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martes, 6 de diciembre de 2022

De cerca, nadie es normal

Esta idea me ha venido de un titular de Babelia en que se da cuenta del premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mexicana Daniela Tarazona. Me hubiera gustado que desarrollara más esta idea pero me he quedado entusiasmado con la carcasa y me aplico ahora a intentar acotarla y ampliarla. 

 

Hay diferentes maneras de ver a los demás: a larga distancia, a media distancia y de cerca, y son maneras totalmente distintas de considerar a la humanidad. 


De lejos, la humanidad se nos representa como una masa dividida en colores y formas. Es cuando consideramos a las personas como parte de colectivos geográficos, nacionales, étnicos, sexuales, políticos, estadísticos... Salen entonces nuestros prejuicios a mansalva: los negros son así, los heterosexuales son así, los hombres son así, los franceses son así, los habitantes de las montañas son así, los niños son así, los jóvenes son así, los de la derecha son así, los progresistas son así, los profesores son así..., y así sucesivamente. Estas valoraciones nos dan idea de nuestra perspectiva y nos sitúan a nosotros en un ángulo de la galaxia que nos permite juzgar y contemplar. Por otra parte, es una visión que en cierta manera, unida a los prejuicios, sostiene paradójicamente el humanitarismo y de él se financian numerosas ONGs que difunden la solidaridad hacia los más desfavorecidos, los refugiados, los niños sin hogar, los afectados por las enfermedades o la guerra... Mi padre me decía que es fácil amar a los hombres en abstracto pero es menos posible amarlos en el plano concreto. Esta idea de mi padre, en tantas formas, tan distante de mí, me ha hecho pensar con frecuencia. 

 

La media distancia es más esclarecedora, es la forma de mirar a las personas que tenemos concretamente en nuestra vida cotidiana pero que los conocemos lejos de su intimidad, como los vecinos, la gente de nuestro barrio, los tertulianos de un bar, el conjunto de compañeros en el trabajo, la gente que está en el mercado comprando, los alumnos de un instituto, los lectores de un blog -muchos en la sombra: lo que daría por saber quién exactamente me lee y no se identifica mediante los comentarios-, los clientes del supermercado a los cuales se puede mirar atentamente pero no los vemos más que externamente o a través de unos rasgos externos o unas manifestaciones poco definitorias... En este sentido la mayoría de la gente nos parece “normal” salvo algún caso exótico que nos sorprende. Esta mirada es más cercana que la general y a distancia y se centra en las personas próximas a nosotros... Esta visión nos permite hacernos ideas generales y juicios sobre el carácter e idiosincrasia de los demás, pero no deja de ser una imagen abierta a prejuicios, errores y tópicos, simpatías y antipatías más o menos justificadas... 

 

La mirada más desafiante es la de cerca, la que solo puede dar la intimidad más decisiva y en esta, nadie es normal. Hay diferentes distancias asimismo en la visión de cerca que nos hace sentir a las personas como únicas a la vez que complejas. Un caso paradigmático es la amistad que está unida al afecto, y aplicamos un filtro de aprecio a nuestros amigos que no busca interpretarlos sino amarlos, es la distancia que se da, por otra parte, en el amor de pareja siempre que esa distancia no se convierta por la relación en una lejanía inabordable y hostil -hay tantas separaciones que implican rencor y odio hacia el otro tal vez por conocerlo demasiado...-. Sin embargo, en la mirada de cerca se abre camino el enigma y es la mirada más compleja porque en el fondo nunca nadie puede comprender totalmente al otro. Solo hay acercamientos a un microcosmos único. Dos personas pueden convivir juntas durante treinta años y seguir siendo un misterio el uno para el otro. Dos personas pueden desconocerse totalmente pese a su convivencia en común, lo que no impide que se puedan amar profundamente pese a dicho desconocimiento... 

 

Nadie es normal en esa distancia, esta idea me fascina, todo el mundo es particular, irrepetible, único, insustituible, su olor personal es inequívoco, igual que el tacto de su piel o el tono de su voz...

 

Cada persona no deja de ser un misterio muchas veces impenetrable, es inútil hacernos juicios sobre ellas porque siempre podremos equivocarnos. Detrás de cada uno -intuimos-, estamos nosotros mismos; detrás de cada uno está la humanidad en conjunto; detrás de cada uno, pese a la distancia infinita, siempre está un ser que vive profundamente un viaje existencial interior y exterior, entre el nacimiento y la muerte, en el que no tiene referencias de ningún tipo y que sufre Las gigantescas lejanías que parecen ser infinitas encubren una identidad de fondo que sigue siendo profundamente misteriosa, luminosa y oscura simultáneamente. 

sábado, 3 de diciembre de 2022

Lectura fácil (y no es la novela de Cristina Morales)

Ayer tuve un encuentro con un amigo, Paco Castillo, en su ciudad, Pozuelo de Alarcón. A lo largo de la mañana de cielos velazqueños con el panorama de la sierra de Guadarrama en la lejanía y la Casa de campo, salieron muchos temas de los que estuvimos hablando pero quiero elegir uno que me hizo pensar en mi viaje de vuelta a Barcelona en el tren Ouigo. 

 

Una profesora de su hija de once años les ha puesto un libro de lectura, La Odisea, en versión infantil o juvenil. Paco no lo tenía claro si esto era un acierto porque parecía no gustar a su hija ni a otros compañeros de su clase de sexto de primaria. Mi amigo le ayuda a leerla comentando pasajes de la obra, el del gigante Polifemo, Escila y Caribdis, etc... 

 

¿Qué libros poner de lectura a los niños o adolescentes? Como profesor, he tenido épocas de grandes aciertos en el tiempo del Bup y el COU y épocas de zozobra y fracasos en el tiempo de la era digital. Le contaba a Paco mi fracaso más estrepitoso cuando en 2004, les puse a mis alumnos de cuarto de ESO la lectura de El viejo y el mar, una novela que coincidió con el Premio Nobel a Hemingway y de la que hacía cincuenta años que había sido publicada. Era un relato corto de poco más de cien páginas que yo intuía que les iba a gustar, pero cuál fue mi error porque fue un fiasco total. De los sesenta alumnos que tenía en dos cuartos de ESO, la inmensa mayoría dijeron que era una novela horrible, que era aburrida, que no pasaba nada... Solo una alumna se dio cuenta de que sí que pasaban cosas en el interior del viejo pescador. El director me metió la bronca por poner libros tan alejados de sus gustos a mis alumnos. Terminé de estropear la cuestión cuando les pasé, con toda mi buena voluntad, la película homónima de 1990, dirigida por Jude Taylor y protagonizada por Anthony Quinn. Mis alumnos, indignados, protestaron diciendo que la película era tan aburrida como el libro. No había salida. ¿Me había equivocado?

