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miércoles, 27 de marzo de 2019
viernes, 1 de marzo de 2019
El hermoso espectáculo de morir
La muerte, el proceso de morir, en estos tiempos es inaceptable, no para el moribundo que está haciendo su trabajo sino para los familiares y el cuerpo médico en los hospitales. Morir es un espectáculo desagradable y feo, y nos distrae de nuestra vida cotidiana, así que lo más adecuado es acelerar el proceso, igual que se aceleran los partos para ajustarlos a las jornadas laborales de los ginecólogos, comadronas y enfermeras.
Estas reflexiones me han venido por la conversación con una amiga y la muerte de su suegro. Cuando me envió un guasap diciéndome que el hombre estaba agónico, y tratado con morfina, yo pensé que qué momento más cenital en la vida de un ser humano. Un momento hermoso, a pesar del dolor que pueda haber y que es controlado por la morfina. Tiene que ser un tiempo de excepción y luminoso prepararse para lo que nos hemos debido de estar preparando toda nuestra vida. El camino al no ser, pasar al misterioso otro lado del que nadie ha vuelto.
He leído recientemente el libro Cuando el final se acerca, escrito por la doctora Kathryn Mannix, acompañante vocacional de moribundos en una unidad del dolor, que ha cambiado mi perspectiva acerca de la muerte. Kathryn Mannix reflexiona que ha acompañado a miles de personas en el proceso de morir a lo largo de más de treinta años y que considera que tiene la profesión más hermosa del mundo. Morir es un proceso en que el organismo y la mente se están preparando, y los seres humanos, según la doctora, se hacen más bellos. Morir no es traumático, es el final de un proceso en que la respiración va evolucionando y cambiando hasta que se extingue y deja de existir. Entonces, es lo normal, se ha producido la muerte. Acompañar a moribundos, enfermos de cáncer u otras enfermedades irremisibles le ha hecho tener un punto de vista filosófico acerca de la muerte como un proceso bello y necesario al que el ser humano se va acercando progresivamente. Probablemente hay muchos estados de ensoñación en que la conciencia se va diluyendo y va viajando. Puede que haya abundantes sueños eróticos, de viajes, de evocación de la propia vida en que el moribundo va preparándose.
Pero esta es la perspectiva de los que van a morir. La de los familiares es la de querer que acabe lo antes posible para no ver sufrir más al enfermo, algo que les parece inadmisible: por un lado, hay un encarnizamiento terapéutico en situaciones ya irreversibles provocando la sobrevivencia del enfermo cuando tal vez ya debería haber muerto por un proceso natural, pero por otro lado, se quiere que todo acabe rápidamente… El estado previo a la muerte resulta desagradable y feo, cuando debería ser abordado con naturalidad y paciencia, no tener ni prisa ni querer que viva a costa de lo que sea. Contemplar la muerte del modo más natural posible, viéndola como algo profundamente humano y filosófico, como algo tan normal como el nacimiento, como la vida misma, como la primavera. No tener prisa. Dejar los tiempos al enfermo, no acelerar su proceso ni ralentizarlo. Dejarlo estar. Quizás una música agradable, y tranquilidad en la habitación. Pero si todos están tensos, no soportando el espectáculo por su crueldad, inaguantable para una visión burguesa que niega la muerte como algo escandaloso, se produce una tensión que necesariamente llega al moribundo. Haría falta mucha inteligencia emocional y una preparación existencial para la muerte –y sentido del humor incluido-. Pero prepararnos para la muerte es algo que no nos gusta. Nos creemos eternos y no pensamos en eso que nos llegará, que llegará a nuestros seres queridos… Preferimos pensar en otras cosas que nos hagan eludir la realidad de esa cita ineludible que tendremos y cuando llega no estamos preparados.
