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viernes, 13 de marzo de 2020

Cambio climático y COVID-19


La crisis del COVID-19 está transformando nuestro modo de vida a medida de que empezamos a tomar conciencia de la seriedad de lo que está pasando. Llevamos un par de semanas o tres de retraso sobre la concienciación que tuvo lugar en el norte de Italia donde la orden de confinamiento en los domicilios es taxativa. Por aquí empieza a notarse que la gente camina de modo diferente, mantenemos distancia de seguridad cuando hablamos, suspendemos encuentros sociales… esto unido al cierre de centros educativos e instituciones culturales. Empieza a tomarse en serio la amenaza pero falta mucho para que lleguemos a la situación de Italia o, ya no digamos, de China.

Es una crisis que advertimos que nos afecta y sentimos el miedo de modo incipiente. Sin embargo, he pensado que la sociedad mundial no toma conciencia de las amenazas sin algo que se cierna peligrosamente sobre nuestras vidas. Pienso en el cambio climático, una amenaza mucho más seria que el Coronavirus, por la trascendencia que tiene para la Tierra. Pero en este caso, permanecemos indiferentes, sin hacer caso a los que nos dicen que la situación es de alerta máxima ante cambios radicalmente irreversibles. El Ártico tiene temperaturas en estos momentos de veinte grados y los polos se están derritiendo de un modo imparable, las transformaciones climáticas con fenómenos imprevistos como lluvias torrenciales, gotas frías, sequías devastadoras, incendios pavorosos, son constantes; migraciones que tememos por razón de este cambio climático que empezaron a llegar a Europa… Devastación de los mares, destrucción de los bosques, contaminación del medio ambiente… Todo es producto de nuestro estilo de vida sin ningún control derrochando energía y agotando los recursos del planeta. Muchos de vosotros lo sabéis. Sin embargo, vemos la amenaza lejana, como si no fuera con nosotros, como si fuera una cantinela de unos histéricos ecologistas que quisieran aguar la fiesta.

Este miedo, esta concienciación ante el Coronavirus que empezamos a tomarnos en serio, sería la misma que deberíamos tener ante el cambio climático, solo que la lucha no es de dos o tres semanas de confinamiento en casa, no, sería una actitud de cambio de nuestro modo de vida en todos los sentidos, lo que podría afectar a la economía mundial por la deceleración que supondría en cuanto al crecimiento económico. No es un problema fácil y está claro que no nos gustaría nada limitar nuestro consumo energético incluso de uso de internet. Cada vídeo que reproducimos es un gasto considerable de energía, cada vuelo low cost que tomamos devasta la atmósfera, cada acto común de nuestra vida supone un derroche de energía que afecta directamente al planeta.

Pero este estado de amenaza y de conciencia nos puede orientar sobre lo que sería necesario para transformar las bases de la conducta social. No me creo que sea posible. No lo soportaríamos y no nos dejarían los poderes económicos. Todos llevamos dentro un consumidor compulsivo e insaciable. El planeta está jodido.

miércoles, 11 de marzo de 2020

La nueva edad oscura y el Coronavirus



JOSELU: Es difícil hablar de algo sin que salga el tema del Coronavirus de por medio, eso sin que hayamos alcanzado la gravedad del norte de Italia donde es terrible lo que está pasando. Estamos en el momento en que las autoridades están tomando medidas de contención pero sin alcanzar el punto de emergencia absoluta, salvo en Madrid, La Rioja y Álava donde se han suspendido las clases en todos los centros educativos.

Pienso si el Coronavirus no es una amenaza en consonancia con nuestra sociedad tecnológica, postmoderna y virtual. Ha habido pandemias a lo largo de la historia, sin duda mucho más graves y devastadoras, pero nunca había habido tanta información instantánea de todos los puntos del globo, en tiempo real, de modo que somos conscientes de la situación en nuestro país y en el mundo. La capacidad de reacción, sin duda, es mucho más precisa e inmediata por parte de las autoridades, aunque no tenemos la capacidad de países como China que es una dictadura y puede dejar en casa a decenas de millones de personas en cuarentena, y escanear a todos los ciudadanos con códigos QR para determinar su situación.

La sociedad se ha conmocionado y ya todos pensamos en relación a la expansión del virus, modificando nuestros códigos de conducta puesto que adoptamos precauciones y hábitos distintos.

