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domingo, 23 de febrero de 2020

Cartas de odio a un monstruo de tinta



El último año en que fui profesor de literatura -¡con qué nostalgia escribo esto!- tuve en bachillerato un grupo de once alumnos a los que recuerdo bien. A la mayoría la literatura les interesaba tanto como a los coyotes las aventuras de los pingüinos en la Antártida, es decir, no mucho. La literatura ha dado sentido a mi vida como lector y como profesor. Esto es una declaración de amor. Pues bien, en aquel grupo de despistados literarios había una alumna con la cabeza medio rapada que era la discreción en persona pero sus ojos durante las explicaciones brillaban. No lo entendía porque sus notas fueron medianas y en alguna evaluación suspendió. El promedio, no obstante, fue suficiente para pasar el curso con un 6.42. Al final, en las clases de preparación de las Pruebas de Acceso a la Universidad desapareció para mi desolación. Echaba en falta aquella mirada que ardía en las clases.


Volví a saber de ella por su perfil en Instagram. Mi exalumna era una mujer con un fuerte espíritu pero devorada por una lucha interior, lo que es lo mismo que decir que tenía un yo conflictivo, sujeto de fuertes tormentas íntimas. De hecho, firmaba sus escritos con el pseudónimo de “Tormenta literaria”. Leyéndola sin opinar –ahora era yo quien se mantenía en la sombra como cuando ella era alumna mía- tuve conciencia de sus desgarradores conflictos íntimos. Escribía poesía militante transgénero y era radicalmente feminista declarándose abiertamente, en conflicto con el contexto en el que se movía, como bisexual. Sus poemas cuando no eran militantes me gustaban, pero no los entendía cuando pugnaban por una identidad sexual que para mí era escasamente significativa, aunque me diera cuenta de que su poesía era pura sangre de su sangre –no sé si de su menstruación o de su torrente sanguíneo-. Andrea eligió Filología Hispánica y ahora está en cuarto curso tras algún hundimiento anímico que le hizo abandonar los estudios un año para recluirse desnortada y sola.

Hay artistas que lo son sin esfuerzo, son serenos y equilibrados, pero hay otros que lo son en medio de dramas internos potentísimos y extraordinariamente perturbadores. Andrea es de estos últimos. Su poesía es puro detritus de su alma convulsa y desafiante que se mueve entre profundas cavernas interiores. Pertenece a la estirpe de los malditos en literatura. No hago una valoración crítica de lo que escribe, solo tengo intuiciones y me interesa más lo no militante que lo abiertamente combativo. La poesía de combate raramente alcanza frutos destacables. Su poesía es turbia, sucia, ácida, violenta, como las aguas oscuras de un drama no resuelto.

Andrea me ha escrito –para mi sorpresa- y me da cuenta de la publicación de su primer libro de poesía, un poemario con nombre abiertamente oscuro, Cartas de odio a un monstruo de tinta. Me lo quería regalar dedicado, pero yo he preferido comprarlo por mi cuenta y que sea luego ella quien me lo firme y dedique en algún momento y así hablar con ella. Probablemente yo tuve algo que ver con su vocación filológica  y su amor por la literatura–algo que me admira y me inquieta dado mi escepticismo al respecto-. Su libro está en Amazon sin ningún problema, firmado por Tormenta literaria.

Muchas veces he fantaseado con la imagen de un exalumno/a novelista, pero ahora he encontrado algo que no me esperaba, una poeta que lucha por encontrar su lugar en el mundo inserta en ese conflicto insoluble del artista con la realidad que le rodea. Y eso no es lo más grave necesariamente porque el drama más hondo es con nosotros mismos. Con ella misma.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Neorrabioso y sus fobias


Para los que no lo conozcan, Neorrabioso es un fenómeno cultural –pequeño pero fenómeno-  que se puede seguir en su blog y a través de las redes sociales. Neorrabioso es un poeta urbano que va dejando sus versos en las paredes de Madrid así como en los cubos de basura del ayuntamiento, impregnando Madrid de su poética alternativa. Llevo tres meses siguiendo su blog que no permite comentarios. Neorrabioso publica entradas varias veces al día al ritmo de sus filias y sus fobias que al cabo de unos meses resultan ya muy conocidas para el lector. Mi post no será complaciente y pretende dar una respuesta, la que no puedo darle en su blog porque no permite comentarios, algo que deja en el ambiente un talante inseguro. Mi discurso es mío y los demás solo tienen derecho a leerme y escucharme.

