Mi hija pequeña me preguntaba que por qué ella no podía ir al entierro de una bisabuela que ha fallecido este fin de semana. Las razones estriban en que el funeral es en Galicia, pero la más importante es que los niños no van a los entierros ni a los funerales. Se considera inapropiado, salvo que el fallecido sea alguien muy directo. Me pregunto acerca de esta falta de plasticidad que tiene la muerte en los países occidentales. ¿No sería más natural que fuera en los parque públicos donde se celebraran las exequias fúnebres con el cadáver presente? Podría haber actividades para niños que jugarían entre los cadáveres (podrían celebrarse varios ritos a la vez), danzas, espectáculos de teatro, mimo, malabares, coros, jazz, sevillanas, sardanas, un poco al estilo que prefiriera el fallecido. Es importante la presencia física del cadáver. Los niños -y los adultos- no están habituados a la realidad orgánica de la muerte y se ha perdido totalmente la belleza de los ritos funerarios. Ya no hay gritos desgarradores ni música. Es como si se quisiera pasar lo más discretamente por ese trance –ya sé que doloroso-, como si no existiera, interfiriendo lo mínimo en la vida cotidiana.
Sería indispensable un banquete funerario, con ingeniosos parlamentos y aderezado con bromas sobre el difunto. El ayuntamiento podría ofrecer sus servicios para la organización de funerales, pero sobre todo debería ir a cargo de la familia que se despediría en una especie de catarsis colectiva facilitando el duelo y la transición.
El que esto escribe ha contemplado con fascinación ritos funerarios de los toradja en Sulawesi (Indonesia). La vida se interrumpe durante varios días. El cadáver se conserva hasta que llegan todos los familiares desde los puntos más alejados. Cuando todos están reunidos, se sacrifican varias vacas que serán asadas con especias y se asiste a festejos de todo tipo en que se entremezclan el dolor y el llanto con la risa. Al final se deposita el cadáver en unas cuevas excavadas en la roca donde lentamente se descompondrá. En Balí hay ritos hinduistas y animistas. Los primeros creman el cadáver sobre grandes piras para lo que hay que recoger dinero entre toda la familia. A veces se tarda varios años en hacerlo pero no se descansa hasta que la cremación tiene lugar. Entretanto se va al cementerio en ocasiones señaladas (el Hari Raya) y la familia se reúne ofreciendo al difunto los cigarrillos que en vida le hacían feliz o el licor de arroz que tanto le gustaba. Los niños participan gozosamente entre las tumbas, riendo y jugando. Los animistas en cambio dejan los cadáveres al aire libre a merced de los elementos y la naturaleza para que se reintegren a su origen.
Los batak de Sumatra celebran grandes fiestas nocturnas con el cuerpo presente y los familiares y amigos danzan alrededor del fallecido, animados por una orquesta de percusión llamada gamelán. Yo me pasé varias horas girando en torno al cuerpo de un batak, bailando, sumido en una fiesta sumamente plástica y carnal. Algunos comían tortillas de setas alucinógenas (azuladas) para mejor participar de la ceremonia.
Siempre que participo en un funeral me doy cuenta del escándalo que supone la muerte en nuestra cultura. Se la considera obscena, como al sexo hace unas décadas. Debe ocultarse, debe disimularse en cuanto rito y en cuanto al hecho que supone. Tenemos una extraña relación con la muerte. Debería ser tan popular como la asistencia a los grandes almacenes en la época de rebajas o a los partidos del equipo preferido. Toda persona debería dejar escrito el tipo de funeral que desearía y en ello podría dejar plasmada su personalidad. Podría haber créditos a bajo interés para sufragarlos. No debería ser extraño que algún amigo te invitara el fin de semana ¿Te vienes a un funeral? Habrá cava y vino abundante y se servirá mousaka, pimientos rellenos, carne asada… Los magos y poetas de la comarca podrían ayudar a la celebración, y los niños dibujar al muerto o a la muerta para lo que tendría que haber monitores y pinturas de cera para captar los colores fascinantes que adquiere la piel tras ese tránsito tan especial.
En la escuela y en los institutos debería darse una vez por semana una asignatura titulada: Asistencia a actos funerarios, impartida por profesores de filosofía y plástica. En ella se sugerirían reflexiones sobre el tránsito vital y su dimensión lúdica, así como la conexión entre eros y tanathos.
Otro capítulo sería cómo ser enterrado o incinerado. Hay quienes reivindican ser enterrados bajo tierra sin féretro a dos metros y que encima se plante un árbol a elección del difunto: un manzano, un peral, un haya, una planta de marihuana, un ficus, un rosal. Otros preferirán ser quemados, pero públicamente por supuesto. Las incineraciones municipales se llevan a cabo en lugares ocultos y sin presencia de la gente.
Tendría que cambiar nuestra concepción de la muerte, reinvindicando su presencia pública, su plasticidad, la asistencia de niños, la fiesta y la música, el banquete… Todo menos este bodrio de ritual aburrido, siniestro y vergonzante en que todo el mundo está mirando el reloj para alejarse lo más pronto posible del contacto con el misterio de la muerte.
¡Qué bodrio de funeral vas a tener, Pepe Rubianes! En la intimidad, siguiendo los deseos de la familia. ¿No sería más lógico que hubiera fiesta por la tarde en todos los colegios y que todos los que quisieran fueran a fumar un pitillo contigo, beber una copa de vino, recitarte un romance o una jácara delante de tu cuerpo amarillento y reseco en el parque de la Ciutadella? Una pena que un cómico como tú sea así ocultado. Tendrías que tener bailarinas etiopes que bailaran delante de tu cadáver y yo iría y te diría que te quiero a pesar de lo que dijiste un día. No me hacías reír pero como actor dramático te admiraba. Buen viaje, compañero.
A mi me gustó mucho. Lo he sentido enormemente.
ResponderEliminarSí,mi querido Joselu,una noticia triste,muy triste.Yo pude verle en una ocasión en Barcelona.¡Cuanta vitalidad!¡Cuanto ingenio destilaba!Recuerdo que cuando Rubianes acababa una gira le daba la depre y cogía él solito y se iba a África.Ay,esos sueños de África,como dice el mágnífico Arturo Reverte en su no menos genial Sueños de África.Rubianes me enseñó,a parte de reir y pensar,esta admirable lección:"No dejes que la depre se apodere de ti.Vete al continente africano."Y creeme,mi querido amigo,es lo que hago cuando la veo venir.
ResponderEliminarMagnífico post y magnífico título.
Un fuerte abrazo desde Bululú.