 

¿Es un error poner a los niños La Odisea, en versión infantil, como lectura? Depende y en esto podemos añadir nuestra experiencia como lectores. 

 

¿Acaso anhelamos libros en los que sus peripecias nos llevan a identificarnos con ellos, libros que dicen lo que nosotros pensamos o sentimos, libros que dicen lo que nos gusta leer, libros que se adentran en nuestras emociones y se nos hacen fáciles porque los consideramos muy próximos a nosotros? ¿Nos gustan libros cómodos y sencillos que no requieren por nuestra parte demasiado esfuerzo interpretativo porque se leen como el agua y expresan emociones cercanas porque nos están relatando nuestra propia vida o lo que nosotros entendemos que lo es? He de reconocer que los libros que triunfan son así. Los bestsellers que están en los puestos más altos de las listas de lectura son libros fáciles que dicen lo que a nosotros nos gustaría oír como si el autor nos conociera y nos hablara específicamente a nosotros mismos y que no nos pide demasiado esfuerzo porque en la mímesis tiene su principal virtud. Son libros a los que rápidamente decimos “me gusta” porque es como yo, piensa como yo, siente como yo, me cuenta lo que quiero que me cuenten. 

 

Desde ese punto de vista la profesora ha cometido un error mayúsculo, como lo cometí yo al poner El viejo y el mar. Les dimos libros con los que no se podían identificar. ¿Cómo la hija de mi amigo va a poder identificarse con las peripecias de un héroe griego que vuelve a Ítaca, tras la guerra de Troya, y pasa por numerosas aventuras que retrasan su llegada a la isla donde le espera su mujer? ¿Qué sentido tiene para una niña de once años esa lectura? Ninguno si pensamos que la buena literatura ha de decirnos lo que nosotros queremos oír, que nos cuenten lo que queremos que nos cuenten. Sin duda, dentro de los libros juveniles hay obras que se leen fácilmente que cuentan aventuras de niños con los que es fácil identificarse. Hay profesores que proponen lecturas de libros tipo videojuegos para que se sientan representados dentro de un libro que parece la pantalla de un móvil. Me los han ofrecido. Hay teorías defendidas que dicen que lo importante no es lo que lean sino que lean y que si hay que darles libros llenos de tópicos y trucos narrativos para atraerles a la lectura, eso es lo que habría que darles en una lógica para que puedan contestar en plan lúdico que el libro “les ha gustado”. 

 

Hay otro punto de vista menos halagüeño que ensaya, aun a riesgo de equivocarse, el desafío al mundo cómodo del lector, al gusto fácil del lector que no quiere riesgos ni retos que lo lleven a cuestionarse su propio mundo y sus convicciones. Lo estamos viendo actualmente en las redes sociales donde solo leemos lo que queremos leer, solo leemos los mensajes que nos resultan atractivos y que se identifican con nosotros y nuestra ideología. Como lectores no queremos que nos exijan, que nos planteen pruebas que nos saquen de nuestro mundo tranquilo, que no nos digan lo que no queremos oír, de modo que nos encontramos en un circuito cerrado débil y acomodaticio. 

 

Hubo un tiempo en que los autores planteaban obras muy difíciles a los lectores a lo largo del siglo XX para que ampliaran sus puntos de vista y pusieran a prueba sus resortes intelectuales. Eran obras no sencillas y complicadas a las que no se podía decir sencillamente “me gusta” sino que tal vez cabría decir “me ha hecho pensar”, “me ha interesado”, “me ha abierto nuevos horizontes”, “me ha cambiado”, “me ha jodido”, “la odio” -como dijo un adolescente que se leyó El amante de Margueritte Duras a sus dieciséis años por recomendación mía-. Me dijo que la odiaba pero que le había magnetizado. 

 

Personalmente, a Paco le he dicho que la profesora tiene ahora una tarea exigente que es la de llevar a alumnos de once años la realidad de La Odisea, hacérsela próxima, es tarea de la profesora y de los padres que tienen que ayudarles a penetrar en un mundo que puede que no les resulte fácil pero que, si no lo entienden ahora, puede que en un futuro lo recuerden con enorme interés. Me despedí de mis alumnos de tercero de ESO leyendo a Kafka, puede que dentro de veinte años o tal vez más resuene en ellos y los lleve a recordar algunas cosas que entonces no entendieron a sus quince años. Tal vez hacemos leer no para los niños o adolescentes que son ahora sino a los hombres y mujeres que serán más adelante. 