Neorrabioso es la quintaesencia del pensamiento político correcto. Es una especie de héroe romántico perfecto. Rebelde, anarquista, individualista, antirracista, antifascista, feminista, multiculturalista…, odia occidente -aunque no renuncia a vivir en él- y ve la mediocridad ambiente de este país esencialmente inculto y racista, además de homófobo. Solo se salvan él y sus amigos africanos, saharauis, gays y lesbianas y algunas mujeres -chicas- que él adora como estrellas en el firmamento. Odia el nacionalismo, especialmente el español que él ve como profundamente negativo y reaccionario. No es igual de crítico con otros nacionalismos a los que no considera apenas. Es una especie de guerrillero urbano que se posiciona a favor de los débiles y condena profundamente toda la degeneración de nuestro país, mediocre y racista.

Va escribiendo sus versos en los cubos de basura, se considera un poeta del pueblo y vive en torno a ese delirio de grandeza su misión debeladora de los mitos de una sociedad despreciable desde la altura de su perspectiva radicalmente solitaria. Sin embargo, uno lee sus versos y no ve mucho apreciable en ellos, salvo un cierto ingenio con innegable ternura para las recurrentes imágenes  de su poética. El otro día leí que es necesario que surjan mil poetas para que haya uno verdadero, y él -opino- no es el Elegido. Sus poemas son esencialmente ingeniosos, imbuidos de un mesianismo congénito en que él se considera, en su soledad, un verdadero artista del siglo XXI del Madrid castizo. A sus cuarenta y cinco años hace tiempo que ya ha pasado la línea de la sombra de que hablaba Conrad, ya no es joven, pero tiene temperamento adulescente, el de esos cuarentañeros que siguen pensando en términos que parece que tuvieran dieciocho años. Vive con algunos gatos, su única compañía, y cada vez es más misántropo respecto a la gente. Vive con orgullo su soledad altiva pero sus publicaciones reflejan a un hombre inseguro que teme no ser adorado suficientemente por el pueblo al que defiende o por las mujeres. Mira cada día los que leen su blog y eso hace subir o bajar su autoestima. Tiene una biblioteca de la que va sacando fragmentos, espigados aquí o allí, para reflejar su cultura de hombre instruido y complejo. El lector puede seguir con curiosidad la serie de filias y fobias de este hombre singular pero al cabo de unos meses ya no hay deslumbramiento porque todo responde a un esquema no demasiado profundo por lo ostentoso y tópico que es en sus ideas. Yo lo leo cada día, esperando alguna sorpresa, pero hay pocas cosas que supongan reflexiones que pongan en cuestión su visión ya hecha del mundo, de la vida y la sociedad. Porque Neorrabioso es un influencer más de los que abundan en estas tierras. Es un producto más que no vende elementos de cosmética sino una forma de estar en el mundo, la suya que se nos impone sin lugar a dudas como auténtica y comprometida. Me recuerda paródicamente en su ensimismada autocontemplación la imagen de la pintura El caminante entre el mar de nubes de Caspar David Friedich.

Neorrabioso es absolutamente sincero, nos transmite sinceridad a raudales, sus discursos son extremadamente sinceros, salen de él como efluvios naturales -a veces con furia- de su mentalidad justiciera. Pero uno se pregunta si el arte, la poesía de verdad, es un producto que surja de la sinceridad o de un superego desmedido. Pienso que el poeta necesita algo de neutralidad, de entibiar su ego para no hacérsenos cargante y obsesivo, y algo de eso que se llama sugerencia, ambigüedad, tal vez humildad. Sus poemas son tiernos, ingeniosos y pretendidamente ideológicos, una suerte de luz y color en las calles de Madrid. Pero este héroe madrileño, de origen vasco, vive con pasmosa intensidad su misión y su rebeldía resentida, frutos de un delirio de libro.  No hay mayor propagandista de su ego que él mismo que intenta convencernos constantemente de su valor, su ingenio y su grandeza espiritual. Él está demasiado alto y desde esa altura contempla las calles de Madrid, España, Europa y el mundo. Es una especie de Guerrero del antifaz, pero en bueno, claro. 