No sólo en la intimidad, ¡sino con misa incluida! ¿Era Rubianes hombre de clérigos y sacristanes? Ese caso me ha empujado a redactar cuanto antes mi última voluntad para que, llegado el caso, no me emborronen la muerte.
ResponderEliminarPor otro lado, Joseu, la muerte era un espectáculo, ¡y la mar de popular!, cuando existía la pena de muerte.
Sí, decididamente en este país no sabemos ni morirnos...
Todo el mundo no estará mirando el reloj,Joselu.La muerte de alguien
ResponderEliminarduele profundamente a muy pocos.
Y en el dolor, en las lágrimas
recientes, la fiesta sobra.
Lo siento pero a mí este tipo me caía como una patada. Sé que soy la nota discordante, pero es que no podía con él. No le quito mérito, ni mucho menos, pero para gustos, ya se sabe, y siempre me ha resultado prepotente, la verdad.
ResponderEliminarRespecto a los ritos funerarios, no creo que debieran darse en clase, me parece que cada uno debe tomárselo como su alma le dicte y las costumbres son eso, costumbres, tradiciones... que no pasan de ser puro teatro. Para mí lo importante es lo que me queda cuando alguien querido se va y le lloraré lo mismo delante de una piedra que de un bote. Cuando yo me muera también me da igual lo que hagan conmigo, solo aspiraré a que los que quiero se acuerden de mi.
No sé si es verdad, pero mi amiga Lola me ha dicho que en Japón es costumbre dar a los familiares del muerto una especie de "regalo" en metálico para que puedan afrontar mejor los gastos que la muerte y el entierro les ocasiona... No sé, no está mal pensado, la verdad, porque allí seguro que no hay seguro "de los muertos" como aquí (tela lo macabro del asunto)...
Lo que dijo aquel día lo dijo por esa boca por donde se había ido intoxicando inexorablemente, y tu pseudo-obituario te engrandece, Joselu. Tal vez os engrandece (en el sentido espiritual, en el de la inocencia, no en el de la soberbia) a los dos.
ResponderEliminarServidora es más partidaria de los entierros (por baratitos que se hagan) que de las bodas. Un mal entierro siempre es mejor y más elegante y más emocionante que la más fastuosa de las bodas. Una boda por sencilla que pretenda ser siempre me resulta ridícula y hortera.
Aquí he de decir que en cierta parte comparto tu idea y en otra cierta parte no la comparto.
ResponderEliminarComparto la idea de que los funerales en occidente son muy aburridos, que la gente no tiene ganas de ir y están todo el rato mirando el reloj para ver cuando se pueden ir sin parecer que no quiere estar sin tener ningún tipo de respeto por la persona que acaba de dejar el mundo. (en fín yo me entiendo xD)
La parte que no comparto es la de impartirlo en los colegios como si fuese algo normal, dado que eso llevaria muchas repercusiones de cierto tipo de gente. Y eso de hacerlos en parques públicos no creo que sea lo mas apropiado para el niño que esté jugando en el parque en ese momento, yo lo veo así. (sigo entiendome xD)
A lo de Pepe Rubianes es una pena porque es una persona que a mi me hizo reír mucho, fui a ver su última obra en el teatro Capitol "La sonrisa etíope" y me lo pasé muy bien, al final de la obra el se disculpó diciendo que dejaba por un tiempo el teatro por su enfermedad. Y que era su última obra, además siempre me acordare porque fuí el último día de la obra.
un saludo desde la otra punta del pueblo. xD
En trances como la muerte quizá deberíamos comportarnos con una mayor aceptación y naturalidad, pero no estamos educados para ello. Yo, sinceramente, no puedo unir muerte y fiesta; dolor y lentejuelas; música y lágrimas...
ResponderEliminarHoy me siento triste porque Pepe nos ha abandonado, pero conservaré un feliz recuerdo suyo en el Palacio de la Magdalena de Santander y en el Gran Casino de LLoret de Mar donde tuve la fortuna de compartir con él humor, ingenio, sonrisas y risas. ¡Buen viaje a ninguna parte, amigo...!
«tan repentino, quién lo hubiera imaginado»
ResponderEliminar«nervios y tabaco, yo se lo tenía dicho»
«gracias, voy tirando»
«desenvuelve las flores»
«su hermano también se les fue de un infarto, les viene de
«con esa barba está usted irreconocible»
«se lo ha buscado, siempre se metía en líos»
«el nuevo tenía que pronunciar unas palabras, pero no le veo»
«Casimiro en Varsovia, Tadeo en el extranjero »
«eres la única inteligente, has cogido el paraguas »
«qué importa que fuera el más listo de todos ellos »
«una habitación de paso, Bárbara nunca lo aceptará »
«cierto, tenía razón, pero no significa nada»
«con el barnizado de puertas incluido, a ver si adivinas cuánto »
«dos yemas y una cucharada de azúcar »
«no era asunto suyo, de qué le ha servido »
«sólo en el color azul y tallas pequeñas »
«cinco veces y ni una respuesta »
«de acuerdo, pude hacerlo, pero tú también »
«por suerte al menos ella tenía aquella plaza »
«no me suenan, serán parientes »
«mira el cura, qué Belmondo »
«no conocía esta zona del cementerio »
«soñé con él hace una semana, tuve un presentimiento »
«su hija es bastante mona »
«nos tocará a todos»
«dadle a la viuda en mi nombre el..., llegaré tarde a...»
«sin embargo, en latín era más solemne»
«lo pasado, pasado está»
«adiós, señora»
«podríamos ir a tomar una cerveza»
«llámame, charlaremos un rato»
«coja el cuatro o el doce»
«yo hacia allí»
«nosotros hacia allá»
Entierro. Wislawa Szymborska
Mira, Joselu, me he llevado un disgusto con la muerte de este actor -un verdadero bululú, como tú le llamas-, pues no sabía siquiera que estuviera tan enfermo. Me acuerdo de sus hilarantes e inteligentes actuaciones, tanto con Dagoll Dagom, como cuando decidió actuar él solo. Buenísimo. Mañana hablaré de ello con mis alumnos de Artes Escénicas.
ResponderEliminarLo otro que te quería comentar es si te acuerdas de la película "Los sueños" de Kurosawa donde hay un ritual funerario precioso, muy alegre y colorido, en que se dice que se va a despedir a la muerta porque vivió y trabajó bien, y todo el mundo está feliz de haberla conocido. Una preciosidad, y una reivindicación de la muerte como parte de la vida.
