Viendo por segunda vez en
tres días Nomadland he tenido ocasión
de revivir escenas muy poderosas de la misma. Quiero traer una de ellas que
generó en mí vivas emociones que me llevaron a mi infancia, adolescencia y juventud.
Es un fuego de campamento de los nómadas que se juntan cada cierto tiempo en
el desierto de Arizona. Hay un grupo nutrido de camperos que se sientan en
círculo en torno a un gran fuego que los tiene a todos hechizados por su magia.
Y el líder, de larga barba blanca, les habla de lo que significa estar allí
aquella noche. Y, a modo de la madalena de Proust, aquella fogata me llevó a
noches acampado en el Pirineo con compañeros y amigos donde montábamos un hogar
con piedras e íbamos a buscar leña en los alrededores. Tras la cena, nos
juntábamos allí todos alrededor del fuego y siempre había alguno que tocaba la
armónica o la guitarra y cantábamos con alegría impregnados del ambiente ígneo que
nos cautivaba y conectaba con algunas áreas misteriosas de la psique de raíz
mística. Recuerdo estas noches con íntima nostalgia. Desde hace muchísimos años
está prohibida la acampada libre y mucho menos hacer fuego por más precauciones
que se tomen al respecto. Yo no supe nunca que aquellos fuegos de campamento
produjeran ningún incendio ya que éramos responsables y amábamos el bosque
profundamente.
Mis hijas no sabrán nunca
lo que es la acampada libre ni un fuego de campamento y tampoco lo sabrán los
adolescentes actuales que se perderán algo cuya fuerza dramática es de una
dimensión tal que lo hace inolvidable en la memoria de quien vivió aquello. El
pasado es el que es, pero pienso que si bien hemos ganado en artefactos
maravillosos que nos ocupan buena parte del día, hemos perdido otras cosas de
valor incalculable. Y sé que ya no volverán a ser posibles nunca más. Tal vez
en Estados Unidos o en otros países sea una posibilidad tomando muchas
precauciones que entiendo por supuesto. Ayer viendo la película que no me
molestaría ver por tercera vez, sentí una íntima zozobra al ver aquel fuego que
sé que nunca ya más veré en mi vida, ni mis hijas. Una pena.
Tienes razón en lo que dices, esa experiencia vivida por nosotros les ha sido negada a nuestros hijos. Cuando creo que con gente responsable tendría que ser posible, pero eso es otra historia.
ResponderEliminarSaludos.
Entiendo que en los años sesenta y setenta los que salían al monte eran los llamados montañeros, no era una actividad masiva, y aquellos eran enormemente respetuosos con la montaña y la naturaleza. En las últimas décadas todo se ha extendido y sin duda sale a la montaña todo quisqui y muchos no son ni respetuosos ni cuidadosos de forma que dejan desechos de todo tipo. Es normal que se prohíba la acampada libre y los fuegos pero no deja de ser una pérdida irreparable para los verdaderos amantes del monte, que era un amor que se transmitía. Lo recuerdo bien. Saludos.
EliminarTe doy toda la razón del mundo y no quito un ápice a lo que dices.
ResponderEliminarLa primera vez que fui de acampada tenía no mas de diez y seis años. Alquilamos una tienda en la calle Vilamarit, cerca plaza España, era la única que alquilaba tiendas en aquel entonces, y una lámpara Butsir de camping gas.
Fuimos tres amigos a Aiguafreda, en tren, caminamos hasta el pueblo, entramos por la Fuente de los Enamorados, a orillas de la riera de Martinet, una hora de camino hacia dentro del corredor, y allí pasamos una noche inolvidable.
Hoy en día sería imposible. Todo eso que nuestra juventud se pierde.
Un abrazo
Recuerdo la emoción que nos invadía cuando íbamos a pasar unas noches al monte, tenía una mística e implicaba una comunión con la naturalez que solo sigue existiendo en un muy reducido número de auténticos montañeros que sigue habiendo pero de modo reducido. El respeto a la montaña era sagrado. Un abrazo, Miquel.
EliminarAfortundamente, Joselu, he disfrutado de esas veladas e incluso he hecho el zonzo, como dicen en Argentina, contando historias de miedo,mientras el fuego al azar, espolvoreaba las sombras chinescas de nosotros mismos. Es el desapego cada vez mayor del hombre con la naturaleza, como si fuera una criatura aparte, y la sacralizacion de la misma como si fuera un museo, distante de nosotros. Philip K. Dick lo predijo en su famosa novela, Sueñan los androides con ovejas eléctricas. El protagonista, hace mucho que la leí, estaba obsesionado con poseer una verdadera mascota. No un engendro robótico, pues las vivas era una excepción. ¿Era una forma de desconectarnos de nuestro ser más primitivo y para no desarrollar afectos en la sociedad del futuro?