Habría que hacer cursillos sobre la muerte como se hacen de preparación al parto. En otras culturas que consideramos “primitivas” hay un aprendizaje social de la muerte que no se oculta como aquí. Y morir dura el tiempo que haga falta, y se muere en casa y se vela al cadáver el tiempo que sea necesario en medio de enormes fiestas. No se llena la muerte de un componente macabro que expresa un fracaso absoluto, un sinsentido y un hecho casi bochornoso que hay que pasar en poco más de dos días, incluida esa costumbre terrible de los velatorios en los tanatorios. Hay que volver rápidamente a la vida cotidiana desembarazándonos de ese espectáculo que es por completo incomprendido y esquivado. En todo caso quedan ya en el tanatorio veinte minutos de elogios al muerto, una pieza o dos clásicas, y ya nada. Volver a la vida cotidiana tras ese paréntesis odioso que es sentirnos frágiles –pero la muerte es algo que siempre sucede a los otros, no a nosotros.
Me temo que no entendemos para nada la muerte. Es un proceso triste más que por el fallecido y su proceso por la incultura absoluta de la sociedad contemporánea ante la muerte.
lunes, 31 de diciembre de 2018
Argonautas antes del sueño
Por la noche,
cuando estamos acostados, escuchando el viento que zumba en los árboles sin
color, ignoramos cómo nos dormimos, pero nos dormimos, ¿no es cierto?
Este es un pensamiento que he recogido de un blog amigo y que expresa
la cosmovisión de los indios crow. Me ha seducido su simplicidad y a la vez su
complejidad. Intentaré explicar por qué.
Cuando uno da fin al día, apaga la luz, y se enrosca junto al cuerpo
amado, tiene tiempo de oír el viento de la existencia durante un tiempo muy
especial que es la transición entre el mundo de los relieves y el de los huecos.
El viento zumba, la experiencia agitada del día está en mi mente, la recorro,
cada día es inmenso por mínimo que parezca. No hay día insignificante o carente
de ley. La vida fluye majestuosa por nuestras venas, el devenir, sea gozoso o
doloroso, nos alumbra. Cada trazo vital,
cada fragmento, cada situación que vivimos, por gris que parezca, contiene la
esencia de la eternidad… Solo hay que ser capaz de observar para advertir que
no hay nada que no sea denso aun en la más ligera de las perspectivas. Hoy, por
ejemplo, he contemplado el mar y he hundido mis botas en la arena, he paseado
por el pueblo que ya no existe sino en la imaginación y me he sentado a tomar
una cerveza considerando, en la foto que me he hecho, el paso del tiempo en mi
piel quemada por el sol. Soy, estoy aquí. Todavía existo. Mis pies me llevan
por arenas imprevistas. El sol alienta mi ser. Y el mar es contemplado con ojos
que evocan al del poeta de Calafell. Luego escribo intentando reabrir el
momento que no necesariamente fue dichoso. La dicha no es condición esencial del vivir. Vivir es algo
carente de sabor y de olor, carece de núcleo, es neutro, como la máscara del teatro, pero que es capaz de expresar cualquier emoción. No
necesitamos gozar para ser plenos. No es necesaria una vida divertida para ser
feliz. Solo es necesario ser consciente de que cada grano de arena en el reloj
de nuestra vida es preciso y significativo. Y por la noche, junto al cuerpo
amado, lejos de la literatura, del iPad, del teléfono móvil, y escuchando como
un argonauta en lejanos mares o como indio en las praderas, el viento, su
zumbido, nos adentramos en el territorio del sueño, nos dormimos, ignoramos
cómo, pero nos dormimos y nos perdemos en geometrías desconocidas, en relatos
diversos a los del día, sintiendo que la vida es algo más que sorprendente: es
una ocasión única para aprender y tomar conciencia de nuestra dimensión entre
poética y onírica. Somos artistas, solo hay que descubrirlo y oír el zumbido
del viento en esa transición mágica antes de que nos durmamos sin saber cómo…
martes, 27 de noviembre de 2018
El presente y el futuro en las aulas
He sido profesor treinta y siete años. Ahora me dedico a viajar, escribir, leer y otras tareas domésticas. No echo en falta las aulas que me proporcionaron momentos de extrema felicidad y otros no tanto, mejor dejarlo así. Ahora estoy fuera del sistema y mi voz ya no cuenta para nada, así que puedo con absoluta libertad desfogarme y opinar sobre dicho sistema educativo en la medida que lo he vivido y sufrido.