Pienso que la humanidad nunca ha estado tan preparada para enfrentarse a una pandemia como ahora, pero las consecuencias de la misma afectan no solo a los hábitos sociales sino a la dinámica económica mundial en que las bolsas están cayendo en picado, lo que muestra sin lugar a dudas el carácter de interrelación de todos los factores en ecuaciones con numerosas incógnitas. Nuestro mundo parece sólido, pero ahora está mostrando fragilidad y una sensibilidad inesperada porque no sabemos hasta dónde se extenderán las ramificaciones y consecuencias del virus. ¿Podremos atajarlo y pasará a ser una alerta seria pero que quedará como una anécdota del año 2020? Es lo que queremos pensar. Hasta ahora hemos sido afectados solo tangencialmente y es de esperar que siga siendo así, pero dada la complejidad del sistema y la interrelación del mundo entero en que cada vez se evidencia más la idea de “aldea global” y de que vivimos esencialmente en la nube, una metáfora que revela nuestra realidad, podría ser que la situación se escapara de nuestras manos. La tentación del apocalipsis lleva muchas décadas siendo ensayada en el cine y en la Ciencia Ficción. Alimenta nuestros miedos y nos excita porque nos sentimos frágiles y sensibles ante lo desconocido. La idea de un virus letal hace tiempo que ha sido explorado como hipótesis, un virus que muta y que no puede ser frenado a pesar del desarrollo tecnológico.

De momento estamos sorprendidos y en estado expectante, no hemos pasado al momento siguiente, de miedo extremo. Esperemos que siga así y que podamos evocar este 2020 como una historieta, como fue la Gripe A o la amenaza del Ébola o la crisis de las Vacas locas o la Gripe aviar, importantes pero no letales para la mayoría de la población.

lunes, 9 de marzo de 2020

Fortuna literaria



Ha muerto José Jiménez Lozano, premio Cervantes 2002. ¡Qué extraño azar porque este escritor es totalmente desconocido para mí! Ha carecido del charme y la sensualidad para llegar al inconsciente popular. Seguro que escribe bien, pero no ha creado ningún mito acerca de su vida. Mi vida no tendrá obra escrita pero mito sí que lo tendrá abundante. Seré un escritor maldito sin obra. Lo siento por José Jiménez Lozano cuya fortuna literaria ha sido mínima a pesar del enorme premio Cervantes. Sin embargo, Philip K. Dick sigue siendo un autor cuyas biografías y obra no dejan de reeditarse y de suscitar interés, cada vez más. Hay escritores que nos son sugerentes e incitadores y otros que nos dejan indiferentes. Es la maldición de la suerte y del embrujo personal. Yo soy una persona áspera y puntiaguda que no tiene ningún encanto para los coetáneos, pero sé que dentro de cincuenta años seré totalmente actual. Escribo para lectores que vendrán y que entenderán el vórtice autodestructivo en que me vi y la calidad de mis gritos de espanto en mis diarios. Horacio, desde luego no se lo cree y se ríe de mí. Piensa que soy un pobre diablo enfangado en mi sima personal. Pero yo odio a Horacio, no deja de hacerme sentir como un fantoche lenguaraz. 

¡Oh, Bartleby! ¡Oh, humanidad!

domingo, 8 de marzo de 2020

Presentación de Horacio



YO: Horacio, bienvenido a este espacio en plena decadencia y declive. Tú eres un alter ego que descubrí en un viaje hace veintinueve años en el Portugal de Pessoa. ¿Puedes decirme por qué este blog tiene cada vez menos visitas?

HORACIO: Tu ingenuidad me abruma, amigo Joselu. Has ideado un blog a golpe de citas y de improvisaciones que no interesan a nadie. ¿A quién puede atraerle que oyeras un ruiseñor de madrugada? ¿A quién puede interesarle la amargura? Es un sentimiento que no vende. Además, cada vez eres más inactual. No hablas del momento en que estamos, has perdido el norte. Asimismo, tu idea de suprimir los comentarios es nefasta. Muchos visitantes, como haces tú, leen los comentarios antes que el propio post. Son lo más valioso de un blog. Un blog sin comentarios es abiertamente presuntuoso. Eso lo pueden hacer algunos gurús del mundo bloguero, pero no tú en estos momentos.

YO: He querido construir un espacio que de modo referencial fuera levantando un personaje que fuera interesante para los lectores. Ciertamente que no escribo versos en los cubos de basura como Neorrabioso, ni me travisto como él, ni publico aforismos feministas y que denuncien el patriotismo. Me faltan elementos exóticos que hagan de este espacio algo por lo menos cínico.