No obstante, me cae bien. Uno puede seguir su aventura espiritual varias veces al día en directo por medio de sus perlas y mensajes, pero como no me deja contestarle en su blog, escribo en el mío esta sinopsis que espero que le llegue. Sé que no le gustará lo que he escrito pero lo he hecho también con absoluta sinceridad. Estoy seguro que mi entrada logrará nuevos lectores para su blog, que no está mal, créanme. Es egoico y obsesivo, muy sesgado hacia los tópicos progres, pero tiene algún interés. 

lunes, 10 de diciembre de 2018

La edad del resentimiento


Uno de los ensayos más esclarecedores que he leído hace un par de años, cuando fue publicado, es La edad de la ira del pensador indio Pancaj Mishra. En él, publicado tras la victoria de Trump en Estados Unidos y el referéndum del Brexit en el Reino Unido, se sostiene que las sociedades mundiales, de este a oeste, de norte a sur, están electrizadas por el sentimiento de ira contra los poderes establecidos, contra grupos sociales que se consideran antitéticos, contra la mundialización y el poder ilimitado del capitalismo, contra ideologías y movimientos que se perciben como amenazadores... Y así desde la India a Rusia, desde Argentina a Brasil donde ha triunfado un populista como Bolsonaro, desde Italia a Suecia, desde Cataluña a Andalucía, desde el Brexit inglés, surge inquietante un intenso resentimiento que desdeña los partidos tradicionales y apela a unos viscerales factores emocionales incontrolables que son el resentimiento y el miedo que son amplificados por las redes sociales de un modo devastador. El enemigo puede ser el capitalismo internacional, los bancos, las élites financieras, la desigualdad y la fragilidad de los más humildes, la inmigración masiva que se percibe como amenazadora, la penetración del islamismo en occidente, el machismo y la sociedad heteropatriarcal, la política establecida que se ve unida a los poderes fácticos, el fascismo que se percibe redivivo, el comunismo que renace de sus cenizas, el estado de Israel, la política americana… Este estado emocional surge impetuoso en forma de opciones políticas que expresan este resentimiento contra el poder -y la desigualdad- y erige líderes antipolíticos que hubieran sido inimaginables años antes de la crisis de 2008 en que el mundo era mucho más manejable a nivel político. 

Leo dos artículos en El País de estos días, uno de Daniel Innerarity, titulado Las voces de la ira, y otro de Javier MaríasFomento del resentimiento. Ambos desde reflexiones concomitantes dan cuenta del mismo fenómeno que hemos señalado. Nos sentimos amenazados y reaccionamos visceralmente, prescindiendo de los cauces de intermediación que establece la democracia, y, por otro lado, Javier Marías habla de ese rencor que se cultiva en unos contra otros y que es alimentado por una cultura del resentimiento. Así vemos en Francia, la revuelta de los chalecos amarillos que comenzó con una protesta contra el alza del precio del diésel que castiga a los trabajadores que dependen de sus vehículos para ir a trabajar en la Francia rural, y que se ha convertido en medio de la expresión de una ira agazapada contra el sistema político y financiero que hace sentir a la gente normal como excluida y olvidada en uno de los estados más proteccionistas del mundo, así como una rabia latente contra el presidente francés al que se ve como prepotente y altivo. El movimiento de los chalecos amarillos no sigue procedimientos democráticos pues Macron ha sido elegido democráticamente y se le está intentando hundir por todos los medios sin elecciones ni recursos propios del sistema representativo. 

