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lunes, 22 de febrero de 2021

No pegarás a tus padres...


Hoy he viajado en AVE de Barcelona a Zaragoza y he vuelto en el mismo día. Me he ido fijando en los grandes carteles del metro que reclamaban mi atención. Todos eran mensajes instructivos para formarme ética y socialmente. Los carteles políticos de la última campaña ya no están presentes. Los anuncios apelan a mi solidaridad con los mayores y su soledad, con los enfermos de ciertas dolencias, con las víctimas de abusos sexuales y micromachismos, con los miembros de esa asociación omnipresente de LGTBi e incluso se me insta a denunciar cualquier rasgo de homofobia y se me da un teléfono para hacerlo; se me insta a mantener la distancia social, a guardar silencio en los trenes, a no comer ni beber, a lavarme las manos con frecuencia, a rechazar cualquier signo de racismo y xenofobia, a ser solidario con otros países africanos y las ONGs que trabajan allí, a apoyar la difusión de las vacunas… 

 

Está claro que solo tiene uno que pasar por el metro para recibir un curso de pedagogía social para modelarme como buen ciudadano. Son mensajes para promover cambios o la concienciación solidaria en diversos campos todos muy estimables, no lo voy a negar, pero pienso que es algo propio de este tiempo. Si miro al pasado no recuerdo esta proliferación de mensajes de contenido social para influirme positivamente y modelar un ciudadano solidario, justo, igualitario, antirracista, no homófobo. Uno pasea por los pasillos del metro y le es impartido un verdadero libro de urbanidad adaptado a los nuevos tiempos. Esto tiene una clara intencionalidad política y son promovidos por instituciones administrativas o sociales que compran espacio público para influirnos. 

 

No digo que esté mal, pero observo que esta buenísima intención de los responsables de campañas que están generalmente en manos de partidos que ocupan el poder en las distintas administraciones pertenecen a un elenco de formaciones políticas que en su praxis diaria practican el canibalismo, las cuchilladas, el insulto, el desprecio, las trampas, la violencia promovida directa o indirectamente, la insolidaridad, la corrupción, el engaño y la mentira, y sobre todo, los malos modos que terminan muchas veces en la grosería. Solo hay que ver debates en las distintas cámaras de nuestro país donde domina todo menos la armonía y la solidaridad y la supeditación a los intereses comunes que deberían estar por encima de la lucha de clanes y partidos. 

 

Durante el periodo escolar pretendemos imbuir a los alumnos de valores como el respeto, la negociación, los buenos modos, la igualdad, la solidaridad frente a los impulsos primarios que surgen de ellos que son en muchos sentidos contrario a lo que por precepto legal les enseñamos no sé si con mucho o poco convencimiento, porque luego en la realidad que observamos entre los padres de la patria o de los políticos que pugnan como fieras por el poder, no hay nada de eso. Y ahora solo falta Hasél como icono social, símbolo de respeto y pacifismo. 

 

Pienso que en ese modelado social del ciudadano medio en torno a una serie de valores responde a patrones que se reflejan en la publicidad, en los medios informativos, en las series, en las redes sociales –aunque estas suelen ser muchas veces vehículo de odios y salvajismo que revela el estado interior de sectores de la población-, en las publicaciones institucionales, en la escuela…

 

Es como un doble mundo, el de los deseos de un mundo acorde con los patrones armónicos de época y una realidad profunda política y social que no corresponden en absoluto con lo que se difunde masivamente. En esa doble realidad vivimos. Cada tiempo intenta modelar a los ciudadanos en torno a ciertos valores, pero creo que en el pasado era la familia la que era transmisora de la mayor parte de los mismos. Ahora son los carteles y la propaganda institucional. Entretanto miramos alucinados el mensaje violento de las calles de Barcelona, la suciedad creciente de la ciudad, la pasividad de los partidos ante lo que está pasando si no es que se promueve, las larguísimas colas de los que no tienen que comer y van a instituciones caritativas por un plato de comida. Por otra parte, el violento ambiente del congreso de los diputados, las declaraciones llenas de desprecio e insultos, el navajeo, la mala educación, la violencia soterrada o evidente con que vivimos... Pero quieren buenos ciudadanos... 

 

Para terminar, leía hoy en la prensa de Zaragoza que han aumentado considerablemente los casos de malos tratos de los hijos hacia los padres. Las razones, sería largo de explicar aquí. Tal vez pronto veamos en las marquesinas algo relativo a no pegar a los padres… 

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