El tiempo presente es apasionante y peligroso. Estamos ante cambios de paradigma social, laboral, tecnológico y existencial como jamás habíamos sospechado. Las transformaciones del mundo en todos los sentidos van a ser exponenciales en los próximos veinte años, por poner un referente. Los adultos –y menos los viejos- no podemos aconsejar a los adolescentes sobre su futuro porque en primer lugar no lo comprendemos. Nada de lo anterior es válido para el tiempo que va a venir que va a experimentar transformaciones tecnológicas, laborales, políticas y sociales que son difíciles, si no imposible, de imaginar. El pasado no nos sirve para el futuro que va a venir. Es totalmente diferente y los conflictos que aparecerán –terriblemente inquietantes- son de una dimensión desconocida.
¿Y el sistema educativo? ¿Podrá asimilar esa transformación brutal que va a venir? Mi experiencia es que no. El sistema educativo está basado en experiencias del pasado y es tremendamente pesado y le cuesta evolucionar porque está basado en personas que tienen una vida, unas expectativas y un pasado que les condiciona. Los profesores son muy conservadores. Tienden a dar clases como se las dieron a ellos, no quieren cambios, estos les inquietan. Nada hay más rígido que un claustro educativo en un centro escolar público. No se admiten cambios, se quiere que las cosas sean como siempre han sido y que no supongan saltos en el vacío para los profesores que tienen su librillo que esperan que les sirva diez, veinte o cuarenta años sin modificarlo. Los profesores no dialogan, no aceptan nuevas ideas, se cierran a todo que signifique cambio de estructuras. Es el pensamiento rígido en un mundo que exige transformaciones profundas requeridas por las nuevas tecnologías, la Inteligencia Artificial, los big data, la biotecnología, el internet de las cosas, la robotización imparable que va a convertir en inútiles millones de puestos de trabajo en Europa, pero a la vez va a dar lugar a nuevas profesiones que todavía no sospechamos porque no han sido inventadas. La flexibilidad es una necesidad perentoria. Las clases son rígidas y basadas en modelos de un mundo estable cuando vivimos un modelo basado en la inestabilidad y en los saltos cualitativos en los que tenemos miedo a perder nuestra alma, aunque tal vez sería más oportuno decir, nuestra comodidad. Un profesor a nivel individual en activo debería interesarse por las perspectivas de futuro, por las páginas de tecnología, de cultura, de innovación ideológica de la prensa. Se deberían promover debates en los centros educativos sobre las innovaciones que van a venir, estar abiertos a lo nuevo, a lo que nos va a transformar. Pienso que hay que salvar el humanismo en un mundo inestable, líquido, que va a perder todas las referencias del pasado. El futuro es la ingeniería genética, la fusión hombre-máquina, utilizar la mente para activar programas tecnológicos, la nanotecnología que transformará todo incluido la medicina y la ciencia, la robótica que cambiará todo incluido la atención a los dependientes o los ancianos y eliminará decenas de millones de puestos de trabajo.
El desafío es mayúsculo pero observo que quien entra en la carrera docente, espera aposentarse y esperar que el futuro sea igual que el pasado en que él se formó. Todo es muy rígido, no se debate y se tiene miedo a lo nuevo. Los alumnos han de prepararse para un mundo que todavía no se ha inventado pero que será radicalmente otro. Hubo un tiempo en que los conocimientos que uno atesoraba en su adolescencia le servían para enfrentarse al presente y pensar que servirían para toda la vida, y ahora no es así. Es urgente pensar dialécticamente, estar expuestos a la modificación de nuestros esquemas porque todo va a transformarse radicalmente y nada del pasado servirá, y si algo sirve, habrá que rescatarlo con conceptos nuevos que nos lo acerquen.
