Uno de los debates más apasionantes que recuerdo con mis alumnos, cuando yo era profesor de literatura, fue sobre la cuestión de si es posible que el arte, el pensamiento y las literaturas contemporáneas pudieran alcanzar la grandeza y la dimensión de otras épocas pasadas. No me cabe duda de que vivimos en un tiempo en el que el acceso a la cultura es universal y es más fácil que en cualquier otro anterior. Nunca se han editado más libros, nunca ha habido más bibliotecas, más medios tecnológicos para aproximarse al conocimiento, nunca ha habido más medios de investigación en todos los órdenes científicos. Probablemente en la actualidad y en las últimas décadas ha habido más talento vivo que en otra edad de la historia. Nunca el ser humano ha tenido a su alcance la suma de conocimientos a los que hoy puede acceder con solo un clic de su dedo.
Sin embargo, fueron otros tiempos en edades antiguas, los que produjeron las más potentes creaciones literarias cuya capacidad de sugerencia nos sigue asombrando. Eran tiempos en que el hombre tenía terrores nocturnos por la oscuridad que dominaba el mundo, en que se escribía por la noche a la luz de una vela, en que no había remedios médicos y la vida era extremadamente frágil a merced de poderes totalitarios o dictatoriales. Y el ser humano alumbró epopeyas como la del Gilgamesh, La Iliada y la Odisea, el Ramayana, el mundo fabuloso del Panchatandra, el Mahabharata y dentro de éste el Bhagavad Gita, la esencia de la literatura védica y sobre el que Henry David Thoreau dijo que toda la literatura y civilización actuales eran triviales a su lado, el taoísmo chino, el budismo y el sentido de la impermanencia, se descubrió el sentido de la tragedia en la Grecia clásica y aparecieron dramaturgos como Eurípides, Sófocles y Esquilo, la comedia, el mundo de los mitos que nos sigue alumbrando e impregnando nuestro arte y nuestra concepción del mundo, el descubrimiento y desarrollo de la filosofía desde los presocráticos a los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, la literatura hebrea, la literatura latina cuya importancia es fundamental con autores como Virgilio, Séneca, Tito Livio, Cicerón, Plauto, las narraciones persas, el tesoro de la literatura medieval y el desarrollo de las lenguas romances a lo largo de largos siglos de peligro e incerteza, los cantares de gesta, las baladas, las epopeyas como los Nibelungos y La chanson de Roland, la literatura japonesa, las fábulas africanas y las leyendas aborígenes, los mitos escandinavos, Dante, Petrarca y Bocaccio, el Renacimiento y el intento de ordenación del mundo en torno a valores clásicos a los que se volvió como una potente luz que nos siguiera alumbrando, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Rabelais, Shakespeare, Molière, Cervantes, Quevedo, y así hasta llegar hasta Dostoievski, Tolstoi o Chejov, Flaubert, Stendhal, Balzac…
El siglo XX ha sido prodigioso, pero uno tiene la impresión de que nuestra época contemporánea ha sido formidable en todo lo referente a la ciencia, la tecnología, la medicina, la liberación de la mujer, el control de la natalidad, la aeronáutica, la carrera espacial, pero el ser humano ha perdido su capacidad mítica y cosmogónica y lo presiento incapaz de emular en su imaginación las creaciones más poderosas de otras épocas. Samuel Beckett vino a desarrollar una literatura en que el ser humano era juguete del absurdo y cuyo destino carecía de sentido. Nuestro mundo se ha ensanchado pero a la vez también se ha reducido. Nunca ha sido más pequeño. Un hombre de otra época tenía la sensación de vivir en un mundo misterioso e inmenso y lo imaginaba en largas noches de oscuridad y tinieblas. Hoy las luces iluminan todo, pero los seres humanos han olvidado su íntima relación con la naturaleza y viven encerrados en centros comerciales que son los sustitutivos de los antiguos templos y permanecen pegados a una pantalla de televisión que sólo arroja banalidad y distracción que anula la capacidad de imaginar; los seres humanos han creado sistemas políticos admirables basados en la igualdad y la democracia pero son instrumentos de despersonalización en que no tienen ninguna capacidad de influencia puesto que son medios de grandes poderes económicos que son los que dirigen el planeta que camina sin ninguna dirección camino del desastre; no hay líderes ni héroes sino políticos que se basan en el juego sucio, el cambalache, y la visión alicorta de lo inmediato. Nunca el ser humano ha sido tanto el protagonista de una comedia bufa sin grandeza, sin destino heroico, tan demediado, tan incompleto y tan frívolamente satisfecho por poder adquirir objetos de consumo que van llenando su vida y sus días pero que dejan su alma vacía y su ser, en realidad, estremecedoramente desolado y perdido.
