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sábado, 20 de agosto de 2022

El principio antrópico


¿Cuál es el color de una rosa si no hay nadie que la vea, una rosa que nace, vive y muere sin ningún observador? No sería roja puesto que el color es fruto de una percepción subjetiva del espectador. Del mismo modo, ¿cómo sería un universo sin ninguna conciencia que pudiera observarlo, comprenderlo y admirarlo? A partir de preguntas como esta, se desarrolla el llamado principio “antrópico” que viene a ser, sintetizando, la constatación de que el universo existe para que nosotros, seres con conciencia, podamos admirarlo e intentarlo comprender. Y más allá todavía, según la idea de John D. Barrow y Frank J. Tipler, el universo existe para producir seres como nosotros. Está hecho a nuestra medida. Está adaptado a nosotros. No puede ser de otra manera porque, evidentemente, al considerar el cosmos solo podemos suponer que es la clase de cosmos capaz de producir seres pensantes como nosotros. Es una tautología.

 

El origen del universo hace 13.600 millones de años comenzó con el big bang y se puso en marcha un proceso cosmológico que tuvo como consecuencia que surgiera la vida. Dicho proceso produjo infinidad de constantes físicas a lo largo de eones de tiempo, pero si alguna de estas constantes hubiera sido diferente, no hubiera surgido la vida ni nosotros, seres humanos y entes biológicos basados en el carbono. Animo a investigar este aspecto a los curiosos que quieran profundizar en el principio antrópico. El surgimiento de la vida era altísimamente improbable. Necesitaba billones de coincidencias que se produjeron. Se ha señalado a que es como iniciar un viaje alrededor del mundo y parar en muchas ciudades en las que en cada una se compra un número de lotería. No sería extraño que uno de esos números fuera premiado, pero el caso es que lo fue en todas las ciudades por que pasó el viajero. Igualmente sería lo mismo que disparar una flecha desde alguna galaxia lejana que acertara en la tierra en un blanco de un milímetro de espesor. 

 

Una versión moderna de la teoría del Caos sostiene que la configuración del universo en sus múltiples detalles es condición necesaria para la aparición de un planeta como el nuestro, anómalo totalmente en el universo que conocemos, 

 

Barrow y Tipler en su libro The Anthropic Cosmological Principle (1986) sostienen que tal vez la información sea una propiedad innata del universo y, por consiguiente tienen que llegar a existir seres conscientes. La idea sería que “nosotros como especie seríamos el instrumento del que se valdría el cosmos para explicarse a sí mismo”. “Cabe entonces afirmar que el propósito del cosmos es producir y mantener vida inteligente.”

 

De esta constatación, llamada principio antrópico fuerte, se deriva que, después de todo, la humanidad sí que tiene un lugar especial en el Universo. Brandon Carter en 1973 afirmó que “Aunque nuestra posición no es necesariamente central, es inevitablemente privilegiada en cierto sentido”. 

 

Por tanto, el objetivo de este universo es producir mentes pensantes. Y esto solo se ha producido, que sepamos nosotros, en este frágil planeta al que hemos llamado Tierra, aunque mejor hubiera sido llamarlo Océano. Puede que eso nos tendría que suponer cierto orgullo, pero no es solo eso, sino que supone que con ello va una enorme responsabilidad. James Lovelock del que he tomado ideas concluye con que “Nuestra recompensa es la oportunidad de comprender algo del universo y de nosotros mismos”. 


Hemos hablado del Principio Antrópico fuerte, pero quedan en el aire el llamado Principio Antrópico débil que presupone la existencia de infinidad de universos, el llamado Multiverso, pero que dejamos para el debate, igual que el llamado "Diseño inteligente", la visión religiosa del principio, la posición de Stephen Hawking, etc. 

 

Animo a ver el vídeo, pero tras leer el post si alguno se interesa. 

 

martes, 16 de agosto de 2022

Arne Naess y la ecología profunda


Recientemente me he hecho socio de Greenpeace, motivado por la gran inquietud que me produce el estado de la salud del planeta, como he expresado en los dos últimos posts. Ello me ha llevado a intentar conocer el ecologismo y leer libros e información que me aclare qué es exactamente. He leído Seis grados de Mark Lynas y, a partir de este, llegué a la figura de James Lovelock del que estoy leyendo un segundo libro titulado Novaceno, concepto del que hablaremos en otro momento. 

 

El ecologismo -son impresiones rápidas todavía- es un movimiento plural en el que caben interpretaciones muy diferentes e incluso antitéticas. Hay implícitas filosofías -ecosofías- muy distantes, algo que me ha sorprendido. 

 

El punto central es el papel otorgado a la naturaleza en relación con el ser humano. Hay conservacionistas basados en una visión antropocéntrica que defienden que la naturaleza debe ser usada y protegida al mismo tiempo para servir a los intereses humanos. Otros incluso, además de luchar contra la contaminación y la crisis del planeta, lo hacen desde un enfoque pragmático y llegan a ver incluso como una oportunidad de mercado para el capitalismo. Valoran las oportunidades estatales y financieras del sistema, aunque las critiquen, para llevar adelante sus propuestas ecológicas de protección de la naturaleza. 

 

Sin embargo, hay otra corriente llamada “ecología profunda”, término creado por el filósofo noruego Arne Naess (1912-2009) en 1973 que es sensiblemente diferente porque no es antropocéntrica ni pragmática, no pone a la naturaleza al servicio de los seres humanos sino que defiende que el ser humano tiene que estar en armonía con ella, ni por encima, sobre o fuera de esta. Defiende la igualdad de todas las cosas naturales, los ecosistemas y la vida -los animales, por supuesto-, que tienen derecho a existir. El ser humano es un elemento más dentro de una red de relaciones en que no tiene el papel central. Nuestro deber es pensar a largo plazo, trascender enfoques superficiales hacia los problemas ecológicos y sociales que vivimos. Sin duda, es un planteamiento espiritual en que el ser humano se hace consciente de su lugar en la tierra así como de su responsabilidad ante ello. Arne Naess se vio influido en su pensamiento por el estilo de vida de pueblos amerindios y animistas. No somos simplemente individuos sino que formamos parte de una red de seres vivos y formas de expresión de la naturaleza. 

