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martes, 18 de octubre de 2022

La lotería genética



En unos días se publica el libro La lotería genética de Kathryn Paige Harden, directora del laboratorio de Genética Conductual del Desarrollo de la universidad de Austin (Texas). En él se desarrolla la convicción de la enorme importancia que tienen los genes en el transcurso de nuestra vida. Es un debate tan antiguo como peligroso. La izquierda siempre ha pretendido rechazar la naturaleza humana en el desarrollo de la personalidad y la constitución de las sociedades puesto que achaca las diferencias entre personas y sociedades a factores esencialmente sociales y culturales.

 

¿Qué pasaría si en nuestra lotería genética tuviéramos inscritos ya los factores que nos van a hacer triunfar o fracasar en la vida, al margen del esfuerzo o circunstancias sociales? Se ha hecho mucho hincapié en el factor esfuerzo para explicar la meritocracia que permite ascender y conseguir logros personales. Los profesores antiguos no hacemos sino hablar del esfuerzo como factor necesario para conseguir objetivos educativos y personales. Pero ¿y si la capacidad de esfuerzo también viene dada por el código genético igual que la pereza o la adicción al alcohol o las drogas?


Cuando pedimos a nuestros alumnos que se esfuercen y vemos que muchos no lo hacen, puede que eso esté inscrito en el código genético. Y que dicho código explique los resultados educativos. No es lo mismo nacer con un CI de 60 que con un CI de 130, eso determina esencialmente la vida y puede condicionar tanto o mucho más que nacer en una familia pobre o una familia rica. 

 

Este es el terrible dilema que implica la lotería genética pues puede determinar la salud -la predisposición a determinadas enfermedades- y la personalidad, pues pueden heredarse determinados rasgos como la creatividad, la simpatía, el don de gentes, la inteligencia, la curiosidad, el humor o rasgos negativos que no ayudan a triunfar en la vida en algún sentido. 

 

Se puede decir que la genética es tan importante como la clase social en la que se nace. O puede que más. Ha habido numerosos ejemplos de personas nacidas en circunstancias sociales terribles que han conquistado puestos importantísimos en el terreno económico, social, político o humano. Y a la inversa, personas nacidas en entornos privilegiados que han fracasado totalmente. 

 

No olvidemos el libro maldito que fue The Bell Curve del que hablamos en otro post en que se relacionaba inteligencia con grupos étnicos de modo que los negroafricanos tenían una inteligencia sensiblemente inferior que otros grupos étnicos. Y se sabe que los judíos askenazis son uno de los grupos sociales más inteligentes del planeta, solo hay que ver la lista de premios Nobel que han recibido las personas de etnia judía y la importancia que han tenido para la cultura y la ciencia mundial. 

 

Pero relacionar la naturaleza humana con la desigualdad social nos lleva a terribles problemas que de alguna manera se quieren soslayar por nuestra historia que dividió a los seres humanos en superiores e inferiores con consecuencias terribles como podemos recordar todos. 

 

¿Y si pudiéramos diseñar el código genético de los hijos para evitar la lotería de los genes? Es la idea que desarrollaba la película Gattaca (1997) de Ethan Hawke. Y da idea de la tentación médica de los bebés de diseño cambiando el azar por la elección.

 

¿Qué partes de nosotros responden a nuestros méritos personales o a nuestro azar de la naturaleza. Es un debate envenenado y en el que surgen chispas inmediatamente. La investigadora Harden, que se considera de izquierda, ha sido atacada y rechazada por sectores progresistas que consideran sus tesis equivocadas y peligrosas. Ella sostiene que hay que contar con el factor herencia para entender la realidad y para darnos cuenta de la parte de suerte que se tiene o no en la vida de entrada, y que desde un punto de vista progresista ayuda a entender la desigualdad social. 

sábado, 13 de marzo de 2021

La conflictiva relación entre genética e inteligencia

 

La universidad de Harvard en Estados Unidos recibe cada año más de cuarenta mil solicitudes de ingreso, pero solo el 4.6% son admitidos en sus aulas. Para ello realiza unas pruebas complejas de inteligencia y perfil psicológico cuyos criterios se mantenían en secreto por el sesgo que suponen. Efectivamente, la universidad perjudica a unos grupos raciales en lugar de otros por la llamada discriminación positiva. Se evidenció que su sesgo perjudicaba seriamente a alumnos de origen asiático y judíos askenazies en favor de alumnos afroamericanos o blancos. Si no se realizara este sesgo, la mayoría de los estudiantes de Harvard serían asiáticos y askenazíes y apenas habría de color.  