No, no creo que nuestras creaciones artísticas puedan emular la potencia imaginativa y el torrente de universalidad de otras épocas. Se vive en un patio de vecindad en que todo es pequeño, reducido, vulgar, y cada vez interesa menos lo que está a nuestro alrededor, tan sumergidos vivimos en nuestras circunstancias. Se ha perdido, no sé si irremediablemente, nuestra capacidad de soñar y el pensamiento mítico y cosmogónico.
Lo que se anhela son objetos, cuantos más mejor, que deslumbren y nos mantengan sedados frente a la tremenda soledad y desnudez del desierto, frente a la incertidumbre irremediable que nos acecha. Esta es la epopeya contemporánea. Y se cree que la historia se reduce al instante en que estamos viviendo que se quema inexorablemente camino de la nada.
Nos sobra inmediatez y nos falta perspectiva. Pero cuando se lee, se escucha o se contempla desde la indiferencia hacia la coerción del presente, podemos descubrir no pocas manifestaciones de genialidad en artes muy diversas. El museo Guggenheim de Bilbao vale para mí tanto o más que el Partenon, pongamos por caso. Saber percibir desde la intemporalidad consiste en desligarse de las ataduras de nuestra circunstancia concreta, quizá ubicarnos en esa suerte de espacio "clásico" en el que todo cuanto en él entra es siempre un presente gozoso y constante. Samuel Beckett, como bien indicas, estará en él; pero de igual modo estará Claudio Rodríguez, con su poesía personalísima, por ejemplo, o Lorca o Valle-Inclán. ¡Ay, la vara de medir! Son, sin duda, plurales, como de la historia de su corazón decía Rubén, las "varas de medir", y muy a menudo acontece que cuando las usamos nos metemos en camisas de once varas, y así acabamos, tropezando y dándonos el gran batacazo. Resulta difícil evitar la tentación del canon, pero, a la postre, "haylo", y quienes suelen habitar en él reconocen -con las excepciones de rigor- a los aspirantes.
ResponderEliminarYa se ha ensayado en este blogfórum el bonito juego de las clasificaciones, las sugerencias, las listas y las pasiones, pero si se propusieran obras del siglo XX que pudieran ocupar ese espacio "clásico" en igualdad de derechos estéticos que las por ti mencionadas, no andaríamos muy lejos en nuestras elecciones unos comentaristas de otros.
Veo que no has perdido la capacidad de deleitarnos con magníficos textos.
ResponderEliminarNo sólo me gusta el blog por lo que nos cuentas, sino también por como nos lo cuentas.Es un placer leerte.
Me has hecho recordar un par de libros que leí. El sueño de un cartógrafo, y Atlas furtivo. Uno está ambientado en el siglo XVI creo y el otro no me acuerdo pero por ahí debe de andar. El caso es que en los dos libros los protagonistas buscan hacer el mapamundi más perfecto, sobretodo a partir de lo que les cuentan los navegantes. Sobretodo en el primero, el cartógrafo no sale nunca de su habitación, se guía sólo por lo que le cuenta la gente que se acerca a verle.
Supongo que recordé estos libros por la ignorancia que tenían entonces esos cartógrafos sobre el mundo, que acababa allí donde la vista no alcanzaba a ver más.Hoy sin embargo, a golpe de click lo tenemos todo.
