Recientemente me he hecho socio de Greenpeace, motivado por la gran inquietud que me produce el estado de la salud del planeta, como he expresado en los dos últimos posts. Ello me ha llevado a intentar conocer el ecologismo y leer libros e información que me aclare qué es exactamente. He leído Seis grados de Mark Lynas y, a partir de este, llegué a la figura de James Lovelock del que estoy leyendo un segundo libro titulado Novaceno, concepto del que hablaremos en otro momento.
El ecologismo -son impresiones rápidas todavía- es un movimiento plural en el que caben interpretaciones muy diferentes e incluso antitéticas. Hay implícitas filosofías -ecosofías- muy distantes, algo que me ha sorprendido.
El punto central es el papel otorgado a la naturaleza en relación con el ser humano. Hay conservacionistas basados en una visión antropocéntrica que defienden que la naturaleza debe ser usada y protegida al mismo tiempo para servir a los intereses humanos. Otros incluso, además de luchar contra la contaminación y la crisis del planeta, lo hacen desde un enfoque pragmático y llegan a ver incluso como una oportunidad de mercado para el capitalismo. Valoran las oportunidades estatales y financieras del sistema, aunque las critiquen, para llevar adelante sus propuestas ecológicas de protección de la naturaleza.
Sin embargo, hay otra corriente llamada “ecología profunda”, término creado por el filósofo noruego Arne Naess (1912-2009) en 1973 que es sensiblemente diferente porque no es antropocéntrica ni pragmática, no pone a la naturaleza al servicio de los seres humanos sino que defiende que el ser humano tiene que estar en armonía con ella, ni por encima, sobre o fuera de esta. Defiende la igualdad de todas las cosas naturales, los ecosistemas y la vida -los animales, por supuesto-, que tienen derecho a existir. El ser humano es un elemento más dentro de una red de relaciones en que no tiene el papel central. Nuestro deber es pensar a largo plazo, trascender enfoques superficiales hacia los problemas ecológicos y sociales que vivimos. Sin duda, es un planteamiento espiritual en que el ser humano se hace consciente de su lugar en la tierra así como de su responsabilidad ante ello. Arne Naess se vio influido en su pensamiento por el estilo de vida de pueblos amerindios y animistas. No somos simplemente individuos sino que formamos parte de una red de seres vivos y formas de expresión de la naturaleza.
La ecología profunda plantea la integración total del ser humano en la naturaleza, lo que le lleva a cuestionar el capitalismo y su afán depredador que revela el ansia humana por dominar, conquistar, someter, aprovechar, explotar… El mundo no está para ser libremente explotado por los seres humanos sino para servir a su desarrollo. El ser humano es parte de la biosfera y depende de los sistemas que le dan soporte. Cabría volver a conectar a los ciudadanos que viven en ciudades con esa naturaleza de la que forman parte. Estamos unidos al destino de la biosfera, al ser parte de ella. Es una concepción monista y holística que conecta al ser humano con la conciencia ecológica y dirigida a la autorrealización. Arne Naess propugna el valor propio de cada ser, de cada paisaje y de cada ecosistema, al margen de su utilidad. Todo está interconectado. Los límites ontológicos entre los seres vivos son ilusorios, así que los intereses de la biosfera son los nuestros, formamos parte de algo más grande que nosotros.
La ecología profunda conecta con el pensamiento de Baruch Spinoza -siglo XVII- y su igualitarismo biocéntrico, así como su visión panteísta, con Rousseau, Aldous Huxley, Lev Tolstoi, Henry Thoreau y John Muir, Alain Gisberg, Gandhi, el budismo, el taoísmo, los místicos cristianos y los sufíes.
Naess criticó el neoliberalismo, así como las soluciones comunistas para aumentar la producción y el consumo, así como su centralismo. Era anarquista y pacifista, y partidario de la desobediencia civil.
Las ideas de la ecología profunda han penetrado en el pensamiento verde de alguna manera aunque conviven con planteamientos más pragmáticos y antropocéntricos.
Un defensor y admirador de Naess era James Lovelock del que hemos hablado en posts anteriores. Lovelock, creador de la hipótesis de Gaia, conforma y reúne todos los planteamientos de la ecología profunda al considerar al planeta como una unidad compleja de interdependencias, que se autorregula, en las que el ser humano es un eslabón más.
Ignoro los planteamientos de Naess respecto a los grandes debates de nuestro tiempo sobre la devastación de la naturaleza por el cambio climático, sobre la indiferencia de los seres humanos en general por el estado de esta -la inmensa mayoría viven en ciudades y no la conocen-, sobre la crisis de las fuentes de energía, el tema de las renovables, la energía nuclear… Parece que Naess creó un marco ético profundo y holístico para comprender la relación de los seres humanos con la biosfera, pero no acabo de ver de qué modo, sin ese cambio sustancial que debería operarse en nosotros, podríamos encarar la crisis formidable en que nos hallamos. En alguna manera los “ecologistas profundos”, de origen humanista, desprecian la tecnología porque prefieren una tecnología y medicina alternativas y dejarían que la Naturaleza siguiera su curso porque, según ellos, los males iatrogénicos, causados por el tratamiento de la enfermedad son muy comunes.
Hay negacionistas que sostienen que no pasa nada, que son ciclos de la tierra, y, en alguna manera coinciden con los ambientalistas profundos, aunque con visiones totalmente contrarias, en dejar que la naturaleza siga su curso.
¿Qué hacer?