martes, 29 de noviembre de 2022

Parte de una historia en un tiempo no tóxico

Suena Radio Santa Klaus en Alexa, es una versión inglesa de Noche de Paz, ya estamos en el ciclo de la Navidad. Uno se pone a escribir y no sabe adónde irá a parar. Leo la prensa y me entero de las protestas de los folios en blanco en China donde el Partido Comunista reprime cualquier tipo de disidencia. Sigue el mundial de fútbol en Qatar sin que yo hasta ahora le haya dedicado la más mínima atención aunque sigo el curso de España. Hoy es víspera de un viaje a Madrid de tres días. Madrid es mi segunda casa. Cuando acabé la carrera tuve que decidir hacia dónde emigraría. Mi primera opción era Barcelona, cuando esta ciudad era abierta y cosmopolita, su nombre me enamoraba, y así trasladé mi cuerpo y mis libros a Barcelona donde he residido desde entonces con un paréntesis de tres años en que me fui a vivir al campo, concretamente a Berga, montando una masía con dos amigos. Nos decíamos neorrurales. Compramos cabras blancas, conejos, cerdas. Yo me encargaba del huerto y trabajaba en el Instituto Guillem de Berguedà a unos cinco o seis kilómetros de la masía, cuando Berga no era todavía una ciudad cerrada y carlista para los foráneos que había desplazados en el instituto. Los había de Madrid, de Andalucía, de Zaragoza... Todo eso se acabó con la España de las autonomías y desde entonces en todos los centros educativos solo hay profesores de esa región lo que supuso que todo se hiciera más aburrido y endogámico. Pero esto es ya lejano y no tiene solución. España es lo que es y no me gusta. Pero es lo que hay. Sigue sonando la radio que emite desde Alaska y ello me trae recuerdos pues yo trabajé dos veranos en Alaska cuando era joven. Éramos ilegales pues habíamos entrado como turistas y nos fuimos a trabajar a las canneries de salmón donde se cobraban sueldos fabulosos para los españoles de los años ochenta, aunque bajos para los norteamericanos. En las canneries había una mezcolanza de trabajadores de diferentes orígenes: sobre todo filipinos, también mexicanos y centroamericanos, y luego una larga lista de nacionalidades de viajeros que habían llegado como aventureros: Israel, Irlanda, España... Los mexicanos y filipinos se eran hostiles, lo que derivaba en enfrentamientos continuos en las cadenas de procesado donde todo el mundo llevaba cuchillos muy afilados. Los españoles que habíamos llegado a la última frontera éramos identificados como mexicanos porque nos oían hablar con ellos en español. Los filipinos procuraban fastidiarnos todo lo que podían y nos amenazaban con los cuchillos afiladísimos... Trabajábamos veinte horas al día o más, un par de horas para dormir y a seguir trabajando lo que nos beneficiaba porque nos pagaban a partir de la octava hora como extraordinaria y eso suponía mucho dinero para nosotros en 1981 y 1983. Luego, tras el trabajo, cuando teníamos algún día libre, nos íbamos a la discoteca a bailar... De esto ya hablé en algún post de hace más de dieciséis años. Trabajábamos cinco semanas y con ese dinero nos habíamos pagado el viaje y seguíamos hacia Canadá cuyo territorio cruzábamos de oeste a este en trenes durante trayectos de tres o cuatro días. Y así llegamos a Nueva York, estado por el que viajamos haciendo autoestop y recalamos en Ithaca, donde está la prestigiosa universidad de Cornell, y allí pasamos tres o cuatro días en un ambiente universitario y juvenil. Y en un autobús llegamos a la Gran Manzana de Nueva York en un tiempo en que era una ciudad muy peligrosa. Pero no nos abstuvimos de visitar Harlem y el Bronx. No teníamos donde dormir, solo un teléfono que nos había dado una pareja de hermanos judíos que nos pararon en autoestop. Llamé al teléfono durante la tarde pero nadie me contestó así que nos preparamos para pasar la noche en la estación de autobuses de la calle 42. A las dos de la madrugada me contestó una voz, era Ira, judío neoyorkino que nos invitó a que cogiéramos un taxi y fuéramos a la calle 84 a su casa. Este es el recuerdo que tengo de Nueva York, la enorme generosidad de alguien que no nos conocía y nos invitaba a ir a su casa a medianoche. Pasamos una semana en Nueva York y luego, acababa agosto, y teníamos que volver para trabajar en Barcelona. Los viajes han sido para mí una de las más complejas escuelas de vida y he de decir que siempre he encontrado en todos los sitios donde he estado gente generosa que me ha ayudado. Bueno yo añadiría una excepción, la India, país en que no encontré a nadie en el tiempo que estuve allí que no se acercara a mí para engañarme y aprovecharse de mí. Creo que solo pude establecer una conversación amistosa con el taxista que me llevó al aeropuerto, tras cinco días de gastroenteritis que me pasé en el hotel por haber comido comida de un puestecillo de la calle. Siento tener tan mal recuerdo de la India. Sigue sonando la emisora alaskeña, y este escrito errático va enfilándose hacia el final pues estoy llegando al límite de folio y medio que me marco para no aburrir al personal. Lo último que querría sería hablar de política que envenena y enfrenta a la gente en facciones enemigas a muerte. Recuerdo mi primer camino de Santiago en 1993 cuando me junté con un hombre para mí entonces mayor pues tenía sesenta y tantos años y yo no había cumplido los cuarenta. Me tomó como si fuera un hijo suyo durante los días que pasamos juntos. Se llamaba Paco y era andaluz. Él era del PP y yo entonces era votante socialista, yo adoraba a Felipe González. Aquello no fue sino motivo de juerga y jolgorio entre los dos. Bromeábamos a cuenta de nuestras adscripciones políticas y nos divertíamos hablando de lo divino y humano. Éramos como dos pícaros de la legua comiendo bocatas de mortadela por los páramos de León. Todavía todo no estaba envenenado como ahora en que todo es tóxico. Siento nostalgia de aquel momento histórico en que tener ideas políticas diferentes no llevaba al odio y a la cancelación. En fin, esto se acaba, yo seguiría escribiendo pero he de preparar la maleta para viajar mañana a Madrid. Me alojo en un hostel de habitación compartida, y comeré churros y bocatas de calamares, e iré al teatro, a Lavapiés a cenar en un indio y el tercer día iré a Pozuelo de Alarcón a visitar a un amigo bloguero muy querido para mí. Este es mi plan para los próximos días. 

sábado, 26 de noviembre de 2022

El Gran Filtro evolutivo

Reconozco que soy radicalmente pesimista sobre el futuro de la humanidad y pienso que nuestra especie no está suficientemente madura para evitar la extinción planetaria. 

 

Estos días veo las noticias que abordan múltiples temas: Irene Montero, Vox, Bolsonaro, Lula, Putin, migraciones masivas, la guerra de Ucrania, los LGTB, Trump... Pienso que la humanidad no ha estado nunca tan desunida y confrontada. Nada contribuye a pensar a que nuestra especie esté madura para superar el Gran Filtro evolutivo por el que pueden haber pasado otras civilizaciones planetarias en el universo y han acabado en su extinción masiva, que en nuestro caso puede proceder de una guerra nuclear, una pandemia, la Inteligencia artificial, un meteorito, el cambio climático... Hay muchos números para pensar que la humanidad puede no poder atravesar el Gran Filtro. 

 

Nos podemos preguntar por el vacío del universo. ¿Por qué otras civilizaciones estelares no nos son evidentes en el cosmos? Es la paradoja de Fermi: si desde el punto de vista estadístico debería haber innumerables civilizaciones en el universo, ¿dónde está todo el mundo? Las respuestas son esperables: esas civilizaciones paralelas están demasiado lejos para encontrarlas, hemos sido los primeros en la evolución cósmica, nos están observando sin que nos demos cuenta, y, por último sería la hipótesis más desconcertante: estamos solos en el universo. 

