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sábado, 4 de abril de 2020

¿No hay otra forma de luchar contra el virus?

                                       Escena en Suecia esta semana

Ayer fui testigo de algo que no me gustó nada y que me hizo pensar. Eran las ocho de la tarde y habíamos salido a aplaudir en una ceremonia ya cansina y no sé si muy significativa. Mientras estábamos aplaudiendo vi en un portal de enfrente de mi casa a tres vecinos que me sonaban –dos jóvenes y uno de unos sesenta años con barba- que estaban reunidos y tomándose unas cervezas durante el aplauso al que no se unieron. La escena me resultó divertida, pero no pareció que todo el mundo pensara lo mismo porque pocos minutos después llegó una patrulla de la policía municipal en motos y de modo impositivo y coercitivo les pidieron la documentación –ahí llegué yo a ver la escena- y verificaron, como si fueran delincuentes, sus antecedentes hablando con centralita y mencionando códigos y demás vocabulario de la policía. Aquello me pareció una escena propia de 1984 de Orwell y lo que más me hizo pensar fue que en un cien por cien de posibilidades habían sido algunos de los vecinos que aplaudían los que les hubieran denunciado y llamado a las fuerzas del orden.

También leí una noticia de que un hombre en Calafell había sido detenido por bañarse en el mar en una playa totalmente desierta. Creo que era la quinta infracción que acumulaba aquel bañista y esta tendría un carácter penal.

Luego leo un artículo de The Spectator sobre el modo que están aplicando en Suecia para enfrentarse a la pandemia sin lesionar las libertades individuales y aplicando lo que ellos entienden el sentido común de mantener cierta distancia con las personas –algo que en la sociedad sueca es ya connatural-. En Suecia no han cerrado los bares y restaurantes, pero ahora no hay demasiada afluencia. El gobierno de izquierda ha querido conciliar lo que es una sociedad liberal con la lucha contra la pandemia y han querido ver que es una cuestión de libertades también y no solo de epidemiología. No han querido encerrar a la sociedad por decreto como hemos hecho el resto de países de Europa convirtiendo a los ciudadanos en delatores frente al que se salte alguna de las normas.

Hay epidemiólogos que no ven claro que la estrategia del confinamiento sea tan efectiva como se quiere hacer ver, tienen sus dudas. Pero a la vez vemos que esta versión nos convierte en un estado totalitario como nunca habíamos tenido ocasión de comprobar en nuestras propias carnes.

Ayer leí las últimas cifras de la pandemia en las que nos aproximábamos a once mil víctimas en pleno y férreo confinamiento. Pero, ello me horrorizó, un treinta por ciento de las mismas, 3600 muertos exactamente, habían sucedido en lugares en que había un confinamiento total, en las residencias de ancianos de toda España donde los residentes están totalmente inermes. Son lugares de muerte y muchas veces los internos viven situaciones escalofriantes. ¿Sería extraño que algunos de ellos se fugaran para huir de dichas condiciones que los condenan a la muerte en un estado tan preocupado por la salud pública? Por otro lado no se están haciendo PCR a la población para determinar la extensión real del virus, no hay mascarillas, no hay adecuados trajes de protección para los sanitarios que son expuestos gravísimamente al contagio. 

El virus afecta esencialmente a personas mayores de sesenta años (95 %) y especialmente varones –mueren el doble de hombres que de mujeres-, no afectando apenas a niños –que pueden ser portadores pasivos-, a jóvenes y a personas de mediana edad, y menos a mujeres –todas las noticias que trae la prensa de víctimas famosas del coronavirus son hombres.

Me inquieta que hayamos renunciado de una forma tan natural a las libertades como tomarte una cerveza con dos amigos en la calle, y que los que aplauden solidariamente sean a la vez delatores de sus vecinos.

Hemos aplicado normas estrictas de confinamiento en una especie de dogma aparentemente irrefutable –todo el mundo la ha hecho- pero a la vez tiene un precio, detener toda la producción y actividad económica de un país. Nos vamos a la ruina. El número de parados ha crecido en novecientos mil en el mes de marzo. ¿Acaso, siendo víctimas de ese dogma, habremos de hundir sin que nadie trabaje en no sé cuántos meses, la economía de un país generando una recesión que durará muchos años, mucho dolor, mucho paro, y un país totalmente desolado por la pobreza que se extenderá especialmente en las capas más populares y alcanzará de lleno a la clase media que se verá hundida?

Habría mucho más que hablar de ello. Hemos renunciado a las libertades y estamos llevando al estado a la bancarrota, pero los casos de coronavirus siguen aumentando. ¿Es esta la solución? Si no, que se lo expliquen a los ancianos ingresados en residencias…

viernes, 3 de abril de 2020

Por qué preocupa tanto la pandemia de COVID-19 en África


             
Mohsen Nabil / Shutterstock

Elena Gómez Díaz, Instituto de Parasitología y Biomedicina López-Neyra (IPBLN-CSIC) y Israel Cruz Mata, Instituto de Salud Carlos III

La pandemia de SARS-CoV-2 avanza implacable y pone en jaque a los sistemas de salud de muchos países en el hemisferio norte. Como ocurrió con el coronavirus del SARS (2002-2003) y la gripe H1N1 (2009), la COVID-19 llega a África más tarde. Este continente acumula ya casi 6 000 casos notificados en 49 países. La Oficina Regional de la OMS para África advierte de que este podría ser el mayor reto de salud pública al que se ha enfrentado la región en los últimos tiempos.

África subsahariana es la región que presenta el mayor riesgo de mortalidad por gripe estacional, seguida muy de cerca por el Mediterráneo oriental y Asia sudoriental. Si tenemos en cuenta que la infección por SARS-CoV-2 está mostrando tasas de contagio y de letalidad mayores que la gripe y que hay una posible asociación entre mortalidad por COVID-19 y la dificultad de acceso a los recursos sanitarios, podemos plantearnos que el continente africano no estaría en la mejor situación para recibir la pandemia.

Frente a la incertidumbre del impacto que tendrá el coronavirus en este continente, sabemos que se suma a otras emergencias. En África, los brotes de sarampión y crisis humanitarias conviven con las tres grandes endemias (malaria, sida y tuberculosis), enfermedades tropicales desatendidas y una plaga de langostas que pone en jaque la seguridad alimentaria en el cuerno de África. Durante la semana pasada se comunicaron 91 brotes de enfermedades distintas en esta parte del planeta, incluida la COVID-19.

Con uno de los sistemas de salud más frágiles del mundo, África soporta una cuarta parte de la carga global de enfermedad y cuenta tan solo con el 3 % de los trabajadores en salud. En cuanto a inversiones tangibles, la mayor parte del presupuesto de salud en los países africanos es destinado a productos médicos, el gasto en personal es del 14 % y en infraestructura, del 7 %. Estas cifras están lejos de las de regiones con sistemas de salud con mejor desempeño, donde la inversión es mayor tanto en la fuerza laboral (40 %) como en infraestructura (33 %).