 

La ecología profunda plantea la integración total del ser humano en la naturaleza, lo que le lleva a cuestionar el capitalismo y su afán depredador que revela el ansia humana por dominar, conquistar, someter, aprovechar, explotar… El mundo no está para ser libremente explotado por los seres humanos sino para servir a su desarrollo. El ser humano es parte de la biosfera y depende de los sistemas que le dan soporte. Cabría volver a conectar a los ciudadanos que viven en ciudades con esa naturaleza de la que forman parte. Estamos unidos al destino de la biosfera, al ser parte de ella. Es una concepción monista y holística que conecta al ser humano con la conciencia ecológica y dirigida a la autorrealización. Arne Naess propugna el valor propio de cada ser, de cada paisaje y de cada ecosistema, al margen de su utilidad. Todo está interconectado. Los límites ontológicos entre los seres vivos son ilusorios, así que los intereses de la biosfera son los nuestros, formamos parte de algo más grande que nosotros. 

 

La ecología profunda conecta con el pensamiento de Baruch Spinoza -siglo XVII- y su igualitarismo biocéntrico, así como su visión panteísta, con Rousseau, Aldous Huxley, Lev Tolstoi, Henry Thoreau y John Muir, Alain Gisberg, Gandhi, el budismo, el taoísmo, los místicos cristianos y los sufíes. 

 

Naess criticó el neoliberalismo, así como las soluciones comunistas para aumentar la producción y el consumo, así como su centralismo. Era anarquista y pacifista, y partidario de la desobediencia civil. 

 

Las ideas de la ecología profunda han penetrado en el pensamiento verde de alguna manera aunque conviven con planteamientos más pragmáticos y antropocéntricos. 

 

Un defensor y admirador de Naess era James Lovelock del que hemos hablado en posts anteriores. Lovelock, creador de la hipótesis de Gaia, conforma y reúne todos los planteamientos de la ecología profunda al considerar al planeta como una unidad compleja de interdependencias, que se autorregula, en las que el ser humano es un eslabón más. 

 

Ignoro los planteamientos de Naess respecto a los grandes debates de nuestro tiempo sobre la devastación de la naturaleza por el cambio climático, sobre la indiferencia de los seres humanos en general por el estado de esta -la inmensa mayoría viven en ciudades y no la conocen-, sobre la crisis de las fuentes de energía, el tema de las renovables, la energía nuclear… Parece que Naess creó un marco ético profundo y holístico para comprender la relación de los seres humanos con la biosfera, pero no acabo de ver de qué modo, sin ese cambio sustancial que debería operarse en nosotros, podríamos encarar la crisis formidable en que nos hallamos. En alguna manera los “ecologistas profundos”, de origen humanista, desprecian la tecnología porque prefieren una tecnología y medicina alternativas y dejarían que la Naturaleza siguiera su curso porque, según ellos, los males iatrogénicos, causados por el tratamiento de la enfermedad son muy comunes. 

 

Hay negacionistas que sostienen que no pasa nada, que son ciclos de la tierra, y, en alguna manera coinciden con los ambientalistas profundos, aunque con visiones totalmente contrarias, en dejar que la naturaleza siga su curso. 

 

¿Qué hacer? 

martes, 9 de agosto de 2022

Gaia: de la mitología a la ciencia


El pasado 26 de julio moría James Lovelock, médico, investigador y científico, a los 103 años. Es popularmente conocido por haber formulado una teoría hacia finales de los años sesenta que se encontró con el rechazo de la ciencia oficial pero a medida que ha pasado el tiempo y se ha confirmado, se puede decir que la hipótesis de Gaia es aceptada en sus líneas generales por la ciencia. Gaia era la diosa de la Tierra en la mitología griega. ¿Qué es Gaia? Es el sistema complejo de todos los ecosistemas de la Tierra que funcionan interrelacionados física-química-biológicamente como una unidad y dan lugar a un organismo, Gaia, que es un ser vivoque se autorregula para mantener la vida en un estado frío y bajo en CO2 porque es el más adecuado para el florecimiento de esta. Gaia tiene identidad y es una metáfora. Los científicos rechazaron esta personalización de Gaia como ser vivo porque eran herederos de la idea de un planeta inerte donde surge la vida, entre ella la humana. El cristianismo tuvo la concepción de que Dios había creado la tierra para disfrute del hombre pero un pecado original rompió este pacto. En todo caso, se pensaba que el hombre era el rey de la creación y tenía el planeta a su servicio, algo que coincidía con la concepción humanista que hacía al hombre el centro del universo. 

 

Para la teoría de Gaia y el ambientalismo profundo el ser humano solo es un elemento más, desde las células más simples a cualquier elemento sea físico, químico o biológico. Todo forma parte del ecosistema de Gaia que mantiene unas constantes para dar lugar a la vida y mantenerla. La concepción del ser humano solo puede ser vista desde la humildad por formar parte de la cadena de la vida. 

 

Gaia es un planeta viejo, ha pasado en sus cuatro mil quinientos millones de años de historia por diversas etapas de calentamientos -de elevado CO2 y metano-, y glaciales en que estos han disminuido. La diferencia de esta interglacial con otras etapas de hace millones de años es que uno de los elementos de su ecosistema, el ser humano, está calentando peligrosamente la biosfera con emisión de gases tipo invernadero, fruto de la quema de combustibles fósiles, para mantener su civilización. La temperatura media del planeta se está elevando rapidísimamente. Lo que antes era producto de ciclos de cientos de miles o millones de años, ahora se ha producido en menos de doscientos años con la economía de la carbonización y Gaia, un ser vivo, se resiente y entra en fase crítica lo que puede llevar a que la vida humana, si sigue el proceso, sea eliminada en su mayor parte. Sería la venganza de Gaia, una madre amorosa pero severa. Estamos alterando el ciclo de Gaia en un contexto en que seremos pronto ocho mil millones de habitantes en el mundo. Estamos arrasando la naturaleza -bosques, mares, formaciones de coral, glaciares...- para alimentar y mantener un nivel de vida, fuera de toda medida para la supervivencia de todas las especies. Seguimos emitiendo CO2 y metano a la atmósfera en cantidades colosales y puede que el ecosistema entre en retroalimentación automática y multiplique dichas emisiones. El ecologismo y el sentido común nos están reclamando un cambio radical del sistema y una filosofía diferente de vida, pero no tenemos fuentes de energía alternativas que sean viables. Faltan décadas para que sea posible utilizar la energía de la fusión del átomo. Las energías llamadas renovables son un pequeño parche que no cubre ni de lejos la energía necesaria para mantener el planeta. La misma eólica es agresiva porque supone cubrir todo el mundo de aerogeneradores, que dependen del viento, y que afean los paisajes más hermosos. La energía fotovoltaica está en fase de expansión muy tímidamente, pero no podrá cubrir a este ritmo el peligro de cortocircuito del sistema de Gaia. 


En cuanto a filosofía diferente de vida, todo intento por generoso que sea es arrumbado por una práctica depredadora y consumista a la que no son ajenos los jóvenes que serán quienes hereden un planeta en estado de shock. 