ResponderEliminarRecuerdo también las entrevistas al gran guionista y sobre todo maravilloso novelista mexicano, Guillermo Arriaga.Hemos disfrutado dramas suyos en la gran pantalla y casi todas entrevistas tienen el mismo corolario. Por qué cazaba con arco. Y reponia lo mismo, para no perder esa comunión con el medio natural. Que a nosotros nos ha sido vedada. Y eso que a mí no me gusta la caza, pero en las fuerzas de las pupilas de Arriaga, vi a ese animal que se nos ha olvidado que somos. Yo soy un defensor a ultranza de la naturaleza.¿Aunque no nos alienará mas la comida sintética? Recuerdo otra vez que uno de los hijos de nuestra pandilla, se subió a un pino y una mujer vino alarmada, diciendo que no se debían maltratar a los seres vivos. Que al pino le pesaban los niños. Entornamos el rostro al afanoso árbol, al que no permitiríamos ningún quebranto, y se me ocurrió que nosotros provenimos. Otra cosa sería reducir el impacto brutal de otras actividades humanas. En fin, como siempre, nos pones ante nuestro espejo y razono como una metralleta. Espero que alguna bala tenga sentido. Un placer leerte, Joselu.
Tienes razón, con la vulgarización y extensión de todo se ha ido extinguiendo el amor por la naturaleza, la comunión con ella. Leo con sumo interés tus experiencias con el fuego en Argentina en esas noches inolvidables de misterio y compañerismo. Sin duda, nos hemos ido alejando de experiencias místicas como las que contamos. El ser humano se ha hecho a realidades sintéticas y pierde el hilo de lo auténtico y natural. El hecho de que nos pasemos el día aferrados a pantallas líquidas en lugar de mirar lo que nos rodea nos aliena de la realidad real y concreta que se ha ido alejando de nosotros. Cuando yo era niño la realidad que nos rodeaba era potentísima y los ojos infantiles no dejaban de alimentarse de ella. Por contra, ahora tenemos una medicina y una cirugía infinitamente más eficaces -leo estos días una biografía del cáncer- y me doy cuenta de que ahora nuestras vidas están mucho más protegidas pero a cambio de una experiencia vital plástica y sintética que retrae la percepción de lo místico y sagrado. Bien traída la referencia al cazador con flechas de Guillermo Arriaga porque he pensado muchas veces ¿qué valor tiene cazar a una pieza con un rifle de mira telescópica? Curiosamente, esta reflexión sobre el fuego atrae otras también interesantes. Muchas gracias por tu comentario, Sergio.
EliminarAiinss… las hogueras al raso y los amigos reunidos junto al fuego, en esos momentos de fogatas y acampadas residen algunos de mis recuerdos más memorables, gratísimos.
ResponderEliminarTienen esas hogueras mucho de liturgia ancestral, el fuego de una lumbre nos hace reencontrarnos con nuestro yo primigenio, todos miramos ensimismados la fogata, hipnotizados ante el crepitar de las ascuas. Sin duda son escenas que nos conectan con el ser primitivo que habita en nosotros. La propia palabra hogar está íntimamente vinculada al vocablo hoguera; hogar era el lugar de la casa en donde se encendía el fuego.
Alrededor de una hoguera, Joselu, se han contado los cuentos y leyendas que los mayores transmitían a los niños, ahí están los ancestros de la literatura.
¿Se habrá perdido esa magia?
Un fuerte abrazo, Joselu.
Una sugerente ilación de ideas: liturgia ancestral, yo primigenio, ensimismamiento, hipnosis, ser primitivo... Todo ello cierto, Paco. El contemplar el fuego es uno de mis mitos no realizados, eso y tener una casa desde la que contemplar los atardeceres, pero vivo en un edificio rodeado de otros y no tengo ninguna perspectiva, ni posibilidad de una chimenea, que dicho sea de paso, sería inútil pues por aquí nunca hace frío. El fuego me hipnotiza. Nos hipnotiza. Y sí, mucha parte de la historia de la literatura ha sido ideada en torno a una hoguera o escrita a la luz de una vela o un candil. Nuestro tiempo ya no tiene estos componentes, la racionalización, el desvanecerse los misterios por la luz de la lógica y la maravilla de la tecnología hace que los misterios hayan cambiado de signo... Pero cómo añoro el tiempo del fuego, su magia, su carácter mistérico. Por cierto, he estado en Galicia en docenas de ocasiones como visitante en zonas rurales y ya no queda nada de las leyendas, ni meigas, ni santa compaña, ni trasgos, ni ondinas... El tiempo ha visto apagarse mucha de la belleza de antaño. Por suerte, nos queda la literatura. Gracias, Paco, también para ti un fuerte abrazo.
