Páginas vistas desde Diciembre de 2005




Mostrando entradas con la etiqueta Desarrollo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Desarrollo. Mostrar todas las entradas

sábado, 28 de septiembre de 2019

Nuestro sagrado estilo de vida



Hace trece años abordé en mi blog el tema del cambio climático. Era profesor y quería llevar a mis alumnos a ver la película Una verdad incómoda basada en la interpretación de Al Gore –expresidente de los Estados Unidos- que nos alertaba dramáticamente sobre las consecuencias ya irreparables de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y que iban a producir la transformación de la vida humana en el planeta con los resultados que hoy ya todos conocemos y que no vale la pena volver a enumerar porque lo constatamos diariamente en nuestras propias vidas con el ascenso gradual imparable de la temperatura. No quiero ponerme pesado sobre ello porque es inútil. El que quiera saber puede hacerlo fácilmente buscando en la Wikipedia el término Cambio climático. No voy a insistir.

En 2006 se daba el plazo de diez años para revertir parcialmente los efectos del cambio climático. Han pasado trece y no se ha hecho nada. Los últimos años la jovencísima activista sueca Greta Thunberg se ha convertido en un símbolo mundial entre los jóvenes para luchar contra el cambio climático. Promovió los Viernes por el futuro que se celebran en multitud de países del mundo reuniendo a jóvenes que protestan ante la inacción de los gobiernos de todo el planeta, en especial los de los países más ricos.

Greta Thunberg ha sido objeto por su protagonismo en diferentes cumbres mundiales de feroces ataques por parte de los que la caracterizan como enferma mental y desequilibrada por padecer el síndrome de Asperger. Personalmente, he visto varios vídeos de ella hablando y me he sentido conmocionado por su valor y su desgaste personal al encabezar un movimiento de los jóvenes contra lo que va a suponer el futuro, en el presente siglo.

Mi primera reacción hace trece años fue la rabia ante esta inacción climática de los gobiernos del planeta. Hoy soy consciente de que la clave no está en los gobiernos –aunque sí, claro- sino en nosotros mismos como ciudadanos del mundo. Cada uno de nosotros gastamos recursos de modo inconsciente que contribuyen al calentamiento del planeta. Consumimos demasiada carne, viajamos en avión demasiado, utilizamos el aire acondicionado demasiado, utilizamos demasiado la calefacción innecesariamente, consumimos demasiada tecnología, utilizamos demasiado los vehículos individuales o familiares, reciclamos mal y de modo chapucero, estamos conectados continuamente y eso también hace crecer las emisiones de dióxido de carbono, nuestro modo de estar en el mundo es el consumo, de tecnología, de ropa, de alimentos… Nuestro estilo de vida es la causa esencial de dicho crecimiento, y no estamos dispuestos a cambiarlo. Para hacer algo habría que modificar esencialmente nuestro modo de vida y ya nos hemos acostumbrado a una sociedad que consume y gasta de modo frenético. Como consumidores individuales somos insaciables, nada nos colma. Moda, imágenes, comida, viajes, artefactos tecnológicos, gasto de energía… No hay ningún gobierno que se atreva a decirnos la verdad porque no la aceptaríamos…

Así que en nuestra pasividad y nuestra pasión por el consumo tenemos nuestra falta fundamental, no quiero llamarlo pecado. Admiro a Greta Thunberg y a todos los activistas que luchan por conseguir un decrecimiento global. No quiero ponerme siquiera como ejemplo porque yo también estoy contribuyendo al desastre creciente en nuestro mundo. De hecho, me he rendido hace tiempo tras mi estallido de ira inicial. Rendición y resignación a un mundo que vivirán mis hijas en que se fundirán los polos, aumentará el nivel mundial de los mares, se desertificará el planeta, aumentarán las catástrofes climáticas en forma de inundaciones, ciclones, gotas frías, crecerán las migraciones humanas hacia el norte de modo imparable porque buena parte del planeta se está convirtiendo en inhabitable, se modificarán los ciclos de la naturaleza, desaparecerán especies animales y de toda la biosfera, se extinguirá la vida en los mares, desaparecerán los corales, las selvas tropicales…  

