Blog poliédrico que no cree que haya una versión canónica de la realidad y que asume la contradicción flagrante como sistema de interpretación del mundo.
Quizá hayan textos maestros que sólo valen para un tipo de "tiempo de lectura", y que pasado ese período, cuando se vuelven a leer, cargado uno de edad, de experiencias varias y no todas buenas, de cambios de humor y de achaques, se nos hacen ininteligibles.
He topado con algún libro que en mi juventud me marcó camino; recuerdo "La Nausea". Lo encontré fantástico, fuera de lo común, espectacular. Años más tarde, bastantes años más tarde, en una segunda lectura mucho menos apasionada, todo aquello del existencialismo quedó en un rincón, no lo encontré como lo interpreté décadas atrás. En aquella época cogí al vuelo el significado de la palabra "ser", el paso del tiempo, la vaciedad y lo banal. En la última lectura, el sentido que le encontré fue una de las máximas de Sarte, "Estamos condenados a ser libres".
Me gustó mucho más los descubrimientos de la lectura adolescente.
Esta idea que desarrollas es exactamente lo que Steiner -y yo que la suscribo- quiere decir. Hay libros que hay que leer en la adolescencia como tú leíste La náusea. Yo, hace años, proponía este título a mis alumnos y algunos que lo leían quedaban totalmente conmocionados, como tú. Probablemente, si lo leen treinta años después, se les haya convertido en algo incomprensible. Hay libros abiertos a una lectura adolescente muy potente por las características de ese tiempo tan duro de transición y que luego se nos cierran. Yo añoro lecturas de mis años de adolescencia porque no volví a leer del mismo modo a pesar de tener un bagaje intelectual mayor. Desafortunadamente, ya no se propone textos audaces y existenciales a los adolescentes porque la literatura ha desaparecido como mecanismo incitador de la vida. Ahora están tan ahítos de redes sociales, Youtube y pornografía que las lecturas que nos motivaban hace treinta o cuarenta años ahora serían incomprensibles. Ahora se entiende que los adolescentes solo pueden leer lecturas juveniles de aventuras próximas a los videojuegos. Pienso que la sociedad entera se ha puerilizado. Saludos, Miquel
Hola, María, esta es tu casa en un blog abierto a la reflexión y al pensamiento en que no importa que te sientas raro o diferente cuando tienes algo que decir. Te agradezco tu visita desde ese blog entrañable y burbujeante de Pitt. Saludos.
Cambiando de tema, empecé a seguirte porque tus ideas eran tan diferentes a las mías que pensé que era interesante intentar observar la vida bajo tu punto de vista. Y estuvo bien, hasta que me tropecé con lo que para mí es la intolerancia, algo que llevo bastante mal. Tu juicio sobre Paco, el que se toma una birra en el bar, encendió mi ira, y aunque medí bien mis palabras, que no me gusta ponerme desagradable si no es estrictamente necesario, decidí que cuando me interesase opinar lo haría de la forma más neutra posible, para no sacar a Paco a relucir a causa de mis palabras.
No sé bien si esta aclaración es necesaria, pero como apenas nos conocemos, exponer mi punto de vista propiciará un entendimiento, o quizás un desacuerdo, sobre el que conducirnos en adelante.
Recuerdo y he revisado el fragmento al cual haces alusión. Siento haberte irritado con mi expresión espontánea. Acepto tu rapapolvo y tu opinión que es bienvenida y en ningún modo me incomoda porque expresa sinceridad. Te molestó y punto. No puedo deshacer lo que escribí y te molestó. Te agradezco tu opinión. No quiero desarrollar más lo que quería decir porque lo enredaría y oscurecería. Personalmente aprecio tu presencia y me gustan tus reflexiones tanto en tu blog como en este, y a veces me han servido de base para escribir algún post inspirado en ti. Tal vez he metido la pata, pero quiero decirte que lo siento.
Todos hacemos juicios, a veces no demasiado acertados, yo la primera, que la impulsividad en ocasiones me puede, y en última instancia me sirve para recordarme a dónde llevan las palabras cuando se sueltan a lo loco. Arrastraba desde hace días una sensación de falta de libertad en tu blog y darle rienda suelta a mi punto de vista sólo era cuestión de tiempo. A sabiendas de que es arriesgado ser tan explícita hay veces en las que es lo mejor. Nada hay que perdonar, hay asuntos en los que no coincidiremos y no es tan malo, solo son opiniones diferentes.
