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domingo, 29 de marzo de 2020

¿Vendrán de nuevo los felices años veinte?

   
                                                  Pandemia de 1918-1919

No soy epidemiólogo ni científico especialista en infecciones, pero me surgen dudas sobre lo que estamos viviendo. Entiendo la necesidad de aislamiento y confinamiento para impedir la expansión masiva del virus. Personas que no tienen síntomas pueden ser portadoras y contagiarlo a otros más frágiles y propensos por sus patologías anteriores –las personas mayores, especialmente hombres-. Los infectores pueden no desarrollar más que una forma leve del virus pero su poder de infección puede ser letal. Lo entiendo. Pero también me digo que el confinamiento evita la extensión de la enfermedad, cierto, pero no hace que la sociedad se haga inmune a él como en la gripe de 1918-1919 en que murieron más de cincuenta millones de personas hasta que se superó. Aclaro que luego vinieron los felices años veinte en que la sociedad salía de una guerra terrorífica y una pandemia todavía más mortífera que la guerra.

Pienso que si no nos autoinmunizamos, que es lo que está sucediendo ahora, estaremos expuestos, hasta que se comercialice la vacuna, a nuevas reinfecciones del virus. En China parece haberse superado la fase interna de la infección, pero la población china ha desarrollado una intensa xenofobia hacia los extranjeros que son los que creen que pueden reintroducir el virus si se abren las fronteras de nuevo. Esto me da qué pensar que este proceso que estamos viviendo no durará un mes o mes y medio, no, será mucho más largo porque estaremos propensos a nuevas reinfecciones si la llegada de visitantes –turistas, viajeros, inmigrantes- sigue como antes. En China, actualmente, la xenofobia hacia los extranjeros es fortísima. ¿Estaremos condenados, hasta que se comercialice la vacuna lo que puede ser aproximadamente año y medio, a estar cerrados al exterior, si es que eso pudiera ser?

El confinamiento es un arma de doble filo, todos los países del mundo lo han adoptado para evitar la expansión del virus, incluso Boris Johnson en Reino Unido –contagiado él por el coronavirus- pero no nos inmuniza naturalmente frente a la pandemia. El problema es que en nuestras políticas preventivas –lógicas si queremos impedir una mortandad terrorífica- estamos exponiéndonos a unas situaciones en que, si queremos volver a la situación anterior de aglomeraciones humanas en fiestas, conciertos, eventos deportivos, manifestaciones políticas, bares y restaurantes, cines, teatros, etc, etc, va a ser muy difícil hacerlo si no imposible, porque elementos foráneos pueden reintroducir el virus de nuevo ante el que no estamos autoinmunizados.

¿Vendrán de nuevo los felices años veinte?

sábado, 28 de marzo de 2020

Muchas librerías tendrán que cerrar


El mundo del libro está en estado de shock, no es el único en el terreno de la cultura porque los teatros, el cine y la música, comparten este sentimiento de desolación ante una sociedad encerrada que no compra libros, que no va al teatro, que no va al cine y no va a conciertos. No puede.

El mundo editorial espera con ansia el mes de abril en el que hay importantes fiestas que mueven un 7% de las ventas de todo el año, es la fiesta de San Jorge o Sant Jordi. La primavera es la mejor época del año para los libros, para que los clientes se acerquen a las novedades y a ciertos autores de éxito. Pero las librerías están cerradas, la gente cuando se cruza con alguien se aparta con temor, hay ya miles de muertos en España por la expansión del coronavirus. Para el mundo editorial, los distribuidores y las librerías es la muerte en un sector que vive día a día. Se pierden las inversiones en propaganda y novedades que amarillearán en los almacenes. La industria del libro vive de algunos autores y libros para subsistir y lograr que luego otros títulos minoritarios logren salir a la luz. En España hay unas tres mil librerías pero muchas tendrán que cerrar porque no podrán superar este momento. Y entonces Amazon se quedará con todo. Para Amazon no hay crisis ni relación con los lectores, es un mundo cibernético y distante, extraordinariamente eficaz y rápido. Encargas un libro a las diez de la noche y normalmente al día siguiente por la mañana ya lo tienes en casa. No hay entramado sentimental, todo es frío, exacto, no existe la conversación con el librero.

