Páginas vistas desde Diciembre de 2005




Mostrando entradas con la etiqueta ARTE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ARTE. Mostrar todas las entradas

martes, 25 de mayo de 2021

El dilema maldito


Arthur Schopenhauer escribió que el sentimiento de la vida oscilaba entre la desesperación y el aburrimiento, o lo que es lo mismo, entre el dolor y el tedio. Creo que leí esta reflexión en mi primera lectura de El árbol de la ciencia de Baroja, lectura antes cenital para los adolescentes del anterior sistema educativo. Así bien, o estamos jodidos o estamos aburridos. Si estamos jodidos, no nos aburrimos –es la parte positiva de ese estado-, pero cuando abandonamos el sufrimiento por algún albur del destino, el estado que nos viene es el de aburrimiento a la espera de que algo pase y que nunca acaba de pasar. Es lo que les sucede a Vladimiro y Estragón en torno a un árbol esquelético en un paisaje incierto en la obra Esperando a Godot.

 

Para evitar el aburrimiento urdimos mil y una estratagemas: la comida es una de ellas –vemos en todas las redes sociales miles y miles de páginas con los más refinados platos de todos los tipos: comer libera de la angustia y del aburrimiento-; otra forma de afrontar el aburrimiento es la pasión política o deportiva y no cabe duda de que hoy día las redes sociales están imbuidas de unas dosis enormes de política. Las más preclaras mentes pensantes se zambullen en el análisis de la realidad, bien sea desde la óptica del resentimiento de la izquierda radical o de la extrema derecha. Ambas lindes del espacio político comparten igualmente dicho resentimiento como motor ideológico, y de ahí, de su necesidad de abordar el aburrimiento que no cesa, sus apelaciones complementarias a la justicia, a la ira, al grito, a las consignas, a las fabulaciones, a los complots… 

 

Otra forma de abordar el aburrimiento es el consumismo. El hecho de comprar libera momentáneamente de la tensión vital y el aburrimiento. Una tarjeta con crédito ilimitado es el mejor desestresante y desangustiante, con mucha mayor eficacia que el Prozac. No digo que sea así en todos los casos, pero sí en un elevado número. Cuando estamos a punto de comprar algo se intuye la liberación de un elevado número de hormonas de la felicidad sea dopaminas o endorfinas… No en vano el capitalismo ha vencido al comunismo solo por este sencillo mecanismo. Nos gusta comprar, aleja tanto el sufrimiento como el aburrimiento provocando una tensión vital refrescante. 

 

Hacer deporte, cansarse, forzar el físico es asimismo una fuente de placer extraordinario ante el horror vacui, ante la amenaza de sinsentido de la vida. Si uno está corriendo o levantando pesas, o haciendo una larga caminata extenuante, uno deja de hacerse preguntas y supera igualmente la sensación de aburrimiento a pesar de que el esfuerzo físico constituya una suerte de padecimiento luminoso. Subir un ocho mil o correr la maratón conlleva padecimiento pero recompensa, lleva implícito un desgaste liberatorio igualmente de hormonas que evitan el aburrimiento. 

 

El arte, sea en su faceta creadora o en la de observador o lector, produce también estados bienhechores para el espíritu, haciéndonos salir de nosotros mismos y de nuestra angustia constitutiva puesto que supone una especie de experiencia iluminadora de la conciencia y de nuestro placer estético. 

 

Hay otras formas de enfrentarse al dilema schopenhauariano como el sexo y la violencia, ambas formas devoradoras del ego sufriente o aburrido. De ahí las numerosas guerras a lo largo de la historia, los terribles conflictos interterritoriales, religiosos o étnicos que tienen su eje en el ansia de dominación y de poder, siendo este, el poder, un mecanismo sumamente excitante y atractivo. 

 

Sin embargo, el mecanismo más barato para contrapesar el sufrimiento o el aburrimiento es la risa, la conversión en caricatura de toda forma de jerarquía o esquema dominante, la inversión de todo. 

 

Y cagar, en último pero no en el más irrelevante lugar, también es algo que nos libera como bien sabían en la Edad Media con todas sus fantasías coprofílicas. 

 

Así pues, cagar, comer, reír, hacer política, consumir, extenuarse, crear, leer, combatir, asesinar, follar… son nuestras liberaciones más habituales para enfrentarnos al dilema maldito. 

 

¿Cuál es la tuya?

martes, 23 de febrero de 2021

La mirada de la Mona Lisa

La Mona Lisa es una de las pinturas más reproducidas de la historia y se han escrito cientos de interpretaciones sobre ella, sobre todo de su mirada. Es difícil no caer en el hechizo de ella cuando uno fija un buen rato la contemplación en esa expresión ambigua. Hoy he encontrado otra interpretación que se me ha hecho evidente cuando la he mirado de nuevo. 

 

Kane S. Smith en una conferencia sobre Belleza y moralidad en la universidad de Londres en 1913 llamó a la Mona Lisa de Leonardo una de las pinturas más activamente malvadas jamás pintadas. Representa la encarnación de la maldad del pintor expuesta del modo más atractivo que se pudiera idear.

 

Si uno la mira el tiempo suficiente para adentrarse en su atmósfera, se siente uno poseído por su maligna influencia. Concluía que tiene una atmósfera de maldad indefinible. 

 

La he mirado durante buen rato, centrándome en esos ojos que no miran directamente al espectador y esa expresión de la boca… y me he quedado fascinado. 

