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viernes, 15 de marzo de 2019

Mi padre y yo


Mi padre a veces me llevaba en coche. Él prefería los Renault y tuvo primero un 4-4 y posteriormente un gordini. Yo me subía pacientemente con él y me sometía a su monólogo que versaba muchas veces sobre el funcionamiento del motor de explosión de dos o cuatro cilindros. Él era un enamorado de la técnica, de la aeronáutica y de la historia de la segunda guerra mundial, libros que leía en largas noches de soledad con la luz encendida. Desde entonces yo detesto dormir con luz de un modo casi patológico. El caso es que el discurso de mi padre me aburría profundamente. Su delectación en el motor de explosión recibía mi más absoluta indiferencia. Nunca me interesó lo más mínimo. Él opinaba además que la literatura era anacrónica. 

Yo estudié literatura. He dedicado mi vida a la literatura, no como creador porque no he tenido la capacidad necesaria pero sí a su enseñanza y a mi experiencia como lector. Puedo decir que la literatura que mi padre entendía como anacrónica ha dado sentido a mi vida. Yo soy esencialmente literatura, a pesar de que mi padre cuando me veía leer, intentaba disuadirme y me decía que lo que tenía que hacer era irme a la discoteca. 

Ahora muchos años después recuerdo que llevaba a mi hija en el coche a los entrenamientos de básquet y le hablaba con pasión de libros como los que habían escrito Kafka o J.D. Salinger pensando que podrían ser relevantes en su experiencia. Mi hija me aguantaba y parecía seguirme la corriente, pero hacía como yo como cuando mi padre me hablaba de los motores de explosión. No le interesaba para nada. No es lectora en absoluto. En casa hay miles y miles de libros que ella desconoce. Nada de lo que soy yo le interesa lo más mínimo. 

Puedo entender la desolación de mi padre en su monólogo sobre el motor de explosión y mi indiferencia. Siempre fui refractario a todo aquello que él me dijera.

Muchos años después sigo enfermo de literatura, pero cada vez me encuentro más similar a mi padre en muchos aspectos. No me interesa el tema de la técnica o el terrible motor de explosión pero sí la historia cuyos libros de los que nunca él me habló, ocupan un lugar muy importante en mis intereses. 

Sé que tener hijos es asumir un conflicto decisivo. No envidio a los que deciden no tenerlos. Su vida es menos arriesgada, más cómoda. 

¿Habrá algo que quede en mi hija con el paso del tiempo?

sábado, 23 de febrero de 2019

El intercambio (Antonio y Manuel)


Soy consciente de la fecha que es hoy –ochenta aniversario de la muerte de Antonio Machado en Collioure en el exilio tras la guerra civil- y soy un admirador rendido de su primera poesía, la que constituyen los libros Soledades, galerías y otros poemas y Campos de Castilla. He visitado Collioure en tres ocasiones y en una de ellas mis hijas recitaron versos de su Retrato ante su tumba, y en otra ocasión mis alumnos leyeron también poemas suyos con una bandera republicana que llevé y puse sobre su lápida. No tendría que justificarme pero comienzo haciéndolo porque lo que voy a decir es, por lo menos, sorprendente. Voy a hablar de dos almas gemelas, Antonio y Manuel Machado, que se llevaban un año aproximadamente. Manuel nació en 1874 y Antonio un año más tarde. Ambos vivieron en el palacio de las Dueñas en Sevilla y se educaron en la progresista Institución Libre de la Enseñanza en Madrid, dirigida por Francisco Giner de lor Ríos. Ambos fueron a París a final de siglo y conocieron a Rubén Darío. Manuel estudió Filosofía y Letras, algo que Antonio haría posteriormente ayudado por Miguel de Unamuno. Ambos escribieron poesía simbolista. Manuel publicó su espléndido Alma en 1907, el mismo año que Antonio Machado publicó Soledades, galerías y otros poemas.  Les dividió en cierta manera la vida al casarse Antonio con Leonor y morir esta en 1912. Antonio fue destinado a Baeza tras la muerte de Leonor para huir de la terrible tristeza que sentía. Allí comenzó a estudiar Filosofía y Letras. Manuel y Antonio colaboraron en varias obras dramáticas como coautores con cierto éxito. Antonio, ya en Madrid, tras su destino en Segovia, se entusiasmó con la República y participó en las Misiones pedagógicas, igual que su hermano Manuel que colaboró con la Asociación de amigos de la Unión Soviética. En la obra, La Lola se va a los puertos (1929), José Antonio Primo de Rivera, futuro fundador de Falange, elogió a ambos poetas el día de su estreno en Madrid. Manuel y Antonio eran uña y carne, íntimamente unidos en el terreno personal y literario.