Aunque existe variabilidad entre los países africanos, en términos globales apenas la mitad de la población tiene acceso a servicios de salud y bienestar satisfactorios. Sus sistemas de salud funcionan al 49 % de sus posibilidades, lejos de alcanzar su máximo potencial, y con un nivel de resiliencia bajo. Estos son pocos recursos, humanos y materiales, para hacer frente a un aumento explosivo de pacientes con necesidad de cuidado intensivo.

Ante este escenario, la mayoría de los países africanos se está esforzando en la detección temprana, el cierre o limitación del tráfico aéreo y en las fronteras, así como en medidas de aislamiento, cuarentena y distanciamiento social. Es un esfuerzo titánico tanto para el área rural, donde vive un 60 % de la población y es frecuente la economía de subsistencia, como para las ciudades, donde abunda el urbanismo mal planificado en la periferia, con infraestructuras deficientes y acceso inadecuado al suministro de agua, saneamiento y manejo de residuos.

Hemos oído hasta la saciedad que lavarse las manos es una de las medidas principales para frenar la transmisión de COVID-19. Afortunadamente, en el norte de África el 90 % de la población tiene acceso a agua limpia, pero esto va a ser un problema en África subsahariana, donde el 40 % de la población (aproximadamente 300 millones de personas) no lo tiene. Allí conocen bien la importancia de la higiene y el saneamiento: después de las enfermedades respiratorias y el sida, las enfermedades diarreicas son la tercera causa de morbimortalidad en África.


                


Annie Spratt/Unsplash, CC BY

Consecuencias de la COVID-19 en un continente castigado

La pirámide demográfica en países africanos es muy diferente a la nuestra, con una población mucho menos envejecida. Esto nos llevaría a pensar en una mortalidad inferior por COVID-19, pero la proporción de individuos que tienen el sistema inmune comprometido es muy superior.
El Director General de la OMS, Tedros Adhanom, resaltaba cómo esta pandemia muestra lo vulnerables que son las personas afectadas de enfermedad pulmonar o con un sistema inmune debilitado.

Esto no hace presagiar nada bueno para una región donde las infecciones del tracto respiratorio inferior y el sida son las principales causas de morbilidad y mortalidad. África es la región con mayor carga de sida, casi dos terceras partes de las nuevas infecciones por VIH ocurren en este continente. También encabeza el ranking para otras epidemias como malaria, tuberculosis y neumonía infantil, y sufre la mayor parte de la carga global de enfermedades tropicales desatendidas. Sin olvidar que el continente africano se lleva también la peor parte en cuanto a desnutrición e inseguridad alimentaria.
Además del impacto directo en las personas, hay también una gran preocupación sobre el efecto de la COVID-19 en los programas de salud y en el acceso a los cuidados médicos. Un ejemplo es la anterior epidemia de ébola y las consecuencias negativas que tuvo en las campañas de vacunación infantil (sarampión y pentavalente) en Sierra Leona.

El impacto de COVID-19 sobre la tuberculosis es especialmente preocupante, ya que en el continente se da una elevada prevalencia de VIH y en esta condición la coinfección con tuberculosis es la principal causa de mortalidad. Es por ello que, recientemente, la OMS ha alentado a los países a mantener la continuidad de los programas de tuberculosis y proporcionado guías para minimizar los efectos negativos de la pandemia de COVID-19.

La OMS envía directrices similares en el caso de la malaria, otra de “las tres grandes”, y que concentra en África el 90 % de los casos y las muertes (sobre todo en niños menores de cinco años). Si no se mantienen los esfuerzos para el control de esta enfermedad (fumigación con insecticidas, distribución de mosquiteras, diagnóstico y tratamiento temprano), se observará un repunte de la malaria después de los esfuerzos colosales realizados en los últimos años. Un mal momento, cuando el programa de implementación de la vacuna contra la malaria ya tiene lugar en tres países africanos.

Lecciones y buenas noticias

El continente africano es ya un veterano en la lucha contra epidemias de gran impacto y en la respuesta rápida en situaciones de crisis. El brote de ébola en África occidental puso de relieve la forma en que una epidemia puede proliferar rápidamente y plantear enormes problemas en ausencia de un sistema de salud sólido. Pero el enorme esfuerzo que supuso esa crisis, de integración y cooperación de organismos internacionales, entidades gubernamentales y, sobre todo la sociedad civil, es ahora un aprendizaje y una respuesta adquirida; su vacuna más eficaz.

Junto con esto, la llegada tardía de COVID-19 a África ha dado una oportunidad de preparación que no se ha perdido. Así se ha creado el Africa Joint Continental Strategy for COVID-19 OUTBREAK, una acción multilateral que coordina esfuerzos de agencias de la Unión Africana y los países miembros, la OMS y otros socios, y que pone el foco en 6 pilares: Capacidad de laboratorio, vigilancia, prevención y control en centros médicos, manejo de casos, comunicación y logística.

Desde febrero de este año, África se ha preparado y ha mejorado su capacidad para el diagnóstico de COVID-19. El Africa CDC y el Instituto Pasteur de Dakar han trabajado en coordinación para implementar las técnicas de detección del ARN de SARS-CoV-2 en más de cuarenta países del continente. Al mismo tiempo, la Oficina Regional de OMS en África, junto con Africa CDC han iniciado una campaña de orientación técnica, comunicación y concienciación.

Existe un Plan de Respuesta Humanitaria Global COVID-19 de Naciones Unidas que cuenta con dos mil millones de dólares y considera África como una región prioritaria, mientras que en las contribuciones que distintos países, organizaciones multilaterales, fundaciones y corporaciones hacen a la lucha global contra COVID-19, no se olvida el apoyo a países de media y baja renta.

Una de las cosas que nos enseña esta pandemia es que vivimos en mundo globalizado, con un flujo de personas, mercancías, y patógenos a escala mundial. Los agentes infecciosos, entre ellos este virus, no conocen fronteras. COVID-19 comenzó en China y llega ahora a África. El continente ha superado graves epidemias, cuenta con las coaliciones y planes de respuesta que hereda de pasadas emergencias sanitarias y con apoyo internacional.