¿Hay razas más inteligentes que otras? La relación entre CI (coeficiente de inteligencia) y genética es uno de los tema malditos y más envenenados de la psicología y la antropología y actualmente, nadie se atreve con él.

Un hito en este sentido fue el libro The Bell Curve (1994) de los investigadores Charles Murray y Richard J. Herrstein. Este libro, no traducido al español, fue el detonante de una explosión casi nuclear en un campo en el que nadie con sentido común quiere adentrarse: la relación entre genética e inteligencia. La mayoría de críticas que recibieron fueron demoledoras y se quiso echar tierra sobre el asunto. Uno de los epítetos más contundentes que recibió este estudio fue el de “Nazismo académico”, y que era un vehículo de propaganda nazi bajo una pátina de respetabilidad académica, un nuevo Mein Kampf de Hitler de estos tiempos.

Las conclusiones de The Bell Curve sugieren que los resultados de los tests de inteligencia varían entre unos grupos y otros, es decir, que las puntuaciones de algunos son más bajas que las de otros. Los asiáticos y judíos serían los más destacados y por debajo, los blancos y en el nivel descendente, los latinos y los afroamericanos.

Otras conclusiones del estudio son:

1)    La capacidad intelectual predice en buena parte el comportamiento social, de modo que un nivel de inteligencia menor puede favorecer la conflictividad social y la delincuencia.

 

2)    El CI es un mejor predictor de los resultados de los individuos que el estatus socieconómico de los padres.

 

3)    El CI nacional (de Estados Unidos) está decreciendo porque las personas o parejas con un CI alto se reproducen menos que las de CI bajo.

 

4)   Rechazan la educación “niveladora” por debajo y defienden el cuidado, protección y fomento de la inteligencia. Son partidarios de la igualdad de oportunidades en lugar de la igualdad de resultados.

 

5)    Trazan un panorama pesimista del futuro de Estados Unidos. Predicen que la élite cognitiva se aislará del resto de la sociedad, mientras que la calidad de vida se deteriorará para aquellos en la parte inferior de la escala cognitiva.

 

6)    Denominaron “efecto Flynn” al aumento del cociente intelectual de 2 o 3 puntos por década. Últimos estudios parecen anunciar que esto desde 2008 en adelante no es así y que el CI está disminuyendo en nuestras sociedades.

 

7)    Los autores recomendaron la eliminación de las políticas de bienestar que, según ellos, alientan a las mujeres pobres a tener hijos.

 

Las críticas a The Bell Curve fueron desde intelectuales a sencillamente echar basura sobre los autores tildándoles de racistas, y, efectivamente, Charles Murray, el superviviente, fue convertido en un apestado intelectual denostado como nazi y racista.

Su estudio de la naturaleza de la inteligencia en relación a los hechos y la genética fue muy peligroso porque estos son demasiado incómodos como para que floten en la atmósfera intelectual. Solo observarlos es ya moralmente sospechoso por los  problemas éticos y morales tan complejos que implican.

Las últimas tendencias al respecto rechazan el sistema de medición de la inteligencia mediante el estudio del CI pues produce un sesgo que favorece a unos en detrimento de otros, y solo mide la inteligencia abstracta. Y últimamente, se ha hablado de la teoría de las inteligencias múltiples, que rechazan totalmente la idea de que exista solo un modo de medir la inteligencia.

Las ideas de Murray y Richard J. Herrstein son tan incómodas y peligrosas que han sido marginadas totalmente por las consecuencias a que pueden dar lugar.

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