En Andalucía acaba de hacer eclosión un estado de ánimo que ha alumbrado a Vox con una fuerza inesperada. Los calificativos que se le han dedicado no hacen retroceder a sus partidarios y el partido reconoce que está recibiendo mil afiliaciones diariamente que no respetan los sesudos análisis de los partidos institucionales o los columnistas de El País que lo califican de ultraderecha. En Vox hay elementos antipolíticos y populistas pero igualmente lo hay en Cataluña con la presencia de los CDR cortando autopistas, atacando sedes judiciales o haciendo escraches contra políticos no nacionalistas. El mismo presidente Torra es un agitador fuera de control, igual que su mentor Puigdemont en Bruselas. El independentismo ve en España un enemigo odioso al que hay que combatir sin respetar las reglas del juego, y en España brota impetuoso un sentimiento contrario de rebelión contra los nacionalismos y lo que se consideran privilegios de algunas regiones y la desigualdad que alienta el sistema autonómico. Podemos asimismo apareció tras el caldo de cultivo del movimiento 15M que fue una rebelión contra el poder de los bancos y el bipartidismo PPSOE reivindicando un populismo de límites imprecisos que choca frontalmente con las reacciones viscerales también antipolíticas que este está levantando en el campo de la derecha en todas sus vertientes de modo que la tensión y la confrontación política cada día es más intensa.  

La ira aparece por todas partes, sea en los granjeros del medio oeste que se ven desdeñados por las élites liberales y votan a Trump a pesar de la película de Michael Moore que ha fracasado en Estados Unidos –y Europa-; da igual que se sea pobre o rico; da igual que se sea mujer del movimiento Femen o Me Too que ve en cada hombre un objetivo a abatir; da igual que se sea hombre y se rebele contra la prepotencia del movimiento feminista o el creciente poder de la liga LGTB cuyos lobbies cada vez son más arrogantes; da igual que se sea animalista que ve en las corridas de toros un acto atroz de una crueldad terrible o se sea taurino que ve amenazado un arte y una cultura que encandiló a genios del arte, de Picasso a Lorca; da igual que se sea jubilado o joven sin trabajo; da igual que se sea musulmán que ve con odio a la sociedad occidental, atea y sin valores; da igual que se vea en la constante llegada de inmigrantes atravesando el Mediterráneo una amenaza para Europa, pobre en natalidad frente a los vientres islámicos que se reproducen geométricamente; da igual ser africano que no acepta su postración en la historia y recuerda el pasado esclavista y quiere emigrar a Europa que blanco que ve en la invasión un peligro letal para este continente; da igual si se es ruso o ucraniano o nacionalista indio o acaso budista en Myanmar contra los rohingya que son masacrados; da igual que se sea obrero que vota a Le Pen en Francia o a Salviani en Italia o a la derecha radical en Suecia contra la inmigración… Da igual, todos nos defendemos contra algo y sentimos un íntimo resentimiento y miedo contra un determinado estado de cosas que consideramos amenazador y violento. Sentimos que la democracia no es garante de nuestro derechos de los que nos vemos excluidos y se acude a opciones antipolíticas que no encajan en el sistema democrático tradicional. Muchísimos se sienten excluidos y alimentan sus brasas de ira y miedo contra algo o contra alguien, y la tecnología -su gigantesca eclosión coincide con la de la crisis de 2008- amplifica, con sus mensajes simplistas y demagógicos, la estabilidad de los sistemas políticos. 

Lo más sorprendente es que vivimos en el mundo mejor de la historia, en que ha retrocedido la pobreza más extrema, en que los derechos sociales son más respetados que nunca antes, en que las guerras son escasas respecto a épocas pasadas, en que la medicina ha hecho avances gigantescos...  El liberalismo ha creado un mundo que no tiene parangón con el del pasado asolado por guerras terribles, hambrunas y desastres humanos, pero a la vez se ha convertido en profundamente desigual y ha alumbrado una creciente marea de miedos, resentimientos y aspiraciones legítimas o no que amenazan la estabilidad del sistema abocado a populismos de perspectivas muy peligrosas. ¿Se imaginan una nueva crisis mundial, en el terreno capitalista y financiero, en este estado de cosas?




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