Blog poliédrico que no cree que haya una versión canónica de la realidad y que asume la contradicción flagrante como sistema de interpretación del mundo.
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lunes, 25 de mayo de 2020
La vida como obra de arte
La cita son palabras del filósofo Michel Foucault.
Quizá el pensamiento de Foucault sea muy elevado y no logre captarlo en su total esencia, pero no necesito que mi vida sea una obra de arte, necesito "saber vivirla", que a eso si que se le puede denominar arte.
Nunca hubiera pensado en una pregunta semejante. Es cuanto menos curiosa. salut
La idea de Foucault me llamó enseguida la atención y la subrayé. Es cierto que es una pregunta extraña. Hacer de la propia vida una obra de arte. Sugieres que "saber vivirla" ya es una cierta dimensión artística. ¿Qué es saber vivir la vida? A veces he oído la expresión "tú sí que sabes vivir bien", refiriéndose a una vida cómoda, festiva, placentera, pero no sé si es exactamente a lo que te refieres. ¿Qué es saber vivir la vida? Yo no lo tengo claro. ¿Vivirla con ética, con decoro, con dignidad? ¿Saber enfrentarse a las adversidades de la vida sin perder la compostura? En los funerales cuando hay algunos parlamentos, se exaltan las virtudes de los finados. Algunos parecen héroes de nuestro tiempo por su bondad, su cultura, su dignidad, su entereza, su sentido del humor o de la amistad, se alaba su inteligencia... En definitiva, una obra de arte es algo muy complejo: hay arte clásico y arte contemporáneo en que una pared pintada de negro se concibe como obra de arte, o un huevo frito en un plato, o un urinario... Probablemente Foucault se refería a que una vida, como tal obra de arte, es algo que merece ser contemplado y admirado, que sirva de inspiración. No sé si él lo consiguió con su vida. Si uno lee la Wikipedia ve a un filósofo activista muy complejo e interesante. Uno de sus errores de cálculo fueron las alabanzas desmedidas a la revolución iraní y al ayatolá Jomeini. Es tan difícil evaluar el peso de una vida... Dicen que Dios tras la muerte hace pesar nuestra vida para ver qué lugar hemos de ocupar en la eternidad. En cuanto a dimensión artística, no sé si Dios también hará una crítica al respecto... La cuestión es interesante... Un abrazo.
En esta extraña galaxia que habitamos hay estrellas de compacta materia que apenas unos gramos pesan más que una montaña de los Alpes. Con el arte sucede lo mismo. Una simple imagen, un cuadro, un pequeño párrafo tiene más belleza, densidad y sabiduría que la obra completa de ese artista...también la vida. No importa la idea en sí sino lo que provoca en nosotros. Saludos
Había una cierta tendencia de la contracultura en que se nos venía a decir que todos éramos artistas pero vivíamos reprimidos, sin conocer nuestro potencial artístico y dichas tendencias anarquistas promovían que descubriéramos el artista que llevamos dentro... Hoy vemos estas ideas como bastante ingenuas. La mayoría de las personas son bastante grises, somos quiero decir, tal vez hay instantes de nuestra vida que alcanzan algo de dimensión artística, aunque todo depende de cómo se vivan esos instantes... lo que provocan en nosotros, como dices tú, aunque nadie fuera de nosotros los contemple. Se puede ser un artista y no ser reconocido por la sociedad, claro. Me pregunto cuántas vidas tendrán esa dimensión -el problema es conocerlas-. Aunque es una era de las redes sociales en que se publicita todo, a la vez, todo se ha trivializado. Siento que se ha perdido en buena parte la capacidad de gozar de lo artístico, añado escépticamente. Saludos.
