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lunes, 4 de febrero de 2019

El infierno de la muerte blanca


No hay duda de que todo lo relativo al Tercer Reich es universalmente conocido: su historia, su ideología, la figura de Hitler, la persecución contra los judíos y gitanos, así como su eugenesia criminal. De todos es sabido la existencia de los campos de exterminio nazis y el genocidio que tuvo lugar en ellos o fuera de ellos. Probablemente muchos hayan leído El diario de Ana Frank o la obra Si esto es un hombre de Primo Levi. Forma parte de la cultura de nuestro tiempo. 

Sin embargo, la figura de Stalin y la historia de la represión en la URSS o países anexionados (Ucrania, Bielorrusia, los países Bálticos, Polonia… ) es menos conocida, así como sus campos de exterminio no tienen la literatura de Auschwitz o Treblinka o Mauthausen, entre otros. Probablemente, para muchos es desconocido que Stalin condenó a la muerte por hambre a más de seis millones y medio de campesinos durante las campañas de colectivización de 1933 y 1934, especialmente en Ucrania. El hambre, morir de hambre, fue una política aplicada por los totalitarismos, nazismo y comunismo. Igualmente en las grandes purgas de 1937 y 1938, tres cuartos de millón de personas fueron asesinadas por la paranoia de Stalin. 

Hoy vamos a hablar de Kolimá, el escenario donde se desarrolla fundamentalmente la represión de los enemigos políticos del régimen estalinista. Kolimá está en el extremo noreste de Rusia, lindando con el océano Ártico y el mar de Ojotsk al sur. Es un territorio, cuya capital es Magadán, donde eran deportados centenares de miles de prisioneros, millones luego, para morir en condiciones espantosas con temperaturas de hasta -60º para trabajar como esclavos hasta la muerte por congelación, cansancio extremo y desnutrición. Eran programas diseñados para eliminar a supuestos enemigos políticos del régimen estalinista a los que se aplicaba el famoso artículo 58 del código soviético. Allí murieron millones de prisioneros de toda Rusia y de las naciones anexionadas, además de japoneses, polacos y procedentes de los países Bálticos. A veces, llegar tarde al trabajo era suficiente para ser deportado a Kolimá. Con los huesos de los centenares de miles de muertos se construyó la carretera de dos mil kilómetros que va desde Magadán a Yakutsk. Los huesos eran material poroso adecuado para el terreno de permafrost que lo constituía. Es la llamada “carretera de los huesos”, cuyo pasado todavía es difícil de reconstruir por la ocultación y destrucción de archivos de la época soviética. 

Si Primo Levi es el testigo de excepción de Auschwitz, en Kolimá hay un escritor llamado Varlam Shalámov (1907-1982) que soportó durante dieciséis años la deportación al infierno de la muerte blanca y pudo sobrevivir. El producto de su estancia allí son los Relatos de Kolimá en seis tomos. Fue deportado allí en 1937 "por actividades troskistas contrarrevolucionarias" y posteriormente por una opinión literaria. Estuvo condenado en las minas de oro y carbón en condiciones durísimas, contrajo el tifus y fue castigado por crímenes políticos y sus intentos de fuga. Tras la muerte de Stalin en 1953, se le permitió abandonar Magadán pero no volver a Moscú. Trabajó en los Relatos de Kolyma entre 1954 y 1973, su salud era muy frágil por su prolongada estancia en los campos. Trabó relación con intelectuales como Alexander Solzhenitsin, Boris Pasternak y Nadezhda Mandelstam y sus relatos fueron conocidos minoritariamente en la URSS vía samizdat (ediciones clandestinas a multicopista que corrían). Sus Relatos salieron clandestinamente de la URSS y fueron publicados en 1968 en Occidente. Son considerados como una de las grandes colecciones rusas de relatos cortos del siglo XX. Cuando Shalámov pudo volver a Moscú, su mujer, que le había esperado, quería que este olvidara Kolimá, pero él se obstinó en recordar y su relación acabó en la primera noche por proyectos diferentes de vida. Su hija, todavía en época soviética, era miembro de las Juventudes Comunistas y lo rechazó avergonzándose de él. Shalámov murió en un hospital psiquiátrico donde, viejo y enfermo, enfrentó los últimos días de su vida todavía en la época soviética. Tres años antes de morir se le obligó a retractarse de lo que había escrito. Nunca pudo ser testigo del éxito de sus Relatos ni de las numerosas ediciones que se hicieron en muchas lenguas por el mundo. La beneficiaria de sus derechos de autor póstumos fue Irina Sirotínskaya, un amor de Shalámov con el que nunca pudo convivir pues ella estaba casada y tenía hijos a los que no quería renunciar. Shalámov murió solo en un psiquiátrico. Hoy me ha llegado el primer volumen de sus Relatos que quiero leer en su honor aunque sé que cuestionar el estalinismo no es igual de popular ni de fácil que cuestionar el nazismo. Para mi sorpresa, en Moscú, en la plaza Roja, está la tumba de Stalin que está siempre llena de flores. Y en Rusia existe una añoranza muy intensa de los días de la URSS y del padrecito Stalin. Y entre los progresistas españoles hay una tendencia muy extendida que es la de considerar fascista como un apelativo ominoso, pero todavía comunista es considerado prestigioso y políticamente correcto. Yo me identifico con Shalámov y me siento solidario con su vida y compromiso. 

lunes, 28 de enero de 2019

La Inteligencia Artificial y el pan con tomate

                                                     The Last Hope, 2018. 

Soy un apasionado lector de artículos y libros que abordan el tema de la Inteligencia Artificial la que constituye, junto con el cambio climático –y todas sus consecuencias- el mayor desafío que tiene la humanidad del siglo XXI. Sobre ella hay intensos debates acerca del peligro que supone para la especie humana y la necesidad, ahora que podemos, de enfocarla de un modo que no constituya una amenaza letal para la supervivencia de la humanidad. 

Quiero traer aquí algunas reflexiones, necesariamente superficiales, acerca de algunas aplicaciones sorprendentes de la IA que alumbran su prodigiosa virtualidad y que desafían algunos presupuestos que considerábamos exclusivos de la naturaleza humana, por ejemplo, la creatividad en terrenos como la música, la pintura, la literatura y su capacidad de aprendizaje profundo (Deep learning), porque una de las características de la IA es que puede retroalimentarse y aprender por sí misma, más allá de los datos que los seres humanos les faciliten. 