En definitiva... probablemente tengas mucha razón en lo que dices.
Un abrazo Joselu.
Toda la Literatura que mencionas de las épocas pasadas es la base, los cimientos de toda la Literatura Moderna. Son obras maestras llenas de sabíduria que han inspirado e inspiran en la actualidad. Hombres y Mujeres que han experimentado las emociones y sentimientos sin luces de neón. Ahora existe todo tipo de obras, de calidad, flojas o malas. Hoy en día, no sé lee tanto. Existen distracciones tentadoras como la tv, internet, juegos, fiestas... Leer implica dedicar un tiempo de silencio y concentración. Es disciplina. La lectura es un buen hábito. Todo está en los libros, la información, la cultura, la escritura, la inteligencia, el discernimiento, la ecuanimidad, la lógica...Leer mantiene la mente sana y libre.
ResponderEliminarLa sociedad actual, la mayoría, es un producto del consumismo y del "no pasa nada". Descuidando los valores internos.
Una vez más Joselu, un placer leerte. Enriqueces mi mente y mi ser. Gracias.
Un fuerte abrazo
Namasté-OM
La proliferación de obras creadas en todos los géneros se debe, principalmente, a los intereses de la industria cultural, cuyos ejecutivos se empeñan en vender para el consumo, sin importarle lo más mínimo el contenido o la calidad de las mismas. Si un grupo musical hace un buen álbum contrato obligatorio para que produzca cinco en cinco años. Igual ocurre con la escritura.
ResponderEliminarTambién es cierto que las épocas pasadas han sido muy oscuras para el hecho creativo.
Las epopeyas contemporáneas se han escrito y se siguen escribiendo. Van en colaboración con el cine, eso sí. Todos los episodios de la I y II Guerra Mundial son una epopeya triste, terrorífica y amarga, pero también llena de vitalidad. Me parece que lo que han acabado son las epopeyas de los grandes héroes individuales y son los pueblos y las personas normales los auténticos protagonistas de las historias actuales. Piensa además que las grandes historias épicas de otros tiempos no se escribían -no se narraban- hasta pasado un tiempo, cuando se tenía la perspectiva suficiente para ver la grandeza de lo sucedido. Creo que está ocurriendo lo mismo en nuestro tiempo. Ya nos contarán los poetas y los cineastas las grandes narraciones que aún faltan por relatar.
ResponderEliminarEs muy difícil querido Joselu pretender que un artista encuentre su dimensión, su máxima perspectiva cuando ésta parece estar canalizada.
ResponderEliminarUn abrazo. Me gusta tu reivindicación, hace mucha falta.
No sé, no tengo los conocimientos necesarios para valorar este tema.
ResponderEliminarQuizás mi listón esté muy bajo, porque he descubierto un Roberto Bolaño con su "2666" y una película del año 2006, "La vida los otros" que me han dejado tan impresionada como "El camino" de Delibes o la película del año 1936 "M, el vampiro de Düsserdolf".
Saludos.
Han hecho falta siglos o milenios para colocar esas obras en el lugar que ocupan. Ninguno de nosotros tendrá paciencia suficiente para esperar tanto tiempo a la hora de hallar respuesta a tus preguntas. El tiempo, sólo el tiempo, sabe la verdad, y sólo alguien como tú es capaz de lanzar esos retos al infinito.
ResponderEliminar¿Qué es eso de "cuando yo era profesor de literatura"? Aunque no dieras una clase más en tu vida, o aunque se las dieras a un rebaño de corderos, yo creo que tu ERES profesor de literatura ¿ y que son tus entradas si no clases ?
ResponderEliminarLa pregunta que formulas me parece correcta y muy bien planteada, pero yo no tengo la respuesta, cada vez tengo menos respuestas si quieres que te diga.
