En los dos últimos años he viajado por Europa visitando ciudades que no conocía siguiendo la interpretación de Georges Steiner de Europa como casa común en su libro Europa que había leído hace años. Ha sido mi descubrimiento, todavía parcial, de la idea de Europa. Para Steiner, Europa es un café donde se escribe poesía, se conspira y filosofa; el paisaje es caminable, es una geografía hecha a medida de los pies; sus plazas llevan nombres de grandes estadistas, científicos y escritores del pasado, algo que no es común en América; desciende simultáneamente de Atenas y Jerusalem, de la razón y la fe, que desembocó en la democracia y la sociedad laica y la que produjo los místicos y la espiritualidad, pero también la censura y el dogma; por último, lo más inquietante es la pervivencia de los odios étnicos, el chovinismo nacionalista, y la resurrección del antisemitismo. Y como elemento común, actualmente, es la uniformización como consecuencia de la globalización.
Mi conciencia de viajero europeo en solitario me ha permitido constatar dicha uniformización que hace que Cracovia o Praga, que Viena o Lisboa, que Budapest o Berlín, que Dublín o Rennes, que Estocolmo o Amsterdam, que Reykiavik o Vilnius, que San Petersburgo o Madrid, por poner unos pocos ejemplos, tiendan a asimilarse en sus tiendas, en sus paisajes humanos caracterizados por el turismo masivo, las mismas franquicias en todos los sitios, el estilo de la moda, el modo de comportarse las personas cada vez más similar, la prisa… Pero maravilla de maravillas, Europa es un continente de plazas, de cafés, de mercados, de fiestas ciudadanas, de barrios antiguos de estructura medieval o neoclásica, de ríos… que producen, una vez traspasada la evidente homogeneización, una visión más profunda de cada ciudad o país. Me he sentido a gusto, superada la realidad de ser un turista más dentro de una avalancha masiva. En casi todos los países en que estado he necesitado ayuda, y siempre ha surgido alguien que se ha interesado por mí y me ha ayudado, apoyo humano que he agradecido profundamente y que me ha hecho sentir una mayor sintonía con el país que visitaba.
Un tema insoslayable en toda Europa es la cuestión judía. Europa era un continente en que convivían millones de judíos desde siglos atrás. El antisemitismo, desatado por el nazismo y las complicidades en cada país llevaron casi a la desaparición de la población judía. En España nos hemos olvidado de este tema pues los judíos fueron expulsados a finales del siglo XV. En muchas ciudades quedan juderías medievales cuyos restos nos evocan a una Sepharad que dejó de existir para nuestra desgracia. Pero en Europa la presencia judía era significativa o muy importante. En casi cada país que he visitado, salvo Irlanda, el tema judío ha sido esencial. Recuerdo mi paseo por Budapest por las orillas del Danubio cuando descubrí el muelle de los zapatos desde que dos decenas de miles de judíos fueron tiroteados y arrojados al caudal del Danubio. O mi visita en Paneriae, a las afueras de Vilnius (Lituaniai), el bosque donde fueron asesinados casi cien mil judíos con la complicidad de nacionalistas lituanos. O en el gueto de Cracovia o el cementerio judío de Praga y ya no decir Berlín. Europa antes de la segunda guerra Mundial acogía a grandes poblaciones judías que se habían asimilado a las culturas nacionales, hasta que se desató el pogromo mayor de la historia. Esto me produce una gran desolación porque veo que el antisemitismo, sea en Francia o en Polonia, en Hungría o Lituania –o en España-, sigue vivo pese a las palabras oficiales. Mis viajes por Europa me han llevado a descubrir ,como dice Steiner, que los viejos odios antisemitas han tomado de nuevo auge en la cultura europea, igual que los nacionalismos xenófobos y supremacistas adquieren carta de naturaleza disfrazándose de lenguajes progresistas. Nadie dice que “soy nacionalista xenófobo” o “soy antisemita” pero lo son en formulaciones más ajustadas políticamente.
Viajen por Europa, inténtenla descubrir como territorio compartido, como cultura de raíces cristianas comunes (y semitas y musulmanas también). Cuanto más conozco Europa más me siento ciudadano europeo y siento el desdén que desde los distintos nacionalismos se lanza contra la idea europea.
Estoy seguro de que viajar no hace necesariamente a las personas más abiertas, ni tengo nada claro que el leer haga más generosos a los lectores, ni creo que el deporte una a la gente de los distintos países… pero son elementos que pueden ser una ayuda para que los europeos nos sintamos en un continente compartido, de Atenas a Estocolmo, de Dublín a Sofía –mi próximo destino viajero-, de San Petersburgo a Lisboa… Soy europeo, y siento orgullo de que mis hijas se educaran en una escuela que lleva por lema “escuela europea”. No escuela española o catalana, no, “escuela europea”. Esa es mi identidad junto a ciudadano del mundo.
