zonas que administrativamente no tengan ninguna relevancia y su capacidad de influencia es próxima a cero. No cuentan para las administraciones que ven que no es rentable allí ninguna inversión. Nadie va allí a pedir ni siquiera los votos porque no hay apenas electores. Recientemente, unas candidaturas como Teruel Existe y Soria ¡Ya! han logrado un cierto éxito electoral para llamar la atención de las circunstancias de la España vacía, aunque no han dejado de levantar suspicacias entre los grandes partidos que ven estos movimientos como favorecedores de la derecha. El objetivo de estos partidos o agrupaciones es poder crear un grupo parlamentario que aborde los problemas de la España vacía, que dé voces a los olvidados.
Animo a los blogueros que vivimos cómodamente en una zona poblada urbana a tomar conciencia de ese vaciamiento geográfico y mental que hace que una gran y creciente parte de España sea ya un desierto sin horizontes. Si hubiera una candidatura que pudiera votar, sin duda lo haría a pesar de mi asumida vocación de votar en blanco.