Qué profundo te veo en este año recién estrenado, Joselu... Creo que ya hemos hablado otras veces de algo parecido a esto que comentas con tanto acierto. Las obras y autores que mencionas, y muchos más, conforman nuestra historia de siglos, nos han hecho como somos y siguen igual de frescas que el primer día, son clásicas, eternas, por eso se siguen editando, leyendo y representando. Algunos las "adaptan", pero sólo consiguen destrozarlas. Bebemos de ellas, somos sus hijos. Conformaron las lenguas y el pensamiento, los avances tecnológicos no han superado las teorías elaboradas con la ¿simple? observación, sin satélites ni microscopios.
ResponderEliminar¿Se hablará dentro de mil años de Cela, Delibes, Faulkner, Camus...? Ahora somos menos creativos, aunque estemos mucho mejor informados y hayamos avanzado tanto en muchas ciencias. Confieso que me cuesta entender el arte moderno y en general no me gusta. Muchas obras que presumen de actuales no son sino revisión de los clásicos, o incluso descarado plagio. Hoy la gran preocupación es el bienestar material, lo demás pasa a segundo término. Mira la televisión: cuanto mejores son los aparatos peores son los programas. Triunfa la mediocridad, la bazofia, la falta de ética. ¿Y quién protesta? En realidad nadie, porque las audiencias cantan su verdad a los cuatro vientos. ¿Epopeya para qué? Epopeya sería la no demolición de el Cabanyal, por ejemplo, pero ya ves que los malos siempre se salen con la suya.
Un fuerte abrazo, colega.
No sé, a mí es que me parece que las capacidades de contemplar, pensar y expresar, podrían considerarse elementos de un bucle con retroalimentación positiva, desgraciadamente pasado de moda. Y creo que es así tal vez en mayor medida hoy día que en pasado, porque se ven como algo inútil en cualquier caso. Como una pérdida de tiempo. Personalmente no lo creo así, sino todo lo contrario. Pero cuanto más te preguntas, más angustia sientes porque de la respuesta a una duda, surgen un millón de dudas más, pero también una mayor capacidad de asombrate por todo de un modo "consciente". Esa es la suerte :-) A mí al menos me compensa y como tal la considero.
ResponderEliminarFíjate, la capacidad que nos distingue, esa de la que tanto presumimos y por la que nos creemos en no sé qué cima evolutiva, es justo la que se tiende a evitar. Pensarrrrr... Pero bueno, igual es solamente que el típico tópico del tonto feliz, yo no me lo creo. No creo en él, porque no entender no me sirve para asombrarme.
Tal vez en última instancia y de modo general, sólo sea lo de siempre... miedo. Un miedo que te cagas a la angustia de no tener respuestas, de no encontrarlas. Y por el camino que nos estamos perdiendo. Y así, creo que no hay forma de llegar a entender lo esencial, habiendo... tantos caminos para llegar a ello. Siquiera para encontrar uno de esos caminos, que estoy convencida, de al final que nos iba a llevar por fuerza a todos, al mismo lugar. Uno mucho más cómodo que el que conocemos, desde luego.
Ahí la pena, pero toda, de lo remediable sin remedio.
Un beso, Joselu.
Por cierto, a Avatar le pongo un 6 pelao, por no ponerle menos.
Estaba yo curioseando por los enlaces de Ernesto -Testigo- y vi tu definición "profesor de secundaria" cebo atrayente para mí, así que entro, veo, leo y si no tienes objeción copio y pego tu texto -éste- en mi blog para republica-rlo en un tiempo cercano -como habitualmente hago-.
ResponderEliminarSi no te parece bien me lo dices y ¡sin problema! no lo pondría.
Un abrazo, buen día y gracias por tu exposición: PAQUITA
Hoy las novelas abultan el mercado con su vulgaridad.Su mala prosa, su mala traducción.Al atardecer todos los contenedores, si los abres,estan llenos de un hedor de ignorancia, junto a unas zapatillas viejas.
ResponderEliminarSaludos
Como dice Rubén hay mucha paja en el granero, todo lleno de bestsellers, pero aparte de los clásicos que mencionas, nos quedan otros más cercanos: Machado, Unamuno, Vallejo...y contemporáneos que mercen la pena.