Lo más importante es que cuenta con una población que conoce el poder que tiene la comunidad en la lucha contra epidemias. Una característica del pueblo africano es su resiliencia y su vivir en el presente. En su novela Ébano, Kapuscinski lo definía así: “En África, se vive al día, al momento, cada día es un obstáculo difícil de superar, la imaginación no sobrepasa las veinticuatro horas, no se hacen planes ni se acarician sueños”. Mucho nos queda aprender de ella. A la espera de ver cómo evoluciona la pandemia, nuestras esperanzas están con África.The Conversation

Elena Gómez Díaz, Investigadora Ramon y Cajal. Líder de un grupo de investigación de epigenómica en malaria, Instituto de Parasitología y Biomedicina López-Neyra (IPBLN-CSIC) y Israel Cruz Mata, , Instituto de Salud Carlos III

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

jueves, 2 de abril de 2020

Geoestrategia y coronavirus


La crisis mundial en torno al coronavirus y sus consecuencias letales para muchos miles –millones, esperemos que no- de personas, no oculta que está siendo el eje de complejos combates geoestratégicos en torno a la lucha por el poder mundial entre las superpotencias Estados Unidos y China más evidentemente, pero no solo entre ellos. Cada país se enfrenta a la pandemia como puede y organiza sus fichas estratégicas cara al interior y al exterior. Son momentos de reordenación del sistema de poder mundial. En el interior de nuestro país dependerá de cómo se lleve la situación para que dé o no un giro total en las previsiones electorales que pueden llevar a una radicalización todavía más extrema de la política. El coronavirus podría ser la debacle de la alianza en el gobierno del PSOE con Podemos si no logran liderar bien la situación. Ahora todo el mundo está en estado de shock por el confinamiento, pero llegará, no dentro de mucho, el tiempo de pedir responsabilidades por: 1) la imprevisión y desorganización de la respuesta frente a la infección masiva; 2) la situación de la sanidad en España que hace que miles y miles de sanitarios se enfrenten casi de modo suicida a la enfermedad sin trajes de protección y en condiciones heroicas que provocan que un quince por ciento de ellos terminan contagiados y en cuarentena por la enfermedad; 3) por el  estado de la sanidad,  sujeta a recortes importantísimos en los últimos años y que se piense que no ha estado a la altura de lo que se esperaba de un país europeo; 4) por la terrible recesión económica que va a venir y que nos afectará gravemente a la mayoría. No se percibe un liderazgo moral y político y esto puede ser letal para el presidente Sánchez que puede ser sobrepasado por Pablo Iglesias, o propiciar a media distancia el crecimiento de una opción más enigmática si sube el apoyo a VOX como reacción furibunda de los ciudadanos.

Las potencias mundiales aprestan sus posiciones para buscar nuevos equilibrios. No es que interese romper la baraja. A China no le interesa que Estados Unidos o Europa se hundan porque los necesita como compradores de sus productos, pero se teme o se intuye que China sobrepase a Estados Unidos como líder mundial, al haber frenado el virus de una forma tan drástica en un par de meses mientras en el país de Trump se prevén doscientos mil muertos si todo va bien. Otra cosa que va surgiendo es un montón de dudas sobre si China dijo la verdad sobre el número de víctimas reales en Wuhan. El secretismo chino hace posible cualquier elucubración como está habiendo en los últimos días en que estudios independientes creen que pudo haber más de treinta mil muertos lo que sería muy diferente de los pocos más de tres mil que China reconoció.

Rusia también es un agente en esta lucha mundial por la supremacía, Europa se desune y se disgrega volviendo cada país la mirada al interior, prescindiendo de la visión continental o de política comunitaria. Puede ser la puntilla para que termine de hundirse el sueño europeo y convertirnos en unos actores de tercera en la política mundial. El Brexit ahora se ve incluso como un detalle irrelevante.  

En España, el poder independentista catalán espera poder volver su artillería contra el estado debido al descontento social e irritación que causará la recesión económica inevitable y la gestión de la crisis. Llegará a decirse que sin España habría habido menos muertos en Cataluña. Todo es posible en la rocambolesca visión de las cosas, aunque no poco efectiva y hábil, de los independentistas que ahora elucubran cómo y cuándo darle la vuelta al estupor de su grey contra España.

Este es el sustrato de las pugnas por el poder mundial y nacional, en lugar de reflexionarse conjuntamente sobre los límites del crecimiento y de la acción depredadora de la humanidad, así como del ansia de expansión ilimitada, que han provocado esta catástrofe vírica y el no menos peligrosísimo cambio climático que debería ser el eje de todas las potencias mundiales.

miércoles, 1 de abril de 2020

Víctor Nubla (in memoriam)



Con motivo del fallecimiento del músico experimental Víctor Nubla a los 63 años en Barcelona, quiero traer de nuevo un post que escribí en 2010 con motivo de una actuación del músico en mi instituto en abril de 1998. 
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Hubo un tiempo en que tuve un cargo en mi instituto. Era Coordinador de Actividades. Un verdadero lujo aquello de organizar jornadas, semanas culturales, festivales, fiestas… Recuerdo que radiografiaba Barcelona rastreando su vida intelectual y cultural e intentaba hacer llegar a un modesto instituto del cinturón industrial lo más vivo, lo más comprometido, lo más revolucionario y actual que se estuviera cociendo en los antros vanguardistas de mi amada Barcelona. Disponía de presupuesto y libertad para proponer apuestas arriesgadas. El espíritu pedagógico todavía no se había adueñado de nuestras instituciones de enseñanza media y podíamos idear y llevar a cabo experimentos que tuvieran relación con el conocimiento, la filosofía, el arte y la cultura en general.

En aquel abril de 1998 decidimos dedicar unas jornadas a la Poesía Visual de origen conceptual. A través del mundo de la magia, entré en contacto con el mejor representante de dicha poesía, el gran poeta catalán Joan Brossa, que nos hizo el honor de visitarnos y recorrer nuestro taller polipoético de poesía Visual organizado por COU y el recién inaugurado Bachillerato Artístico. Supe que el MACBA había organizado unas experiencias sobre poesía visual y conceptual. Propuse que varios participantes –estudiantes de escuelas artísticas- vinieran al instituto para coordinar la producción y creación de poemas visuales. Por otro lado organizamos unos encuentros con artistas visuales que enseñaron a los alumnos las técnicas de la antipoesía, el OULIPO y la Patafísica.

Resumo rápidamente aquella semana que fue un éxito de participación, de imaginación, de creatividad, de espíritu vanguardista… Pero hubo una anécdota que no quiero dejar de contar. Fue lo más cómico de la semana aunque en aquel entonces yo lo viví de modo distinto.

El uno de abril de dicho año, yo había asistido en el Harlem Jazz Club de Barcelona a un recital de uno de los artistas más célebres y difíciles de clasificar en el panorama de la Música abstracta o conceptual. No sé muy bien si estos adjetivos pueden definir la personalidad controvertida, vanguardista, rompedora, de Víctor Nubla. Tomando unos gin tonic a las doce de la noche pude escuchar su concierto de sonidos de saxo y órgano sin melodía y distorsionados por ordenador. No sabría cómo definir aquella música o antimúsica, pero en aquel contexto me pareció una idea genial para llevar a mi instituto. Dicho y hecho, teníamos amigos comunes y no costó demasiado convencerlo para que viniera a actuar el 23 de abril (Sant Jordi), en aquella semana dedicada a la poesía y en especial a la de Joan Brossa y el mundo de la magia. Víctor Nubla me sugirió que en el gimnasio en que tendría lugar la actuación, colgáramos mantas para evitar la reverberación de los sonidos. Allí estarían en la fecha indicada, él y su compañero.