He visto cerrar muchas librerías en Barcelona, la mayoría empeños maravillosos de libreros que luchaban por la cultura. Fueron arrinconadas y arruinadas por la actualización de los alquileres en los centros de las ciudades, por la jubilación de los propietarios sin posible sucesión… He visto esto con tremenda tristeza. Antes un librero era una persona de referencia que ha ido desapareciendo salvo en empeños voluntaristas, hermosos, llenos de romanticismo.

Las perspectivas son sombrías para los que quedan. La cultura sufrirá mucho con esta crisis mundial. No será el único sector pero a mí me duele especialmente.

El Coronavirus amenaza con romper Europa


La crisis del COVID-19 está afectando de forma diversa a los distintos países de Europa en cuanto a afectados y a su nivel de letalidad. Los países del norte tienen menos contagios y víctimas, así como sus sistemas sanitarios parecen más eficaces que los del sur de Europa. Pero no solo es el nivel de afección lo que aquí está en juego sino cómo dar respuesta conjunta a esta crisis, la más grave de la historia de la Unión Europea, aún más que la de 2009. Hasta ahora ha habido solo enfoques nacionales al margen de las instituciones de la Unión. Cada país se ha enfrentado como ha podido a la crisis, lo que ha hecho emerger más las diferencias entre los distintos países. Puede que esto genere enfrentamientos –ya los está generando- entre países como Alemania, Holanda o Austria que rechazan solidarizarse y pagar el hundimiento de los países del sur y otros como España, Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo que piden una acción conjunta y comunitaria frente a la crisis emitiendo Eurobonos –coronabonos- para compartir los costes.

Es la misma idea de Europa, ya gravemente resquebrajada en los últimos años, la que está en juego. Los estados del norte son los tradicionalmente partidarios de la austeridad frente a los del sur cuyas cuentas están menos saneadas. Puede que la pandemia sea el detonante final para la disolución de alguna manera de la Europa compartida.

Las recientes palabras de un ministro holandés, Wopke Hoekstra, sosteniendo que se debía investigar a España por no tener margen presupuestario para luchar contra el coronavirus, no fueron replicadas por representantes españoles sino por el ministro portugués Costa que las calificó de “repugnantes”, de absoluta inconsciencia y que “minan completamente el espíritu de la UE, siendo una amenaza para el futuro de la Unión”. Apeló a respetarnos unos a otros ante un desafío que debería ser común. Añadió que los miembros de la Unión deberían “comprender que no fue España la que creó o importó el virus”.

viernes, 27 de marzo de 2020

El mundo respira mejor gracias al Coronavirus


La crisis mundial que supone el Coronavirus tiene un efecto positivo sobre la salud del planeta y es posible que salve más vidas que las que causa. En efecto, el parón mundial, en especial en China, de la producción, la caída del consumo de carbón, la disminución del gasto eléctrico por las cuarentenas impuestas a las empresas chinas para contener el virus, ha hecho que por primera vez en mucho tiempo se vieran cielos limpios y ambientes claros. Asimismo, en el resto del mundo, la producción depredadora se ha ralentizado y las emisiones de dióxido de nitrógeno y dióxido de carbono, se han visto notoriamente reducidas. A esto se añade la caída significativa de los vuelos de turismo depredador que suponen un 8% de las emisiones de CO2. El mundo en estos días es mucho más limpio, los centros de las ciudades están desiertos, abandonados por el turismo de bajo coste que invade todas las urbes notorias del mundo.

La OMS calcula que mueren anualmente en el mundo ocho millones de personas por la contaminación que produce un planeta que se encuentra en estado de emergencia climática.

El coronavirus está teniendo consecuencias muy positivas porque ha ralentizado el planeta y nos puede enseñar, si escuchamos, que hemos de modificar radicalmente nuestro devastador estilo de vida que requiere de más y más agresión a la naturaleza. El coste será una terrible crisis económica que nos golpeará brutalmente porque nuestro modo de vivir requiere de un gasto de energía que no puede ser mantenido.