ResponderEliminarUn saludo
Yo creo que el desenfrenado devenir del presente de nuestro tiempo nos impide sentarnos a pensar y también sentarnos a mirar. Todo es veloz y casi efímero. Y el arte no está al margen de este atroz paso del tiempo actual. Antes, tú lo has escrito muy bien, no era así, había tiempo, oscuridad, desconocimiento... y ahora el mundo está lleno de luces, todo está ya escrito, no hay nada que inventar, y encima, no tenemos tiempo para nada. Entonces se tiene que optar por un arte de usar y tirar. Un arte que se venda rápido y que pronto queda desfasado. Pero, como decía Antonio, el tiempo será quien al final pondrá a cada cual en su lugar, y las verdaderas obras de arte quedarán, y las otras no.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo no creo que los preciosos libros y los autores de otros siglos fueran valorados en su momento, por eso habría, si pudiéramos, que esperar mucho tiempo para ver su valoración exacta. Y además, ¿estas valoraciones se harán con los mísmos criterios que las hacemos ahora? De todas formas, el siglo XX será recordado como el siglo tecnológico por excelencia, el principio de un conocimiento que nos va a llevar en unas décadas a descubrir cosas que casi son sueños para nosotros hoy.(me gustaría estar viva para verlo y comentarlo contigo). Un abrazo Lola
ResponderEliminarMe parece que te comprendo, muchos días me pongo en la misma tesitura que tú en tu post, pero después, afortunadamente, lo corrijo.
ResponderEliminarComo estamos saturados de opciones, de libros, de filosofías, de recomendaciones, de ofertas...no podemos (ninguno) disponer de la suficiente perspectiva, no podemos, (literalmente es imposible), conocer todo lo que se está haciendo, lo que algunos escriben, lo que otros recientemente ya han escrito, y aún desconocemos. Puede que dentro de algún tiempo, quizá algunos decenios, puede que siglos,
alguien con el suficiente predicamento y capazcidad de influencia, encuentre algo entre tanta basura como hay hoy que merezca perdurar como alguna cosas de Sófocles, o las de Montaigne (que no citas y a quien debemos muchísimo; como a tantos que a cualquiera se nos "olvidan", porque la humanidad es reciente comparada con la existencia del planeta, pero lleva mucho tiempo haciendo cosas y eso a cada nueva generación le supone un plus de esfuerzo, una tarea cada vez más impracticable, si quiere estar al día, atendiendo a los contemporáneos y aprender de los predecesores que cada vez son más, y siempre serán aún más y más.
Mientras Sócrates vivía, pensaba y dialogaba, la maayaor parte de los griegos peleaba, comía habas, y le importaba todo un higo, exactamente como ahora. Si hubiera modo de medir la proporción, es posible que nos lleváramos una sorpresa: que fuera una constante, y que en todos los tiempos. la grosería, la vulgaridad, la incultura y el desinterés, mantuviera una relación respecto a la mayoría como la que siempre hay entre una circunferencia y su diámetro, o sea: pi.
Pones la tele, sales a la calle, y tiendes a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, que nunca habíamos alcanzado tal nivel de estupidez ufana. Pero lo más probable es que haya sido así desde siempre (lo cual ya es triste, muy triste, porque supone que no mejoramos como especie, pero tampoco presupone que empeoremos, magro consuelo, pero que resulta alentador los días en que nos sentimos desfallecer).
Fe, una fe laica, o una intuición, un olfato, o una conjetura, (no demostrable, por tanto) me hacen pensar que entre tanto ruido hay quien hace cosas importantes, significativas, dignas de ser memorables, y que algún día se las conocerá. No seamos derrotistas.
