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sábado, 7 de mayo de 2016

Carta imaginaria a Andrés


                                                 Aura Garrido, actriz de El ministerio del tiempo

No sé si leerás esta carta, pero yo la dejo aquí. A este blog le quedan dos telediarios y ya no tengo mucho que perder. Te conocí cuando eras un niño de doce años. Ahora tienes catorce o quince no lo sé muy bien. Eres un alumno peculiar de una promoción que me ha hecho revivir y volver a sentirme creativo y luchador. Había perdido buena parte de mi fuerza en el camino. Asistes como alumno a mis últimos días como profesor y los dos sabemos que hay una intensa comunicación subterránea. La hubo cuando eras un niño y te escribía mostrándote algunos haikus que había escrito. Me sorprendió el tono maduro que tenías cuando me contestabas, tono que contrasta con el muchacho festivalero y charlatán que eres en el aula. Muchos profesores opinan que eres terrible, que eres de la piel del diablo, que desmontas todo, que eres imposible. Yo les oigo y me doy cuenta de lo que oculta tu imagen externa, tal vez un sarampión adolescente que necesita ser desobediente y rompedor. Tiempo tendrás de ajustarte a la sobriedad de comportamiento en sociedad. Sin embargo, lo habrás notado, soy muy observador. Soy muy consciente de vuestras luchas íntimas, de todo aquello que está soterrado y pugna por emerger. Detrás de tu pose dicharachera y rebelde hay un creador, no sé muy bien de qué. He visto textos muy buenos tuyos y espero con delectación tu relato. Lo presiento interesante. No se trata solo de que sea bueno formalmente, sino de que la experiencia que lo fundamente sea verdadera. Que sea un documento de vuestro aquí y ahora, de vuestra potencia imaginativa y vital. Sé que la novela no es un ejercicio al alcance de la totalidad de los que estáis en clase. Pero para algunos de ellos, habrá un hito en su vida que será este relato. 

No he tenido ocasión de lanzar grandes discursos y soflamas en clase, así que mucho no me has escuchado. Pero me has seguido tal vez puntualmente en el blog y has sabido lo que había detrás de lo que hacía. Es la pasión de enseñar, el rugido del tigre antes de salir definitivamente de escena. Una vez me detuvo la policía por participar en un happening con mis alumnos. Es una historia que he contado en el blog y que volveré a contar algún día en un libro que quiero escribir que se llamará La pedagogía salvaje. Me he equivocado muchas veces. Supongo que todos nos equivocamos. Pero siempre he intentado que la literatura fuera un magma que incendiara los corazones adolescentes. Hay libros que solo se entienden en la adolescencia. En esa etapa de cambio formidable que sufrís en pocos años. Físico y mental. Dejáis irremediablemente atrás el mundo de la niñez para adentraros en el mundo adulto. La literatura ha sido el fundamento de mi vida. Desde que fui muy niño leí y leí, y sigo leyendo varias horas al día. Es un cuento infumable el que expresan algunos de que no hay tiempo para leer. Lo hay si es una prioridad absoluta el hacerlo. Si es un eje de tu vida. Has escrito que no dejarás de escribir nunca, así que colijo que tienes en ciernes una vocación de escritor. Es el momento de comenzar. Tienes un larguísimo sendero ante ti. La literatura es un fuego insaciable como lector, que es lo que he sido yo, y como creador, algo para lo que no he estado dotado salvo estas torpes entradas en un blog que pocos leen. Si quieres ser escritor, tienes un mundo apasionante dentro de ti mismo por descubrir, y habrás de agudizar la observación del mundo que te rodea. Además habrás de leer sin tregua, ir descubriendo los mundos literarios que te seducen. Hay tantas maravillas dentro de los libros, Andrés, que es difícil hacerse idea de tal riqueza. Me he pasado la vida leyendo y no he hecho sino rozar el corazón de la literatura. Todavía no he leído La divina comedia de Dante. Pero es una de las primeras obras que quiero leer en una versión bilingüe. Tienes que buscar tus modelos literarios. Descubrir a Melville y su Bartleby el escribiente, a Bukowski y su Máquina de follar, a Dumas y El conde de Montecristo, a Saint Exupery su Vuelo nocturnoEl jugador de DostoievskiLa espuma de los días de Boris Vian, la ciencia ficción, la novela negra, la novela realista, la experimental, los rusos, la literatura inglesa y francesa, italiana, alemana, la africana... El festín es de tal dimensión, Andrés, que se me ponen los pelos de punta imaginando todo lo que te queda por descubrir. Si sientes la llamada de la literatura, compagínala con cualquier otra profesión que elijas o vete a saber. No sé muy bien dónde estás y qué pretendes, pero tener claro a los catorce o quince años qué se quiere da tal fuerza y claridad de ideas que llevarás años de ventaja a cualquiera de tu edad. 