Viajar no abre forzosamente la mente del viajero, sobre todo cuando es un viaje organizado donde el viajero s hospeda eun un resort tipo burbuja de cristal donde se repiten en grado sumo los placeres de "su" civilizacion o cultura. La única forma de romper la cerrazón de la mente es viajar por cuenta propia, viviendo en las mismas o muy parecidas condiciones de los "indígenas" . Afortunadamente por motivos de trabajo he ttenido la opción de viajar de esta forma y creo que es enriquecedor, sin que por eso tengas que renunciar a lo bueno de tu cultura. Pasas a sentirte menos el ombligo del mundo y muy importante, cuando de esta forma, sin protección vives en países del tercer mundo es cuando de verdad te das cuenta de los increibles privilegios que tenemos en el primer mundo, en parte gracias a que de alguna forma el primer mundo se aprovecha del tercero. Creemos que en el mundo el desarrollo es más o menos uniforme y no es así... Tambien te das cuenta que la felicidad no es sinónimo de posesión y disfrute tal como lo creemos en occidente.
ResponderEliminarUn abrazo
En estos viajes que hago por Europa no tengo ocasión de vivir en las mismas condiciones o parecidas a los indígenas. Me temo que mis viajes no son tan ricos e interesantes como para esto y, además, viajo cuatro o cinco días, tal vez una semana, y no puedo salirme demasiado del circuito, limitado asimismo por la lengua diferente en cada país, aunque el inglés es la llave que abre todas las puertas. Me temo que no llego a tanto. Viajé en cierto modo parecido a lo que mencionas en mi década de los veinte cuando fui a Indonesia, Malasia, Tailandia y Singapur durante varios meses. Pero aun entonces mi modo de viajar no podía asemejarse a las condiciones de vida de los naturales de Sumatra, por ejemplo. Yo era un viajero que se beneficiaba del cambio del dólar a la divisa indonesia. Así que no era un igual por más que frecuentara los lugares populares. Eso sí, no iba a resorts de lujo, siempre he viajado de forma económica. Incluso ahora frecuento hostels en habitaciones compartidas cuando voy a Viena o Madrid. Tienes razón en lo que dices pero llevarlo a la práctica, aun sin hacer el viaje de resorts de lujo, es muy difícil. Y en cuanto al tercer mundo, la situación es mucho más complicada. Estuve en la India hace dos años y medio y me encontré algo muy desagradable. Todo el mundo que se acercó a mí, veía el síimbolo del euro o del dólar por encima de mi cabeza. No hubo indio que no se acercara a mí para engañarme o sacar un beneficio. La relación entre el primer mundo y el tercer mundo no es fácil. Por más que digas que somos iguales a ellos porque no es cierto. En cuanto a darnos cuenta de los increíbles privilegios que tenemos es totalmente así. Pero no somos ellos.
EliminarPor lo demás, cuando voy a un país me intereso por su cultura, su literatura, su cine, sus formas de vida, su religión, leo mucho acerca de ese país. Y mi visita no es frívola sino que intento profundizar de modo crítico en la forma de ver el mundo de esas personas. Creo que soy un viajero aceptable.
Muchas gracias por tu ccmentario. Un abrazo.
El cine y la literatura te obligan a ser de todo el mundo sin distinción. Me da igual el Japón feudal que el París de la Revolución o el Londres de los jóvenes airados. Las fronteras serán útiles, no lo discuto, pero llega un momento en que la cultura te hace volar por encima de ellas y te da igual dónde las pongan. La vida práctica es otra cosa, por supuesto, y pertenecer al "club europeo" es mucho mejor que ser ciudadano afgano, pongo por caso. Yo agradezco, sobre todo, la cultur creada; pero las pulsiones políticas populistas, sobre todo las europeas, me inspiran un terror cerval. Lo que tengo claro es que habrían de ser los propios gobiernos los que incentivasen más ese intercambio europeo: algo así como el IMSERSO, pero a nivel continental. Oye, pues ahora que caigo, no me parece que sea una mala idea... Corro rápido a sugerírsela a C's en Gorjeolandia...
ResponderEliminarJa, ja, ja, un IMSERSO europeo se te ha ocurrido. Me temo que la idea es impracticable. El IMSERSO existe en España porque el estado pone una cantidad mínima para subvencionarlo. Dicha cantidad no ha subido en los últimos diez años o más. Los hoteles admiten a pensionistas, pese a perder dinero con ellos, porque prefieren eso a cerrar en la temporada baja, pero sufren pérdidas importantes: dar alojamiento, comida en bufet libre -los pensionistas comen y beben como limas cuando salen de viaje-, entretenimiento y atención a pensionistas resabiados que se las saben todas, no es negocio y muchos hoteles renuncian a ello. Además es a los jóvenes a los que hay que imbuir de espíritu europeo no a los viejos, llenos de manías y prejuicios, sin conocimiento de idiomas y aficionados al modo de comer de España. En el resto de Europa, salvo países mediterráneos, se come muy mal, y el IMSERSO quiere ponerse hasta el gorro de comer sin pagar apenas nada. Me temo que la fórmula no es extensible de ninguna manera.