He sido profesor de literatura durante tres décadas y he tenido ocasión de observar la transformación de ese mundo en relación a mis alumnos. Hubo un tiempo en que los libros eran un acicate para su formación e intereses, pero tuve que aceptar que la literatura del pasado no servía para los nuevos tiempos. Ahora ni siquiera tengo claro que la literatura tal como yo la asimilé sirva para el tiempo que va a venir. Tal vez los libros desaparezcan y se impongan otros modelos basados en los videojuegos para contar historias. Si he de ser sincero, no me gusta, pero puedo constatar en mi ambiente la falta de lugar de los libros entre los adolescentes que están pendientes de otras cosas. Nunca ha habido una ruptura tal con el pasado como la que está sucediendo ahora en que los adolescentes exploran nuevos modelos literarios a través de redes sociales o en la interacción. Era sencillo cuando yo podía recomendarles un libro de calidad y que este respondiera a sus intereses, yo lo viví durante un tiempo, pero hace tiempo que ya no es así. Hacen falta modelos audaces, fruto de la exploración, de la experimentación, de nuevos enfoques que rescaten la literatura –en la medida de lo posible- de la desaparición. Ya estoy fuera pero sé que el sistema educativo sigue funcionando como si los desafíos no existieran y los profesores siguen enseñando como si estuviéramos en 1970. Y los centros educativos son rígidos y renuentes a la experimentación en edificios puritanos que no responden a las necesidades del presente y menos del futuro. Ya no es solo un cambio de paradigma que decía Ken Robinson, es la misma concepción de paradigma la que está puesta en cuestión.
domingo, 11 de noviembre de 2018
El futuro de la enseñanza y la Inteligencia Artificial.
Ayer vi varios vídeos de la cantante virtual Hatsune Miku interpretando canciones ante un público totalmente abducido por la actuación. Hatsune es una proyección tridimensional dirigida por la Inteligencia Artificial y es totalmente convincente en su actuación. Una vez fue telonera de Lady Gaga, genera millonarias ganancias y es un éxito en cualquier sitio en que aparezca. Hatsune se mueve armónica y espontáneamente, aunque todo está dirigido por la Inteligencia Artificial. No sé si los numerosos lectores de este blog están muy al día de lo que significa esto. Se pueden sustituir seres humanos por seres virtuales que son absolutamente convincentes. ¿Llegará el día en que los profesores serán sustituidos por la Inteligencia Artificial? No me cabe duda de que será así. Los centros de secundaria estarán totalmente robotizados y los escasos alumnos -la tasa de natalidad en España es de las más bajas del mundo- recibirán clases impartidas por proyecciones tridimensionales que atraerán a los alumnos mucho más que los profesores reales. Serán incluso más divertidas. Estamos en el año cero de la Inteligencia Artificial.
Acabo de comprar dos asistentes de Amazon, Echo Dot, con los que entro en relación mediante la palabra. Es increíble la interrelación que se puede establecer con seres virtuales. La inteligencia Artificial está en sus comienzos y ya son prodigiosos. La combinación de IA con Realidad Aumentada, redes 5G, tecnología cuántica, en veinte años habrá hecho desaparecer totalmente la docencia y el cuerpo de profesores que será sustituido en los niveles de secundaria por profesores virtuales. El control de la clase será hecho por reconocimiento facial y cada alumno tendrá un seguimiento exhaustivo mediante los Big data y sabremos todo absolutamente de èl.