Pues mi vida si es una obra de arte, hay gente que la comprende y otros no. Los que no la ven así, como una excelsa obra artística, en realidad no entienden nada de arte y es que hay mucho "indocumentado" por ahí... (ejem, ejem) me ha entrado algo de tos.. Un saludo
Y tienes razón, si lees el texto largo de un par de comentarios que hay abajo, advertirás que esa conversión de la vida en arte se puede hacer por medio de la adquisición de la cultura. Tú eres vendedor de camiones pero un vendedor de camiones algo especial o muy especial, eres un hombre que lee mucho, que da un valor enorme a la cultura empezando por Descartes y todo lo que lees. La cultura es inmortal para los griegos. El aporte que da a tu vida la cultura es muy importante, te hace distinguirte de muchas otras personas que tienes a tu alrededor. No andabas tan desencaminado cuando reclamas -humorísticamente- para ti la categoría de artista o de que tu vida es artística. Un saludo.
Las preguntas del fragmento son originales, creativas (por cierto, una cualidad artística).
Me gustan, encuentro muy estimulantes esas preguntas introducidas por la premisa ¿por qué no (…)?, plantean supuestos en los que apenas hemos pensado o considerado, no dan por sentado que toda vida es una obra de arte, en nuestro planeta somos 7.700 millones de habitantes, no hay 7.700 millones de artisas, como tampoco hay 7.700 millones de camareros, o de radiólogos, sencillamente se interrogan sobre una posibilidad apenas reflexionada y, precisamente, nos invita a ello.
Por eso le respondo a Miquel que, aún no necesitando que su vida sea una obra de arte, como probablemente pensamos la mayoría de nosotros sobre nuestras vidas (yo coincido con Miquel), la cuestión es otra; Focault te diría: -sí ,muy bien, ya sé que no necesitas que tu vida sea una obra de arte (incluso él podría decir que la suya tampoco), pero si un lámpara puede ser una obra de arte… ¿por qué no podría serlo una vida?-.
Y, a partir de ahí, no queda otra que pensar sobre esa posibilidad… a ver hasta donde pueden llevarte tus reflexiones sobre una posibilidad que, a priori, descartaríamos. Ese es el trabajo de un buen filósofo, desbaratarte todos los apriorismos.
Un abrazo, Joselu, siempre selectivo con esas letras blancas sobre el fondo negro.
Ante el eclipse de la vida ciudadana, ciertas personas decidieron dedicar sus energías a aprender; a educarse con la esperanza de permanecer libres e independientes en un mundo sometido; a desarrollar hasta el máximo posible todos sus talentos; a conseguir la mejor versión posible de sí mismos; a modelar su interior como una estatua; a hacer de su propia vida una obra de arte. Era la estética de la existencia que tanto impresionó a Michel Foucault cuando estudiaba a los griegos para su Historia de la sexualidad. En la última entrevista que concedió, fascinado por esta idea antigua, Foucault dijo: «Me llama la atención el hecho de que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que atañe a los objetos y no a la vida ni a los individuos. ¿Por qué un hombre cualquiera no puede hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué una determinada lámpara o una casa pueden ser obras de arte y no puede serlo mi vida?». Aunque esta idea no era nueva, en la época helenística se convirtió en un refugio para los desorientados huérfanos de las libertades perdidas. En ese periodo, la paideía —en griego, «educación»— se transforma para algunos en la única tarea a la que merece la pena consagrarse en la vida. El significado de la palabra se va enriqueciendo, y, cuando romanos como Varrón o Cicerón necesitan traducirla al latín, eligen el término humanitas. Es el punto de partida del humanismo europeo y sus irradiaciones posteriores. Los ecos de esta constelación de palabras no se han apagado todavía. La Enciclopedia ilustrada rescató la antigua paideía —que desciende de la expresión en kýklos paideía—, que todavía hoy resuena en el experimento global y políglota de la Wikipedia. A veces se olvida que esta antigua fe en la cultura nació como un credo religioso, con su lado místico y su promesa de salvación. Los fieles creían que, en la vida de ultratumba, las almas de los elegidos vivirían en praderas regadas por frescos manantiales donde habría teatros para los poetas, coros de danza, conciertos y coloquios alrededor