Ama la cultura, el cine, el teatro, la música, la danza, el cómic, la arquitectura, interésate por la historia, por las religiones, por el mundo antiguo, sin dejar de ser un habitante del siglo XXI en que has nacido y que verá cómo la Inteligencia Artificial será una presencia normal en el mundo que vivirás. La tecnología no es solo una distracción, es un medio de hacernos más humanos si la sabemos utilizar. Lee y lee. Sé curioso, pregúntate por el porqué de las cosas, intenta conocerte a ti mismo. Desconfía de los que te ofrezcan soluciones fáciles y cómodas. Nada que merezca la pena se alcanza sin esfuerzo. 

El año que viene ya no seré tu profesor, pero tú seguirás tu camino. Quiero irme a la India más de dos meses cuando estéis en clase. Es un viejo sueño que voy a realizar si nada se tuerce. La India es un continente espiritual, algo que ha dejado de ser Europa donde solo parece que hay centros comerciales y campos de fútbol. Me llevaré mi cámara y mi cuaderno de notas. Seguiré aprendiendo. Se aprende hasta que se muere uno. Y la muerte no es la peor ni la más siniestra de las reflexiones. La vida es extraña, da muchas vueltas, tenemos muchas capas como las cebollas. Y desde luego nada es como lo imagina uno cuando tiene quince años, pero en eso tienes un desafío por delante para irlo descubriendo. 


Cuídate.

sábado, 30 de abril de 2016

Cómo escribir una novela juvenil sin morir en el intento


Se aproxima la fecha de entrega de la novela breve (20-25 pags) que han de presentar mis alumnos de tercero de ESO. Quedan dos semanas. Se la encargué hace unos seis meses y ha planeado dicho proyecto sobre ellos desde entonces. Es un combate subterráneo que va creciendo en el túnel de la creación y la motivación íntima. Veo a muchos desconcertados buscando inspiración cuando en un principio parecieron tener las cosas más claras. 

La hoja en blanco los aterra. No me extraña. 

Sé que es importante para ellos, pero son ellos precisamente quienes han de encontrar la salida a este enigma que tienen planteado. En conversaciones con ellos salen propuestas como los finales abiertos o cerrados, la autoficción, los temas o tonalidades de la novela: triste, de amor, de terror, el diseño de los personajes... Los hay silenciosos que llevan el tema en el interior de su caletre pero que no han dejado de pensar en él. Los hay más expansivos que cuentan algo de la novela. Las fechas se acercan y eso supone una tensión acrecentada sobre el proceso de ideación y realización. Este es un buen caldo de cultivo. Sé que no todos las van a presentar a pesar del alto valor que tendrá en la nota de evaluación. No puedo imponer que todos y cada uno de ellos la escriban, pero intuyo que un alto número lo hará. Les atrae o magnetiza. Y les horroriza. Como a cualquier escritor, como a cualquier poeta, como a cualquier bloguero cuando tiene que escribir un post. Por experiencias anteriores, sé que esta novela será inolvidable en su vida aunque no vuelvan a escribir nunca más de ese modo.

Este proyecto busca precisamente generar esa tensión en que son como personajes enjaulados y han de buscar una salida del laberinto montado por los investigadores. La única salida fascinante es escribir la novela dejándose la piel en ello. Construir un mundo imaginario con sus propias leyes. Sin embargo, hay otra salida en el comienzo del laberinto donde hay una puerta enorme abierta para escapar sin ningún riesgo. Simplemente, no escribirla.


¿Qué harán?


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