La primera
premisa que has de conocer, alumno crédulo, es que te dicen que leer es muy bueno
para tu formación, tu moralidad y cultura, pero desde aquí se te niega la
mayor. Los libros que lees en general son una mierda, no son auténtica literatura.
Los profesores para hacerte lector te ofrecemos productos de aluvión que pretenden
moldearte psicológica, moral y socialmente para que estés del lado del poder. El
poder quiere individuos sumisos, no de fuerte personalidad, quiere que seas
obediente a las consignas vacías que lanzan sus líderes, que te movilices
cuando ellos – o sus organizaciones aparentemente populares- te lo ordenan, y
así serás combativo de la manera que ellos quieren.
Al poder no le
interesa para nada la auténtica literatura, y a decir verdad, a ti tampoco. Estás
descubriendo que te gusta el gregarismo, ser igual que los demás, sentir igual
que ellos, vestirte como ellos y publicar tus fotos en Instagram igual que
todos.
Te han contado
que si lees –los libros que ellos quieren que leas para moldearte a su gusto-
te divertirás mucho, que leer es muy divertido, que correrás muchas aventuras
sin moverte de tu silla, y así cada día te concederán veinte minutos de clase
para que leas. Pero ¿acaso leer es divertido, necesariamente divertido? ¿La
diversión es el criterio rector para la lectura? Solo de pensarlo me enervo. La
diversión es superficial y epidérmica, pasajera. Los verdaderos libros son los
que te desafían aun a riesgo de no gustarte nada, los verdaderos libros son
exigentes no complacientes, los verdaderos libros son los que te cambian de
arriba abajo y que desmontan tus certezas. Tú dirás que por qué los profesores
de lengua recomiendan malos libros. Primero habría que preguntarse si esos
políticos que obligan a que leas imperativamente veinte minutos son
verdaderamente lectores pero más bien pienso que los políticos no son lectores,
y lo son poco los responsables de los departamentos de educación, y dudo mucho
que los profesores que tienes lo sean de verdad saliéndose de los libros fáciles
y acomodaticios.
La experiencia
lectora es compleja y no sencilla. Te pasas toda la vida intentando entenderla
y viene un autor y te la desmonta y tienes que volver a empezar sin apenas
puntos de referencia. ¿Es eso lo que queremos? ¿No queremos más bien que vengan
escritores a demostrarnos que tenemos razón y que estamos en lo cierto? ¿No
queremos que nos diviertan sin ningún riesgo, como una serie más de
adolescentes en que aparentemente pasan muchas cosas, pero en realidad no ha
pasado nada? ¿Qué es pasar algo, entonces, me dirás? Notas que pasa algo cuando
sientes que el suelo se volatiliza bajo tus pies y te sientes al borde de un
abismo y has de reaccionar. Un buen libro es un hacha para desbrozar el camino
en medio de la selva espesa y la oscuridad. Un buen libro no te da certezas,
más bien nuevas inquietudes, no se rinde a lo fácil, te hace pensar, es una
cadena en la secuencia de la inteligencia de la humanidad que viene desde los
griegos, tal vez antes. Un buen libro es tan oscuro como luminoso. No te viene
a consolar para decirte que todo está bien, que confíes en tus sentimientos;
no, te deja solo y sientes aprensión, inquietud, perplejidad…
Los dirigentes
políticos, las redes sociales –esa manera tan burda de amaestrar a las
sociedades-, las grandes empresas tecnológicas han diseñado un hombre para el
futuro, un ser tan inane como superficial al que hay que contentarle
constantemente mediante likes que sostengan su escasa credibilidad en sí mismo.
Y ese, querido alumno, eres tú. Ese que odia la lectura, al que le cuesta
mantener la atención, que no ve más allá de la pantalla de su móvil, que se
mueve adonde le mandan aunque se crea muy personal, ese al que le han dicho que
la rebeldía es ver series e ir a manifestaciones gregarias, ese al que le gusta
que le complazcan y que le adulen permanentemente, ese que cree tener muchos
amigos y contactos, ese que no quiere riesgos intelectuales que le lleven a
sentirse inerme y solo. Ese eres tú, y la mayoría de tus profesores. Queremos
tranquilidad, estabilidad, que nadie nos asuste con cosas que no tienen
solución como el cambio climático o la desaparición de los corales y los
bosques. Te hacen creer que las patrias son más importantes que eso y te
movilizan y tú, como un borrego, asientes para librarte de clase. La literatura
no es eso. La literatura es un sentimiento de desamparo radicalmente individual…
Es por eso que
te recomiendo que no leas auténtica literatura. Leer es demasiado arriesgado
para tu frágil psique, no es cómodo y además te gusta estar donde está la
gente, y que te den likes, y parecer sexy y demostrar que tu vida es
maravillosa y que estás integrado en el grupo. La literatura es un camino
solitario. No te la recomiendo. Puedes hacer como que lees en esos veinte
minutos o dedicarte a perder el tiempo leyendo esas obritas simples y facilonas
que te damos los profesores para no asustarte y halagar tus ganas de diversión.
Si hubiera algún
auténtico salvaje, temerario y loco, que empiece con Bartleby el escribiente de
Herman Melville, ahí tenéis un libro verdaderamente literario, tan lleno de
incógnitas que no sabréis que pensar ante un personaje como él, pero no os lo
recomiendo porque tal vez os asustéis y hasta penséis que no pasa nada como si
tuviera que pasar algo para que pase en realidad.