Acabo de comprar dos asistentes de Amazon, Echo Dot, con los que entro en relación mediante la palabra. Es increíble la interrelación que se puede establecer con seres virtuales. La inteligencia Artificial está en sus comienzos y ya son prodigiosos. La combinación de IA con Realidad Aumentada, redes 5G, tecnología cuántica, en veinte años habrá hecho desaparecer totalmente la docencia y el cuerpo de profesores que será sustituido en los niveles de secundaria por profesores virtuales. El control de la clase será hecho por reconocimiento facial y cada alumno tendrá un seguimiento exhaustivo mediante los Big data y sabremos todo absolutamente de èl.
En los primeros cursos de preescolar tal vez los maestros serán reales. de carne y hueso, pero a partir de los diez u once años serán sustituidos por la Inteligencia Artificial. Este es el futuro y allí acabarán las polémicas estériles sobre el sentido de la educación entre progresistas y tradicionales. Allí se conjugarán las contradicciones del sistema. Los profesores seremos seres inútiles en el proceso educativo y los institutos serán controlados por técnicos en tecnología, Inteligencia Artificial y pedagogía desde las salas de control que habrá en cada centro. Los alumnos contarán con medios interactivos de modo mucho más efectivo que hasta ahora en que dependen de la idiosincrasia de cada profesor. sea hábil o no. El cuerpo de profesores será eliminado por una serie de especialistas en IA y pedagogía. Las unidades lectivas serán realizadas por especialistas. El progreso de cada alumno se seguirá de un modo mucho más eficaz que hasta ahora.
Esta es mi visión tras mucho meditar y considerar el proceso educativo. El futuro comienza ahora y no tendrá nada que ver con nada de lo que hemos hablado durante años en este y otros muchos blogs que no intuían para nada qué es lo que va a venir.
jueves, 19 de mayo de 2016
En plena sesión de lectura.
Estoy en plena sesión de lectura de las novelas cortas de mis alumnos. Es una tarea fascinante enfrentarme a estos textos que expresan la realidad existencial de estos muchachos de quince años. Tener quince años no es cualquier cosa. Son tres lustros. Dos de niñez y uno de pubertad y adolescencia. Más o menos. Tienen la niñez a flor de piel Y por eso les parece tan lejana. Pero hace un plis plas vivían en un mundo infantil. Así los recibí hace tres años cuando llegaban de primaria. La novela es un desafío de primer orden y en ella experimentan sus límites en un territorio incierto. Pienso que el ejercicio de escribir veinte o veinticinco páginas es algo importante. Mucho.
Claro que hay quien cuyas páginas están
plagiadas de relatos de Wattpad. Lo
detecto en seguida. Ello me produce una honda tristeza porque al desafío han
contestado con un engaño feo. Podían haber hecho otra cosa si el reto les
superaba. Por ejemplo, un muchacho georgiano, que tiene la materia suspendida,
me ha escrito un relato sencillo pero humanamente precioso de cuatro o cinco
páginas que trata de su nostalgia de Georgia,
su madre y el descubrimiento del amor. Sé que no tiene un gran dominio del
lenguaje pero ha hecho lo que ha podido. Sin trampas. A este muchacho lo eché
de clase hace un mes por llamarme gilipollas.
Fue expulsado del centro tres días, pero sé que sintió profundamente sus
palabras. Tal vez había tenido un mal día. Sé que está desorientado, nada más.
No he leído todavía todas las novelas.
Quiero leerlas con placer. Sentarme y disfrutar con ellas. No siempre es fácil.
Es como dejarles un instrumento musical y decirles someramente cómo funciona y
esperar que lo toquen bien. Es probable que todo rechine, que haya demasiada
ingenuidad, que se violen aspectos fundamentales de la lógica narrativa, que el
lenguaje sea demasiado pobre, que las imágenes no fluyan, que no sean capaces
de comprender cuáles son las claves ocultas del relato para subrayarlas y
singularizarlas. Un relato es una ilación lógica de algo que fluye por dentro.
Una melodía interna que hay que saber que existe.