Sin embargo, hubo algo que, por obra del azar, les separó. El Alzamiento Nacional les sorprendió en ciudades distintas. A Antonio en Madrid y a Manuel en Burgos donde estaba el 18 de julio de 1936. Antonio fue erigido como ejemplo de poeta cívico republicano comprometido con el pueblo y Manuel elogió a José Antonio Primo de Rivera y escribió poemas como El sable del Caudillo dedicado a Franco cuando la toma de Madrid por las tropas nacionales. Antonio Machado vivió en Madrid, y  posteriormente en Valencia en la retaguardia como emblema de la literatura al servicio de la república. Antonio escribió en sus Escritos de guerra (1937) loas entusiastas sobre la URSS, el modelo soviético y el marxismo de puño abierto. 1937 y 1938 son los años que en la URSS tienen lugar los procesos de Moscú en que centenares de miles de comunistas fueron fusilados por ser supuestamente traidores o simpatizantes del troskismo. Antonio no sabía nada de esto ni de la represión en la retaguardia republicana ni de la realidad de las chekas, como centros de tortura generalizada. Antonio era un hombre bueno, melancólico, extraordinariamente ingenuo en la vida y en su relación con las mujeres –véase su relación con aquella mujer a la que llamó Guiomar y que se aprovechó de él y luego lo abandonó-, y muy asustadizo. Sus escritos Juan de Mairena y sus Escritos de guerra muestran a un hombre lúcido y comprometido con la causa republicana. La derrota lo llevó primero a Barcelona y luego a Collioure donde murió hace ochenta años. La leyenda sitúa a su hermano Manuel acudiendo a su improvisada tumba en la ciudad francesa pocos días después de su muerte, aunque este hecho no se ha acreditado.

Ahora piensen por un momento en la posibilidad de que la guerra hubiera encontrado a Antonio en Burgos y a Manuel en Madrid. ¿Envenenada propuesta? Yo le he dado vueltas muchos años desde que en la Universidad Autónoma en un curso sobre Antonio Machado, una de las mejores especialistas sobre su figura y obra me contestó con un espeso silencio ante esta hipótesis. ¿Qué hubiera pasado si Antonio hubiera estado en la capital de la España Nacional en julio de 1936? Antonio no era un héroe y sí un hombre ingenuo y medroso. Su hermano Manuel era mucho más decidido y resolutivo. ¿Acaso hubiera terminado Antonio escribiendo sonetos al Caudillo y Manuel, su alma gemela, escribiendo loas a Stalin y a la URSS? El destino crítico de ambos hubiera sido muy diferente. Mientras Antonio ha recibido el reconocimiento crítico más entusiasta como poeta cívico, al servicio del pueblo, y su obra ha sido ampliamente estudiada en cientos de tesis doctorales y la oposición hizo de él su símbolo contra el franquismo, Manuel, su hermano, casi gemelo, ha recibido el  olvido más clamoroso. No hay biografías de la dimensión que las que tiene su hermano y su obra ha sido prácticamente olvidada. ¿Qué hubiera pasado si hubieran intercambiado su destino por obra de un azar inexplicable?

¿Qué esto es hablar por hablar? Claro, la historia es irrepetible y Antonio no fue a Burgos en esa fecha y sí su hermano, igual que Federico García Lorca fue a Granada en lugar de quedarse en Madrid o viajar a Mexico como le habían propuesto. No obstante, uno no deja de plantearse ciertas preguntas que podían haber tenido respuesta muy diferente si no hubiera sido por el azar. Porque Antonio Machado no era un Unamuno, incapaz de callarse  estuviera donde estuviera. ¿Acaso la historia podría haber llevado a Collioure a Manuel en lugar de a Antonio? ¿Estaríamos recordando ahora a Manuel Machado en vez de a Antonio?

