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viernes, 17 de abril de 2020

La actitud española frente a las crisis


Si algo distingue la historia española frente a sus crisis es una falta de inteligencia práctica y política inconmensurable. Se ha dicho que somos pasionales y en una tesitura que requiere sangre fría saltamos henchidos de sangre para arremeter con el garrote al otro, sin darnos cuenta que eso significa nuestra destrucción también. Hace tres días fue el aniversario de la república de 1931, pensé en escribir algo, pero no me decidí. Dicha república fue un fracaso colectivo de la clase política y del temperamento del pueblo español. No se supieron resolver los conflictos agudísimos con inteligencia y sensatez. Y el resultado fue el que fue. El franquismo fue una forma oprobiosa de resolución de dichos conflictos. Todos lamentamos que nuestra inteligencia colectiva, especialmente la de la izquierda, no pudiera ofrecer nada más. La república pone de manifiesto el fracaso de la izquierda por más que ahora se escandalice ante esta idea con mohínes de monja novicia y se proclame inocente. ¿Se imaginan habernos ahorrado el franquismo y tener una república sensata y moderada que hubiera sabido reconciliarse con su historia? Con espanto, veo que todo conduce otra vez al mismo planteamiento. Lucha a muerte con garrotes. El pueblo español o su sociedad o su clase política (y en ella incluyo a la catalana y a la vasca, profundamente irracionales y viscerales en sus modos de actuar) son tan destructivos que nos abocan siempre a lo mismo: a volver a empezar para repetir inexorablemente siempre los mismos argumentos. Debe ser una cuestión de carácter. Pienso que no tiene solución. Somos un pueblo absolutamente estúpido. 

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