He dicho que aquella semana fue un éxito pero no he dicho toda la verdad. El concierto de Víctor Nubla era esperado con expectación. Había transmitido que su música era revolucionaria y que era lo más avanzado en cuanto a experimentación.

Ocasión de gala a las doce de la mañana en un soleado día de Sant Jordi, tras toda la mañana llena de actividades polipoéticas, improvisaciones teatrales, creación de poemas visuales… El gimnasio estaba lleno con más de cuatrocientos alumnos esperando los primeros acordes. En el escenario había dos músicos con órgano y saxo y un sofisticado distorsionador que conectaba el sonido amplificado a varios miles de vatios por los altavoces del polideportivo convenientemente manteado según su indicación.

Pues bien. Empezó Víctor Nubla a tocar. El sonido era brutal. En mi vida he oído unos sonidos más monstruosos en cuanto a dimensión. El gimnasio parecía estallar y estar a punto de reventar. Tuvimos que casi taparnos los oídos, y desde luego a las doce de la mañana aquel recital de sonidos desestructurados y antimelódicos estuvieron a punto de romper los tímpanos de los asistentes –alumnos y profesores- que salieron en estampida del gimnasio hacia el patio. He dicho que había dentro unos cuatrocientos en total. A los dos minutos, el gimnasio se había quedado vacío salvo media docena entre los que me encontraba yo que miraba desesperado la situación. Para mi sorpresa, los músicos estaban encantados y no parecieron sorprenderse para nada y continuaron con entusiasmo renovado su antirrecital por medio de juegos tonales, contrapuntos de sonidos industriales salidos de alguna producción hipnótica, delirante y esquizofrénica. Era música industrial, desafinada, conceptual y no sabría más que decir porque en medio de mi desesperación me encontré con esa media docena de alumnos –ningún profe- que se sentaron en medio de la amplitud del gimnasio a escuchar aquello que estaba sonando. Fuimos pocos pero los que se quedaron estaban cautivados por la desestructuración de aquellos sonidos.

Al terminar el concierto una hora después, fui a hablar con los músicos que habían continuado impertérritos durante toda la sesión. Víctor Nubla me vio decaído y me dijo con una gran sonrisa: ¿Bien? ¿No? Yo miré la desolación del gimnasio e hice un gesto expresivo pero me dijo Víctor: ¿No te habrá preocupado lo del público? De las audiencias sólo se preocupan las televisiones.

No entendí muy bien la situación, pero yo estaba al borde del llanto o de la carcajada. Afortunadamente, mi amigo Alberto, que había llevado varias mantas, me invitó en su casa a una exquisita tortilla de patata.

Dejo el vídeo para que os hagáis una ligera idea de lo que fue aquello. No es de la ocasión pero sirve como orientación. No deja de tener gracia, pero quizás mejor oírlo por la noche y convenientemente motivado en otro lugar.

(Macromassa es el grupo de Nubla. Él es el que toca el saxo en el centro de la imagen)

¿Volver a la normalidad?


Si yo fuera un observador fuera del sistema, no implicado en la situación que vivimos, miraría la emergencia mundial por el coronavirus como un extraordinario observatorio sobre la especie humana. Plagas las ha habido a lo largo de la historia, muchas, y han determinado hechos y la historia de la humanidad. Pero la del coronavirus es la primera a escala global que vivimos en una era tecnológica en que nos creíamos a salvo de todas las historias del pasado que pensábamos que no podían pasarnos a nosotros con toda nuestra ciencia, con todos nuestros sistemas sanitarios, con todos nuestros recursos de sociedades avanzadas, con nuestros extraordinarios laboratorios, con la Inteligencia Artificial que analiza cualquier amenaza que surja en el planeta. Pero ha llegado el batacazo, el Covid-19 nos muestra que estamos tan inermes ante la amenaza vírica como lo estaban hace un siglo ante la pandemia de 1918-1919. No tenemos nada que cure la infección y estamos a año y medio para que surja una vacuna que pudiera inmunizarnos frente al agente patógeno. Y no tenemos en cuenta las muy probables mutaciones del virus..

El mundo ha optado por la solución radical que no pudo realizarse hace un siglo, un confinamiento global de toda la humanidad. Miles de millones de seres humanos viven una situación como la nuestra.

¿Qué ha fallado? ¿Qué ha pasado si esto era inconcebible en un mundo tecnológico con modernísimos laboratorios biomédicos? Lo fascinante es que surgen reflexiones y análisis multifacéticos; ideas filosóficas renovadas; vaticinios económicos sobre la recesión que va a venir; retornamos a las plagas del pasado, a los libros que hablan de ellas; se plantean meditaciones sobre el destino humano; repensamos hipótesis –cada vez más confirmadas- sobre Gaia como organismo vivo que reacciona frente a la acción humana; reconsideramos la ideología liberal  devastadora del entorno natural como causante de la infección zoogénica; nos estremecemos por la destrucción de la biosfera y el cambio climático inexorable…

¿Está todo relacionado –nos preguntamos-? ¿Cuáles son nuestros límites? ¿El crecimiento tiene límites? ¿No es acaso esta pandemia una reacción de la vida frente a la depredación de la especie humana?

Esto sucede en las mentes pensantes que ven en esta situación una oportunidad de pensarnos como especie en relación con el entorno natural.

Pero los políticos y gobernantes improvisan, atienden a lo más urgente, a intentar controlar los picos de la pandemia, a que todo vuelva a como era antes, a retornar a la normalidad, a que de nuevo la economía vuelva a funcionar, a recuperarnos de la crisis, a que los turistas y los viajes sean tan normales como antes, a seguir produciendo y emitiendo gases de efecto invernadero… A buscar soluciones populistas y nacionales frente a las instituciones internacionales sin escuchar a los científicos, a los filósofos, a los que están pensando la estructura profunda de lo que está pasando…

Pero ¿todo ha de seguir siendo igual que antes? La humanidad se enfrenta a un reto singular porque nuestro modo de vida es extremo, devastador, y nos conduce al abismo, esto es un aviso. Pero ¿cómo hacer ver a miles de millones de personas que nuestro modo de vida es insostenible, que hemos de retroceder y pensar, que hemos de perder muchos puntos en nuestro bienestar. ¿Qué político estaría dispuesto a hacerlo habida cuenta de las desigualdades sociales y económicas en el mundo, en nuestras sociedades?