martes, 19 de febrero de 2019

El tedio y la literatura


Hoy estaba totalmente absorbido por un relato de Ficciones de Jorge Luis Borges en la terraza de un bar con una copa de cerveza fresquita. De pronto en el cuento Examen de la obra de Herbert Quain, leo algo que produce mi asombro. Borges lo escribe mucho mejor, pero viene a decir que una obra literaria es un juego, y como tal juego ha de poseer simetría, leyes arbitrarias y tedio. Me he quedado pensando cautivado por esta idea, la de que la obra literaria en alguna medida contiene como ingrediente casi necesario el tedio. Ello concuerda perfectamente con la impresión que tengo de mis lecturas de buena literatura. En la lectura hay momentos tediosos en los que posiblemente hasta bostezo, o dejo la lectura y me voy a mirar el correo o miro la prensa… 

Que Borges reconozca el carácter de juego de la obra literaria revela que es un mecanismo que funciona de acuerdo a unas reglas arbitrarias en las que debe entrar el lector porque cada obra es un mundo particular y único en que existe además la simetría. Y el tedio, que no se nos olvide. Leer tiene algo de tedioso, hablamos de gran literatura, no de libros de entretenimiento en que todo es gaseoso y divertido, dramático, libros pensados para crear grandes pasiones y sentimientos que arrastran al lector y que son leídos como el agua, sin ninguna violencia y la sensación que percibe el lector es la de que son agradables y amenos. 

Cuando fui profesor de literatura recomendaba libros a mis alumnos cuyo argumento les podía interesar pero que también les hiciera ir más allá de lo que se puede acceder en la vida cotidiana. En alguna manera tenían algo de trascendentes por el nivel de experiencias humanas e intelectuales a que daban lugar. Y eso era lo que les interesaba especialmente: la experiencia intelectual que les habían deparado, lo que habían aprendido, todo lo lejos que habían podido llegar gracias a la obra literaria. Todo se vino abajo cuando se impusieron los libros  políticamente correctos y moralistas, pensados para crear valores, como si este fuera el papel de la literatura. La buena literatura no tiene como función la de crear buenos ciudadanos, ni hacer a la gente moderna, tolerante y progresista. No, radicalmente no. La literatura es veneno de primera magnitud en vena, y no es moral ni deja de serlo porque muchas veces su función es ir más allá de la moral para transgredirla, crear universos puramente literarios absolutamente disruptivos. Y en estos necesariamente hay algo de tedio. El tedio fue muy apreciado por los poetas románticos y los simbolistas. Tiene algo de pose ante la vida. El artista dominado por el tedium vitae se refugia en su universo personal ante una sociedad enferma, inmoral o simplemente fea. Que una obra artística sea algo tediosa es signo de que refleja la vida: el lector asiste, como en mi caso, leyendo Ficciones de Borges, a un juego prodigioso –intelectual, literario y metafísico- que cuesta seguir, y que hay que releer porque no se capta fácilmente a la primera –o a veces ni a la tercera-. Hay, como en un paisaje lunar, deslumbramientos, sensación de belleza absoluta, formal y temática, tanto que como a Stendhal le surge de pronto la necesidad de huir de tanta belleza por no ser posible soportarla y el lector se aleja mentalmente de la cadena de ideas o de imágenes y de pronto se ve invadido por el tedio abrumador. Es como un descenso estético. No se puede estar continuamente, como propone Borges, en la altura de un juego intelectual deslumbrante por su inteligencia y su sutileza. Salgo huyendo, necesito distanciarme, para luego volver con más concentración al fragmento que he dejado atrás. Como experiencia estética el tedio es necesario para enfrentarse a la obra literaria. A veces en un museo pictórico me descubro, tras mucha concentración, bostezando repetidamente, puede que sea simplemente signo de cansancio por el esfuerzo invertido… 

