Ayer o anteayer la líder feminista Cristina Almeida reivindicando su aspiración a que las mujeres mandasen en lugar de los hombres, dijo que en tal caso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, sería capaz de ser “más mujer”. Yo me quedé boquiabierto porque no sabía que se podía ser más mujer o menos mujer, pensaba que se era mujer o que no se era. Pero, indagando me di cuenta de que las teorías de algunas direcciones de las ciencias sociales han abolido la noción de sexo masculino y femenino y lo han sustituido por “género” para después, tras sesudas disquisiciones, llegar a la conclusión de que el género no existe, que es un constructo social, tal como la raza. De tal modo, hay personas que nacen con pene o con vagina pero eso no significa que sean hombres o mujeres porque son una tabula rasa que se va construyendo. Una persona llega a ser mujer por decisión propia no por la biología. Y es mujer si acepta unos presupuestos ideológicos del feminismo que aspira a la toma del poder mundial en detrimento de los hombres. Es la idea de que el futuro es mujer, o el logotipo de un puño con el símbolo feminista. Si se es de derechas no se es mujer completa, se tiene vagina pero eso no significa que se sea mujer integralmente porque la mujer se hace. Y ser feminista es abrazar una ideología que no solo busca la igualdad y la no discriminación sino la supremacía de las mujeres feministas respecto a los hombres. Mujeres con conciencia de ser mujeres. Por eso, la filosofía trans en que hay hombres que “deciden” ser mujeres y es su decisión la que cuenta, no la biología porque esta es superada por la cultura. Así hay trans que atacan virulentamente a mujeres que solo son mujeres por la biología y no por sus convicciones político-ideológicas.
Uno se plantearía que Angela Merkel por ejemplo sería un caso de mujer exitosa que debería ser un icono para las feministas porque ha liderado brillantemente su país durante dieciocho años y se ha retirado con una aprobación general de haber sido una gran dirigente. Su despedida fue avalada por seis minutos de aplausos y también con muestras de afecto en las calles. Pero Ángela Merkel no es una mujer en el pleno sentido de la palabra según el feminismo porque no milita en él, no ha hecho profesión de fe feminista. Es una “abeja reina”, una mujer biológica que ha triunfado en el mundo de los hombres, tal como lo fue también en su tiempo Margaret Thatcher o Benazir Bhuto en Pakistán pero eso no basta. Sobre las “abejas reina” o mujeres que tienen éxito sin profesión de fe feminista hay un abrumador escepticismo si no desdén.
Cuando veo el símbolo feminista del puño comunista con el logo feminista, me produce un íntimo desasosiego porque es eso lo que están construyendo aunque a las almas ingenuas y simples solo les hablan de igualdad y no discriminación, y miles de mujeres son progresivamente modeladas para convertirse en peones de una lucha supremacista que concederá a las mujeres todos los derechos y los hombres serán supeditados como un género inferior en su planteamiento de lucha política. Este planteamiento viene de las ciencias sociales y la llamada interseccionalidad que propugna que sean los que han padecido discriminación por su género –que no existe-, raza –que tampoco existe-, cultura, su orientación sexual los protagonistas revolucionarios. Es decir, este bloque que busca la hegemonía -un concepto marxista de Gramsci- son las mujeres maltratadas por una sociedad de hombres, los inmigrantes explotados, los homosexuales y lesbianas, los bisexuales, los que no se sienten de acuerdo a su biología, los trans, los/las queer, los negros… La dicotomía entre explotados –los trabajadores- y los explotadores –los capitalistas, la iglesia, el ejército, el poder- ha sido transmutada en otra contradicción diferente teniendo en cuenta que muchas veces son los trabajadores los que son más machistas, homófobos o transfobos. Lo increíble es que buena parte de la izquierda está abandonando a los trabajadores que se sienten más arropados por VOX, el Frente Nacional Francés o el mismo Trump que tuvo más de setenta millones de votos…
Esta es la nueva revolución pendiente.
Para el/la que quiera saber más de la cuestión le recomiendo la lectura de El día del ajuste de Chuck Palahniuk con el fondo de una revolución en USA donde se crean tres estados, uno para negros (Negrotopía, uno para gays (Gaysia) y otro para blancos (Caucasia), llevando al límite las contradicciones neomarxistas en la sociedad americana. Otro libro sumamente interesante es La masa enfurecida: cómo las políticas identitarias llevaron al mundo a la locura de Douglas Murray. Otro libro basado en el mundo estrictamente científico frente a las alucinaciones de las ciencias sociales sobre la cuestión de las diferencias sexuales es el siempre interesante La tabula rasa de Steven Pinker de comienzos de los años dos mil.