Y una tercera cosa. Me he acordado de cuando yo era pequeña y mi abuela nos llevaba a mis primas y a mí al cementerio a limpiar el panteón. Ella limpiaba con una chica que le ayudaba y mis primas y yo merendábamos sobre una lápida y jugábamos como si estuviéramos en un jardín. Nunca me pareció una cosa temerosa ni mala. Una buena defensa de la naturalidad de la muerte, aunque quizás no habría que llevarlo tan lejos.
Me encantan esos cementerios escoceses abiertos como parques en los que uno se pasea entre las tumbas cazando mariposas.
ResponderEliminarEl concepto de muerte que nos toca por tradición no se corresponde en nada con esa supuesta vida eterna que nos espera. Dolor y sufrimiento de la cuna a la sepultura. Por lo menos sirvió a Quevedo para componer sus mejores poemas.
una pérdida muy grande.
ResponderEliminarsiempre he pensado que el día de mi muerte me gustaría que se hiciera fiesta, talleres y risas. Sin embargo, cuando llega el momento ya que más da, lo importante es haber vivido bien la vida, morir feliz y saber estar al lado de personas que te han querido a tal punto que entienden tus últimas necesidades, es decir, que se pegarán una borrachera a tu salud.
El día que me muera que hagan conmigo lo que quieran. Me trae sin cuidado que me entierren bajo un pino o que echen mis cenizas por la taza del wc, voy a ir a parar al mismo sitio...
ResponderEliminarEn el caso de haber necesidad, por parte de aquellos que quedaron y me quisieron, a mi salud, o mejor dicho, a la suya, una jartá de cervezas.
Entiendo que en cada cultura se diga adiós a una persona querida de un determinado modo, porque es eso, cultural. Yo voy a los entierros por respeto a los familiares, que son los que siguen vivos y están sintiendo el dolor de la pérdida, porque si por mí fuera, no iba ni a uno (incluídos los de mis familiares/amigos). Me parecen un absurdo. De igual modo no se me ocurrirá pisar un cementerio para ponerle flores a nadie. Cuando uno se muere deja de vivir, y punto. Queda tu recuerdo y el que quiere lo conserva (evidentemente también como quiere), y tus genes si es que tuviste descendencia. Fin del show.
Lo siento por la familia (viva) de este hombre, porque al fin y al cabo él ni siente ni padece a estas horas.
Es sólo una opinión.
Saludos.
Siempre lo he dicho:
ResponderEliminarhttp://contralosestudiosos.blogspot.com/2005/03/aprendizaje.html
Acabas de recordarme a un fragmento que leí hoy del libro "El capitán salió a comer y los marineros tomaron barco" de Bukoski.
ResponderEliminar"La mayoría de la gente no está preparada para la muerte, ni la suya ni la de nadie. Les sobresalta, les aterra. Es como una gran sorpresa. Demonios, no debería serlo. Yo llevo a la muerte en el bolsillo izquierdo. A veces la saco y hablo con ella: "Hola nena, ¿qué tal? ¿Cuándo vienes por mí? Estaré preparado"
No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte"
:)
Lo malo no es la muerte si no el dolor y la angustia que la preceden. En abstracto es algo tolerable. Por eso es tan importante que la gente no sufra para morirse, excepto los que lo deseen, aunque sea a costa de acortar la vida.
ResponderEliminarDe Rubianes,poco. Lo de TV y poco más. Respecto a la muerte...tendrías que ver un entierro en mi pueblo. Menos en dos, por que tocaban y mucho, en casi todos, al menos en el velatorio, me he reido como en pocos sitios. y en eso de hacerlos en público... no habría parques suficientes para tanto muerto.
ResponderEliminarUn conocido murió de cancer de pulmón hace unos años. Fuimos a verle. El drama diario era para asegurarse de que tuviera una bombona de oxígeno. Una vez por poco se asfixia, meses antes de morir, por culpa de la maldita bombona que se había terminado. Nadie debería morir asfixiado en una cama. Recuerdo a su mujer al teléfono luchando con el hospital para que trajeran la bombona a tiempo. Lo terrible no es la muerte, son esos detalles.
ResponderEliminarJoselu, de muertes cercanas sé todavía poco... Pero la de mi padre, la que primera que me ha aparecido a traición despertó en mí sentimientos contradictorios, comportamientos que no que hacían cierto daño...
ResponderEliminarMi padre, por suerte, tuvo el entierro que habría deseado. Él siempre decía que quería morirse en víspera de festivo, para que todo el mundo fuera a al iglesia y lo acompañase al cementerio. Recuerdo que cuando eran fiestas en el pueblo, siempre animaba a los más viejos: "Oye, ¿y por qué no aprovechas y te mueres esta noche, ahora que estamos todos?"...
Por la noche, en la noche del duelo, mis tías, las que van a todos los entierros, se quedaron como alcayatas al lado del ataúd.... A mí también me gustó acompañar su útltimo sueño, verle la cara, la herida en las cejas... la nariz que es tan como la mía...
Sin embargo, me pasé la mayor parte de la noche en el patio con mis hermanos y mis primos... Y nos estuvismo casi todo el tiempo riendo, contando historias tontas, dejando que los nervios se soltaran entre la parra que mi padre había plantado hace años...
Al día siguiente me gustó estar con mis amigos... Además, me encontré con amigos que hacía mucho que no veía, que venían de lejos... Se me ocurrió ir con ellos a tomar unas cervezas al bar (jolines, Serenus, qué poema tan poema nos has regalado). Tenía ganas de hablar, de abrazarlos, de alegrarme por su compañía... Sin embargo, enseguida comenzó el remordimiento, me empezó a estrangular la cultura de los muertos: anda, que tú el luto lo celebras en el bar, hija... Qué mal rollo...
En fin, que no sé cómo quiero que sea mi despedida... Me da lo mismo... Prefiero que se lo monten como más les apetezca a los que se quedan... todavía.
Gracias, Joselu, por permanecer...
Frikosal, yo también lo he sentido. Sé que participó en Antaviana de Dagoll Dagom y aquello fue uno de los mejores espectáculous teatrales que visto. Acababa de llegar a Barcelona, sería por 1980 o similar. ¡Qué tiempo de ilusiones y de libertad recién recuperada! Luego trabajó con Boadella en Els Joglars. Lo ví hacia 1990 en el teatro Victoria de Barcelona que estaba lleno hasta la bandera. El teatro se caía con su humor, que a no me hacía gracia, pero cuando se puso dramático ahí sí que me conquistó.