EliminarEstuve federado en Balonmano cuando tenia trece años en el equipo de mi colegio, como no se me daba mal fui uno de los dos seleccionados de mi colegio y fuimos a Covaleda (Soria). Un campamento de esos que se hacían antes para los deportistas en la incipiente JUnta de Castilla Y León.
ResponderEliminarDespués de correr todo el dia (sobre 8-10 kms), hacer gimnasia (abdominales, flexiones, otra vez carreras, lanzamientos etc) y jugar al balonmano nos quedaban fuerzas para el fuego de campamento que hacíamos todos los días hasta las 12 de la noche. Y si, fue mi primera experiencia de muchas, el fuego es algo que magnetiza, que cobija a la confidencia y que a la vez que alberga el sentimiento común.
Siempre se ponían piedras alrededor del fuego, los mayores enseñaban a los más pequeños y estos se enorgullecian de "saber hacer bien fuego". Los fuegos que yo hice siempre fueron responsables, lo mismo que los que he visto posteriormente, porque habia "enseñanza" se aprovechaba muchas veces los "agujeros" y las piedras de hogueras antiguas y no se buscaba hacer nuevos "cráteres". Ahora todo se basa en prohibir, que no instruir, para crear una sociedad de idiotas acomodados que solo esperan la próxima dádiva del estado y que desconocen la palabra Libertad y el sentimiento que ella conlleva.
Como anécdota, me acuerdo una vez que estaba yo solo en lo alto de una loma en el valle del Rudrón, un paraje hermosísimo donde había estado tres días observando buitres (las aves, no los otros) y una pareja de alimoches.
La noche del último dia solo tenia tres huevos y un pedazo de hogaza bastante duro y me puse a hacer la hoguera con la linterna "CEGASA" que tenia que alumbraba poco o nada (depende), encendí la pequeña hoguera ara calentar una sartén pequeña que tenia y batí los huevos para hacerme una tortilla. Puse en plato justo encima de un hormiguero sin darme cuenta y cuando ya estaba todo en marcha y la sartén caliente eche los huevos a la misma. Al alumbrar la sartén para hacer la ansiada tortilla me di cuenta que los huevos batidos estaban llenos de hormigas y como estaba solo, no tenia nada más que comer, pense las opciones:
1. Quitar las hormigas una a una
2. Comer hormigas no ha matado nunca a nadie.
Tome la opción dos...
Un saludo, disculpa la extensión y gracias por recordarme estas cosas.
Sí, se ha optado por las medidas prohibitivas sin más matices en lugar de una política de enseñanza de comportamiento en el monte. Y tienes razón, la inmensa mayoría de los incendios son provocados y no fruto de las colillas. No obstante, la vieja cultura de los montañeros, que era una especie de ritual sagrado en torno a la montaña, se ha diluido. Sigue habiendo montañeros pero los visitantes a zonas naturales sin conciencia se ha multiplicado enormemente. Solo hay que ver las basuras que quedan en cualquier entorno natural a que llegue la gente. En todo caso, es una pena que no podamos vivir experiencias como las que cuentas en tu etapa de jugador de balonmano. Y es cierto, el fuego magnetiza y une a la gente que contempla ensimismada el espectáculo de las llamas. Nuevamente, se legisla y se opta por las prohibiciones en lugar de enseñar a vivir la naturaleza. El mundo se ha estupidizado y cada vez se nos considera más pueriles por parte del poder. La evolución de la democracia solo progresa en el terreno de las prohibiciones por inmotivadas que puedan ser. Maldita sea la raza de los pirómanos, que bestiales malnacidos. Saludos.
Eliminar"pero los visitantes a zonas naturales sin conciencia se ha multiplicado enormemente. Solo hay que ver las basuras que quedan en cualquier entorno natural a que llegue la gente."
EliminarA esos yo les llamo la "tribu Quechua", jejejeje
Un saludo.
Sí, la naturaleza y el deporte se han hecho accesibles y Decatlon es su profeta, somos los Quechua, yo también compro allí jajaja.