 

Otra hipótesis significativa es la que han recuperado los científicos de la NASA, formulada en 1988 por Robin Dale Hanson, investigador del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford que plantea que hay una serie de barreras que impiden o dificultan el surgimiento de una civilización cósmica sostenible en el tiempo. Es a lo que llamó Hanson, El Gran Filtro. Esta teoría expresa que en un pasado hayan existido otras civilizaciones inteligentes en el universo, pero que se destruyeron por sus propias contradicciones tecnológicas antes incluso de que hubiera existido nuestra humanidad. 

 

Ese futuro puede estar esperándonos a nosotros. El hecho de que el universo parezca vacío es un mal presagio para la continuidad a largo plazo de nuestra especie. 

 

Hemos sido capaces de llegar a la luna y estamos preparando el regreso, se prevén expediciones a Marte, hemos situado un telescopio, James Webb, a 1.5 millones de kilómetros de la tierra para observar los primeros tiempos del universo pero nuestra propia dinámica interna como humanidad puede conducirnos a la extinción como especie. 

 

Cuando leí este artículo sobre el grupo de científicos del Laboratorio de propulsión a chorro de la Nasa (JPL) me quedé conmocionado porque muchas veces me había preguntado si estábamos solos en el universo y la existencia de otras civilizaciones planetarias. Nuestra especie se adentra en confrontaciones políticas, sociales e ideológicas que puede que nos lleven a la extinción masiva. No es nada tranquilizador el panorama actual. Nunca he visto, en el espacio de mi vida, más veneno acumulado de unos contra otros en un mundo en una peligrosa estela de ira de enfrentamientos de todo tipo. No nos soportamos. La guerra de Ucrania ha dividido al mundo cuando más necesaria era su unión ante tantos y tantos problemas que nos afligen. ¿Adónde nos conduce todo esto? Si hemos de superar el Gran Filtro que ha podido condenar a otras civilizaciones por sus propias contradicciones habríamos de ser capaces de dialogar introspectivamente como especie para revisar nuestras cosmovisiones colectivas y las estrategias para el futuro, pero seguimos profundamente divididos y lejos de la cooperación global que sería necesaria. 

 

Otra derivación de la paradoja de Fermi es que vista desde fuera nuestra civilización no parece nada recomendable. Podría darse el caso de que nos estuvieran observando y huyeran de nosotros. 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

La rama dorada y la nostalgia de la magia

La rama dorada de John M. William Turner (1834)


La rama dorada (1890-1915) de James George Frazer (1854-1941) es uno de los tratados antropológicos decimonónicos más fascinantes de la historia. El escocés Frazer empezó en el territorio de la filosofía para pasarse a la antropología comparada. En una entrada en un blog, necesariamente superficial, es imposible dar cuenta de su riqueza pero sírvanos simplemente la actualidad de este libro -que llegó a tener trece tomos- cuando hace un par de días, Aleksander Dugin, uno de los principales ideólogos de Putin y cuya hija fue asesinada misteriosamente hace unos meses, publicó en Telegram -aunque luego lo borró- que Putin debería irse -ser sacrificado- si perdía esta guerra basándose en el mito de la rama dorada. Y esto es lo fascinante porque dicho mito hace referencia al bosque de Nemi, santuario de la diosa Diana Nemorensis, donde se levantaba un árbol muy especial. Junto a él había un sacerdote y homicida que era conocido como el rey del bosque. Todo aquel que, tras cortar una rama dorada del árbol de Diana, lo retara al combate y lo venciera, heredaría el trono y quedaría expuesto al ataque de nuevos aspirantes. “Un reino ha de entenderse como la supremacía de aquellos individuos que manipulan las prácticas mágicas con mayor contundencia y efectividad”.

 

Frazer observó que el cristianismo era una cultura más, una rama cultural más entre todas las culturas de la tierra cuyos mitos eran comunes, como el de la rama dorada. En todas las culturas -occidentales, nórdicas, egipcias, hebreas, africanas, oceánicas, asiáticas...- se daban mitos muy similares que tenían su origen en el pensamiento mágico, el primero que se constituye en la historia de los pueblos y que tiene su base en el sacrificio de un rey sagrado. En el cristianismo, este rey es el hijo de Dios que es sacrificado y vuelve a renacer. Estas ideas eran muy peligrosas porque situaban al cristianismo en una posición relativa entre otras muchas culturas que tenían la misma entidad. De hecho, sostenía que existía “una sola naturaleza humana con imágenes y motivos comunes en todas las culturas, lo que socavaba radicalmente la posición de predominio del hombre blanco que entonces se creía destinado a subyugar a las otras razas”.

 

De hecho, La rama dorada se terminó convirtiendo en una contra-Biblia en que derrumba la teología ortodoxa en la que se basa el evento de la redención cristiana -equivalente a todas las demás formas de redención culturalmente humanas. E igualmente desarrolla secuencias sobre la Pascua, sobre la Inmaculada Concepción, la Natividad, el Bautismo e igualmente sobre la Resurrección... “Lo que decía era que la leyenda, el dogma y el ritual cristianos son el refinamiento de un gran conjunto de creencias primitivas e inclusive bárbaras y que casi lo único original del cristianismo es la figura de Jesús.”

 

Realmente un libro muy peligroso en el tiempo en que fue escrito. 

 

Recapitulando, primero fueron los ritos mágicos, consustanciales a toda la humanidad, y luego vinieron las religiones que se basaron en dichos rituales mágicos. La misa cristiana sería así un ritual mágico moderno que rememora el sacrificio de una víctima propiciatoria. La magia en este sentido forma parte de la psicología interna de la humanidad, y ello subsiste incluso en el tiempo de la ciencia, del pensamiento científico. Hay una energía vibratoria que conecta la humanidad a través del tiempo. “Magia y ciencia tienen en común: son técnicas de intervención, mientras que la religión consiste en abjurar de toda responsabilidad a favor de los dioses”. 

 

Robert Graves continuó con el planteamiento de Frazen en La diosa blanca(1956).