Sí que me ha parecido magnífica. La melancolía de los pueblos abandonados. Me encantó La lluvia amarilla de Julio Llamazares sobre un pueblo aragonés en que solo vivía el protagonista de la novela como un fantasma. El tema de la España vacía es sangrante pero políticamente no se hace nada para contrarrestar la despoblación creciente. Aragón está vacío salvo Zaragoza, y unas cuantas ciudades pequeñas o medianas. El caso de Teruel es desolador. Si uno recorre su geografía es consciente de su vaciamiento tristísimo. Políticamente son poblaciones que no interesan por su reducido número de habitantes y su marginalidad. No he visto que a nivel nacional se hable del tama salvo literaria o sociológicamente. Terrible. El blog es muy bueno. Saludos.
Mi padre trabaja en la compañía de trenes Talgo, en la factoría contaban con una biblioteca para los empleados, y mi padre consciente de mi querencia por leer me traía libros de vez en cuando, siendo yo adolescente apareció una vez con "El jugador" de Dostoievski, porque según me dijo: " me han comentado que éste es un fenómeno de la literatura" (o algo así me soltó), yo apenas tenía referencias del autor, si acaso me sonaba vagamente su nombre de escucharlo ocasionalmente, y poco más.
El caso es que leí "El jugador"... Y a esa edad tan determinante para muchas cosas, me dejó perturbado y fascinado a la par, obviamente no capté toda la dimensión psicológica de la novela, da igual, ya caí bajo el influjo del gran escritor ruso (que me llevó a otros autores del país), hasta el punto que movido por el ansia de otra obra suya, me lei a las pocas semanas "Los hermanos Karamazov" (esa vez quise comprar me el libro, una edición Cátedra que conservo con gran cariño), descubrí en esos seres atormentados, profundamente humanos y por complejos que creaba Dostoeivski, un espejo en el que me veía yo mismo (tenía mis demonios), y me quedaba perplejo cuando algunos de esos protagonistas me explicaban, en muchos aspectos, eso, siendo adolescente, me resultaba acojonante, por que mirándome en el espejo de mis padres, no encontraba tantos paralelismos como en los hermanos Karamazov... Por eso no he querido volver a leerlos, quiero conservar intacta la magia de aquel encuentro primero, que no se diluya aquella esencia con una lectura actual. No sé como sería el reencuentro, pero sí sé como fue y me llegó el primer encuentro, y quiero conservarlo puro e intacto.
He releído otras novelas, pero no esas que abordé tan joven. De alguna manera son lecturas que me dejaron una senda marcada por la que transitar literariamente, nunca dejo de buscarme en lo que leo, Dostoeivski me reveló tal posibilidad, y ahí sigo por la senda...
Disculpa que no haya contestado antes pero el jueves y el viernes he estado haciendo largas caminatas (40+24km). Hoy he llegado con mi familia en la costa. Leí tu comentario pero no pude contestarlo. Reflejas perfectamente lo que yo había querido decir. Desafortunadamente mis lecturas en la adolescencia no llegaron a Dostoievski. Nadie lo puso en mis manos. Mis lecturas fueron más pedestres hasta que llegué a la literatura con mayúsculas. A los diecinueve años leí Esperando a Godot de Beckett, por azar, sin saber lo que iba a leer. El impacto fue brutal. Guardo de esa lectura un recuerdo tan potente que ni siquiera cuando tiempo después leí de nuevo la obra -no me causó ni de lejos el mismo efecto-, no borró esa tormenta que fue la primera lectura que es la que guardo en mi memoria. En la adolescencia se lee como no se vuelve a leer en la vida. Yo devoraba libros de aventuras juveniles y hasta novelitas del oeste y pulp tipo Stan Lee. La literatura llegó después. No tuve a nadie que me orientara en ello. Entiendo que no quieras volver a leer a Dostoievski. En mi experiencia como profesor de literatura, ahora a los jóvenes solo se les ofrecen obras pésimas de aventuras que imitan los videojuegos y no van a tener esa inmensa impresión de leer buena literatura. El profesor, aunque lo intente, se encuentra un muro formado por los mismos jóvenes, la dirección de los centros, las familias, y la sociedad que le ha dado por pensar que a los jóvenes no se les puede dar obra altas de densidad. El profesor lo tiene muy mal.
Muy cierto.En diferentes momentos de la vida del lector un libro suscitará reflejos completamente diferentes. En la experiencia humana no hay fenomenología más compleja que la de los encuentros entre texto y percepción.
Así es, pero la adolescencia es una etapa virgen en que las impresiones son mucho más fuertes que en etapas posteriores. El impacto de una buena obra literaria puede ser realmente inolvidable. Como en la adolescencia no se vuelve a leer nunca.