ResponderEliminarFrancisco Machuca, desconocía hasta que han salido las necrológicas su atracción por África y tú me lo confirmas. Ello me hace descubrir a un Pepe Rubianes distinto al que conocía. Me gustaría saber más de esta faceta y de sus reflexiones africanas. Un abrazo.
ResponderEliminarJuan Poz, yo algún día redactare mis deseos funerarios, pero mucho me temo que la orquesta sinfónica interpretando a Mahler que gustaría y el drakar vikingo en llamas que contuviera mi cuerpo perdiéndose en el mar, va a ser un poco difícil para mis descencientes. Habrá que pensar en algo más sencillito.
ResponderEliminarEl cuaderno de poemas de ruben, es curiosa esta concepción de la muerte en comparación con otros ritos que he explicado y en que se asocia muerte con fiesta. Quizás influya nuestra falta de creencia en la vida después de la muerte y estos pueblos sí que creen en ella.
ResponderEliminarNovicia Dalila, veo que no te convence mi planteamiento de muerte como fiesta y espectáculo circense. No sé por qué a mi me gustaría que en mi caso lo fuera. NO me resisto a morirme sin que haya un buen sarao. Y me importa y bastante, no me da igual. Quizás haya de irme con los toradja de Sulawesi para ser depositado en una cueva. Esto de dejarte a merced de los elementos me mola.
ResponderEliminarAaioue, curiosa tu predilección. Las bodas a mí tampoco me gustan. Un buen entierro con parlamentos elocuentes, y alguno de los elementos que he sugerido son de lo más emotivos. Como dice Fmop, el día en que te mueras sabrás cuanto te quieren.
ResponderEliminarEl-Krasavitsa, es significativo que estuvieras el día de su última función. Eso la hizo muy especial. En cuanto a la inclusión en el currículo escolar ¿por qué no una asignatura de Muerte y ciudadanía con visitas comentadas a los tanatorios y cementerios de la ciudad? Lógicamente tendría que ser impartida en tercero o cuarto de ESO en el momento en que hay ya una mayor capacidad de reflexión. Elevaré al conseller de Educación mi sugerencia. Como trabajos complementarios en el aula habría que preparar esquelas, necrológicas, parlamentos fúnebres dedicados a otros o el que gustaría para el propia entierro. Luego también incluiría diversas formas de morirse o ser enterrado o incinerado. Habría materia evaluable de lo más interesante. Saludos.
ResponderEliminarMarcos, de todas maneras mi post tenía un toque humorístico que nadie por lo que veo ha percibido. Quería recordar a Pepe Rubianes con un post un tanto esperpéntico. Pero lo mío no es el humor. Sniff. Un cordial saludo.
ResponderEliminarSerenus, un buen poema que da la palabra a distintas voces que se entrecruzan en un entierro. Yo para aquí y tú para allá.
ResponderEliminarClares, una hermosísima película Los sueños de Kurosawa. No recuerdo, sin embargo, esta escena. Fue un fenomenal testamento cinematográfico. Recuerdo el mundo asolado por una explosión nuclear realmente en imágenes espeluznantes y las secuencias finales con la belleza del agua corriendo libremente. El mundo hermoso que existe y el que podemos desencadenar. Una película que hace pensar. De todas maneras, Clares, había llevado al extremo mis imágenes sobre los ritos funerarios buscando un toque de humor que no he conseguido. Pero lo cierto es que a mí sí que me gustaría ser protagonista de un buen sarao en que hubiera fiesta, bocadillos de paté, niños, juegos, magos, contorsionistas y una buena orquesta. Y no me da igual, me encantaría. Me moriría mucho más a gusto sabiendo que voy a tener un funeral alucinante. Un abrazo.
ResponderEliminarAntonio, también en Irlanda los cementerios son lugares amenos por los que apetece pasearse. Incluso una vez en Cong (Connemara) durmimos en un camping justo al lado del cementerio. Son lugares de recogimiento pero en los que no domina lo macabro. En Sumatra te encontrabas en cada cruce de camino monumentos funerarios muy imaginativos que plasmaban la muerte en la vida, y no resultaban nada sombríos sino todo lo contrario. Tenemos una relación muy negativa con la muerte. No sé si será cuestión del catolicismo o de nuestra negra y contradictoria percepción de la vida abocada trágicamente a la desaparición en la nada. Por suerte nos queda Quevedo.
ResponderEliminarEloi, fiesta, talleres, maría, vino, niños, lectura de poemas y de historias del barrio... No estaría mal. Además un buen funeral es para que la gente te recuerdo más, y para ello un buen espectáculo como he dicho.
ResponderEliminarVero, mi hija de nueve años no conoció a su abuelo paterno, pero tiene fotos de él en su cuarto y siempre nos pide que vayamos a llevarle flores al cementerio, lo que hacemos raramente y ella nos lo recrimina. En esa devoción que tiene por su abuelo -que murió ocho años antes de que ella naciera- cifro una relación misteriosa, porque ella lo quiere, aunque sea sorprendente. Seguro que él nunca sospechó de la existencia de esta nieta que tanto le añora.
ResponderEliminarFmop, tenemos una relación sombría con la muerte. La vemos como el final absoluto y no como, dice Millás, un desplazamiento existencial. Tendríamos que llevar a los alumnos a esos sitios que citas, igual que a tanatorios. Seguro que volverían más centrados. Pero sería un escándalo mayor que llevarlos a un sex shop. Seguro.
ResponderEliminarMeike, en Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda el brujito le dice al antropólogo que si se gira por el lado izquierdo con rapidez verá la sombra de la muerte que nos sigue a todas partes. Como tú que la llevas en el costado izquierdo. Son sorprendentes las reflexiones a que ha dado lugar este post, que pretendía ser un homenaje a Pepe Rubianes. Está claro que la muerte nos hace ponernos serios o lúcidos, lo cual no es banal. A mí también me gusta Bukowski. Es uno de los pocos que me hizo reír con sus relatos sin ningún sentido de la corrección política.
ResponderEliminarFrikosal, tienes razón en eso de que es mejor acortar la vida para paliar la angustia que precede a la muerte. Acaba de morir la bisabuela de mis hijas. Era lógicamente muy mayor, pero murió durante la noche. Ojalá que fuera durmiendo. Tienen que ser momentos tremendos los que preceden a la muerte, en ellos nos encontraremos con nuestra grandeza o miseria interior. No sé. ¿Habrá luz al otro lado?
