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martes, 1 de octubre de 2019

Los buenos y los malos tiempos



"Los malos tiempos crean hombres fuertes. Los hombres fuertes crean buenos tiempos. Los buenos tiempos crean hombres débiles. Y los hombres débiles crean malos tiempos"

He encontrado esta cita de Ibn Jaldún, filósofo musulmán del s.XIV y me ha parecido meridianamente cierta, viendo en retrospectiva la historia de la democracia española en los últimos cuarenta años. La reflexión me vino durante la excelente película de Amenábar, Mientras dure la guerra, centrada en la figura del pensador y escritor Miguel de Unamuno y su posición ante el alzamiento nacional por parte de un sector del ejército contra la república en la que vemos la profunda división de la sociedad española, que se enfrentó a sangre y fuego en una cruenta guerra civil.

Pensé que el resultado de la guerra fue una dictadura personal de 39 años de un militar sinuoso y hábil que se impuso con astucia al resto de generales y demás opciones políticas. Una terrible guerra y una dictadura fueron el resultado de nuestras discordias republicanas.

Sin embargo, esa oscura y cruel dictadura, los malos tiempos, creó hombres fuertes como resistencia ante ella. Los movimientos políticos de lucha se extendieron por todo el país, la solidaridad obrera se impuso en las diferentes regiones, los intelectuales lideraron un fuerte movimiento de insurrección de ideas e intuiciones artísticas, la poesía brilló y la dictadura no pudo impedir que fuera creciendo la oposición a la misma en consonancia con las ideas democráticas que dominaban en el resto de Europa occidental. Algunos sufrieron represión y pagaron con la cárcel o con detenciones su implicación política. Nunca la prensa y los semanarios de información han sido más populares y han servido como vehículo de referencia a tantos lectores. Los grupos teatrales concienciados crearon compañías independientes sin subvenciones y llevaron el teatro por todas partes de España. Los años sesenta y setenta fueron años de florecimiento de iniciativas, además de un despertar cultural y político. Se forjó una generación de líderes políticos posibilistas que alcanzaron un alto nivel de inteligencia y sensatez frente a la dictadura. Recuerdo aquellos nombres que me evocaban solidez y era claro el grado de unidad de las distintas regiones de España frente al enemigo común. Cataluña y el País Vasco lideraban esta resistencia activa y de ideas. Cataluña era profundamente admirada por las conciencias más activas y por los jóvenes de los distintos sitios de España. Nuestro país nunca ha brillado tanto como en estos años anteriores a la muerte de Franco en cuanto a determinación y sensatez, además de posibilismo para salir de la dictadura. Hasta el Partido Comunista apostó por un pacto nacional entre los supervivientes del Régimen y la izquierda. Fue una generación de hombres fuertes.

Se puede decir que vinieron los buenos tiempos tras la fenomenal transformación que experimentó España tras la Transición. España fue admirada en todo el mundo y sirvió de referente a Nelson Mandela en su transición en Sudáfrica.

Los hombres fuertes crearon buenos tiempos, pero los buenos tiempos crean hombres débiles, como escribió Ibn Jaldún. Y hoy vemos una sociedad puerilizada y débil, una clase política patética y minúscula a la hora de enfrentarse a grandes desafíos políticos que tendrían solución con la presencia de estadistas fuertes y con ideas. El Congreso parece la extensión de una guardería en que líderes adulescentes juegan a la política de un modo suicida, sin cultura personal ni histórica, sin experiencia política, expertos en demagogia y de una pobreza intelectual que abruma. Por otra parte, estamos todos enfrentados unos con otros. Los líderes catalanes juegan a aprendices de brujo ante una parte de su sociedad que más parece un parvulario narcisista. Y el conjunto de la sociedad española adolece de una pobreza y una debilidad que estremece. No somos capaces de encontrar soluciones políticas porque no hay hombres (ni mujeres) fuertes, todos nos hemos hecho débiles y lábiles. Además de tener pulsiones puramente caprichosas en que queremos todo aquí y ahora. Nunca una sociedad ha estado tan inerme ante tan difíciles desafíos ni tan falta de liderazgo. Solo han faltado las redes sociales para terminar de enfrentarnos y dividirnos, además de puerilizarnos.

La dictadura fue una experiencia terrible pero tuvo consecuencias positivas a la hora de crear una sociedad civil fuerte y a unos líderes con carisma. La democracia, paradójicamente, ha sacado lo peor de nosotros y ha forjado nuestra debilidad, nuestras dudas, nuestros peores instintos y estamos todos enfrentados, sin reconocer lo bueno de lo que tenemos porque nos parece miserable. Y así jugamos a romper el invento, a nuevamente odiarnos y combatirnos unos a otros.  