Descontemos a los clásicos la pátina que el transcurso del tiempo les ha dado, no es razonable a poco que nos detengamos a considerarlo, sobrvalorar lo antiguo, como no lo es sobrevalorar lo nuevo. Viejo o joven, sea a nivel de edad biológica o a nivel de historia de la humanidad, son circunstancias que no deberían tener valor en sí mismas. "¡Mujer tenía que ser!", dicen groseramente los más estúpidos. Ni la mujer por mujer, ni el viejo por viejo, ni el guapo por guapo, ni el joven por joven, son valores constantes ni en sí mismo encomiables, son rasgos pasajeros, secundarios, como también lo son las obras más antiguas consideradas clásicas. Para los "autores" del Ramayhana. Sófocles era un moderno, de hecho ni siquiera había nacido. Qué decir de Quevedo. Otros vendrán. Otros ya están entre nosotros. El tiempo ayudará a alos que vengan a separar el grano de la paja. E incluso eso será cosa provisional. Puede que algún día, a saber por qué, se necesite más paja que grano, las circunstancias siempre imponen condiciones, todo es relativo, algo de lo que se abusa con frecuencia (del relativismo), pero que no deja de ser una condición de la existencia.
Soy más positivo: nada me dice que hoy, entre tanto ruido y tanta bazofia, no haya cosas de entidad, individuos que trabajen intentando algo perdurable, merecedor de serlo.
Saludos.
Ahora hay tanto de tantas cosas, que acabo por no ver nada, o muy poco. Por ejemplo,recuerdo que cuando me compraba los discos, me sabía de memoria portadas, letras, año de publicación, vida de los artistas...ahora con el mp3 bajo y poseo tanta música que no escucho apenas nada, y curiosamente cuando tengo ganas de poner algo en el reproductor tiro de lo antiguo. Claro que existirán grandes obras como las de antaño pero entre tantas obras para mí pasan desapercibidas.
ResponderEliminarEn primer lugar, querido Joselu, aprovecho este pequeño comentario para felicitarte el año, desearte nuevas ilusiones y sueños por cumplir, creo que no se puede vivir de sueños cumplidos, es mucho mejor el anhelo de un objetivo y una meta que el resultado final. Y ahora paso a tu entrada, que tras un pequeña-larga ausencia por circunstancias, me ha cautivado como siempre.
ResponderEliminarQuiero empezar destacando algo en lo que coincido plenamente contigo: “Nunca el ser humano ha sido tanto el protagonista de una comedia bufa sin grandeza, sin destino heroico, tan demediado, tan incompleto y tan frívolamente satisfecho por poder adquirir objetos de consumo que van llenando su vida y sus días pero que dejan su alma vacía y su ser, en realidad, estremecedoramente desolado y perdido”. Creo que ese es el lastre de nuestro tiempo y que tal y como sigue funcionando el sistema, difícilmente cambiaremos, esta conversación virtual ya la hemos compartido en alguna ocasión y una vez más, logras sintetizarlo de forma sublime.
A pesar de todo eso y de estar plenamente de acuerdo con lo que dices en tu entrada, no hay más que ver mi pseudónimo, tengo la pequeña sospecho de que a todos los que compartimos la pasión por la literatura, el arte, el cine y otras tantas disciplinas humanísticas, tendemos a abanderar aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y yo seguramente emulando a la heroína de Delacroix, llevaría la bandera para guiar al resto de diacrónicos. No voy a negar el invisible lazo que me guía al mundo cultural pasado, pero aun así, siempre me pregunto si no seremos como esos críticos o intelectuales de otras épocas que abogando por la defensa de la cultura anterior no valoraban la literatura o el arte de su tiempo, obras todas ellas que hoy son incuestionables para la cultura universal y que hoy forman parte de nuestro imaginario colectivo. Suele decirse que los artistas son unos visionarios y quizá desde mi humilde punto de vista no logro vislumbrar toda la luz que arrojan sus obras. Muchos son los ejemplos de los incomprendidos, estoy pensando en Van Gogh, caso sin duda más que conocido por todos. Sospecho que tendemos a idealizar el pasado, porque tenemos la seguridad de que no volverá y viviendo el presente con tanta premura es imposible pararse a pensar con otros códigos que no sean los de ayer. Creo que no deja de ser interesante que todos bebamos del pasado y que aquellos que crearon ese brebaje fueran tildado en su tiempo de cualquier cosa menos de maestros de la pluma o el pincel y hoy aparezcan en cualquier libro de texto.