Hoy me tomaba una cerveza en una terraza y he tenido la suerte de que nadie se haya puesto a hablar por el móvil. Cuando he ido a pagar a la barra, el camarero ha querido decirme algo amable y me ha dicho algo así como ¿relajándose un rato? Yo me le he quedado mirando de hito en hito y le he dicho que estaba leyendo antes de comer. Y él, ¿pasando un ratito, no? Y yo, tremendamente apasionado –no me he podido reprimir- le he contestado ¿pasando el rato con un libro como este? -Y le enseño Ficciones de Borges-. Pasando el rato no. Es reto, juego, desafío, aventura, no estoy pasando el rato, no. El camarero se ha quedado mirándome y ha puesto gesto de estar pensando, y ha dicho sinceramente: ¡Qué bonito! ¡Qué interesante! Y me ha mirado a los ojos profundamente. No había la más mínima ironía o enojo en él ante mis palabras que le han conmovido. Probablemente sea la conversación menos esperable en un bar en que a los clientes se les dice cosas normales para entablar conversación. No sé si he sido terriblemente pedante, pero lo que sí es cierto es que me ha salido del alma, y me he sentido muy unido al camarero. ¿Cómo expresar lo que es la literatura sin pasión? ¿Entretenimiento? ¿Diversión? Eso dicen para halagarnos, pero la literatura de verdad es peligrosa. Una lástima que nuestros jóvenes hayan perdido ya el contacto con ella, los lectores apasionados, que integran incluso el tedio en sus lecturas, son personas de mediana edad. Hay algún joven inadaptado, pero pocos que prueben el veneno en estado puro. Tienen Instagram. 

martes, 20 de noviembre de 2018

El lector maravillado


Cada día escaneo la prensa digital buscando noticias que despierten mi libido mental. Busco dos vectores, tecnología y cultura, para encontrar asidero en el mundo líquido en que vivimos. Hoy la noticia que me ha alertado trata de la historia de un niño de once años que se aburría en clase lo que le llevaba a crear problemas a los profesores que no lograban encauzar a este alumno díscolo y complicado que es Hao Yu. Sus padres tienen un bar de quintos, menús del día y máquinas tragaperras. Hao Yu es español y sus padres son de origen chino. Pero un día a sus once años descubrió algo que le cambió la vida. Entró en la libreía +Bernat de la calle Buenos Aires de Barcelona y se vio mágicamente rodeado por los libros apilados a miles en estanterías. De pronto, Hao Yu descubrió el sentido de su existencia. Y desde entonces todos los días se pasa varias horas tras la jornada escolar o en el descanso del mediodía, sentado y abstraído leyendo profundamente concentrado en los libros que escoge y que le brinda la librería. En clase era un niño inquieto pero cuando lee se sumerge en la lectura y devora los libros que caen en sus manos. La librera, Montse Serrano, se ha convertido en su segunda madre. Sus padres no entienden nada. Nada hay en ellos que lleve a su hijo a semejante pasión por la lectura. Hao Yu tiene una butaca en la que se sienta cada día en la que pone un cartel con la leyenda de “ocupado”. Lee libros de ciencia ficción y fantasía como los de Brandon Sanderson, o trilogías como El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu, o La transparencia del tiempo de Leonardo Padura, literatura compleja y densa en resonancias literarias. Nuestro héroe lleva más de un año acudiendo diariamente a su librería a leer y algunos días intenta ir antes de que abran el negocio mientras está la señora de la limpieza pero se lo han desaconsejado. 

Esta es la noticia y a partir de ahora mi reflexión para intentar entender la mente de un niño de doce años totalmente abducido por la literatura que parece satisfacer las necesidades de su espíritu inquieto. Me pregunto por el efecto que tendrá en su personalidad el viaje por los terrenos de lo literario como pasión fundamental. Sus personajes son seres de ficción, las estructuras que lo conformarán serán esencialmente narrativas, llenas de peripecias en que lo cotidiano se transmuta en extraordinario en esos relatos de alto voltaje dramático. Una vez subsumido en el mundo de lo literario con tanta intensidad ¿cómo podrá relacionarse con la realidad del mundo exterior tan plano, tan convencional? Un comentarista de El País ha escrito que qué vida tan triste la de Hao Yu. Pienso que no entiende. Yo viví algo parecido a mis once años también cuando descubrí los libros, así que intento acercarme por analogía al mundo de este niño que encuentra en la literatura una clave de vida. Descubrí los libros y desde entonces no he podido separarme de ellos. Para mí son más reales los entes de ficción que muchos de carne y hueso con que me encuentro cada día. Veo que mi vida, en realidad, es plana y sin demasiados cambios. Escribo en mi diario digital tomando notas de cada día y repaso mis vivencias de hace años. Yo no he cambiado mucho, llega un momento en la vida en que los cambios son escasos, pero lo que dimensiona profundamente lo que sucedió hace cuarenta, o veinte, o diez o dos años, o hace seis meses no son los hechos externos que me acaecieron, no, lo que da forma a cada estela en el tiempo son los libros que me acompañaron en cada momento. Uno etapas de mi vida a las lecturas que las vertebraron y me llevaron a descubrimientos formidables, iluminaciones en la sombra, lecturas unidas a momentos cenitales, a amores lejanos, a viajes, a experiencias complejas como el zen o el teatro, a ser padre, profesor… La mente no deja nunca de asombrarse: es tan corta la vida y tan inmensa la dimensión literaria… Rastreo internet en busca de nuevos textos, los compro –nunca descargaría fraudulentamente un texto literario, es mi modo de respetarlos-, hallo nuevas claves, amigos me hablan de novelas que desconozco y que me apresuro a investigar, leo un poco de todo, desde ensayos, novelas, biografías, realismo, fantasía, ciencia ficción, poesía… Mi mente se ha conformado acorde a la literatura e intento saber por dónde irá Hao Yu en su devenir como lector. Su mente será diferente, funcionará por analogía. Es posible que a sus compañeros les interese el fútbol o los videojuegos u Operación Triunfo, nada es incompatible con la lectura, pero él tendrá un componente en que vivirán intensamente entes de ficción, dramas e historias, que conformarán un modo de ver las cosas cada vez más insólito en este tiempo. Probablemente se convierta en alguien extraño que vivirá en universos paralelos a la realidad convencional. 