Es posible que estos días oigamos cantar a los pájaros en ciudades vacías de frenesí urbano. Pensemos que el coronavirus puede ser una señal de advertencia beneficiosa, pero hemos de oír el mensaje y no veo, salvo en webs muy marginales, que nos estemos dando cuenta de que lo que está pasando es muy bueno para el planeta.

jueves, 26 de marzo de 2020

El Quadern Suis de Quim Torra

En estos días de zozobra, hoy he conseguido reírme de lo lindo viendo este vídeo de Lluís Bosch, sacado de su blog "Mil demonios" que es una de las mejores empresas que hay en la red. Sinceramente me he desmochado viendo dos veces seguidas este vídeo a propósito del libro que ha publicado el Honorable Quim Torra para que nos lo descarguemos gratuitamente durante este confinamiento. Joaquim Torra no se merecía menos y el excelente ironista y escritor,  tanto en catalán como en castellano, Lluís Bosch nos ofrece una reseña inolvidable de El Quadern Suis publicado en Ediciones 62. Ahora es gratuito pero en papel serán veinte euracos. 


La fragilidad masculina




(Fuente The Guardian)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Nuestro estilo de vida


Una entrevista a Pedro Jordano en El Cultural me ha confirmado lo que en cierta manera ya intuía. La aparición del Covid-19 está íntimamente relacionada con la acción humana sobre la naturaleza. Recomiendo la lectura de esta entrevista que he enlazado, no hay más que añadir si se lee. Pedro Jordano (Córdoba, 1957) es ecólogo e investigador del CSIC y premio BBVA de Fronteras del conocimiento de Ecología y conservación de la naturaleza. 

Estas son mis reflexiones a propósito de esta entrevista: 

No es desconocida la advertencia de que el ser humano está transformando el mundo y produciendo alteraciones profundas en los ecosistemas climáticos y naturales. Somos casi ocho mil millones de personas en el planeta y la acción humana está devastando, para satisfacer las demandas de consumo del primer mundo, los recursos naturales. Los países emergentes quieren también su parte en el pastel planetario y eso hace que la naturaleza sufra nuestros embates de infinidad de formas empezando por el cambio climático, la deforestación, la alteración de hábitats naturales, sobrepoblación de áreas silvestres, avance de zonas urbanas en zonas salvajes... Ello favorece los saltos de especies silvestres a humanos. Se cree que el Covid-19 procede de una zoonosis o lo que es lo mismo, el salto de patógenos de especies animales a los seres humanos, como ha sido en otros procesos semejantes pero que no han tenido la misma virulencia como el SIDA, Ébola, SARS, West Nile, la enfermedad de Lyne, Hendra, Nipah, etc... 

Nuestro bienestar y riqueza no es gratis y lo vemos ahora con esta infección patógena que puede ser comparable a otros efectos como las migraciones humanas del sur al norte, efectos ciclónicos, grandes incendios devastadores, fusión de los polos, devastación de las selvas tropicales para plantar productos que ansiamos en el primer mundo como los aguacates o los biocombustibles, la destrucción de los océanos... Estamos alterando nuestra relación con la naturaleza de un modo destructivo y no comprendemos dicha interacción. Hay miles de virus que desconocemos. Cuando salta uno tan contagioso como el que estamos a los seres humanos, unido a la velocidad de propagación en un mundo hiperconectado por infinidad de conexiones aéreas... estamos ante una situación de emergencia planetaria. 

Estamos alterando la biodiversidad de ecosistemas naturales y se derrumban barreras para la expansión de patógenos. 

Es nuestro estilo de vida lo que está transformando el planeta. Si algo bueno tiene esta catástrofe zoogénica es que supondrá en buena medida un parón ecológico durante un tiempo. Es una advertencia que hemos de tener en cuenta. Vamos a sufrir como consecuencia de un colapso económico, pero es hora de hablar de nuestro estilo de vida depredador. Sé que es un tema muy complejo pero ahora tenemos una muestra de sus efectos. 

Sería un error irreparable ansiar que simplemente todo volviera a lo mismo que era antes del Covid-19. Aprendamos. 

martes, 24 de marzo de 2020

Del libro como artículo de primera necesidad.