 

¿Qué opina el visitante ocasional de este blog poliédrico?

jueves, 19 de marzo de 2020

El debate sobre la Renta Básica Universal


Una propuesta que cobra inusitada fuerza en la sociedad del postcapitalismo es la de la Renta Básica Universal, especialmente por la progresión de la automatización y la robotización que provocarán que aproximadamente un tercio de los empleos actuales se pierdan. En esta propuesta, defendida por la izquierda como un sistema de eliminar la pobreza y la desigualdad como también por cierta derecha que lo ve un camino para adelgazar al estado y hacerlo menos burocrático, cada ciudadano recibiría una cantidad básica mensual que le permitiría vivir elementalmente. Sería incondicional y no supeditada a requisitos o baremos. Se supone que estos receptores buscarían trabajo y eso se añadiría a su RBU. Sería una forma de retribuir el derecho a una existencia digna y permitiría a la gente dedicarse a otras alternativas como el arte sin tener que depender de un trabajo esclavizador. La idea tiene como podéis ver en la Wikipedia defensores a ultranza –la idea no es nueva- como detractores dentro del campo de la derecha y la izquierda, e incluso del feminismo que verían en esta renta una trampa para que las mujeres se recluyeran en su trabajo doméstico sin salir de casa lo que en cierta manera las universaliza y libera.

El debate ha llegado a Suiza donde se celebró un referéndum y fue rechazada la idea de una RBU. En Finlandia se realizó un experimento parcial con un par de miles de personas durante un tiempo y sus conclusiones no fueron reveladas.

¿Estimularía el conformismo y el consumo de alcohol como entre los indígenas americanos que recibían –no sé si ahora- una RBU a cambio de las tierras ocupadas por el hombre blanco? ¿De dónde saldría el dinero para este gasto impresionante? Hay quien opina que la inflación subsiguiente a esta RBU eliminaría totalmente su impacto como liberador social. ¿Abonaría el camino a la pereza colectiva y a la falta de estímulos? ¿La sociedad apostaría por el arte como modo de vida sin tener que depender de los trabajos? ¿Acaso no atraería masivamente a inmigrantes que harían los trabajos desagradables sin tener acceso a ella? ¿Quién tendría derecho a esta RBU?

En esta crisis del coronavirus, cuyo impacto va a ser demoledor para las pequeñas y medianas empresas, da tiempo de pensar alternativas al modelo que estamos viviendo cuyo funcionamiento es merecedor de una profunda reflexión en un tiempo en que los empleos van a ser cada vez más escasos. El otro día leía que Amazon estaba desarrollando una tecnología que eliminaría las líneas de caja en los grandes almacenes y supermercados, enviando al paro a decenas de miles de personas. Animo a pensar la idea de RBU y evaluar sus pros e inconvenientes.

lunes, 28 de octubre de 2019

El misterio del tiempo: Roman Opalka



Suelo leer la sección de Obituarios de El País. Hay veces que los articulistas escriben auténticos textos creativos evocando la figura del personaje desaparecido. El día 31 de agosto, leí un texto insospechadamente hermoso firmado por Nacho Meneses. Lo enlazo para que tengáis ocasión de apreciarlo. En él se glosa la personalidad y la filosofía de un artista de origen polaco -Roman Opalka- afincado en Francia al que no le gustaba viajar. Dedicó su vida a algo que, cuando lo conocí, me conmovió profundamente. Desde 1965 pintó 233 cuadros siempre del mismo tamaño,  a los cuales llamaba detalles. En ellos escribía una secuencia de números que se iniciaron en el 1 hasta llegar al final de su vida al número 5607249. En cada detalle pintaba unos veinte o treinta mil números con un pincel del número cero, siempre del mismo tamaño. Comenzó con pintura blanca sobre fondo negro, luego pasó al fondo gris, y hacia 1972 empezó a aclarar el lienzo un uno por ciento cada año hasta llegar al blanco sobre blanco.

Al final de cada sesión se fotografiaba siempre en la misma posición y con la misma iluminación con lo que se ha registrado su envejecimiento a lo largo de 46 años hasta que el 6 de agosto, murió Roman Opalka en Roma. Es la secuencia de autorretratos



Su obra artística es una secuencia orgánica de números y su ejercicio filosófico una densa meditación sobre el infinito, el misterio del tiempo y la muerte. Estamos a punto de no ser mientras somos. En este equilibrio inestable transcurre nuestra vida.

No sé por qué me ha conmovido tanto la aventura existencial y artística de alguien que se limitó -eso sí apasionadamente- a lo largo de casi medio siglo a pintar secuencias de números que por necesidad habrían de tener un final como así ha sido. Opalka, ya muy débil al final de su vida, pintaba incluso por la noche apenas pudiendo sostener el botecito de pintura y el pincel del número cero. Todo está documentado ya que a partir de 1972 empezó a grabarse la voz recitando los números que iba escribiendo, de modo que dejó constancia del cambio de timbre y modulación que en su voz tuvieron lugar  a lo largo de las cinco décadas, hasta cuarenta y seis años, haciendo siempre lo mismo con una obstinación enamorada. Son los mismos Episodios Nacionales que publicó Benito Pérez Galdós, y en el fondo me parecen igualmente tareas titánicas que pueden parecer carentes de sentido. Pero a mí me parece que lo tienen y muy profundo. Cada cuadro es diferente, cada número responde a un instante distinto de su vida, cada color revela un año más hasta llegar al blanco sobre blanco, proximidad quizás del infinito en su mayor cercanía a la muerte. Es una obra de arte equivalente a la vida, es la vida misma contemplada en su devenir, tal vez con una percepción mística en la fusión del ser humano, el tiempo y la infinitud. No sé si Frikosal, entendería esta obra como "espiritual" en el sentido profundo del término, sin necesidad de Dios, abierta a la oscuridad y a la luz o a la totalidad. 