Se han creado algunas aplicaciones que permiten a algunos algoritmos crear música, tomando como patrones las composiciones de Johan Sebastian Bach, de modo que el programa Deep Bach genera música tan semejante a Bach que entusiastas especialistas no pueden distinguir con claridad si la música interpretada es original del compositor o generada por un programa de IA. La música de origen tecnológico tiene lo que parece ser auténtica inspiración y geometría sentimental que causa emociones en los seres humanos. Las redes neuronales de la IA asimilan los patrones de corales de Bach que sirven para entrenar estas redes, que luego producen sus propias melodías con armonías de voces distintas: alto, tenor y bajo. Las composiciones fueron testadas por un público de 1600 personas, 400 de las cuales eran expertos o estudiantes de música. Se mezclaron melodías originales de Bach con otras compuestas por Deep Bach y alrededor del 50% señalaron los compuestos por la computadora como originales de Bach. El proyecto Deep Bach forma parte de un programa mayor, llamado Flow Machines, y posteriormente se quiso hacer lo mismo en base a canciones de Los Beatles, lo que llevó a componer alguna pieza realmente beatlmaniana. La IA puede generar cualquier tipo de música y se ha aplicado, por ejemplo, a música irlandesa, cuyo origen es indistinguible de la compuesta por músicos inspirados por los lagos y colinas de Irlanda y cantadas en un pub de Dublín o de cualquier pueblo irlandés.

Otro proyecto de Deep Learning es AICAN, la máquina que dibuja sola y genera obras plásticas que el 75 por ciento de los encuestados no han sido capaces de distinguir de las obras de artistas humanos. La máquina fue alimentada con una base de ochenta mil obras que representaban el canon occidental en los últimos siglos. El algoritmo creativo de AICAN es llamado “red creativa contradictoria” porque por un lado intenta comprender la estética de las obras de arte existentes, y, por el otro, se aleja de los modelos establecidos, estableciendo una dialéctica innovadora respecto a ellos. Toda evolución del arte en los últimos siglos ha supuesto una oposición o contraposición con modelos anteriores y de tal modo el algoritmo genera obras novedosas pero sin alejarse demasiado del patrón preexistente, tal como ha sido la historia del arte. La máquina ha logrado entender la historia de la evolución del arte, pero habiendo de crear algo nuevo. Algunas de estas obras han alcanzado cotización de varios miles de dólares en ferias internacionales. El creador es el algoritmo y el programador no tiene control sobre lo que la máquina genera que escoge el estilo, el tema, la composición, los colores y la textura, e incluso da nombre a la obra creada. Lo que no puede hacer AICAN es partir de un contexto social para crear una obra, tal como hacen los artistas, pero, paradójicamente, fueron los críticos los que, tras la creación del algoritmo, los que contextualizaron las obras generadas como si formaran parte de un momento de la evolución de la historia del arte. 

Igualmente se han generado poemas creados por algoritmos que son similares a los creados por el alma humana porque es el lector el que dota de estructura profunda a los poemas a través de su lectura. Tengamos en cuenta que buena parte de la poesía del siglo XX ha tenido vertientes formalistas que se pretendían alejar de los sentimientos humanos, tal como se vio a partir de la eclosión de las vanguardias artísticas. Otras veces, uno de los programas, WASP, creador de poesía en español, toma como base miles de sonetos del siglo de Oro para componer uno perfectamente medido en cuanto a sílabas, métrica, acentuación y temática, que semeja haber sido compuesta por un poeta con sangre y huesos. 

Sin embargo, se da una paradoja sorprendente llamada “Paradoja de Moravec” y es que a la IA le resulta fácil crear artísticamente o aprender cualquier dinámica de juego por sí misma para derrotar al campeón del mundo de ajedrez o GO, generando estrategias de juego que suponen auténtica creatividad y que revolucionan el modo de jugar, pero la IA tiene verdaderas dificultades en emular los movimientos de un niño de un año y su modo de percepción del mundo en cuanto a reconocimiento facial o de los objetos que lo rodean, y ahí la IA es auténticamente torpe. La paradoja de Moravec, formulada por Hans Moravec, Rodney Brooks y Marvin Minsky en la década de 1980 establece que La IA es capaz de afrontar cualquier reto en cuanto a procesos de inteligencia en un adulto y sobrepasarlo, pero es incapaz de poseer las facultades perceptivas y motoras de un bebé. Dicho desfase se atribuye a la teoría de la evolución y se cree que el pensamiento abstracto, la inteligencia abstracta, es una aportación al ser humano relativamente reciente en términos evolutivos, a diferencia biológicamente de lo que el ser humano –y animales- llevan practicando mil millones de años de experiencia sobre la naturaleza del mundo. La consecuencia que estableció Steven Pinker en su libro The Language instinct es que los problemas difíciles son fáciles y los problemas fáciles son difíciles. 

Por otro lado, una de las limitaciones de la IA es que, fuera de enfoques pragmáticos y cognitivo-complejos, carece esencialmente de sentido común. Cosas que son evidentes para cualquier ser humano son imposibles de ser captadas por la IA, inepta total para el humor o la ironía, hecho que vemos con sorpresa cualquiera que interaccione con la IA, sea en forma de GPS, asistentes como Google, Amazon, Apple, o hable con una máquina a través de los laberintos telefónicos a que nos someten ciertas empresas. Es posible que estemos al borde de los coches autónomos de inteligencia prodigiosa para enfrentarse a tareas de conducción que supondrán muchos menos accidentes de circulación, pero es probable que cometan errores tontos que ningún ser humano cometería. 

martes, 22 de enero de 2019

La Viena de Sissi, Mozart y Freud.


Una visita a una ciudad como Viena durante cuatro días apresurados no da tiempo de comprender demasiado acerca de la vida de esa ciudad, pero intentaré expresar cuáles han sido mis impresiones al respecto. 

Viena es una ciudad Imperial, como San Petersburgo o Londres, refleja un pasado histórico esplendoroso en el que se miran los habitantes. Recuérdese que Viena era la capital del Imperio Austrohúngaro, hasta 1918, que comprendía los territorios aproximados de Austria, Hungría, Checoslovaquia, buena parte de los Balcanes y se adentraba en Italia, llegando incluso a Venecia en algún momento. Era un mundo de unos sesenta millones de habitantes, que, tras la derrota de Alemania, el Imperio Austrohúngaro y el Imperio Otomano, perdió el noventa por ciento del territorio y pasó a ser una pequeña nación de apenas seis millones de habitantes que tuvo que rehacerse y crear nuevos mitos para sobrevivir. Esos mitos venían del brillo de la época imperial, y en esto juega un papel sobresaliente la figura de la enigmática y sombría emperatriz Sissi que murió asesinada en Ginebra en 1898. Todo en Viena recuerda ese pasado y los guías no se adentran en la etapa más controvertida de Austria como cuando fue anexionada por la Alemania nazi en 1938, el Anchsluss, ante el entusiasmo de la mayoría de los austriacos que se desataron en violencia contra la población judía en la noche de los cristales rotos en 1938. La nueva derrota les llevó a crear la ficción ante sí mismos y ante las demás naciones de que habían sido la primera víctima de Hitler y esta visión les hizo no llevar a cabo un reajuste de conciencia por su papel de cómplices del nazismo. Recordemos que el 9 por ciento de la población de Viena eran judíos que se sentían profundamente vieneses a pesar de que el resto de la población los miraba con resquemor. De los 192000 judíos que vivían en Austria, 65000 fueron asesinados y el resto tuvieron que emigrar a Estados Unidos, Israel o Inglaterra, tal como hizo, muy enfermo, Sigmund Freud en 1938, cuatro de cuyas hermanas fueron deportadas a campos de exterminio donde murieron. 