HORACIO: Pienso que eres un coñazo que buscas asuntos como la autoconciencia y la trascendencia. Todo muy etéreo y pesado. Te falta mordiente que te sirva para morder con gracia al lector. A los lectores les gusta que les muerdan y no que les den jabón. Es preferible un blog intempestivo e incordiante que un blog bienintencionado que no aporta nada. Yo desde luego no te leo.

YO: Eres un hijo de tal, te he traído aquí para que me promociones, no para que me hundas. Además, te equivocas porque el asunto del ruiseñor nocturno tras una dosis de sexo salvaje tuvo su qué…

HORACIO: Lo del sexo nocturno no lo habías contado…

YO: Hay tantas cosas que quedan entrelíneas…, pedazo de mandril en celo. Creo que no te volveré a traer a mi blog por más alter ego que seas mío.

HORACIO: La dualidad es la base… de muchos acontecimientos afortunados, pero tú, Joselu, eres tan insípido como una sopa Minestrone de Gallina Blanca.

YO: Vete a tomar viento fresco.

HORACIO: Y no hemos celebrado el día de la mujer.

YO: ¿Te has vuelto feminista?

HORACIO: Por prudencia, lo soy, claro que sí.

YO: Terminemos esta noche, nuestros lectores seguro que lo agradecerán.

HORACIO: Lo que creo es que les hubiera gustado que te siguiera dando por culo, pedazo de petulante sin sentido.

YO: Te odio.

La belleza de la noche



Esta madrugada, sobre las cuatro, me he despertado con una sed abrasadora, probablemente causada por el vino blanco de la cena. Me ha costado reaccionar pero mi sensación de maravilla ha sido inequívoca. En el silencio de la noche se escuchaban claramente los trinos de algunos pájaros, bellísimos musicalmente. Me he quedado extasiado. Me he levantado para abrir la ventana y oírlos mejor. Tal vez fueran ruiseñores, los pájaros que cantan por la noche en la primavera a los enamorados. He estado unos veinte minutos asomado a la ventana. ¡Qué belleza y armonía! Ayer hablaba de la amargura como fuerza existencial, pero hoy lo hago de la hermosura del canto de las aves, de la suave Filomena que acompañó a Calixto y Melibea en sus noches de amor en el huerto. La vida es extraña. Por intrincada que parezca, siempre hay espacio para la maravilla y en esta se disuelven las brumas y el pesar. 

Voy a leer El Fausto en esta mañana de domingo. La literatura es también belleza que seduce a nuestra alma.

sábado, 7 de marzo de 2020

La amargura como motor existencial.



No sé bien qué es la amargura, pero pienso que es un sentimiento que vertebra la humanidad. La amargura es fundamentalmente dolor o resentimiento por lo que pudiera haber sido y no es, como si el universo, la vida, se hubieran confabulado para desahuciarnos de la felicidad.  De nuestras expectativas, de nuestros horizontes.  El talento mueve el mundo, una décima parte de la humanidad es la que transforma nuestras condiciones de vida, quienes tienen la inteligencia para crear algo nuevo.  La inmensa mayor parte de la humanidad es solo acompañante de los verdaderos motores del cambio universales que provienen del talento. Pero el talento lo poseen solo algunos pocos. Muy pocos. ¿Cómo no rebelarse contra la arbitrariedad del talento? ¿Cómo no rebelarse contra la injusta distribución de los dones? ¿De la riqueza? ¿De la suerte? ¿Del azar?

De ahí proviene esencialmente la amargura. Un sentimiento de injusticia de lo que uno ha recibido y de lo que podría haber sido en otra distribución del azar, porque en definitiva lo que depende de nosotros es bien poco.  Somos genética, ambiente social, fortuna económica, carácter, salud, evolución azarosa y, sobre todo, incertidumbre.

Hay quien sospecha que estamos hechos ya en el momento de nacer, y que, en cierta manera, vivimos determinados por nuestros condicionamientos que escapan a nuestra capacidad de decidir. Estamos así abocados a la suerte o a la desgracia, a la felicidad o al infortunio. 

La amargura surge de una falta de sintonía entre la realidad y las expectativas. Para ser feliz hay que vivir acorde con el destino aunque sea radicalmente injusto. La necedad es un paliativo. Pero no siempre es capaz de ocultar la realidad.