EliminarCuando me preguntan por Internet de dónde soy o dónde vivo, respondo que vivo junto al Mediterráneo. Un mar tiene riberas pero no fronteras y su contemplación te da una sensación de libertad. "El carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando", decía la atribuida frase de Pío Baroja. Debería pesar más ese espíritu europeo al que aludes, pero la mediocridad política y los intereses creados no lo van a respetar. Mi patria es ‘ningún sitio’, ese hermoso lugar que es de todos.
ResponderEliminarDices que tu patria es 'ningún sitio', pero sin duda estás más cerca de un asturiano que de un sueco, tienes más cosas en común; pagas los impuestos aquí, gozas de sanidad pública, llevas a tus hijos a escuelas españolas, tu mundo de referencia es mediterráneo en cuanto a comida, modo de ser, música, fiestas, tradiciones... Cuesta mucho acercarse a otra realidad nacional. Necesitas muchos años de vivir en otro país para sentirte cerca de su cosmovisión y aun así es difícil apartarse de los sabores de la infancia, de las palabras de la infancia, de los sones de la infancia... El europeísmo no deja de ser una vocación culta e intelectual, fruto de la razón y el conocimiento de la historia y de la cultura, no de lo que nos sale de dentro. ¿Qué hay que nos aproxime a Lituania sino la razón?
EliminarY en cuanto a la frase de Baroja de que el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo viajando, me temo que no es así. Depende de lo que leas, claro, puedes leer todo lo que refuerza el carlismo. Y en cuanto a viajar, ahí tienes a Puigdemont en su devenir europeo y no parece que su carlismo o nacionalismo se cure de ninguna manera. Me gustaría pensar que la idea de Baroja es verosímil pero hay tantos ejemplos contrarios que me temo que es una bella aspiración pero poco real.
Ahora que lo pienso bien caigo en que los viajes que he hecho se han ceñido exclusivamente a Europa. Jamás me ha interesado ir a ningún otro continente, pero eso sí, este me gustaría recorrerlo entero si pudiera. Hay muchos sitios que me gustaría conocer, dos de ellos los has nombrado tú: el muelle de los zapatos en Budapest y el bosque de Ponar en Lituania. Siento esos lugares más cercanos a mí que otros como Manhattan, por ejemplo, por mucho que me lo hayan querido vender en "Sexo en Nueva York" y en las pelis de Woody Allen. Quiero decir que a pesar de que en nuestro imaginario colectivo, y gracias a la globalización, se entrecuzan mensajes, símbolos y costumbres de todos los continentes, es en Europa donde está todo lo que yo deseo ver, escuchar, probar, comprender...
ResponderEliminarAsí que envidio, y mucho, tu próximo viaje a Sofía, aunque tú estás en "nivel avanzado". Yo tendría que moverme en el "básico"; aún no he ido a Italia, ¡imagínate!
Para mí ha sido un descubrimiento llegar a la Europa del este y conocer parte de su trágica historia, mucho más cruel que la de Europa occidental. Es algo que es totalmente desconocido para nosotros por una especie de eurocentrimo del oeste. Me gustaría ir a Ucrania, Bielorrusia, Estonia y Letonia. Me muevo sobre todo por los viajes baratos de Ryanair, así que voy donde hay vuelos.
EliminarEl bosque de Ponar o Paneriae es un espacio que conocí en pleno invierno, cubierto por la nieve y en absoluta soledad. Hay un memorial y algunos túmulos que recuerdan las terribles matanzas de judíos por parte de los nazis y los nacionalistas lituanos que veían en aquellos a cómplices de la invasión de la URSE previa. Cuando la recuperación de la independencia en 1991, había una asignatura pendiente por parte de Lituania y era abrir ese ominoso hecho que fue la complicidad con el nazismo y los pogromos contra los judíos. No sé si se hizo bien, pero hubo en el parlamento lituano algunas sesiones dedicadas a ello. Todos los países tienen en su trastienda horrores, es algo de lo que sido consciente viajando.
Te animo a continuar tus viajes por Europa. Italia es un hermoso país, a ver si pronto nos haces alguna crónica sobre tu visita a este u otro país en tu abandonado blog.
Europa siempre es un sueño para todo sudamericano, hace 200 años y ahora también. Evitar el nacionalismo debería estar en nuestro ser pero bueno, el hombre es malo por naturaleza.
ResponderEliminarEnvidio sanamente todos eso lugares hermosos pero no nos podemos quejar con los nuestros y los de nuestros vecinos. Viajar da placer, solo eso basta.
Dí, eso es cierto, viajar produce serotonina y endorfinas. Dentro de tres semanas vuelo a Sofía, la capital de Bulgaria. Te mentiría si note dijera que me produce inquietud el viaje hasta que lo inicio. Luego, ya dentro de él, me tranquilizo y disfruto, pero la partida y la vuelta me producen mucho estrés. No sé desde qué país escribes, tal vez Argentina, Durante un tiempo mi mito era viajar a Buenos Aires para encontrarme con Borges, Cortázar...pero ambos están enterrados fuera de Argentina, curioso.
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