Solo a partir de 1990, Austria comenzó a aceptar su responsabilidad en este tema. Recordemos que anteriormente el presidente de Austria había sido un antiguo nazi, Kurt Waldheim, que había ocultado su pasado, y había llegado incluso a ser Secretario General de las Naciones Unidas. 

Viena es una ciudad en que la música y la pintura y la literatura tiene y han tenido un peso extraordinario. Solo citemos a Mozart, Johan Strauss –padre e hijo- o más recientemente a Mahler. Como pintores citemos a Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka, que chocaron con el conservadurismo de la sociedad vienesa por su erotismo y radicalismo artístico. Como escritores, recordemos a Robert Musil, a Stefan Sweig y más recientemente el cáustico y corrosivo Thomas Bernhard, debelador de la alianza entre nacional-socialismo y catolicismo. 

Y no podemos olvidar a una de las mentes más privilegiadas del siglo XX, el psicoanalista Sigmund Freud, cuyas teorías transformaron el campo de la psicología profunda y el inconsciente, y que creó la escuela vienesa, en un campo que revolucionó no solo la psicología sino el conjunto de las artes –literatura, pintura, cine-. Se puede decir que el alma del siglo XX ha sido una mezcla de surrealismo, por un lado y existencialismo por el otro. 

Así que a la vida de Viena no le falta aliciente artístico-intelectual, unido a una mentalidad profundamente conservadora con la cual tienen que pugnar los artistas que nacen en su seno, como ha demostrado la historia, pero de esta tensión, entre el autoritarismo y la libertad, nace el arte y la cultura. 

Tuve ocasión de visitar la Viena turística, la que sale en las guías, de pasar horas y horas en cafés vieneses –todo un lujo en que el cliente es tratado como un caballero de otros tiempo-, subir a la noria del Prater donde se filmó una escena de El tercer hombre de Orson Welles, visitar el museo de arte Moderno (Contemporáneo) Mumok poco visitado por el público en general y menos turistas –pero yo soy un adicto a los museos de arte moderno que repelen a la gente: los encuentro sumamente divertidos, me río mucho en ellos por las ocurrencias ácratas de los artistas-, visitar el Belvedere donde me reencontré con Egon Schiele, Oskar Kokoschka y Gustav Klimt, mi visita al edificio biomórfico y multicolor, diseñado por Friedenreich Hundertwasser pero también recuerdo mis trayectos en tranvía y en metro con auténticos vieneses –que fotografié- y mi estancia dos horas en un café de la periferia cuyos dueños eran rumanos en que la atmósfera estaba llena de humo porque en Austria no está prohibido fumar en los cafés, al menos en algunas zonas. Aquello fue una inmersión en los otros vieneses, los que no salen en las postales de Viena. Pasé un buen rato bebiendo cerveza mala y oyendo las risas de la concurrencia, fuera del refinamiento de los cafés del centro, la radio puesta, la tele solo en imagen y la atmósfera turbia de un ambiente que no veía desde hace mucho tiempo en un bar. Luego mis ropas olían a tabaco, algo que no recordaba. 

Viena es una ciudad con fondo psicoanalítico, dividida entre su pasado imperial, su soberbia congénita, su pasado nacionalsocialista, y las tendencias que pugnan por abrirse y salir de ese contexto conservador y supremacista, como cualquier sociedad moderna. Yo me terminé sintiendo a gusto, especialmente leyendo simultáneamente al cáustico y ácido Thomas Bernhard que no creo que sea muy apreciado por los austriacos y sus sueños imperiales. 

lunes, 14 de enero de 2019

¡Mi papá no es mi abuelo!


Hoy he ido a ver una película de animación titulada Mi vecino Totoro dirigida por Hayao Miyazaki, producida por el Estudio Ghibli. Es tal vez una película para niños pero que me ha tenido cautivado durante el tiempo de proyección. Estaba totalmente solo en la sala en horario de tarde. Me he preguntado por mi fascinación por la película siendo como era tan sencilla, sin ninguna historia enrevesada detrás. Era puro humanismo aliado a un universo mágico lleno de ternura y delicadeza. Es la historia de unas niñas, Satsuki y Mei, que tienen a su madre enferma y una de ellas se pierde en el campo yendo al lejano hospital. He sufrido viendo a Mei perdida, hasta que un personaje mágico… 

No era de Mi vecino Totoro de lo que quería hablar, pero me sirve de introducción para el comentario de un cuento juvenil que ha llegado a mis manos de un veterano autor, Dimas Mas, que ha abordado en su relato Mi papá no es mi abuelo, un conflicto sencillo pero profundamente humano y que es desarrollado con extrema habilidad por el autor capaz de trenzar tanto relatos densos y complejos como novelitas juveniles como esta. La protagonista es Guiomar, hija de Rodrigo y Elvira. Está en una etapa en que adora a su padre, que la guía por el territorio de la entomología y así, ambos enamorados de los insectos, comparten dicha pasión que espeluzna a la madre y a los compañeros de Guiomar que solo ven en esos bichos, criaturas horrendas y desagradables. ¿Se imaginan el dúo Guiomar-Rodrigo? ¿No han visto imágenes entrañables de una niñita que se abraza a su padre que para él es el hombre más guapo y más interesante del mundo? Esa es Guiomar y su amor secreto es su padre. Pero en toda historia que se precie hay una bruja malvada y esta es Mencia, compañera envidiosa de Guiomar que en un cumpleaños se refiere al padre de esta como si fuera su abuelo y no su padre. Y en aquel momento el lector siente un agudo dolor como el de Guiomar que por primera vez toma conciencia de que su padre es mayor, tanto como para que lo confundan con su abuelo. Narrativamente, dicho conflicto se abre a aristas muy peliagudas porque a partir de entonces, Guiomar verá a su padre de otra manera y teme que, efectivamente, sea casi un viejo, algo que a Rodrigo no parece inquietarle porque él sí acepta la edad que tiene. Pero para su hija, algo se ha descompuesto porque no quiere que su padre represente la figura de su abuelo. Su padre se ha caído de ese pedestal en que estaba y se hace profundamente humano, pero entendemos el malestar y la zozobra de Guiomar que no puede aceptar la supuesta vejez de su padre y empieza a observarlo como si de un bicho más se tratara, científicamente, y lleva un cuaderno de notas en que hace dibujos para confirmar o no lo que esa bruja de Mencia dejó caer. 