Hoy he ido a comprar a Mercadona en un centro comercial desierto. He sentido la sensación de peligro al coger el carro utilizado por otros clientes, al tener que quitarme los guantes para abrir las bolsas de plástico, al tachar de mi móvil, al que había que activar por huella digital, la lista de la compra, al cruzarme con otros clientes con los que no siempre era posible mantener la distancia de metro y medio, al seleccionar los productos frescos… He vivido la compra como una actividad de claro peligro… Al salir con el carro bastante lleno, he pasado por diversos negocios cerrados, pero uno me ha llevado a pensar. Era una librería, La casa del libro, en cuyos anaqueles figuraban libros de actualidad. ¡La librería estaba cerrada! Lógicamente pensarán que no es un comercio de primera necesidad, pero yo pienso que sería hermoso un país que considerara los libros como productos de primera necesidad, y que las librerías estuvieran abiertas como las tiendas de alimentación y las gasolineras… Por lo menos, unas horas de apertura en horario restringido para alimentar el alma de los ciudadanos.

Nos traiciona el inconsciente. Sentimos que los libros no son estrictamente necesarios, aunque se nos diga que en estos días de confinamiento la lectura es especialmente aconsejable y que se nos sugieran libros para esta situación de desastre compartido. Mi hija dice que se pueden descargar en archivos digitales en Amazon y otras librerías. Pero no todo el mundo lee libros digitales –yo sí-, la mayor parte de la gente sigue leyendo en papel.

Una de las cosas que más me sorprenden en Portugal es el número de librerías que hay por las calles, es sorprendentemente alto. En España, la venta de libros ha quedado restringida a grandes cadenas de librerías y las pequeñas van muriendo poco a poco. Otra cosa son las ventas por Amazon, claro está, cuyo volumen desconozco, pero no creo que sea muy relevante estadísticamente.

Es natural que no se considere el libro como objeto de primera necesidad, mientras sí lo son los bares de los que hay decenas y decenas de miles en toda España. Nadie parece echar en falta las librerías, pero sí los bares. Ayer escribía  que bajaba con frecuencia a tomarme unos vinos turbios con mi mujer, pero añado que leo diariamente varias horas, que leer para mí es esencial como el aire que respiramos, que no me siento completo si no leo, que un día sin leer me resulta perdido. Otra cosa es cuando uno topa con un libro mediocre, terriblemente malo, como me ha pasado a mí cuando he elegido una novela de misterio para intentar evadirme del ambiente pesadillesco que nos rodea. He estado leyendo los dos últimos días una novela de Dean Koontz, titulada La habitación de los suspiros. Me ha resultado deplorable y la he abandonado cuando llevaba más del sesenta por ciento leído. He querido leer algo ligero, pero el paladar de los lectores apasionados no se contenta con cualquier producto.

Me gustaría vivir en un país en que las librerías siguieran abiertas en plena crisis del coronavirus, ello diría mucho sobre nosotros.

lunes, 23 de marzo de 2020

Desde Cataluña un mensaje de afecto a los madrileños


Mi mujer y yo teníamos con frecuencia la costumbre de bajar sobre las ocho de la noche a tomarnos un vino turbio con las almendras como tapa que nos daban. En el bar gallego pasábamos tres cuartos de hora charlando. Nos contábamos cómo nos había ido el día. Era un rito que nos encantaba y el camarero cuando nos veía entrar, rápidamente sacaba la botella de vino turbio y lo echaba en nuestras copas con alegría.

¡Qué lejos queda esto! –pienso-. Lo que era normal y hasta repetitivo en nuestra vida social ha dejado de existir. ¡Cuándo volveremos a salir con los amigos a cenar, a tomar unos pinchos, unas copas…? Esas rutinas que ahora nos parecen inimaginables cuando vemos todos los bares cerrados, todos los comercios cerrados, salvo las tiendas de alimentación en horario restringido y a las que entramos de uno en uno, o a lo máximo de dos en dos.