No hay nada como proponerse algo aparentemente absurdo y llevarlo hasta sus últimas consecuencias durante toda una vida. ¿Para qué? ¿Para qué diablos escribía números? ¿Hay algo imaginativo en ello?  ¿Cuántos números podría llegar a escribir? Ese número último era el misterio supremo, lo que toda su vida había anhelado alcanzar y aparece así cargado de densidad y a la vez es absolutamente trivial. Aquello no tenía ningún sentido tal vez, o tal vez sí. No sé. Considero aquello como una hazaña extraordinaria equiparable a los descubrimientos de los grandes viajeros que llegaron al corazón de África o al polo pero sin moverse de su estudio. Odiaba viajar. Me hubiera gustado conocerle en persona y asistir a la elaboración de uno de sus detalles, en silencio, mientras él recitaba dígito a dígito y pintaba a la vez. Tal vez alcanzó el vacío mientras pintaba. No he leído nada sobre él salvo el artículo arriba citado. Es difícil saber qué tipo de artista fue. Otro artista catalán -Joan Brossa- utilizó el alfabeto como elemento de reflexión artística y filosófica. Sus poemas visuales eran letras, especialmente la A. No era pintor, esto siempre quiso dejarlo claro. Opalka tal vez tampoco fue pintor, pero no me cabe duda de que fue un gran artista. No he visto, obviamente ninguno de sus cuadros, pero el solo relato de su epopeya me ha emocionado y no sé muy bien por qué. Si el objeto del arte es provocar una emoción estética o filosófica, Joan Brossa y Roman Opalka, lo han conseguido conmigo.

(Este post fue publicado inicialmente el 1 de septiembre de 2011 en el blog.)

viernes, 20 de septiembre de 2019

Neorrabioso y sus fobias


Para los que no lo conozcan, Neorrabioso es un fenómeno cultural –pequeño pero fenómeno-  que se puede seguir en su blog y a través de las redes sociales. Neorrabioso es un poeta urbano que va dejando sus versos en las paredes de Madrid así como en los cubos de basura del ayuntamiento, impregnando Madrid de su poética alternativa. Llevo tres meses siguiendo su blog que no permite comentarios. Neorrabioso publica entradas varias veces al día al ritmo de sus filias y sus fobias que al cabo de unos meses resultan ya muy conocidas para el lector. Mi post no será complaciente y pretende dar una respuesta, la que no puedo darle en su blog porque no permite comentarios, algo que deja en el ambiente un talante inseguro. Mi discurso es mío y los demás solo tienen derecho a leerme y escucharme.

Neorrabioso es la quintaesencia del pensamiento político correcto. Es una especie de héroe romántico perfecto. Rebelde, anarquista, individualista, antirracista, antifascista, feminista, multiculturalista…, odia occidente -aunque no renuncia a vivir en él- y ve la mediocridad ambiente de este país esencialmente inculto y racista, además de homófobo. Solo se salvan él y sus amigos africanos, saharauis, gays y lesbianas y algunas mujeres -chicas- que él adora como estrellas en el firmamento. Odia el nacionalismo, especialmente el español que él ve como profundamente negativo y reaccionario. No es igual de crítico con otros nacionalismos a los que no considera apenas. Es una especie de guerrillero urbano que se posiciona a favor de los débiles y condena profundamente toda la degeneración de nuestro país, mediocre y racista.

Va escribiendo sus versos en los cubos de basura, se considera un poeta del pueblo y vive en torno a ese delirio de grandeza su misión debeladora de los mitos de una sociedad despreciable desde la altura de su perspectiva radicalmente solitaria. Sin embargo, uno lee sus versos y no ve mucho apreciable en ellos, salvo un cierto ingenio con innegable ternura para las recurrentes imágenes  de su poética. El otro día leí que es necesario que surjan mil poetas para que haya uno verdadero, y él -opino- no es el Elegido. Sus poemas son esencialmente ingeniosos, imbuidos de un mesianismo congénito en que él se considera, en su soledad, un verdadero artista del siglo XXI del Madrid castizo. A sus cuarenta y cinco años hace tiempo que ya ha pasado la línea de la sombra de que hablaba Conrad, ya no es joven, pero tiene temperamento adulescente, el de esos cuarentañeros que siguen pensando en términos que parece que tuvieran dieciocho años. Vive con algunos gatos, su única compañía, y cada vez es más misántropo respecto a la gente. Vive con orgullo su soledad altiva pero sus publicaciones reflejan a un hombre inseguro que teme no ser adorado suficientemente por el pueblo al que defiende o por las mujeres. Mira cada día los que leen su blog y eso hace subir o bajar su autoestima. Tiene una biblioteca de la que va sacando fragmentos, espigados aquí o allí, para reflejar su cultura de hombre instruido y complejo. El lector puede seguir con curiosidad la serie de filias y fobias de este hombre singular pero al cabo de unos meses ya no hay deslumbramiento porque todo responde a un esquema no demasiado profundo por lo ostentoso y tópico que es en sus ideas. Yo lo leo cada día, esperando alguna sorpresa, pero hay pocas cosas que supongan reflexiones que pongan en cuestión su visión ya hecha del mundo, de la vida y la sociedad. Porque Neorrabioso es un influencer más de los que abundan en estas tierras. Es un producto más que no vende elementos de cosmética sino una forma de estar en el mundo, la suya que se nos impone sin lugar a dudas como auténtica y comprometida. Me recuerda paródicamente en su ensimismada autocontemplación la imagen de la pintura El caminante entre el mar de nubes de Caspar David Friedich.