No voy a contar cómo se desarrolla el relato, ni cómo acaba, pero he querido subrayar la densidad del conflicto humano que sucede en la mente pubescente de Guiomar que se abre por primera vez a la incertidumbre y al miedo, sintiendo que el mito de su adorado padre es vulnerable y ahí se ahonda un atisbo de rechazo íntimo que acaece en su conciencia de niña, protagonista de un bildungsroman –o novela de formación- en que un adolescente pasa una dura prueba que le hace madurar para crecer y hacerse, tras una crisis, más entero. Pero no teman, esto no es Las tribulaciones del estudiante Törless de Robert Musil, es una novelita juvenil, con las pretensiones justas para crear la tensión narrativa a partir de verosimilitud humana mediante un conflicto que no había visto abordado por ningún relato juvenil pues ofrece sesgos de no ser muy atractivo: la edad del padre, especialmente si es mayor,  no es muy plástica. Todos los niños quieren tener un padre joven y guapo, pero la vida es la vida y aquí Dimas Mas, autor excéntrico y complejo plantea una vuelta de tuerca muy intensa en un relato de 57 páginas que se puede adquirir en formato digital por 3 euros o en formato papel por 5,93€ en Amazon ya que se imprime a demanda. 

Una amiga y comentarista de este blog ha escrito que este espacio se ha hecho postmoderno, pero hoy quiero traer aquí un texto de interesante hondura como esa película que he visto hoy, Mi vecino Totoro, en un cine en sesión de tarde y completamente solo. Por amistad y con interés traigo aquí este relato francamente apetitoso, ¡Mi papá no es mi abuelo! de Dimas Mas, el autor de otra novela juvenil como El tesoro de Fermín Minar que marcó mi vida. Ser escritor y no rendirse a las imposturas del mundo editorial tiene su precio, tal vez la soledad y el desarraigo, pero a mí me gustan los autores que no siguen las directrices de los mass media ni las modas evanescentes. ¡No os la perdáis!

lunes, 7 de enero de 2019

El espejismo de la libertad


Uno de los pensadores –a mi juicio- más interesantes en la actualidad es el historiador y escritor Yuval Noah Harari, autor de libros cuyas tesis están teniendo un gran impacto en el terreno de la especulación acerca del ser humano y de los peligros que representa la tecnología para este. Ayer El Pais publicó un artículo suyo que extracta lo que sostiene en libros como Homo Deus, Sapiens y 21 lecciones para el siglo XXI. Recomiendo ir a él para leerlo directamente. Lo que voy a hacer es intentar resumir sus principales tesis. 

La primera y fundamental es que el estado actual de la tecnología y su inexorable desarrollo amenazan seriamente cualquier idea que tengamos sobre la libertad humana porque la Inteligencia Artificial y la Bioingeniería en su prodigioso desarrollo son capaces de piratear la mente del ser humano aprovechándose de sus puntos débiles, y, para ello, las mentes más brillantes del planeta están buscando sistemas para rediseñar nuestro cerebro e inducirnos desde productos comerciales a ideologías políticas que se basarán en nuestros sentimientos, miedos y pulsiones más ocultos, pues hoy la tecnología es capaz –y lo será mucho más en breve- de adentrarse en nuestro mundo interior, ese que creemos inaccesible. Pero esa inaccesibilidad es un mito, igual que es un mito la creencia en que existe un libre albedrío que es representado por nuestra libertad de elegir. Yuval Noah Harari pone en cuestión la idea que ha fundamentado la teología católica y al liberalismo: la capacidad de elegir libremente del ser humano. Esta creencia es un mito que nos sirvió cuatrocientos años para enfrenarnos a las tiranías, pero no se sostiene científicamente en un mundo donde la bioquímica y la neurología nos demuestran que lo que consideramos nuestras elecciones libres, nuestros deseos más profundos y lo que llamamos nuestras decisiones están profundamente determinadas por condicionamientos biológicos, emocionales, sociales, genéticos, culturales, nacionales, sexuales, familiares… No elegimos realmente, no podemos elegir nuestros pensamientos -descargas electroquímicas-, se nos imponen sin que podamos hacer nada al respecto. Nuestras decisiones más supuestamente libres son claramente inducidas por muchos factores que no controlamos. Nuestro sistema operativo es esencialmente emocional -y químico- y no podemos elegirlo, y de ahí el poder gigantesco que tendrá quien logre conocernos mejor que nosotros mismos para manipular nuestra conciencia induciéndonos deseos o ideologías políticas que creeremos que hemos elegido. Podrán predecir nuestras decisiones y manipular nuestros sentimientos. 

La principal pregunta que debemos hacernos cuando nos surge una idea o un deseo o necesitamos hacer una elección es preguntarnos quién ha puesto esa idea en nuestra mente. Creemos que nace en nosotros pero la elaborada tecnología es capaz de sugerirnos hábitos de compra, miedos, ideologías políticas basándose en nuestra evidencia emocional. No olvidemos que dos mil millones de seres humanos tienen cuenta en Facebook, no todos la utilizan regularmente, pero hay centenares de millones que sí que lo hacen. Facebook a través de unas docenas de likes nuestros sabe prácticamente todo de nosotros. Son centenares de páginas las que guarda Facebook acerca de lo que sabe de nosotros sin que seamos conscientes. Y a través de este conocimiento, esta red social y otras, se nos presentan alternativas en consonancia a nuestra personalidad, nuestros deseos más ocultos o de nuestros miedos. La información que recibimos es sesgada en base a nuestro perfil. Si tememos a los inmigrantes recibiremos información que respalde ese miedo, si somos nacionalistas, todo lo que recibiremos será para reforzar ese sentimiento, si nos gusta viajar recibiremos información de viajes, si vamos a ser padres, recibiremos información sobre bebés y todos sus complementos. Los grandes dictadores del pasado dominaban a sus ciudadanos mediante el terror –Hitler, Stalin- pero ahora es mucho más sutil. Aquellos no podían personalizar cómo influir a cada ser humano en concreto, utilizaban mecanismos de terror generalizados. Ahora son mucho más sensibles a lo que saben de nuestro mundo íntimo y personal. La libertad, la supuesta libertad individual, se socava desde dentro. Y esto no ha hecho sino empezar. Con el internet de las cosas, y la creciente marea de los big data, se sabrá todo de nosotros, incluido nuestras mediciones biométricas, estados de ánimo, nivel de tensión, de colesterol, de ansiedad, ejercicio diario, hábitos de todo tipo que exigirán las compañías de seguros para extendernos una póliza. Los asistentes personales en el hogar se terminan haciendo una especie de miembro de la familia pero graban todo lo que ocurre en casa para ser utilizado en algún momento. Dependemos tanto de la tecnología que ofrecemos totalmente nuestra intimidad a cambio de servicios que creemos que son gratuitos pero no es así: el producto somos nosotros, conocernos profundamente para lograr manipularnos, hackearnos, piratearnos, sea para vender –hoy todo el mundo está metido en sus compras para las que hay multitud de días y noches al año en que hay descuentos, en sus series y así nos pasamos la vida viendo series, a veces muy buenas, cuyos episodios se suceden automáticamente para tenernos retenidos. Se reclama nuestra atención para tenernos dominados, a su merced. 