de la mesa de eternos banquetes —en este caso, regados con vino generoso—. Sería un lugar celestial para los filósofos más charlatanes: allí nadie se irritaría con ellos ni les pediría que cerrasen la boca de una vez. Por eso encontramos en tantos monumentos funerarios —epitafios, bajorrelieves o estatuas— el recuerdo de la cultura de los difuntos. Se despiden de la existencia terrenal con la pose de hombres de letras, oradores, filósofos, aficionados al arte o músicos. Esas tumbas no pertenecen, como se creía en un principio, a intelectuales de oficio, profesores o artistas. Ahora sabemos que, en la mayoría de los casos, eran comerciantes, médicos o funcionarios. Pero querían ser recordados por un único motivo: porque se iniciaron en la labor de la inteligencia y las virguerías del arte, saberes protegidos por las musas. «Lo único que merece la pena es la educación —escribe en el siglo II un seguidor de este culto—. Todos los otros bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño. Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados. La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da. La gloria es inestable. La belleza es efímera; la salud, inconstante. La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez. La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría. Ni siquiera la guerra que, como un torrente, todo lo barre y arrastra, puede quitarte lo que sabes». Las antiguas creencias se habían desmoronado, pero a cambio la inmortalidad se ponía al alcance de todos, a través de la cultura, la palabra y los libros. No olvidemos que el Museo de Alejandría, al que pertenecía la Gran Biblioteca, era un templo donde un sacerdote oficiaba los rituales de las musas. Es enternecedor pensar en aquellos griegos que soñaron con llamar a las puertas del cielo empuñando sus rollos.
Acabo de leer una frase (casualidad ?) de Dalí al que están entrevistando en Nueva York, allá por 1934. Le preguntan : ¿qué es arte?; él contesta: arte soy yo.
Quizá aquí está la respuesta. Él se consideraba arte, así sin más. Yo considero obra de arte el pensamiento de Vicente Ferrer, el llevarlo a la práctica, con su alejamiento a las reglas de la órden de la comunidad cristiana a la que pertenecía, pero sin dejar atrás los parias que tenía que convertir, a los que no convirtió, por cierto, sino que comulgó en simbosis con ellos. Y creo que comulgar de forma humana con la primera de Juan 4:8, es muy, muy complejo, y que hay quien humanamente lo hace posible, y a eso, personalmente le llamo arte, el arte de vivir, de saber vivir, de aprovechar el tiempo escaso por cierto, que te ofrece la vida, y que si no lo haces, esto viene a colación con la entrada de ayer, lo único que haces es mentir, sobrellevar el peso de la mentira, sonreír para no amargar por tu cobardía a la persona que siempre te ha acompañado por no haber hecho lo que que realmente querías hacer, y eso se llama disimular, pasar por la vida con buenas intenciones esperando la jubilación con la tristeza de que ya no harás aquello que en realidad podías haber hecho.
Gracias, Joselu. Había captado la intencionalidad del texto, a donde quería llegar yo, o lo que pretendía, era resaltar la pertinencia de hacerse este tipo de preguntas u otras por el estilo sobre aspectos en los que no reparamos.
En cualquier caso, mi perspectiva se ha ensanchado con ese contexto que añades, agradecido por ello. Abrazo!
Miquel, no podías haber puesto un ejemplo mejor para ejemplificar lo que es una vida convertida en arte. Tal vez Dalí, un hombre, por otra parte poco admirable; pero totalmente de acuerdo en la mención de Vicente Ferrer. Lo que hizo este hombre es inmenso. Parece mentira que una sola vida haya dado para levantar la obra de amor y solidaridad que llevó a cabo. Hay vidas y vidas, de eso no cabe duda. Salut.
No te había contestado antes porque quería añadir el contexto para ti y para todos los que pasen por aquí, pero tu intervención sobre la pertinencia de hacerse preguntas, me ha parecido oportunísima. De hecho, lo que distingue a las grandes mentes pensantes no es tanto la de encontrar respuestas -estas llegan tarde o temprano- sino algo mucho más difícil que es la de plantear preguntas que den en la diana. Y hoy la pregunta de Foucault nos está haciendo pensar a todos. Me gusta. Abrazo también para ti.