Neorrabioso es absolutamente sincero, nos transmite sinceridad a raudales, sus discursos son extremadamente sinceros, salen de él como efluvios naturales -a veces con furia- de su mentalidad justiciera. Pero uno se pregunta si el arte, la poesía de verdad, es un producto que surja de la sinceridad o de un superego desmedido. Pienso que el poeta necesita algo de neutralidad, de entibiar su ego para no hacérsenos cargante y obsesivo, y algo de eso que se llama sugerencia, ambigüedad, tal vez humildad. Sus poemas son tiernos, ingeniosos y pretendidamente ideológicos, una suerte de luz y color en las calles de Madrid. Pero este héroe madrileño, de origen vasco, vive con pasmosa intensidad su misión y su rebeldía resentida, frutos de un delirio de libro.  No hay mayor propagandista de su ego que él mismo que intenta convencernos constantemente de su valor, su ingenio y su grandeza espiritual. Él está demasiado alto y desde esa altura contempla las calles de Madrid, España, Europa y el mundo. Es una especie de Guerrero del antifaz, pero en bueno, claro. 

No obstante, me cae bien. Uno puede seguir su aventura espiritual varias veces al día en directo por medio de sus perlas y mensajes, pero como no me deja contestarle en su blog, escribo en el mío esta sinopsis que espero que le llegue. Sé que no le gustará lo que he escrito pero lo he hecho también con absoluta sinceridad. Estoy seguro que mi entrada logrará nuevos lectores para su blog, que no está mal, créanme. Es egoico y obsesivo, muy sesgado hacia los tópicos progres, pero tiene algún interés. 

viernes, 1 de marzo de 2019

El hermoso espectáculo de morir


La muerte, el proceso de morir, en estos tiempos es inaceptable, no para el moribundo que está haciendo su trabajo sino para los familiares y el cuerpo médico en los hospitales. Morir es un espectáculo desagradable y feo, y nos distrae de nuestra vida cotidiana, así que lo más adecuado es acelerar el proceso, igual que se aceleran los partos para ajustarlos a las jornadas laborales de los ginecólogos, comadronas y enfermeras. 

Estas reflexiones me han venido por la conversación con una amiga y la muerte de su suegro. Cuando me envió un guasap diciéndome que el hombre estaba agónico, y tratado con morfina, yo pensé que qué momento más cenital en la vida de un ser humano. Un momento hermoso, a pesar del dolor que pueda haber y que es controlado por la morfina. Tiene que ser un tiempo de excepción y luminoso prepararse para lo que nos hemos debido de estar preparando toda nuestra vida. El camino al no ser, pasar al misterioso otro lado del que nadie ha vuelto. 

He leído recientemente el libro Cuando el final se acerca, escrito por la doctora Kathryn Mannix, acompañante vocacional de moribundos en una unidad del dolor, que ha cambiado mi perspectiva acerca de la muerte. Kathryn Mannix reflexiona que ha acompañado a miles de personas en el proceso de morir a lo largo de más de treinta años y que considera que tiene la profesión más hermosa del mundo. Morir es un proceso en que el organismo y la mente se están preparando, y los seres humanos, según la doctora, se hacen más bellos. Morir no es traumático, es el final de un proceso en que la respiración va evolucionando y cambiando hasta que se extingue y deja de existir. Entonces, es lo normal, se ha producido la muerte. Acompañar a moribundos, enfermos de cáncer u otras enfermedades irremisibles le ha hecho tener un punto de vista filosófico acerca de la muerte como un proceso bello y necesario al que el ser humano se va acercando progresivamente. Probablemente hay muchos estados de ensoñación en que la conciencia se va diluyendo y va viajando. Puede que haya abundantes sueños eróticos, de viajes, de evocación de la propia vida en que el moribundo va preparándose. 

Pero esta es la perspectiva de los que van a morir. La de los familiares es la de querer que acabe lo antes posible para no ver sufrir más al enfermo, algo que les parece inadmisible: por un lado, hay un encarnizamiento terapéutico en situaciones ya irreversibles provocando la sobrevivencia del enfermo cuando tal vez ya debería haber muerto por un proceso natural, pero por otro lado, se quiere que todo acabe rápidamente… El estado previo a la muerte resulta desagradable y feo, cuando debería ser abordado con naturalidad y paciencia, no tener ni prisa ni querer que viva a costa de lo que sea. Contemplar la muerte del modo más natural posible, viéndola como algo profundamente humano y filosófico, como algo tan normal como el nacimiento, como la vida misma, como la primavera. No tener prisa. Dejar los tiempos al enfermo, no acelerar su proceso ni ralentizarlo. Dejarlo estar. Quizás una música agradable, y tranquilidad en la habitación. Pero si todos están tensos, no soportando el espectáculo por su crueldad, inaguantable para una visión burguesa que niega la muerte como algo escandaloso, se produce una tensión que necesariamente llega al moribundo. Haría falta mucha inteligencia emocional y una preparación existencial para la muerte –y sentido del humor incluido-. Pero prepararnos para la muerte es algo que no nos gusta. Nos creemos eternos y no pensamos en eso que nos llegará, que llegará a nuestros seres queridos… Preferimos pensar en otras cosas que nos hagan eludir la realidad de esa cita ineludible que tendremos y cuando llega no estamos preparados. 