El noventa y muchos por ciento solo anhelan volver a la normalidad, pero un uno por ciento nos avisa de que no es posible… solo hay que leer mucho de lo que se publica en laboratorios de pensamiento internacionales. Hay que pensar la pandemia.

martes, 31 de marzo de 2020

La bolsa o la vida


Una entrevista que me ha hecho pensar es la realizada a Philip Thomas, profesor de gestión de riesgos en la universidad de Bristol. En ella advierte del grave riesgo de paralizar drásticamente la economía mediante la asunción de políticas radicales de confinamiento que pueden terminar llevando a los países a una caída del Producto Interior Bruto de más de 15 puntos como se prevé ahora. La detención de la economía para fomentar el confinamiento puede ser no plan para quince días, o un mes, sino que puede ser de varios meses. De hecho, hasta que exista la vacuna eficaz y pueda ser comercializada no habrá una solución. El encierro puede ser de seis meses por lo menos. El desarrollo de una pandemia es errático e imprevisible. La de 1918-1919 tuvo no una sino tres fases a lo largo de dos años. A un brote, el de primavera de 1918, siguieron meses de contención y de aparente remisión, para volver en el otoño con un brote mucho más peligroso y mortífero. Se fue y volvió de nuevo en 1919. Por cierto, dicha pandemia afectaba a personas de entre veinte y cuarenta años en plena capacidad productiva, además de mujeres embarazadas o puerperales. Más a hombres que a mujeres pero esto varió según los sitios. El efecto sobre la economía fue en tal caso más medular porque afectaba a la fuerza de trabajo.


Nos enfrentamos a una clara incertidumbre. El gobierno decreta diez o quince días de confinamiento total para intentar aplanar la curva. Para ello, paralizamos la economía salvo sectores imprescindibles. ¿Se está seguro de que en diez días podremos salir del confinamiento o este se prolongará un tiempo indefinido sin visos de finalización con toda la economía detenida? Philip Thomas en su entrevista que he enlazado arriba vaticina que el coste social en términos de PIB será más letal que la propia epidemia puesto que significará un descenso generalizado en las prestaciones sociales y sanitarias por falta de presupuesto. Para España, el coste de detener toda la maquinaria industrial y de servicios será gravísimamente peligrosa. En realidad, hacemos lo que hace todo el mundo, lo que en China ha dado resultado por lo que parece, siempre que no se reintroduzca el virus en otra fase o, por reinfección externa, de ahí la xenofobia que se ha desarrollado frente a los extranjeros que podrían reintroducir el virus.

Philip Thomas sostiene que él no puede dar una solución sobre qué hacer, que comprende lo que se está haciendo pero también piensa que puede ser peor el remedio que la enfermedad. En todo caso, opina que no es bueno paralizar completamente un país porque traerá costes inasumibles e igualmente letales. 

Tras los tres brotes pandémicos de 1918-1919, la economía se resintió gravemente por la muerte de millones de jóvenes en la guerra y en la posterior pandemia, pero Estados Unidos reaccionó como motor de la economía mundial arrastrando a Europa, no así a España, a los llamados felices años veinte, hasta que el calentamiento de la bolsa llevó al crash del 29.

¿Puede ser Estados Unidos ahora motor de la reacción tras el virus? ¿O lo será China?

Al terrible dilema de si conviene paralizar la economía para detener el virus, alguien ha calificado como el viejo juego de la bolsa o la vida.

lunes, 30 de marzo de 2020

Los efectos del coronavirus serán equivalentes a los de una guerra mundial


No alcanzo a atisbar cómo será el mundo cuando dentro de un tiempo indeterminado, se pueda dar por superada la crisis del Coronavirus. Ni yo ni nadie, pero todos los analistas que he leído estiman que el mundo no volverá a ser igual. El modo de vida que manteníamos y que la crisis de 2009 pareció alterar, pero no modificar esencialmente, se transformará por completo en base a una devastadora crisis económica y a unos gastos extraordinarios que no sabremos cómo pagar o no podremos pagar. Pienso en España especialmente. Se modificarán nuestra forma de trabajar, incrementándose sustancialmente el teletrabajo; disminuirán los eventos masivos y las convocatorias multitudinarias: es posible que las plataformas digitales sustituyan al placer de ir al cine o a los conciertos de antes; cerrarán infinidad de negocios cara al público que no podrán superar la crisis: bares, restaurantes, librerías,  multitud de pequeños negocios y empresas socializadoras…; habremos de acostumbrarnos a un mundo más pequeño porque los viajes tan extendidos por Europa y el mundo por parte de los españoles se vuelvan cosa del pasado lo que hará que muchas compañías aéreas de bajo coste tengan que reducir sus ofertas; habremos de habituarnos a vivir con mucho menos presupuesto que actualmente porque nuestra economía será durísimamente afectada: es muy posible que los pensionistas vean reducidos sus ingresos, y los funcionarios rebajados sus sueldos; es posible que tengamos que volver a formas de ocio mucho más sencillas y asequibles de modo que recuerden épocas pasadas… La austeridad a todos los niveles se impondrá, viviremos con mucho menos… Desafortunadamente, en la política internacional, Europa es muy probable que no pueda sobrellevar unida esta crisis y que cada país se vaya por su lado cuando el sentido común llevaría a que lo afrontáramos juntos –triunfarán los nacionalismos sociales y económicos-, lo que significará que Europa pase a ser todavía más irrelevante en el conjunto del mundo; es muy posible que China y los países asiáticos sean los grandes vencedores de esta crisis y que Estados Unidos sea sobrepasado por el gigante comunista-capitalista… La emergencia climática se verá en parte aliviada por la reducción de gases de efecto invernadero y la lógica sería que el nuevo mundo resultante -más inestable- abordara la situación, espero que sea así, pero pienso que habremos de madurar mucho como especie para que aprendamos. En España, muy probablemente, la corona entre en crisis definitiva y sea sustituida por una república muy frágil que implicaría la disolución de la unidad de modo que los nacionalismos catalán y vasco alcancen la ansiada independencia. España, la idea de España, se volverá un anacronismo: ¿qué es lo que surgirá? Nadie lo puede saber.

Las ondas sísmicas de esta deflagración mundial durarán muchos años y harán, como, en las dos guerras mundiales, que el mundo mute profundamente tras unos años de depresión que arrumbará lo que quedara del viejo mundo. La tecnología será el lenguaje definitivo del futuro, y los que hayan invertido en Inteligencia Artificial –China y Estados Unidos- serán los que se lleven el gato al agua.

Lo fascinante es que probablemente todo empezó porque un chino comió carne de pangolín dando lugar a un proceso que derrotaría a un mundo que creíamos firme y sólido. La famosa metáfora de que cuando una mariposa bate las alas en China, termina produciendo un huracán en la otra parte del mundo, se ha hecho dolorosamente real.

domingo, 29 de marzo de 2020

¿Vendrán de nuevo los felices años veinte?