ResponderEliminarMalo, es cierto, no habría parques para tanto muerto. Supongo que la discreción de la muerte tiene sus razones de peso. Para no entorpecer la vida con las reflexiones que suscita, para no ensombrecernos, para que la sociedad sea productiva y no filosófica. La muerte nos hace filósofos a todos, o vividores, nada apropiado para un sistema que quiere producir y hacer del consumo su mecanismo fundamental. ¿Será el consumir una de los resortes para olvidar la angustia o inquietudes que suscita la muerte? Aunque también nos lleva al eros y a lo dionisiaco. Un mejor equilibrio con la muerte tendría buenas repercusiones en lo vital, pero sería menos bueno para la economía capitalista.
ResponderEliminarJueves, me ha interesado y mucho el relato que haces del velatorio y funeral de tu padre. Por lo que veo, murió en casa y allí velasteis el cadáver, lo que es una costumbre que se ha perdido totalmente. Hoy la inmensa mayoría de la gente muere en el hospital, un lugar desangelado e inhospito. El poder ver a tu padre, el reír con tus primos en el jardín al lado del árbol que el plantó, le dota de encanto a esta despedida. Sin espectáculo pero hecha a la escala humana. En cuanto a lo de permanecer, pienso que sí que me gusta estar aquí. Algunas personas os habéis habituado a leerme, igual que otras voces que leo me son entrañables. Nos hacemos compañía a veces con más calor que las personas reales con que topamos en nuestra existencia cotidiana. Un abrazo.
ResponderEliminarHeyendo tu post se me han venido a la cabeza dos imágenes:
ResponderEliminarun planto de la peli "el lobo" de J.L. López Vázquez, rodada en Galicia, en una vieja casa en la que los hombres, cogidos de la mano en un corro, daban vueltas frenéticamente ensimismados alrededor del muerto "para espantar los malos espíritus", mientras las mujeres lloraban en un banco desconsoladamente.
El otro, uno de esas procesiones de Harlem o Nueva Orleans, con su Brass Band entonando himnos jazzísticamente funerarios.
Bueno, y también el entierro de la sardina, que he presenciado la semana pasada y le resultó impacatante a la vez que tragicómico a mi resacosa imaginación de miércoles de ceniza.
Con cualquiera de ellos me daría por satisfecho.
iago
iago, yo también, el caso es algo simbólico, metafórico, imaginativo, poético. Por cierto, estoy leyendo La danza de la realidad de Jodorowsky, y también he conseguido en una biblioteca el cómic Después del incal. Saludos.
ResponderEliminarNo veo gran enigma en la muerte: la maquinaria se para, la estructura se derrumba. El misterio está en la vida, los mismos elementos, y sin embargo funcionando. No tememos a la muerte en sí, sino a la enfermedad, al dolor, a la dependencia, y los que tienen -bienes, olecciones, afectos-, a dejar aquí esas cosas. Caminemos ligeros de equipaje, siempre que sea posible, y procuremos no dejar deudas para después. Así no hace falta ningún rito, o en todo caso la celebración de los que siguen vivos, por ese plazo más del que aun disponen.
ResponderEliminarNo he conocido a Rubianes, solo su famoso comentario sobre la españa de los cojones. Me harté de reir, quizás porque lo escuche en la COPE; que se jodan, pensé.
Luego pensé que mejor hubiera estado si hubiese terminado diciendo "y lo mismo digo del Omnia Cultural y de la Catalunya de los collons"; pero claro, estaba en TV3...
ResponderEliminarHola, Joselu.
ResponderEliminarPues tendrás que darte una vueltecita por República Dominicana. Aquí los funerales son definitivamente más "animados". Dependiendo de la clase social. Mientras más pobres, más animados son, pero los de la clase alta son tan aburridos y patéticos como los que tú criticas.
Según sea el deseo del muerto, aquí le pueden hacer su fiesta, enterrarlo con un merengue típico, cerveza y Brugal. Claro, y la lloradera a mil. Las mujeres caen con ataques, los hombres las recogen, siguen cayendo, y los hombres la siguen recogiendo. Los tígueres (los muchachos del barrio) y las muchachonas bailan el musicón y hasta dan su golpe de barriga. Hay gente que hasta graba el funeral en video, le hace hasta tomas especiales al muerto y luego guarda la cinta de recuerdo.
Aquí se tiene por costumbre, después del velorio, hacer unos rezos (rezar el rosario y otras oraciones) todas las tardes durante ocho días. La gente acude y se le brinda su café, con galletas y queso.
El noveno día se realiza la misa. Es una actividad de un día entero que incluye comida, merienda, rezos, una misa con un sacerdote y luego la visita al cementerio para llevarle flores al difunto.
Esta vela se realiza en el aniversario del muerto durante nueve años consecutivos y luego ya es que termina todo.
Sin embargo, he de confesar que aunque para mí la muerte no tiene ningún misterio, ni es algo obsceno o algo a lo que uno no se puede acercar, para mi gusto prefiero los funerales tranquilos y que pasen lo más rápido posible y hacer mi duelo a solas. Claro, la única experiencia cercana que he tenido es la de la muerte de mi padre y para mí fue verdaderamente difícil estar rodeada de gente cuando lo único que quería era irme de allí y estar sola. Luego de eso fui un día al cementerio a la tumba de mi padre pero jamás he vuelto ni pienso volver porque me sentí terriblemente mal la vez que fui.
Te dejo muchos saludos y que estés muy bien.
Luego te escribo. Interesantísimo tema.
ResponderEliminarPantagruel, tu punto de vista sobre la muerte es congruente con tus posiciones. De acuerdo, pero ¿qué piensas de los ritos funerarios? Parece, a tenor de lo que dice Rosa Silverio, que en las clases populares dominicanas se sigue manteniendo la vistosidad y plasticidad del periodo que sigue a la muerte. Parece que el avance del pensamiento individualista y la descreencia en el más allá lleva a ceremonias más austeras, que no alteran la vida cotidiana. Si nos enfrentamos a la nada, ¿para qué dar relieve a ese tránsito? ¿Qué opinas?
ResponderEliminarRosa Silverio, me ha interesado mucho tu descripción de los funerales populares dominicanos. Aquí en España, las personas suelen morir en los hospitales, y en todo caso el velatorio siempre es en un tanatorio. Allí se recibe a los familiares con discreción, sin ningún tipo de celebración. Es tétrico porque la casa de la muerte suele ser funcional, fría y poco propicia a cualquier recreación plástica de la muerte. Mi post respondía a una cierta provocación teatral que ya contaré. Creo que el hombre contemporáneo en la República Dominicana o en España tiende al ceremonial mínimo, sin especiales alharacas, como es tu caso, que te sentías abrumada por tanta gente en el funeral de tu padre. Deseabas estar sola. Tengo la impresión de que la mentalidad individualista moderna (en la que los dos estamos incluidos y no entiendo por individualista "insolidaria")se aleja de esos modelos populares de celebración de la muerte y se hace de ella algo de lo que mejor no recrearse. Todos los pueblos primitivos han celebrado con fiestas la muerte. Nuestro cambio de concepción vital también se proyecta sobre la muerte. Me ha encantado tu intervención porque nos has traído la pervivencia de esos ritos que siguen existiendo. Un cordial saludo.