Una vez probada la manzana envenenada de la literatura ya nada vuelve a ser igual que antes. La vida se vive de otro modo y cuesta separar realidad de ficción, teniendo en cuenta que la estructura básica de la realidad –el dinero, la nación, el patriotismo, la historia, el equipo al que sigues, la religión- todo son relatos de ficción que nos conforman profundamente. Todo es ficción. Hao Yu se sumerge en ella gozosamente y soporta la realidad, el bar de sus padres, la escuela, a sus compañeros y a sus profesores como parte de un decorado también ficticio y él pasa hojas recorriendo la biblioteca mágica del mundo ensimismado y solitario. Buen viaje Hao Yu, que sea pleno y lleno de aventuras, todo está en los libros. Serás diferente y te tendrán por raro, pero tú sabes dónde estás y lo que quieres, y entiendes que la vida sin el acicate de la literatura no es mejor ni peor, pero sí netamente otra. 


jueves, 19 de mayo de 2016

En plena sesión de lectura.


Estoy en plena sesión de lectura de las novelas cortas de mis alumnos. Es una tarea fascinante enfrentarme a estos textos que expresan la realidad existencial de estos muchachos de quince años. Tener quince años no es cualquier cosa. Son tres lustros. Dos de niñez y uno de pubertad y adolescencia. Más o menos. Tienen la niñez a flor de piel Y por eso les parece tan lejana. Pero hace un plis plas vivían en un mundo infantil. Así los recibí hace tres años cuando llegaban de primaria. La novela es un desafío de primer orden y en ella experimentan sus límites en un territorio incierto. Pienso que el ejercicio de escribir veinte o veinticinco páginas es algo importante. Mucho.

Claro que hay quien cuyas páginas están plagiadas de relatos de Wattpad. Lo detecto en seguida. Ello me produce una honda tristeza porque al desafío han contestado con un engaño feo. Podían haber hecho otra cosa si el reto les superaba. Por ejemplo, un muchacho georgiano, que tiene la materia suspendida, me ha escrito un relato sencillo pero humanamente precioso de cuatro o cinco páginas que trata de su nostalgia de Georgia, su madre y el descubrimiento del amor. Sé que no tiene un gran dominio del lenguaje pero ha hecho lo que ha podido. Sin trampas. A este muchacho lo eché de clase hace un mes por llamarme gilipollas. Fue expulsado del centro tres días, pero sé que sintió profundamente sus palabras. Tal vez había tenido un mal día. Sé que está desorientado, nada más.

No he leído todavía todas las novelas. Quiero leerlas con placer. Sentarme y disfrutar con ellas. No siempre es fácil. Es como dejarles un instrumento musical y decirles someramente cómo funciona y esperar que lo toquen bien. Es probable que todo rechine, que haya demasiada ingenuidad, que se violen aspectos fundamentales de la lógica narrativa, que el lenguaje sea demasiado pobre, que las imágenes no fluyan, que no sean capaces de comprender cuáles son las claves ocultas del relato para subrayarlas y singularizarlas. Un relato es una ilación lógica de algo que fluye por dentro. Una melodía interna que hay que saber que existe.