Quizá el pensamiento de Foucault sea muy elevado y no logre captarlo en su total esencia, pero no necesito que mi vida sea una obra de arte, necesito "saber vivirla", que a eso si que se le puede denominar arte.
ResponderEliminarNunca hubiera pensado en una pregunta semejante. Es cuanto menos curiosa.
salut
La idea de Foucault me llamó enseguida la atención y la subrayé. Es cierto que es una pregunta extraña. Hacer de la propia vida una obra de arte. Sugieres que "saber vivirla" ya es una cierta dimensión artística. ¿Qué es saber vivir la vida? A veces he oído la expresión "tú sí que sabes vivir bien", refiriéndose a una vida cómoda, festiva, placentera, pero no sé si es exactamente a lo que te refieres. ¿Qué es saber vivir la vida? Yo no lo tengo claro. ¿Vivirla con ética, con decoro, con dignidad? ¿Saber enfrentarse a las adversidades de la vida sin perder la compostura? En los funerales cuando hay algunos parlamentos, se exaltan las virtudes de los finados. Algunos parecen héroes de nuestro tiempo por su bondad, su cultura, su dignidad, su entereza, su sentido del humor o de la amistad, se alaba su inteligencia... En definitiva, una obra de arte es algo muy complejo: hay arte clásico y arte contemporáneo en que una pared pintada de negro se concibe como obra de arte, o un huevo frito en un plato, o un urinario... Probablemente Foucault se refería a que una vida, como tal obra de arte, es algo que merece ser contemplado y admirado, que sirva de inspiración. No sé si él lo consiguió con su vida. Si uno lee la Wikipedia ve a un filósofo activista muy complejo e interesante. Uno de sus errores de cálculo fueron las alabanzas desmedidas a la revolución iraní y al ayatolá Jomeini. Es tan difícil evaluar el peso de una vida... Dicen que Dios tras la muerte hace pesar nuestra vida para ver qué lugar hemos de ocupar en la eternidad. En cuanto a dimensión artística, no sé si Dios también hará una crítica al respecto... La cuestión es interesante... Un abrazo.
EliminarEn esta extraña galaxia que habitamos hay estrellas de compacta materia que apenas unos gramos pesan más que una montaña de los Alpes. Con el arte sucede lo mismo. Una simple imagen, un cuadro, un pequeño párrafo tiene más belleza, densidad y sabiduría que la obra completa de ese artista...también la vida. No importa la idea en sí sino lo que provoca en nosotros.
ResponderEliminarSaludos
Había una cierta tendencia de la contracultura en que se nos venía a decir que todos éramos artistas pero vivíamos reprimidos, sin conocer nuestro potencial artístico y dichas tendencias anarquistas promovían que descubriéramos el artista que llevamos dentro... Hoy vemos estas ideas como bastante ingenuas. La mayoría de las personas son bastante grises, somos quiero decir, tal vez hay instantes de nuestra vida que alcanzan algo de dimensión artística, aunque todo depende de cómo se vivan esos instantes... lo que provocan en nosotros, como dices tú, aunque nadie fuera de nosotros los contemple. Se puede ser un artista y no ser reconocido por la sociedad, claro. Me pregunto cuántas vidas tendrán esa dimensión -el problema es conocerlas-. Aunque es una era de las redes sociales en que se publicita todo, a la vez, todo se ha trivializado. Siento que se ha perdido en buena parte la capacidad de gozar de lo artístico, añado escépticamente. Saludos.
EliminarPues mi vida si es una obra de arte, hay gente que la comprende y otros no. Los que no la ven así, como una excelsa obra artística, en realidad no entienden nada de arte y es que hay mucho "indocumentado" por ahí...
ResponderEliminar(ejem, ejem) me ha entrado algo de tos..
Un saludo
Y tienes razón, si lees el texto largo de un par de comentarios que hay abajo, advertirás que esa conversión de la vida en arte se puede hacer por medio de la adquisición de la cultura. Tú eres vendedor de camiones pero un vendedor de camiones algo especial o muy especial, eres un hombre que lee mucho, que da un valor enorme a la cultura empezando por Descartes y todo lo que lees. La cultura es inmortal para los griegos. El aporte que da a tu vida la cultura es muy importante, te hace distinguirte de muchas otras personas que tienes a tu alrededor. No andabas tan desencaminado cuando reclamas -humorísticamente- para ti la categoría de artista o de que tu vida es artística. Un saludo.