Auguro que estos malos tiempos en manos de hombres débiles terminarán estallando. Y, probablemente, nos vayamos al garete. Pero luego ¿qué pasará? No lo sé. No sé si el ciclo vuelve a repetirse.


sábado, 23 de febrero de 2019

El intercambio (Antonio y Manuel)


Soy consciente de la fecha que es hoy –ochenta aniversario de la muerte de Antonio Machado en Collioure en el exilio tras la guerra civil- y soy un admirador rendido de su primera poesía, la que constituyen los libros Soledades, galerías y otros poemas y Campos de Castilla. He visitado Collioure en tres ocasiones y en una de ellas mis hijas recitaron versos de su Retrato ante su tumba, y en otra ocasión mis alumnos leyeron también poemas suyos con una bandera republicana que llevé y puse sobre su lápida. No tendría que justificarme pero comienzo haciéndolo porque lo que voy a decir es, por lo menos, sorprendente. Voy a hablar de dos almas gemelas, Antonio y Manuel Machado, que se llevaban un año aproximadamente. Manuel nació en 1874 y Antonio un año más tarde. Ambos vivieron en el palacio de las Dueñas en Sevilla y se educaron en la progresista Institución Libre de la Enseñanza en Madrid, dirigida por Francisco Giner de lor Ríos. Ambos fueron a París a final de siglo y conocieron a Rubén Darío. Manuel estudió Filosofía y Letras, algo que Antonio haría posteriormente ayudado por Miguel de Unamuno. Ambos escribieron poesía simbolista. Manuel publicó su espléndido Alma en 1907, el mismo año que Antonio Machado publicó Soledades, galerías y otros poemas.  Les dividió en cierta manera la vida al casarse Antonio con Leonor y morir esta en 1912. Antonio fue destinado a Baeza tras la muerte de Leonor para huir de la terrible tristeza que sentía. Allí comenzó a estudiar Filosofía y Letras. Manuel y Antonio colaboraron en varias obras dramáticas como coautores con cierto éxito. Antonio, ya en Madrid, tras su destino en Segovia, se entusiasmó con la República y participó en las Misiones pedagógicas, igual que su hermano Manuel que colaboró con la Asociación de amigos de la Unión Soviética. En la obra, La Lola se va a los puertos (1929), José Antonio Primo de Rivera, futuro fundador de Falange, elogió a ambos poetas el día de su estreno en Madrid. Manuel y Antonio eran uña y carne, íntimamente unidos en el terreno personal y literario.

Sin embargo, hubo algo que, por obra del azar, les separó. El Alzamiento Nacional les sorprendió en ciudades distintas. A Antonio en Madrid y a Manuel en Burgos donde estaba el 18 de julio de 1936. Antonio fue erigido como ejemplo de poeta cívico republicano comprometido con el pueblo y Manuel elogió a José Antonio Primo de Rivera y escribió poemas como El sable del Caudillo dedicado a Franco cuando la toma de Madrid por las tropas nacionales. Antonio Machado vivió en Madrid, y  posteriormente en Valencia en la retaguardia como emblema de la literatura al servicio de la república. Antonio escribió en sus Escritos de guerra (1937) loas entusiastas sobre la URSS, el modelo soviético y el marxismo de puño abierto. 1937 y 1938 son los años que en la URSS tienen lugar los procesos de Moscú en que centenares de miles de comunistas fueron fusilados por ser supuestamente traidores o simpatizantes del troskismo. Antonio no sabía nada de esto ni de la represión en la retaguardia republicana ni de la realidad de las chekas, como centros de tortura generalizada. Antonio era un hombre bueno, melancólico, extraordinariamente ingenuo en la vida y en su relación con las mujeres –véase su relación con aquella mujer a la que llamó Guiomar y que se aprovechó de él y luego lo abandonó-, y muy asustadizo. Sus escritos Juan de Mairena y sus Escritos de guerra muestran a un hombre lúcido y comprometido con la causa republicana. La derrota lo llevó primero a Barcelona y luego a Collioure donde murió hace ochenta años. La leyenda sitúa a su hermano Manuel acudiendo a su improvisada tumba en la ciudad francesa pocos días después de su muerte, aunque este hecho no se ha acreditado.

Ahora piensen por un momento en la posibilidad de que la guerra hubiera encontrado a Antonio en Burgos y a Manuel en Madrid. ¿Envenenada propuesta? Yo le he dado vueltas muchos años desde que en la Universidad Autónoma en un curso sobre Antonio Machado, una de las mejores especialistas sobre su figura y obra me contestó con un espeso silencio ante esta hipótesis. ¿Qué hubiera pasado si Antonio hubiera estado en la capital de la España Nacional en julio de 1936? Antonio no era un héroe y sí un hombre ingenuo y medroso. Su hermano Manuel era mucho más decidido y resolutivo. ¿Acaso hubiera terminado Antonio escribiendo sonetos al Caudillo y Manuel, su alma gemela, escribiendo loas a Stalin y a la URSS? El destino crítico de ambos hubiera sido muy diferente. Mientras Antonio ha recibido el reconocimiento crítico más entusiasta como poeta cívico, al servicio del pueblo, y su obra ha sido ampliamente estudiada en cientos de tesis doctorales y la oposición hizo de él su símbolo contra el franquismo, Manuel, su hermano, casi gemelo, ha recibido el  olvido más clamoroso. No hay biografías de la dimensión que las que tiene su hermano y su obra ha sido prácticamente olvidada. ¿Qué hubiera pasado si hubieran intercambiado su destino por obra de un azar inexplicable?

¿Qué esto es hablar por hablar? Claro, la historia es irrepetible y Antonio no fue a Burgos en esa fecha y sí su hermano, igual que Federico García Lorca fue a Granada en lugar de quedarse en Madrid o viajar a Mexico como le habían propuesto. No obstante, uno no deja de plantearse ciertas preguntas que podían haber tenido respuesta muy diferente si no hubiera sido por el azar. Porque Antonio Machado no era un Unamuno, incapaz de callarse  estuviera donde estuviera. ¿Acaso la historia podría haber llevado a Collioure a Manuel en lugar de a Antonio? ¿Estaríamos recordando ahora a Manuel Machado en vez de a Antonio?

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