   
                                                  Pandemia de 1918-1919

No soy epidemiólogo ni científico especialista en infecciones, pero me surgen dudas sobre lo que estamos viviendo. Entiendo la necesidad de aislamiento y confinamiento para impedir la expansión masiva del virus. Personas que no tienen síntomas pueden ser portadoras y contagiarlo a otros más frágiles y propensos por sus patologías anteriores –las personas mayores, especialmente hombres-. Los infectores pueden no desarrollar más que una forma leve del virus pero su poder de infección puede ser letal. Lo entiendo. Pero también me digo que el confinamiento evita la extensión de la enfermedad, cierto, pero no hace que la sociedad se haga inmune a él como en la gripe de 1918-1919 en que murieron más de cincuenta millones de personas hasta que se superó. Aclaro que luego vinieron los felices años veinte en que la sociedad salía de una guerra terrorífica y una pandemia todavía más mortífera que la guerra.

Pienso que si no nos autoinmunizamos, que es lo que está sucediendo ahora, estaremos expuestos, hasta que se comercialice la vacuna, a nuevas reinfecciones del virus. En China parece haberse superado la fase interna de la infección, pero la población china ha desarrollado una intensa xenofobia hacia los extranjeros que son los que creen que pueden reintroducir el virus si se abren las fronteras de nuevo. Esto me da qué pensar que este proceso que estamos viviendo no durará un mes o mes y medio, no, será mucho más largo porque estaremos propensos a nuevas reinfecciones si la llegada de visitantes –turistas, viajeros, inmigrantes- sigue como antes. En China, actualmente, la xenofobia hacia los extranjeros es fortísima. ¿Estaremos condenados, hasta que se comercialice la vacuna lo que puede ser aproximadamente año y medio, a estar cerrados al exterior, si es que eso pudiera ser?

El confinamiento es un arma de doble filo, todos los países del mundo lo han adoptado para evitar la expansión del virus, incluso Boris Johnson en Reino Unido –contagiado él por el coronavirus- pero no nos inmuniza naturalmente frente a la pandemia. El problema es que en nuestras políticas preventivas –lógicas si queremos impedir una mortandad terrorífica- estamos exponiéndonos a unas situaciones en que, si queremos volver a la situación anterior de aglomeraciones humanas en fiestas, conciertos, eventos deportivos, manifestaciones políticas, bares y restaurantes, cines, teatros, etc, etc, va a ser muy difícil hacerlo si no imposible, porque elementos foráneos pueden reintroducir el virus de nuevo ante el que no estamos autoinmunizados.

¿Vendrán de nuevo los felices años veinte?

sábado, 28 de marzo de 2020

Muchas librerías tendrán que cerrar


El mundo del libro está en estado de shock, no es el único en el terreno de la cultura porque los teatros, el cine y la música, comparten este sentimiento de desolación ante una sociedad encerrada que no compra libros, que no va al teatro, que no va al cine y no va a conciertos. No puede.

El mundo editorial espera con ansia el mes de abril en el que hay importantes fiestas que mueven un 7% de las ventas de todo el año, es la fiesta de San Jorge o Sant Jordi. La primavera es la mejor época del año para los libros, para que los clientes se acerquen a las novedades y a ciertos autores de éxito. Pero las librerías están cerradas, la gente cuando se cruza con alguien se aparta con temor, hay ya miles de muertos en España por la expansión del coronavirus. Para el mundo editorial, los distribuidores y las librerías es la muerte en un sector que vive día a día. Se pierden las inversiones en propaganda y novedades que amarillearán en los almacenes. La industria del libro vive de algunos autores y libros para subsistir y lograr que luego otros títulos minoritarios logren salir a la luz. En España hay unas tres mil librerías pero muchas tendrán que cerrar porque no podrán superar este momento. Y entonces Amazon se quedará con todo. Para Amazon no hay crisis ni relación con los lectores, es un mundo cibernético y distante, extraordinariamente eficaz y rápido. Encargas un libro a las diez de la noche y normalmente al día siguiente por la mañana ya lo tienes en casa. No hay entramado sentimental, todo es frío, exacto, no existe la conversación con el librero.

He visto cerrar muchas librerías en Barcelona, la mayoría empeños maravillosos de libreros que luchaban por la cultura. Fueron arrinconadas y arruinadas por la actualización de los alquileres en los centros de las ciudades, por la jubilación de los propietarios sin posible sucesión… He visto esto con tremenda tristeza. Antes un librero era una persona de referencia que ha ido desapareciendo salvo en empeños voluntaristas, hermosos, llenos de romanticismo.

Las perspectivas son sombrías para los que quedan. La cultura sufrirá mucho con esta crisis mundial. No será el único sector pero a mí me duele especialmente.

El Coronavirus amenaza con romper Europa


La crisis del COVID-19 está afectando de forma diversa a los distintos países de Europa en cuanto a afectados y a su nivel de letalidad. Los países del norte tienen menos contagios y víctimas, así como sus sistemas sanitarios parecen más eficaces que los del sur de Europa. Pero no solo es el nivel de afección lo que aquí está en juego sino cómo dar respuesta conjunta a esta crisis, la más grave de la historia de la Unión Europea, aún más que la de 2009. Hasta ahora ha habido solo enfoques nacionales al margen de las instituciones de la Unión. Cada país se ha enfrentado como ha podido a la crisis, lo que ha hecho emerger más las diferencias entre los distintos países. Puede que esto genere enfrentamientos –ya los está generando- entre países como Alemania, Holanda o Austria que rechazan solidarizarse y pagar el hundimiento de los países del sur y otros como España, Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo que piden una acción conjunta y comunitaria frente a la crisis emitiendo Eurobonos –coronabonos- para compartir los costes.

Es la misma idea de Europa, ya gravemente resquebrajada en los últimos años, la que está en juego. Los estados del norte son los tradicionalmente partidarios de la austeridad frente a los del sur cuyas cuentas están menos saneadas. Puede que la pandemia sea el detonante final para la disolución de alguna manera de la Europa compartida.