EliminarComo anécdota te diré que el antiguo "ICOÑA" decía que un incendio era provocado por un cigarrillo cuando el incendio empezaba al lado de una carretera, este era el nivel. Cuando lo que realmente, en la mayoría de los casos ocurre, es que el "hijoputa" que prendia en el fuego lo hacia al lado de la carretera para salir de allí lo antes posible...
ResponderEliminarUn saludo, ya me voy, es que estoy de vacaciones y bueno... es lo que hay..
Mira que eres salvaje, jajajaja.
EliminarCuidate Daniel
Gran parte de mi niñez y mi adolescencia la viví en el extrarradio de la ciudad. Los niños hacíamos lumbres y jugábamos y contábamos historias alrededor del fuego. Es lo que nos tocó vivir, piensa que generaciones atrás no había juventud y que la infancia, en muchos casos, terminaba abruptamente cuando los niños comenzaban a trabajar. Tus hijas pertenecen a otro mundo, su mundo, que perciben como un relato propio porque no han vivido lo que vivimos nosotros y, por tanto, ellas también añorarán (si son de tal sensibilidad) las cosas que vivieron y que nosotros las percibimos como algo que no han tenido. Este es un mundo cambiante y efímero, y tu reflexión me recuerda mucho al punto de vista de mis mayores cuando era niño.
ResponderEliminarNo puedo estar sino profundamente en desacuerdo. Sueles salir en defensa del tiempo que ahora tiene lugar como lugar de sucesos y no de pérdidas como en una suerte de conjuro antigeneracional pero tus escritos son ejercicios de nostalgia tales que yo no me atrevería a escribir por pudor. Pensar que las cartas manuscritas y el fuego son pérdidas de este tiempo va más allá de la nostalgia y entra en el territorio de la estética. Sé que este tiempo es diferente, pero acabo de ver una película en que los sesentones jubilados en la miseria se reúnen en torno a fuego en Arizona. No pienso que esta reflexión sea desacompasada, más bien tierna y precisa. La modernidad biempensante es frágil y llena de comodidad intelectual.
EliminarYo fuego, fuego no he llegado a hacer nunca, al menos al aire libre, dentro de refugios perdidos de montaña. Lo del fuego para mí es lo de menos. Lo peor es que directamente no te dejan acampar en casi ningún lado. Yo de joven lo había hecho por todos lados y de repente paso a estar todo prohibido. Efectivamente yo creo que la culpa la tiene la masificación de la montaña. Va tanta gente, tan mal preparada, y con tan poco sentido común que a los burocratas les ha dado por prohibir todo. De todas formas aun se puede encontrar sitios donde se puede acampara con unas determinadas condiciones. Y además, la montaña es grande e infinita. Y cuando cae la noche los domingueros, los seguidores de Kilian Jornet desaparecen y solo quedan los que realmente vienen a respirar con respeto en la montaña. Yo como lo sabes, en gran medida me ví forzado a abandonar esas salidas que me daban la vida. Hay ando luchando por mantener mi minúscula parcela de eso. Un abrazo.
ResponderEliminarEstá claro que solo se puede sentir nostalgia de lo que se ha vivido y no de lo que te han contado. Yo viví en varias ocasiones el ritual del fuego, cuando no estaba prohibido, y forma parte de mi memoria sentimental, no así de la tuya. Cuando era joven, de la montaña se hablaba siempre con mucho respeto, y ser montañero, era una vocación casi, o sin casi, sagrada. La masificación ha hecho accesible lo que antes era solo dominio de los que lo amaban y se ha perdido esa sensación de profundo respeto por parte de esas muchedumbres que llegan al Pirineo o cualquier entorno natural montañoso. ¡Cómo me gustaría que pudieras realizar tus sueños montañeros! Yo no soy ya bueno ascendiendo montañas demasiado altas. Me di cuenta en el GR11. Un abrazo.
EliminarMira esta noticia, esta es la Mola donde yo me suelo mover el fin de semana, eso si, en bosques profundos lejos de los personajes que salen en la noticia.
ResponderEliminarhttps://www.diaridesabadell.com/2021/04/01/el-postureig-a-dalt-la-mola-fa-enrabiar-els-bombers/
Solo viendo la ropa de algunos de los que salen en las fotos uno a casi puede distinguir el tipo de usuario de la montaña que se trata.
Ropas de colores florescentes, bambas de correr, en fin.
Recordé cuando iba de campamento. Hace ya mucho de la que fue la última vez.
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