Andrés, el protagonista de mi post anterior ha escrito una novela de corte siniestro. Una especie de thriller sangriento. Se titula Maldad y tiene un subtítulo ¿Qué pasa cuando dos malvadas mentes se unen? También eché de clase a Andrés no hace mucho. Pero no pasa nada. Ser profesor, según lo entiendo yo, es reconocer sus posibilidades y alentarlas. En ese descubrimiento hay mucho de combate cuerpo a cuerpo, en el que pueden surgir a veces chispas. No es una edad fácil la adolescencia. Y no es fácil mi situación según la estoy viviendo. En muchos momentos siento una honda melancolía.

Acabo de leer una novelita, presentada en cuartillas en lugar de folios. Se titula Soledad. Es de una muchacha que obtuvo la máxima nota en su ensayo sobre el mundo de Kafka, el Odradek que ya expliqué aquí. Esta novela me ha dejado boquiabierto. Es exactamente lo que  anhelaba leer. Lo que no me atrevía a esperar. La obra de una joven narradora que ha escrito un relato prodigioso. Es como haberle dado un piano y que ella me hubiera interpretado un Nocturno de Chopin por pura intuición. Es un relato espléndido por el que fluye, sin estridencias, con una suavidad maravillosa, una profunda y desoladora tristeza, la tristeza que yo intuyo en esos ojos de una muchacha de quince años cuya vida no tiene que ser fácil. La he escrito dándole mi opinión de su pequeña novela y animándola a que no deje de escribir, expresarle que tiene un don. El lector tenaz que es este profesor intuye dónde hay un narrador en ciernes. Puede que esto sea un comienzo o puede que no. Quién sabe. Yo no sé nada. Pero esta experiencia ha tenido que ser iluminadora para esta muchacha. Lo sorprendente es que no es una alumna destacada por sus notas, pero alguien ha reparado en ella y le envía desde esta cápsula del tiempo la confianza en que ella vale mucho.

Otras historias: la de una muchacha extraordinariamente trabajadora que ha perdido totalmente todo lo que ha escrito por una avería en su ordenador. Se echó a llorar. Soy consciente de la pequeña tragedia. Otro ha perdido todo porque su archivo se le ha encriptado en lenguaje ascii y no sabe cómo decodificarlo. Tendrán que rehacer todo mediante su memoria.

Escribir una novela a los quince años tiene su qué. Es una experiencia inolvidable, si el que la ha escrito ha sido honesto. Y curiosamente, no tienen por qué ser las mejores las de los alumnos que obtengan las mejores notas en la asignatura.  Ni las de los que mejores notas saquen en sintaxis. Aviso para navegantes (¡¡¡¡¡¡!!!!!!!). Es un ejercicio de búsqueda de estructuras y de sentido. Puede que lea muchas anodinas, aunque las leeré con respeto, pero encontrar alguna de las que he hallado hasta ahora, ya justifica el ejercicio.


Cuando piense qué sentido tienen mis años de profesor,  quizás se me resuman en un solo texto, y llegue a pensar que fui profesor solamente  para alentar la confianza en algunos que pusieron lo mejor de sí mismos y tal vez alguno descubrió una vocación. ¿Parece acaso poco?

sábado, 7 de mayo de 2016

Carta imaginaria a Andrés


                                                 Aura Garrido, actriz de El ministerio del tiempo

No sé si leerás esta carta, pero yo la dejo aquí. A este blog le quedan dos telediarios y ya no tengo mucho que perder. Te conocí cuando eras un niño de doce años. Ahora tienes catorce o quince no lo sé muy bien. Eres un alumno peculiar de una promoción que me ha hecho revivir y volver a sentirme creativo y luchador. Había perdido buena parte de mi fuerza en el camino. Asistes como alumno a mis últimos días como profesor y los dos sabemos que hay una intensa comunicación subterránea. La hubo cuando eras un niño y te escribía mostrándote algunos haikus que había escrito. Me sorprendió el tono maduro que tenías cuando me contestabas, tono que contrasta con el muchacho festivalero y charlatán que eres en el aula. Muchos profesores opinan que eres terrible, que eres de la piel del diablo, que desmontas todo, que eres imposible. Yo les oigo y me doy cuenta de lo que oculta tu imagen externa, tal vez un sarampión adolescente que necesita ser desobediente y rompedor. Tiempo tendrás de ajustarte a la sobriedad de comportamiento en sociedad. Sin embargo, lo habrás notado, soy muy observador. Soy muy consciente de vuestras luchas íntimas, de todo aquello que está soterrado y pugna por emerger. Detrás de tu pose dicharachera y rebelde hay un creador, no sé muy bien de qué. He visto textos muy buenos tuyos y espero con delectación tu relato. Lo presiento interesante. No se trata solo de que sea bueno formalmente, sino de que la experiencia que lo fundamente sea verdadera. Que sea un documento de vuestro aquí y ahora, de vuestra potencia imaginativa y vital. Sé que la novela no es un ejercicio al alcance de la totalidad de los que estáis en clase. Pero para algunos de ellos, habrá un hito en su vida que será este relato. 