No sigo, todo esto es evidente, pero yo en mi círculo cercano no veo a nadie concienciado a pesar de que tal vez cientos de miles de jóvenes están despiertos y alertas por su futuro, pero es como querer mover una pesada máquina de millones de toneladas y poner a tirar de ella a una pareja de burros. No le veo solución. Solo hay que ver las tonterías que se dirimen en las campañas políticas que eluden totalmente el tema climático, las tonterías y banalidades que centran nuestras pasiones colectivas, nuestra evasión continua en nuestros móviles, las series, todo nuestro inercial y trivial modo de vida. Admiro a estos activistas que luchan contra el cambio climático, a las organizaciones que también lo hacen, a Greta Thunberg la respeto profundamente, pero me temo que no estamos maduros. La humanidad está ciega y solo quiere crecer, moverse rápidamente, consumir –los que pueden, claro-, comer carne… a pesar de que nuestros pequeños actos son la clave de que no puedan cambiar las cosas. Personalmente me siento avergonzado de mí mismo y mi modo de vida, pero es tan difícil cambiar y luchar contra las pulsiones consumistas…



lunes, 11 de febrero de 2019

¿Acaso modernidad rima con soledad?



Recientemente, un blog amigo realizó una reflexión sobre algunas figuras significativas en la delimitación de un racismo teórico que planteaba que las razas eran esencialmente desiguales y que había algunas, las arias, superiores a otras, y estas, lo eran respecto a otras para llegar a las razas más inferiores que serían los primitivos, los aborígenes, los africanos que habrían nacido para ser dominados y esclavizados. 

Hoy nadie se atreve a hacer una manifestación de tal calibre y ya intelectualmente no se alude a la raza como un concepto que divida a los seres humanos en superiores o inferiores. Los resultados del racismo científico fueron tan aberrantes y criminales que quedó totalmente desprestigiado, así que no vamos a darle mayor relieve. 

No obstante, actualmente no hablamos de razas pero sí de culturas. El mundo está compuesto de culturas diferentes en sus manifestaciones materiales e inmateriales. El término “cultura” nos parece mucho más aceptable porque no hace alusión a características físicas mensurables (color, forma del cráneo, nariz, estatura, conformación ósea…). La diferenciación cultural es mucho menos agresiva y más acorde con nuestro modo de ver el mundo. Hay culturas distintas con aportaciones distintas todas igualmente valiosas. Esta es la fundamentación oficial. Pero, saliéndome del guion políticamente correcto, comenté a mi amigo que por qué había culturas propias de países ricos y otras propias de países subdesarrollados. ¿Por qué Haití es el país más pobre de América? ¿Por qué la América Latina padece problemas de desarrollo endémico y corrupción que no tienen otros países de América del Norte que son un polo de riqueza hacia el que muchísimos quieren emigrar? ¿Por qué los países africanos están entre los más pobres del mundo? ¿Por qué los países asiáticos como Japón, Corea del Sur, Singapur, China están en las escalas de desarrollo más destacadas de nuestro tiempo? ¿Por qué sus índices educativos son de los más altos del mundo? ¿Por qué los países de Escandinavia figuran entre los más desarrollados, socialmente progresistas –a pesar de ser monarquías, excepto Islandia- y con mayor nivel de satisfacción política colectiva y menor corrupción? ¿Por qué los países mediterráneos tenemos colgado el calificativo de poco confiables respecto a nuestros socios de la Unión Europea? ¿Por qué el mundo islámico se caracteriza por su atraso a nivel general y su falta de aportación a la cultura universal a nivel cultural y científico? ¿Por qué los judíos reúnen en su escaso número, las mayores realizaciones intelectuales, artísticas y científicas del mundo? 