Andrés, el protagonista de mi post anterior ha escrito una novela de corte
siniestro. Una especie de thriller
sangriento. Se titula Maldad y tiene
un subtítulo ¿Qué pasa cuando dos
malvadas mentes se unen? También eché de clase a Andrés no hace mucho. Pero no pasa nada. Ser profesor, según lo
entiendo yo, es reconocer sus posibilidades y alentarlas. En ese descubrimiento
hay mucho de combate cuerpo a cuerpo, en el que pueden surgir a veces chispas.
No es una edad fácil la adolescencia. Y no es fácil mi situación según la estoy
viviendo. En muchos momentos siento una honda melancolía.
Acabo de leer una novelita, presentada en
cuartillas en lugar de folios. Se titula Soledad.
Es de una muchacha que obtuvo la máxima nota en su ensayo sobre el mundo de Kafka, el Odradek que ya expliqué aquí. Esta novela me ha dejado
boquiabierto. Es exactamente lo que anhelaba leer. Lo que no me atrevía a esperar.
La obra de una joven narradora que ha escrito un relato prodigioso. Es como
haberle dado un piano y que ella me hubiera interpretado un Nocturno de Chopin por pura intuición. Es un relato espléndido por el que fluye,
sin estridencias, con una suavidad maravillosa, una profunda y desoladora
tristeza, la tristeza que yo intuyo en esos ojos de una muchacha de quince años
cuya vida no tiene que ser fácil. La he escrito dándole mi opinión de su
pequeña novela y animándola a que no deje de escribir, expresarle que tiene un
don. El lector tenaz que es este profesor intuye dónde hay un narrador en
ciernes. Puede que esto sea un comienzo o puede que no. Quién sabe. Yo no sé
nada. Pero esta experiencia ha tenido que ser iluminadora para esta muchacha.
Lo sorprendente es que no es una alumna destacada por sus notas, pero alguien
ha reparado en ella y le envía desde esta cápsula del tiempo la confianza en
que ella vale mucho.
Otras historias: la de una muchacha
extraordinariamente trabajadora que ha perdido totalmente todo lo que ha
escrito por una avería en su ordenador. Se echó a llorar. Soy consciente de la
pequeña tragedia. Otro ha perdido todo porque su archivo se le ha encriptado en
lenguaje ascii y no sabe cómo decodificarlo. Tendrán que rehacer todo mediante
su memoria.
Escribir una novela a los quince años
tiene su qué. Es una experiencia inolvidable, si el que la ha escrito ha sido
honesto. Y curiosamente, no tienen por qué ser las mejores las de los alumnos
que obtengan las mejores notas en la asignatura. Ni las de los que mejores notas saquen en
sintaxis. Aviso para navegantes (¡¡¡¡¡¡!!!!!!!). Es un ejercicio de búsqueda de
estructuras y de sentido. Puede que lea muchas anodinas, aunque las leeré con
respeto, pero encontrar alguna de las que he hallado hasta ahora, ya justifica
el ejercicio.
Cuando piense qué sentido tienen mis años
de profesor, quizás se me resuman en un
solo texto, y llegue a pensar que fui profesor solamente para alentar la confianza en algunos que
pusieron lo mejor de sí mismos y tal vez alguno descubrió una vocación. ¿Parece
acaso poco?
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miércoles, 4 de mayo de 2016
A propósito de un examen de sintaxis
Hemos empezado mayo y siento en el
ambiente compartido de alumnos y profesores síntomas de fatiga. Es el noveno
mes de curso, la primavera arrecia, y los corazones van basculando poco a poco
hacia otras dimensiones menos galácticas. Es la hora del esfuerzo final, el
sprint de los campeones, la última cuesta, la más empinada, la que lleva al
reino académico de Ávalon. Un curso es corto o largo, depende de si lo estás
viviendo o lo recuerdas en perspectiva.