 

Mi reflexión a propósito de esto es que en el tiempo en que vivimos, el racionalismo imperante ha cortado de raíz el territorio de la magia que sería nuestro sustrato cultural profundo. Hemos perdido los rituales religiosos, fundamentados en la magia.  Proust escribió que las ceremonias en las catedrales, que ya se estaban perdiendo, eran misterios medievales representados en nuestra época. Pienso que nuestro tiempo, tan radicalmente descreído, vuelve inconsciente al territorio de la magia en pulsiones como el deporte, los nacionalismos crecientes que se fundamentan en el fuego sagrado que arde en el pebetero ancestral, cierto tipo de literatura -no olvidemos la apoteosis de la magia en una saga como la de Harry Potter, el niño mago-, la guerra en el mundo que se fundamenta en mitos antiguos y en rituales compartidos... Estamos sedientos de magia en una realidad severamente racionalista y estéril para la imaginación. Muchas de las ofertas comerciales y lúdicas que se hacen de experiencias de todo tipo hacen alusión a la magia como elemento constituyente -véase el mundo de Eurodisney-. No creemos en la magia y a la vez la revivimos de un modo u otro, especialmente cada noche en un territorio simbólico y misterioso que son los sueños, el otro lado de nuestra realidad donde se traspasan los límites racionales y donde todo es posible. Tal vez, esa vivencia nocturna haga que podamos soportar un mundo esencialmente materialista y antiimaginativo en que aumenta geométricamente el consumo de antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos para poder soportar el nivel de banalidad, sin ritos mágicos, de una percepción plana y esencialmente prosaica. 

domingo, 20 de noviembre de 2022

La Laponia española

Vivir en la conurbación de una gran ciudad como Barcelona hace que tengas cerca a la gente que no falta por ningún lado, así como centros comerciales, cines, escuelas, servicios sanitarios, tiendas de barrio, centros administrativos... Hay niños en los parques jugando, ancianos sentados en los bancos... Y en una zona densamente poblada hay de todo, e incluso posibilidades de trabajo... pero si nos trasladamos imaginariamente al polo opuesto, a la llamada Laponia española, territorio de más de 65000 km2, el doble de la extensión de Bélgica, y que comprende a 1311 municipios repartidos entre las provincias de Teruel y Zaragoza, Cuenca y Guadalajara, Burgos, Segovia y Soria, Castellón y Valencia con una densidad de población de 7,98 habitantes por km2, vemos que allí no hay nada apenas. De hecho, hay zonas como los Montes Universales en que la densidad es aún menor y se llega a los 0,98 habitantes por km2. 

 

Sergio del Molino publicó un libro titulado La España vacía en que nos hacía tomar conciencia de la progresiva e irremediable despoblación de buena parte del interior de España. Y este es un fenómeno que hace que la escasa población que todavía reside allí, si tienen medios, emigra dejando los pueblos vacíos, sin gente, sin escuelas, sin tiendas, sin servicios médicos en más de hora y media de distancia... No hay ninguna posibilidad de trabajo, solo agricultura y ganadería. Las empresas ven aquello demasiado lejos logísticamente para que sea rentable. Son pueblitos sin horizontes que comenzaron a despoblarse en los años sesenta cuando sus habitantes decidieron emigrar. 

 

Paco Cerdà ha publicado un libro titulado Los últimos en que recorre la serranía Celtibérica, un agujero negro humanamente, atravesado por los Montes Universales. El texto de Cerdà “una crónica de la desolación y el abandono de lo que fue y ya no es, de pueblos abandonados, de tejados que se hunden y de vigas que se pudren...” O de pueblos en que viven escasas personas mayores, sin niños, donde anida permanentemente el silencio.  

 

La distancia de todo es tal que -relata Paco Cerdà- cuando el 11S del ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York, los escasos parroquianos en un bar de Cuevas del Cañart en la provincia de Zaragoza, siguieron indiferentes con su partida sin prestar la mínima atención a aquello que había conmocionado al mundo entero. 

 

El epicentro de la Laponia española son los Montes Universales, una zona montañosa en la frontera de Cuenca y Teruel. Son 3500 km2 -como la provincia de Guipuzcoa- en que viven solo 5700 personas con una densidad de 1,63 habitantes por km2, menos que en Lappi, la región septentrional de Escandinavia, donde hay 1,87 habitantes por km2.

 

Una excelente novela de Julio Llamazares, La lluvia amarilla, recreaba la vida fantasmal del último habitante de un pueblo abandonado en una zona remota aragonesa. 

 

Reconozco que es un tema que me estremece desde que recorrí la serranía de Albarracín hace años y vi un territorio sin nadie en kilómetros y kilómetros alrededor, fuera del hermoso y turístico pueblo que es Albarracín. Ver la tierra vacía en pleno invierno y primavera es desolador. Y esto conforma el carácter resignado de las gentes, de los pocos que quedan, lejos de cualquier instancia administrativa o política, sin escuelas, sin farmacias, sin bancos, sin servicios médicos, sin niños... Solo quedan personas mayores que ya no pueden huir de allí y los escasos jóvenes sin posibilidad alguna de ocio o de encontrarse con otros jóvenes como ellos, sin duda seguirán el camino de la emigración para encontrarse con gente y con posibilidades de trabajo...

 

La despoblación hace que sean zonas que administrativamente no tengan ninguna relevancia y su capacidad de influencia es próxima a cero. No cuentan para las administraciones que ven que no es rentable allí ninguna inversión. Nadie va allí a pedir ni siquiera los votos porque no hay apenas electores. Recientemente, unas candidaturas como Teruel Existe y Soria ¡Ya! han logrado un cierto éxito electoral para llamar la atención de las circunstancias de la España vacía, aunque no han dejado de levantar suspicacias entre los grandes partidos que ven estos movimientos como favorecedores de la derecha. El objetivo de estos partidos o agrupaciones es poder crear un grupo parlamentario que aborde los problemas de la España vacía, que dé voces a los olvidados. 

 

Animo a los blogueros que vivimos cómodamente en una zona poblada urbana a tomar conciencia de ese vaciamiento geográfico y mental que hace que una gran y creciente parte de España sea ya un desierto sin horizontes. Si hubiera una candidatura que pudiera votar, sin duda lo haría a pesar de mi asumida vocación de votar en blanco. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

La calidad del esperma

En días pasados una noticia estalló, no por menos esperada, en la prensa: la población mundial había alcanzado los ocho mil millones de habitantes, cuando en el año 2000 era de seis mil millones. El dato es alarmante, hacia 2050 se espera que sea de casi diez mil millones. 