Las recientes palabras de un ministro holandés, Wopke Hoekstra, sosteniendo que se debía investigar a España por no tener margen presupuestario para luchar contra el coronavirus, no fueron replicadas por representantes españoles sino por el ministro portugués Costa que las calificó de “repugnantes”, de absoluta inconsciencia y que “minan completamente el espíritu de la UE, siendo una amenaza para el futuro de la Unión”. Apeló a respetarnos unos a otros ante un desafío que debería ser común. Añadió que los miembros de la Unión deberían “comprender que no fue España la que creó o importó el virus”.

viernes, 27 de marzo de 2020

El mundo respira mejor gracias al Coronavirus


La crisis mundial que supone el Coronavirus tiene un efecto positivo sobre la salud del planeta y es posible que salve más vidas que las que causa. En efecto, el parón mundial, en especial en China, de la producción, la caída del consumo de carbón, la disminución del gasto eléctrico por las cuarentenas impuestas a las empresas chinas para contener el virus, ha hecho que por primera vez en mucho tiempo se vieran cielos limpios y ambientes claros. Asimismo, en el resto del mundo, la producción depredadora se ha ralentizado y las emisiones de dióxido de nitrógeno y dióxido de carbono, se han visto notoriamente reducidas. A esto se añade la caída significativa de los vuelos de turismo depredador que suponen un 8% de las emisiones de CO2. El mundo en estos días es mucho más limpio, los centros de las ciudades están desiertos, abandonados por el turismo de bajo coste que invade todas las urbes notorias del mundo.

La OMS calcula que mueren anualmente en el mundo ocho millones de personas por la contaminación que produce un planeta que se encuentra en estado de emergencia climática.

El coronavirus está teniendo consecuencias muy positivas porque ha ralentizado el planeta y nos puede enseñar, si escuchamos, que hemos de modificar radicalmente nuestro devastador estilo de vida que requiere de más y más agresión a la naturaleza. El coste será una terrible crisis económica que nos golpeará brutalmente porque nuestro modo de vivir requiere de un gasto de energía que no puede ser mantenido.

Es posible que estos días oigamos cantar a los pájaros en ciudades vacías de frenesí urbano. Pensemos que el coronavirus puede ser una señal de advertencia beneficiosa, pero hemos de oír el mensaje y no veo, salvo en webs muy marginales, que nos estemos dando cuenta de que lo que está pasando es muy bueno para el planeta.

jueves, 26 de marzo de 2020

El Quadern Suis de Quim Torra

En estos días de zozobra, hoy he conseguido reírme de lo lindo viendo este vídeo de Lluís Bosch, sacado de su blog "Mil demonios" que es una de las mejores empresas que hay en la red. Sinceramente me he desmochado viendo dos veces seguidas este vídeo a propósito del libro que ha publicado el Honorable Quim Torra para que nos lo descarguemos gratuitamente durante este confinamiento. Joaquim Torra no se merecía menos y el excelente ironista y escritor,  tanto en catalán como en castellano, Lluís Bosch nos ofrece una reseña inolvidable de El Quadern Suis publicado en Ediciones 62. Ahora es gratuito pero en papel serán veinte euracos. 


La fragilidad masculina




(Fuente The Guardian)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Nuestro estilo de vida


Una entrevista a Pedro Jordano en El Cultural me ha confirmado lo que en cierta manera ya intuía. La aparición del Covid-19 está íntimamente relacionada con la acción humana sobre la naturaleza. Recomiendo la lectura de esta entrevista que he enlazado, no hay más que añadir si se lee. Pedro Jordano (Córdoba, 1957) es ecólogo e investigador del CSIC y premio BBVA de Fronteras del conocimiento de Ecología y conservación de la naturaleza. 

Estas son mis reflexiones a propósito de esta entrevista: 

No es desconocida la advertencia de que el ser humano está transformando el mundo y produciendo alteraciones profundas en los ecosistemas climáticos y naturales. Somos casi ocho mil millones de personas en el planeta y la acción humana está devastando, para satisfacer las demandas de consumo del primer mundo, los recursos naturales. Los países emergentes quieren también su parte en el pastel planetario y eso hace que la naturaleza sufra nuestros embates de infinidad de formas empezando por el cambio climático, la deforestación, la alteración de hábitats naturales, sobrepoblación de áreas silvestres, avance de zonas urbanas en zonas salvajes... Ello favorece los saltos de especies silvestres a humanos. Se cree que el Covid-19 procede de una zoonosis o lo que es lo mismo, el salto de patógenos de especies animales a los seres humanos, como ha sido en otros procesos semejantes pero que no han tenido la misma virulencia como el SIDA, Ébola, SARS, West Nile, la enfermedad de Lyne, Hendra, Nipah, etc... 

Nuestro bienestar y riqueza no es gratis y lo vemos ahora con esta infección patógena que puede ser comparable a otros efectos como las migraciones humanas del sur al norte, efectos ciclónicos, grandes incendios devastadores, fusión de los polos, devastación de las selvas tropicales para plantar productos que ansiamos en el primer mundo como los aguacates o los biocombustibles, la destrucción de los océanos... Estamos alterando nuestra relación con la naturaleza de un modo destructivo y no comprendemos dicha interacción. Hay miles de virus que desconocemos. Cuando salta uno tan contagioso como el que estamos a los seres humanos, unido a la velocidad de propagación en un mundo hiperconectado por infinidad de conexiones aéreas... estamos ante una situación de emergencia planetaria. 

Estamos alterando la biodiversidad de ecosistemas naturales y se derrumban barreras para la expansión de patógenos. 

Es nuestro estilo de vida lo que está transformando el planeta. Si algo bueno tiene esta catástrofe zoogénica es que supondrá en buena medida un parón ecológico durante un tiempo. Es una advertencia que hemos de tener en cuenta. Vamos a sufrir como consecuencia de un colapso económico, pero es hora de hablar de nuestro estilo de vida depredador. Sé que es un tema muy complejo pero ahora tenemos una muestra de sus efectos. 

Sería un error irreparable ansiar que simplemente todo volviera a lo mismo que era antes del Covid-19. Aprendamos. 

martes, 24 de marzo de 2020

Del libro como artículo de primera necesidad.


Hoy he ido a comprar a Mercadona en un centro comercial desierto. He sentido la sensación de peligro al coger el carro utilizado por otros clientes, al tener que quitarme los guantes para abrir las bolsas de plástico, al tachar de mi móvil, al que había que activar por huella digital, la lista de la compra, al cruzarme con otros clientes con los que no siempre era posible mantener la distancia de metro y medio, al seleccionar los productos frescos… He vivido la compra como una actividad de claro peligro… Al salir con el carro bastante lleno, he pasado por diversos negocios cerrados, pero uno me ha llevado a pensar. Era una librería, La casa del libro, en cuyos anaqueles figuraban libros de actualidad. ¡La librería estaba cerrada! Lógicamente pensarán que no es un comercio de primera necesidad, pero yo pienso que sería hermoso un país que considerara los libros como productos de primera necesidad, y que las librerías estuvieran abiertas como las tiendas de alimentación y las gasolineras… Por lo menos, unas horas de apertura en horario restringido para alimentar el alma de los ciudadanos.

Nos traiciona el inconsciente. Sentimos que los libros no son estrictamente necesarios, aunque se nos diga que en estos días de confinamiento la lectura es especialmente aconsejable y que se nos sugieran libros para esta situación de desastre compartido. Mi hija dice que se pueden descargar en archivos digitales en Amazon y otras librerías. Pero no todo el mundo lee libros digitales –yo sí-, la mayor parte de la gente sigue leyendo en papel.