Yo planteé estas dudas razonables pero políticamente incorrectas. Ya veo el pelotón de arqueros dispuestos a ajusticiarme. Mi amigo, sinceramente, intentó contestar con sensatez, porque podría haber llegado a la conclusión inadmisible de que hay culturas superiores y culturas inferiores. En el caso de España, curiosamente, siempre nos emulamos con países del norte de Europa y no con otros más al sur. Esto lo hacemos inconscientemente y espontáneamente. Todas las culturas son equivalentes en su valor pero nosotros nos miramos en unas y no en otras. ¿Por qué? ¿Por qué tomamos a Finlandia como referencia en el terreno educativo y no a Nigeria cuyos logros pueden ser ciertamente interesantes si los conociéramos? ¿Por qué nos comparamos con los salarios de Alemania, Francia, Holanda, Suiza o Dinamarca, por poner un ejemplo? ¿Es una especie de racismo involuntario, es una suerte de creencia subliminal de que hay culturas y países más confiables, mejores y más desarrollados? ¿Por qué son los que marcan los modelos de nuestro país y no los del norte de África por ejemplo? ¿O los del este de Europa por no salirnos del ámbito europeo? ¿Por qué no pensamos en Polonia, Hungría, Bulgaria o Rumanía para compararnos? 

Sé que estoy metiendo la mano en un avispero al que no se puede dar una respuesta sincera y clara, pero quiero alentar una posible interpretación. En el mundo hay culturas –sí, culturas- que se adaptan mejor o peor a la modernidad, modernidad definida históricamente por el desarrollo de los países anglosajones en el siglo XIX y XX y cuyo origen viene determinado por los pensadores ilustrados y el racionalismo que estableció países e ideologías más avanzadas que otras. Así La Enciclopedia francesa censuraba el oscurantismo y la superstición de la cultura española a la que veía como retrógrada y reaccionaria. Francia, Inglaterra, Alemania eran claramente ejemplos de países avanzados y España y otros países lo eran de países reaccionarios, en manos de los curas y de las creencias mágicas. De allí, nuestro intento de modernización con los Borbones en el siglo XVIII. Podíamos haber reivindicado nuestra propia visión de la realidad y de la historia, nuestra y peculiar, pero nos apuntamos al llamado tren del progreso y quisimos ser también modernos. Pues esa modernidad es la que divide esencialmente al mundo. Los países que se adaptan a una mentalidad abierta, emprendedora, dinámica, progresista, económicamente liberal, culturalmente sin tabúes, y que tienen un mayor nivel de moralidad pública (¿protestante?) son los más destacados del mundo en la escala de valores del desarrollo económico. Los que viven en las rémoras de la tradición, del tribalismo político y cultural, los que no piensan en términos de futuro y siguen viviendo en mentalidades del pasado como la religión, las creencias mágicas, los ligámenes familiares, con natalidad desenfrenada, con sistemas que propenden a la corrupción sistémica, o están en terrenos intermedios como los países latinos, europeos pero peculiares culturalmente, no acaban de lanzarse claramente al grupo de cabeza de desarrollo liberal del mundo. 

Sin embargo, vi una película “La teoría sueca del amor” en que se mostraba la sociedad sueca como amputada emocionalmente, solitaria, con vejeces tristes, donde el estado ha sustituido a la familia, en la que muchas veces se muere en el anonimato, y un médico sueco, harto de su modelo individualista de vida, se fue a trabajar a Etiopía que representa un modelo que no tiene nada que ver con el sueco pero cada ser humano está protegido por la familia desde que nace hasta que muere, y en el que nadie está solo nunca. Allí encontró nuestro médico el valor a su profesión y al término solidaridad emocional. Allí se sintió acompañado y querido. 

¿Acaso modernidad rima con soledad?

Selección de entradas en el blog