Para resistir esto, Yuval propone poner en duda el mito de la teología cristiana, el Humanismo y la Ilustración, el libre albedrío. No somos libres. Es mentira la afirmación política de que el pueblo sabe lo que quiere. No existe la libertad y es bueno saberlo. Nuestro espectro de libertad, si lo pensamos, es bien reducido. Poco podemos en realidad elegir que no sea impuesto o que nos ha llegado por mecanismos o algoritmos que nos condicionan profundamente. El libre albedrío es un espejismo y es bueno saberlo para lograr conocernos mejor a nosotros mismos. Actualmente ¿cuántos seres humanos no están sometidos a ficciones nacionalistas o religiosas o consumistas en lugar de plantearnos qué nos está pasando?, ¿quiénes somos nosotros, adónde nos llevan la Inteligencia Artificial y la bioingeniería? ¿Quiénes somos en realidad? El conócete a ti mismosocrático, según Yuval, es esencial pero para ello debemos ser conscientes de que la libertad humana es un espejismo muy bonito pero absolutamente irreal. El futuro está aquí y no hay mucho tiempo para pensar qué nos va a suceder, ya lo están pensando por nosotros los ingenieros bioinformáticos y los poderes que los sostienen. China y Estados Unidos invierten centenares de miles de millones en investigación sobre la Inteligencia Artificial y los big data, para crear una humanidad que deberíamos pensarla aunque sea como ejercicio de curiosidad. Porque es posible que no nos guste para nada. 

lunes, 31 de diciembre de 2018

Argonautas antes del sueño




Por la noche, cuando estamos acostados, escuchando el viento que zumba en los árboles sin color, ignoramos cómo nos dormimos, pero nos dormimos, ¿no es cierto?

Este es un pensamiento que he recogido de un blog amigo y que expresa la cosmovisión de los indios crow. Me ha seducido su simplicidad y a la vez su complejidad. Intentaré explicar por qué.

Cuando uno da fin al día, apaga la luz, y se enrosca junto al cuerpo amado, tiene tiempo de oír el viento de la existencia durante un tiempo muy especial que es la transición entre el mundo de los relieves y el de los huecos. El viento zumba, la experiencia agitada del día está en mi mente, la recorro, cada día es inmenso por mínimo que parezca. No hay día insignificante o carente de ley. La vida fluye majestuosa por nuestras venas, el devenir, sea gozoso o doloroso, nos alumbra.  Cada trazo vital, cada fragmento, cada situación que vivimos, por gris que parezca, contiene la esencia de la eternidad… Solo hay que ser capaz de observar para advertir que no hay nada que no sea denso aun en la más ligera de las perspectivas. Hoy, por ejemplo, he contemplado el mar y he hundido mis botas en la arena, he paseado por el pueblo que ya no existe sino en la imaginación y me he sentado a tomar una cerveza considerando, en la foto que me he hecho, el paso del tiempo en mi piel quemada por el sol. Soy, estoy aquí. Todavía existo. Mis pies me llevan por arenas imprevistas. El sol alienta mi ser. Y el mar es contemplado con ojos que evocan al del poeta de Calafell. Luego escribo intentando reabrir el momento que  no necesariamente fue dichoso. La dicha no es condición esencial del vivir. Vivir es algo carente de sabor y de olor, carece de núcleo, es neutro, como la máscara del teatro, pero que es capaz de expresar cualquier emoción. No necesitamos gozar para ser plenos. No es necesaria una vida divertida para ser feliz. Solo es necesario ser consciente de que cada grano de arena en el reloj de nuestra vida es preciso y significativo. Y por la noche, junto al cuerpo amado, lejos de la literatura, del iPad, del teléfono móvil, y escuchando como un argonauta en lejanos mares o como indio en las praderas, el viento, su zumbido, nos adentramos en el territorio del sueño, nos dormimos, ignoramos cómo, pero nos dormimos y nos perdemos en geometrías desconocidas, en relatos diversos a los del día, sintiendo que la vida es algo más que sorprendente: es una ocasión única para aprender y tomar conciencia de nuestra dimensión entre poética y onírica. Somos artistas, solo hay que descubrirlo y oír el zumbido del viento en esa transición mágica antes de que nos durmamos sin saber cómo…

domingo, 23 de diciembre de 2018

La tecnología y los niños



Todos hemos leído que los hijos de los popes de GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) llevan a sus hijos a escuelas donde no hay tecnología y que procuran aislarlos de contactos con ella hasta determinada edad. Luego a los once o doce años comienzan a relacionarse con ella de modo natural. Cuando lo supe me hizo pensar sobre las consecuencias de la inmersión a temprana edad en las pantallitas de los móviles o los iPads, algo que se ve por todas partes. Tengo compañeros de trabajo, sensibles y cultos, que dieron el Iphone a alguno de sus sobrinos desde que tenía un año o un amigo vasco que facilitó a sus hijos desde parecida edad un ipad. Al cabo de cinco años se quejaba de que su hija no podía estar sin el iPad a toda hora y que apenas jugaba con juegos tradicionales. Esto es consecuencia de una cultura optimista e ingenua acerca de la tecnología que abundó en el comienzo de la década con la eclosión de los smartphones y la interactividad de las redes de profesores que creyeron que se abría un nuevo mundo de relación en red que superaría y sobrepasaría la era de Gutenberg. Hoy, ya acabando la década, ya no somos tan ingenuos y empezamos a advertir  los efectos muy negativos que está teniendo la extensión de la tecnología en la vida corriente de las personas y el control que  termina por tener esta sobre nuestro cerebro que está mutando de modo acelerado.

Y ¿qué decir de las redes sociales, donde nuestros hijos reciben su dosis de autoestima por los likes que tienen sus fotos en Instagram? En muchos sentidos su autovaloración depende de ellos. Hay un episodio en esa inquietante serie que es Black Mirror donde hay una sociedad en la que el valor de las personas depende del algoritmo de aceptación social que tiene cada individuo lo que le determina laboral y socialmente, limitando sus posibilidades si es reducido. Algo así ya se ha implantado en China donde cada ciudadano tiene un número que evalúa centenares o miles de ítems donde se resume su vida como tal. Si el número es bajo, no tiene derecho a determinados bienes o servicios o privilegios que solo son accesibles a los que tienen un algoritmo positivo.