Una de las cosas que más me sorprenden en Portugal es el número de librerías que hay por las calles, es sorprendentemente alto. En España, la venta de libros ha quedado restringida a grandes cadenas de librerías y las pequeñas van muriendo poco a poco. Otra cosa son las ventas por Amazon, claro está, cuyo volumen desconozco, pero no creo que sea muy relevante estadísticamente.

Es natural que no se considere el libro como objeto de primera necesidad, mientras sí lo son los bares de los que hay decenas y decenas de miles en toda España. Nadie parece echar en falta las librerías, pero sí los bares. Ayer escribía  que bajaba con frecuencia a tomarme unos vinos turbios con mi mujer, pero añado que leo diariamente varias horas, que leer para mí es esencial como el aire que respiramos, que no me siento completo si no leo, que un día sin leer me resulta perdido. Otra cosa es cuando uno topa con un libro mediocre, terriblemente malo, como me ha pasado a mí cuando he elegido una novela de misterio para intentar evadirme del ambiente pesadillesco que nos rodea. He estado leyendo los dos últimos días una novela de Dean Koontz, titulada La habitación de los suspiros. Me ha resultado deplorable y la he abandonado cuando llevaba más del sesenta por ciento leído. He querido leer algo ligero, pero el paladar de los lectores apasionados no se contenta con cualquier producto.

Me gustaría vivir en un país en que las librerías siguieran abiertas en plena crisis del coronavirus, ello diría mucho sobre nosotros.

lunes, 23 de marzo de 2020

Desde Cataluña un mensaje de afecto a los madrileños


Mi mujer y yo teníamos con frecuencia la costumbre de bajar sobre las ocho de la noche a tomarnos un vino turbio con las almendras como tapa que nos daban. En el bar gallego pasábamos tres cuartos de hora charlando. Nos contábamos cómo nos había ido el día. Era un rito que nos encantaba y el camarero cuando nos veía entrar, rápidamente sacaba la botella de vino turbio y lo echaba en nuestras copas con alegría.

¡Qué lejos queda esto! –pienso-. Lo que era normal y hasta repetitivo en nuestra vida social ha dejado de existir. ¡Cuándo volveremos a salir con los amigos a cenar, a tomar unos pinchos, unas copas…? Esas rutinas que ahora nos parecen inimaginables cuando vemos todos los bares cerrados, todos los comercios cerrados, salvo las tiendas de alimentación en horario restringido y a las que entramos de uno en uno, o a lo máximo de dos en dos.

Mis sueños también se contagian de inquietud y esta madrugada me he despertado muy agitado con lúgubres pensamientos. Para alejarlos he leído unas páginas de la novela La habitación de los susurros de Dean Koontz, algo ligero para sobrellevar días de fuerte carga emocional.

En casa, el encierro continúa. Nos juntamos en las comidas que procuramos que sean apetitosas y variadas para paliar la inquietud. Luego mis hijas colorean láminas que descargan de internet o hacen puzles o ven series actuales o antiguas o hacen gimnasia con algún vídeo de Youtube. 

Alguna vez me conecto por Skype con algún amigo o amiga, leo, reviso las publicaciones de los blogs o periódicos internacionales americanos, ingleses o italianos. El mundo entero gira en torno a una palabra maldita. Es el título de mi diario estacional, el de primavera al que he llamado Diario del Coronavirus. Sueño con que pase el tiempo y de pronto estemos ya en junio y yo comience el diario de verano, espero que en otras circunstancias.

Una buena noticia es que en Italia por primera vez ha descendido el número de fallecidos. Quizás hayan llegado ya al pico del que estamos lejos todavía en España.

Desde Cataluña, un inmenso calor y afecto a los madrileños que están en el epicentro de la pandemia. Pensaré en vosotros cuando aplauda esta noche. 

domingo, 22 de marzo de 2020

Joselu, la humanidad no va a cambiar.


HORACIO: Hoy me toca a mí, tras varios días en que ha escrito JOSELU que está francamente desorientado. Ayer escribió un post en que parecía levitar sobre una nube y manifestaba que el Coronavirus nos iba a transformar, que seríamos más generosos y humildes, que este afectaba por igual a todas las edades y clases sociales, que la política tendría que abandonar su banalidad porque no lo íbamos a aceptar.

No hace falta ser un lince para sentir que toda esta percepción es totalmente disparatada. Solo un ejemplo: se ha hecho público que el noventa por ciento de las víctimas del virus son mayores de sesenta años, de modo que es una infección que ataca singularmente a la tercera edad y el nivel de letalidad en etapas anteriores es muy inferior.

En cuanto a que el virus nos haga mejores, más humildes y generosos me resulta francamente risible. El ser humano es esencialmente egoísta e individualista. Aquí todos estamos buscando salvarnos a nosotros mismos y cada uno vela por su propio pellejo. No hay, salvo excepciones, que las hay, signos de generosidad en esta crisis. Ha habido muchas crisis a lo largo de la historia y ninguna ha hecho al hombre más generoso y humilde. Los aplausos de las ocho de la noche son muy aleccionadores, pero ha habido una propuesta que ha corrido en las redes de un funcionario que proponía que donáramos al estado nuestras pagas extraordinarias de verano y navidad para ayudar a la nación a reconstruirse. Apelaba también al sentido solidario de las grandes fortunas e incluso mencionaba al rey emérito para que donara sus millones sucios de euros al estado. Me sonrío ante esta posibilidad, la de que donemos nuestras pagas extraordinarias nada menos que al estado, el gran saqueador. Y el rey emérito debe carcajearse, ¿para qué ha acumulado tanto en comisiones y ahora se lo va a llevar el estado? Joselu parece confiar en la regeneración de la política y en el estado, e incluso en la sociedad. Lo cierto es que estamos tan atónitos que apenas hemos reaccionado ante la crisis que demorará semanas, incluso meses porque la pandemia es mundial y solo cuando el mundo la supere en su conjunto, podremos decir que hemos pasado página, si es que no se convierte en una pandemia anual y estacional.

Cada uno está tirando hacia su propia zona de intereses. Joselu es ingenuo. Soy yo su alter ego, su lado tocapelotas el que manifiesta mi visión de las cosas. No seremos mejores ni daremos nuestras pagas al estado, ni los nacionalismos mirarán más allá de sus propias ombligueras, intentando sacar tajada de cualquier tragedia.

Sabemos que son los ancianos los afectados de la pandemia y eso nos tranquiliza a los que estamos fuera de esa edad, y los que están procuran blindarse porque los seres humanos todo están conformes en que hay que morir, pero no están tan conformes con el cuándo.

Joselu, la humanidad no va a cambiar, solo se adapta a lo que venga.

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