 

Paralelamente a esto, leo en El País una noticia también alarmante en dirección contraria. El titular es: La calidad del esperma de los humanos ha bajado a la mitad en el último medio siglo. “El descenso se está acelerando, y de continuar el ritmo, en una década los hombres tendrán problemas para ser fértiles”. El artículo va firmado por Miguel Ángel Criado con fecha 15 de noviembre de 2022, y hace referencia a un macroestudio realizado en cincuenta y tres países que señala que la calidad del esperma no solo ha disminuido en países occidentales sino que también en países asiáticos, africanos y en América Latina. 

 

El autor principal del estudio es Hagai Levine, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem. El estudio señala que el número de espermatozoides ha pasado de 101 millones por cada mililitro a 49 millones/ml desde 1973, fecha de los primeros estudios disponibles. La cantidad también ha descendido pasando de 335.7 millones por eyaculación a 126,6 millones en 2018, último año disponible. 

 

Desde 1973 la concentración espermática ha bajado a un ritmo anual del 1,16%, mientras que desde 2000 lo ha hecho a una velocidad de 2,64%. De seguir esta tendencia, en apenas una década, la cantidad de espermatozoides podría bajar del umbral mínimo en el que se pueden tener más hijos. Podríamos pasar los hombres de subfértiles a infértiles. 

 

Se desconocen las causas de este descenso dramático: todo son hipótesis como la exposición a químicos y contaminantes ambientales que pueden provocar una disrupción hormonal del eje hipotálamo-hipófisis-gonadas que interfiere en la producción espermática. Así los malos hábitos de vida, e incluso la exposición prenatal, época crítica para el desarrollo testicular. 

 

Que las parejas tienen problemas para reproducirse es evidente. En España hay más de cuatrocientos centros de reproducción asistida, de los que entre el 10 y el 20 por ciento son centros públicos. En el año 2021 el número de centros de repro en España aumentó en 40, la cantidad más elevada registrada en el país en los últimos siete años. 

 

Recuerdo una película que me impresionó. Se titula Hijos de los hombres (2006), dirigida por Alfonso Cuarón. En ella, se presenta a la humanidad al borde de la extinción pues por razones que se desconocen las mujeres han dejado de ser fértiles. Y la noticia es la muerte de un joven de dieciocho años, el ser humano más joven del mundo. La película se ambienta en 2027 en el Reino Unido donde oleadas de inmigrantes ilegales buscan refugio en el país cuyo gobierno impone severas leyes de inmigración sobre los refugiados. 

 

Este futuro distópico puede que no esté tan alejado de la realidad: una humanidad, especialmente occidental, cuya calidad espermática es cada vez menor y sus tasas de natalidad son singularmente bajas frente a una inmigración creciente con tasas de natalidad mayores, aunque también a la baja según el estudio a que he hecho mención al principio. 

 

¿Nos acabaremos extinguiendo como humanidad por una infertilidad creciente sobre todo en Occidente? ¿Acaso vamos a empezar a ver cómo desciende la tasa de natalidad mundial y no se cumplirán los pronósticos para el año 2050? La idea puede parecer interesante para controlar la población mundial, pero las perspectivas pueden ser a la vez sumamente inquietantes pues apuntaría a una población severamente envejecida sin capacidad de renovación. Un dato escalofriante es el que apunta que en el año 2050 en España habrá dieciséis millones de mayores de sesenta y cinco años, casi un cuarenta por ciento de la población. Apenas habrá niños y muy pocos jóvenes. ¿Quién pagará las pensiones? ¿Se podrán pagar? ¿Hasta cuándo habrá que trabajar si es que la robótica no ha cubierto la mayoría de los empleos disponibles? 

martes, 15 de noviembre de 2022

La vida y el barco

Este texto pertenece al libro El ojo y los tesoros de la ley auténtica, de Dogen. Aparece en el libro que me ha dejado Unsui, titulado La felicidad de la pobreza noble. Este texto me fascina pero no sé si llego a entenderlo. Es un texto zen, lo comparto con vosotros. Son necesarias varias lecturas y aun así... 


***


Vida no es un ir y venir; vida no es una manifestación ni una conclusión. En realidad, vida es la presencia del dinamismo total, muerte es la presencia del dinamismo total. Deberíamos saber que dentro de los innumerables dharmas que existen en cada uno, hay vida y hay muerte. 

 

Vida es como una persona que navega en un barco. Aunque esa persona prepare las velas, fije el rumbo y haga que el barco avance, es el barco el que la lleva, sea hombre o mujer, y sin él no puede navegar. Viajando en un barco, una persona hace que el barco sea barco. Hemos de tener muy en cuenta ese momento. En ese momento no existe nada salvo el mundo del barco. Los cielos, el agua y la orilla se convierten en el tiempo del barco, que nunca es el mismo tiempo que no es el barco. Por la misma razón, vida es aquello a lo que yo doy vida, y yo soy lo que la vida me hace. Cuando uno navega en un barco, su cuerpo-mente, así como las consiguientes y apropiadas dotaciones de karma constituyen la dinámica impulsora del barco; toda la gran tierra y todo el cielo vacío constituyen conjuntamente la dinámica impulsora del barco. Así es el yo que es vida, la vida que es yo. 

domingo, 13 de noviembre de 2022

Moldeamiento ideológico y patatas bravas

He pasado por las mesas de los bares, el Milenio y el Galeón, todas llenas. La gente disfrutando de sus tapas y comidas, sin preocuparse tal vez de los problemas comunes, de los conflictos de la humanidad. Viviendo para el propio placer de los sentidos a lo que no tengo ninguna objeción ideológica, ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Cuando decimos que la sociedad está sometida, que la gente es ignorante, que están manipulados, pienso que olvidamos lo fundamental: que la gente hace lo que puede, lo que sabe o lo que le dejan. No podemos más, estemos concienciados o no. No tenemos más fichas políticas o sociales. No hay opciones mejores que otras, todas son profundamente insatisfactorias, es lo mismo votar a A, que a B, que a C, o que a D. Voy de un arco de un lado a otro. Todos son espejismos. El ser humano es incapaz de controlar su mundo. Primero ni lo entiende ni puede entenderlo, y segundo, nada de lo que haga será eficaz porque depende de infinidad de factores que no son controlables por nadie. Vivimos en un mundo tan inestable y complejo que es ilusión pensar que podemos controlarlo o redirigirlo. Tenemos múltiples amenazas sobre nosotros, desde la climática, la migratoria, la social, la política, la tecnológica… y no podemos hacer nada al respecto. Solo vivir en función de nuestras posibilidades e ir a bares a comer patatas bravas, pulpo o calamares a la andaluza con vino adecuado. Cualquier idea de pensar que el ser humano tiene control sobre su propia vida primero y sobre la vida colectiva es una ilusión y un espejismo. No sabemos adónde vamos ni tenemos opción a decidirlo. La política es un trampantojo equivalente a una estafa. Siempre nos mienten vividores de la cosa pública que rápidamente se hacen a su género de vida. Toda acción colectiva aboca al desengaño. Solo queda en realidad la bondad de la gente en su esfera íntima. Su solidaridad efectiva ante tantas cosas. Y hoy, más que nunca, creo en la gente, antes la desdeñaba por razones que hoy me sonrojan. Todo intento de saber está condenado al fracaso. Nadie sabe nada, nadie. Interpretar la vida o la historia es como invertir en bolsa, algo totalmente azaroso e imprevisible. 