Solo hay que ver cualquier situación en el metro o autobús, en restaurantes, en reuniones de amigos, la mayoría pendientes del móvil. En algún sentido es angustiosa esta forma de vivir absortos en pantallitas interactivas fascinantes pero terriblemente limitadoras de otros ámbitos de la vida. Ha cambiado nuestro cerebro y un estudio noruego estima que el CI ha disminuido en los últimos veinte años entre los jóvenes noruegos en un macroestudio sobre las capacidades reales de estos comparados con los de hace décadas. En mi vida como profesor tuve ocasión de comprobar la disminución drástica de los niveles de concentración en las clases, de razonamiento intelectual y lo más terrible, la depauperada capacidad de expresión, cada vez más pobre, de los alumnos respecto a los que había tenido en la década de los ochenta, noventa o comienzos de siglo. Ya no digamos, la capacidad de comprender textos de alguna complejidad y densidad. La tecnología habitúa a que con un clic se accede inmediatamente a todo, lo que nos hace más impacientes y, como estamos viendo, más intransigentes y llenos de ira. No soportamos la demora en la satisfacción y aumenta nuestro nivel de frustración ante la realidad. Hace unos días escribía que estábamos en la era del resentimiento que aumentaba igual que la intolerancia y el fanatismo político por la extrema simplificación con la que juzgamos las cosas. La era de los populismos y la agresividad no es ajena a la introducción de la tecnología representada por las redes sociales, los bots, la distribución de fake news…

No voy a ser tan inocente como para pensar que esto tiene vuelta atrás, es inexorable y esto no ha hecho sino empezar. Los algoritmos nos terminarán conociendo mejor que nosotros mismos y la idea de libertad puede estar en grave cuestionamiento.

Solo sugeriría algo y es que los que tengan la posibilidad, que retrasen la introducción de las pantallitas en los niños. Nada hay más triste que un niño de dos años embebido en la pantalla de un móvil como acostumbro a ver por todos lados. Les estamos privando de su niñez. Aunque ayer hablaba con mi mujer y me decía ella que eso es imposible, que los niños ven a sus padres y adultos metidos en el móvil y que eso les reclamaba de modo perentorio. Yo aducía que la élite tecnológica lo hacía y era por algo, pero no logré convencerla de que fuera posible. Me temo que tenía razón.

martes, 18 de diciembre de 2018

El feminismo y el MGTOW


Son tiempos en que el feminismo ha cobrado una fuerza sorprendente en el mundo occidental. Se ha consagrado como una ideología predominante en la orientación política de nuestras sociedades y ha emergido como una fuerza determinante en el modo de concebir nuestra realidad de género en la que las mujeres se ven sometidas al poder de los machos en muchos ámbitos como ha evidenciado el movimiento Me Too en el mundo del cine que ha supuesto el procesamiento y el cuestionamiento de muchos hombres todopoderosos hasta no hace mucho. Es la palabra de las mujeres la que condena a hombres por abusos de todo tipo. Simplemente un I believe you! es suficiente para dar crédito al testimonio de cualquier mujer que se vea abrumada por el poder masculino, el heteropatriarcado, que ha creado una sociedad en función de los hombres y la mujer es una especie de complemento o adorno al que no se le da el valor que tiene frente a los machos que son siempre los que quedan en el lugar evidente y notorio. Estos son ahora cuestionados en muchas de sus facetas, y las leyes se adecuan a esta nueva visión que considera a la mujer siempre víctima del heteropatriarcado. Los jueces dan la razón a la mujer, y la custodia de los hijos, se quedan con el piso en común y el hombre se queda fuera. Cualquier acusación contra un hombre lo pone contra las cuerdas y no se le concede el valor constitucional de presunción de inocencia mientras no se demuestre lo contrario. Las mujeres se empoderan y se ve el lenguaje como ideología de género y se quiere transformar para que sea inclusivo aunque sea en contra de la sintaxis y la coherencia de la lengua, que se presupone esencialmente machista. 

Paralelamente a esto, el hombre, el varón, está en crisis, y muchos empiezan a sentirse desprotegidos ante el creciente poder de las mujeres que los convierten en sospechosos y culpables sin juicio de por medio. Se enjuicia toda la literatura del pasado y no hay autor que no sea considerado como ejemplo de heteropatriarcado y se condena a autores hasta ahora considerados como geniales y sobresalientes. 

La ideología de género está creando una gran transformación de la sociedad a muchos niveles, pero también una fuerte depresión en el modo de sentir de los hombres que se ven reos de crímenes sin necesidad de pruebas. Ser hombre es ya de por sí sospechoso, y los más sospechosos son los que se muestran como solidarios de las mujeres y empiezan a decir “nosotras” en una reunión cuando hay tanto mujeres como hombres. Las falsas solidaridades son también sospechosas. 

Sin embargo, por el otro lado surge otra ideología de género enfrentada al feminismo, me refiero al movimiento MGTOW (MAN GO TO OWN WAY) detestado por las feministas porque se plantea lisa y llanamente “pasar” de las mujeres y reforzar la masculinidad, entendiendo que los hombres son educados por las mujeres para satisfacerlas, para conseguir su aprobación, y se crea inconscientemente la imagen del hombre protector que termina totalmente dominado por el universo femenino que no está –ni lo ha estado nunca- tan indefenso como se supone. Las mujeres –dicen los MGTOW- gobiernan el mundo en la sombra. Ellas son las que eligen, dominando a los hombres por el sexo, por su deseo de ellas, y los llevan a aparearse, crear una relación estable, luego una familia, y el hombre termina trabajando para ellas y para sus intereses. Y cuando no interesa es desechado y abandonado. Las mujeres eligen a los hombres por su situación económica y se plantean, sea como sea su hombre, cambiarlos, transformarlos para que se adapten a sus intereses. El hombre en el fondo es débil y frágil, y su fragilidad se pone en evidencia en la pareja en la que domina la mujer puesto que es la que domina la relación sexual. En todo hogar hay un miembro predominante y no es precisamente el hombre que se ve subsumido y se pasa la vida trabajando para obtener la aprobación de su mujer. 

Sin embargo, con la crisis de la natalidad –su descenso hasta el crecimiento negativo- hace que la pareja ya no sea un reducto donde haya el proyecto de tener hijos. Esto ya no es mayoritario. Por otro lado, la inestabilidad de la pareja y la ruptura de la mayor parte de las relaciones que se inician al cabo de unos años, hace que la convivencia hasta que la muerte nos separe es un mito en muchos casos. 

¿Es extraño que haya movimientos de hombres –surgidos en los países anglosajones- que se planteen una perspectiva masculina del mundo que no dependa de las mujeres ni de su poder, considerado humillante? ¿Que se planteen vivir solos como hombres sin depender de las mujeres a las que se evitaría? ¿Que vivan el sexo mediante relaciones esporádicas sin compromiso, con prostitutas a las que se sabe qué se les está pagando o con muñecas de silicona, ya algunas con inteligencia artificial?