Mis sueños también se contagian de inquietud y esta madrugada me he despertado muy agitado con lúgubres pensamientos. Para alejarlos he leído unas páginas de la novela La habitación de los susurros de Dean Koontz, algo ligero para sobrellevar días de fuerte carga emocional.

En casa, el encierro continúa. Nos juntamos en las comidas que procuramos que sean apetitosas y variadas para paliar la inquietud. Luego mis hijas colorean láminas que descargan de internet o hacen puzles o ven series actuales o antiguas o hacen gimnasia con algún vídeo de Youtube. 

Alguna vez me conecto por Skype con algún amigo o amiga, leo, reviso las publicaciones de los blogs o periódicos internacionales americanos, ingleses o italianos. El mundo entero gira en torno a una palabra maldita. Es el título de mi diario estacional, el de primavera al que he llamado Diario del Coronavirus. Sueño con que pase el tiempo y de pronto estemos ya en junio y yo comience el diario de verano, espero que en otras circunstancias.

Una buena noticia es que en Italia por primera vez ha descendido el número de fallecidos. Quizás hayan llegado ya al pico del que estamos lejos todavía en España.

Desde Cataluña, un inmenso calor y afecto a los madrileños que están en el epicentro de la pandemia. Pensaré en vosotros cuando aplauda esta noche. 

domingo, 22 de marzo de 2020

Joselu, la humanidad no va a cambiar.


HORACIO: Hoy me toca a mí, tras varios días en que ha escrito JOSELU que está francamente desorientado. Ayer escribió un post en que parecía levitar sobre una nube y manifestaba que el Coronavirus nos iba a transformar, que seríamos más generosos y humildes, que este afectaba por igual a todas las edades y clases sociales, que la política tendría que abandonar su banalidad porque no lo íbamos a aceptar.

No hace falta ser un lince para sentir que toda esta percepción es totalmente disparatada. Solo un ejemplo: se ha hecho público que el noventa por ciento de las víctimas del virus son mayores de sesenta años, de modo que es una infección que ataca singularmente a la tercera edad y el nivel de letalidad en etapas anteriores es muy inferior.

En cuanto a que el virus nos haga mejores, más humildes y generosos me resulta francamente risible. El ser humano es esencialmente egoísta e individualista. Aquí todos estamos buscando salvarnos a nosotros mismos y cada uno vela por su propio pellejo. No hay, salvo excepciones, que las hay, signos de generosidad en esta crisis. Ha habido muchas crisis a lo largo de la historia y ninguna ha hecho al hombre más generoso y humilde. Los aplausos de las ocho de la noche son muy aleccionadores, pero ha habido una propuesta que ha corrido en las redes de un funcionario que proponía que donáramos al estado nuestras pagas extraordinarias de verano y navidad para ayudar a la nación a reconstruirse. Apelaba también al sentido solidario de las grandes fortunas e incluso mencionaba al rey emérito para que donara sus millones sucios de euros al estado. Me sonrío ante esta posibilidad, la de que donemos nuestras pagas extraordinarias nada menos que al estado, el gran saqueador. Y el rey emérito debe carcajearse, ¿para qué ha acumulado tanto en comisiones y ahora se lo va a llevar el estado? Joselu parece confiar en la regeneración de la política y en el estado, e incluso en la sociedad. Lo cierto es que estamos tan atónitos que apenas hemos reaccionado ante la crisis que demorará semanas, incluso meses porque la pandemia es mundial y solo cuando el mundo la supere en su conjunto, podremos decir que hemos pasado página, si es que no se convierte en una pandemia anual y estacional.

Cada uno está tirando hacia su propia zona de intereses. Joselu es ingenuo. Soy yo su alter ego, su lado tocapelotas el que manifiesta mi visión de las cosas. No seremos mejores ni daremos nuestras pagas al estado, ni los nacionalismos mirarán más allá de sus propias ombligueras, intentando sacar tajada de cualquier tragedia.

Sabemos que son los ancianos los afectados de la pandemia y eso nos tranquiliza a los que estamos fuera de esa edad, y los que están procuran blindarse porque los seres humanos todo están conformes en que hay que morir, pero no están tan conformes con el cuándo.

Joselu, la humanidad no va a cambiar, solo se adapta a lo que venga.

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