En mi
instituto hubo un proceso apresurado de adopción de un programa impulsado por
el Departament d'Educació en que se dotaba a los
alumnos de un portátil, sufragado con fondos
estatales en un cincuenta por ciento. Esto era un total de 150 euros. Este
ordenador suplía a los libros de papel que solían valer unos trescientos
euros. Los libros digitales, vendidos como paquetes de todas las asignaturas,
eran notablemente más baratos.
El
resultado que he visto en el segundo año de implantación de la enseñanza digital ha sido
decepcionante. Las editoriales digitales funcionan muy mal, y ello supone que
muchos alumnos no tienen conexión adecuada porque no funciona
su contraseña o porque no funciona el sistema. Los libros digitales, cuando funcionan, se los ve hechos con premura y sin suficiente consistencia. A ello se une la lentitud
de las conexiones wifi, la manipulación de los ordenadores por parte
de los alumnos que terminan averiándolos, sea porque introducen
programas que no son soportables por los portátiles, sea porque se bajan películas o porque los modifican en contra de las indicaciones
de la casa de fabricación. Otra causa es la rotura de la pantalla por
caída lo que está bastante extendido. Las empresas que los han vendido no
saben o no contestan ante las numerosas averías que van surgiendo.
Además las herramientas tecnológicas con una conexión lenta y en un entorno que está censurado bien sea por insuficiencia de la red o realmente
por el cercenamiento institucional de acceso a páginas potencialmente peligrosas, hacen harto proceloso el
acceso a una aplicación de forma generalizada.
La
impericia de los chavales es también otro factor determinante. Se
suele creer que los nativos digitales son muy hábiles con la informática y no es necesariamente cierto. En ciertos contextos
son unos figuras, pero la realidad en el aula revela una torpeza muy
mayoritaria en programas educativos cuyas dificultades no saben resolver y el
profesor se enreda intentando aclarar sus problemas concretos. Eso unido a que
muchas veces traen el ordenador descargado de batería porque no recuerdan hacerlo en casa.
Una clase
programada con herramientas digitales en la realidad es de una pobreza
asombrosa y el resultado es de una productividad bajísima, casi uno tiene la impresión de que se está perdiendo el tiempo.
El
problema es que nos hemos acogido a este programa que ya no defiende siquiera el
Departament d'Ensenyament por cambio de partido
gobernante y estamos metidos en un proyecto que vemos que hace agua por todos
lados. No funciona. Una clase en que se presuponga el uso de herramientas
tecnológicas es bastante decepcionante.
Sin
embargo, ha aparecido en esta revolución un instrumento sorprendente
que veo difícilmente reemplazable. Es el
cañón de proyección, unido o no a la pizarra digital. El profesor puede
proyectar en la pantalla materiales didácticos y hacer una clase productiva
e interesante en propuestas ya que está conectado a su propio
ordenador donde puede tener enlazados multitud de recursos y enlaces de todo
tipo.
Podemos
prescindir de los libros y elaborar nuestros propios materiales utilizando
luego el cañón de proyección, pero el uso continuo de ordenadores portátiles en el aula es sumamente distractivo, improductivo y
lleno de casuística que lo hace fracasar en
la práctica. Ha sido un error mayúsculo del que no sé como saldremos porque para
muchos padres ha sido un gasto importante. No veo en la vuelta al libro de
texto una solución, sobre todo por su elevado
precio no apto para economías muy humildes que son las
que dominan en mi centro, y más en una situación de crisis.
Esta es
la impresión que tenemos muchos profesores
de la implantación del programa 1x1. No
funciona. Y lo siento porque yo esperaba mucho de él. El ordenador puede ser un buen instrumento en casa -y a veces en el aula- para
conectarse a internet y utilizarlo como procesador de textos, pero en el aula,
a pesar de la buena voluntad y el entusiasmo con que partimos, es sencillamente
una gran decepción. Casi hay una sensación de alivio para mí y mis alumnos cuando planteo clases en que el ordenador no es
necesario. Tengo la impresión, a veces manifestada por
ellos de que han terminado hartos de la experiencia digital, que en poco tiempo se ha llegado a eso que pudiéramos llamar saturación tecnológica.