En una de las peores distopías que uno pueda imaginar, se abre la escenografía de un mundo con hombres y mujeres separados, cada uno viviendo su propia ideología de género al margen del otro sexo y apenas reproduciéndose porque los hijos, sea por deterioro del material procreador, el semen, o por la propia crisis de la relación entre hombres y mujeres, la haga difícil o imposible. 

Hay una película de Alfonso Cuarón que se titula Hijos de los hombres, es una distopía muy alarmante de un mundo donde no hay niños y hay un permanente estado de guerra civil con la presencia de inmigrantes como sensación amenazadora. 

lunes, 10 de diciembre de 2018

La edad del resentimiento


Uno de los ensayos más esclarecedores que he leído hace un par de años, cuando fue publicado, es La edad de la ira del pensador indio Pancaj Mishra. En él, publicado tras la victoria de Trump en Estados Unidos y el referéndum del Brexit en el Reino Unido, se sostiene que las sociedades mundiales, de este a oeste, de norte a sur, están electrizadas por el sentimiento de ira contra los poderes establecidos, contra grupos sociales que se consideran antitéticos, contra la mundialización y el poder ilimitado del capitalismo, contra ideologías y movimientos que se perciben como amenazadores... Y así desde la India a Rusia, desde Argentina a Brasil donde ha triunfado un populista como Bolsonaro, desde Italia a Suecia, desde Cataluña a Andalucía, desde el Brexit inglés, surge inquietante un intenso resentimiento que desdeña los partidos tradicionales y apela a unos viscerales factores emocionales incontrolables que son el resentimiento y el miedo que son amplificados por las redes sociales de un modo devastador. El enemigo puede ser el capitalismo internacional, los bancos, las élites financieras, la desigualdad y la fragilidad de los más humildes, la inmigración masiva que se percibe como amenazadora, la penetración del islamismo en occidente, el machismo y la sociedad heteropatriarcal, la política establecida que se ve unida a los poderes fácticos, el fascismo que se percibe redivivo, el comunismo que renace de sus cenizas, el estado de Israel, la política americana… Este estado emocional surge impetuoso en forma de opciones políticas que expresan este resentimiento contra el poder -y la desigualdad- y erige líderes antipolíticos que hubieran sido inimaginables años antes de la crisis de 2008 en que el mundo era mucho más manejable a nivel político. 

Leo dos artículos en El País de estos días, uno de Daniel Innerarity, titulado Las voces de la ira, y otro de Javier MaríasFomento del resentimiento. Ambos desde reflexiones concomitantes dan cuenta del mismo fenómeno que hemos señalado. Nos sentimos amenazados y reaccionamos visceralmente, prescindiendo de los cauces de intermediación que establece la democracia, y, por otro lado, Javier Marías habla de ese rencor que se cultiva en unos contra otros y que es alimentado por una cultura del resentimiento. Así vemos en Francia, la revuelta de los chalecos amarillos que comenzó con una protesta contra el alza del precio del diésel que castiga a los trabajadores que dependen de sus vehículos para ir a trabajar en la Francia rural, y que se ha convertido en medio de la expresión de una ira agazapada contra el sistema político y financiero que hace sentir a la gente normal como excluida y olvidada en uno de los estados más proteccionistas del mundo, así como una rabia latente contra el presidente francés al que se ve como prepotente y altivo. El movimiento de los chalecos amarillos no sigue procedimientos democráticos pues Macron ha sido elegido democráticamente y se le está intentando hundir por todos los medios sin elecciones ni recursos propios del sistema representativo. 

En Andalucía acaba de hacer eclosión un estado de ánimo que ha alumbrado a Vox con una fuerza inesperada. Los calificativos que se le han dedicado no hacen retroceder a sus partidarios y el partido reconoce que está recibiendo mil afiliaciones diariamente que no respetan los sesudos análisis de los partidos institucionales o los columnistas de El País que lo califican de ultraderecha. En Vox hay elementos antipolíticos y populistas pero igualmente lo hay en Cataluña con la presencia de los CDR cortando autopistas, atacando sedes judiciales o haciendo escraches contra políticos no nacionalistas. El mismo presidente Torra es un agitador fuera de control, igual que su mentor Puigdemont en Bruselas. El independentismo ve en España un enemigo odioso al que hay que combatir sin respetar las reglas del juego, y en España brota impetuoso un sentimiento contrario de rebelión contra los nacionalismos y lo que se consideran privilegios de algunas regiones y la desigualdad que alienta el sistema autonómico. Podemos asimismo apareció tras el caldo de cultivo del movimiento 15M que fue una rebelión contra el poder de los bancos y el bipartidismo PPSOE reivindicando un populismo de límites imprecisos que choca frontalmente con las reacciones viscerales también antipolíticas que este está levantando en el campo de la derecha en todas sus vertientes de modo que la tensión y la confrontación política cada día es más intensa.  

La ira aparece por todas partes, sea en los granjeros del medio oeste que se ven desdeñados por las élites liberales y votan a Trump a pesar de la película de Michael Moore que ha fracasado en Estados Unidos –y Europa-; da igual que se sea pobre o rico; da igual que se sea mujer del movimiento Femen o Me Too que ve en cada hombre un objetivo a abatir; da igual que se sea hombre y se rebele contra la prepotencia del movimiento feminista o el creciente poder de la liga LGTB cuyos lobbies cada vez son más arrogantes; da igual que se sea animalista que ve en las corridas de toros un acto atroz de una crueldad terrible o se sea taurino que ve amenazado un arte y una cultura que encandiló a genios del arte, de Picasso a Lorca; da igual que se sea jubilado o joven sin trabajo; da igual que se sea musulmán que ve con odio a la sociedad occidental, atea y sin valores; da igual que se vea en la constante llegada de inmigrantes atravesando el Mediterráneo una amenaza para Europa, pobre en natalidad frente a los vientres islámicos que se reproducen geométricamente; da igual ser africano que no acepta su postración en la historia y recuerda el pasado esclavista y quiere emigrar a Europa que blanco que ve en la invasión un peligro letal para este continente; da igual si se es ruso o ucraniano o nacionalista indio o acaso budista en Myanmar contra los rohingya que son masacrados; da igual que se sea obrero que vota a Le Pen en Francia o a Salviani en Italia o a la derecha radical en Suecia contra la inmigración… Da igual, todos nos defendemos contra algo y sentimos un íntimo resentimiento y miedo contra un determinado estado de cosas que consideramos amenazador y violento. Sentimos que la democracia no es garante de nuestro derechos de los que nos vemos excluidos y se acude a opciones antipolíticas que no encajan en el sistema democrático tradicional. Muchísimos se sienten excluidos y alimentan sus brasas de ira y miedo contra algo o contra alguien, y la tecnología -su gigantesca eclosión coincide con la de la crisis de 2008- amplifica, con sus mensajes simplistas y demagógicos, la estabilidad de los sistemas políticos. 