 

Gaia se autorregula y puede terminar expulsando la vida humana de su ecosistema. Solo es cuestión de tiempo. Ya hablé el otro día de los cambios profundos que están ocurriendo y ocurrirán en breve en el planeta, si seguimos quemando hidrocarburos sin límite. 

 

Hay quien concibe Gaia como una especie de religión pues una mirada serena tiene que considerar que el mantenimiento de Gaia está por encima de la conservación de la vida humana porque si Gaia quiere, desapareceremos como especie. 

 

De esto no se habla en las escuelas. 

viernes, 5 de agosto de 2022

Un verano muy caliente


Estamos viviendo un verano terriblemente caluroso que siguió a una primavera igualmente que acogió olas de calor sorprendentes. La gente ha oído hablar del cambio climático pero vive en general sin indagar demasiado en lo que esto significa y sobrevive a las olas de calor a base de aire acondicionado y baños en la playa o en las pozas de los ríos. Claro que sabemos que hace calor pero no se va más allá. No he oído en las conversaciones a mi alcance mayores inquisiciones al respecto. Lejos quedan los discursos airados de Greta Thunberg. Nosotros seguimos como si no fuera con nosotros el problema y apenas nos damos cuenta de que tengamos un problema. El nivel de inconsciencia de la humanidad es tan sorprendente que uno se queda estupefacto. 

 

Estoy en el transcurso de lectura de dos libros relevantes: Seis grados de Mark Lynas y La venganza de Gaia de James Lovelock donde se explicitan las claves del llamado cambio climático como un proceso analizado por enormes ordenadores que predicen modelos matemáticos de desarrollo del planeta en las próximas décadas, además de haber sistemas de medición ubicuos: mares y océanos, corales, glaciares, el Ártico y el Antártico, desiertos, ríos, etc, etc. Hay un consenso prácticamente universal por parte de los climatólogos de que la temperatura media de la Tierra está subiendo imparablemente. Ya hemos sobrepasado un grado de temperatura media respecto a épocas anteriores y el proceso sigue en ascenso por las enormes cantidades de dióxido de carbono y metano que estamos emitiendo la humanidad a la atmósfera que hace que el calor se quede en nuestro planeta en ese efecto terrible que es el invernadero que todos sabemos en qué consiste. Cuando lleguemos a dos grados, algo que puede pasar en muy poco tiempo, la península ibérica se convertirá en un desierto parecido a Marruecos aquejado de insuperables sequías. Se prevé incluso que toda la cuenca mediterránea ya no será acogedora de turistas por las tórridas temperaturas que habrá y estos se irán a latitudes más nórdicas para tener algo de tiempo más fresco. Paralelamente los glaciares de todo el mundo se irán fundiendo, desaparecerá progresivamente el Ártico, el nivel de los océanos subirá, el permafrost se descongelará y desencadenará un nuevo proceso de emisión de dióxido de carbono, igual que los mares recalentados serán emisores de ello y metano, lo que supondrá una retroalimentación que no podrá ser frenada y que escapará a los medios humanos que ya serán ineficaces. Se irán alcanzando progresivamente dos grados de ascenso, tres, cuatro, lo que supondrá que las selvas tropicales como la Amazonía se conviertan en un desierto calcinado por el sol -cada vez más caliente- y ello será para llevar a la atmósfera más y más dióxido de carbono y metano. Es un proceso imparable. Además, estos procesos de desertificación de continentes como el norte de África y Centroamérica llevarán a millones de personas a emigrar hacia el norte, algo que ya está pasando. Hoy leía que en Libia hay seiscientos mil africanos desesperados por llegar a Europa, y eso solo es el comienzo. Son los migrantes climáticos que irán subiendo geométricamente en número imparable y no vendrán sumisos sino que vendrán con un resentimiento trágico por haber sido nosotros quienes hemos destruido el planeta. La civilización occidental se ha enriquecido y creado el progreso pero hemos arrasado el equilibrio de Gaia, la Tierra, que se autorregula climáticamente para hacernos desaparecer como especie. 

 

¿Y qué estamos haciendo para intentar revertir en parte este proceso? Prácticamente nada, nadie quiere renunciar a una parte de bienestar, al nivel de vida que tenemos. No lo quieren los países desarrollados ni lo quieren otros de gigantescas poblaciones que quieren desarrollarse -China, India, Brasil…-. Seguimos emitiendo cantidades gigantescas de CO2 y metano activando una progresión en la retroalimentación porque los mares y los bosques llegados a una determinada temperatura no absorben el dióxido de carbono sino que lo emiten. El futuro de la humanidad es más bien incierto. No sé si saldremos del presente siglo si la temperatura media del planeta alcanza los tres, cuatro o cinco grados. La vida será destruida en medio de conflictos bélicos de alcance terrorífico en pugna por las zonas más frías del planeta. 

 

Ahora por ejemplo tenemos una guerra absurda y estúpida, la de Ucrania, en que nadie es inocente. La UE, la OTAN, Rusia y los propios ucranianos han cometido errores de dimensiones gigantescas lo que hace que el mundo se divida en bloques enemigos cuando todos tendríamos que unirnos porque el cambio climático que estamos experimentando es casi irreversible. Hacia 2005 se decía que teníamos una década para intentar revertir en lo posible dicho cambio y no hemos hecho nada, aunque es difícil saber qué hacer si no queremos colapsar el desarrollo económico de nuestras sociedades. No basta con parques eólicos y placas solares ni con el reciclado voluntarioso, ni con el supuesto coche eléctrico, eso supondría poner tiritas en la herida que es mucho más grande. James Lovelock, el creador de la cada vez más aceptada teoría de Gaia, propuso que se construyeran cientos y cientos de centrales nucleares como única solución para seguir produciendo energía sin emisiones de CO2. Los ecologistas lo rechazan totalmente por varias razones, pero no hay alternativa porque con buena voluntad y acciones bienintencionadas no pararemos la puesta en marcha de la Sexta extinción. El planeta Tierra es ya viejo, ha pasado por diversas eras glaciales, bajas en dióxido de carbono, y eras cálidas de elevados índices de dicho elemento. Pero desde hace dos siglos en un tiempo minúsculo el ser humano ha emitido cantidades ingentes de dióxido de carbono para crear sociedades prósperas y ricas en derechos humanos. Ahora estamos en una era interglaciar, pero las predicciones matemáticas e informáticas nos alertan de que ya no tenemos tiempo para revertir lo que está pasando. 