Sin embargo, ha habido grandes hombres -de esos que recordamos- que han terminado poseídos por la amargura. 

Sí, sin duda la amargura es una condición existencial que es más común de lo que parece. Lleva al suicidio, al dolor, a la tristeza, no sé bien pero no la condenaría solo como un fracaso. Es profundamente humana. 

La eutanasia hoy


jueves, 5 de marzo de 2020

La buena literatura

                                                 Philip K. Dick

La idea ampliamente difundida –y no carente de fundamento- de que se debe leer por placer, para pasárselo bien y disfrutar, en algún sentido me resulta sospechosa e inexacta a la hora de enfrentarse a muchas obras literarias de cierto nivel. No se lee solo por disfrutar, el libro no es una máquina de producir placer primario –directo y simple-; en muchas ocasiones el placer es secundario y fruto del esfuerzo y la constancia que te lleva a entrar en una historia, o en un mundo, o en un modo de concebir las cosas que no es necesariamente sencillo. Hay libros con los que se trenza una lucha denodada para penetrar en su sentido, y solo, tras perseverar en ellos se logra desentrañar claves que no son accesibles en un nivel elemental. La idea de luchar con un texto es imprescindible y lógica si queremos acercarnos a la buena literatura.

Por eso, todos esos relatos que se venden como apasionantes y fascinantes, que se leen de un tirón por lo absorbentes que son por sus historias llenas de sentimiento y emoción, pienso que son objeto de fórmulas narrativas que pretenden captar al lector de un modo muchas veces tramposo. No digo que no sean hábiles historias, bien dosificadas, y plenas de avatares sorprendentes en los que hay sensacionales giros de guion que terminan por llevar al lector al asombro. Son libros que se leen como el agua y a los que uno se adhiere emocionalmente de principio a final. Están bien diseñados comercialmente para satisfacer el gusto de buenas masas de lectores. Son las novelas que triunfan en el mundo editorial, dentro de un país en que se lee no lo suficiente –soy prudente porque más bien se lee poco, muy poco-. Está bien que existan estos libros, son los que atraen a la mayor parte de los lectores.

En el mundo educativo las editoriales publican libros trepidantes para adolescentes, y así captarlos para la lectura. Son libros que pretenden arrastrar por su dinamismo, su nivel de juego, los temas cercanos a los alumnos y su actualidad. Parece que no hay opción al respecto. Venerados profesores de secundaria recomiendan lecturas sencillas para así atraer a los lectores a otros niveles más complejos, pero esto, a mi juicio, no es así. Vivimos un tiempo de fórmulas esquemáticas, de fast food en todos los sentidos. Las ideas complejas asustan y amedrentan, y de este modo no creo que funcione el sistema de alimentar a los adolescentes de mala literatura, de antiliteratura, para luego, más adelante, que lleguen a Shakespeare. Esto no funciona así. Los libros primarios y sencillos no crean lectores complejos, además en una sociedad que rechaza esa complejidad como la peor de las condenas. No sé cuál es la vía para crear buenos lectores. En cierta manera, pienso que es una guerra perdida. El contexto no ayuda por muchas razones. El buen lector es una rara avis. En el mundo de los blogs hay excelentes que hablan de buena literatura por parte de lectores con gusto y sentido de la profundidad. En mi blogroll hay bastantes de estos, pero es una falsa impresión. La sociedad no es así. Se esgrime como argumento principal para no leer la falta de tiempo. He vivido en el mundo de los profesores varias décadas y advertí que la mayoría, incluso por parte de profesores de lengua y literatura, no eran lectores. No había tiempo. Quizás en verano –decían-. Ser buen lector es una actividad que requiere de disciplina y no dejarse atrapar siempre por el nivel primario de los libros. No significa que el disfrutar surja de modo sencillo porque nos enfrentamos a la plurisignificación y a ideas elaboradas, muy elaboradas. La buena literatura no es sencilla, requiere de tesón y una abierta aceptación del desafío.

Yo viví un tiempo en que a los adolescentes les gustaba leer buena literatura, de gran complejidad. Yo utilizaba la literatura como un arma para fomentar su rebeldía juvenil y ellos entraban en el juego. Pero eso pasó y cuando lo cuento es difícil de creer en un momento como el de nuestra época, líquida y banal, esencialmente epidérmica. Solo los salvajes siguen enamorados de la buena literatura.

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