Lo más sorprendente es que vivimos en el mundo mejor de la historia, en que ha retrocedido la pobreza más extrema, en que los derechos sociales son más respetados que nunca antes, en que las guerras son escasas respecto a épocas pasadas, en que la medicina ha hecho avances gigantescos...  El liberalismo ha creado un mundo que no tiene parangón con el del pasado asolado por guerras terribles, hambrunas y desastres humanos, pero a la vez se ha convertido en profundamente desigual y ha alumbrado una creciente marea de miedos, resentimientos y aspiraciones legítimas o no que amenazan la estabilidad del sistema abocado a populismos de perspectivas muy peligrosas. ¿Se imaginan una nueva crisis mundial, en el terreno capitalista y financiero, en este estado de cosas?




lunes, 3 de diciembre de 2018

Regreso al mundo feliz




Soy un hombre que vive fascinado por las posibilidades del futuro y le gustaría ser testigo de los próximos veinte años en que se producirán transformaciones prodigiosas en nuestro modo de ver las cosas en el campo de la tecnología. 

La tecnología me hace percibir algo muy poderoso, algo próximo a la inmortalidad. Probablemente los que leáis esto os reiréis, pero es algo muy real en mí. En mi relación con la tecnología percibo algo de aliento que me proyecta más allá de mí mismo. Me gustaría convertirme en un ciborg fusionando mi cuerpo con la tecnología; que me instalaran un chip en mi cerebro para conectarme a internet; mover objetos con el pensamiento; guardar el contenido de mi cerebro en un disco duro como sugirió el otro día Elon Musk… 

La humanidad experimentará cambios alucinantes en los próximos años con la implementación masiva de la Inteligencia Artificial a todos los niveles. Pronto tendremos máquinas que servirán las bebidas en bares tecnológicos, los robots realizarán la mayor parte de las faenas a niveles intermedios que es donde más puestos de trabajo sustraerán a los seres humanos. Muñecas con Inteligencia artificial serán compañeras amorosas y sexuales de muchos hombres que sientan miedo hacia las mujeres reales y se sentirán mucho más seguros con ellas. Nuestra identidad se transformará profundamente porque seremos penetrados por los big data que sabrán absolutamente todo de nosotros: nuestras tendencias políticas, sexuales, nuestros gustos, nuestros rechazos, lecturas y tendencias musicales. Nada habrá que escape a la penetración de las redes sociales. Dicha identidad podrá ser modelada en todos los sentidos: podremos elegir múltiples vidas como juego experimentador. Seremos indistintamente varones o mujeres, y podremos vivir una eterna juventud, la vida se prolongará varias décadas más allá de las expectativas actuales. 

Los libros se convertirán en reliquias del pasado. No se leerá, pero se vivirán videojuegos en tres dimensiones con realidad aumentada y virtual que serán más reales que la realidad tradicional. Se podrá asumir que la realidad ha dejado de existir como concepto primario porque la viviremos exclusivamente a través de la tecnología, pantallas y simulaciones que nos serán más estimulantes que una dosis de la antigua realidad real. Viviremos dentro de burbujas de realidades que elegiremos más o menos libremente. Nos fusionaremos con las máquinas y nuestro cerebro sobrevivirá a nuestra muerte física. 

Probablemente pase mucho más tiempo para que las máquinas adquieran conciencia o tal vez eso no pase nunca, pero las expectativas de que ello suceda serán importantes. 

La medicina avanzará prodigiosamente con la manipulación de los códigos genéticos. Los niños nacerán elegidos por sus padres con sus características principales que determinarán tanto su grado de inteligencia, como la inmunidad frente a enfermedades como el cáncer o el alzhéimer o degenerativas que causan hoy terribles devastaciones personales. 

Viviremos una especie de vida controlada totalmente: la libertad y la conciencia se convertirán en rastros de un pasado liberal en que se creyó en el mito del individuo que elige libremente su destino. Viviremos una realidad diseñada, pero en la que seremos felices con las drogas psicoactivas más potentes. No sentiremos la tentación de querer cambiar el mundo porque estaremos adaptados a él. No tendremos utopías que lo único que traen son terribles tragedias como nos ha demostrado la historia. El mundo feliz de Huxley, probablemente la novela de anticipación más importante del siglo XX, será realidad. Viviremos felices transitando entre realidades virtuales y juegos de identidad. Nadie querrá imponerse a nadie porque todos estaremos determinados y sabremos nuestro papel y no querremos aspirar a más que a esa felicidad eterna que nos proporcionará la tecnología masiva y las drogas para equilibrar nuestro modo de vida. Se acabarán las grandes pasiones y las hondas tragedias. En la historia el hombre ha sido esencialmente infeliz. El futuro exigirá que entreguemos la libertad a cambio de nuestra felicidad. Nos adaptaremos y viviremos en equilibrio. Ya no existirán Homeros o Shakespeares o Cervantes: el espíritu humano será reconducido hacia las estrellas que será nuestro hábitat necesario para sobrevivir como especie.

Si alguien piensa que el precio será demasiado alto para pagar por la felicidad, le pido que considere la historia humana desapasionadamente. Son siglos o milenios de infortunio, de conflictos sin fin, de guerras de crueldad espantosa, de dilemas morales a los que no hemos sabido darles solución, de dolor y sufrimiento en todas sus vertientes. El mito del hombre libre es eso, un mito que no tiene por qué mantenerse en el futuro. 

Si hubiera en este futuro algún salvaje que no quisiera adaptarse, lo pagaría siendo profundamente infeliz y además fracasaría porque los hombres se sentirían satisfechos con su existencia, vivirían equilibrados y felices sin utopías o ansiedad de querer transformar la historia o la realidad. 

Yo no viviré esto. En el pasado fui profesor de literatura, profesor de ficciones que llevaban a la insatisfacción. Me gustaba cultivar la insatisfacción de mis alumnos para que quisieran transformar su vida y luego el mundo. Ahora, abjuro de ello. No les daría nunca ya a leer libros peligrosos que desarrollaran conflictos inútiles que los hombres tejieron porque eran infelices. Walt Whitman ya no será necesario. Cantaremos la plenitud del individuo del futuro, esencialmente conforme a su realidad, a su designio biológico libre de enfermedades y desdichas. Me reiré de cuando fui profesor de literatura y quería que mis alumnos pensarán por sí mismos y crearan en ellos conflictos que eran puramente imaginarios. La belleza es algo que se transformó a lo largo del tiempo: de una visión exquisita, clásica o romántica, al arte del siglo XX en que una lata llena de yeso fue etiquetada con el título de Mierda de artista como si fueran excrementos de su autor, Piero Manzoni. La belleza y el arte son eso mitos que perderán su vigencia. Arte es cualquier cosa mirada de una forma determinada. Y arte será la vida del futuro, sin libertad, pero bondadosa para el individuo que vivirá armónico y feliz. Aunque esto solo será posible para una parte de la humanidad, la otra sobrará. Considero que esto es un problema sobre el que hay que  pensar

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