lunes, 1 de agosto de 2022

Abajo las estéticas sexistas



Tras un largo silencio bloguero quiero aparecer inopinadamente en pantalla para explicar en que estoy ahora. Probablemente os habéis sorprendido por la foto que hay arriba pero tiene su explicación. El ministerio de Igualdad que dirige mi amiga Irene Montero quiere lograr la visibilidad de los cuerpos femeninos en cualquiera de sus morfologías sin que exista de base un cuerpo perfecto, esos que llamamos diez y que solo son logrados con Photoshop. En base a esto, y dándole la razón, yo he propuesto una campaña colateral para la reivindicación asimismo del cuerpo masculino en cualquiera de sus también morfologías. Aquí hay unas bellas y estéticas barrigas que se pueden ver como la plasmación del cuerpo del hombre en su maravillosa multiplicidad. Se acabó satirizar a viejos calvos y barrigones, cuarentones o cincuentones o incluso sesentones. Aquí los traemos como una propuesta asertiva porque no hay criterios uniformes de belleza, ni cuerpos diez tampoco en los hombres. Tener barriga es bello. Dejemos ya de depreciar a los que tienen un torso no olímpico y desdeñemos cualquier criterio de belleza que haga de menos a cuerpos que aspiran a su visibilidad. No hay hombres gordos, ni bajos, ni calvos, ni sebosos, ni que tengan un solo huevo -otro tipo de belleza- que no puedan ser admirados en su estética por unos ojos desprejuiciados y justos. La belleza de la mujer es múltiple así como la del hombre, y ambos son promovidos por el ministerio de Igualdad. Yo por lo menos he enviado la propuesta a Irene y espero su aprobación para que aparezca en campaña esta imagen que sí que está libre de derechos de autor y autorizada la publicación. Ya no hay “viejos verdes” ni gordos sebáceos. Propongo que se haga un póster al respecto para reivindicar la diversidad de la belleza que estalla en su prodigiosa alteridad en hombres y mujeres. Cualquier mujer o trans puede aspirar a gozar con el cuerpo de estas maravillosas formaciones ventrales fruto del buen yantar o de la cerveza. Se acabó bromear con clichés de poco gusto sobre las formas masculinas. Cualquier mujer puede sentirse orgullosa de admirar esta polifacética gallardía y apostura si es capaz de revisar sus prejuicios, y es que ligar con un hombre gordo, calvo y bajo debe ser reivindicado como algo gozoso y multicolor. ¡Abajo los prejuicios y las bromas sexistas!

domingo, 30 de mayo de 2021

Vino barato y conversación abundante

Leo lentamente El infinito viajar de Claudio Magris y me sorprenden los primeros capítulos centrados en España, concretamente en La Mancha, con sus reflexiones sobre El Quijote, fruto de una España concreta y también filosófica, y en Madrid en los albores del siglo XXI. Me siento como español tan olvidado por las corrientes modernas de pensamiento que me asombra que alguien hable bien de nuestro país y estime su riqueza literaria, vital y artística. Me gustaría ser ducho en la ironía cervantina para expresar mi profunda desazón sin excesiva amargura ni recurrir al sarcasmo hiriente. Claudio Magris realiza hacia principios de siglo un recorrido por la España cervantina en un tiempo equivalente al que lo realicé yo, en la primavera de 1999. Tal vez coincidimos en nuestras estancias en las localidades manchegas y en las reflexiones cuando yo iba releyendo El Quijote en una edición de Francisco Rico y  a Unamuno y Azorín en sus reflexiones sobre el camino del héroe.  

Dostoievski pensaba que este libro podía bastar por sí solo para justificar ante los ojos de Dios la odisea de la humanidad. Y tenía razón, porque el requesón maloliente que se desliza por la cara de don Quijote, heroico, ridículo y escarnecido, se parece al sudor de sangre de Cristo (Magris).

Soy aficionado a los diarios, en los viajes siempre escribo unas cuantas páginas que expresan mis impresiones del viaje en las que pongo pasión y sentimiento de cercanía al país o región visitada. En mi visita a La Mancha de 1999, tuve ocasión de encontrarme con un trocito de España que es esencialmente literario. Visité todas las localidades cervantinas además de Almagro, Valdepeñas, Villanueva de los Infantes y Tembleque, pueblo que tiene una de las plazas porticadas más hermosas de España.

El viaje me infundió una inmensa melancolía, coincidiendo con la guerra de los Balcanes y la intervención de la OTAN contra el ejército serbio.

Ser español es una de las peores condenas que existen en el mundo mundial. Especialmente si uno ama, a pesar suyo, la distopía de este país que nunca está reconciliado consigo mismo. Suerte que tenemos los bares, la principal institución cultural de nuestra forma de ser. No es casual que Don Quijote se pasara buena parte de su periplo en ventas del camino, con vino barato y conversación abundante.

viernes, 28 de mayo de 2021

Mirad los pájaros del campo...


Hay últimamente una constante en mis percepciones de la que antes no era muy consciente: el canto de los pájaros. Ahora lo siento omnipresente, bien sea que esté en el interior de la manzana de mi casa donde gorjean numerosos gorrioncillos que planean por los alrededores y a los que echamos miguitas de pan en la terraza y que ellos vienen a buscar. Si voy por la montaña, atiendo al canto de los vencejos, de los verdecillos o los petirrojos. En el interior del bosque me quedo embobado escuchando arias por parte de algún pajarillo solitario que parece expresar un éxtasis total ante la existencia. Me quedo quieto y escucho durante un rato en el silencio del bosque. A veces grabo sus cantos y con una aplicación intento que sean identificados, pero en el interior del bosque no hay conexión a internet y me quedo sin saber bien qué especie es la cantora. 

 

Recuerdo el poema de Juan Ramón Jiménez, maravilloso poema titulado … Y los pájaros se quedarán cantando en que él poeta, maravillado por su canto, es consciente de que, tras su muerte, el mundo continuará igual, que las campanas de la iglesia seguirán sonando, y él desde su huerto florido y encalado, ya espíritu, contemplará el mundo desde el otro lado. Y los pájaros se quedarán cantando. Esto nos da medida de nuestra insignificancia y marginalidad en el transcurso de la vida que continúa a pesar de nuestra creencia de que somos realmente importantes. Somos el centro de una conciencia muchas veces aflictiva y dolorida porque luchamos contra el flujo de las cosas. A veces me despierto a mitad de la noche angustiado y me vienen recuerdos torturantes que me afligen y dominan mi mente. Me rebullo en la cama, me abrazo al cuerpo amado pero mi cerebro ha elegido fijar un recuerdo del que no puedo desprenderme. Me hago una manzanilla en la cocina, respiro hondo y cuando vuelvo a la cama, me pongo a leer algo que me distraiga, así hasta que el cansancio de fijar la atención en las palabras, me lleva lejos de ese recuerdo punzante y mi cuerpo se relaja aceptando la deriva del universo sin mi presencia. 