A mi me pasa con Stephen King, a quien que soy incapaz de retomar de adulto... En cine, con Kubrick. Y en arte, diría que en alguna dimensión, con Miguel Ángel. Creo que es algo que sucede con esos artistas que tomamos como lo Absoluto en ese momento de nuestras vidas, que luego son menos de lo que queríamos creer, pero realmente no es culpa suya, sino nuestra...
No leí a Stephen King en la adolescencia, sí a Lovecraft y el impacto fue tremendo. Luego lo he intentado leer y ha sido una decepción profunda. Recuerdo aquellas tardes en que estaba conmocionado leyendo El que susurra en la oscuridad. Cuando se lee en la adolescencia se es virgen y el gusto no está desvirtuado. Es una tragedia que ahora los jóvenes no lean devorados por la tecnología. Hace poco volví a ver 2001, una odisea en el espacio con mis hijas y me siguió conmocionando. Piensa que la vi a los doce años con mi padre cuando la estrenaron. Kubrick para mí es inmenso. Tuve un alumno que se había visto la obra de Kubrick, todas sus películas -hacia 1981- docenas y docenas de veces y me hizo un trabajo excepcional. Lo suspendí por la sintaxis y nunca me lo he perdonado.
Igual que no somos la misma persona que fuimos, el lector que llevamos dentro lee con otros ojos a lo largo del tiempo. El impacto de un texto en un adolescente no puede ser el mismo que en un adultos. Hay libros de los que conservo una impresión inmejorable y que jamás los volveré a leer por no estropear ese recuerdo. Si me acercaría a esos textos para sacar enseñanzas o recrear algún pasaje, pero nunca me volvería a empaparme de ellos.
Efectivamente, como se lee a los quince-dieciocho años no se vuelve a lerr nunca. Yo he intentado volver sobre algunas lecturas de ese tiempo y es un fracaso. Entiendo que no quiera volver a leer textos de ese tiempo. Uno conserva todavía la huella de una conmoción profunda ante determinados textos.
Quizá hayan textos maestros que sólo valen para un tipo de "tiempo de lectura", y que pasado ese período, cuando se vuelven a leer, cargado uno de edad, de experiencias varias y no todas buenas, de cambios de humor y de achaques, se nos hacen ininteligibles.
ResponderEliminarHe topado con algún libro que en mi juventud me marcó camino; recuerdo "La Nausea". Lo encontré fantástico, fuera de lo común, espectacular. Años más tarde, bastantes años más tarde, en una segunda lectura mucho menos apasionada, todo aquello del existencialismo quedó en un rincón, no lo encontré como lo interpreté décadas atrás. En aquella época cogí al vuelo el significado de la palabra "ser", el paso del tiempo, la vaciedad y lo banal. En la última lectura, el sentido que le encontré fue una de las máximas de Sarte, "Estamos condenados a ser libres".
Me gustó mucho más los descubrimientos de la lectura adolescente.
Esta idea que desarrollas es exactamente lo que Steiner -y yo que la suscribo- quiere decir. Hay libros que hay que leer en la adolescencia como tú leíste La náusea. Yo, hace años, proponía este título a mis alumnos y algunos que lo leían quedaban totalmente conmocionados, como tú. Probablemente, si lo leen treinta años después, se les haya convertido en algo incomprensible. Hay libros abiertos a una lectura adolescente muy potente por las características de ese tiempo tan duro de transición y que luego se nos cierran. Yo añoro lecturas de mis años de adolescencia porque no volví a leer del mismo modo a pesar de tener un bagaje intelectual mayor. Desafortunadamente, ya no se propone textos audaces y existenciales a los adolescentes porque la literatura ha desaparecido como mecanismo incitador de la vida. Ahora están tan ahítos de redes sociales, Youtube y pornografía que las lecturas que nos motivaban hace treinta o cuarenta años ahora serían incomprensibles. Ahora se entiende que los adolescentes solo pueden leer lecturas juveniles de aventuras próximas a los videojuegos. Pienso que la sociedad entera se ha puerilizado. Saludos, Miquel
EliminarHola, vengo del blog de Pitt, que te ha dedicado una entrada, y quería conocer tu blog, me quedo por aquí dando una vuelta, sino te importa.
ResponderEliminarInteresante esa frase que compartes, en verdad es así.
Besos.
Hola, María, esta es tu casa en un blog abierto a la reflexión y al pensamiento en que no importa que te sientas raro o diferente cuando tienes algo que decir. Te agradezco tu visita desde ese blog entrañable y burbujeante de Pitt. Saludos.
EliminarLa interpretación que se hace de un libro suele cambiar según el estado de ánimo.