No he tenido ocasión de lanzar grandes discursos y soflamas en clase, así que mucho no me has escuchado. Pero me has seguido tal vez puntualmente en el blog y has sabido lo que había detrás de lo que hacía. Es la pasión de enseñar, el rugido del tigre antes de salir definitivamente de escena. Una vez me detuvo la policía por participar en un happening con mis alumnos. Es una historia que he contado en el blog y que volveré a contar algún día en un libro que quiero escribir que se llamará La pedagogía salvaje. Me he equivocado muchas veces. Supongo que todos nos equivocamos. Pero siempre he intentado que la literatura fuera un magma que incendiara los corazones adolescentes. Hay libros que solo se entienden en la adolescencia. En esa etapa de cambio formidable que sufrís en pocos años. Físico y mental. Dejáis irremediablemente atrás el mundo de la niñez para adentraros en el mundo adulto. La literatura ha sido el fundamento de mi vida. Desde que fui muy niño leí y leí, y sigo leyendo varias horas al día. Es un cuento infumable el que expresan algunos de que no hay tiempo para leer. Lo hay si es una prioridad absoluta el hacerlo. Si es un eje de tu vida. Has escrito que no dejarás de escribir nunca, así que colijo que tienes en ciernes una vocación de escritor. Es el momento de comenzar. Tienes un larguísimo sendero ante ti. La literatura es un fuego insaciable como lector, que es lo que he sido yo, y como creador, algo para lo que no he estado dotado salvo estas torpes entradas en un blog que pocos leen. Si quieres ser escritor, tienes un mundo apasionante dentro de ti mismo por descubrir, y habrás de agudizar la observación del mundo que te rodea. Además habrás de leer sin tregua, ir descubriendo los mundos literarios que te seducen. Hay tantas maravillas dentro de los libros, Andrés, que es difícil hacerse idea de tal riqueza. Me he pasado la vida leyendo y no he hecho sino rozar el corazón de la literatura. Todavía no he leído La divina comedia de Dante. Pero es una de las primeras obras que quiero leer en una versión bilingüe. Tienes que buscar tus modelos literarios. Descubrir a Melville y su Bartleby el escribiente, a Bukowski y su Máquina de follar, a Dumas y El conde de Montecristo, a Saint Exupery su Vuelo nocturnoEl jugador de DostoievskiLa espuma de los días de Boris Vian, la ciencia ficción, la novela negra, la novela realista, la experimental, los rusos, la literatura inglesa y francesa, italiana, alemana, la africana... El festín es de tal dimensión, Andrés, que se me ponen los pelos de punta imaginando todo lo que te queda por descubrir. Si sientes la llamada de la literatura, compagínala con cualquier otra profesión que elijas o vete a saber. No sé muy bien dónde estás y qué pretendes, pero tener claro a los catorce o quince años qué se quiere da tal fuerza y claridad de ideas que llevarás años de ventaja a cualquiera de tu edad. 

Ama la cultura, el cine, el teatro, la música, la danza, el cómic, la arquitectura, interésate por la historia, por las religiones, por el mundo antiguo, sin dejar de ser un habitante del siglo XXI en que has nacido y que verá cómo la Inteligencia Artificial será una presencia normal en el mundo que vivirás. La tecnología no es solo una distracción, es un medio de hacernos más humanos si la sabemos utilizar. Lee y lee. Sé curioso, pregúntate por el porqué de las cosas, intenta conocerte a ti mismo. Desconfía de los que te ofrezcan soluciones fáciles y cómodas. Nada que merezca la pena se alcanza sin esfuerzo. 