Habría que hacer cursillos sobre la muerte como se hacen de preparación al parto. En otras culturas que consideramos “primitivas” hay un aprendizaje social de la muerte que no se oculta como aquí. Y morir dura el tiempo que haga falta, y se muere en casa y se vela al cadáver el tiempo que sea necesario en medio de enormes fiestas. No se llena la muerte de un componente macabro que expresa un fracaso absoluto, un sinsentido y un hecho casi bochornoso que hay que pasar en poco más de dos días, incluida esa costumbre terrible de los velatorios en los tanatorios. Hay que volver rápidamente a la vida cotidiana desembarazándonos de ese espectáculo que es por completo incomprendido y esquivado. En todo caso quedan ya en el tanatorio veinte minutos de elogios al muerto, una pieza o dos clásicas, y ya nada. Volver a la vida cotidiana tras ese paréntesis odioso que es sentirnos frágiles –pero la muerte es algo que siempre sucede a los otros, no a nosotros.  

Me temo que no entendemos para nada la muerte. Es un proceso triste más que por el fallecido y su proceso por la incultura absoluta de la sociedad contemporánea ante la muerte. 

lunes, 3 de diciembre de 2018

Regreso al mundo feliz




Soy un hombre que vive fascinado por las posibilidades del futuro y le gustaría ser testigo de los próximos veinte años en que se producirán transformaciones prodigiosas en nuestro modo de ver las cosas en el campo de la tecnología. 

La tecnología me hace percibir algo muy poderoso, algo próximo a la inmortalidad. Probablemente los que leáis esto os reiréis, pero es algo muy real en mí. En mi relación con la tecnología percibo algo de aliento que me proyecta más allá de mí mismo. Me gustaría convertirme en un ciborg fusionando mi cuerpo con la tecnología; que me instalaran un chip en mi cerebro para conectarme a internet; mover objetos con el pensamiento; guardar el contenido de mi cerebro en un disco duro como sugirió el otro día Elon Musk… 

La humanidad experimentará cambios alucinantes en los próximos años con la implementación masiva de la Inteligencia Artificial a todos los niveles. Pronto tendremos máquinas que servirán las bebidas en bares tecnológicos, los robots realizarán la mayor parte de las faenas a niveles intermedios que es donde más puestos de trabajo sustraerán a los seres humanos. Muñecas con Inteligencia artificial serán compañeras amorosas y sexuales de muchos hombres que sientan miedo hacia las mujeres reales y se sentirán mucho más seguros con ellas. Nuestra identidad se transformará profundamente porque seremos penetrados por los big data que sabrán absolutamente todo de nosotros: nuestras tendencias políticas, sexuales, nuestros gustos, nuestros rechazos, lecturas y tendencias musicales. Nada habrá que escape a la penetración de las redes sociales. Dicha identidad podrá ser modelada en todos los sentidos: podremos elegir múltiples vidas como juego experimentador. Seremos indistintamente varones o mujeres, y podremos vivir una eterna juventud, la vida se prolongará varias décadas más allá de las expectativas actuales. 

Los libros se convertirán en reliquias del pasado. No se leerá, pero se vivirán videojuegos en tres dimensiones con realidad aumentada y virtual que serán más reales que la realidad tradicional. Se podrá asumir que la realidad ha dejado de existir como concepto primario porque la viviremos exclusivamente a través de la tecnología, pantallas y simulaciones que nos serán más estimulantes que una dosis de la antigua realidad real. Viviremos dentro de burbujas de realidades que elegiremos más o menos libremente. Nos fusionaremos con las máquinas y nuestro cerebro sobrevivirá a nuestra muerte física. 

Probablemente pase mucho más tiempo para que las máquinas adquieran conciencia o tal vez eso no pase nunca, pero las expectativas de que ello suceda serán importantes. 

La medicina avanzará prodigiosamente con la manipulación de los códigos genéticos. Los niños nacerán elegidos por sus padres con sus características principales que determinarán tanto su grado de inteligencia, como la inmunidad frente a enfermedades como el cáncer o el alzhéimer o degenerativas que causan hoy terribles devastaciones personales. 

Viviremos una especie de vida controlada totalmente: la libertad y la conciencia se convertirán en rastros de un pasado liberal en que se creyó en el mito del individuo que elige libremente su destino. Viviremos una realidad diseñada, pero en la que seremos felices con las drogas psicoactivas más potentes. No sentiremos la tentación de querer cambiar el mundo porque estaremos adaptados a él. No tendremos utopías que lo único que traen son terribles tragedias como nos ha demostrado la historia. El mundo feliz de Huxley, probablemente la novela de anticipación más importante del siglo XX, será realidad. Viviremos felices transitando entre realidades virtuales y juegos de identidad. Nadie querrá imponerse a nadie porque todos estaremos determinados y sabremos nuestro papel y no querremos aspirar a más que a esa felicidad eterna que nos proporcionará la tecnología masiva y las drogas para equilibrar nuestro modo de vida. Se acabarán las grandes pasiones y las hondas tragedias. En la historia el hombre ha sido esencialmente infeliz. El futuro exigirá que entreguemos la libertad a cambio de nuestra felicidad. Nos adaptaremos y viviremos en equilibrio. Ya no existirán Homeros o Shakespeares o Cervantes: el espíritu humano será reconducido hacia las estrellas que será nuestro hábitat necesario para sobrevivir como especie.