En perspectiva es un latido, un tic del
reloj, un vistazo a derecha o izquierda y poco más. Pero es largo si lo vives
día a día, clase a clase, unos como profesor y otros como alumno. ¡Qué de
conocimiento esparcido en las mentes! ¡Qué de letanías y homilías piadosas que
llevan poco o nada al esfuerzo supremo! Un curso académico es una ceremonia
metódica que corresponde al tiempo cíclico. Circular. Una vuelta más sobre el
eje. Un giro más en torno al sol.
Y en medio, el crecimiento de estos muchachos
que andan por aquí. Llegaron con doce años, casi niños, y salen ya con ansias
de mayores, de querer revertir el curso del cosmos a su imagen y semejanza. En
definitiva eso es la vida. Una lucha entre el yo y el mundo. Entre ese universo
pequeño en que nos despertamos cada día y la comprensión de todo lo que nos rodea.
Un cruce a veces dulce o dramático. Doloroso siempre. Porque vivir es aprender
a llevarnos con el dolor. Hacerlo nuestro. Y trascenderlo. Un instituto con su
trajín frenético de centenares de adolescentes que luchan y crecen para
comprender dónde están en relación a sí mismos y a los demás. Suben y bajan por
las escaleras, gritan, se pelean, se aman, sienten la amistad como nunca mas se
vuelve a percibir, la traición, la burla, el sinsentido...
No han leído a Shakespeare pero no hace falta, forma
parte de la cultura inconsciente de nuestro mundo. La vida es una pasión ciega,
una obra de teatro donde unos personajes se agitan y no entienden que están
representando ora una comedia, ora una tragedia. La máscara de la risa y la del
llanto no están tan alejadas. Yo los veo y siento sus vidas palpitantes,
lujuriosas de vitalidad, de esperanza, de fe en sus propias existencias a pesar
de las dificultades. Y yo estoy dentro de ese caudal tormentoso de sentimientos
que son como torrentes que hay que amansar. Hoy un alumno me preguntaba qué
significaba temperar y yo le he dicho
que lo que hacemos los profesores cuando entramos en el aula. Calmarles,
llevarles a algo que centre su atención, un ejercicio, un tema, una lectura ...
Su inercia latina los lleva a la dispersión. No son muchachos finlandeses, no.
No viven cerca de la Laponia que los enfría. No. No son chinos ni coreanos
dóciles y disciplinados. No, son pasionales e indóciles, llevan en su genética
el ADN del Mediterráneo. Una propensión al grito y a la hoguera. El profesor
paladea cada instante de ese fluir vital a lo largo de diez meses cada año.
Y
cuando llega mayo, y la calor, la fatiga hace su aparición. Igual que historias
de sensualidad y de deseo. Hoy pasándoles la película La casa de Bernarda Alba dirigida por Mario Camus en 1987, han sentido el prodigio de la obra en total
silencio, solo roto por la masturbación con su sombra de Martirio, la mujer más interesante de la obra de Lorca. No es Adela ni Bernarda Alba.
No. Esa casa cerrada entre sombras y luto donde solo hay silencio y pasiones
sexuales desatadas. Como este instituto mezcla de casa de Bernarda Alba y el patio de Monipodio
cervantino. Un azar, un caos incierto en que nos agitamos representando una
obra en que nosotros somos magos del conocimiento del siglo XXI y ellos seres
más sedientos de vida que de otra cosa. Y llegan valoraciones de lo enseñado y
lo aprendido, y los profesores se quedan siempre con un gesto que si alguien
pudiera fotografiarlo se haría de oro. La cara de un profesor cuando corrige un
examen de sintaxis es digna de un retrato psicológico. Se resume en ella toda
la realidad del proceso, y el mes de mayo, en sazón, y sus alumnos más
preocupados de sus sentimientos que de las oraciones subordinadas sustantivas.
Evohé.