EliminarLas preguntas del fragmento son originales, creativas (por cierto, una cualidad artística).
ResponderEliminarMe gustan, encuentro muy estimulantes esas preguntas introducidas por la premisa ¿por qué no (…)?, plantean supuestos en los que apenas hemos pensado o considerado, no dan por sentado que toda vida es una obra de arte, en nuestro planeta somos 7.700 millones de habitantes, no hay 7.700 millones de artisas, como tampoco hay 7.700 millones de camareros, o de radiólogos, sencillamente se interrogan sobre una posibilidad apenas reflexionada y, precisamente, nos invita a ello.
Por eso le respondo a Miquel que, aún no necesitando que su vida sea una obra de arte, como probablemente pensamos la mayoría de nosotros sobre nuestras vidas (yo coincido con Miquel), la cuestión es otra; Focault te diría: -sí ,muy bien, ya sé que no necesitas que tu vida sea una obra de arte (incluso él podría decir que la suya tampoco), pero si un lámpara puede ser una obra de arte… ¿por qué no podría serlo una vida?-.
Y, a partir de ahí, no queda otra que pensar sobre esa posibilidad… a ver hasta donde pueden llevarte tus reflexiones sobre una posibilidad que, a priori, descartaríamos. Ese es el trabajo de un buen filósofo, desbaratarte todos los apriorismos.
Un abrazo, Joselu, siempre selectivo con esas letras blancas sobre el fondo negro.
Ante el eclipse de la vida ciudadana, ciertas personas decidieron dedicar sus energías a aprender; a educarse con la esperanza de permanecer libres e independientes en un mundo sometido; a desarrollar hasta el máximo posible todos sus talentos; a conseguir la mejor versión posible de sí mismos; a modelar su interior como una estatua; a hacer de su propia vida una obra de arte. Era la estética de la existencia que tanto impresionó a Michel Foucault cuando estudiaba a los griegos para su Historia de la sexualidad. En la última entrevista que concedió, fascinado por esta idea antigua, Foucault dijo: «Me llama la atención el hecho de que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que atañe a los objetos y no a la vida ni a los individuos. ¿Por qué un hombre cualquiera no puede hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué una determinada lámpara o una casa pueden ser obras de arte y no puede serlo mi vida?». Aunque esta idea no era nueva, en la época helenística se convirtió en un refugio para los desorientados huérfanos de las libertades perdidas. En ese periodo, la paideía —en griego, «educación»— se transforma para algunos en la única tarea a la que merece la pena consagrarse en la vida. El significado de la palabra se va enriqueciendo, y, cuando romanos como Varrón o Cicerón necesitan traducirla al latín, eligen el término humanitas. Es el punto de partida del humanismo europeo y sus irradiaciones posteriores. Los ecos de esta constelación de palabras no se han apagado todavía. La Enciclopedia ilustrada rescató la antigua paideía —que desciende de la expresión en kýklos paideía—, que todavía hoy resuena en el experimento global y políglota de la Wikipedia. A veces se olvida que esta antigua fe en la cultura nació como un credo religioso, con su lado místico y su promesa de salvación. Los fieles creían que, en la vida de ultratumba, las almas de los elegidos vivirían en praderas regadas por frescos manantiales donde habría teatros para los poetas, coros de danza, conciertos y coloquios alrededor de la mesa de eternos banquetes —en este caso, regados con vino generoso—. Sería un lugar celestial para los filósofos más charlatanes: allí nadie se irritaría con ellos ni les pediría que cerrasen la boca de una vez. Por eso encontramos en tantos monumentos funerarios —epitafios, bajorrelieves o estatuas— el recuerdo de la cultura de los difuntos. Se despiden de la existencia terrenal con la pose de hombres de letras, oradores, filósofos, aficionados al arte o músicos. Esas tumbas no pertenecen, como se creía en un principio, a intelectuales de oficio, profesores o artistas. Ahora sabemos que, en la mayoría de los casos, eran comerciantes, médicos o funcionarios. Pero querían ser recordados por un único motivo: porque se iniciaron en la labor de la inteligencia y las virguerías del arte, saberes protegidos por las musas. «Lo único que merece la pena es la educación —escribe en el siglo II un seguidor de este culto—. Todos los otros bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño. Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados. La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da. La gloria es inestable. La belleza es efímera; la salud, inconstante. La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez. La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría. Ni siquiera la guerra que, como un torrente, todo lo barre y arrastra, puede quitarte lo que sabes». Las antiguas creencias se habían desmoronado, pero a cambio la inmortalidad se ponía al alcance de todos, a través de la cultura, la palabra y los libros. No olvidemos que el Museo de Alejandría, al que pertenecía la Gran Biblioteca, era un templo donde un sacerdote oficiaba los rituales de las musas. Es enternecedor pensar en aquellos griegos que soñaron con llamar a las puertas del cielo empuñando sus rollos.