Una de las cosas ciertas es que nunca ha habido tantos canales y proyectos abiertos para "moldearnos" y educarnos ideológica y políticamente. Saben por la neuroeducación que el cerebro es plástico y moldeable. 


Solo le queda, al que pueda -hay tanta desdicha por todos lados-, tomarse unas patatas bravas y unos calamares en una terraza bajo el sol de noviembre. 

jueves, 10 de noviembre de 2022

¿Es la cara el espejo del alma?

¿Se puede evaluar la idoneidad de un trabajador para un puesto por el análisis de su rostro? La respuesta aparente es que sí, de ello trata una técnica llamada morfopsicología que considera los rasgos de un aspirante a un puesto mediante el estudio de varias fotos, tomadas de frente y de los dos perfiles. De su estudio deriva su contratación o no. Considera que hay una correlación entre la forma facial y los rasgos del carácter. Parece que su fundamento es genético, de modo que nuestro rostro hereda características subyacentes. 

 

Las empresas que están utilizando el servicio de análisis morfopsicológico están totalmente satisfechas por las predicciones realizadas que raramente se equivocan. 

 

Uno de los más destacados morfopsicólogos es Julián Gabarre con despacho en Barcelona. Él recibe las fotografías de los aspirantes a un puesto y evalúa su idoneidad, su predisposición al trabajo, el tipo de inteligencia, si es mentiroso, si le da miedo el trabajo, si es flexible, paciente, diplomático, adaptable, firme, sensible, sensato, ambicioso/conformista, imaginativo, conservador, si le gustan los cambios… y, por los resultados, parece que es posible determinar qué tipo de trabajadores son aptos para cada puesto, lo que lógicamente será diferente si es cara al público o trabaja por su cuenta. Es una suerte de psicoanálisis inmediato sobre la persona morfopsicoanalizada. 

 

Una de las empresas que utiliza este servicio con suma satisfacción es Bigmat Ochoa. Entre sus trabajadores no hay gente con morfología abrupta, ni con mandíbulas excesivamente irregulares ni pómulos abollados porque estos rasgos delatan cierta carencia de habilidades diplomáticas en una empresa que pretenden vender. 

 

Julian Gabarre ha publicado un libro, El rostro y la personalidad que se puede adquirir en internet. Ha colocado a miles de personas y a entre cientos de miembros de las cúpulas directivas de empresas españolas. 

 

La policía científica le ha pedido asesoramiento. Los agentes le mostraron a Gabarre las fotografías de diez delincuentes y él señaló el motivo de la detención sin fallo alguno: dos por estafa, cuatro por robos con fuerza, dos de robo con violencia y dos por lesiones. 


 

La cuestión problemática es si la morfopsicología serviría para distinguir a un culpable de un inocente. El FBI utiliza desde hace tiempo este tipo de técnica. 

 

Por ejemplo señalo algunas características aplicadas a dos tipos de niveles en la empresa: los jefes y los empleados: 

 

JEFE BUENO. Marco ancho y tónico: notable energía. Frente pequeña, pero ancha: inteligencia pragmática y concreta. Sabe gestionar la creatividad del equipo con autoridad.


JEFE MALO. Perfil inclinado «en piñón» con insuficiencia de mentón, lo que implica que es una persona de decisiones poco reflexionadas, con poca seguridad en sí mismo y muy indeciso.


EMPLEADO EFICAZ. Rostro ancho, tónico, frente diferenciada, sentidos pequeños y controlados: energía, método, capacidad de concentración, orden, control del gasto y poco hablador.


EMPLEADO CONFLICTIVO. Perfil inclinado, muy tónico y abollado con los sentidos muy protegidos: Comportamiento oscilatorio, suave unas veces y agresivo y explosivo otras.


EMPLEADO INDOLENTE. Rostro largo, estrecho y desplomado, junto a ojos y boca caídos. Se trata de una persona con poca energía. Además la escasa de la que dispone no está activada. Abúlico.


O sea, que si para un puesto de trabajo en lugar de un test grafológico o test de personalidad, os piden permiso para tomar tres fotos, ya sabéis que os estáis enfrentando a un estudio morfopsicológico al que no es posible engañar. 


No obstante, veo que en esta técnica hay mucho de la arrinconada fisiognomía de finales del siglo XIX y comienzos del XX en que se estudiaba el cráneo de las personas -o supuestas razas- para determinar sus características. Sus fundamentos fueron refutados desde diversos ángulos porque muchas de sus conclusiones fueron basadas en un determinismo sobre el carácter de las etnias y culturas diferentes. 


¿Estáis de acuerdo de que la cara es el espejo del alma? ¿Nos determinan nuestros rasgos faciales?


(Datos tomados del artículo de El Mundo de enero de 2008, firmado por Ana Ortiz). 

 

lunes, 7 de noviembre de 2022

El niño lobo de Montjuïc

El "Niño lobo de Montjuïc" era totalmente desconocido para mí hasta que en una caminata de primavera en abril de 2022, vi una placa que lo recordaba junto al castillo. Había muerto hacía un año. Se llamaba Antonio Montserrat y vivió media vida en una chabola en una ladera de muy difícil acceso en la montaña de Montjuïc. Murió a los cincuenta y cuatro años. Había nacido en las barracas de Can Valero en 1966. A los nueve años vio como mataban a su padre que había sido atracador y delincuente. El caso es que tras sucesivos avatares, Antonio volvió a la montaña que le había visto nacer y construyó una barraquita con unas impresionantes vistas al puerto y al mar que veía cada mañana cuando se levantaba. Los que lo conocieron dijeron de él que era un hombre libre y salvaje, sin ataduras con el sistema. Vivió como un eremita con sus más de quince gatos a los que cuidaba entre peñas y peñascos… Triscaba entre las rocas como una cabra, sumamente ágil. En su choza, sin luz ni agua, tenía como los ermitaños todo lo que necesitaba para su vida: sus cuatro cosas y sus gatitos. Tenía un lecho mullido y ¿para qué más? 