 

Es inevitable considerarse importante, somos lo único que tenemos. Nuestro ego es un mecanismo muy complejo que no deja de ser bombardeado por miles y miles de estímulos cada día, sean las noticias, las imágenes que recibimos, el flujo de la vida cotidiana, la, a veces, tristeza de vivir y constatar el paso del tiempo o en otras ocasiones el gozo de estar vivo. La idea de que a cada momento de éxtasis corresponde uno de dolor es algo adherido a mí. Pienso que es el equilibrio vital. Uno no puede someterse sin más a la corriente de la vida porque hay continuamente decisiones que tomar en una sociedad crecientemente complicada y amenazada de muchas formas diferentes. No hay reflexión que resulte demasiado tranquilizadora en un mundo que se aproxima a la oscuridad en muchos sentidos. Ayer veía un reportaje sobre el aniversario de la distopía de Blade Runner, la obra maestra de Ridley Scott y película de culto, y era consciente de que las peores amenazas que aparecían en el filme como la creciente pobreza, la diferencia creciente entre ricos y desposeídos, la amenaza climática, la deshumanización de la ciudad futurista, la lluvia permanente, las preguntas que no dejan de ser planteadas sobre quiénes somos y qué estamos haciendo aquí, y cuál es el sentido de nuestra vida… Aquellos replicantes tienen los mismos conflictos que nosotros, quieren seguir viviendo un poco más y se interrogan sobre quiénes son… 

 

Por eso, cuando oigo a los pajarillos y percibo sus gorjeos alegres y deliciosos me doy cuenta de que son ciertas las palabras del evangelio en que los pájaros no hacen proyectos, ni declaración de renta, ni tienen que dejar herencia a sus hijos, ni se afligen por el devenir de las cosas, ni temen a la muerte, solo son, sin preocupaciones en un éxtasis divino cuyos cantos son cada vez más presentes en mi vida. Ahora los oigo, junto al ladrido de algún perro, el rumor incesante de la ronda y pienso en la próxima vez que saldré al bosque para adentrarme en el corazón de la espesura para así profundizar en el cansancio –bendición del ser humano que le releva de sus ganas de luchar- y llegar a un instante de felicidad plena que surge imprevisto como en un descuido de la mente. 

martes, 25 de mayo de 2021

El dilema maldito


Arthur Schopenhauer escribió que el sentimiento de la vida oscilaba entre la desesperación y el aburrimiento, o lo que es lo mismo, entre el dolor y el tedio. Creo que leí esta reflexión en mi primera lectura de El árbol de la ciencia de Baroja, lectura antes cenital para los adolescentes del anterior sistema educativo. Así bien, o estamos jodidos o estamos aburridos. Si estamos jodidos, no nos aburrimos –es la parte positiva de ese estado-, pero cuando abandonamos el sufrimiento por algún albur del destino, el estado que nos viene es el de aburrimiento a la espera de que algo pase y que nunca acaba de pasar. Es lo que les sucede a Vladimiro y Estragón en torno a un árbol esquelético en un paisaje incierto en la obra Esperando a Godot.

 

Para evitar el aburrimiento urdimos mil y una estratagemas: la comida es una de ellas –vemos en todas las redes sociales miles y miles de páginas con los más refinados platos de todos los tipos: comer libera de la angustia y del aburrimiento-; otra forma de afrontar el aburrimiento es la pasión política o deportiva y no cabe duda de que hoy día las redes sociales están imbuidas de unas dosis enormes de política. Las más preclaras mentes pensantes se zambullen en el análisis de la realidad, bien sea desde la óptica del resentimiento de la izquierda radical o de la extrema derecha. Ambas lindes del espacio político comparten igualmente dicho resentimiento como motor ideológico, y de ahí, de su necesidad de abordar el aburrimiento que no cesa, sus apelaciones complementarias a la justicia, a la ira, al grito, a las consignas, a las fabulaciones, a los complots… 

 

Otra forma de abordar el aburrimiento es el consumismo. El hecho de comprar libera momentáneamente de la tensión vital y el aburrimiento. Una tarjeta con crédito ilimitado es el mejor desestresante y desangustiante, con mucha mayor eficacia que el Prozac. No digo que sea así en todos los casos, pero sí en un elevado número. Cuando estamos a punto de comprar algo se intuye la liberación de un elevado número de hormonas de la felicidad sea dopaminas o endorfinas… No en vano el capitalismo ha vencido al comunismo solo por este sencillo mecanismo. Nos gusta comprar, aleja tanto el sufrimiento como el aburrimiento provocando una tensión vital refrescante. 

 

Hacer deporte, cansarse, forzar el físico es asimismo una fuente de placer extraordinario ante el horror vacui, ante la amenaza de sinsentido de la vida. Si uno está corriendo o levantando pesas, o haciendo una larga caminata extenuante, uno deja de hacerse preguntas y supera igualmente la sensación de aburrimiento a pesar de que el esfuerzo físico constituya una suerte de padecimiento luminoso. Subir un ocho mil o correr la maratón conlleva padecimiento pero recompensa, lleva implícito un desgaste liberatorio igualmente de hormonas que evitan el aburrimiento. 

 

El arte, sea en su faceta creadora o en la de observador o lector, produce también estados bienhechores para el espíritu, haciéndonos salir de nosotros mismos y de nuestra angustia constitutiva puesto que supone una especie de experiencia iluminadora de la conciencia y de nuestro placer estético. 

 

Hay otras formas de enfrentarse al dilema schopenhauariano como el sexo y la violencia, ambas formas devoradoras del ego sufriente o aburrido. De ahí las numerosas guerras a lo largo de la historia, los terribles conflictos interterritoriales, religiosos o étnicos que tienen su eje en el ansia de dominación y de poder, siendo este, el poder, un mecanismo sumamente excitante y atractivo. 

 

Sin embargo, el mecanismo más barato para contrapesar el sufrimiento o el aburrimiento es la risa, la conversión en caricatura de toda forma de jerarquía o esquema dominante, la inversión de todo. 

 

Y cagar, en último pero no en el más irrelevante lugar, también es algo que nos libera como bien sabían en la Edad Media con todas sus fantasías coprofílicas. 

 

Así pues, cagar, comer, reír, hacer política, consumir, extenuarse, crear, leer, combatir, asesinar, follar… son nuestras liberaciones más habituales para enfrentarnos al dilema maldito. 