Sea así o no, lo cierto es que no puedo evitar sentir una enorme adicción por todo lo que antecede la primera mitad del siglo XX, con excepciones más que honrosas, así que tras la reflexión, me temo que seguiré viviendo en mi ayer cultural que tanto me ayuda a enfrentarme y entender mi hoy vital.
Joselu, quiero pensar que no todos respondemos al perfil de que señalas. Hay "navis" en nuestra cultura que luchan por valorar la vida al margen del consumismo y la premura de este tiempo de revolución tecnológica.
ResponderEliminarEl tiempo y el hombre dirán.
"Recuerde el alma dormida,
ResponderEliminaravive el seso y despierte
contemplando
como se pasa la vida,
como se viene la muerte,
tan callando,
Cuan presto se va el placer,
como después de acordado da dolor,
como a nuestro parescer
cualquiera tiempo pasado fue mejor."
Jorge Manrique. Coplas a la muerte de su padre. SXV
No por conocidas estas coplas dejan de ser impactantes.
Escritas en plena decadencia medieval, en la que ya se iba colando la luz renacentista, expresan sentimientos universales y parece que atemporales que recuerdan a los de tu brillante exposición.
No tendría nada de particular que dentro de 300 años nos miraran con admiración y anhelo. O que estemos inmersos en un cambio de época.
Todo es empeorable. Como dice Antonio, el tiempo dirá.
De todas formas tiendo a empatizar con tu pesimismo.
Salud
No sé JOSELU,
ResponderEliminaryo creo que es verdad que en la actualidad la mayor parte de las personas, están enfrascadas en luchas materialistas y mercantilistas a nivel doméstico y los grandes ideales y los valores, son batallas abandonadas por casi todos.
Vivimos en una sociedad tan pragmática, que sólo lo práctico interesa. Sólo lo que reporta un beneficio material, merece la pena y con estas premisas es muy difícil que surjan ideas revolucionarias que nos hagan volver a ver la vida como algo cosmológico y universal, la vida se reduce a la que vive cada uno y punto.
Has hecho un recorrido precioso por la literatura y seguramente tienes razón en que a pesar de todas las herramientas intelectuales con las que contamos ahora, es muy difícil que surjan obras del calibre de las que enumeras. Pero, yo creo que también sucede un poco como con los canales de televisión. Cuando sólo existía uno o dos, la repercusión de cualquier producción televisiva era tremenda, ahora con cientos de ellos, por bueno que sea algo pasa desapercibido.
Supongo que con la producción literaria y con todo ocurre lo mismo, seguramente el impacto de cualquier obra por buena que sea, jamás volverá a ser como en épocas pasadas, porque hay demasiadas y aunque su difusión pueda ser enorme
por los medios con los que contamos, el impacto mediático y su trascendencia histórica, es mínima porque insisto, son demasiados y que muy poco por inventar. A lo mejor, también es cuestión de perspectiva, de dejar pasar el tiempo y ver a largo plazo que ocurre con lo que lo que se escribe ahora. Yo siempre he pensado que el tiempo es el mejor decantador que existe, el dirá y colocará en su sitio el valor y la trascendencia de cada obra.
La imaginación, no es que se haya perdido, es que se usa y se valora poco. Yo creo que el ser humano, necesita soñar exactamente igual que respirar, otra cosa es que esos sueños se trasladen a formato escrito y que la gente se dedique a emplear el ocio en divertimentos pasivos que no aportan nada de nada, sólo los embrutecen y minimizan mentalmente cada vez más. Pero, no hay que perder la esperanza, como toda la humanidad no puede ser idiota, volveremos a valorar y a disfrutar de lo que realmente merece la pena, estoy segura
Muchos besos, JOSELU.
PD. Todavía sigo teniendo pendiente lo de Avatar.
Ya te contaré... ;-)
Estimado profesor:
ResponderEliminarCoincido en un 99% con su planteamiento. No volveré sobre lo ya dicho, pero en el 1% restante caben muchas cosas que solo con una adecuada perspectiva histórica, imposible de alcanzar ahora mismo, podremos valorar en su justa medida.