ResponderEliminarYo he dejado dicho que en mi entierro hagan misa etc y todo lo que les de la gana, pero que lean estas palabras durante la cermonia.
ResponderEliminarFrikosal, creo que no te conocía entonces, pero he leído los textos y son preciosos. Lo que más me gusta es la tolerancia y la ironía con que reflexionas sobre temas tan densos y que han llevado a persecuciones inicuas contra los que disentían. Algún día también escribiré las palabras que quiero que se lean en mi funeral. Es un buen ejercicio.
ResponderEliminar¡No corre prisa!
ResponderEliminarYo espero cambiar varias veces de opinión.
Joselu, no vi nunca en directo a Rubianes pero me parecía un gran actor, a pesar de algunas declaraciones suyas poco afortunadas. De todos modos, estupendo post, te felicito.
ResponderEliminarDe la muerte... qué te voy a decir. Estos días que he ido de hospital en hospital he pensado mucho en eso. Mi tía ha estado ingresada en el mismo en el que murió mi madre, en la misma planta, a pocos pasos de la habitación donde expiró. Día a día, durante cuarenta, asistí a su final, no fícamente doloroso pero muy duro para nosotros. Asistí a su muerte y es un trance poco agradable, la verdad. Aquello me marcó. Luego fueron dos noches de tanatorio recibiendo a cantidad de gente, unos más queridos que otros. El tanatorio me parecía excesivo, ahora son lugares impersonales, lujosos, hechos para hacernos olvidar lo duro del paso inevitable. Todo fue terrible, pero faltaba casi lo peor: deshacer la casa, hurgar en sus cosas, me parecía como si profanara su tumba. ¿Por qué almacenamos tantos bienes materiales? Luego nada importa, todo desaparece o va a parar a manos extrañas. Yo soy incapaz de usar su ropa, no puedo, me resulta imposible. Y su recuerdo sigue ahí, y su presencia, aunque ya no duela tanto.
Mi padre murió de repente y yo me enteré por teléfono. Fue un golpe terrible. Lo dejamos en casa hasta el entierro. Como fue antes de la muerte de mi madre aún quedó durante un tiempo cierta unión y la casa familiar. Ahora ya no tengo ninguna casa a la que volver, salvo la mía. Siento que me he quedado sin raíces, sin referencias. Cuando mueren los padres cambia la perspectiva de la vida.
Los ritos funerarios católicos me parecen morbosos y desagradables. No los soporto. Yo preferiría un funeral estilo americano, con palabras de la gente que me quiere y un entierro austero, pero con música. Mi tía dice que hay que recibir la extremaunción estando consciente, ella lo ha hecho, hay que tener ganas...
Tremendo tema éste.
Un abrazo, colega.
A mí me gustó el funeral del abogado en Filadelfia, con esa preciosa musica de Neil Young y sus imágenes de niño, mientras los amigos y deudos comen y ríen, pero en realidad, ¿qué más da? Sobre los ritos escribí no hace mucho, y creo que en las sociedades racionales y cultas, como en las personas racionales y cultas, debieran ser progresivamente innecesarios, aunque aun entiendo su valor balsámico, distractor, cuando el muerto es un ser querido. El aprovechamiento de la iglesia en nuestro medio, como siempre, es proverbial. Me resultó increible que no pudiera haber un funeral de estado para muertes masivas, como las del 11-M, o las del avión reciente, si no es por el rito católico, porque "no está previsto", y venga, todos a aguantar las chorradas interesadas de Don Rouco. Que desastre de sociedad.
ResponderEliminarA mí la muerte siempre me ha parecido demasiado importante a ojos de los mortales, entre los que me cuento, cuando es lo más evidente que tenemos ante nosotros. Es como cuando se apagaba la tele antes. Era increíble pero era. Que se lo pregunten a los de pompas fúnebres. No hay como la costumbre, ya lo decía mi admirado Shakespeare.
ResponderEliminarHace unos años murió el padre de mi cuñado y yo llevé, en contra de la opinión de mi mujer, a mi hija de tres años al tanatorio conmigo.Vimos el cadáver juntos. No se horrorizó ni pasó nada del otro mundo - perdón por el chiste fácil-. Yo, la verdad, eché en falta la cafetería.
Rubianes no me hacía reir, aunque me gustaba cómo tocaba los huevos a los de toda la vida.
En Cuba los velorios son cosa seria, la mayoría se hacen en funerarias, aunque antes la tradición era hacerlo en las casas, costumbre que no me gusta, si por mí fuera después de la muerte no habría reunión de ningún tipo, se le daba el destino final al cádaver y punto, nosotros enterramos a nuestros muertos, hace muy poco existe la posibilidad de la incineración y después los allegados siguen visitando por años las tumbas, llevando flores, tampoco me sumo a ese rito, no preciso de ir a pararme frente a los restos de los amados para extrañarlos, evocarlos y recordarlos con frecuencia, preferiría que no se armase suceso alguno alrededor de mis despojos mortales, si en algo coincido contigo es en mantener a los niños alejados.
ResponderEliminarYolanda, abordas un tema que se me hace especialmente interesante cuando hablas de los objetos del fallecido. Hay una novela espléndida de Antoine de Saint-Exupery titulada Vuelo nocturno. En ella el aviador protagonista vuela sin equipos de radar todavía no existentes. Se está quedando sin combustible pero se ve atrapado en una tormenta y pierde la orientación. La única solución es subir por encima de las nubes, sabiendo que en poco tiempo su avión caerá sin combustible. La belleza del mundo por encima de las nubes es sobrecogedora. Vemos la acción desde tierra donde son conscientes del tiempo que le queda. Miran los objetos de la mesa del aviador. Pronto serán los de un muerto. Ese momento de transición en que pasamos de ser una presencia a un hueco es tremendo. ¿Qué hacer con dichos objetos? ¿De qué carga se impregnan? ¿De la muerte? Un tema sugestivo y sugerente y que tiene importantes implicaciones existenciales y filosóficas.
