Hoy estaba totalmente absorbido por un relato de Ficciones de Jorge Luis Borges en la terraza de un bar con una copa de cerveza fresquita. De pronto en el cuento Examen de la obra de Herbert Quain, leo algo que produce mi asombro. Borges lo escribe mucho mejor, pero viene a decir que una obra literaria es un juego, y como tal juego ha de poseer simetría, leyes arbitrarias y tedio. Me he quedado pensando cautivado por esta idea, la de que la obra literaria en alguna medida contiene como ingrediente casi necesario el tedio. Ello concuerda perfectamente con la impresión que tengo de mis lecturas de buena literatura. En la lectura hay momentos tediosos en los que posiblemente hasta bostezo, o dejo la lectura y me voy a mirar el correo o miro la prensa…
Que Borges reconozca el carácter de juego de la obra literaria revela que es un mecanismo que funciona de acuerdo a unas reglas arbitrarias en las que debe entrar el lector porque cada obra es un mundo particular y único en que existe además la simetría. Y el tedio, que no se nos olvide. Leer tiene algo de tedioso, hablamos de gran literatura, no de libros de entretenimiento en que todo es gaseoso y divertido, dramático, libros pensados para crear grandes pasiones y sentimientos que arrastran al lector y que son leídos como el agua, sin ninguna violencia y la sensación que percibe el lector es la de que son agradables y amenos.
Que Borges reconozca el carácter de juego de la obra literaria revela que es un mecanismo que funciona de acuerdo a unas reglas arbitrarias en las que debe entrar el lector porque cada obra es un mundo particular y único en que existe además la simetría. Y el tedio, que no se nos olvide. Leer tiene algo de tedioso, hablamos de gran literatura, no de libros de entretenimiento en que todo es gaseoso y divertido, dramático, libros pensados para crear grandes pasiones y sentimientos que arrastran al lector y que son leídos como el agua, sin ninguna violencia y la sensación que percibe el lector es la de que son agradables y amenos.
Cuando fui profesor de literatura recomendaba libros a mis alumnos cuyo argumento les podía interesar pero que también les hiciera ir más allá de lo que se puede acceder en la vida cotidiana. En alguna manera tenían algo de trascendentes por el nivel de experiencias humanas e intelectuales a que daban lugar. Y eso era lo que les interesaba especialmente: la experiencia intelectual que les habían deparado, lo que habían aprendido, todo lo lejos que habían podido llegar gracias a la obra literaria. Todo se vino abajo cuando se impusieron los libros políticamente correctos y moralistas, pensados para crear valores, como si este fuera el papel de la literatura. La buena literatura no tiene como función la de crear buenos ciudadanos, ni hacer a la gente moderna, tolerante y progresista. No, radicalmente no. La literatura es veneno de primera magnitud en vena, y no es moral ni deja de serlo porque muchas veces su función es ir más allá de la moral para transgredirla, crear universos puramente literarios absolutamente disruptivos. Y en estos necesariamente hay algo de tedio. El tedio fue muy apreciado por los poetas románticos y los simbolistas. Tiene algo de pose ante la vida. El artista dominado por el tedium vitae se refugia en su universo personal ante una sociedad enferma, inmoral o simplemente fea. Que una obra artística sea algo tediosa es signo de que refleja la vida: el lector asiste, como en mi caso, leyendo Ficciones de Borges, a un juego prodigioso –intelectual, literario y metafísico- que cuesta seguir, y que hay que releer porque no se capta fácilmente a la primera –o a veces ni a la tercera-. Hay, como en un paisaje lunar, deslumbramientos, sensación de belleza absoluta, formal y temática, tanto que como a Stendhal le surge de pronto la necesidad de huir de tanta belleza por no ser posible soportarla y el lector se aleja mentalmente de la cadena de ideas o de imágenes y de pronto se ve invadido por el tedio abrumador. Es como un descenso estético. No se puede estar continuamente, como propone Borges, en la altura de un juego intelectual deslumbrante por su inteligencia y su sutileza. Salgo huyendo, necesito distanciarme, para luego volver con más concentración al fragmento que he dejado atrás. Como experiencia estética el tedio es necesario para enfrentarse a la obra literaria. A veces en un museo pictórico me descubro, tras mucha concentración, bostezando repetidamente, puede que sea simplemente signo de cansancio por el esfuerzo invertido…
Hoy me tomaba una cerveza en una terraza y he tenido la suerte de que nadie se haya puesto a hablar por el móvil. Cuando he ido a pagar a la barra, el camarero ha querido decirme algo amable y me ha dicho algo así como ¿relajándose un rato? Yo me le he quedado mirando de hito en hito y le he dicho que estaba leyendo antes de comer. Y él, ¿pasando un ratito, no? Y yo, tremendamente apasionado –no me he podido reprimir- le he contestado ¿pasando el rato con un libro como este? -Y le enseño Ficciones de Borges-. Pasando el rato no. Es reto, juego, desafío, aventura, no estoy pasando el rato, no. El camarero se ha quedado mirándome y ha puesto gesto de estar pensando, y ha dicho sinceramente: ¡Qué bonito! ¡Qué interesante! Y me ha mirado a los ojos profundamente. No había la más mínima ironía o enojo en él ante mis palabras que le han conmovido. Probablemente sea la conversación menos esperable en un bar en que a los clientes se les dice cosas normales para entablar conversación. No sé si he sido terriblemente pedante, pero lo que sí es cierto es que me ha salido del alma, y me he sentido muy unido al camarero. ¿Cómo expresar lo que es la literatura sin pasión? ¿Entretenimiento? ¿Diversión? Eso dicen para halagarnos, pero la literatura de verdad es peligrosa. Una lástima que nuestros jóvenes hayan perdido ya el contacto con ella, los lectores apasionados, que integran incluso el tedio en sus lecturas, son personas de mediana edad. Hay algún joven inadaptado, pero pocos que prueben el veneno en estado puro. Tienen Instagram.