 

¿Cuál es la tuya?

miércoles, 19 de mayo de 2021

El racismo que no cesa

                                                Taiye Selasi


Leo una novela de 1929 de Thomas Wolfe, un autor muy desconocido en España, pero que formó parte de la llamada generación perdida norteamericana en que figuraban Scott Fitgerald, Faulkner, Dos Passos, Hemingway… Wolfe murió a los treinta y siete años pero antes había escrito torrencialmente relatos de enorme calidad como el que estoy leyendo, El ángel que nos mira,  que sin pretenderlo es el más potente alegato antirracista que he leído porque en él los negros que aparecen en segundo plano no son nada, son parte inerte de un decorado en sus barrios de chozas, sin nombre, sin dimensión, sin tener ninguna parte en esta historia porque parecen subhumanos. No hay ni un negro que se singularice y pase del estereotipo en medio de caracteres sutilmente descritos de la famila Gant. Es increíble la falta de sensibilidad de Thomas Wolfe al no fijar su mirada en otros seres que él debía ver como casi simiescos –en alguno de sus párrafos los califica de gorilas de amplia sonrisa-, y parte de una tramolla en que solo servían como criados innominados y sin ninguna pincelada de color sobre sus personalidades o sus vidas. 


Lo malo es que los que leían libros como este no consideraban que aquello fuera anómalo sino que lo veían como la cosa más normal del mundo. Los negros eran definitivamente inferiores incapaces de alumbrar ninguna página de una novela, por otra parte, excelente. El lector se siente desolado y con mal cuerpo porque es un retrato exacto de América y del largo trecho que se tenía que recorrer en pos de los derechos humanos que concedieran dignidad a estos seres aplastados en la nada y la insignificancia. 


El racismo es una realidad mucho más profunda de lo que parece. El otro día leí una  entrevista a Taiye Selasi –escritora afropolita a caballo entre el Reino Unido, Estados Unidos y Ghana- en que era profundamente pesimista en cuanto a la superación del racismo incluso por parte de los progresistas que se manifiestan con consignas como Black Lives Matter pero no llevarían a sus hijos a colegios donde los niños negros fueran algo más que un detalle numérico, ni vivirían en los barrios de mayoría negra. Hay muchos blancos que aplauden cuando un grupo de policías reducen a un ser de piel marrón porque los consideran peligrosos y nadie sabe de qué son capaces. Los derechos humanos se consiguieron en teoría pero el racismo sigue profundamente vivo. Taiye Selasi apunta en una entrevista a los progresistas que leen libros escritos por africanos o afroamericanos, y afirma que estos no son una medicina. Pienso en mí, que tengo una biblioteca muy extensa africana y que me pasé años leyendo solo libros escritos por personas de piel marrón, como los llama ella, y me doy cuenta de que a la hora de la verdad, yo si viviera en Estados Unidos o en un contexto de fuertes minorías negras, yo sería tan racista como quise evitar ser, a pesar de conocer a fondo la tragedia del continente africano y los terribles padecimientos de estas personas. Pienso en si el racismo es de origen genético porque culturalmente he leído prácticamente todo, lo sé casi todo, pero… me descubro racista y ello me avergüenza seriamente. 

domingo, 16 de mayo de 2021

Paranoia colectiva


El trastorno de personalidad paranoica (PPD, por sus siglas en inglés) es una afección mental en la cual una persona tiene un patrón de desconfianza y recelos de los demás en forma prolongada. La persona no tiene un trastorno psicótico completo como la esquizofrenia.

El trastorno paranoide de la personalidad se caracteriza por un patrón generalizado de desconfianza injustificada y sospecha de los demás que implica la interpretación de sus motivos como maliciosos.

Para que una persona reciba un diagnóstico de trastorno de personalidad paranoide, debe mostrarse persistentemente desconfiada y recelosa de los demás, como lo demuestran al menos cuatro de los elementos siguientes: Sospecha, sin una razón suficiente, que otras personas le explotan, lesionan o engañan.

¿Vivimos en un estado de paranoia colectiva como expresa el graffiti? 

jueves, 13 de mayo de 2021

Fragmentos en carne viva de una caminata en solitario


Vuelvo a hacer la caminata del jueves pasado o, por lo menos, parte de ella pues he salido de Santa Coloma y no de Vallvidrera lo que es sustancialmente la mitad. He visto en el plano del metro que la estación a que yo quería ir, Esglèsia Major, no estaba en la línea 1 sino en la L9 que va de La Sagrera a Cam Zam. He bajado en Sagrera y he tenido que descender cinco tramos de escaleras mecánicas para llegar al nivel donde está en metro. Ha sido inútil porque en vez de bajar en la estación de Esglèsia Major, bajo en Fondo que es común con la L1. No hubiera hecho falta el trasbordo pero he querido ver el ambiente de Santa Coloma para hacer alguna foto. Solo he hecho una del centro, solo había reatas de niños de colegios que iban a alguna parte, era la hora escolar por lo que veo. Luego hago una foto del poema de Maria Mercé Marçal, tan de lo que hoy llamaríamos postureo aludiendo a su triple rebeldía por ser mujer, por ser de clase baja y por ser de una nación oprimida. Me gustaría saber qué entendía esta poeta por eso de ser de clase baja. Tal vez escribió cuando miles y miles de inmigrantes se hacinaban en las barracas de Montjuich o el Somorrostro. Probablemente habría que explicarle lo que era ser de clase baja. Y en cuanto a ser de una nación oprimida, habría mucho que hablar cuando la dictadura nos oprimía a todos pero ella, sin duda, debería sentirse especialmente oprimida por ser catalana cuando la burguesía de este campante país estaba encantadísima con el Régimen porque todas las inversiones venían para aquí en lugar de ir hacia Andalucía, Murcia, Extremadura o Aragón. Pero uno puede identificarse con el mito que quiera y si lo expresa poéticamente, por demagógico que sea, puede ser incluso pintado en los muros como ejemplo de triple rebeldía. Bah. 

 

Sigo el trayecto del otro día pero hoy con agua abundante y con el cuerpo fresco y no castigado además de ser más temprano y el sol ser menos inclemente. He pasado por el monasterio de Sant Jeroni de la Murtra del que he hecho fotos. Me hubiera gustado visitar el claustro. Varias instituciones tienen su sede en el monasterio. He dejado Can Ruti, también la he fotografiado desde la distancia con la perspectiva del mar, y he seguido hacia arriba con menos cansancio. He llegado junto a unos ciclistas que subían asfixiados a lo más alto y he comenzado el descenso hasta Sant Fost donde una panda de perros me ha empezado a ladrar. He entrado en la fundación Pere Tarrés para ver desde arriba el monasterio de Montalegre pero las ramas y los alambres no me han permitido una buena perspectiva. Me gustaría pasear también por el claustro y ver a los monjes cartujos en su vida sombría pensando solo en la muerte por lo que yo creo. Luego investigo someramente en el estilo de vida de los cartujos y me sorprende que vistan de blanco y que en las festividades hacen vida comunitaria y charlan entre ellos. El resto del tiempo están en su celda trabajando y tienen un huerto. Participan comunitariamente en los oficios.  