ResponderEliminarCambiando de tema, empecé a seguirte porque tus ideas eran tan diferentes a las mías que pensé que era interesante intentar observar la vida bajo tu punto de vista. Y estuvo bien, hasta que me tropecé con lo que para mí es la intolerancia, algo que llevo bastante mal. Tu juicio sobre Paco, el que se toma una birra en el bar, encendió mi ira, y aunque medí bien mis palabras, que no me gusta ponerme desagradable si no es estrictamente necesario, decidí que cuando me interesase opinar lo haría de la forma más neutra posible, para no sacar a Paco a relucir a causa de mis palabras.
ResponderEliminarNo sé bien si esta aclaración es necesaria, pero como apenas nos conocemos, exponer mi punto de vista propiciará un entendimiento, o quizás un desacuerdo, sobre el que conducirnos en adelante.
Un saludo.
Recuerdo y he revisado el fragmento al cual haces alusión. Siento haberte irritado con mi expresión espontánea. Acepto tu rapapolvo y tu opinión que es bienvenida y en ningún modo me incomoda porque expresa sinceridad. Te molestó y punto. No puedo deshacer lo que escribí y te molestó. Te agradezco tu opinión. No quiero desarrollar más lo que quería decir porque lo enredaría y oscurecería. Personalmente aprecio tu presencia y me gustan tus reflexiones tanto en tu blog como en este, y a veces me han servido de base para escribir algún post inspirado en ti. Tal vez he metido la pata, pero quiero decirte que lo siento.
EliminarUn abrazo.
Todos hacemos juicios, a veces no demasiado acertados, yo la primera, que la impulsividad en ocasiones me puede, y en última instancia me sirve para recordarme a dónde llevan las palabras cuando se sueltan a lo loco.
EliminarArrastraba desde hace días una sensación de falta de libertad en tu blog y darle rienda suelta a mi punto de vista sólo era cuestión de tiempo. A sabiendas de que es arriesgado ser tan explícita hay veces en las que es lo mejor.
Nada hay que perdonar, hay asuntos en los que no coincidiremos y no es tan malo, solo son opiniones diferentes.
Un abrazo, buenas noches.
Tu que eres maño, como mi señora, mira esta página si tienes a bien.
ResponderEliminarCreo que es magnífica
http://lospueblosdeshabitados.blogspot.com/
Sí que me ha parecido magnífica. La melancolía de los pueblos abandonados. Me encantó La lluvia amarilla de Julio Llamazares sobre un pueblo aragonés en que solo vivía el protagonista de la novela como un fantasma. El tema de la España vacía es sangrante pero políticamente no se hace nada para contrarrestar la despoblación creciente. Aragón está vacío salvo Zaragoza, y unas cuantas ciudades pequeñas o medianas. El caso de Teruel es desolador. Si uno recorre su geografía es consciente de su vaciamiento tristísimo. Políticamente son poblaciones que no interesan por su reducido número de habitantes y su marginalidad. No he visto que a nivel nacional se hable del tama salvo literaria o sociológicamente. Terrible. El blog es muy bueno. Saludos.
EliminarMi padre trabaja en la compañía de trenes Talgo, en la factoría contaban con una biblioteca para los empleados, y mi padre consciente de mi querencia por leer me traía libros de vez en cuando, siendo yo adolescente apareció una vez con "El jugador" de Dostoievski, porque según me dijo: " me han comentado que éste es un fenómeno de la literatura" (o algo así me soltó), yo apenas tenía referencias del autor, si acaso me sonaba vagamente su nombre de escucharlo ocasionalmente, y poco más.
ResponderEliminarEl caso es que leí "El jugador"... Y a esa edad tan determinante para muchas cosas, me dejó perturbado y fascinado a la par, obviamente no capté toda la dimensión psicológica de la novela, da igual, ya caí bajo el influjo del gran escritor ruso (que me llevó a otros autores del país), hasta el punto que movido por el ansia de otra obra suya, me lei a las pocas semanas "Los hermanos Karamazov" (esa vez quise comprar me el libro, una edición Cátedra que conservo con gran cariño), descubrí en esos seres atormentados, profundamente humanos y por complejos que creaba Dostoeivski, un espejo en el que me veía yo mismo (tenía mis demonios), y me quedaba perplejo cuando algunos de esos protagonistas me explicaban, en muchos aspectos, eso, siendo adolescente, me resultaba acojonante, por que mirándome en el espejo de mis padres, no encontraba tantos paralelismos como en los hermanos Karamazov... Por eso no he querido volver a leerlos, quiero conservar intacta la magia de aquel encuentro primero, que no se diluya aquella esencia con una lectura actual. No sé como sería el reencuentro, pero sí sé como fue y me llegó el primer encuentro, y quiero conservarlo puro e intacto.