EliminarPaco, te he dejado el contexto de dónde he extraído la cita. Ayuda a comprenderla.
EliminarAcabo de leer una frase (casualidad ?) de Dalí al que están entrevistando en Nueva York, allá por 1934.
EliminarLe preguntan : ¿qué es arte?; él contesta: arte soy yo.
Quizá aquí está la respuesta. Él se consideraba arte, así sin más.
Yo considero obra de arte el pensamiento de Vicente Ferrer, el llevarlo a la práctica, con su alejamiento a las reglas de la órden de la comunidad cristiana a la que pertenecía, pero sin dejar atrás los parias que tenía que convertir, a los que no convirtió, por cierto, sino que comulgó en simbosis con ellos. Y creo que comulgar de forma humana con la primera de Juan 4:8, es muy, muy complejo, y que hay quien humanamente lo hace posible, y a eso, personalmente le llamo arte, el arte de vivir, de saber vivir, de aprovechar el tiempo escaso por cierto, que te ofrece la vida, y que si no lo haces, esto viene a colación con la entrada de ayer, lo único que haces es mentir, sobrellevar el peso de la mentira, sonreír para no amargar por tu cobardía a la persona que siempre te ha acompañado por no haber hecho lo que que realmente querías hacer, y eso se llama disimular, pasar por la vida con buenas intenciones esperando la jubilación con la tristeza de que ya no harás aquello que en realidad podías haber hecho.
Salut
Gracias, Joselu. Había captado la intencionalidad del texto, a donde quería llegar yo, o lo que pretendía, era resaltar la pertinencia de hacerse este tipo de preguntas u otras por el estilo sobre aspectos en los que no reparamos.
EliminarEn cualquier caso, mi perspectiva se ha ensanchado con ese contexto que añades, agradecido por ello.
Abrazo!
Miquel, no podías haber puesto un ejemplo mejor para ejemplificar lo que es una vida convertida en arte. Tal vez Dalí, un hombre, por otra parte poco admirable; pero totalmente de acuerdo en la mención de Vicente Ferrer. Lo que hizo este hombre es inmenso. Parece mentira que una sola vida haya dado para levantar la obra de amor y solidaridad que llevó a cabo. Hay vidas y vidas, de eso no cabe duda. Salut.
EliminarJeje, sin querer he contestado a Miquel, bueno, ya nos entendemos. Por cierto, magnífico ese ejemplo de Dalí.
ResponderEliminarNo te había contestado antes porque quería añadir el contexto para ti y para todos los que pasen por aquí, pero tu intervención sobre la pertinencia de hacerse preguntas, me ha parecido oportunísima. De hecho, lo que distingue a las grandes mentes pensantes no es tanto la de encontrar respuestas -estas llegan tarde o temprano- sino algo mucho más difícil que es la de plantear preguntas que den en la diana. Y hoy la pregunta de Foucault nos está haciendo pensar a todos. Me gusta. Abrazo también para ti.
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