ResponderEliminarEl debate sobre diferentes opciones de ritos funerarios ha dado lugar a muy interesantes intervenciones en este post. Saludos, colega.
Pantagruel, sí, es sorprendente que no haya alternativas a las misas funerarias. Yo no he estado nunca en un funeral laico. Supongo que los habrá, pero en esos momentos de zozobra para los familiares, la solución más sencilla es la de dejarse llevar por lo ya organizado que es una misa con cura y tal. En el funeral íntimo de Pepe Rubianes no sé por qué optarían. Espero que no le hicieran una misa, no hubiera sido congruente con su trayectoria (creo yo, aunque supongo que dejaría instrucciones sobre ello). Un funeral laico requiere organización, amigos que participen, un director del acto, música. Es el momento de los amigos, sin duda, aunque esta ceremonia sea un lenitivo para ellos y los familiares y que al fallecido no le sirve de nada.
ResponderEliminarAntonio, es significativo el término "pompas fúnebres". El término "pompas" tiene dos significados que nos sirven según el diccionario de la RAE: 1. f. Acompañamiento suntuoso, numeroso y de gran aparato, que se hace en una función, ya sea de regocijo o fúnebre.
ResponderEliminar2. f. Fausto, vanidad y grandeza.
Hacen referencia al aparato, a la suntuosidad, a la vanidad y grandeza. Es el último espectáculo en honor del fallecido y probablemente el único en que será protagonista -sin que él pueda contemplarlo-. Es uno de nuestros únicos momentos en que todos se pondrán de acuerdo en homenajearnos y en recordarnos (al menos eso parece).
Imagino, como dice Panta, que una sociedad culta y racional tiende a adelgazar la pompa dedicada al fallecido y que aquellos que lo querían prefieran la soledad, como dice Rosa Silverio.
Cuando murió mi padre yo no quería hacer ninguna pompa en su honor, en la comprensión de que cuando uno se apaga lo mejor es la intimidad de quienes lo apreciaban y que aquel trance no significaba nada. El sistema se apaga y todo se acaba. Al final hubo misa porque era lo más sencillo.
Bien por ti que llevaste a tu hija a un funeral. Mi mujer desde luego no me dejaría que llevara a mi hija que cuenta nueve años. Ella querría. Le atrae lo que rodea a ese momento.
Saludos.
Yolanda Pérez, la mentalidad racionalista tiende a evitar demasiada relevancia a esos ritos de la muerte, como es tu caso. Dices que los velorios son tremendos en Cuba, pero ¿en algún sentido son semejantes a lo que cuenta Rosa Silverio en su comentario? ¿Siendo dos islas caribeñas hay alguna conexión? ¿O el socialismo cubano ha marcado ese ámbito de celebración haciéndolo más austero y mínimo? Un saludo.
ResponderEliminarLos cubanos hacemos nuestros velorios sin música, la muerte es dolor y no celebración dentro de nuestro contexto cultural, que nada tiene que ver con la Revolución, pues esa es una tradición de la cual tengo referencias por mis antepasados desde iniicos de siglo, se toma café se comen meriendas, por la noche y el muerto se vela toda una noche , con las personas alrededor del féretro, cada vez que llega algún nuevo doliente, se vuelve a destapar la caja de Pandora, los lamentos alcanzan otro increscendo y el climax llega cuando se saca el ferétro para escoltarlo hasta el cementerio...
ResponderEliminarLa elevación del nivel cultural de los cubanos le ha ido quitando "tremebundismo" a los funerales aunque esas mujeres tiradas en medio d elamentos fueron hace mucho tiempo algo común ya van siendo las menos, y no creo que sintamos menos a nuestros muertos, sino que ya entendemos la irracionalidad de sublevarse contra ella, después que hablé de mis abuelos, estuve pensando en escribir algo sobre ritos funerarios, porque en mi familia tienen algunas peculiaridades, y somos tan numeroso clan que es un chiste recurrente el decir que no necesitamos a nadie ni para fiesta ni para velorio, que nosotros solos somos una multitud, tal vez me embulle y escriba lo que tenía pensado sobre el tema, ya sabes que he dicho que aprendí de mis mayores a tratarla con irreverencia, los ritos y rezos si los hacen especialmente los ancianos se ocupan de eso, los jóvenes cada vez menos vemos alguna razón en ellos, espero haber satisfecho tu curiosidad, saludos
Es curioso, cuando uno muere se le pone en su sitio. Ha impactado más su muerte que todas sus obras y su discreción.
ResponderEliminarEn la capilla / salón de actos del tanatorio de la ciudad donde vivo, de diseño circular, como el Panteón romano, el altar es escamoteable y se puede ocultar tras una puerta; en el espacio no hay ningún simbolo religioso. El friso está recorrido por la frase "Et in Arcadia Ego". Siempre que estuve allí encontré el altar bien visible, y al cura con sus ensalmos.
ResponderEliminarEn nuestra cultura la muerte es un fracaso, una derrota, un final desastroso, por eso no podemos celebrar nada, sino sólo lamentarnos de nuestra mala suerte y pasar página.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hace años les pedí a mis alumnos que escribieran su carta de despedida. Ese día iban a morir.
ResponderEliminarDe a poco los fuí llevando con mis palabras a ese momento final... No se detalló la causa de la muerte (ni importó) sólo importaban las palabras que dejaban en papel para sus deudos.
Los resultados fueron sorprendentes (aunque esperados, y manejados con sumo cuidado y conocimiento de causa en este tipo de técnicas...)
Todos invariablemente lloraron, hombres y mujeres... y no lloraban porque morían, lloraban por que no podrían vivir más. Eran jóvenes de entre 18 y 21 años... con "supuestamente" toda la vida por delante, lloraron por lo que no habían hecho y por lo que no habían dicho... Por lo que no habían dicho... No pensaban en el dolor que causaba su muerte a los demás, si no que pensaban lo que a ellos les dolía dejar a quienes amaban.
Fué una "clase" larga... Por fortuna pude "traerlos de vuelta" a tiempo. La clase finalizó con una tarea: Leerle esa carta a la persona que iba dirigida.
Durante esa semana fueron a verme, padres, novio/as, amigo/as, hermano/as... para darme las gracias. No sé qué hayan escrito esos chicos en aquellos papeles, eran suyos, los habían escrito urgando en lo más profundo de su ser.
Vivan muchachos! ¡vivan! les dije, extraigan todo el tuétano de la vida y mucho más! Amen, entréguense, apasiónense...
Al día de hoy, esos alumnos me siguen felicitando en cumpleaños y navidades, algunos más a menudo, me cuentan de sus vidas y sus luchas... Ese año, el curso fué fascinante en el aprendizaje de la literatura y creo que también aprendimos algo más...
