Hace trece años abordé en mi blog el tema del cambio climático. Era profesor y quería llevar a mis alumnos a ver la
película Una verdad incómoda basada en la interpretación de Al Gore –expresidente
de los Estados Unidos- que nos alertaba dramáticamente sobre las consecuencias
ya irreparables de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y que
iban a producir la transformación de la vida humana en el planeta con los
resultados que hoy ya todos conocemos y que no vale la pena volver a enumerar
porque lo constatamos diariamente en nuestras propias vidas con el ascenso
gradual imparable de la temperatura. No quiero ponerme pesado sobre ello porque
es inútil. El que quiera saber puede hacerlo fácilmente buscando en la Wikipedia
el término Cambio climático. No voy a insistir.
En 2006 se daba el plazo de diez años
para revertir parcialmente los efectos del cambio climático. Han pasado trece y
no se ha hecho nada. Los últimos años la jovencísima activista sueca Greta
Thunberg se ha convertido en un símbolo mundial entre los jóvenes para luchar
contra el cambio climático. Promovió los Viernes por el futuro que se celebran
en multitud de países del mundo reuniendo a jóvenes que protestan ante la
inacción de los gobiernos de todo el planeta, en especial los de los países más
ricos.
Greta Thunberg ha sido objeto por su
protagonismo en diferentes cumbres mundiales de feroces ataques por parte de
los que la caracterizan como enferma mental y desequilibrada por padecer el
síndrome de Asperger. Personalmente, he visto varios vídeos de ella hablando y
me he sentido conmocionado por su valor y su desgaste personal al encabezar un
movimiento de los jóvenes contra lo que va a suponer el futuro, en el presente
siglo.
Mi primera reacción hace trece años
fue la rabia ante esta inacción climática de los gobiernos del planeta. Hoy soy
consciente de que la clave no está en los gobiernos –aunque sí, claro- sino en
nosotros mismos como ciudadanos del mundo. Cada uno de nosotros gastamos
recursos de modo inconsciente que contribuyen al calentamiento del planeta.
Consumimos demasiada carne, viajamos en avión demasiado, utilizamos el aire
acondicionado demasiado, utilizamos demasiado la calefacción innecesariamente, consumimos
demasiada tecnología, utilizamos demasiado los vehículos individuales o
familiares, reciclamos mal y de modo chapucero, estamos conectados
continuamente y eso también hace crecer las emisiones de dióxido de carbono,
nuestro modo de estar en el mundo es el consumo, de tecnología, de ropa, de
alimentos… Nuestro estilo de vida es la
causa esencial de dicho crecimiento, y no estamos dispuestos a cambiarlo. Para
hacer algo habría que modificar esencialmente nuestro modo de vida y ya nos
hemos acostumbrado a una sociedad que consume y gasta de modo frenético. Como
consumidores individuales somos insaciables, nada nos colma. Moda, imágenes, comida,
viajes, artefactos tecnológicos, gasto de energía… No hay ningún gobierno que
se atreva a decirnos la verdad porque no la aceptaríamos…
Así que en nuestra pasividad y
nuestra pasión por el consumo tenemos nuestra falta fundamental, no quiero
llamarlo pecado. Admiro a Greta Thunberg y a todos los activistas que luchan
por conseguir un decrecimiento global. No quiero ponerme siquiera como ejemplo
porque yo también estoy contribuyendo al desastre creciente en nuestro mundo.
De hecho, me he rendido hace tiempo tras mi estallido de ira inicial. Rendición
y resignación a un mundo que vivirán mis hijas en que se fundirán los polos,
aumentará el nivel mundial de los mares, se desertificará el planeta,
aumentarán las catástrofes climáticas en forma de inundaciones, ciclones, gotas
frías, crecerán las migraciones humanas hacia el norte de modo imparable porque
buena parte del planeta se está convirtiendo en inhabitable, se modificarán los
ciclos de la naturaleza, desaparecerán especies animales y de toda la biosfera,
se extinguirá la vida en los mares, desaparecerán los corales, las selvas
tropicales…
No sigo, todo esto es evidente, pero
yo en mi círculo cercano no veo a nadie concienciado a pesar de que tal vez
cientos de miles de jóvenes están despiertos y alertas por su futuro, pero es
como querer mover una pesada máquina de millones de toneladas y poner a tirar
de ella a una pareja de burros. No le veo solución. Solo hay que ver las
tonterías que se dirimen en las campañas políticas que eluden totalmente el
tema climático, las tonterías y banalidades que centran nuestras pasiones
colectivas, nuestra evasión continua en nuestros móviles, las series, todo
nuestro inercial y trivial modo de vida. Admiro a estos activistas que luchan
contra el cambio climático, a las organizaciones que también lo hacen, a Greta
Thunberg la respeto profundamente, pero me temo que no estamos maduros. La
humanidad está ciega y solo quiere crecer, moverse rápidamente, consumir –los que
pueden, claro-, comer carne… a pesar de que nuestros pequeños actos son la
clave de que no puedan cambiar las cosas. Personalmente me siento avergonzado
de mí mismo y mi modo de vida, pero es tan difícil cambiar y luchar contra las
pulsiones consumistas…