No estabas pasando el rato, estabas intentando pasar el reto.
ResponderEliminarDivertido planteamiento. Ciertamente, el lector ha de poner mucho de su parte para entrar en el juego.
EliminarNo podría concebir mis lecturas como reto o desafío porque no me interesa nada que suene a "examen" o a "superar" algo; excepto por eso, coincido con tu apreciación.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu planteamiento muy oportuno. Un cordial saludo.
EliminarEs triste, despreciamos el tiempo, el tiempo que vivimos. La mejor opción que se nos ocurre es la de "pasarlo", como sie fuera algo indeseable que debemos pasar cuanto antes, ya que es inevitable que lo tengamos. Me parece más idóneo que intentemos, (entiendo que es lo que tú hacías) "disfrutar" el rato, que ¡es que van quedando menos! De hecho ya se ve el fondo del saco!!!
ResponderEliminarUn abrazo
j
Entiendo que el tiempo es algo que nos condiciona profundamente: es la cuarta dimensión, la que da sentido a nuestra vida. Leer es llenar de densidad al tiempo, igual que pensar o escribir haikus, o pasear por la montaña o conversar con tus seres queridos o con algún amigo. Abomino de la expresión "pasar el tiempo", e incluso de "disfrutarlo". Es algo diferente, no sé cómo explicarme. No pido al tiempo que sea placentero. No. El dolor puede tener una dimensión muy profunda y no lo esquivo aunque no sea placentero. Es a que el tiempo tenga dimensión, aunque esa dimensión sea no tener dimensión, a que todo es una ilusión, y ver una flor o las crestas de las olas o un atardecer o una abeja libando o un pajarito en una rama -como haces tú-. Ayer, cuando hablé con el camarero vi en sus ojos una profunda conmoción. Uno va al bar a pasar el tiempo, es lo normal, dejar pasar el tiempo y nada más. Mi respuesta apuntaba a que hay algo más que dejar pasar el tiempo. Para mí es la literatura, o la montaña o caminar... O escribir. El tiempo tiene una dimensión muy profunda, como tú y yo sabemos. Y en cuanto al fondo del saco, no deja de ser una llusión también. El tiempo es transparente cuando lo observamos. Somos simultáneamente ese niño que fuimos, el hombre maduro que también fuimos o el anciano que seremos. No tiene demasiada importancia, todo está en estado de permanente transición pero no tiene importancia. Cuando leo, encuentro entre las intuiciones de los grandes artistas, auténticas conmociones estéticas y existenciales. Todo artista se encuentra en la vida en las mismas vicisitudes que nosotros pero va más allá. Y crea arte con el temblor del tiempo, con esa vibración que hay continuamente en nosotros y en todo que nos rodea. Un abrazo.
EliminarCreo que lo que tú llamas "tener dimensión" para mí sería "tener concentración". Tantas cosas suceden cada día al nuestro alrededor de las que ni siquiera nos percatamos. Dar dimensión es poner concentración.
EliminarTienes razón, la clave de la vida es la concentración en el presente, en la capacidad de observar la realidad. Unos se percatan más que otros, eso es cierto, y en buena parte es cuestión de concentración.
EliminarTu texto (de los mejores que has escrito, en mi opinión) me ha recordado enseguida las noches que pasé intentando leer de un tirón "El libro del desasosiego" de Pessoa. Fue imposible. Era un libro del que debía distanciarme cada cierto tiempo o "moría de intensidad". Me ha pasado con algunos más ("Viaje al fin de la noche" de Celine, "Rayuela" y algunos otros); había párrafos enteros que no entendía, pero los que sí, ¡ay, el placer era indescriptible!
ResponderEliminarQuizá todo lo que valga la pena suponga un esfuerzo, y un tedio, y cierta modorra, pero como ya te comenté alguna vez ¡divina modorra la del paciente, que al principio no lo era, de "La montaña mágica"! Esa es mi sensación preferida cuando leo: dejarme llevar, soltar y volver a coger el libro, aburrirme, darme mi tiempo mientras vagueo en una tumbona respirando los aires suizos...
¡Si una pudiera cambiar de país, como hablábamos el otro día...!