El año que viene ya no seré tu profesor, pero tú seguirás tu camino. Quiero irme a la India más de dos meses cuando estéis en clase. Es un viejo sueño que voy a realizar si nada se tuerce. La India es un continente espiritual, algo que ha dejado de ser Europa donde solo parece que hay centros comerciales y campos de fútbol. Me llevaré mi cámara y mi cuaderno de notas. Seguiré aprendiendo. Se aprende hasta que se muere uno. Y la muerte no es la peor ni la más siniestra de las reflexiones. La vida es extraña, da muchas vueltas, tenemos muchas capas como las cebollas. Y desde luego nada es como lo imagina uno cuando tiene quince años, pero en eso tienes un desafío por delante para irlo descubriendo. 


Cuídate.

domingo, 17 de abril de 2016

El Quijote y yo


Con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, propongo un juego literario en el que en cien palabras habréis de expresar vuestra relación con el clásico más clásico español. ¿Cómo fue vuestra lectura? ¿O no lectura? ¿Qué tiene de vivo la obra de Cervantes? Si lo detestas, también la opinión es valiosa.


Yo comenzaré con el primer comentario.

viernes, 15 de abril de 2016

Escuchar, tomar apuntes y redactar como estrategias


He descubierto recientemente una nueva herramienta educativa que se llama Linguoo. Está disponible para dispositivos móviles android y apple. No sé si se puede descargar en el PC o en el MAC. En todo caso, se puede generar un enlace y colgarlo en el correo o EDMODO y se puede acceder a sus archivos.

¿De qué se trata Linguoo? Consiste en una colección de audios sobre noticias de actualidad y  artículos sobre asuntos candentes, agrupados en varias etiquetas como Cultura, Entretenimiento, Tecnología, Obras literarias, etc. Estas grabaciones duran tiempo variable. Las más interesantes son para mí las que duran de 3 a 6 minutos. Pero las hay de duración más extensa, incluso de dos horas cuando las grabaciones corresponden a obras literarias de extensión reducida.

¿Qué hago con ellas? Las cuelgo en EDMODO para que puedan tenerlas mis alumnos y en clase les propongo un ejercicio muy interesante. El primero fue “Hay que controlar a las máquinas” que duraba 3 minutos y medio. La de hoy ha sido “Beneficios de tomar apuntes a mano” que duraba unos 6 minutos.

He dividido la clase en dos sectores, los que tomaban apuntes a mano y los que los tomaban con el ordenador. Les he pasado una primera vez el audio sin pausas para que se quedaran mentalmente con las ideas principales. Hay que decir que no son innecesariamente complicados y sí muy interesantes por la selección de los temas. Esta ha sido la primera audición. En la segunda, tenían que tomar apuntes, ya en papel o con el ordenador. Esta primera toma de apuntes era el borrador. Luego tenían que adaptar dichos apuntes a un texto de unas diez líneas en que se recogieran claramente las principales ideas del texto. La limitación de diez líneas era un importante sesgo al ejercicio porque si hubiera sido por ellos, habría sido mucho más largo. Es importante que sea sintético y claro. A este resumen en diez líneas, se añaden cinco líneas más con su comentario personal sobre el asunto. Hoy era especialmente interesante el tema del audio pues sostenía que los apuntes tomados a mano se graban más profundamente en la memoria que los tomados con el ordenador cuya efectividad es mucho más superficial en la memoria a medio plazo. El tema les ha interesado y la clase ha sido muy productiva.

El ejercicio de escuchar con atención audios interesantes es de primer rango. Luego que tomen apuntes sobre ellos es un ejercicio muy útil porque han de aprender a sintetizar, no escribiendo todo, primera tentación de ellos. Aprenden así a delimitar ideas centrales que luego han de expresar en un texto ya ordenado y corregido que es el que presentan al profesor, que espera con interés la mayor o menor habilidad de realizar esta tarea intelectualmente muy provechosa. No es lo mismo la voz del profesor, ya conocida y a la que se presta muchas veces poca atención. Enfrentarles a un ejercicio de audición, con voces y dicciones bien articuladas, es algo que ofrecía un hueco muy importante. Las noticias están en inglés y en español, algo que puede ser también muy productivo para profesores de inglés.


Se unen así varias estrategias, pero el punto de partida son los sugerentes temas que aborda la selección de Linguoo, una excelente plataforma que va añadiendo continuamente audios. Supongo que una de sus virtualidades está dirigida a invidentes que tienen así un canal de audios actualizado y fresco.

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