Si alguien piensa que el precio será demasiado alto para pagar por la felicidad, le pido que considere la historia humana desapasionadamente. Son siglos o milenios de infortunio, de conflictos sin fin, de guerras de crueldad espantosa, de dilemas morales a los que no hemos sabido darles solución, de dolor y sufrimiento en todas sus vertientes. El mito del hombre libre es eso, un mito que no tiene por qué mantenerse en el futuro. 

Si hubiera en este futuro algún salvaje que no quisiera adaptarse, lo pagaría siendo profundamente infeliz y además fracasaría porque los hombres se sentirían satisfechos con su existencia, vivirían equilibrados y felices sin utopías o ansiedad de querer transformar la historia o la realidad. 

Yo no viviré esto. En el pasado fui profesor de literatura, profesor de ficciones que llevaban a la insatisfacción. Me gustaba cultivar la insatisfacción de mis alumnos para que quisieran transformar su vida y luego el mundo. Ahora, abjuro de ello. No les daría nunca ya a leer libros peligrosos que desarrollaran conflictos inútiles que los hombres tejieron porque eran infelices. Walt Whitman ya no será necesario. Cantaremos la plenitud del individuo del futuro, esencialmente conforme a su realidad, a su designio biológico libre de enfermedades y desdichas. Me reiré de cuando fui profesor de literatura y quería que mis alumnos pensarán por sí mismos y crearan en ellos conflictos que eran puramente imaginarios. La belleza es algo que se transformó a lo largo del tiempo: de una visión exquisita, clásica o romántica, al arte del siglo XX en que una lata llena de yeso fue etiquetada con el título de Mierda de artista como si fueran excrementos de su autor, Piero Manzoni. La belleza y el arte son eso mitos que perderán su vigencia. Arte es cualquier cosa mirada de una forma determinada. Y arte será la vida del futuro, sin libertad, pero bondadosa para el individuo que vivirá armónico y feliz. Aunque esto solo será posible para una parte de la humanidad, la otra sobrará. Considero que esto es un problema sobre el que hay que  pensar

domingo, 18 de noviembre de 2018

La utilidad de lo inútil

                                                     

Comienzo a leer con ganas La utilidad de lo inútil de de Nuccio Ordine, en ediciones Acantilado. Esta vez el libro es en papel. Empiezo con ilusión pero rápidamente me siento enfrentado al texto que no es sino una ristra de lugares comunes sobre la maldad del capitalismo, sus excesos, los recortes en la crisis económica, la responsabilidad de los bancos, y la tendencia a buscar solo lo pragmático y lo útil como pulsión social del capitalismo. Así, Ordine reivindica el arte y la literatura no dirigidos por el pragmatismo e intenta mostrar con textos del pasado que la verdadera belleza que da sentido al tiempo y a la vida es la que es representada por lo inútil, lo que no tiene una intención práctica. Y nos trae testimonios del pasado desde Sócrates a Oscar Wilde… A medida que leo me siento más y más abrumado por la cantidad de tonterías que aporta el autor que no tienen nada que ver con el mundo que habitamos en que ciertamente predomina lo pragmático, lo dirigido a un fin concreto y práctico. 

El desasosiego en mi lectura es creciente porque soy consciente de que mi enfermedad del ánimo que duró doce años fue causada precisamente por el choque entre esta visión y la que nos ha traído la época contemporánea dominada por la tecnología y el pragmatismo en que la literatura y el arte, tal como los concebíamos, han sido barridos de la faz de la tierra. Enfermé por sentir que pertenecía a aquella cultura, y mi modo de salir de ello fue precisamente, tras doce años durísimos de padecimiento, olvidarla, arrumbarla, adaptarme a los nuevos tiempos en que la literatura sería para mí un remanso personal pero no para la sociedad abismada en aparatos electrónicos y digitales. 

No hace falta quemar libros -como en Farenheit 451- para evitar su lectura, simplemente la buena literatura ha dejado de ser útil a la gente, igual que la poesía verdadera. Ha dejado de ser comunicativa. Ya no hay lectores de calidad salvo jubilados con mentalidad de otros tiempos. Si uno quiere sobrevivir en esta sociedad, ha de adaptarse. El sistema educativo ha convertido al alumno en un cliente, y en su programa solo constan asignaturas útiles –me río de la reintroducción de la filosofía en los planes de enseñanza, una vez que la historia de la literatura fue eliminada en su vertiente seria hace ya muchos años-. 

En el libro de Ordine –una especie de cápsula del pasado sin conexión con este tiempo- no hay una sola mención a la presencia de la tecnología, es un discurso vacuo, como el de un narrador que estuviera en una barca como náufrago en medio del mar y no hablara de dicho mar a sus compañeros náufragos, ese mar que los rodea por todos lados. La poesía y el arte con dimensión profunda es cosa de otro tiempo. Hoy es cientos de veces más importante la aparición de un nuevo modelo de móvil que la publicación de no sé qué texto poético que prácticamente nadie leerá. El 99,99 por ciento de la población española no está por la labor de prestar atención a lo que era arte hasta el siglo XX. El 0,1 restante son 45000 personas que pueden responder al esquema de Ordine, algo absolutamente irrelevante. Los lectores de poesía en España son 5000 personas y exagero. El ensayo de Nuccio Ordine me irrita porque representa lo que yo era antes de la crisis que me reconvirtió en otra persona adaptada a los nuevos tiempos. El choque que sufrí fue demoledor. Ahora me parece una colección de lugares comunes y auténticas puerilidades que no puedo seguir leyendo. Lo he intentado pero me puede este argumentario a favor de lo inútil sin ninguna relación con la realidad que vivimos en que es omnipresente la tecnología y la visión pragmática. Un libro absolutamente prescindible. Increíble que puedan llenarse páginas y páginas sin ningún fundamento en la realidad real. Pertenece, sin duda, al territorio de los delirios alejados por completo del orden que nos ha sido dado en el siglo XXI. 

