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miércoles, 23 de noviembre de 2022

La rama dorada y la nostalgia de la magia

La rama dorada de John M. William Turner (1834)


La rama dorada (1890-1915) de James George Frazer (1854-1941) es uno de los tratados antropológicos decimonónicos más fascinantes de la historia. El escocés Frazer empezó en el territorio de la filosofía para pasarse a la antropología comparada. En una entrada en un blog, necesariamente superficial, es imposible dar cuenta de su riqueza pero sírvanos simplemente la actualidad de este libro -que llegó a tener trece tomos- cuando hace un par de días, Aleksander Dugin, uno de los principales ideólogos de Putin y cuya hija fue asesinada misteriosamente hace unos meses, publicó en Telegram -aunque luego lo borró- que Putin debería irse -ser sacrificado- si perdía esta guerra basándose en el mito de la rama dorada. Y esto es lo fascinante porque dicho mito hace referencia al bosque de Nemi, santuario de la diosa Diana Nemorensis, donde se levantaba un árbol muy especial. Junto a él había un sacerdote y homicida que era conocido como el rey del bosque. Todo aquel que, tras cortar una rama dorada del árbol de Diana, lo retara al combate y lo venciera, heredaría el trono y quedaría expuesto al ataque de nuevos aspirantes. “Un reino ha de entenderse como la supremacía de aquellos individuos que manipulan las prácticas mágicas con mayor contundencia y efectividad”.

 

Frazer observó que el cristianismo era una cultura más, una rama cultural más entre todas las culturas de la tierra cuyos mitos eran comunes, como el de la rama dorada. En todas las culturas -occidentales, nórdicas, egipcias, hebreas, africanas, oceánicas, asiáticas...- se daban mitos muy similares que tenían su origen en el pensamiento mágico, el primero que se constituye en la historia de los pueblos y que tiene su base en el sacrificio de un rey sagrado. En el cristianismo, este rey es el hijo de Dios que es sacrificado y vuelve a renacer. Estas ideas eran muy peligrosas porque situaban al cristianismo en una posición relativa entre otras muchas culturas que tenían la misma entidad. De hecho, sostenía que existía “una sola naturaleza humana con imágenes y motivos comunes en todas las culturas, lo que socavaba radicalmente la posición de predominio del hombre blanco que entonces se creía destinado a subyugar a las otras razas”.

 

De hecho, La rama dorada se terminó convirtiendo en una contra-Biblia en que derrumba la teología ortodoxa en la que se basa el evento de la redención cristiana -equivalente a todas las demás formas de redención culturalmente humanas. E igualmente desarrolla secuencias sobre la Pascua, sobre la Inmaculada Concepción, la Natividad, el Bautismo e igualmente sobre la Resurrección... “Lo que decía era que la leyenda, el dogma y el ritual cristianos son el refinamiento de un gran conjunto de creencias primitivas e inclusive bárbaras y que casi lo único original del cristianismo es la figura de Jesús.”

 

Realmente un libro muy peligroso en el tiempo en que fue escrito. 

 

Recapitulando, primero fueron los ritos mágicos, consustanciales a toda la humanidad, y luego vinieron las religiones que se basaron en dichos rituales mágicos. La misa cristiana sería así un ritual mágico moderno que rememora el sacrificio de una víctima propiciatoria. La magia en este sentido forma parte de la psicología interna de la humanidad, y ello subsiste incluso en el tiempo de la ciencia, del pensamiento científico. Hay una energía vibratoria que conecta la humanidad a través del tiempo. “Magia y ciencia tienen en común: son técnicas de intervención, mientras que la religión consiste en abjurar de toda responsabilidad a favor de los dioses”. 

 

Robert Graves continuó con el planteamiento de Frazen en La diosa blanca(1956).

 

Mi reflexión a propósito de esto es que en el tiempo en que vivimos, el racionalismo imperante ha cortado de raíz el territorio de la magia que sería nuestro sustrato cultural profundo. Hemos perdido los rituales religiosos, fundamentados en la magia.  Proust escribió que las ceremonias en las catedrales, que ya se estaban perdiendo, eran misterios medievales representados en nuestra época. Pienso que nuestro tiempo, tan radicalmente descreído, vuelve inconsciente al territorio de la magia en pulsiones como el deporte, los nacionalismos crecientes que se fundamentan en el fuego sagrado que arde en el pebetero ancestral, cierto tipo de literatura -no olvidemos la apoteosis de la magia en una saga como la de Harry Potter, el niño mago-, la guerra en el mundo que se fundamenta en mitos antiguos y en rituales compartidos... Estamos sedientos de magia en una realidad severamente racionalista y estéril para la imaginación. Muchas de las ofertas comerciales y lúdicas que se hacen de experiencias de todo tipo hacen alusión a la magia como elemento constituyente -véase el mundo de Eurodisney-. No creemos en la magia y a la vez la revivimos de un modo u otro, especialmente cada noche en un territorio simbólico y misterioso que son los sueños, el otro lado de nuestra realidad donde se traspasan los límites racionales y donde todo es posible. Tal vez, esa vivencia nocturna haga que podamos soportar un mundo esencialmente materialista y antiimaginativo en que aumenta geométricamente el consumo de antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos para poder soportar el nivel de banalidad, sin ritos mágicos, de una percepción plana y esencialmente prosaica. 

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