Uno apenas sigue la actualidad política, pero a poco que visite Twitter, todos los conflictos existentes emergen con una saña y odio difícil de soportar. La política divide y enfrenta a los ciudadanos, que parecen a punto de degollarse unos a otros, nadie escucha a nadie y lo único que se percibe es desprecio y resentimiento frente a opciones distintas a las que se ridiculiza y reduce a la caricatura más siniestra. Nadie utiliza la sutileza o el arte de escuchar al discrepante. Unas ideologías se enfrentan a otras por los principios aunque se ve claro que nadie tiene claro cuáles son esos principios porque las palabras más aparentemente sagradas son inmediatamente devaluadas. Así pasa con democracia, igualdad, solidaridad, libertad, conceptos que se aplican solo y si benefician a mi causa y se niegan a los demás que por definición son indignos, culpables, enemigos de la democracia, de la igualdad, de la solidaridad, de la libertad. Así la libertad de expresión se defiende siempre en nombre de la mía pero no de la de los demás que son fascistas o comunistas, estos son los dos bloques en que demagógicamente se ha dividido a la sociedad, obviando todos los matices intermedios que son aplastados por la lucha épica entre la justicia y el lado oscuro, sea lo que uno interprete.
¿Y todo esto de dónde ha salido? Pienso que de la política, de esos personajes inútiles que son los políticos, clase inane y tóxica que juega a enfrentar diabólicamente a la sociedad extremando los conflictos y haciéndolos insuperables y violentos. Los políticos son gente que vive muy bien, pagados por nosotros, y que se dedican a inyectar veneno en la gente que antes también vivía muy bien, sin resentimientos ni odios, pero esto era insoportable. La clase política aspira a que los ciudadanos se odien, no a que resuelvan sus conflictos y a tender puentes y a plantear soluciones. La clase política juega a que las cosas empeoren, como fundamento, para que las contradicciones entonces sean irresistibles y las cosas se decanten hacia su lado. Cuanto peor, mejor, así la gente, el pueblo, se dará cuenta de cosas que ahora en la medianía no ve. Así la gente optará por la clase dirigente que los llevará a un paraíso político en el que habrá que excluir a la otra mitad que deberá ser aplastada porque el país no da para la convivencia pacífica de dos mitades antagónicas. La política es así el sistema del enfrentamiento, del odio, de la revancha, del zasca, del rencor, de la división basada en unos principios supuestamente democráticos en los que nadie de esa clase política cree. Los principios son para adaptarlos, para inclinarlos a nuestro favor, y el adversario-enemigo nos alimenta y nosotros lo alimentamos a él. La división radical entre bloques extremos ampara el negro y el blanco, media parte será arrasada sea cual sea el resultado.
La política nos lleva a la ineficacia, a la antítesis, a la confrontación, al odio hasta que una parte vence y bloquea a la otra y entonces puede culminar su sistema o aprobar una ley de Educación, esto es innegociable, una opción, si se precia, ha de tener su propia ley de Educación aunque dure cinco años.
La política tendría que ser superada, pero nos encontramos con un sistema en que los políticos utilizan todas las trampas dialécticas para ser imprescindibles. Pero habrá un día, pienso, en que la inteligencia humana desplazará a la política y la hará una cosa del pasado como lo fue la esclavitud o la viruela…
Ahora los políticos pasan por ser necesarios, pero yo los desprecio.