 

En los últimos tiempos de su vida, un youtuber, Eliseo López Benito, lo conoció y lo dio a conocer al mundo en su canal. Desde entonces su historia y su personaje se hicieron populares entre miles de personas de todo el mundo. 

 

Yo no lo conocí, pero he visto diversos vídeos sobre él en que aparece. No era un hombre cultivado ni sofisticado. Era un hombre sencillo que no conocía a Boticcelli ni a James Joyce, pero vivió su vida totalmente a fondo con su pequeño o gran saber, inmensamente comprometido con la vida y sus gatos. Los que lo conocieron hablaban de su humanidad, su generosidad, y de su don de gentes. Vivía sencillamente con los saberes elementales. No era un Basho viviendo en su choza componiendo haikus y tankas memorables. Pero de lo que no cabe duda, por lo que he sabido, es que su unión con la naturaleza agreste de la montaña era absoluta, igual que su dicha de vivir. Cada día era un gozo compartido con sus gatos y la vista inmensa del mar. Era sencillo, no tenía una carrera universitaria y su mundo procedía de la calle, de las barracas de Can Valero. 


 

Vivió en libertad, sin hacer declaraciones a Hacienda, sin dar cuenta de sus actos a autoridades de las que recelaba. Tenía su lecho y poco más. Maldecía del gobierno y “esos hijos de puta”. Recibía una pensión de cuatrocientos euros cuyo importe el día que lo cobraba era para comida de sus gatos y para repartir entre los más necesitados. Raramente le duraba más de un día. 

 

En el último vídeo en la primavera de 2021, se lo ve exhausto y acabado, enfermo ya. La fundación Arrels le ha conseguido un piso por su precariedad en la Zona Franca de Barcelona. A él no le gusta pero puede tener una cama y ducharse todos los días. Sube, no obstante, cada mañana a la montaña de Montjuïc a llevar comida a sus gatos a los que no quiere encerrados en un piso. Cada día es una tortura subir de nuevo adonde tenía su covacha porque se asfixia pero piensa en sus gatitos. Ahora que tengo gatos puedo entenderlo perfectamente lo que se llega a querer a estos animalitos. 

 

Antonio murió pocos días después. Su final lo contó en su canal Eliseo. La montaña de Montjuïc frente al puerto y el mar lo echan a faltar. 

 

La reflexión final se debe a que investigar esta historia me llevó a pensar que tal vez Antonio era un hombre que encarnara alguna especie de misticismo, aunque fuera sui generis, creer que en su vida había alguna intuición cósmica que lo conectara con el budismo, el vedanta o el taoísmo, pero pienso que el eremita que fue Antonio vivió en libertad condicional, tras una infancia terrible, su vida como algo único y carente de referencias. Era un maestro de vida que preferió renunciar a todo. En su choza, tenía un libro que no sé si habría leído. Se trataba de la novela Sota la pols de Jordi Coca. No había nada más. No fue un hombre leído ni intelectual de ninguna manera. Fue un hombre esencialmente del pueblo que sintió el ansia de libertad interior desligado de las ataduras de la sociedad y así vivió media vida en la ladera de la montaña, acompañado de sus gatos y el mar. Eliseo, su último biógrafo, dice que era un "guerrero" especialmente valiente, él que se encontraba tan a disgusto con la sociedad, prefirió vivir solo en unas circunstancias arriesgadas en la ladera de Montjuïc. 


Creo que fue un hombre que vivió con modestia pero pensó con grandeza. 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Vivir con modestia, pensar con grandeza


Un amigo bloguero me ha prestado un valioso libro inencontrable por estar descatalogado. Se titula La felicidad de la pobreza noble. Está escrito por Koji Nakano y leerlo supone un prodigio de sensibilidad y refinamiento, más que nada contrastado con el tipo de vida epidérmica y consumista que llevamos la mayoría.

 

Su idea central es vivir con modestia, pensar con grandeza, y es una apelación a la moderación y a cuidar nuestra vida como si una obra de arte se tratara, vivida con intensidad y espiritualidad. 

 

Recojo un fragmento que me ha conmovido, os lo ofrezco a vosotros…

 

“En la actualidad parece que no descansamos hasta que todo sea expresado númericamente, como si ya no pudiéramos hallar satisfacción en valores imprecisos, intangibles. Todo, desde la evaluación de las aptitudes escolares de los niños al valor de los cuadros o al montante de la fortuna de alguien, todo es convertido en cifras, y cuanto más alto sea el número, mejor. Pero por muy alta que sea la media de nuestra esperanza de vida, si eso sólo supone una prolongación física de la vida, ¿qué valor puede tener? Que una vida sea auténticamente plena o no, es algo que sólo puedo entenderse en términos de plenitud interior, y esto no puede expresarse por medio de números. 

 

Aferrándome

A la preciosa vida

Miro al cielo en lo alto,

El sol brilla

Y mi cuerpo está pálido. 

 

¡Hagamos tiempo

Para el ocio!

¡Y vivamos

Un día

Como si fueran dos!

 

Ueda compuso estos poemas en los días que siguieron a su última operación, cuando estaba totalmente incapacitado para participar en sociedad. Pero, incluso entonces, vivió plenamente los días que le quedaban. Esta clase de plenitud es inimaginable para quienen llenan todos los huecos de su agenda y están siempre ocupados. El tiempo que una persona gasta en vivir auténticamente no puede medirse con números. Existe pura y simplemente en una dimensión distinta”. 

 

Y para concluir, mi agradecimiento a Unsui, bloguero singular, por el préstamo del libro con un poema de Canciones de la felicidad solitaria cuyos versos comienzan con la frase “Felicidad es cuando…”

 

Felicidad es cuando

Pides que alguien

Te preste un libro raro

Y lo abres 

Por la primera página. 

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