 

Durante el trayecto, la mente se me iba a Oriente Medio que estos días está ardiendo por los choques entre israelíes y palestinos. Creo que ha comenzado en Jerusalem por el rigor israelí en el Ramadán con los palestinos lo que ha provocado graves disturbios. Desde Gaza se han lanzado cientos de cohetes contra ciudades israelíes e Israel ha respondido bombardeando objetivos militares en Gaza lo que ha provocado decenas de muertos incluidos algunos niños. Mis simpatías están con Israel y veo que rápidamente hay una marea de solidaridad con los palestinos en contra de la brutalidad judía. Pero no se dice que los palestinos están bombardeando ciudades israelíes. Es la misma historia de siempre, esa pulsión del suicidio heroico contra el poderoso. Las almas sensibles del mundo se posicionan siempre en contra de Israel con una virulencia extraordinaria cuando en otros muchos conflictos mantienen algo parecido a la indiferencia y es que no hay algo tan jugoso como un protagonista judío. Eso tiene morbo y ya se sabe que los judíos son siempre culpables hagan lo que hagan. En la historia se los acusaba de envenenar pozos, beberse la sangre de los niños que raptaban y eso era suficiente para que la multitud ebria de venganza saliera a asesinarlos a sus barrios. 

 

Luego hay casi diez kilómetros hasta la estación de Montgat Nord dando un gran rodeo por la serralada de la Marina. Yo esperaba que comenzara la bajada pero el camino se alargaba en solitario hasta que he llegado a una especie de mirador donde se ve Alella a la izquierda. He pensado en la casa de Toni y me hubiera gustado saber dónde se ubica. Y allí empieza un largo descenso pues estamos a más de trescientos y pico metros y hemos de bajar al nivel del mar. Se hace largo, ciertamente acompañado es más suave porque te vas distrayendo con la conversación maliciosa. He dado vueltas bajando por cuestas pedregosas hasta llegar a la entrada de Tiana entre la iglesia y un recoleto cementerio que el otro día no vi siendo muy atractivos sus muros y su interior con pisos de nichos. Vueltas y vueltas por Tiana, largas avenidas por las que voy ya con mascarilla, callejuelas del pueblo antiguo, tiendecitas, más avenidas, hasta que llego a Montgat, no sé exactamente dónde empieza el pueblo. Sigo hasta llegar y pasar por debajo de la autopista o carretera. 

 

Allí cerca de la playa me he tomado una cerveza Estrella Galicia. En la mesa del al lado había dos mujeres. Una morena de ojos negros, muy hermosa, que tendría veintitantos años, cerca de los treinta, y una mujer de unos sesenta que no paraba de hablar comiendo a la vez boquerones en vinagre. La mujer mayor se llamaba Lola y se tenía por muy joven, moderna y próxima a la juventud por sus relaciones y carácter. Era pesada e ininteresante pero tenía un ego descomunal. La joven solo podía hacer comentarios admirativos de lo que la vieja le decía. Es un caso típico de persona avasalladora imbuida de una ficción, la de ser juvenil y divertida, que resultaba realmente cargante. Es un tipo de personas que piensan que lo que dicen es muy interesante y no paran nunca de hablar de sí mismas. 

 

He llegado a la estación y he tomado el primer tren que ha pasado a Molins de Rey que para en Hospitalet como he podido comprobar. Enfrente de mí dos mujeres musulmanas, una con chilaba fucsia con flores y encajes, gordísima, y otra joven que pudiera ser la hija, también gorda, pero sin pañuelo y más encajada en esta sociedad y que no hacía ni caso a la supuesta madre. 

 

martes, 11 de mayo de 2021

Setenta y cinco aniversario en la Plaza Roja de Moscú


Veo una retransmisión en Youtube del acto conmemorativo del 75 aniversario de la victoria soviética contra Hitler en la Plaza Roja de Moscú. Mas de doce mil soldados, con uniformes de gala, y dispuestos en formaciones compactas en un ambiente solemne y triunfal evocando la Gran Guerra Patria y la victoria frente al nazismo a costa de un precio terrible –se habla de veintisiete millones de muertos-. Un pelotón de soldados marcando algo parecido al paso de la oca llevan dos banderas, una rusa y otra roja con la hoz y el martillo. Dos generales en sendos coches lanzan arengas a los soldados que en formación impecable y con gestos viriles y marciales dan gritos de hurra a lo que dicen sus mandos. Al final habla Putin en su arenga más significativa. He sabido que Putin es un excelente orador algo que no percibimos los no rusos, pero su discurso debe de ser muy seductor y varonil de acuerdo a la fortaleza que siempre han de demostrar los rusos. La catedral de San Basilio está como telón de fondo en la Plaza Roja. 

 

Dos observaciones: no hay mujeres entre las tropas aguerridas y belicosas, cuando las mujeres fueron parte importantísima entre los soldados y oficiales en la Gran Guerra Patria. Lo sé por el libro de Svetlana Alexievich, La guerra no tiene nombre de mujer. Otra observación interesante es que esta parada en ningún momento se nombra a Stalin, el considerado arquitecto de la victoria, solo al pueblo ruso, a la patria rusa. Un detalle significativo es la enseña comunista que lleva el pelotón que he mencionado. No suena mientras lo veo, el himno ruso, sí otras marchas igualmente reveladoras. Esta gran parada dejó de celebrarse durante casi veinte años entre la caída del comunismo hasta 2008 cuando Putin la recuperó de nuevo. Al final del acto, una escuadra lleva –marcando el paso marcialmente- un lecho de flores a la llama que arde en una estrella roja de cinco puntas. Putin y miembros destacados de su gobierno llevan ramilletes de claveles rojos que depositan ante la llama sobre el lecho de flores que han llevado los soldados. Minuto y medio de recogimiento en silencio y luego suena el himno ruso –soviético- brevemente pero sin la fuerza que tiene cantado por coros rusos. Putin es el más bajo entre los presentes pero se advierte que es el que manda por sus gestos imperativos. Acaba el acto en la plaza vacía, una compañía solemne desfila ante esta decena de mandos rusos y luego, dirigiendo la operación Putin, salen hacia un autocar en el que entra primero Vladimir como debe ser. 