Retomo el libro de Yuval Noah Harari que sí que me habla del mundo real y presente. No se pierdan la lectura de textos como Sapiens, Homo Deus o 21 lecciones para el siglo XXI. 

viernes, 22 de enero de 2016

Enseñando sin compartimentos estancos: la libertad creadora.


En los últimos años he percibido la enorme importancia que tiene para mí, como profesor de lengua castellana, la expresión plástica. Es algo en lo que no reparamos porque segmentamos la enseñanza en compartimentos estancos. Uno da matemáticas, otro da biología, otro da castellano, otro música, otro profesor, visual y plástica...  Sin embargo, el ser humano no está compartimentado de ninguna manera. Es una falacia. Me explicaré. Yo suelo ponerles textos muy complejos desde primero de ESO como ejercicios de Comprensión Lectora. Me di cuenta que una cuestión fundamental, tras las preguntas de rigor, que era conveniente ver cómo ellos visualizaban plásticamente la historia o la escena. Y así introduje un recuadro en que ellos debían sintetizar dibujando cómo sentían esa situación. Además debían pintarlo. Era evidente que la comprensión del texto se expresaba mejor de algún modo con un dibujo coloreado. El alumno que había comprendido el texto lograba sintetizar con mayor fidelidad y libertad la historia. Yo no era profesor de dibujo, no era un elemento represivo de su libertad. Quería que dibujaran y pintaran sin miedo. Sintiéndose libres, disfrutando. Pero esto no es tan fácil como parece.



Un profesor de visual y plástica me comentaba hoy en una guardia de patio que los niños dibujan muchísimo durante su primera niñez, es un medio de expresión formidable que se cultiva en la escuela parvularia y primer ciclo de primaria. Sin embargo, cuando llegan a los diez y once años, todo esto se pierde. Mi compañero decía que esto ha sucedido siempre, que no es nuevo. El dibujo se pierde como medio expresivo. Los niños y púberes se cohíben y se inhiben perdiendo así esa primitiva libertad de dibujar y pintar espontáneamente y sin miedo. Dejan de dibujar. Solo una mínima expresión lo sigue haciendo y estos son los que, al cultivarlo, terminan haciéndolo bien, si no se convierten en relamidos y exhibicionistas.



He incorporado a mi didáctica un nuevo elemento. Hay una aplicación formidable que se llama VISUAL POETRY que permite construir poemas visuales a partir de textos de cualquier tipo. Solo hay que introducir el texto y empezar a dibujar. Se puede cambiar el tamaño de la letra, el color de la misma y el fondo (background). Les he propuesto algún poema de Bécquer y otro de Gloria Fuertes hasta ahora. A otro curso ha sido uno de Antonio Machado. La impresión que tienen cuando ven lo que se puede hacer es de fascinación. Tienen que hacer un poema visual con un poema determinado. No es tan fácil. La primera constatación que observo es que están inhibidos. Saben hacer algo siguiendo unas pautas pero no saben ser libres. Muchos se dedican a buscar modelos en google, generalmente estereotipados. Otros se quedan en blanco en estado de shock pues no saben qué hacer. Y así pasan los minutos totalmente bloqueados (o bloqueadas). Es tan fascinante lo que tienen delante que los atemoriza. Otros se lanzan pero es evidente que no tienen libre la imaginación, ni tienen concepción de los colores armónicos. Hoy le preguntaba a una alumna de excelente, que se sentía totalmente incapaz de hacer nada, si de pequeña ella dibujaba. Me ha dicho que muchísimo. Pues entonces quiero que te reencuentres con esa niña que eras y que te sientas libre para pintar, le he dicho. Creen que hay que hacer algo sofisticado y no se trata de eso. El dibujo naïf es el más hermoso que existe. Algunas niñas musulmanas tienen facilidad para ello y hacen cosas primorosas. Es como si estuvieran menos bloqueadas. Un pequeño número hacen dibujos muy hermosos. He puesto alguno en la cabecera del post. Es un problema de libertad y de desenvoltura de la inhibición. Además de una concepción armónica del espacio y una cierta comprensión de la armonía de color. No es necesario dibujar bien en el sentido estricto. Alguno me enseñaba dibujos que había hecho a mano que creía que eran buenos, pero eran demasiado estereotipados. La cuestión central está en una cierta ingenuidad no relamida. El dibujar muy bien puede ser un elemento que no necesariamente ayude. Picasso nos muestra en su evolución cómo pasó de un dibujo y pintura excelente a los dieciséis años a la libertad creadora de sus estadios posteriores. Más adelante comentó que le había costado toda su vida aprender a pintar como un niño.



Esto lo observo con auténtica sorpresa. No sé si el sistema educativo tiene esto en cuenta o si es también un factor coadyuvante en este fracaso colosal de la expresión plástica. Recuerdo que hace treinta años estuve pasando un mes en Balí, una isla en que buena parte de la población son artistas. Unos son actores, otros dibujantes y pintores otros danzantes, otros marionetistas, otros músicos ... Es una isla en que el arte forma parte de la  constitución cultural. Compré, en una salida que hice, un par de lienzos balineses pintados por un adolescente de quince años. Todavía los tengo en mi salón. Son bellísimos. Forman parte de la cultura tradicional que no escinde la educación artística ni hace que se inhiba la libertad creadora. Tampoco hay ese corte a los once años que se produce aquí.