En ese 1% se encuentran Proust, Joyce, Kafka, Broch, Thomas Mann, Borges o incluso el Bolaño de 2666 al que se alude en algún comentario; en ese 1% están Ser y Tiempo, la teoría de la Relatividad, el psicoanálisis, la poesía de Vallejo, los dramas de Lorca, el expresionismo, los cuartetos de cuerda de Shostakovich, Tolkien, los surrealistas...
Pero, además en ese 1% está el cine. ¿Y quién puede negarle a éste su dimensión épica, su capacidad de evocación, su disposición a trascender los límites de lo posible?
Poner en un platillo de la balanza 25 siglos de civilización, y en el otro una sola centuria, la más reciente, para apoyar determinada tesis no parece un método muy apropiado. ¡Claro que murió la tragedia! Steiner ya nos lo dijo. Y claro que el siglo XIX es el mejor siglo de la novela... decimonónica (Sábato).
El desierto espiritual no es un invento de la contemporaneidad, ni un producto de la cultura de masas. Los europeos de la alta edad media, dudo mucho de que tuvieran una mejor predisposición hacia el cultivo de las bellas artes.
En definitiva, ni tanto ni tan calvo. Ni esto es un erial ni, por supuesto, defenderé un progreso ilimitado en las Artes, como si el Discóbolo resultase un avance respecto al hieratismo griego.
Lo que hoy juzgamos como periodos dorados fueron vistos a veces por sus contemporáneos como periodos de decadencia. Eurípides ya no era tan puro como Esquilo; el siglo de Oro traicionaba al Renacimiento; y el fértil Romanticismo no era más que una adulteración de la Ilustración.
Hay que escuchar a Schiller, hace más de dos siglos, clamando contra el materialismo de su época, para saber que necesitamos distancia.
Lo único malo es que ya no estaremos aquí nosotros para verlo.
Saludos.
"hieratismo, egipcio", perdón.
ResponderEliminarApocalítpico, gracias por su intervención. En mi post reflexionaba sobre la riqueza inmensa de un legado de la antigüedad y de los siglos precedentes que todavía siguen inspirando con intensidad nuestra época. De hecho no la entenderíamos sin esa savia potentísima que viene del pasado. Tenemos la impresión de que todo lo hemos inventado nosotros y que nuestro tiempo es el único que existe. En eso quería hacer hincapié. Pero nuestra época es confusa, heterogénea, multiforme, frenética. El ser humano se ve roto en infinidad de fragmentos y esa es la visión que corresponde a la contemporaneidad. No niego la genialidad de todas las referencias que cita. Yo soy un enamorado también de todo ello. Pienso que el surrealismo y el existencialismo son la esencia del siglo XX, y por supuesto el cine, pero las bases de toda filosofía, de toda literatura están ya presentes en los textos anteriores a nuestra época. No pienso que pueda haber obras nuevas de la dimensión de las que he citado. Hay mucho talento en nuestro siglo (el XX y el XXI), pero es difícil que surjan cumbres literarias y filosóficas comparables a esos dos milenios y pico anteriores. Entre otras cuestiones porque el ser humano se mueve entre la impotencia, el absurdo, la fragmentación, la velocidad vertiginosa y ya no sabe muy bien quién es. La literatura del siglo XX refleja muy bien esa perspectiva de estar perdido, pero la entrada en el siglo XXI presenta a unos seres humanos incapaces de darse cuenta de la catástrofe que nos amenaza si no le ponemos remedio y la humanidad, salvo unas pocas voces, viven inmersos en ese afán consumista que va llenando la vida y el vacío. Claro, eso los que tenemos, pero hay mil millones de personas que viven en la miseria y padecen hambre. Los artistas son testigos de ese mundo en peligro extremo, de esa desigualdad, de ese vértigo, pero ¿cómo dar forma a esa íntima entraña de nuestro tiempo?
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