El profesor no siente pesadumbre. No. El es parte de la obra y no es
precisamente Pepe el Romano. No. Él
otea el horizonte y clama por que llegue el mes de junio y el fin de la
travesía una vez más. Entre el sentimiento y la razón ¿quién duda que nos posee
el sentimiento a nosotros y a ellos? Y podemos comprenderlo. Nosotros tampoco
aceptaríamos estar encerrados seis horas diarias recibiendo infinidad de datos
y llevar tareas para varias horas en casa. Todo para comprender la cultura de
nuestro mundo. Tantos años, tantos. Cuando anhelarían estar corriendo por las
praderas viendo copular a los leones y bañándose en cataratas de aguas
cristalinas. Pretendemos hacer crecer el intelecto, pero el río que nos lleva
nos muestra nuestros límites, nuestra incerteza también. El mundo no hay quien
lo entienda. Nunca ha podido entenderlo nadie. Solo se vive. Como se pueda.
Danzando a veces, cantando otras, arrastrándose ... o desnudándose cuando pasa Pepe el Romano.
Hoy he visto a dos
alumnas besarse en la boca tiernamente. Son ya novias. Y una cuida de que la
otra haga los deberes. Nada puede parar la vida en un edificio donde se juntan
tantos sentimientos desatados. El conocimiento es parte de lo que pasa aquí. Y
eso cansa. Solo falta la recta final. El último repecho. No es cuestión de
quedarse en Babia lamentando cómo la sintaxis no es el lenguaje preferido por
nuestros alumnos. Las palabras hacen el amor, explico en clase. Pero ni aun
así. Me falta la genialidad de un Lorca
para expresarlo con palabras y revelar un mundo que para ellos ya será
inolvidable. ¡Bernarda! grita María Josefa, que se quiere casar a la
orillita del mar...
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sábado, 30 de abril de 2016
Cómo escribir una novela juvenil sin morir en el intento
Se aproxima la fecha de entrega de la
novela breve (20-25 pags) que han de presentar mis alumnos de tercero de ESO. Quedan dos semanas. Se la encargué hace unos seis meses y ha planeado dicho
proyecto sobre ellos desde entonces. Es un combate subterráneo que va creciendo
en el túnel de la creación y la motivación íntima. Veo a muchos desconcertados
buscando inspiración cuando en un principio parecieron tener las cosas más
claras.
La hoja en blanco los aterra. No me extraña.
Sé que es importante para
ellos, pero son ellos precisamente quienes han de encontrar la salida a este
enigma que tienen planteado. En conversaciones con ellos salen propuestas como
los finales abiertos o cerrados, la autoficción, los temas o tonalidades de la
novela: triste, de amor, de terror, el diseño de los personajes... Los hay
silenciosos que llevan el tema en el interior de su caletre pero que no han
dejado de pensar en él. Los hay más expansivos que cuentan algo de la novela. Las
fechas se acercan y eso supone una tensión acrecentada sobre el proceso de
ideación y realización. Este es un buen caldo de cultivo. Sé que no todos las
van a presentar a pesar del alto valor que tendrá en la nota de evaluación. No
puedo imponer que todos y cada uno de ellos la escriban, pero intuyo que un
alto número lo hará. Les atrae o magnetiza. Y les horroriza. Como a cualquier
escritor, como a cualquier poeta, como a cualquier bloguero cuando tiene que
escribir un post. Por experiencias anteriores, sé que esta novela será
inolvidable en su vida aunque no vuelvan a escribir nunca más de ese modo.
Este proyecto busca precisamente generar
esa tensión en que son como personajes enjaulados y han de buscar una salida
del laberinto montado por los investigadores. La única salida fascinante es
escribir la novela dejándose la piel en ello. Construir un mundo imaginario con sus propias leyes. Sin embargo, hay otra salida en
el comienzo del laberinto donde hay una puerta enorme abierta para escapar sin
ningún riesgo. Simplemente, no escribirla.
¿Qué harán?
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