Yo no tengo ni idea de dibujar pero me ejercito en formatos naïf haciendo exactamente lo que me sale sin pretender que sea bueno, solo dejando que el inconsciente funcione. Sé distinguir cuando hay verdadera libertad e inspiración en un dibujo que me muestran mis alumnos.


Hacer un poema visual es una tarea más compleja de lo que pueda parecer. Y no me parece que esto sea ajeno a un profesor de lengua castellana. 

Estos son algunos de los poemas visuales que he recibido hoy sobre un poema de Gloria Fuertes. 

miércoles, 16 de diciembre de 2015

El profesor, más cerca de Jung que de Freud...


Lo que he aprendido como profesor durante más de treinta años es sencillo: nunca estar satisfecho, nunca creer que se tienen todas las claves porque se tenga mucha experiencia en el tiempo. Un profesor es siempre un aprendiz en todos los sentidos. Su trabajo es evanescente. Es como trazar una línea en la arena junto al mar. Totalmente transitorio, precario, impredecible. El profesor debe ser una persona del tiempo que está viviendo. Esto es importante. No puede quedarse atrás por pereza o falta de ganas de adaptarse. Su trabajo exige una permanente adaptación al tiempo histórico y existencial del momento. Debe leer la prensa, conocer los avances de la ciencia, la cultura y la tecnología. Tener conciencia de los grandes desafíos de la humanidad, de sus lacras, de sus injusticias. Debería ser un hombre o mujer comprometido con su alumnado, con su realidad, con sus circunstancias, que se insertan en un momento dado de la historia. Y como todo momento de la historia es efímero. Su filosofía tiene más que ver con Heráclito que con Parménides. Todo está en perpetuo estado de transformación. Un día no es igual a otro día, un curso no es igual a otro curso, los adolescentes no son siempre iguales, los profesores no son siempre iguales a sí mismos. El profesor está mutando, igual que sus alumnos. La cuestión es sincronizar ambas mutaciones. Si se produce el encuentro, las cosas funcionarán por un tiempo. No es una garantía para nada. El profesor debe seguir buscando a los sujetos de su materia que no permanece estancada en un saber consensuado y fijo. No. 

"Las palabras que mejor definen la educación son dinamismo, cambio, transformación. Fuego".

El profesor y los alumnos son viajeros en el tiempo. No puede haber miradas atrás. No sirven. Solo miradas al presente para intentarlo comprender o, si no, al menos, acercarse a su latido. Miradas al presente y un presentimiento de futuro. ¿Qué es hoy? ¿Qué puede ser mañana? ¿Qué necesitarán estos muchachos en veinticinco años de lo que yo hoy les estoy ofreciendo? ¿Qué necesitan retener? ¿Acaso hay algo inmutable que deba ser para siempre? Sí, un instrumento, el lenguaje. Este sirve para abrir los ojos ante el mundo, para transformar lo dado en algo potencialmente deseable. El lenguaje en cualquiera de sus vertientes nos ayuda a desentrañar la madeja de la incertidumbre. Somos profesores de lenguaje, de lenguajes, en muchas áreas. Este es el instrumento de nuestra profesión. Atados al tiempo que no cesa. 

"Un profesor y un alumno se ligan espiritualmente en esa búsqueda incierta. Y utilizan el lenguaje para encontrarse. Dos perspectivas vitales distintas pero que logran sincronizarse en el frenético devenir de los días". 

No hay detención posible. Solo implementación de futuro en un construir instrumentos que nos liguen al cambio, imposible de detener. El profesor que se detenga, que no pueda seguir, quedará anclado a la pata de su cama. Y se perderá el horizonte de lo que vendrá. El profesor en cierta manera es un pequeño filósofo que no sabe solo de su materia sino que se interroga constantemente si es correcto lo que piensa. Vive en un proceso metacognitivo en que es también un salvaje que alienta a sus alumnos a danzar con el torso desnudo y antorchas encendidas en un rito de iniciación y gritos de esperanza en el amanecer que será siempre otro: ¿podría ser de otra manera? Los hombres salvajes y nosotros tenemos mucho en común, y esto debe proyectarse en nuestro modo de dar clase. La clase es una asamblea de emociones y el profesor abre su corazón y su mente delante de sus alumnos para que ellos también puedan hacerlo. En cierta manera es una tribu presocrática que celebra los rituales de hermandad en un conocimiento que se está transformando. Los guerreros necesitan elixir para seguir cazando en las llanuras que serán su futuro. El profesor no debe ser necesariamente un asceta ni una esfinge. No. El profesor también se unirá a la caza. Su acción se desarrolla por la exfluencia, un concepto que expresa la mezcla de tiempo y conocimiento mediante un proceso de acercamiento mutuo.

Ser profesor es un desafío, una forma de dar un hachazo a la selva primigenia donde todo estaba confuso y los seres humanos se hundían en las ciénagas. Hace milenios logramos salir de allí y desde entonces seguimos caminando de un anochecer a otro, de un día a otro, que nunca son iguales, que siempre tienen tonalidades distintas.

Estamos más cerca de Jung que de Freud. 

"Parece una situación sencilla esa de entrar en un aula y mirar a los ojos a los alumnos y decir... ¿decir qué?"


Eso debe ser diferente cada día, cada año, cada estación. El tren no se detiene y avanza implacable. Cuando se está cansado, uno debería irse a la montaña y dejarse devorar por las alimañas como en La balada de Narayama. Tal vez después del sueño, surja de nuevo la pasión de enseñar.

Selección de entradas en el blog