He releído otras novelas, pero no esas que abordé tan joven. De alguna manera son lecturas que me dejaron una senda marcada por la que transitar literariamente, nunca dejo de buscarme en lo que leo, Dostoeivski me reveló tal posibilidad, y ahí sigo por la senda...
Abrazos, Joselu.
Disculpa que no haya contestado antes pero el jueves y el viernes he estado haciendo largas caminatas (40+24km). Hoy he llegado con mi familia en la costa. Leí tu comentario pero no pude contestarlo. Reflejas perfectamente lo que yo había querido decir. Desafortunadamente mis lecturas en la adolescencia no llegaron a Dostoievski. Nadie lo puso en mis manos. Mis lecturas fueron más pedestres hasta que llegué a la literatura con mayúsculas. A los diecinueve años leí Esperando a Godot de Beckett, por azar, sin saber lo que iba a leer. El impacto fue brutal. Guardo de esa lectura un recuerdo tan potente que ni siquiera cuando tiempo después leí de nuevo la obra -no me causó ni de lejos el mismo efecto-, no borró esa tormenta que fue la primera lectura que es la que guardo en mi memoria. En la adolescencia se lee como no se vuelve a leer en la vida. Yo devoraba libros de aventuras juveniles y hasta novelitas del oeste y pulp tipo Stan Lee. La literatura llegó después. No tuve a nadie que me orientara en ello. Entiendo que no quieras volver a leer a Dostoievski. En mi experiencia como profesor de literatura, ahora a los jóvenes solo se les ofrecen obras pésimas de aventuras que imitan los videojuegos y no van a tener esa inmensa impresión de leer buena literatura. El profesor, aunque lo intente, se encuentra un muro formado por los mismos jóvenes, la dirección de los centros, las familias, y la sociedad que le ha dado por pensar que a los jóvenes no se les puede dar obra altas de densidad. El profesor lo tiene muy mal.
EliminarAbrazo, Paco, un placer departir contigo.
Muy cierto.En diferentes momentos de la vida del lector un libro suscitará reflejos completamente diferentes. En la experiencia humana no hay fenomenología más compleja que la de los encuentros entre texto y percepción.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, pero la adolescencia es una etapa virgen en que las impresiones son mucho más fuertes que en etapas posteriores. El impacto de una buena obra literaria puede ser realmente inolvidable. Como en la adolescencia no se vuelve a leer nunca.
EliminarUn abrazo, tan misántropo como puedas imaginar.
A mi me pasa con Stephen King, a quien que soy incapaz de retomar de adulto... En cine, con Kubrick. Y en arte, diría que en alguna dimensión, con Miguel Ángel. Creo que es algo que sucede con esos artistas que tomamos como lo Absoluto en ese momento de nuestras vidas, que luego son menos de lo que queríamos creer, pero realmente no es culpa suya, sino nuestra...
ResponderEliminarNo leí a Stephen King en la adolescencia, sí a Lovecraft y el impacto fue tremendo. Luego lo he intentado leer y ha sido una decepción profunda. Recuerdo aquellas tardes en que estaba conmocionado leyendo El que susurra en la oscuridad. Cuando se lee en la adolescencia se es virgen y el gusto no está desvirtuado. Es una tragedia que ahora los jóvenes no lean devorados por la tecnología. Hace poco volví a ver 2001, una odisea en el espacio con mis hijas y me siguió conmocionando. Piensa que la vi a los doce años con mi padre cuando la estrenaron. Kubrick para mí es inmenso. Tuve un alumno que se había visto la obra de Kubrick, todas sus películas -hacia 1981- docenas y docenas de veces y me hizo un trabajo excepcional. Lo suspendí por la sintaxis y nunca me lo he perdonado.
EliminarIgual que no somos la misma persona que fuimos, el lector que llevamos dentro lee con otros ojos a lo largo del tiempo. El impacto de un texto en un adolescente no puede ser el mismo que en un adultos. Hay libros de los que conservo una impresión inmejorable y que jamás los volveré a leer por no estropear ese recuerdo. Si me acercaría a esos textos para sacar enseñanzas o recrear algún pasaje, pero nunca me volvería a empaparme de ellos.
ResponderEliminarEfectivamente, como se lee a los quince-dieciocho años no se vuelve a lerr nunca. Yo he intentado volver sobre algunas lecturas de ese tiempo y es un fracaso. Entiendo que no quiera volver a leer textos de ese tiempo. Uno conserva todavía la huella de una conmoción profunda ante determinados textos.
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