Como siempre Joselu, hermoso! Primero vacaciones y luego la vuelta a clases me alejaron de aquí. Ahora comprendo por qué volví.
Un beso
Tranquilo, Joselu, ese poso humorístico se percibe en el post -sobre todo en tu despedida del último párrafo-, un auténtico homenaje esperpéntico muy del gusto de Rubianes, pero en el resto del artículo hay un canto -sincero, creo- por un duelo sin dolor, sin lágrima, con música, café y comida. Ahí es donde yo ya... ¡ay el lastre de la religión!
ResponderEliminarLa muerte es tan cierta pero también tan misteriosa.
ResponderEliminarHola Joselu.
Pues pensé que tu no andaba más acá en Blogspot porque tu blog sobre la Africa está en silencio. Bueno encuentrarte de nuevo.
Saludos.
Sill
Perdí a un hermano en un accidente, de alta montaña. Su cuerpo quedó , está todavía, entre las nieves de la cordillera del Himalaya.
ResponderEliminarCuando supe su muerte, al dolor de la pérdida se sumó el dolor de la nada ...no había nada que hacer, no había cuerpo, ni entierro...NADA. Aquellos días terribles, yo, que me cargaba y rechazaba cualquier acto social convencional, DESEABA desesperadamente que hubiera algo que hacer . Entonces entendí la importancia de los rituales funerarios, entendí la importancia psicológica y sociológica de los primeros pasos a seguir, los protocolos que hay que cumplir, la importancia de visualizar el cuerpo muerto, las vivencias y pequeños quehaceres de las horas que transcurren entre la muerte y el entierro para ir asumiendo despacio la realidad del abismo de la ausencia querida.
Yo sí he estado en funerales laicos, incluso he organizado alguno. Es verdad, falta experiencia y faltan referentes de "liturgias" laicas - ¿es una paradoja?- , pero poder, se puede y hay músicas, poemas, improvisaciones, emociones, hasta risas y aplausos, según la persona y según sus amigos, claro.
A veces me dan ganas de organizar mi propio funeral, con copa abundante pagada a la salida a todos los asistentes ...por la difunta.
¡Salud!
Amigo, como siempre haces un planteo inteligente con un disparador a veces tan temido.
ResponderEliminarVida y muerte se confunden, creo, en el concepto de eternidad. Ambos son distintos estados incluidos en el concepto de lo eterno.
Lo demás, cada uno segun su cultura, sus sentimientos, o su religión lo abordará como crea.
En fin...
Mas allá de todo quiero dejarte un gran abrazo,amigo!
Matilde, me ha sorprendido y emocionado tu testimonio acerca de tu hermano y tu reflexión sobre los rituales funerarios y su necesidad para facilitar esa transición hacia la desaparición de una persona. Creo que mejor no lo podías haber explicado. Tu aportación enriquece enormemente estas reflexiones que entre todos hemos realizado. Un abrazo y espero que alguna vez podáis realizar ese homenaje a ese querido hermano.
ResponderEliminarJuguemos a leer, bienvenida después de las vacaciones, y gracias por tu aportación. Alguna vez he pensado en plantear el tipo de ejercicio que reseñas, pero mis alumnos son pequeños y no sabrían cómo afrontarlo. El tuyo fue un éxito por la reflexión que promovió entre ellos. El año pasado propuse un ejercicio de epitafios a mis alumos de dieciséis años. Muchos tenían enfoques humorísticos, la mayoría, pero me di cuenta del interés que el tema suscitaba. Un cordial saludo.
ResponderEliminarMiguel, el otro día leía en la prensa acerca de las concepciones acerca de la muerte en Japón y coincidía con tu apreciación sobre la idea de fracaso y, por tanto, de estigma de todo lo relacionado con ella. Me sorprendió este punto de vista en la cultura japonesa que tanto valora o ha valorado el suicidio por honor -el sepuhku- de los samuraís y guerreros. No cabe duda de que este es un tema con muchos perfiles y ángulos de interpretación. Un cordial saludo.
ResponderEliminarMarcos, bueno menos mal que alguien lo ha percibido. Me congratulo de ello. Nadie había hecho referencia al tono presuntamente humorístico del post. Y además de esa necesidad de celebración con fiesta si es necesario de ese tránsito. Al menos a mí me gustaría que fuera así el mío.
ResponderEliminarSil Scaroni, mi blog de África no se renueva por falta de tiempo para atenderlo. Llevar un blog es un trabajo muy intenso, pero llevar dos es inabordable, si si quiere hacer bien. Un cordial saludo.
ResponderEliminarRodolfo, ¿cuál es tu opinión sobre los ritos funerarios? ¿Cómo son en Argentina? ¿Discretos? ¿Populares? Bienvenido y un abrazo.
ResponderEliminarLos niños heredan nuestra sin razón. ¿Cúal es la edad "ideal" para empezar a ir a funerales?.
ResponderEliminarMis hijos van a los funerales, sean directos los finados o no, tal vez porque en los pueblos se vive de otra manera eso de morirse.
Hay que tener presente a la muerte a cualquier edad, no como algo ajeno, con naturalidad, a lo mejor así no tendríamos ese miedo TONTO a amortajar a alguien. Alguien que se deja su carcasa en la tierra, sigue siendo el mismo, alguien vivo o muertecito, alguien a quén has querido. Seamos más orgánicos. Menos tanatorios y más velatorios cerca del cuerpo, aunque frío, sigue siendo el ser que fué. Merece morir y ser velado en casa, en su casa, todo lo demás es aprendido no sé porqué esa aprensión. Malditos Tanatorios. Maldita familia "malqueriente".
Mis niños viven la muerte con naturalidad, son niños de pueblo.
Buen post. La muerte aséptica e invisibilizada. Mi madre murió sola, en la UCI, solo dejaron entrar un minuto a dos personas a despedirse. No me parece razonable la gestión social que se hace de algo tan importante y por el que todos hemos de pasar. Me parece prioritario cambiar esta situación, humanizarla y devolver el protagonismo de este momento a quien le pertenece, no a quien se erige como autoridad en ese trance: médicos y personal de los tanatorios. También pienso que debe incluirse en la educación. De hecho ya hay gente trabajando en "educación para la muerte" y yo desde luego, cuando empiece a dar clase, es algo que pienso abordar. Solo el olvido voluntario puede explicar la falta de revindicación política y social en torno a este tema.
ResponderEliminarUn saludo
Un saludo