(El vídeo es muy largo, aconsejo ir avanzando porque no tiene desperdicio como acto litúrgico, su estética es muy poderosa)

 

martes, 27 de abril de 2021

El arte de la mentira política




Uno ve imágenes de la deforestación de las selvas tropicales y se siente conmocionado e impotente. Recibo información de distintas ONG’s ambientalistas y humanas que refieren la destrucción de los pueblos primitivos de todo el mundo en hábitats cada vez más precarios. Firmo algún manifiesto pero me hallo inhábil para controlar la marcha del mundo. Pienso que los seres humanos viven en sistemas democráticos pero que no pueden controlar nada lo que pasa en sus sociedades. Todo lo que sucede es externo a mi capacidad de decisión desde que yo recuerdo mi historia. Es totalmente incierto que nosotros tomemos decisiones acerca de nuestro mundo y nuestras sociedades que cambian y se transforman al margen de nosotros, a veces para bien y muchas veces para mal. Mi voto político es tan intrascendente que me asombra que la gente vaya a votar. No hay debates sobre nuestro presente o nuestro futuro, las decisiones se toman al margen de nuestras voluntades que son anecdóticas. Ahora en Madrid hay mucha algarabía sobre principios políticos maximalistas, todo es un espectáculo cuidadosamente dramatizado con resonantes efectos y eslóganes pero todo es una cortina de humo que no resuelve nada de lo sustancial. Los votantes son seres a los que se engaña para que tomen decisiones sobre A o B o C pero que no son necesarios para nada sino para conformar números que dan lugar a estrategias sobre las que los votantes nada tendrán que decir. Todo es demagogia a la izquierda y a la derecha, todo es manipulación a un lado y a otro. Discursos efectistas, puestas en escena nadie sabe muy bien si dirigidas por realizadores cinematográficos, palabras grandes para movilizar a un electorado que es el rehén propiciatorio al que se quiere concitar y reclamar para luego darle el adiós definitivo hasta las próximas elecciones. 

 

Me siento totalmente estafado porque quieran hacerme creer que yo decido algo durante la décima de segundo en que introduzco mi papeleta en la urna. Quieren hacerme creer que soy importante para ese acto trivial que será luego reconvertido en discursos todos de victoria, haya pasado lo que haya pasado. Todo el juego está cantado. Todos los jugadores son tahúres aventajados en la mentira y el engaño. 

 

Todo es un cortinaje de espejismos. Yo no soy nada demoscópicamente y me siento abandonado, engañado, burlado… El mecanismo político es feroz y embustero. 

 

A veces voto en blanco, a veces me abstengo, a veces voto al mal menor pero con la conciencia de que todo es inútil… La política es un trampantojo que pretende ser una realidad eficaz pero es mentira. Nadie debate nada, nadie escucha a nadie, nadie me pregunta nada, solo soy un prisionero al que cada cierto tiempo se le impele trágicamente a depositar una papeleta que no significa nada ni decide nada. 

 

Que les den.

domingo, 25 de abril de 2021

El misterio de la identidad


Ciertamente, creo con Walt Whitman que la Metafísica es el arte de desconcertarse a uno mismo. Y me explico: los seres humanos en conjunto y en particular me resultan extraños y paradójicos. Cuanto más los contemplo, cuanto más los leo, cuanto más los escucho, más conocidos me resultan, pero a la vez que se me acercan en un sentido, se me alejan en otros. Pienso que es imposible llegar a comprender a nadie por completo. Podemos llegar a acceder a algunas claves interpretativas, pero en cuanto nos seguimos acercando a esa persona, más se aleja de nosotros convirtiéndose en un misterio por transparente que pueda parecer. Los seres humanos nos resultamos opacos unos a otros en cuanto a las lógicas que nos mueven y dan sentido. No hay nada más lejano que otro ser a nuestra conciencia. Los novelistas, dramaturgos y poetas, y los artistas en general, exploran el misterio de la otredad intentando sumergirse en ella desde perspectivas subjetivas. Es la historia del arte, y en especial de la literatura como intento de rastreo y configuración de lo que nos hace ser algo esencialmente enigmático. He sido desde que recuerdo, lector voraz. Así desde que empecé a leer a mis cuatro años y algo no he dejado de leer y me siento desbordado por la extrañeza del Otro que se manifiesta en cada una de las novelas que leo. Por más que intente comprender a los personajes literarios, más se me escapan. Por más que intente acceder al hacedor de su narrativa, el autor, más se me desliza como arena entre mis dedos. Yo mismo, el eje de mi vida, soy para mí algo inaccesible por más que intente llegar al fondo de mí mismo. Ante esto hay muchas personas que lo dan por descontado y no intentan comprender más allá de lo visible, de lo accesible, de lo aparentemente real, de lo dado y sostienen que no hay que intentar penetrar en el territorio de lo confuso, de lo metafísico… Vamos, que no hay que buscar cinco pies al gato, que la vida es hermosa sin intentar comprenderla y que todo intento de darle un sentido es un proyecto condenado al fracaso, que la vida y los demás hay que vivirlos sin procurar desentrañarlos… Son estos seres de acción que no se contemplan a sí mismos y que no hacen por transgredir el fenómeno de la otredad. 

 

Volviendo a la cita de Walt Whitman, sobre el arte de desconcertarse a sí mismo como ejercicio metafísico… he de decir que me gusta ser siempre diferente a mí mismo, carecer de unas claves mecánicas y reiterativas sobre el sentido de la propia identidad, llegando incluso a sorprenderme a mí mismo como me gusta que me sorprendan los demás subvirtiendo su propia lógica constitutiva. 

 

Mis hijas se ríen conmigo y me parodian diciendo que un día pregunté a un camarero chino si tenían flan Mandarín a lo que el amable empleado me dijo que sí, que, efectivamente, lo tenían. Yo le repuse seriamente, “pues tráigame un helado”. Esto a mí no me sorprendió pero a ellas sí que les hizo mucha gracia y me lo recuerdan con frecuencia. Pudieron pasar muchas cosas en ese cambio de deseo, unas escasas décimas de segundo pueden suponer una transformación del anhelo de flan, es posible que simplemente expresándolo yo me hubiera dado cuenta de que en realidad no me apetecía. Son mecanismos ultrarrápidos del cerebro cuyo sentido desconozco. 

 

Para mí, pues, los seres humanos son como esta anécdota. Cuando he creído comprenderlos, cambian su petición y solicitan algo totalmente diferente dejándome sorprendido. No se puede reducir a nadie a una fórmula por más que muchos intenten hacerlo para lograr ser coherentes en su identidad… cuando la identidad es como intentar atrapar agua entre los dedos. Quizás ni siquiera hay dedos ni agua… Evohé. 

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