Un abrazo, Joselu, apasionado adalid de la buena literatura. Gracias por el post, y un olee para el camarero (lo mismo tiene dos o tres carreras y no encuentra trabajo en lo suyo, desgraciadamente no sería nada raro).
Leí Ficciones hace treinta años y ahora he vuelto a él. Pero mi próximo libro, en fase de relectura, es Viaje al fin de la noche. Me ha conmovido que lo hayas citado porque ahora voy por él. Apenas lo recuerdo así que será de nuevo una lectura iniciatica o todavía mejor. Cuando relees es mucho mejor. Leí La montaña mágica en mi primer tratamiento antidepresivo y fue una experiencia maravillosa. Pocas veces he disfrutado tanto con una lectura lenta, morosa, tediosa pero maravillosamente intensa. Me ha encantado tu comentario que enlaza perfectamente con mi post y lo entiende a la perfección. Leer es aburrirse también. Pero en la vida hay momentos de aburrimiento, ¿cómo no va a haberlos en la literatura? Siempre he soñado en ser tuberculoso y estar en una chaise longue frente a los Alpes leyendo o conversando con alguno de los personajes del sanatorio o erotizándome con Mme Chauchat. ¡Qué maravilla incluso abrurrirse con la literatura!
EliminarDices: "Cuando fui profesor de literatura..." Pienso que no has dejado de ser profesor de Literatura (otra cosa es ejercer), porque sigues ofreciendo lecciones magistrales del género literario, a las que asistimos como buenos alumnos hasta este blog, y para nada son tediosas tus entradas por mucho que con ello contradiga al maestro Borges.
ResponderEliminarBueno, mi carrera como profesor está dividida por la línea de la LOGSE, la nueva ley que es implantó en los años noventa y que estableció cambios radicales en el tejido educativo. No voy a criticarla pero sí decir que yo hasta ella era profesor de literatura en un cien por cien de mi trabajo, y luego dejé de serlo casi por completo. La enseñanza de la literatura se modificó totalmente y dejó de ser prioritaria, convirtiéndose en un pequeño y diminuto apéndice de la materia de Lengua. Además, la evolución de la sociedad llevó también a que la literatura, la buena literatura, fuera ya marginal y accesoria, prácticamente irrelevante. Yo he vivido tiempos en que la literatura era un arma de rebeldía intelectual para los adolescentes. Y eso desapareció, como desaparecieron el correo postal o los confesionarios en las iglesias. La literatura ya no llama a los adolescentes, me refiero a la de verdad. Ahora es otra cosa más próxima a Instagram.
EliminarCreo que las personas que leemos, yo leo todos los días por la mañana y por la tarde noche, lo hacemos por gusto, simplemente. Que nos sirva de provecho o no, dependerá de personas, a mi me gusta, disfruto leyendo y para mi es un vicio. Así de sencillo .
ResponderEliminarUn saludo.
No se puede decir mejor ni de forma más clara. Un cordial saludo.
EliminarReconozco que la aparición del "tedio" en esa descripción es parecida a al clasificación de los animales de otro de sus relatos:
ResponderEliminar(a) pertenecientes al emperador,
(b) embalsamados,
(c) amaestrados,
(d) lechones,
(e) sirenas,
(f) fabulosos,
(g) perros sueltos,
(h) incluidos en esta clasificación,
(i) que tiemblan como locos,
(j) innumerables
(k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello,
(l) etcétera,
(m) que acaban de romper el jarrón,
(n) que de lejos parecen moscas.
Una genialidad made in Mr. Borges que no necesita mayor explicación ni aventurar en qué ha de consistir, para que tengamos materia sobre la que discurrir. De haber algún tedio, ese siempre lo h de poner el autor, y forma parte de aquel tedium vitae que se puso de moda allá por los 50 del siglo pasado. En todo caso, no sé si refiere con lo del tedio, dada la longitud habitual de sus relatos a aquello que dijo Valéry, que sería incapaz de escribir una narración en la que hubiera de incorporar una frase como "la marquesa salió a las cinco"..., si no recuerdo mal, que cito de flaca memoria. La provocación, Borges era un provocador nato, está servida. Y sí es cierto que puede haber algo de tedio en ciertos pasajes de transición en los que los autores nos dejamos llevar por la grafomanía en vez de por las exigencias del relato, pero incluso en esos momentos, al menos en los grandes autores, hay siempre alguna recompensa para los lectores. El tedio como tema es la mar de entretenido. Y, si no, que se lo digana D'Ors, que escribió con él una obra magnifica "Oceanografía del tedio", y no solo en el título. Que hay obras que solo valen su título, como aquel superventas de Manuel Halcón: Monólogo de una mujer fría. ¡Por Hermes lo que irían buscando los españolitos de la época, 1960, en esas páginas...!
Tengo un día que echar mano a esa Oceanografía del tedio orsiana de título tan sugerente. Solo añadir que del tedio surgen ideas luminosas. Digamos que mucho de mi vida ha tenido lugar en la actividad, pero lo más productivo ha sido fruto de periodos de tedio buscados y elegidos.
Eliminar